González despertó de un salto, sintiendo el sudor correr por su rostro, intentando llenar nuevamente sus pulmones con aire rápidamente. Sus ojos se dilataron, reconociendo la seguridad de su habitación, o lo que podía llamar suya, ya que se le habían asignado el Sitio-35 por unos días y se encontraba en una habitación de agentes.
Sin reparar tanto en la pesadilla que le había ocurrido, se levantó y se puso su vestimenta, pasando al baño, donde se aseó. Antes de lavarse las manos, González se quedó mirando el agua, cristalina como siempre, por unos segundos. Ya terminado, se dirigió hacia la cafetería, donde pudo divisar a su compañero, Víctor Penz, llevando una caja en sus manos con una amplia sonrisa. Alzó la mano en saludo, para acercársele-
—¿Y eso? Una caja de… ¿Tang?
—Uno de los investigadores me dijo que la necesitaba para yo que sé que cosa. No me quejo, dice que me va a pagar.
—¿Eso no sería trabajo en negro? -Ambos soltaron una carcajada. González palmeó el hombro del rubio- Dale, te dejo, que tengo hambre.
Ambos se saludaron y partieron para su respectivo camino. González se hizo su desayuno, para comerlo tranquilamente; algo que no hacía normalmente. Una vez terminado, se enlistó. Se le hizo raro que Víctor no se le haya presentado en un tiempo, por lo que comenzó a buscarlo. Se llevó la grata sorpresa de encontrarse no solo a Penz, sino a casi todo el personal de aquél pequeño sitio, reunidos en la cafetería. Apenas llegaban a los quince miembros, incluido aquél gato. Pudo ver al director del sitio algo frustrado, en frente de unas máquinas para dispensar agua, las cuales contenían un liquido anaranjado, apuntando el hecho que no tenían agua.
—¿Qué pasó, Stidav? —preguntó Richard Dunwich, uno de sus compañeros, especializado en taumaturgia.
—¡Mirá los bidones! —exclamó el director, apuntando nuevamente a las máquinas- ¡Alguien los llenó de jugo!
El nórdico se acercó a los bidones, examinándolos. Entre la multitud, González le lanzó una mirada a Victor, quien se mantenía en su sitio con una amplia sonrisa. No pudo evitar él esbozar una sonrisa, teniendo algunas ideas de lo que podría haber hecho.
—Parece de naranja. ¿Alguien quiere intentar tomarlo? —se dio la vuelta Dunwich, quien encontró una sala llena de espectadores silenciosos. Ante el filoso silencio, Stidav se armó de valor y tomó de nuevo el control de la situación.
—Está bien, yo lo haré.
Se acomodó los anteojos, acercándose a la máquina. Tomó un vaso de plástico, como costumbre, y lo llenó de aquél misterioso líquido. Tomó aire y valientemente lo tomó, vaciándolo. Dejó el vasito a un lado, para comenzar a toser intensamente; el agente Huallpa llegando a asistirlo. Una vez la situación se tranquilizó, Stidav, acostado en el piso respaldándose contra la pared, explicó qué era, teniendo a González a su lado algo preocupado.
—Es jugo tang. De naranja.
Se escucharon varios murmullos de terror y disgusto. La sala se llenó de desaprobación. ¿Quién había podido hacer tal maldad? El ejecutor se encontraba entre la multitud, su brillante sonrisa no pareciendo querer desaparecer.
Entre todo el tumulto, Huallpa pudo observarlo algo peculiar. Habían unas botellitas de Pepsi, las cuales se veía que las habían abierto. Agarró una, abriéndola y tomándola, ignorando las advertencias que le gritaban.
—¡Huallpa! ¡Huallpa, deja eso, no es Pepsi! ¡Huallpa! —le advertía Dunwich, preocupado por su compañero.
Huallpa se quedó viendo la botella por algunos segundos, intentando describir el sabor.
—Esto no sabe a Pespi.
—Es… Coca en botellas de Pepsi. —admitió el nórdico, devastado por revelar su trampa. Huallpa lentamente dejó la botella en la mesa.
González, viendo que Stidav solo estaba exagerando, se acercó a su compañero, habiendo conectando los pocos puntos que habían.
—Sos un mostro rubio, ¿sabés? —Una gran sonrisa adornaba su rostro— ¿Che, qué hiciste con la caja, por cierto?
—Ah, ni idea, un gato con un fedora me la pidió. Es lo más normal que he visto en este sitio, así que se la di.
González miró a Penz incrédulo por unos segundos, para murmurar un "bueno…". Un gato calicó, el cual portaba una ushanka, se les acercó, habiendo escuchado la conversación.
—Oe, yo también quiero una caja.
Dunwich, quien se encontraba cerca, le lanzó una caja llena de jugo de papaya, presuntamente exportado. El gato siseó, asustado y molesto por el contenido de la caja.
—¡Nunca! —dijo pateando la caja lo más fuerte que pudo, empujándola algunos metros.
—Pero si solo te tenés que tomar el polvo, no el jugo. Nada difícil. —le comentó Penz, quien miraba al felino.
Los cuatro miraron a una silla con un papel pegado en su respaldar, Penz soltando una leve risilla.
—Mirá weón, te enseño, se hace así. —Tomó un sobre de la caja, abriéndolo y volcando su contenido en la mesa. Acto seguido, se agachó sobre la mesa, inhalado el polvo— Esta weá pega fuerte. —comentó, agarrando algo apresurado uno de frambuesa, repitiendo el proceso, ya toda la sala viéndolo. Para el entretenimiento de ellos, se puso a bailar de repente.
—Uh loco, ya se están bajando los tangs. Che, Penz, anotate "jugo tang" en la heladera, porfa. —le indicó al agente, quien acató la orden.
Stidav, al darse vuelta, pudo ver al nórdico emanando un brillo suave, abrazándolo en un aura celestial, mientras se elevaba a algunos centímetros del suelo, todos viéndolo incrédulos.
—Che, Dunwich, me parece que eso no era tang.
Dunwich agarró el paquete, el cual, entre otras cosas, dictaba "ARTE. NO SE BEBE". Cuando fijó su mirada en el piso, pudo ver a sus compañeros llenos de temor.
—Mierda, estoy flotando. —dijo ya elevándose algunos metros del suelo, fuera del alcance de todos.
—¡Se nos va Dunwich, se nos va Arriba! —señaló desesperado Stidav, quien intentaba agarrarlo— ¡Bájenlo, que se nos muere!
—¡ESPAÑA! —resonó el grito del taumaturgo por la habitación, desapareciendo en el aire, dejando un brillo rojo y amarillo, esfumándose luego de unos segundos.
Stidav se rindió de rodillas, sus compañeros mirándolo, otros intentando procesar lo que había pasado, otros en shock. El director lamentaba la repentina muerte de su compañero, sabiendo lo que había pasado. Curiosa por todo el ruido, Vanna Kore se adentró a la cafetería.
—Se fue. Se fue a España. Se fue de latam, ¿pero a qué costo?
Mientras Stidav se lamentaba, Dunwich entró por la puerta, siendo recibido por Stidav como si no lo hubiese visto desaparecer ante sus ojos.
—Eso no fue muy bueno de ti, Alan.
Respondió el Doctor Mario M. Darkar, observando como una silla con un papel pegado en su respaldar, al ver al taumaturgo, agarró la caja de arena del calicó y se la tiró. El nórdico la esquivó fácilmente inclinándose para atrás. El dueño de la caja saltó en dirección a la silla, totalmente encrespado.
—¿¡Qué hacen con mi caja!?
Penz, nuevamente, le ofreció una caja llena de paquetes del mismo jugo.
—¡No, la caja no! —exclamó en absoluto terror el felino.
—Todo el jugo o no hay caja. —respondió el rubio.
—¿C-cuánto jugo hay ahí?
—40 kilos.
—Y eso, en litros, es…
—Suficiente para llenar una piscina olímpica… —el rostro del calicó se llenó de angustia— ¡7 veces!
El felino saltó asustado, correteando hacia una esquina, despavorido de la terrorífica idea de beber tantas piscinas olímpicas. En eso, Marcus se materializó en medio de la cafetería con una amplia sonrisa.
—¡Tang! —exclamó, para reír hasta la muerte.
—¡¿Otro más que se lo lleva el tang?! —exclamó el director, entre molesto y triste.
Su melancolía no tardaría mucho, puesto a que Delaroy entró tranquilamente por la puerta de la cafetería, soltando un comentario algo usual en él: "Semxo".
—A este punto me dejo de lamentar, siempre terminan volviendo.
Penz se subió a una mesa con algunos sobres en sus manos, para comenzar a tirarlos para todas partes.
—¡Disfruten del jugo, viva!
El gato y Kore lo apoyaron, repitiendo "¡viva, viva!". Todos se pararon en sus lugares, en completo silencio, viendo a una silla arrastrarse lentamente hacia los bidones llenos de aquel jugo infernal. Stidav se le acercó para contestarle.
—¿Por qué de naranja, Alan? Era lo que había. Al menos no son esos de mix que hacían hace tiempo.
Hubo un silencio de algunos segundos.
—Todos saben feo, Alan —respondió Penz, bajándose de la mesa.
Vanna saltó a la acción, literalmente saltando por sobre una mesa y acercándose a Stidav algo molesta.
—¡No, naranja-durazno para siempre! —le exclamó con una pose victoriosa. Miró a la silla por algunos segundos— N-no, no todos saben horrible, algunos no…
—Hubiese comprado una caja de surtidos y en cada bidón puesto un sabor distinto, la puta madre… —murmuró Penz.
—¿Cómo, Penz? —lo miró Stidav, levantando una ceja.
—Nada, nada… —Se alejó unos pasos, acercándose a la silla. La miró por algunos segundos, para responderle— No, no había dinero para Pepsi. Pero hay coca en botellas de Pepsi.
En otra parte de la cafetería, se encontraba Dunwich con una olla enorme, mezclando todo sobresito que podía encontrar al líquido. González se le acercó, curioso de lo que hacía.
—¿Qué se supone que hacés?
—¡Magia! —respondió viéndolo con una mirada algo perdida. A su lado estaba el calicó, mirando el líquido.
—Dunwich, la puta madre, ya te dije que no…
A no tantos metros, se encontraban Penz y la silla, caminando por la cafetería.
—Sí, nomás hay tang para tomar. Y coca en botella de Pepsi.
—Había TULA, pero se acabó. —agregó Dunwich— Tranquilo Alan, tampoco es para tanto.
Por la puerta apareció Patterson, quien recién entraba al sitio, quien se unió a la multitud.
—Hm, huele a naranja.
—¡Chicos, chicos, está listo! Vengan a servirse, le puse hielo. —anunció Dunwich, llevando el caldero al medio de la cafetería.
—Alquimia y papaya. Paso. —contestó González, alejándose un poco del caldero.
—¡Jugo tutti frutti, al fin! —se acercó Victor, dispuesto a tomar.
—Eh… ¿por qué salen tentáculos del jugo? —volvió a hablar González, señalándolos.
—No no no, son estalagmitas de jugo, está en el punto triple —le respondió el taumaturgo con una sonrisa orgullosa, dándole la espalda a los obvios tentáculos de jugo.
—Si, Alan, tristemente, es tang. Pero no creo que sea un atropello contra la humanidad, solo… —Stidav miró el caldero, suspirando— Y, solo es como una ruleta rusa… Nomás que te quedás sin papilas gustativas como mínimo.
González, habiéndose apartado del resto, encontró un sobresito peculiar. Lo agarró y se lo mostró al grupo, algo orgulloso de su premio.
—¡Chicos, chicos, miren lo que encontré! —mostró el sobre, el cual era sabor "coca"— Soy capaz de volar este lugar con todos dentro.
—¡Gonza, no! ¡Pensá en lo que podemos usar ese tang sabor coca! —saltó Andrey, más preocupado por el hecho de que malgastase el sobre a que explote el lugar.
Penz, ignorando al dúo, se acercó a Dunwich, preguntándole cómo era capaz de crear tal brebaje. Dunwich, por su parte, le estaba explicando las propiedades más de cómo hacerlo, porque, a decir verdad, ni él sabía como lo había logrado.
—Se hace gas y sólido aleatoriamente, ¿ves?
—¡Me voy por una hora y ahora andan planeando crear armas químicas con jugos pre-hechos con una sospechosa cantidad de colores artificiales! —Comentó Patterson, viendo el contenido del caldero.
—Para esto sí trabajan, eh. Les pido análisis de muestras y tardan dos semanas. —Dijo algo molesto Marcus.
—Alan, sé que nos dan presupuesto ajustado, pero se trata de cosas necesarias. Por ejemplo, tang. Mucho —Le respondió Stidav, el caldero soltando algunas palabras por detrás suya.
—Todos tranqui hasta que la jarra de jugo empieza a hablar en gaélico. —se acercó Dunwich a la jarra, orgulloso de su creación.
Vanna, quien se había apartado, llamó la atención del grupo.
—Hice una pileta. —comentó tranquilamente, recostada en una pileta llena de aquél jugo anaranjado en medio de la cafetería.
—¡Metelo al gato en tanga! —saltó a la conversación rápidamente González.
—¿¡Que!? —el gato fue rápidamente agarrado por Kore, intentando salvarse de su tormento— ¡Soltame!
—¡The tang jar!
Vanna lanzó al gato con ayuda de Dunwich a la piscina, quien se revolcaba en el líquido intentando salir. La silla se acercó a la piscina, viéndola con disgusto.
—Alan, no puedo dejarte deshacerte del concepto de tang. —lo interceptó Stidav, empuñando una pistola de juguete.
—¡¿Qué me han hecho?! —exclamó el gato, agarrándose como podía de la esquina de la piscina, mientras varios lo veían riéndosele— Bsta, saquwnme ayusa
—El tang ya le provocó dislexia. ¡Te maldigo industria de saborizantes sintéticos en polvo! —exclamó Patterson. Se dio la media vuelta, viendo a la silla— No sé si tirarle monster al tang sirva tan bien.
—¿Bebida asquerosa más bebida asquerosa es…? —se cuestionó Penz, sin esperar respuesta.
Entre todo el lío, Vanna había desaparecido nuevamente. Se adentró a la cafetería, montando una jirafa con sombrero.
—¡Miren esta jirafa! —exclamó sonriente— No puedo parar de ganar.
—¡Carrera! —Dunwich hizo aparecer un toro mecánico, el cual levitaba. El calicó aprovechó la situación, agarrando un cerdo que había allí, subiéndose encima. Penz, por igual, se subió arriba de un caballo, el cual estaba etiquetado como "Riyer". Los cuatro partieron, yendo sin rumbo. En algún momento, se bajaron, Penz sacando una pelota de futbol.
—¡Futbol en al oficina! —exclamó.
Se le sumó Andrey, González y la silla, quienes los habían seguido. Kore los miraba jugar, tomando algo de jugo. Dunwich, por su parte, se encontraba dando vueltas con su toro. Habiendo pasado un rato, se escuchó un fuerte sonido a cristal rompiéndose.
—¡Corré que rompí la ventana!
La silla lo miró por unos segundos.
—¿No hay ventanas? Ah, claro, estamos bajo tiera…
—¡¿Entonces qué era eso?! —le preguntó, agarrando al agente de los hombros, totalmente aterrado.
—La tele, tranqui. —les respondió Vanna, habiendo ido a explorar. Stidav soltó los hombros del rubio.
—Me cago en todo, ¡ya no voy a poder ver crónica!
—Perdoname, me saqué los anteojos para jugar y no veo nada. —se perdonó Penz.
Ya con la situación tranquilizada y la pelota perdida, decidieron volver a la cafetería. En el camino compartieron algunas palabras. Dunwich faltaba en el grupo, siendo que se había separado antes de romper la televisión.
—Tranqui Alan, este sitio es una instalación como cualquier otra de La Fundación. —respondía el gato a la silla, mientras la jirafa le lamía el pelo— Nomás que como somos menos miembros nos cortan el presupuesto.
—Pero si vos no hacés nada. Además, ¿Cómo sabés del presupuesto? —el gato lo miró con un rostro atontado, el ruso soltando un suspiro.
La silla, por su parte, le mostró el gato el pasillo hacia la sala de recreaciones, el cual poseía un gran agujero entre las dos puertas.
—Pero si está re bien, solo no meés en el cuarto inodoro que te sale un bicho o algo así. —comentó Andrey, respondiéndole a la silla.
—Aún me pregunto de dónde sacó Penz el jugo. —comentó González, sentándose finalmente en la cafetería. Su compañero le respondió con una mirada vacía, simplemente sonriéndole— Está ahí, simplemente, parado, amenazante…
Por la puerta apareció Patterson, quien se veía algo aterrorizado.
—¡Andrey, se volvió a escapar la Tula Cósmica!
—¿De nuevo? Esto es malo… —intentó pensar el director— Capaz quiso mear en el cuarto inodoro… Bueno, una anomalía menos. —dijo victorioso, Patterson mirándolo incrédulo.
—Uh, hablando del baño. No vayan, el agua es naranja.
—Con que ahí fueron los sobres que sobraron… —comentó Penz—
—Al menos ya no es negra. —comentó Mario, observándolos desde una mesa.
—¡Chicos, me acabo de dar cuenta de algo! —gritó Penz, parándose de su asiento— El tang se disuelve en agua… Así que, si te cubrís en tang mientras llueve… ¡Te volvés invisible!
Inmediatamente, se echó una jarra de jugo encima, encaminándose a salir del Sitio, incluso esquivando a Andrey, quien intentaba detenerlo. Salió del sitio, haciéndose uno con la lluvia.
—La puta madre, otro más que se muere por un jugo de mierda! —se sentó derrotado Stidav, irrumpido por el sonar de la puerta abriéndose.
—¡Chicos, miren esto! —Agitaba un sobresito sabor "fernet"— Descubrí la fórmula para hacer tang de lo que sea.
—¡No, zarpado! —Se aproximó González, seguido de Andrey, quien agarró el tang.
—Upa, ¿y esto? —abrió rápidamente el sobre, tragándose todo el contenido— ¡Hora de invocar al gaucho!
—Más droga. Digo, sí señor. —apareció Huallpa, habiendo resucitado luego de haber putas muerto por tomar aquél líquido diabólico.
—Miren esto. —Dunwich sacó un tang sabor "wombat", echándolo sobre un bol con forma del animal. Al pasar los minutos, se convirtió en un wombat— ¡Está vivo!
Acto seguido, lanzó un sobresito el cual exclamaba "Orgasmos de 24 horas", diciendo que el que lo agarrase se lo quedaba. Todos evitaron el paquete, menos González.
—Dios mío santo. No puede ser. —Exclamó Huallpa, aterrorizado del sobre.
—No quiero tocar eso, ayuda. —dijo Kore, acorralada por el sobre.
—¡Lo que las farmacias no quieren que sepas! —agarró Gonzalez el paquete, apuntando a Dunwich— ¡Este viejo folla como un toro!
Dunwich le respondió apuntándole con ambas manos y una sonrisa, guiñándole el ojo. Acto seguido, sacó una paquete de aquél jugo, el cual se veía normal a la vista.
—Ahora, mi último invento… —abrió el paquete, el cual revelaba otro paquete, el cual otro más— ¡Tang recursivo!
—Oh dios mío santo. —exclamó Andrey, impresionado.
—Y eso no es todo, ¡Admiren! —soltó un sobre sabor "empanada napolitana".
—Uy, me hacen competencia en la cocina. —comentó González, viendo el sobre. Por la puerta entró la silla, quien se había separado del grupo— Dime que no te has convertido en tang. —una respuesta lo tranquilizó.
—¡Pero yo sí! —Exclamó Dunwich, convirtiéndose en una bolsita de aquél jugo— Me convertí en tang, Gonza. ¡Soy el Hombre tang!
La multitud gritó con miedo al ver a Dunwich, ahora una simple bolsa de tang.
—Todos somos Tang, todo es Tang, no sé ni lo que es Tang. Amo el tang, Dunwich ya no existe es Tang, todos Tang tu puta madre Tang, el gato se convirtió en Tang. Patterson intentó escapar pero ahora es Tang. ¡Penz es Tang! —se acostó en posición fetal Huallpa, comenzando a delirar, el gato intentando consolarlo— ¡Tang, todos Tang!
Andrey, por su parte, se fue a discutir con Vanna, quien comenzaba a construir otra piscina más.
—Oigan, oigan, échenme agua! —exclamó una bolsa de jugo. González le echó una buena jarra de agua al paquete, el cual se convirtió en un Dunwich— Uf, gracias, pensé en convertirme en tang pero no vislumbré cómo regresar.
—Hubieses puesto algo para que te eche agua nomás. —le respondió Andrey, habiendo vuelto de su disputa con Kore.
—Se transformó en tang. La mierda más graciosa que he visto. —comentó Huallpa, ya restaurado—Solo tengo un mes aquí y ya todo se fue a la mierda.
—Se acabó chicos. Pediré resignación del Sitio. Gonza se viene conmigo por bitch. Later, mates —soltó Patterson, quien fue parado por Stidav.
—No hay resignación Patterson. No hay otro sitio con vacantes.
—Bueno, si no puedo, me voy a dormir. —respondió enfadado, yéndose a las habitaciones
—Elegí bien la cama, no sea que agarrés una que usó Vanna y te llenés de pelo de gato.
Con la salida del australiano, apareció nuevamente Penz, materializado nuevamente, portando otra caja de jugo.
—¡Penz, no de nuevo! —exclamó González, observando a su compañero entrar.
—Che, pará, esto es jabón en polvo. —lo examinó Dunwich— No, peor. Es cum en polvo.
—N-no, yo no traje eso, ¡lo juro! —se defendió el rubio.
—La puta madre, Penz, te re estafaron.
—Che pero la cum que traigo yo es de González, después se la tengo que devolver sino se enoja. —comentó Kore. Todos la miraron con una cara de confusión, miedo y asco.
—Ese polvo blanco no era coca. -comentó Huallpa, mirando al vacío.
La silla se acercó, arrastrándose como siempre.
—No, Alan, Huallpa no se esnifó nada. Creo.
El calicó se acercó a Penz, con una gran sonrisa y una ramita. El rubio lo miró confundido.
—Quedate quieto, quiero hacer un truco de magia. —El rubio aceptó. Recitó unas palabras, convirtiéndolo en un pedazo de un material grisáceo— Gato truco.
—Gato truco. —repitió Huallpa— Ahora es… ¿radioactivo?
—Yup. —respondió— lo podemos usar en cosas como el potenciador de tang.
Dunwich observaba todo, mirando al gato.
—¿El nihonio en qué elementos se desintegra? —le preguntó al gato.
—Ni idea, ¿Por qué?
—Porque se desintegra en como 20 segundos.
El gato se acercó al pedazo de materia, intentando salvarlo, mientras maullaba descontroladamente.
—¡No es mi culpa que solo dure 20 segundos! —miró al grupo— ¡Rápido, hagan algo!
El ruso se acercó al pedazo de material, pidiéndole que "por favorsito" regrese a ser Penz. Al recitarlo, un nuevo Victor salió de lo que era un pedazo de nihonio desintegrándose.
—Ahí tienen, Penz 2.
El ruso se sentó en una de las sillas, satisfecho de lo que había logrado.
—Bueno che, ya pasaron como 3 horas. Hora de dormir por lo que queda del día. —comentó el felino— espero no me toque la cama con pulgas…
—¡Si vos las llenas de pulgas, gato culiado sucio! —lo acusó Penz.
—Pero si yo me baño. —se defendió el calicó, algo triste.
—Mentira, olete. —lo acusó ahora Vanna.
—Pero… —soltó un gruñido, para defilar nuevamente hacia las habitaciones— chau, me voy a dormir.
—Bye, bañate gato sucio. —le respondió el rubio.
Andrey se puso nuevamente los anteojos de sol, habiendo estado lavándolos. Se paró tranquilamente, algo cansado de la mentira. Sacó su revolver, recitando algunas palabras, finalmente revelando que él era…
González despertó de un salto, sintiendo el sudor correr por su rostro, intentando llenar nuevamente sus pulmones con aire rápidamente. Sus ojos se dilataron, reconociendo la seguridad de su habitación.
Sin reparar tanto en la pesadilla que le había ocurrido, se levantó y se puso su vestimenta, pasando al baño, donde se aseó. Antes de lavarse las manos, González se quedó mirando el agua, cristalina como siempre, por unos segundos, estando en una gran duda. No era naranja. Ya terminado, se dirigió hacia la cafetería, donde pudo divisar a su compañero, Víctor Penz, llevando una caja en sus manos con una amplia sonrisa.
Vociferó, una última vez, antes de ser abrazado por la oscuridad del vacío.
