Te levantas. Cagas, te duchas, y te afeitas, porque tienes que ir al trabajo. Como todos los demás, odias ir al trabajo
Generalmente hablando, no todo es tan malo. Sólo es estresante. Tienes unas veinte personas trabajando contigo, haciendo el trabajo de cincuenta. Demonios, hay suficientes cubículos para cincuenta.
ES la misma cosa cuando conduces al trabajo. Tu subdivisión tiene unas cuarenta personas en ella, pero hay casas para el doble. Tiene cierto… enfermo sentido. Hay escasez de trabajadores, y el gobierno piensa que si le pagan a la gente para construir casas y oficinas, las personas comenzarán a tener más hijos. Hoy en día, ni siquiera puedes escupir sin ver los comerciales que hablan sobre lo geniales que son las casas, y qué fácil es tener una familia cuando el alojamiento es prácticamente gratis. Es política pasivo-agresiva en su máxima expresión: "Gastamos todo este dinero haciendo todos estos cubículos y casas para ustedes, ¡lo menos que pueden hacer es es habitarlos!"
A mitad del camino, te llama la atención la nota adhesiva medio decolorada pegada sobre tu radio, con una lista de estaciones escrita. Pruebas cada una, como siempre lo haces, aunque no puedes recordar la última vez que la mayoría de ellas transmitieron en vivo. Tal y como lo esperabas, la única con alguien en ella es la última. Hay muchas cosas que deben hacerse en el mundo, y manejar una estación de radio no está entre ellas.
Te detienes a cargar gasolina. Ves a Rachel, que está cargando al mismo tiempo. Ella vive en tu subdivisión. Bastante linda. Ustedes dos follan de vez en cuando, pero no es nada serio. Están en esa etapa placentera antes de que algunos de los dos se encariñe demasiado, e intenten hacer algo oficial, que a su vez lo arruinará todo. Apuestas a que serás tú el que se encariñe demasiado. La saludas, sentado sobre la parte trasera de su auto, escuchando su reproductor MP3 mientras su tanque se llena. Haces una nota mental para pedirle una cita, una vez que terminas de llenar.
De nuevo, la estupidez del gobierno te golpea en la cara. Hay ocho estaciones de servicio. ¿Puedes recordar cuántas veces has visto dos autos rellenando al mismo tiempo? Claro, estás experimentando una ahora mismo. ¿Tres? Te llevaría un tiempo. ¿Cuatro? Jamás. Han construido demasiados cubículos casas amuebladas, y estaciones de servicio en las gasolineras con la esperanza de que la población simplemente saltará a la cama, exprimirá niños, y les encontrará un uso. Asqueroso.
Tu auto se llena hasta el tope, y cierras la tapa. Te giras hacia el otro auto, y sigue sin haber nadie ahí. Justo cuando te dispones a meterte en tu auto, te fijas en un reproductor MP3 tirado en el suelo, debajo de la defensa trasera del otro auto.
Sabes lo caras que esas cosas pueden ser, y lo jodido que sería si arrollaras a tu propio reproductor MP3. Así que caminas hacia donde está la cosa. No está roto, sigue tocando esa única banda que el gobierno no ha separado por la fuerza. Supones que la persona está adentro, pagando, y te das cuenta de que devolvérselo en persona te haría llegar tarde al trabajo. Rápidamente, enrollas el cable del reproductor en la antena del auto. Si no lo ven ahí, que se jodan.
Habiendo hecho tu buena obra del día, regresas a tu auto y te largas. Ya has gastado demasiado tiempo, y ahora vas a llegar tarde al trabajo. Tus colegas van a ser insufribles (bueno, más de lo normal) por ello.
El resto de tu recorrido hacia el trabajo transcurre sin incidente. Pero hay demasiado silencio, ya que no hay nada que escuchar en la radio.