—Háblame de la cosa —dijo el chamán.
—Vive en… —Empecé.
—¡No! —La vara golpeó con dureza mis nudillos—. Empezarás con la forma de detenerlo, de retenerlo. Siempre. Lo que es puede esperar a después.
Me froté la mano y empecé de nuevo.
—El pueblo debe estar siempre preparado. Debe mirar al Sur, en busca del Everman. Debe mirar al Este, en busca de la Gente de la Ciudad, que busca en las ruinas juguetes que no entienden. Debe mirar a los mares, puesto que aquello que viene de más allá de los mares es una mortífera amenaza. Debe mirar al interior, pues la mayor de las amenazas procede de los hombres que conocen.
»Ningún hombre entrará en la antecámara, salvo aquél que acuda a encender el fuego una vez más, o aquél que sea un chamán y acometa la búsqueda de visiones. Entrará con uno más, y ninguno saldrá salvo que lo haga con el otro. Cuando se marchen, cerrarán las puertas firmemente tras ellos.
»Cinco guardianes estarán en la puerta en todo momento, escogidos de entre el pueblo y entrenados para la guerra. Mantendrán sus lanzas afiladas. Cuando duerma uno, otro irá y le sustituirá. Sus perros dormirán a sus pies, prestos a retar a quien llegue, sea de fuera o de dentro —miré al chamán—. ¿Ya?
Éste asintió.
—Sabes cómo retenerlo. Ahora puedes decir qué es.
—Al Espé, conocido como una Maravilla por el ignorante, se le otorga el número de un millar de millares. Pertenece a los llamados kahtar, los que todo lo consumen —tomé aliento—. Dos partes hay del Espé. De la primera, que llamaremos Aleph, sabemos que es un sueño de mariposas. Se las retiene con la quema de ciertas hierbas, y es por ello que mantenemos el fuego encendido, y permanecemos siempre vigilantes para evitar que salgan. El sueño de mariposas concederá visiones al hombre, escenas extrañas de épocas pasadas. Yo mismo tuve éstas visiones una vez. Vi hombres y mujeres vestidos con extrañas batas largas y blancas. Hablaban en una lengua que no reconocí.
—¿Y la segunda, Beyt? —Preguntó el chamán.
—Esa es la parte más peligrosa, aunque al verle no es nada más que un anciano. En otras tierras, se lo conoce como un dios, o un demonio. Pero sabemos que no es más que un hombre que ha vivido mucho tiempo, y eso es lo que le da poder —cerré mis ojos—. Él fue uno de los primeros en marcharse del Ceitu Hogar. No sabemos cómo ha logrado vivir tanto tiempo. Quizá a través de los esfuerzos del Everman. Quizá a través de otro Espé oculto en las profundidades de una cámara que no hemos visto. No importa. Vive. Con eso basta. Y conoce los secretos de los tiempos anteriores. Su conocimiento es un veneno que debemos ocultar al mundo, y es por eso que lo retenemos, como hicieron nuestros ancestros antes que nosotros.
—Hasta ahora, bien —aceptó el chamán—. Has repetido las palabras de otros, de forma admirable. Pero un chamán no es un loro, y no habla como tal. Has estado dentro. Has visto a Beyt. Enriquece cuanto sabemos. Dime qué te dijo.
—Él… me pidió que le ayudara a escapar. Me prometió grandes armas, riquezas más allá de lo que pudiera soñar. Me negué, pues sabemos que es un embustero. Me dijo que había sido aprisionado de forma injusta. Me maldijo, maldijo a Geyre, sobre nosotros, y a Kalef, bajo nosotros, por retenerle allí. Yo… huí. No soy valeroso. No busco excusa alguna. Mi compañero me encontró, y salimos de la cámara —aparté mi rostro, avergonzado.
—No erraste en modo alguno —dijo el chamán, poniendo su mano sobre mi hombro—. Muchos de los que han entrado no han vuelto. El sueño de mariposas y el anciano son fuertes, y sabemos que desean escapar de nuestra vigilancia. Servimos. Contenemos. Protegemos.
—Protegemos —repetí—, hasta que los Dioses regresen.