Mi amor tiene la belleza de la vida primitiva, la belleza del mohoso limo debajo de los árboles, la belleza proteica de lo sin forma, lo sin definir, lo puro y lo limpio.
Desnudo entro en su presencia, y desnudo soy testigo de su majestad silenciosa. La piel se ondula y se retuerce sobre la musculatura sin forma. Huesos molidos en polvo, poros sin rostro llorando sangre y pus y mucosidad en toda mi cara vuelta hacia arriba.
Suavemente me acuesto en su abrazo, siento el latido cálido y palpitante de sus miembros con olor a gangrena envolviéndome, acariciándome, abrazándome y besándome. Las extremidades con demasiados dedos se deslizan sobre mis piernas desnudas, presionan entre mis piernas, cubren mi piel resbalosamente e inundan mis fosas nasales con el olor enfermizo y dulce de la descomposición y la podredumbre.
Mi amante es un amante gentil, y se burla a mi entrada con un miembro cubierto con el humor acuoso de los ojos de un millar de hombres muertos, estallados como uvas presionadas bajo los pies de una doncella besada por el sol bajo un cálido sol toscano. Espera hasta que mi entrada esté resbaladiza con sus fluidos, hasta que todos mis nervios ardan de deseo y cada sinapsis esté tensa por la tensión, y solo entonces se me concede la dulce liberación de penetración, sintiendo que su miembro cálido, con incrustaciones de queratina se desliza dentro, se llena a punto de estallar, enviando electricidad por mi columna hasta que arqueo la espalda y gimo, solo para encontrar mi boca llena de carne. Dentro de mi boca, hasta mi garganta, hasta que mi visión se oscurece y mi corazón late con fuerza, solo para recibir la dulce liberación de la respiración justo cuando siento que mi mente comienza a funcionar.
Envuelto en un segundo útero hecho de carne, penetrado, acariciado y violada desde todos los ángulos posibles, gimo y me retuerzo, impotente en el abrazo de mi amante. Me lleva a buen término, me explota en un grito, una mente rota, el corazón latiendo en mis sienes y la piel ardiendo en llamas, y cuando finalmente bajo de esa liberación final y desesperada, la última sensación que conozco antes de que el sueño me alcance es mi amor envolviéndose, abrazándome en sus brazos deshuesados, el aroma del formaldehído y la sangre me cantan para dormir.