Tyrone Se Une a La Familia

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Yo sabía para entonces que, ya saben, no había que confiar cuando uno de los doctores sonreía. Los que te miraban como si valieses menos que la mierda eran mejores. Al menos no te prestaban atención. ¿Pero los otros tipos? Algunos realmente disfrutaban tener a una casta entera de personas disponibles que brutalizar en el nombre de la ciencia y la protección del mundo.

Imagínate.

"¿Eres católico?", fue su primera pregunta. Debería haber sabido que esta iba a ser una cosa rara. Pero los Clase-D no pueden decir no. No tenemos la oportunidad. Desearía que pudiéramos. Dices no, y terminas con un collar que te hace explotar la cabeza o algo.

Y este era un tipo de los que sonreía mucho, ¿saben? El Dr. Cartwright. Ese era. Cabello castaño, medio recortado. Llevaba gafas con montura de cuerno como si fuese un padre de los cincuentas o algo.

"No".

"Bueno, eso no será un problema". Se reclinó hacia adelante. "Vamos a tener que darte un nuevo peinado. Tal vez algo que encajé con un esmoquin. ¿Has asistido a una boda alguna vez? ¿Un funeral? ¿Un bautismo?". Sacudió la cabeza. "No importa", y se levantó.

"¿Qué?", fue todo lo que pude decir, pero el Dr. Cartwright era del tipo que no escuchaba esa clase de cosas. Él no oía los lloriqueos de los Clase-D. O tal vez no quería oírlos.

"Bueno, esto no es exactamente normal, pero nada en todo esto es normal. Normalmente, no pondríamos a, bueno, uno de ustedes en una situación tan delicada, pero no es exactamente un trabajo glamuroso". Caminó hacia la puerta con las manos tras su espalda. Nunca me había dado cuenta de lo venosas que las manos del Dr. Cartwright eran. Como si tuviese gusanos bajo su puta piel. "Vas a reemplazar a un miembro fallecido de un Destacamento Móvil de élite hasta que encontremos a un miembro adecuadamente entrenado. Tu trabajo será asistir a bodas, bautismos y funerales hasta que te digamos. Te estaremos dirigiendo de sitio a sitio. Si intentas abandonar o decir cualquier cosa que revele tu posición, un agente de gas nervioso que pronto implantaremos en tu espina, bueno, creo que te haces una idea, ¿verdad?".

"Amigo, ¿qué?".

"Última pregunta. ¿Tienes antecedentes de insectofobia?".


Honestamente, esto era mejor que tener que advertir de cuando ibas a pestañear mientras limpiabas mierda ensangrentada. Las misas católicas son enormes, sí, pero es mejor eso que afrontar un peligro presente y real. Mucho sentarse, mucho pararse. Había tomado tanto vino y comido tantas hostias de comunión que sentía que ya era al menos un sesenta y cinco o setenta y cinco porciento cristo por dentro y por fuera, ¿sabes?

Su nombre era Primo Johnny.

Me dieron un breve resumen de lo que debía buscar. Un tipo de mediana edad. Medio fornido. Con barba y cabello negros. Y probablemente iba a estar escupiendo cigarras mientras hablaba mierda sinsentido, o algo así. Asumí que podría encontrar eso con facilidad, ¿sabes? No sonaba como un trabajo complicado encontrar a un tipo que era una especie de monstruo insecto o cualquier cosa, ¿cierto?

Todo lo que debía hacer era sentarme en el fondo y mantener los ojos abiertos.

La primera que vez que lo ví fue en un bautismo. El modo en el que hablaba era algo que no había oído nunca antes. Un batiburrillo de palabras, sí, pero había una especie de, ya sabes, cadencia en ello. Y todo el mundo parecía, no sé, lo puto amaban. Obviamente, ya saben, este era el tipo. E incluso si no hubiese estado haciendo sonidos de cigarra todo el rato y el modo en el que sus ojos sólo se veían fuera de lugar, probablemente habría podido escogerlo a él de entre la multitud.

Mientras más trabajaba ahí (y es gracioso llamarlo un trabajo; supongo que lo que debería decir es "mientras más estuve siendo forzado a ser un conejillo de indias ahí para, con suerte, salvar un par de vidas a la larga"), más podía intuir cuando algo estaba mal. Y este tipo disparaba todas las alarmas. Había una especie de atractor en él.

Tras la primera vez que lo vi, parecía que él me estaba esperando en cada puta iglesia.

Lo vi atrapar el liguero de una novia, y lo vi comérselo.

Lo vi dándole de comer una de sus uñas a un niño, quien se reía y arrullaba.

Lo vi dándole dientes a novias y novios sonrientes quienes las aplastaban entre sus molares hasta que les sangraban las mandíbulas.

Y, juro por Dios, él nunca dejaba de sonreír. Todo el tiempo se le veía muy feliz. Creo que no era inteligente. Me dijeron eso. Era un animal que lucía humano. Pero a veces se daba cuenta de que lo estaba mirando. Y me devolvía la mirada. Y había astucia ahí. Una mirada engañosa escondida en algo mucho más joven y carnoso. Algo antiguo. Y lo odiaba.

A veces me ordenaban que detuviera ciertos eventos. Otras veces sólo me ordenaban mirar y escribir notas. No sé qué le pasaba a las personas cuando no lo detenía. Lo que ocurría después.

El rostro de un niño, cubierto de sangre y visceras, aunque esté sonriendo, simplemente sabes que está mal, ¿no? Algo muy en lo profundo se partió en dos ahí, e incluso aunque no pueda decirlo, está ahí, y está roto, y no estoy seguro de que exista algún modo de recuperarlo.

La última vez que asistí a uno, el Primo Johnny apareció justo al lado mío en el banco de la iglesia.
En un momento no estaba, al siguiente apareció.

No hizo nada durante toda la misa. Se paraba, se sentaba, con esa moverse gelatinoso que él tenía porque no tenía ningún puto hueso, pero durante todo el tiempo, me estuvo mirando. Él no respiraba. Pero todo el tiempo pude oler algo. Algo podrido. Mi cuello sudaba, frío. Sentí que se me cortaba la respiración.

Cuando la misa acabó, él se había ido. En donde se había sentado había dos caparazones de cigarra y un mechón de pelo.

Le conté a los superiores. Me relevaron del puesto. Me pusieron a hacer algo más fácil. No puedo decir que me entristeciera. Sí, era fácil, pero tenía miedo de que si volvía a hacerlo, él volvería a sentarse a mi lado. Y esa clase de mierda nunca es buena, ¿verdad?


Entonces, ¿el motivo por el que les cuento todo esto? Sí, ya llegaremos a eso. Ahora mismo, de hecho. No quiero hacerles perder más tiempo. Sé que ustedes siempre están ocupados.

Bueno, ustedes me pusieron en la Pizzeria Spicy Crust, ¿recuerdan? Buen trabajo. Algo fácil para la clase de cosas que puedo esperar de mi vida.

Pero ayer, apareció ese tipo. Y tengo que decirles, se veía igual que ese bicho, el Primo Johnny. Pero algo más gris. Un poco más viejo. Tenía el pelo blanco de hecho. Quizás había ganado algo de peso, no lo sé, pero puedo asegurarles que era el mismo tipo. Y cuando se acercó al mostrador, sólo pude mirarlo.

Debió ser por un buen rato, porque finalmente habló.

Tenía una voz normal. Un tipo normal. Lo único que dijo fue: "¿Me parezco a alguien que conoces?".

Y ya saben, yo dije: "Nah, lo siento. Un ganso debe haber pasado por mi tumba", como mi abuela solía decir a veces.

Él estaba ahí para recoger una orden. Tres pizzas. Todas las carnes de ambos lados. Tamaño medio. Tengo buena memoria para las órdenes, ¿saben? Pero eso no importa. Hice un chiste, ya saben. Soy algo inseguro, así que intento mantener las cosas amigables. Le dije algo como: "Hey, ¿donde es la fiesta? Quizás vaya después del trabajo".

Y este tipo me sonrió, y respondió. "Voy a visitar a mi padre. O mi madre. No estoy seguro de quién estará ahí. Serás bienvenido si vienes".

Lo que de por sí es bastante raro, ¿no?

Pero cuando lo dijo, juro por Dios que su boca estaba llena de cigarras. Vivas, arrastrándose por encima las unas de las otras. Mudando sus caparazones. Pero de pronto, no había nada.

Pagó, y se fue.

Normalmente no les estaría contando esto, pero me cago en todo. Cuando desperté esta mañana encontré doce caparazones de cigarras en la mesa de mi cocina. No sé como llegaron ahí. No lo sé, y no quiero saberlo.

Sólo creí que podría interesarles saberlo.

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