¿Dónde has estado toda mi vida?

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¿Quién demonios se infiltra en la casa de un oficial de alto rango de la Fundación, mientras este mismo está en la casa?

Marion Wheeler vive en lo profundo de un bosque de coníferas. Tomaría un largo viaje en auto llegar a la ciudad más cercana y se duraría lo mismo en la dirección opuesta llegar al Sitio 41. Es tarde y ella se encuentra leyendo en su cama, cuando se escucha el sordo e inconfundible sonido de su puerta delantera siendo abierta. Ella alza la mirada y mira la pared con la mirada vacía por un segundo, mientras escucha los suaves pasos provenientes del pasillo.

Ella busca y alcanza el teléfono que se le fue entregado por la Fundación. No tiene un personal de seguridad permanente en la casa – La División tiene escasez de personal y los agentes entrenados son más necesitados en el Sitio – pero la casa y alrededores tienen robustas contra mesuras electrónicas. Todas, descubre Wheeler, han sido desactivadas, junto a los sensores y cámaras. No se le notificó que esto había sucedido. Quien sea que haya hecho esto tiene un código valido.

¿Pero quién?

La Fundación tiene enemigos. Es verdad, la lista de enemigos creíbles y motivados es sorprendentemente corta, y la lista de los grupos suficientemente estúpidos como para intentar asesinar o capturar a alguien de su nivel es aún más corta. Pero está lejos de estar vacía, como tampoco es una hazaña realmente complicada; no muchas personas bajo el nivel O5 son privilegiadas de viajar con una escolta. El verdadero truco, el truco imposible, es evitar las terribles represalias. Pero ¿qué pasa si realmente piensas que puedes hacerlo? ¿Qué pasa si decides que vale la pena?

Wheeler enciende la alarma silenciosa, vuelve a colocar su teléfono sobre su mesa de noche y toma su pistola. Se levanta de la cama, amontona unas cuantas almohadas en donde se encontraba acostada y se mueve silenciosamente hacia la puerta de su habitación, se detiene detrás de la puerta, escuchando y pensando.

Esta puerta, la de su cuarto, no puede abrirse silenciosamente. La puerta cruje de manera extrema, si ella pasa por ella, deberá de estar preparada para llamar la atención. Hay un ático, pero el acceso está fuera de la habitación y de nuevo, no puede ser operado silenciosamente. No hay otra ruta alterna para llegar al suelo más que la de saltar por la ventana, y alguien tiene que estarla vigilando. Incluso si lograra aterrizar con vida sobre los arbustos, tendría que romper el perímetro con un tobillo torcido.

Una mejor pregunta que ¿quién? es ¿cuántos?, ella podría ya estar muerta, debido simplemente a la superioridad numérica. Si los agresores tienen cuidado por donde pisan e intentan acecharla, ella podría hacer como el niño de mi pequeño angelito con quizás ocho de ellos antes de que se le agote la suerte. Si asaltasen el segundo piso y tuviesen armadura, ella estaría acabada con la baja cantidad de dos de ellos, incluso con la escalera haciendo como embudo. Todo esto, naturalmente, asumiendo que los agresores no son anómalos. Si lo fueran, y no están entre el digamos, treinta por ciento de anomalidades que pueden ser neutralizadas con simplemente dispararles en el centro de masa y cabeza, ella estaría fundamentalmente indefensa, incluso si el equipo de respuesta apareciera. Lo cual hará, en el mejor de los casos, dentro de diez minutos.

Se escucha un crujido. Esta maldita casa. Alguien está subiendo por las escaleras y sin hacer algún esfuerzo en encubrirlo. Ahora se escucha una pisada suave, como si se hubiera quitado los zapatos. ¿Sólo una persona? Eso apenas si tiene sentido.

Con cinco segundos de gracia, Wheeler busca en la oscuridad de su cuarto por una segunda arma. Ella sabe que abajo en la sala hay agujas para tejer y cuchillos, de los buenos, en la cocina. Pero ella no puede llegar a ellos, ya es muy tarde. La puerta se abre y parece que el hombre intenta decir algo mientras entra, pero solo llega a decir un “Yo” antes de que Wheeler lo tire al suelo. Él se encuentra con su cachete presionado contra la alfombra color beige oscuro y Wheeler sobre su espalda reteniendo sus muñecas con sus rodillas. Ella observa velozmente las escaleras; no hay nadie. Ella coloca el cañón de su pistola en el otro cachete de él. “Hablas, te mueres,” sisea ella. “Intentas moverte, te mueres.” Ella mira las ventanas, observa las escaleras, escuchando atentamente. No se escucha nada. No se observa nada.

El hombre tiene cincuenta y es larguirucho. Usa un costoso traje negro hecho a medida. El cautivo hombre tiene rasgos angulosos en su rostro, un pelo grueso y canoso, además de unos lentes sin marco, los cuales ahora se encuentran posiblemente torcidos por el repentino golpe en el suelo. Usa joyería de plata que es discreta: un reloj de pulsera, unas mancuernillas y un anillo.

Los dos se detienen en esa posición, como si estuvieran en una pintura. Él no hace ningún intento en moverse, aunque sí mira de reojo a Wheeler, bueno, lo mejor que puede debido a sus lentes dislocados.

Wheeler pegunta, “¿Dónde están los demás?”

“Sólo soy yo, Marion” contesta él.

“¿Quién eres?”

Él no dice nada por un momento, pero su expresión cambia lenta y sutilmente para mostrar su desánimo. “Yo, eh. Bueno. Entonces, realmente sucedió, ¿no es así? Siempre me pregunté…”

“¿Quién eres?”

“Hay un monstruo que te persigue y se come tus recuerdos,” dice el hombre. “SCP-4987. Lo alimentas con trivia inconsecuente para que no vaya por nada importante. Ves programas de juegos. El libro que estabas leyendo hace un momento. El que está sobre tu mesa de noche. Es un libro de trivia, ¿verdad?”

Wheeler no dice nada para confirmar o negar esto, a pesar de que es verdad. Cuando es lo hora de comer, la entidad se manifiesta en la esquina de su ojo como un punto brillante, de un color entre dorado y blanco. Ya se ha ido.

Ella ya logró entenderlo todo. La situación es alucinante e insultantemente obvia.

Con una bien disimulada pero aún detectable nota de consternación, pregunta, ¿Cuál es tu nombre?”

“Adam,” dice él. “Adam Wheeler.”

*

Obviamente, hizo que detuvieran al hombre.

Ella le dio instrucciones a sus hombre de interrogarlo — ligeramente — y de investigar exhaustivamente cada palabra que él pronuncie, mientras que por su parte, se aleja de la investigación para evitar contaminación. Ella resiste al impulso de interferir, particularmente visitar a “Adam” para personalmente demandar respuestas. Va a su oficina, se hace un ovillo en el sillón e intenta dormir un poco, pero no lo consigue realmente.

Siete horas después, un Fundacionista toca la puerta de su oficina, trayendo consigo un bloque de impresiones de 3 centímetros y un paralizante taza de café fuerte. Wheeler agarra la bebida primero, el aceptarla es como una clase de paso previo antes de dejar pasar al hombre. Vuelve a sentarse en el sillón e inclina su cuerpo sobre la cálida bebida, inhalando su vapor.

El hombre se acomoda tensamente en la silla del frente. Él es engañosamente fornido, perpetuamente sin rasurar, de cercanamente cuarenta años e indiscutiblemente la persona más peligrosa del Sitio. Él es el instructor de acondicionamiento físico y combate de la División, además del líder de las fuerzas especiales de la División. Su nombre es Alex Gauss. “Los compañeros, uh,” empieza a decir él. “decidieron que debía ser yo el que te dé sus resultados. Aunque yo no participé en absolutamente nada de la investigación. Debido a que nos llevamos bien. Eso es lo que dijeron, personalmente, no lo veo de ese modo.”

Wheeler sigue fijando su atención en el café. “¿Quién es él?”

Gauss abre la primera página del reporte, más que nada por querer hacerlo y no por tener un propósito, sólo para inmediatamente después cerrarla. “Él es tu esposo. Cada palabra es verdad. Hay evidencia física ilimitada. La mitad de la División lo conoce socialmente, incluyéndome. Doy crédito a tu diligencia y adherencia al protocolo, pero la conclusión es que a SCP-4987 le dio hambre.”

Ella pregunta, “¿Ha pasado esto antes?”

“No.”

“¿Puede volver a pasar?”

Gauss encoge los hombros. “Tú, entre todos los demás, eres la más indicada para responder eso.”

“Lo haré. Lo hago. Y te voy a decir esto: Tengo a SCP-4987 entrenado para seguirme detrás de mí. Lo alimento con un estricto régimen, sólo se come los recuerdos que yo le digo que está bien comer. Un parasito de los recuerdos que es rápidamente progresivo y universalmente fatal el cual ahora está domesticado. Y ahora, ¿qué? ¿repentinamente olvida el entrenamiento? ¿Eso tiene sentido?”

“Si tú dices que no tiene sentido, entonces no lo tiene” le responde con precaución Gauss. “Pero hablando desde la experiencia en el campo, cualquier cosa puede pasar dos veces.”

Wheeler ya ha esperado lo suficiente, y toma un largo sorbo del café. Ella observa el enroscado vapor, como si tratase de ver el futuro. “Pero ¿quién es él?” pregunta de nuevo. “En este punto, tú lo conoces mejor que yo. ¿Cómo es él? ¿Me agrada?”

Gauss hace una extravagante mueca. De entre todas las preguntas capciosas existentes, esta es la más grande y peligrosa.

Wheeler lo mira directo a los ojos y dice, “Dime la impresión personal que tienes de Adam Wheeler. Es una orden directa.”

“…Es un tipo lo suficientemente agradable.”

“¿Lo suficientemente agradable?”

Gauss chasquea la lengua. “No me agrada,” admite. “Personalmente. No del todo. Estamos bajo buenos términos, pero él siempre es un poco demasiado presumido y un poco demasiado brillante. Él simplemente… te irrita. ¿Lanzaría a alguien al techo por eso? No.”

“¿Me gusta él?”

“Tú –“ inicia Gauss, pero se detiene. Aparta la mirada y con paso del tiempo, una suave sonrisa se desarrolla en su rostro, una que Wheeler no recuerda haber visto antes, no en una relación laboral de años. “Sí,” dijo él. “Sí, él es para ti.”

*

Nombre completo: Adam Bellamy Wheeler. Nació el 27 de febrero de 1962, en Henge, Derbyshire, Reino Unido. Hijo de Rosemary Leah Wheeler née Wizst y Jonathan “Jack” Philip Wheeler. Sin hermanos. Educación temprana: Escuela primaria de la iglesia Henge de Inglaterra, Escuela secundaria Matlock de todos los santos. Demostró gran agudeza musical desde una edad temprana. A los dieciséis años empezó a ser reconocido como uno de los violinistas clásicos más dotados de su generación. Asistió a la Real Universidad de—

Wheeler se salta tres páginas.

—después de sufrir una lesión menor mientras estaba de gira en ████████, se encontró con SCP-4051, el cual había infestado un ala del hospital donde recibió tratamiento. SCP-4051 fue protegido por una forma de camuflaje antimemético al cual Wheeler — como un estimado de 1 entre 145,000 individuos a nivel mundial — fue (y permanece siendo) inmune. Su intento de alertar a las autoridades de la presencia de la infestación fue interceptado por una estación de vigilancia de la Fundación. La agente Marion A. Hutchinson (100A-1-9331), en ese entonces una agente de campo ubicada en —

Otra página.

—resistente a los procedimientos convencionales de borrado de memoria. Hutchinson solicitó exitosamente por una exención, razonando que incluso si los recuerdos de él quedasen intactos, sería imposible para Wheeler compartir detalles de SCP-4051. Ellos posteriormente se relacionaron románticamente.

“Oh, Ellos posteriormente se relacionaron románticamente, ¿no es así? Cuéntame más, indistinguible biógrafo, ya lograste engancharme.”

Más allá de este punto la biografía carece de contenido. La vida de Adam Wheeler en giras, tocando, enseñando y ocasionalmente conduciendo, escribiendo y componiendo está exhaustivamente documentada por detalles sin importancia. Él tiene que pasar por chequeos de antecedentes y vigilancia, demostrando consistentemente representar cero riesgo de filtración. Él eventualmente recibe una acreditación de nivel extremadamente bajo, el cual usualmente es garantizada a compañeros de mucho tiempo de Fundacionistas y que sean externos a la fundación. Ellos se casan. Ella toma su apellido, lo cual ella al leerlo, considera débilmente irrealista. Blah, blah.

No hay nada de su personalidad. No hay nada de su relación. Sin contenido.

Ella recuerda adquirir SCP-4051. No había nadie ahí. No recuerda nada.

*

Es hasta el final de la tercera ronda de interrogación que Adam Wheeler asume una actitud de buena fe. Él comprende que la repetición es una maña debido a la diligencia, un procedimiento corporativo requerido. Es sólo hasta que inician por cuarta vez con la pregunta “¿Cuál es su nombre?” y con un entrevistador nuevo que él finalmente lo entiende: no les agrada y no les importa cuál crea él que es su nombre. Están intentarlo molerlo hasta que no pueda ser capaz de pensar, hasta que él sólo sea partículas de polvo que ellos puedan examinar cuidadosamente por información.

No reacciona muy bien ante esto. Él pregunta por su esposa y pregunta por su esposa, y ellos lo ignoran y lo ignoran, y ella persistentemente falla en llegar, hasta que todo el procedimiento se vuelve una fría forma de tortura. Las preguntas continúan llegando y no hay nada que las detenga, ya sea no contestarlas sinceramente, ni no contestar, ni mentir, ni salirse por las tangentes. No se detienen hasta que él empiece a caer dormido en medio de sus propias oraciones.

Adam despierta en una unidad estándar de contención humanoide, es un apartamento amueblado, con sólo una habitación, una ventana falsa, ya que es holográfica, paredes impermeables y discretas modificaciones para el monitoreo y seguridad de entidades anómalas. Este se encuentra en el primer piso bajo el suelo, pero no está del todo seguro. La brillante luz que entra por la ventana de la sala es lo suficientemente auténtica como para broncearte con ella.

Él despierta sobre el sillón, sintiéndose tembloroso y deshidratado. Se da cuenta que durmió con su traje puesto y que ahora éste se encuentra arrugado. Él detesta eso, esa sensación de no verse de la mejor manera posible, o por lo menos presentable. Esto lo va a incomodar hasta que lograr encontrar, como mínimo, una rasuradora y una camisa para cambiarse.

Lo que lo despertó fue el pesado sonido metálico de la puerta abriéndose. Alza la mirada y frota sus ojos. Es su esposa. “¡Marion! Oh, por Dios.” Sale disparado de su asiento y corre directo hacía ella. Ella lo detiene a unos cuantos pasos de distancia, con una seña y una fría sonrisa. Y eso le duele. Le duele más que cualquier otra cosa.
Así que realmente sucedió: SCP-4987 mordisqueó la parte de Marion Wheeler que sentía afecto por él. Ella no estuvo ausente por un brote de clase-K sin relación. Ella simplemente decidió estar en otro lugar, indiferente.

Así que él no la abraza. Se detiene a una distancia educada. “¿Cómo te sientes?

¿Dormiste?”

“Estoy bien.”

“Puedo notar que ya tomaste tu café. ¿Ya comiste? Vamos, te prepararé algo.” La unidad tiene una rudimentaria área de cocina. Él entra y empieza a explorar las alacenas. “Tiene que haber algo comestible por aquí. Huevos y leche, por lo menos. Me da vergüenza el decirte que me dormí más o menos en el lugar donde estaba parado cuando me dejaron aquí, así que no he tenido oportunidad de explorar. ¿O mantienen el lugar vacío y la comida llega por la ranura de la pared?”

Marion empieza, “Señor Wheeler—“

Adam la mira con decepción.

“Okay,” reanuda ella, “Adam. Por favor, ven y toma asiento. Tienes razón, no hay nada en alguna de esas alacenas.”

Él cierra la alacena y se sienta frente a ella en la silla de la cocina. “Huevos revueltos sobre una tostada,” sugiere Adam. “Con mucho ajo en los huevos. Eso es lo que necesitamos justo ahora. Particularmente tú, porque si no te preparo algo, terminas bebiendo esos miserables batidos con contextura de goma para empapelar los siete días de la semana. O enteramente te saltas la comida.”

“Adam. Hemos estado casados por diecisiete años, ¿es eso correcto?”

“Sí”

“No te conozco.”

“Eso está bien,” responde Adam. “Dudo que vaya a ser un serio problema. Ya me has contado, varías veces, acerca de personal que perdieron quienes eran en el trabajo y tienen que recuperar ellos mismos sus personalidades. Amas verlos. Es como ver mariposas emerger de sus crisálidas. El mejor de tu personal puede terminar el proceso en diez semanas. Imagina lo rápido que lo vas a hacer tú.”

“No,” responde Wheeler. Su tono es clínico. “Me temo que no es posible.”

“¿Qué cosa no es posible?”

“En este momento no puedo iniciar una relación. Ciertamente no algo tan serio como un matrimonio. Tienes acceso nominal; sabes lo que hacemos. Tengo responsabilidades. No tengo… tiempo.”

“Esto no es nuevo,” le dice Adam, inexpresivo. “Es preexistente.”

“No,” explica Wheeler. “Esa relación ha terminado, y ahora estamos en otro lugar.”
Adam la mira por un largo momento, con una mirada enojada y lejos de estar feliz. Le pregunta:

“¿Qué es lo que recuerdas?”

La respuesta es tan abierta que Wheeler no logra responder verbalmente. Abre las manos ligeramente, gesticulando un: “¿Qué?”

“No me recuerdas,” dice Adam. “SCP-4987 claramente también se comió la parte que se preocuparía si olvidases de mí. Y, adicionalmente, la parte de ti que le importa el desayuno tardío. ¿Qué más has olvidado? No, sería una pregunta estúpida, mejor te pregunto, ¿qué es lo que queda? Quiero que me digas todo lo que puedas recordar.”

“¿Todo lo que recuerde?”

“Sí. Desde 1995 hasta ahora.”

Aún sigue siendo una pregunta absurda y el primer instinto de Wheeler es de descartarla como tal, pero piensa de nuevo. Piensa, con la intención de genuinamente responder la pregunta. Y ella encuentra huecos. Hay escasez de detalles. Es como te digieran “di algo” e inmediatamente olvidaras todas las palabras.

Marion empieza a decir, “Recuerdo… trabajar.”

Y conducir a casa, y luego dormir, y luego conducir de vuelta al trabajo. Grandes y hostiles edificios. Regímenes farmacéuticos, procedimientos de contención, infinitas pilas de números opacos, entrenamientos de acondicionamiento personal. Correr. Calcular. Nunca, jamás parar de calcular. Recuerda, con injusta claridad, una basta variedad de sueños extremadamente malos.

Alguna otra cosa que no sea eso, nada. Un hoyo negro que es enorme, profundo y de bordes irregulares.

Adam dice, “No recuerdas nada bueno, ¿no es así? Absolutamente nada bueno.”
“Cuando llegas a casa, en las noches que logras llegar a casa, estás lista para contarme lo que te atormenta. Nunca ha sido trabajo fácil, pero estos últimos años han sido peores de lo que alguna vez fueron, porque estás llegando a la conclusión de algo gigantesco. Me has explicado por qué no puedes contarme, en serio, lo que haces, sin el acto de matarme. Y yo — yo al principio no pude soportarlo, y aún odio tu trabajo y creo que es una monstruosa farsa — pero confié en ti. Y paré de preguntar. Pero puedo notar por el… temblor de tus manos y por las cosas que no dices, y por la manera en que duermes, que hay una clase de guerra ocurriendo aquí. Y estás perdiendo personas por ella. Y de que estás casi en el final. Y de que vas a ganar.

“Así que hago tu huevo batido y toco el violín para ti, y entre nosotros dos logramos crear un ambiente que es tres décimos de lo que yo consideraría normalidad. No porque tú no puedas sin mí, podrías tomar el universo entero para ti misma si realmente quisieras, pero: al demonio eso, no tienes que hacerlo.

“No sucedió instantáneamente. Pero sucedió jodidamente rápido. En un inicio, teníamos los gustos musicales en común, Bach y Mendelssohn. Teníamos el tabaco en común y un odio mutuo hacia la serie X-Files. Luego fue el café y el vino. Y luego, después de un tiempo, se volvió el senderismo, observar las aves y la lluvia de meteoros Perseidas. Nos gustan las películas de Bruce Lee. Vemos La Ley y El Orden y Jeopardy! Y leemos pilas y pilas de libros. No, para ser justos, yo soy principalmente el de los libros. Ya no tienes tanto tiempo libre para leer.

Él se pellizca el puente de la nariz por un segundo. Dos personas cualquiera pueden tener tanto en común como ellos. El vivir juntos en el mismo lugar por años no cuenta para nada. ¿Qué tienen ellos?

“Nos comunicamos,” dice él. “Mejor de cualquiera otra persona que haya visto. Podríamos estar separados por dos meses mientras yo me encuentro de gira o tú estás en el exterior y retomar una conversación desde la palabra en la que la dejamos. Estamos conectados. Pensamos de manera similar. Lo verás todo. Sucederá de nuevo, igual de rápido. Lo único que tienes que hacer es darle una oportunidad.”

Wheeler está casi ahí. Ve la forma de lo que Adam está describiendo. Es algo distante e indefinido, pero si se concentra podría ser capaz de enfocarlo. Y eso le preocupa, por nebulosas razones que no puede completamente articular, pero sí puede entender cómo podría haber espacio para esa idea. Cómo podría agregarse a su vida como es actualmente, y aun así tener sentido.

Pero Adam acaba de decir algo crucial. Dijo una palabra clave, lo que quiere decir que la sesión de consejería matrimonial se ha acabado y esto ahora es una situación. Wheeler no puede ignorarla. Ella se obliga a dejar ir el hilo anterior y tomar este nuevo.

“¿Cuál guerra?”

Y ahora Adam realmente no sabe qué está pasando. “Dios misericordioso. La guerra, Marion. No sé de qué otra manera describirla.”

“¿Cuál guerra? ¿Cuántas personas?”

“No lo sé,” le responde Adam. “Hay nombres, nombres que dejaste de mencionar, y que luego ignoras cuando intento hablar de nuevo del tema. Asumo que tienes razones. No sé los detalles. ¿Cómo podría saberlos? ¿Por qué no los sabes tú?”
Wheeler corre dentro de su mente, intentando encontrar el sentido en todo esto. La existencia de una guerra tiene sentido. Confirmaría sospechas que han existido desde hace mucho tiempo. Podría haber transcurrido durante años sin que ella se enterase. Tiene sentido para ella que ella estuviese peleándola, ganando incluso, y no saberlo; administrando sus propios recuerdos o perdiéndolos en escaramuzas. No sería la primera vez que ella la haya descubierto. Tiene sentido que Adam, dotado naturalmente con el equivalente mental de una gruesa capa de grasa, pudo pararse en el borde del conflicto y ligeramente ser capaz de percibirla. Y la División — con tan poco personal.

Las personas están desapareciendo alrededor de ella.

“¿Qué te parece—“ inicia a decir ella, pero de repente se detiene a mitad del pensamiento, como si el pensamiento en sí se lo hubieran robado.

“¿Qué tal si volvemos a juntarnos y—“ vuelve a iniciar ella, pero esta vez un fuerte instinto se apodera de ella y la arrastra lejos de pensar un pensamiento el cual, el instinto sabe, la mataría. Ella es como El Coyote de aquella caricatura, ella está corriendo en el aire, y el tener ese pensamiento sería como mirar hacia abajo y caer.

Wheeler siente a SCP-4987 moviéndose alrededor de ella, abstractamente unido a ella, una parpadeante partícula de escarcha en su ojo. “Algo está mal.”

Adam se rasca su ojo. “¿Puedes ver eso?”

“¿Cómo puedes ver eso?”

“Tengo una mediana inmunidad a la influencia antimemética,” le responde Adam. Él sabe que eso está en el expediente y él sabe que Wheeler ha leído el expediente, pero aparentemente tiene que repetirlo. “Puedo notar cuando algo se está entrometiendo con mis recuerdos. Puedo resistirlo, hasta cierto punto. Bueno, Marion, deseaba tener una relajada conversación acompañada con un café, y descifrar este tema de manera orgánica, pero voy a saltarme todo y llegar hasta el final: Tengo la impresión de que SCP-4987 está tratando de matarme.”

"…No,” le dice Wheeler. “Ese no es su comportamiento modelo. No sobrevive de esa manera, el comer personas. Se come los recuerdos. Y nunca ha hecho esto. Ni a ti, ni a mí, ni a nadie. No desde los primeros días. Está domado. Hace exactamente lo que le digo que haga. Incluso cuando estoy esperando y aburrida, le dejo comerse mi memoria de corto plazo, se sienta y espera que se le diga que puede comer.”

“¿Entonces qué nos está haciendo?” Adam se está poniendo nervioso, y no deja su ojo. Se pone de pie y se aleja. “Me gustaría si pudiéramos resolver esto rápidamente. No tenemos manera de eliminar a SCP-4987.”

Hay un sonido en la mente de Wheeler, pero no en su oído, como un distante coro de perros aullando. Ella también se pone de pie, y se mueve detrás de Adam hacía el centro de la unidad de contención.

Le dice a Adam, “Intenta protegerte.”

“Yo— ¿Cómo borrar tus recuerdos de mí me protege?”

“No puede explicarlo,” le responde Wheeler. “Y no puedo explicarte por qué no puedo explicarte. Aún no me conozco por completo. Hay un ███████████ ███████.”

“¿Un qué?”

“No puedes estar aquí,” le dice ella. “No puedes estar en mi vida. Tienes que irte, o morirás.”

“No te voy a dejar,” le responde Adam. “Jesucristo, esta es la razón por la que lo hicimos. Hablo de casarnos. Fue algo muy evidente para ambos, desde muy temprano, que estaríamos juntos por siempre. Pero quería que todos lo supieran. Me puse de pie frente a todos los que respetaba y les juré que te protegería. ¡Por siempre!”.

SCP-4987 está agitado. Wheeler siente cómo se revolotea por la habitación, de forma incoherente, intentando decirle lo que él necesita.

Le dice ella, con repentina claridad actínica, “Seguramente hice una promesa idéntica.”

Adam se inclina, ahora segado en ambos ojos. Cerrar sus ojos no hace nada, cubrir sus ojos no hace nada. La luz blanca-dorada está realizando el efecto estroboscópico frente a él, pasando a un color violeta. Entra en pánico. “Ayuda. Ayúdame. No puedo ver.” Buscando, inquietamente, la mano de Wheeler. Ella deja que él tome su mano y acercarla. La luz no se desvanece. Él se aferra a Wheeler por unos momentos y ella también se aferra a él, hasta que descubre que SCP-4987 está completamente bajo su control y que todo es intencional.

“¿Vas a hacer esto?” le dice Adam. “¿Es este el mandato de la Fundación? ¿Esto es a lo que llega tu definición de ‘proteger’? No tienes ni idea de lo que estás a punto de hacerte. Ni siquiera me conoces.”

“Creo que lo sé,” le responde ella.

“Sentirás esto por el resto de tu vida. Cada día, despertarás con una fría sensación en tu estómago donde solía haber una vida real. Y te preguntarás por qué.”
“Voy a ganar esta guerra,” le responde Wheeler a él. “Venceré al universo. Y luego vendré y descubriré por qué.”

Adam sigue aferrándose a ella por otro largo, largo momento. Ahora también puede oír el aullido, y también puede percibir ligeramente lo que, lejos y detrás de la colina, tiene a SCP-4987 frenético. Ése distante punto, ése fugaz y lejano vistazo de segunda mano a su forma es suficiente para aterrorizarlo.

Él tiene fe. Sabe lo rápido que Marion puede armar el rompecabezas de nuevo, trabajar contra un universo que no tiene sentido para ella, aislar la verdad. Él sabe que ella puede tomar el universo. Pero una aguda duda lo golpea en el estómago y no puede parar de decir: “¿Y si pierdes?”

Ella lo besa. Es un beso de una desconocida, no hay nada que Adam reconozca. Él se separa, incómodo. Ahora es un susurro: “¿Y si pierdes?”

*

Wheeler sale de la unidad de contención; da un portazo y pone el seguro en un solo movimiento. El pesado sonido metálico hace temblar al edificio entero.

Hay personas fuera. Gauss, Julie Still y unos cuantos otros, comparando notas. Se ven horrorizados.

“Pongan en sus antecedentes,” les dice ella. “Nunca estuvo casado. Trasládelo a donde nunca lo encuentre, incineren toda la evidencia, y luego repórtese conmigo para un borrado de memoria quirúrgico. Haré yo misma el mío de último.”
Gauss la mira como si tuviese una objeción. Ella lo para en seco.

“Mi esposo está muerto,” le dice ella.

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