Un poco de contexto para nuestros hermanos.
En algún momento del siglo XIX, junto con muchos otros tesoros saqueados por las potencias coloniales en Egipto, una momia de cocodrilo fue enviada a Inglaterra. Tuvo suerte y no siguió el destino de miles de otras momias que terminaron convertidas en abono o papel de envolver.12 Durante décadas permaneció guardada en un pequeño museo privado de Bristol, hasta que en 1955 o 56 la momia fue examinada con rayos X, y reveló ser falsa.
La momificación de animales por razones religiosas fue muy común en el antiguo Imperio Egipcio, pero su falsificación también. El “cocodrilo” era una mezcla de tierra, huesos, pedazos de cerámica y tela que tomaba la forma del animal sagrado del dios Sobek, todo primorosamente vendado. Lo importante aquí es que entre el relleno se hallaban tiras de pergamino con escritura, específicamente griego del siglo I o II de la Era Común. Las tiras fueron restauradas y resultaron ser una serie de cartas escritas en la ciudad de Alejandría de Egipto en algún momento entre el 100 y el 200 D.C. Pero lo mas relevante es quien escribió las cartas: Un miembro del culto al Gran Dios Verde.
El documento permaneció olvidado por décadas, hasta que el hermano Doyle, de la Cofradía de Stonehenge, lo halló en la biblioteca del museo de Bristol mientras realizaba una investigación no relacionada.
La hermana Elif, de la Cofradía de Rodas, es una experta arqueóloga que ha confirmado la autenticidad de las cartas, incluyendo el hecho de que están hechas de pergamino y no papiro, lo habitual en aquella época, porque los miembros del culto jamás ocuparían algo de origen vegetal y mucho menos para escribir, pues lo considerarían una herejía. Las cartas son una ventana al pasado, a una época notable de la humanidad, a una ciudad en que convivían las principales culturas del mundo antiguo: griegos, egipcios y romanos, y a una mentalidad que en varios aspectos nos resulta ajena, pero de la que también podemos aprender y empatizar con sus experiencias porque hay cosas comunes a toda la humanidad que se mantienen y resuenan a lo largo de los siglos.
Aún se esta trabajando en la traducción, por desgracia –recuerden que fueron reducidas a tiras- hay partes faltantes y otras ilegibles, incluyendo el final, lo que nos impide documentar la historia en su totalidad. Aún así, el valor de este documento no debería ser subestimado. El pergamino original ya ha sido enviado a la Gran Biblioteca de Pharos.
G.D.L Maestre de la Cofradía de Stonehenge.
El siguiente es el testimonio sobre lo que ocurrió durante el ritual de contacto destinado a revelar los posibles secretos de las cartas de pergamino. Antes fueron examinadas por la Hermana Constanza, de la Cofradía de Barcelona, cuyas habilidades psicométricas –o de lectura táctil, si prefieren- son notables. Ella dijo “percibir muchos ecos, todos ocurriendo al mismo tiempo, todos gritando al mismo tiempo”, y dijo que debía estudiar los pergaminos con mayor cuidado, ya que era lo más antiguo que habían tocado sus manos. Aun así se ofreció como Ancla, ya que tiene entrenamiento como paramédico.
Eloísa Martín-Reverte, Gran Maestre de la Cofradía de Buenos Aires.
Los siguientes hermanos se ofrecieron como viajeros:
- -Hermana Natasha, camarada de la Cofradía de Arkangel, Rusia (de visita en occidente)
- -Hermana Luna, iniciada de tercer grado de la Cofradía de Stonehenge.
- -Hermano Shimon, de la Cofradía de El Cairo, nos pareció muy adecuado que, tratándose de un artefacto egipcio, fuera un hombre egipcio quien participara en el ritual.3
Ancla: Hermana Constanza, bien equipada con estimulantes y otros medicamentos.
Chamán: En esta ocasión yo ejerceré como tal – Hermana Eloísa.
Llaves: Tuvimos acceso a una gran variedad de hongos –gentileza de nuestros hermanos de la Cofradía de Stonehenge, el húmedo clima ingles parece especialmente propicio para cultivarlos- pero finalmente escogimos una variedad de Psilocybe semilanceata u hongo de San Juan, creada especialmente para disminuir sus efectos paranoicos. Tanto el hermano Shimon como la hermana Luna tienen experiencia con esta llave, mientras que su uso es algo nuevo para la hermana Natasha.
La segunda llave elegida fue un laberinto celta, de los usados como parte de un ritual iniciático en Irlanda.
Lugar: Una habitación amplia, sin mayor significado, solo fue una elección pragmática.
Limpieza: Cada viajero limpio su mente de cada problema y preocupación escribiéndolos en papel, luego las hojas fueron quemadas, a excepción del hermano Shimon, quien insistió en comerse el papel donde había escrito sus “nudos”
Testimonio del Hermano Shimon:
Blanco
Blanco
Blanco
Blanco
Una mente vacía siempre está en blanco.
Ahora negro.
Ahora blanco, una línea.
Es sal.
Sal sal sal sal sal sal sal
Es un trazo de sal sobre negro, lo negro es ceniza.
Hay ceniza en el aire, está lloviendo ceniza. Veo rojo.
Es el resplandor de una llamas, algo está ardiendo, pero se desvanece, no hay tiempo de pasar al negro, ahora es café, color café tierra.
Café café café café
Café color tierra.
Es un sendero, tierra desnuda, húmeda, casi barro en algunos trechos, rodeado de verde, el verde toma forma de hoja, muchas hojas. Quieroregresaralorojoalfuegoquieroverqueesloqueestardiendoperonomelopermitealgomerechazanopuedoverqueesloqueardelasllamaslasllamaslasllamassientoelcalorenmismanosyenmirostroesalgoqueocurriomuymuylejosoqueocurriraprontosolodejocenizaslasllamaslasllamas.
Sigo por el sendero, veo las huellas, huellas de hombre, pies descalzos, sandalias, quizás botas. Todo verde, el sendero está rodeado de verde, hojas, ramas, lianas, es una selva.
El sendero continua, huellas de pies descalzos, sandalias. Hay un edificio, piedra sobre piedra, acumulándose en forma de pirámide.
Es una pirámide, templo en la cima, escaleras en uno de los lados, para ascender a lo divino. No es gris, no es café, no es color de tierra. Es rojo quierosaberloquenomefuemostradoporquelasllamasporquelasllamas rojo color sangre, color vida, azul en su interior, templos de paredes azules. Color cielo.
Sacerdotes de tez cobriza y perfil orgulloso, sacerdotes con tocados de plumas y adornos de jade y turquesa, rostros orgullosos que custodian a vírgenes consagradas a la diosa de la fertilidad y el amor, jóvenes apenas núbiles orgullosas de su posición.
El sendero es hollado por nuevas huellas, no son pies desnudos ni sandalias, son botas. Y cascos de caballos.
Extranjeros del otro lado del mar, con armas de hierro y acero y fuego en su interior. Y caballos. Sudorosos dentro de sus armaduras. Algunos llevan corazas de algodón, prestadas por sus aliados indígenas, algunos están enfermos.
Enferman más cuando descubren el templo, y a quien está consagrado, y la fiebre les sobreviene cuando descubren a las vírgenes consagradas.
Hay resistencia, hay honderos, las piedras rebotan contra las corazas, dejan abolladuras. A los extranjeros esas abolladuras les recuerdan los impactos de bala de sus guerras en su tierra de origen.
Uno recibe una piedra en pleno rostro, sobrevive, pero su nariz ya no es su nariz, queda desfigurado por todo lo que le queda de vida. Nunca más podrá conseguir una mujer, salvo pagándola, o forzándola.
Los sacerdotes de perfil orgulloso pierden su orgullo, no se puede conservar cuando sus ropas se llenan de sangre y se manchan de barro, todos asemejan montones de basura cuando ensangrientan la escalera del templo.
Las vírgenes pierden su orgullo también cuando son alineadas frente a los extranjeros vencedores, los hombres de otras tierras, con sus armaduras, sus armas de hierro y acero, dejan de ser hombres y se convierten en miembros enhiestos de virilidad pulsante. Las vírgenes dejan de serlo y aprenden lo que es tener a un hombre adentro, aprenden lo que se siente que un hombre disfrute y goce de ellas.
Hay más extranjeros que vírgenes, algunos deben esperar, algunos repiten.
Los extranjeros, ya satisfechos, discuten que hacer con el templo. Uno dice “es un templo dedicado al demonio, y hay imágenes de demonios dentro, no podemos permitirlo”
El templo es desflorado una segunda vez, los extranjeros entran y rompen todos los ídolos o los arrojan por las escalinatas. Hay alguien escondido en las sombras, un sacerdote, o un guerrero avergonzado por su cobardía.
Trata de pasar desapercibido pero su inmovilidad causa que sea confundido con una estatua. Muere de un golpe destinado a decapitar un ídolo profano.
El extranjero que lo mata se siente, por un breve momento, extrañamente culpable. Luego lo olvida.
El templo es ocupado por la jungla, pero el templo no olvida, el templo odia, y el templo decide vengarse.
El templo se cubre de verde.
Testimonio de la Hermana Natasha:
Los trazos del laberinto permanecen en mi mente mucho tiempo, más de lo que deberían.
¿He fracasado?
Vuelvo a recorrerlos con mi mente, quiero que se graben en mi memoria, cada trazo, cada línea, cada curva, cada espacio en blanco.
Quiero que se graben profundamente, que añadan nuevos surcos en mi cerebro, que penetren firmemente, que sean como incisiones.
Noto que ya no hay curvas, cada trazo es una línea recta, y el espacio entre ellas no es blanco, es café, café sucio, como corteza.
Cada línea se ha vuelto una incisión. Y sangra.
¡Oh Dios!¡Oh Dios!¡Oh Dios!¡Oh Dios!¡Oh Dios!¡Oh Dios! ¡Mi cerebro está siendo cortado y está sangrando! ¡Lo están cortando en trozos!4 Hundo mis uñas en el cuero cabelludo, me araño inútilmente ¡Sáquenlo! ¡Sáquenlo!
El pánico dura poco, y me avergüenzo, mi rostro es rubí de la vergüenza. Porque lo que sangra no es sangre, y no es mi cerebro lo que está siendo cortado. La sangre es blanca, es algo lechoso que surge lentamente de cada incisión, y las incisiones no cortan el blando y grisáceo tejido de mi cerebro, sino la áspera y fea corteza de un árbol.
Hombres de tez oscura cortan la corteza de altos arboles, y recogen la sangre vegetal, sangre blanca y pastosa. Son caboclos, mezcla de blanco, negro e indio, y los arboles son arboles del caucho.
Trato de acercarme a los arboles, de unirme con ellos, de sentir su dolor, pero no puedo. Sigo ajena, sido distante, no soy parte del hermano árbol ni de la hermana hierba. Solo soy un depredador, como los hombres que sangran a los arboles para construir neumáticos para construir maquinarias. Puedo ver cada incisión en la corteza y cada gota de sabia robada, pero los cortes no me duelen y no es mi sangre la que surge de ellos.
El lugar es selva, pero los hombres no ven la selva, los arboles son talados, cada raíz es arrancada, y el cuerpo de los arboles es cortado una y otra vez, y usado para construir casas, y en una doble afrenta, construyen un edificio más grande que los otros, y ese edificio es una casa para adorar al criminal crucificado que los falsos hebreos declararon su dios.
Los indígenas saben, los indígenas conocen al hermano árbol, y la hermana hierba, y al hermano arbusto, pero los indígenas no son escuchados, y son matados, y son expulsados.
Cientos de hermanos son cortados una y otra vez y ahora son un pueblo, decenas de casas, y más hombres para extraer la sangre de los arboles de caucho, para fabricar neumáticos, para fabricar máquinas.
Hay una estatua de mujer dentro de la casa donde adoran al criminal crucificado, dicen que es de una virgen (me rió de su estupidez) pero la madera con que fue hecha es de un hermano árbol, y la voluntad de este aún continúa en la estatua, a pesar de los cortes y la pintura que profanan y ocultan su noble naturaleza de árbol.
Un día, la mujer llora lágrimas blancas.
Las plantas crecen de sus lágrimas blancas, brotes rápidos que lo cubren todo, sus hojas crecen, sus hojas lo cubren todo, muros, techos, las lianas cuelgan…
¡Las hojas todo lo cubren! ¡Todo locubren!¡Todolocubrenlashojassemultiplicanlaslianasmeahogansoncomotentaculostodolocubretodolocubren!
La hermana Natasha sufrió en aquel momento una arritmia cardiaca y por precaución debimos poner fin a su trance. Ella se recuperó rápidamente y no ha manifestado ninguna consecuencia negativa, aunque estaba un tanto decepcionada por no poder continuar con el ritual.5
Más tarde, con la ayuda de la hermana Luna, que es una gran rabdomante6, realizó una sesión de rastreo síquico, utilizando un péndulo y un mapa de Brasil, ya que sus visiones mostraron lo que aparentemente era la recolección, a gran escala, del látex de arboles del caucho.
Todos los intentos terminaron apuntando al mismo lugar, un punto en el norte de Brasil , empobrecido, poco poblado y selvático. Sin embargo no hay pueblos en ese sector, al menos no señalados en los mapas. Hemos contactado con nuestros hermanos de las cofradías de Brasil y ellos se han comprometido a investigar.78