El Guerrero Y El Dragón
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Abel casualmente avanzaba hacia la imponente monstruosidad, impasible a sus movimientos, fanfarroneando, sonriendo como él lo hacía. Una enorme Claymore de dos manos llevaba sobre uno de sus hombros, los sonoros engranajes y sierras que cubrían su superficie giraban muy sonoramente. Mientras tranquilamente varias pequeñas cuchillas de borde dentado lentamente se deslizaban a través del borde, ronroneando como un gato. La bestia enfrente de él era un monolito en el árido paisaje, un monumento a la destrucción, las olas de ira y odio irradiaban evidentemente de su cuerpo, rivalizando incluso con la lasciva matanza de Abel.

Simplemente se quedo allí, una masa de carne con un caparazón pesadamente blindado, pequeños ojos negros en su cráneo colosal parecían hoyos vacios, descansando malévolamente encima los gruesos colmillos aserrados, cubiertos de baba. Incluso cuando se le acerco, estaba cambiando continuamente, deformándo sus tejidos, las placas y corazas haciéndose más gruesas, montículos de músculos, tendones y huesos se deslizaban el uno sobre el otro incesantemente, todo en un intento de reformarse en algo que soportaría mejor este ataque que se aproximaba.

Verdaderamente, esta es una deidad de la aniquilación, un ser que encarna la destrucción principalde lo existente. Él apenas podía contener su alegría. Después de todo este tiempo, después de esperar por siglos, pudo conocer a un ser que, quizás, sobrepasaba su capacidad de violencia. .

Él camino hasta que estuvo a unos escasos pies de su colosal forma, y, después de un momento degustando esta maravillosa expectación que estaba sintiendo, habló.

“Escuche relatos de criaturas como tú. Gloriosas bestias de carne y escamas, colmillos y garras, una proeza incluso mayor en batallar con la inmensa inteligencia oculta detrás de esos bestiales ojos. Ellos dicen que tu tipo gobernó una vez la Tierra desde enormes acumulaciones de tesoros, matando y devorando a todos aquellos que les desagradaban. Pero fueron derribados de tus tronos, uno por uno, por los grandes guerreros que ya no caminan en este mundo, hasta que ya no habían más, y se hicieron un simple mito.” Susurro sin aliento.

“Incluso pensé que no eras nada más que cuentos de hadas, sin embargo, aquí frente a mí, un dragón viviente…”

Hubo un rugido desde la bestia, y su boca comenzó a moverse, agrietandose lentamente, como si de repente una estatua cobrara vida.

“Patético…” regaño, su voz gruesa y pesada, como una montaña colapsando sobre si misma miles de veces.

“¿Un dragón? Tú simple montón de porqueria. No entiendes nada, como se esperaría de un perro faldero bien entrenado.”

Ante esto, la expresión de Abel se oscureció, y por el sonido de la espada en su hombro comenzó a captarse como la hoja daba vueltas más rápidamente.

“¿…Que?” Dijo lentamente,con voz baja, con rabia apenas contenida.

“Eso es lo que tú eres, ¿No es así? Un perro callejero entrenado, atado a un collar a un collar y todo,” murmuro ligeramente gesticulando hacia el collar grueso de metal alrededor de su cuello y hombros.

“Yo elegí esto” replico secamente, su cara contorsionaba una mueca.

“Sea que elegiste esto o no, sigues siendo un perro para estas cosas. La única diferencia está en que comes de sus manos, en lugar de un plato.” Se burló, con una expresión casi visible de su rostro inhumano.

El rostro de Abel se crispó, y aumento la presion sobre la empuñadura de su arma, las hojas giratorias ahora daban vueltas a una considerable velocidad, protestando con un sordo chirrido.

“Por lo menos puedo elegir mi destino” rugió furiosamente, lanzando su espada balanceándola hacia abajo, a la cabeza de la bestia como la ira todopoderosa de algún dios obsceno.

Pero…

La criatura respondió de una manera que Abel nunca antes vio en sus milenios de pelea.

Dirigió a tope el arma. La parte superior del cráneo y de su caparazón estaban destrozados en voluminosos pedazos, sus ojos abultados como también el interior de su cráneo estaban pulverizados. Uno de sus ojos explotó con una explosión humeda, y torrentes de un espeso líquido viscoso salía a borbotones de su boca, derramando trozos de carne y tejidos como una fuente de sangre.

Pero dando el golpe con el arma, Abel perdió el equilibrio por la fuerza, automáticamente retrocediendo desde el ataque, dejando su estomago ampliamente expuesto. En la fracción de segundo en que estuvo indefenso, su vista se topó con el gigantesco puño del monstruo, una roca de gran tamaño con placas óseas, rompiendo en él con la fuerza de un huracán, despojandole de la espada en sus manos. Fue lanzado lejos por más de diez metros como una muñeca de trapo, demoliendo innumerables obstáculos en su camino. Su cuerpo se deslizo pesadamente de nuevo por el terreno, despedazando la ropa y la piel de su espalda, hasta que finalmente se detuvo abruptamente, medio incrustado en una gran roca.

Colgaba sin fuerzas, chorros de sangre corrían por sus ojos, nariz, boca y oídos, su cara estaba floja, en una expresión de asombro.

Y entonces, él se empezó a reír, una risa larga y fuerte, sonriendo, dejando expuestos sus dientes puntiagudos en una sonrisa sangrienta, que hacía parecer que había terminado una comida espantosa.

Él habló en un lenguaje muerto hace tiempo, pero por el significado de las palabras, el dicho era inconfundible. Estaba proclamando un desafío.

Pero para su sorpresa, vio que el lagarto parecía tener alguna clase de ataque. Estaba aspirando fuertemente aire a través de sus narices, abultándose incluso más grande de lo que era realmente, consumiendo rápidamente las viseras húmedas y sucias, sus inmensas garras escarbaban incesantemente sobre el suelo, y un monton de ese relleno fue a sus fauces dentadas.

Y entonces, sucedió algo sorprendente. La herida, la cual había desfigurado el cráneo de la criatura en un aspecto que recordaba a un tomate podrido, comenzó a auto repararse, la cabeza de la bestia cambiaba de nuevo a su forma normal, las placas rotas se pandeaban y caían libres para ser consumidas una vez más, desplegando un brillante y húmedo caparazón que se formo bajo el viejo, incluso más grueso que el anterior.

“¿Destino? ¿Qué entiendes del destino? El destino es la vida y tú… tú y todo esto es la muerte,” la criatura bramó, comenzando a cargar hacia él.

Ante esto, Abel rió entre dientes.

“¡Bueno! No puedo discutir eso”, replico alegremente, sacando una enorme masa de la sombra de su capa harapienta, su mango de más de seis pies de largo, y su cabeza nada más que una masa arremolinada de púas, gritando obscenidades mientras giraba en un intrincado patrón de la muerte.

La bestia avanzaba hacia él pesadamente, sus poderosas pisadas causaban que la tierra se sacudiera, terrones de tierra rotos siendo despedidos, ejerciéndole presión con la fuerza e inevitabilidad de una avalancha.

Abel retrocedió, permaneciendo lateralmente, moviendo sus brazos detrás de sí, oprimiendo sus pies contra el suelo. Se volvió hacia el inminente desastre, balanceando su arma lentamente con un toque maestro.

Entonces, la bestia estaba sobre él, viró, el tiempo pareció detenerse cuando su arma colisionó una vez más con la cabeza de la criatura. Hubo un ensordecedor crujido cuando de nuevo su cabeza fue aplastada, salpicando pedazos, impactando su espinazo; al colisionar el monstruo se hizo visiblemente más pequeño cuando la imparable fuerza de propulsión se unió con la inmovible fuerza de choque.

La imponente cantidad de caos generada por estas dos inmensas fuerzas lanzó al reptil a varios metros de distancia, girando como un misil errante, con pedazos saliendo volando a través del aire. Impactó la tierra con un estampido, fragmentos y pedazos de su cuerpo salpicaron el terreno alrededor del cráter de impacto, como las gotas durante una lluvia de primavera.

Abel lastimó su cuello, ignorando la sangre derramada de la gran herida en su pierna, o las tres a lo largo de su pecho, que consiguió su oponente cuando lo atacó mientras giraba. En cambio, descartó la ahora doblada maza tirándola detrás de él indiferentemente, reventando sus hombros con un movimiento espasmódico, incómodamente encogiéndose de hombros, y comenzó a reacomodar su codo destrozado.

La criatura se levantó, devorando todo lo que tenía alrededor, creciendo abundantemente, espesándose con la apariencia de una roca viviente. Se sacudió sacándose el exceso de sangre como lo haría un perro, gotas de un liquido espeso negro salpicaba la tierra a su alrededor, y comenzó a dar pisotones fuera del cráter.

Avanzó hacia el borde de la fisura que había creado, solo para ser recibido con un gran Chakram que despedazo su carne, el aro escarbaba cortando con la hoja dentada exterior, entrando cada vez más profundamente en la herida. Varios más le siguieron, volando de las manos de Abel sacados de la sombra, corriendo hacia su oponente.

Se lanzó en el aire, soltando una monstruosa hacha desde los pliegues de su capa, martillándola abajo sobre su oponente como una bomba.

Le resto importancia al ataque como un caballo lo hace con un mosquito, tratando de aplastar a Abel con las descomunales garras de sus manos. Él lo esquivó, evadiéndolo con sus manos, plantándolas como dagas perforando en su gruesa piel, dejándolo rasgar y romper en su carne. Siempre que atacaba prefería acercarse aterrizando sobre él, tirándose usando un cuchillo incrustado en sus manos.

Sin embargo, la criatura no mostró signos de aminorar sus ataques, e incluso de sentir algún dolor en absoluto. Había un único pensamiento en su mente, con un único objetivo en su mira.

MATAR.

Improvistamente, una garra perdida capturó a Abel por sus hombros, haciéndole trastabillar. Devolvió está acción con otro puño aplastante en el vientre, clavándolo sólidamente en el suelo. La bestia levanto la otra garra para dar el golpe final, el hacha del verdugo para su horrible propósito, descendió en un centello de luz y sombra.

Levanto su mano de nuevo para precipitar cualquier remanente de Abel, pero se sorprendió al encontrar que su brazo bruscamente terminaba en el codo, un rio de sangre fluía libremente desde su herida.

El otro brazo siguió su ejemplo, tijereteada la articulación por un gigantesco par mecánico de tijeras en manos de Abel, las cuchillas internas giraban febrilmente, sangre fresca se regaba desde sus dientes movedizos.

El monstruo intentó consumir las extremidades cortadas reemplazando las que había perdido, solo encontrándose con una bota de Abel, pateándolo directamente en la parte inferior de la mandíbula, noqueándolo y derribándolo de espaldas.

Abel cayó sobre la criatura boca abajo, como un chacal sobre su presa, lanzándose sobre la criatura como un animal feroz, gritando incoherencias en su sangrienta rabia berserker. Siguió triturando a la bestia con sus armas, sacando una nueva cada vez que otra estaba demasiado rota o atascada para sacarla por la deformación extrema .

Eventualmente, se retiró, respiraba pesadamente, empapado completamente en un detestable liquido carmesí hediondo, una aparición diabólica. Miró que todavía luchaba por respirar, su cuerpo aún trataba de reformarse.

Y fue entonces cuando lo vio. Un impulso emitido por la criatura, una onda de choque que forzó a negar el tejido de la realidad, el mundo se distorsiono alrededor de la bestia como un golpe eléctrico que rápidamente atravesó su cuerpo mutilado.

Pero sea lo que sea, a él no le importó, no esperaba ninguna clemencia, y no daría ninguna.

Lo miro débilmente, el evidente disgusto y odio seguían firmes, seguía siendo tan claro como siempre lo había sido. Él Sacó la ultima espada de su deshilachada capa, intento lanzar el golpe final.

La bestia mostró sus mandíbulas, y las lanzó cuando la espada descendía. La hoja se enterró en el paladar de la criatura, viajando directamente a través de su cerebro y salió por la parte superior de su cabeza, la hoja todavía giraba rasgando a través de pulsante materia gris.

Aún el monstruo vivia, sus fauces dentadas se envolvieron alrededor del brazo de Abel, lo miró confiado, pausadamente, mordiendo directamente su brazo, sus dientes de marfil sin dificultad cortaba a través del musculo y el hueso, hasta encontrarse juntos con un ligero clic.

Abel se tambaleo atrás estupefacto, la criatura se volvió hacia atrás, dándole un cabezazo con el cráneo agrietadamente perforado, tirándolo de culo. Le dio una mira final fría, y abrió su boca para devorarlo.

Antes de que sus mandíbulas se cerraran sobre Abel agarró la espada aún incrustada en la cabeza, agarrando el mango desde el interior de la boca. Como las fauces de la bestia se cerraban a su alrededor, forzó hacia abajo con toda su fuerza, cortando limpiamente a la bestia en dos.

Pero sus movimientos, una vez puestos en marcha, no podían ser detenidos. Los dientes partieron su torso en dos, liberando su brazo restante y su cabeza en el descanso sin vida del suelo.

Con sus últimos momentos de conciencia, Abel pensó cuando escucho un extraño silbido, como si algo callera desde una gran altura.

Entonces… Solo oscuridad.

Entonces el tiempo pasó como un sueño sin sueños, y Abel despertó de nuevo entero, en su tumba. Se movió sacudiéndose, abriendo forzadamente el ataúd que lo retenía, dejando atrás las cadenas apresuradamente en un intento de salir de ese frio glacial.

Le tomó varios minutos desbloquear la puerta de piedra que impedía su escape, permanentemente pateando el suelo helado con sus botas, su aliento se cristalizaba al frente suyo.

Cuando finalmente emergió, dio un respiro de alivio. Nunca le había gustado el frio, siendo más un hombre del calor y el entusiasmo.

Aún así, razonó, esa fue probablemente la mejor pelea que había tenido en mucho tiempo. Esto debería ser una fiesta que celebrar, con todo su equipo. Ahora, ¿Dónde habían puesto esa extraña caja de “pizza”?.

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