Recursos Especiales
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El Saint Helene no aparecía en los mapas. No podías buscarlo en Google o en las Páginas Amarillas. Sólo había una forma de encontrarlo, y era sabiendo que estaba ahí.

Consiguió extrudirse junto con sus paquetes del Smart gracias a su talento innato para el contorsionismo. El hombre llamado "Bullfrog" había conducido cochecitos de choque con más espacio para las piernas. Por otro lado, era mejor que aquel todoterreno gargantuesco que tragaba la gasolina como un pez y te hacía pensar que los hipopótamos borrachos debían ser una forma de transporte para principiantes.

El día en que me pueda comprar un coche sin preocuparme del espacio que ha de tener para llevar a todo el equipo, más material táctico, sabré que estoy retirado del todo.

Los sauces flanqueaban el camino de ladrillos rojos que mediaba entre el aparcamiento y el hospital propiamente dicho, de forma que sus sombras robaban protagonismo al sol de mediodía frente a Bullfrog. Las motas de sol sobre el ladrillo rojo le recordaban a la piel de un leopardo. ¿Podría el leopardo mudar sus manchas?

¿Y por qué querría hacerlo

La risa cantarina de un chiquillo atravesó el silencio, acompañada por el sonido de amortiguadores que golpeaban el suelo de hormigón y por el propio chaval; feliz, sano, con dientes blancos que marcaban un fuerte contraste con su piel oscura, del color del café bien cargado

- ¡Señor Grenoille! -gritó.

- ¡Bonjour, Alain! -dijo Bullfrog con alegría, y continuó, en francés- ¡Me alegro mucho de volver a verte!

Cogió al muchacho y le rodeó en un abrazo fuerte y amable.

- ¡Alain! ¡Alain! Dónde se ha metido ese pequeño— ¡Oh! ¡Señor Grenouille! ¡No sabía que hubiera llegado! -la joven de gesto agobiado, que vestía un hábito de monja, se ajustó un rizo rebelde para que volviera a estar detrás de su oreja-. Lo siento, señor. Son estas nuevas piernas. Desde que las tiene ha estado corriendo por todas partes. Ya no podemos seguirle el ritmo.

Las piernas de Alain habían quedado amputadas por debajo de la rodilla. Cuando Bullfrog le conoció, las habían sustituido por unos zarcillos de chatarra metálica y acero. Aquellas prótesis de fibra de carbono le sentaban mucho mejor.

- No pasa nada, hermana. Alain sólo está recuperando el tiempo perdido, nada más.

- ¡Son las mismas que usa Oscar Pistorius! -dijo Alain, excitado- ¡Algún día correré con él en las Olimpiadas!

- ¿Conque sí? Es una buena meta. Venga, a correr, que la Hermana Amelié y yo tenemos que hablar -Bullfrog dejó al muchacho en el suelo y miró cómo se alejaba alegremente por el camino. Se le unieron una chica con un solo brazo y un chico que llevaba gafas de sol y una vara roja y blanca-. Parece feliz -observó Bull.

- Los amnésticos están funcionando. A veces tiene pesadillas, pero casi todos los días está así; movido, sonriente… normal. Pronto estaremos listos para enviarle a una agencia de adopción, y habremos hecho nuestro trabajo.

- Habéis hecho un buen trabajo -le aseguró Bullfrog-. Pero… esas piernas. Han de ser caras. Sobre todo para un chico en edad de crecer.

- Son de segunda mano -admitió la Hermana Amelié-, ajustadas para que le vayan bien. Los fondos reservados de UNICEF ayudan con el resto -suspiró y sacudió la cabeza-. Pero no ha venido a hablar de las piernas de Alain, ¿verdad?

- No -admitió Bullfrog-. ¿Está por aquí el Doctor Lai?

- Le llevaré a verle.


- El caso de Brigitte es único -explicaba el hombre mayor-. Era, con mucho, la sujeto de pruebas con voluntad propia más alterada de los que tenía ese maníaco. Por fortuna, llegamos a ella antes de que completase las alteraciones en el cerebro. Por desgracia, eso sólo implica que el tratamiento nos llevará más tiempo. No podemos limitarnos a quitar la materia extraña y reemplazarla con tecnología de Generación-Cero. Sólo por la mandíbula tendríamos que esperar a que llegase a la edad adulta, sin mencionar que necesitará hormonoterapia de por vida… aún así, estábamos preparándonos para eliminar algunas de las alteraciones más extremas cuando surgió este problema

- ¿Había sido violenta antes? -preguntó Bullfrog.

- Tampoco puede decirse que esté siendo violenta ahora -admitió el Dr. Lai-. No ha intentado herir a nadie a propósito. Es sólo que… no coopera. Los cambios en su sistema nervioso hacen imposible la anestesia. Cuando intentamos retenerla físicamente, se resiste hasta que el riesgo de autolesiones es tan alto que tenemos que parar. Y, al final, le hemos preguntado si había algo que quisiera a cambio de su cooperación. Dijo que quería hablar con usted. Así que prometimos no retirar ni una alteración más hasta que pudiera venir.

- Ya. Siento la espera, doctor. Tuvimos un poco de lío con el ejército estadounidense que se fue un poquito al carajo. Papeleo, juicios…

- ¿El incidente "Proyecto Pandora?"

- Sabe que no puedo confirmar o denegar nada al respecto, doc.

- Bueno, pues aquí le tenemos. ¿Quiere que entre con usted?

- Nah. Yo me encargo.

- Bien, estaré aquí dentro. Llámeme si me necesita.


Era un jardín muy agradable, con muros altos cubiertos de rosales trepadores. Cuatro parcelas demarcadas con madera partían del centro, cada una dominada por una planta diferente: pensamientos, caléndulas, atanasias y violetas. Los sauces aportaban su sombra mientras sus ramas se balanceaban con suavidad en la brisa de la tarde.

Brigitte estaba sentada al borde de la fuente. Llevaba un vestido sin mangas y sostenía una flor de color blanco purísimo. Contemplaba la flor con una fascinación extasiada, pero se la ofreció a Bullfrog mientras se sentaba a su lado.

- colores bonitos -dijo, con una voz que zumbaba y crujía como una vieja radio AM.

¿Colores? Ah. Claro. Puede ver el ultravioleta.

Bullfrog cogió la flor, reprimiendo el escalofrío que su cuerpo quiso provocarle cuando sus dedos tocaron las toscas garras de acero que habían reemplazado su brazo por debajo del codo.

- Sí, es muy bonita -concedió, admirando los pétalos inmaculados.

- colores bonitos -repitió Brigitte. Su único ojo normal brillaba con alegría. Parecía grotesco cuando se lo comparaba con el horror de alambre y acero que componía la mitad izquierda de su rostro. Su labio superior (todo lo que quedaba de lo que había sido su boca) se movió para intentar lo que podría haber querido ser una sonrisa.

Bullfrog se aclaró la garganta y apartó la mirada.

- El señor Petomaine y la señorita Chaton sienten no haber podido venir. Pero te han mandado regalos.

La pamela blanca de ala ancha que sacó de la sombrerera era demasiado grande para ella, pero con el tiempo (eso esperaba) crecería y le quedaría bien. Y aquella mirada de placer conforme cogía y abrazaba a la muñeca era imposible de falsificar. Por un momento, parecía una chica normal, disfrutando de los regalos dados por sus seres más queridos.

Y entonces aquel artefacto parpadeante que sustituía a su mandíbula chasqueó, zumbó y giró.

Oh, bueno, pensaba Bullfrog. Supongo que fue bonito mientras duró…

- El Doctor Lai dice que has estado rechazando tu tratamiento -dijo-. Dice que has sido… -se detuvo. No quería decir una chica mala. ¿De verdad iba a tomar una decisión moral? ¿Él? ¿Aquí y ahora?- tozuda -terminó diciendo-. Cuenta, ¿te pasa algo?

Brigitte abrazó la muñeca con un poco más de fuerza e inclinó la cabeza, ocultando sus ojos bajo el borde de su nuevo sombrero.

- el doctor lai dice que con la cirugía brigitte será normal otra vez -dijo-. ¿es verdad?

Eso dijo, ¿verdad? Una mentira cruel, si se la contabas a una criatura… y una bien obvia, además.

- No -admitió Bullfrog-. No puede hacerte normal. Puede hacer… que parezcas común y corriente. Como Alain, o Claire o Denis. Puede que no les falten las piernas, o un brazo, o los ojos, pero pueden vivir una vida larga y plena.

Se sorprendió cuando Brigitte agitó violentamente la cabeza, haciendo que su sombrero se le cayese de la cabeza.

- brigitte no quiere ser común y corriente. a la gente común y corriente le pasan cosas malas y no las paran.

Oh. Bullfrog reevaluó la situación.

- A las personas especiales también les pasan cosas malas -señaló-. Es mejor ser común y corriente.

- chaton no es común y corriente. chaton no deja que pasen cosas malas

Ah.

Bullfrog torció el gesto mientras su mente se retrotraía a un lugar de óxido, sangre y humo de pólvora. Acababan de asignar al Equipo Sparkplug a realizar operaciones de infiltración y evaluación, pero al ver lo que había en aquel búnker abandonado, los tres habían suplicado el permiso para participar en su desmantelamiento. Sólo fue cuestión de suerte que Kitten hubiera visto las monstruosidades de engranaje-y-carne que salieron de las paredes. A la pequeña (y, en aquel momento, anónima) Brigitte le había tocado un asiento de palco para la Curiosa Carnicería Psicótica de la Señorita Chaton, Primera Clase.

Siempre me pareció que lo de la palanca ya fue pasarse.

- brigitte es especial. brigitte puede hacer cosas que otras personas no pueden. brigitte no quiere ser común y corriente -insistía la niña-, brigitte quiere ayudar

¿Lo permitirían? Brigitte estaba justo en el límite. Sus desviaciones caían demasiado lejos del nivel referencia para incluirla dentro de la "Directiva de Recursos Especiales" de la COG. Quizá terminase en la lista de "rarezas inofensivas", con respuesta de Grado 1, controlada, no acosada. ¿Podría dar empleo la COG a alguien capaz de leer un CD-ROM con ver el patrón luminoso de su envés?

Esta decisión no me corresponde a mí.

Bullfrog recogió el sobrero blanco y lo volvió a poner en la cabeza de la pequeña.

- Veré qué puedo hacer -se limitó a decir.


- ¿Lelo? ¿Te importaría explicarme esto?

- Pues parece una petición estándar para el acceso a Tecnología Intersticial. Específicamente, a mejoras de personal -dijo el hombre sonriente.

- … una petición de mejoras de personal… para una niña de ocho años -D.C. Al Fine suspiró-. Las Naciones Unidas acaban de promulgar una declaración que condena el uso de niños soldado en conflictos armados, ¿y me viene uno de tus líderes de Equipo con peticiones de aumentos para una niña pequeña? ¿No te parece que podría dejarnos en mal lugar?

- Mmmm. Por lo que veo, es una petición formal para seguir un tratamiento de doce años de duración. En su mayoría, alteraciones de naturaleza cosmética, reemplazar miembros artificiales de Gen-Cero con Gen-Más-Dos, esas cosas. Eso, exceptuando las órdenes de "no tocar" los aumentos preexistentes. Puede rechazarlos en cualquier momento, y no se plantea nada orientado al combate hasta que cumpla los dieciocho. La verdad, para mí que esto está limpio como una patena.

- El Consejo de Seguridad nos va a crucificar. Los americanos siguen amargados por lo de ese equipo SEAL que perdieron. No van a mirar con cariño cómo los "secuaces personales de la ONU" se ponen a fabricar paratecnología mientras a ellos todavía se lo prohíben los acuerdos internacionales.

- Sabes -dijo el hombre sonriente, sonriente-. Estás quejándote mucho, pero todavía no te he oído decir que no.

- Sólo quería que supieseis, tú y tu equipo, lo irritante que es todo esto -explicó DC. Firmó con su nombre bajo la línea de puntos y le tiró el folio a la cara al Director Asistente "Ukelele"-. Venga. Móntate tu puto super-ciborg. A mí qué más me da.

- Sí, señora -dijo Ukelele, abriendo su sonrisa. Estampó su propia firma (una llave en clave de Do) en el lugar que correspondía, y deslizó el formulario en su bandeja de salida. Brilla, chiquilla, brilla.

Y volvió a centrarse en su petición trimestral de presupuesto. Hasta cuando la cosa iba de salvar el mundo, era mejor poner los puntos sobre las íes.

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