Doran despertó como en cualquier mañana, se bañó, se hizo el desayuno y preparó las cosas para el trabajo. Ese día estaba más inquieto que de costumbre, ya que su hijo regresaría del internado en el que había ganado una beca, si bien no tenían la mejor de las relaciones, él seguía siendo su hijo y estaba deseando verlo después de tanto tiempo.
Salió de su casa y tomó el mismo autobús de siempre, se sentó en el lugar al que estaba acostumbrado y empezó a conversar con sus compañeros. Algo a lo que aún no se acostumbraba era que uno de los espacios ocupado por su amigo ahora estaba vacío, y todo por un accidente que aún nadie se explicaba. Durante una jornada de trabajo; Charles se quedó atrás en la mina cuando todos se iban y al poco rato salió, pero ya no era el mismo… “¿Quienes son ustedes?” gritaba, no recordaba a sus compañeros y amigos de trabajo con los que llevaba años conviviendo; lo último que supieron de él fue que había escapado y abandonado a su familia, a la cual tampoco reconocía. Doran tenía la teoría de que mientras salía de la mina se había tropezado y golpeado la cabeza de manera tal que perdió sus recuerdos, era algo bastante lógico para él.
Al fin llegó a su destino, se bajó del autobús y miró a su derecha, desde allí se tenía una vista bastante amplia del pueblo y podía ver su casa, después de un par de segundos mirando el paisaje camino hasta la mina. El día de trabajo transcurrió como cualquier otro; cansado, irritante, tedioso y demás sinónimos de “agotador” y “estresante”.
Casi finalizando la jornada laboral, y entre las asfixiantes paredes de la mina, Doran estaba ensimismado en sus pensamientos, pensar en sus propias cosas le ayudaba a no dirigir su atención en la calurosa atmósfera olor a azufre y pólvora de su lugar de trabajo.
Salió de sus pensamientos para ver una de las máquinas a la derecha; el antiguo trabajo de Charles era manejarla, ahora le habían dado el puesto a Cristian. El asiento de esa excavadora había sido el último lugar en el que había visto al viejo, se veía bien y sano (bueno, tan sano como lo estaría alguien que ha pasado años inhalando químicos y polvo), jamás habría pensado que se volvería loco de un momento a otro.
Aquel suceso realmente había hecho reflexionar a Doran, Charles era un buen tipo, era amable con todos, si algo así le pasó a él podría pasarle a cualquiera. Doran ahora era más cuidadoso, sabía que trabajar en la mina era muy peligroso, pero esos accidentes son cosas que le pasan a otros, o eso pensaba hasta que Charles enloqueció, no sabía que le había pasado con exactitud, pero sea lo que fuese ocurrió en el interior de la mina.
—¡Doran!-gritó Cristian—¡Ya es hora de irnos!
Parecía que Cristian llevaba un tiempo llamándole, ¿Ya era hora de salida? El día se le paso extrañamente rápido, supuso que había sido por haberse centrado tanto en sus pensamientos, concentrarse hace que el tiempo se sienta más rápido.
—¡Ya voy!—respondió Doran.
—¿Qué pasa Doran? ¿El ruido de las máquinas finalmente afectó tus oídos?—Interrumpió Cristian poniendo su sonrisa burlona que se veía claramente incluso con la mala iluminación de las lámparas en el techo.
Todos empezaron a dirigirse al transporte para salir; Doran sintió un escalofrío en la espalda mientras se dirigía a este, lo cual era raro en un lugar tan caluroso y sin ventilación como ese. Aunque, a veces le pasaba cuando tenía un mal presentimiento, quizás las paredes y techo de piedra le incomodaron más que de costumbre.
Saliendo de la mina se tropezó, puso sus manos al frente para detener la caída; una maldita piedra se había atravesado en su camino, por suerte llevaba botas o le estarían doliendo bastante los pies. Cristian le ayudó a levantarse y con un tono de broma dijo “Ya deberías estar acostumbrado a esquivar esta roca”. Doran rió un poco entre dientes y subió al mismo autobús de siempre, desde la ventanilla vio el paisaje; ya estaba oscureciendo, lo cual le pareció curioso ya que normalmente estaba atardeciendo cuando salía del trabajo.
Caminaba hacia su casa en la fría calle, al llegar e intentar abrir la puerta notó que esta no funcionaba… No, la llave ni siquiera entraba en la cerradura. “¿Qué diablos?” dijo en voz alta y golpeó la puerta. Un hombre alto la abrió.
—¿Disculpe?—dijo el hombre extrañado.
—¿Qué hace usted en mi casa?
—Esta es mi casa.
Doran miró la dirección, tenía razón, estaba 3 casas antes de la suya.
—Oh, disculpe señor.
—No hay problema—dijo el dueño de la casa para acto seguido cerrar la puerta, estaba entre asustado y extrañado de que un hombre tan robusto golpeara de repente su puerta.
Doran estaba realmente confundido, él sabía que su casa era la única de color blanco de ese lado de la calle, por lo que inconscientemente fue a esta, ¿desde cuando había otra casa blanca? La única explicación que se le ocurrió fue que la pintaron durante el fin de semana y hoy en la mañana al ir al trabajo no se fijó en el cambio de color. De cualquier manera, debía ir a casa.
Las luces de su casa estaban encendidas, su hijo había regresado. Abrió la puerta y dejo sus botas en la entrada, al mirar al sillón de su salón vio algo extraño ¿Su hijo se había dejado crecer el cabello? No, se respondió en cuanto se giró, este no era su hijo, era una chica que no conocía.
—Papá—dijo la chica saludando.
—¿Qué? ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?—Doran estaba realmente confundido.
—Hoy regresaba del internado, ¿lo olvidaste?
Doran se quedó unos segundos en silencio.
—Pa…
—No—Doran interrumpió—¡Fuera de mi casa!
Claudia realmente se asustó, su padre normalmente era más tranquilo, y rara vez usaba un tono tan alto, por lo que debía ser algo serio, obedeció y salió. Se quedó sentada esperando en la entrada de la casa.
Doran no sabía qué pensar de todo lo que había sucedido, recordó a Charles y lo que le sucedió, ¿le pasaba lo mismo? ¿Cuándo se tropezó se golpeó la cabeza? Aunque así fuera, no tendría sentido, ¿Cómo podría olvidar que su hija era mujer sin olvidar que tenía un hijo para empezar? Además, tenía varios recuerdos con su hijo que no tendrían sentido si fuera mujer, esto era algo más que una pérdida de memoria, algo había pasado que cambió al mundo, primero a la casa de su vecino y ahora a su hijo.
Empezó a recorrer toda la casa, todas las fotos en las paredes habían cambiado; cada vez que veía la cara de esa chica, su confusión y frustración crecían, debía quedar algo que probara la existencia de su hijo. Tras comprobar que todas las fotografías estaban cambiadas por homólogas con esta chica en ellas, decidió entrar al cuarto de su hijo.
El cuarto era de color verde, él lo había pintado de color naranja porque era el favorito de su hijo. Todo el cuarto estaba organizado de forma distinta, no reconocía nada, su ira y frustración eran enormes, se sentó en la cama para respirar.
Al parecer no todo el cuarto había cambiado, el conejo de peluche que le había comprado a su hijo cuando tenía 5 años seguía allí.
Decidió regresar a la mina, allí empezó para Charles, también pudo empezar allí para él.
Salió por la puerta trasera de su casa y corrió a la parada de autobuses, podía alcanzar a uno que lo acercara a la mina. Estuvo allí unos 10 minutos que se le hicieron eternos, “Habría llegado más rápido caminando” se decía a sí mismo una y otra vez hasta que finalmente llegó un autobús casi vacío, Doran no reconocía a las 5 personas en él y eso lo mantuvo incómodo todo el camino.
Finalmente, el autobús llegó a la parada más cercana a la mina, como no era un autobús del trabajo no lo llevaría allí directamente, por lo que tuvo que caminar el resto del camino.
Llegó a la mina; el portón estaba cerrado, tuvo que escalar la malla, no había un guardia nocturno. Estaba seguro de que había una chica que trabajaba de guardia por las noches, tal vez eso que cambió el mundo también la eliminó.
Tomó una de las linternas del equipo de la empresa y comenzó a adentrarse, la mina le parecía exactamente igual a lo que recordaba, o quizás no, quién sabe, realmente no le prestas atención a las paredes del lugar en el que trabajas. Continuó caminando por aproximadamente 20 minutos, durante el camino se fijaba en cada pequeño detalle, en las vigas de las paredes, debía de haber algo diferente.
“¿Por qué yo?” se preguntaba mientras recorría el asfixiante pasillo.
Después de dar un par de pasos se percató de algo; había llegado al final, pero eso era imposible, la mina era mucho más larga, incluso con el transporte el viaje hasta el final podía tardar media hora. La roca parecía extrañamente natural, al girarse pudo notar que las vigas de metal ya no estaban allí, las paredes ahora formaban relieves irregulares que sobresalían y bloqueaban la vista del fondo.
Doran entro en pánico, la mina había cambiado, quizás cambio de tal forma que no pudiera salir, necesitaba regresar. Corrió tan rápido como sus cansadas piernas se lo permitieron. Cuando empezaba a quedarse sin aire logró observar la luz al final del túnel. Espera, ¿luz? Doran se detuvo en seco, no podían ser más de las 10 de la noche, sin embargo, la luz del exterior era casi cegadora.
Continuó lentamente y con precaución. Al salir, por la posición del sol, pudo notar que debía ser medio día; se giró para observar la entrada a la mina, la viga estaba allí, pero no se extendía mucho, parecía como si hubiesen empezado la excavación hace poco. Pero, al dar un vistazo más detallado a sus alrededores, pudo notar que todas las máquinas estaban oxidadas o rotas, parecían abandonadas hace años. El portón estaba cerrado, pero la malla tenía un gran agujero del lado derecho.
Doran utilizó este agujero para salir y observó el horizonte. Lo que antes era una linda vista de su pueblo, ahora se tornaba oscuro. Las casas parecían abandonadas hace años, algunas mostraban rastros de haberse quemado, le parecía ver algunas personas deambulando de forma extraña por los caminos, pero no los distinguía bien por la distancia. Volteó a su derecha, y allí estaba su autobús, había chocado, la pintura se había degradado casi completamente.
Al acercase sintió un escalofrió por todo el cuerpo, algo no estaba bien. Se asomó por la puerta, habían varios cadáveres en alto grado de descomposición en los asientos; Doran empezó a sentir nauseas, uno de los cadáveres tenía su uniforme.
Cristian despertó como en cualquier mañana, se bañó, comió su desayuno, preparó sus cosas para el trabajo, besó a su esposa y salió a trabajar.
Salió de su casa y tomó el mismo autobús de siempre, se sentó en el lugar al que estaba acostumbrado y empezó a conversar con sus compañeros. Algo a lo que aún no se acostumbraba era que dos de los espacios que antes estaban ocupados ahora estaban vacíos. Uno era de su amigo Charles, que se había vuelto loco, el otro era de Doran, había desaparecido en la mina hace un mes, suspendieron el trabajo para buscarlo, pero no encontraron nada, su pobre hijo estaba devastado. Cristian a veces tenía miedo de encontrar de repente el cadáver de su amigo mientras trabajaba, a veces tenía miedo de ser la siguiente víctima de lo que sea que ocurriese en esa mina.