SCP-ES-377
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Procedimientos Especiales de Contención: Un Puesto de Avanzada del Área-19 ha sido instalado en las inmediaciones de SCP-ES-377. El acceso a SCP-ES-377 está restringido al Destacamento Móvil asignado por el equipo de investigación, y solamente bajo autorización explícita del Director del Área. Es requerida vigilancia mínima.

Descripción: SCP-ES-377 es la denominación dada a una ubicación fuera del espacio-tiempo convencional, únicamente accesible mediante «conductos» cercanos a los puntos de anclaje que mantienen a la ubicación unida a la realidad. El nombre atribuido al lugar por parte de las entidades SCP-ES-377-A y SCP-ES-377-B es «Rek Tejtopr», o Reino de los Mortales. Las entidades siguen un sistema social similar al feudalismo de la Edad Media, por lo que, dentro de las murallas que contienen a las instancias, existe una distinción marcada de clases.

Las viviendas de las entidades agricultoras y artesanas están construidas únicamente con barro; carecen de decoración alguna y solo cuentan espacio para una entidad. Se localizan a lo largo del perímetro interno de las murallas.

Las viviendas de las entidades comerciantes integran piedra y mortero a su edificación, así como vigas de madera; existe mayor diversidad arquitectónica, como lo serían cúpulas, arcos, escalinatas, entre otros. El terreno sobre el que se edificó la construcción se elevó artificialmente. En esta sección se encuentran lugares como La Plaza, La Iglesia de Rek’La Vethya y El Mercado.

La vivienda de los regentes, Hogar de los Puros, es un palacio edificado con ladrillos, mortero y recubrimientos de yeso. Su construcción denota un gran enfoque decorativo más que funcional. Su base es octogonal, cada cara orientada a los puntos cardinales dentro de SCP-ES-377. Su elevación es la más prominente, destacando por sobre otros, y se encuentra exactamente en el centro del área.

SCP-ES-377-A refiere a las entidades antropomórficas con características de animales terrestres no voladores, como la presencia de orejas y cola felina, perruna y simiesca; escamas, hocicos alargados, múltiples extremidades, garras, pelaje, entre otras. Además, poseen deformidades, protuberancias, quemaduras y laceraciones distribuidas no uniformemente a lo largo del cuerpo. La población demográfica se ha conservado desde el descubrimiento de SCP-ES-377. Estas entidades conforman el 98% de la población total de SCP-ES-377. Se puede realizar una extrapolarización de la situación de SCP-ES-377-A a los trabajadores agrícolas y artesanos del Medievo. Existen instancias de SCP-ES-377-A que conservan la proporcionalidad e integridad física; comúnmente son marginados, esclavizados e, incluso, cazados por otras instancias. Se les denomina «Klyk’La», o Impuros.

SCP-ES-377-B son las entidades que conforman el círculo de regentes de SCP-ES-377, así como su correspondiente servidumbre. Residen en el edificio central conocido como «Klyk Mujyt», traducido como Hogar de los Puros. Son las únicas entidades capaces de hablar y entender idiomas humanos. Las figuras más importantes para la sociedad de SCP-ES-377 son El Rey, La Reina, El Príncipe, El Bufón y diez seguidores, cada uno distinguiéndose por sus mutaciones particulares, así como la ausencia de características animales.

El Rey y La Reina son masas amorfas carnosas con solo una boca, en cuya lengua poseen ojos, y sus genitales, y El Príncipe es una criatura alargada y delgada que viste un traje real, con ojos en la planta de sus pies y una boca en su estómago. Se desconoce la apariencia de El Bufón.

SCP-ES-377-C es una serie de sucesos anómalos ocasionados por actividades religiosas y de adoración a gran escala. Las instancias afectadas son lesionadas violentamente de diversas formas. Se desconoce el porqué no afecta a las instancias «Klyk’La». Pese a que las instancias le denominan como «Rek’La Vethya», que significa Diosa Inmortal, no se ha confirmado la existencia de dicha entidad.

La Iglesia de Rek’La Vethya es el aposento predilecto para llevar a cabo las ceremonias y eventos religiosos, aunque la «Adoración a la Mortalidad» se realiza ante la estatua de La Plaza, la cual representa a la primera instancia en habitar SCP-ES-377. Las instancias creen en que estos actos son una recordatorio sobre el regalo de su deidad, debido a que consideran que la experiencia de la muerte supone la finalización de la vida sensorial.

Notas del Investigador

1. SCP-ES-377 es producto del uso de teúrgia por parte de diversas comunidades anómalas para lograr aislar a la sociedad de SCP-ES-377 del resto. Los puntos de anclaje fueron colocados en nuestra realidad de forma no intencionada.

2. Las instancias de SCP-ES-377 son conscientes de las actividades de un actor externo a su realidad, sin embargo, desconocen los operativos del Destacamento Móvil Rho-23.

3. La Fundación ha rescatado a 22 instancias «Klyk’La», de las cuales 15 tenían nociones básicas del alemán. Se han trasladado al Sitio-85 para lograr traducir los siguientes fragmentos a idiomas humanos.

Anexos: Existen escasos registros referentes a la sociedad de SCP-ES-377. Los que han sido recuperados, se localizaron en diversas instituciones anómalas para la preservación del material escrito. El mismo individuo ha sido responsable de la autoría de los textos más relevantes.

Anexo 1
Fragmento recuperado de la Biblioteca de los Errantes por un asociado no miembro de la Fundación, con datación aproximada del 15/03/1237 en el calendario gregoriano

Soy Hynda, de la familia Lutang, linaje de escribas bajo contrato. Mi nación solicitó mis servicios en ausencia de mi padre para constatar los esfuerzos diplomáticos con otros países. En otras palabras, una narración sobre los sucesos más relevantes durante el viaje. Acepté a cambio de un pago de 100 nemas al día y un pase asegurado para mi participación en eventos posteriores a nuestro regreso.

Al décimo día de la séptima luna, partimos rumbo a la nación más aislada de la que había constancia. Nada había registrado sobre su nombre, sus habitantes o su cultura. A diferencia de mí, los diplomáticos no parecían consternados por encontrarnos a ciegas; tal vez, la presencia de guardias era suficiente para disipar cualquier atisbo de temor. Les externé mi desconfianza y, confiados, solo respondieron que saben adaptarse a las circunstancias.

Tras esa nada tranquilizadora charla, decidí preguntar en cada poblado al que visitábamos sobre aquella nación en medio de un páramo. «Son salvajes que apenas pueden ser llamados civilizados». «Está completamente deshabitado, sino, ¿cómo es que puede haber vida en ese yermo?». Cada quien narraba una historia tan diferente que, al juntarlas, no me decían nada coherente o relevante. Así, para la noche del vigésimo tercer día de la séptima luna, desistí en mis intentos al encontrarlos fútiles.

Esa misma noche era la última antes de arribar. Decidimos acampar un tanto alejados del camino principal para evitar ser objetivo de los Cabadrones. El tema de conversación de la noche fue sobre lo estúpido que era como nombre para asaltantes despiadados; supongo que es para que sus víctimas se confíen o algo así. Los guardias decidieron tomar turnos para vigilar, por lo que el resto pudimos descansar medianamente bien.

Un olor metálico asaltó mi nariz, por lo que me puse de pie al instante. Los animales de tiro yacían masacrados, con tanta violencia que solo la más perversa creatividad podía concebir. Los que se hallaban durmiendo cerca de los animales quedaron petrificados al enterarse; los demás solo pudimos dar arcadas por la circunstancia. También notamos que uno de los guardias estaba ausente. Gritamos, y gritamos, y gritamos. No había respuesta suya, y tampoco nos atrevimos a movernos; solo hasta que el Capitán recobró la entereza, concluímos en avanzar, con la esperanza de pedir ayuda. Nos esperaban 6 horas de caminata ininterrumpida, con provisiones limitadas y un sol que, de no ser por mi capucha y mi capa, me hubiera dejado con la piel roja.

Anexo 2
Fragmento perteneciente a la Sociedad Antares, adquirido en una subasta de Marshall, Carter and Dark Ltd.

Custodiando el portón, se encontraban dos masas cubiertas con armadura metálica. Mynku, el líder de los diplomáticos, se posó frente a ellos con el manuscrito real. Los brutos parecían no entender nuestra lengua; gritaron algo para alguien al otro lado y, poco después, subía el portón para develar tan desagradable escenario. ¡Ratas, ratas y más ratas por todos lados! Podía presenciar qué tan miserable se puede ser antes de morir. Ah, peor aún, es como si estuvieran muertos en vida. Carentes de rostro, carentes de extremidades, carentes de… torso, cortadas, quemaduras, cuánto maltrato a la carne existiese, había quien la encarnara. No era posible tal resistencia a la muerte.

«Perdón», dijo una de esas criaturas, mientras se aproximaba, de apariencia felina, acompañada de su hija. Tenían harapos cual ropa y estaban encadenadas; sus torsos no eran más que costillas, y los brazos, más que huesos. Resultó un alivió a la vista, pues se podía reflejar algo de belleza en esa precariedad. «Yo llevarlos a Klyk Mujyt. Ser Alynk Klyk’La; esta ser Lyh Klyk’La», y sin más por añadir, apresuró el paso.

Unas miradas pesadas y penetrantes se clavaron sobre nosotros allá por donde caminamos. Nuestro grupo avanzaba con las cabezas cubiertas y agachadas, pero los guardias se llevaron la peor parte. Tenían que mostrarse firmes, imponentes, seguros, y aunque hacían su mejor esfuerzo, ni el más grande ejército se siente confiado a merced de lo desconocido. Repentinamente, nos detuvimos. Nuestra guía se detuvo al pasar frente a una estatua en la plaza del pueblo. Unos murmullos inundaron el lugar, ininteligibles. Seguí con la cabeza gacha hasta que sentí que apretaban mi muñeca, invitando a no mirar; pero la curiosidad era grande.

Primero, busqué a Alynk. Estaba arrodillada cerca de nosotros, muy alejada del resto de pobladores. Cuando dirigí mi vista a la estatua, mi cuerpo se paralizó, y dejé de respirar. A las súplicas en sus plegarias, los pobladores eran bañados en su propia sangre. Parecía que su dios les estaba eximiendo de sus pecados. Una, dos, tres rajaduras se les producían en el cuerpo; cinco, seis, ocho moretones aparecían hinchados; cinco, diez dedos eran triturados; las caras eran derretidas. Y sin embargo, sus voces nunca se apagaron.

Anexo 3
Fragmento recuperado de Los Hijos del Papiro

Me abalancé gritando. Había estado dormida todo este tiempo. Sentí que me apretaban mi mano. Era Lyh, que se había asustado. Me incorporé lentamente, mirando a mi alrededor: la habitación era lujosa si se compara a las casas precarias e improvisadas; pero algo captó mi atención más que nada. La ropa de Lyh era distinta; parecía vestida a manera de una muñeca de porcelana. «Mamá, mamá», era lo único que decía, tirándome de la mano. Un escalofrío recorrió mi espalda y sin embargo, no dejé que lo notara. Comencé a seguirla.

Ella no caminaba bien o, al menos, no como lo hacía la primera vez que la vi. Parecía incómoda, sumamente incómoda. Iba a preguntarle, pero no parecía que en su cabeza hubiese otro pensamiento más que el de encontrar a su madre. Era de noche, una noche sin luna. Las velas de los pasillos apenas iluminaban nuestro camino, y el silencio que reinaba era sepulcral, solo interrumpido por el sonido de nuestros pasos. No había más puertas ni tampoco habitaciones, únicamente un pasillo que parecía extenderse indefinidamente. Parecía que mi habitación era más un pseudo calabozo.

Entonces escuché pasos. Ploc, clap, ploc, clap. A cada paso, el sonido de gotas cayendo le seguía. Lyh me abrazó con fuerza. Nos fuimos a un lugar pobremente iluminado y la oculté detrás de mí con mi capa. «Ah, señorita, justo venía a buscarla. Me presento, soy Mehade, sierva de los Rek’La, sirvienta de Sus Majestades Klyk. Se le requiere en la sala de banquetes»; le pedí que se mostrase, a lo que accedió. Sus ojos estaban vendados, pero su cuerpo no, y de su cabeza brotaban tubos cual cabellos, de los que salía sangre que le servía como vestido. «Preséntese a la brevedad. Solo siga los cuadros blancos». Sin más, se fue, llevándose consigo aquel sonido incesante.

«No dejar me lleve otra vez», se limitó a decir Lyh. Continuamos caminando hasta encontrarnos con una encrucijada. No le hice caso a la sierva. Fuimos a la derecha, donde un brillo muy intenso salía de una puerta mal cerrada. A medida que nos acercábamos, podía escuchar cómo afilaban un cuchillo, para proceder a dar cortes tajantes y rápidos sobre una tabla, mientras una voz cantaba algo alegremente. Cuando esta se fue alejando, mire por la puerta entreabierta. ERA… ERAN EL CAPITÁN Y EL GUARDIA QUE HABÍA DESAPARECIDO. Estaban colgados como… carne, con cientos de pequeñas perforaciones en sus cuerpos, de las que salía sangre lenta, pero constantemente. Tapé con una mano mi boca, mientras que con la otra, los ojos de Lyh. La cargué y comencé a buscar las habitaciones de los demás desesperadamente.

Anexo 4
Fragmento adquirido de una colección privada

Contuve la agonía de estar sola en este infierno terrestre. Yo era lo único que le quedaba a Lyh. Ya no respondía, ya no lloraba, solo estaba inmóvil, mirando al vacío. La cargué sobre mi espalda. Recorrí los jardines de los alrededores buscando un trecho por entre los muros. No había guardias vigilando ni tampoco una sola alma caminando. Gritos alegres y de celebración provenientes de una habitación del edificio llamaron mi atención. Guardando mi distancia, pude verlos.

Dos bolas de carne enormes con una boca enorme y un adefesio alargado destacaban sobre los demás. Parecían liderar la horrible orgía que iba a comenzar. Alaridos clamando «Klyk» dieron inicio a su festín. Los unos corrieron despedidos a formarse ante las masas, hincándose frente a ellos, en un acto de degeneración vomitivo; los otros saltaron sobre la comida. Era carne, carne que tenía nombre y familia; era carne que conocía. Mis piernas comenzaron a temblar y Lyh se desmayó.

No me invitaban a comer, yo iba a ser la comida.

Anexo 5
Fragmento recuperado de la Asociación de Preservación Histórica Anómala

Lyh ya no existe, solo una sombra de lo que fue una inocente alma. Pude ver cómo se le comenzó a derretir la cara, cómo su cuello se torcía. Finalmente entendí por qué no podía caminar bien y por qué se quejaba de un dolor en el vientre. Solo me di la vuelta y corrí, corrí con todas mis fuerzas e incluso con las que no tenía. Lloré; lloré y lloré. Estaba viva, aunque mi alma estuviera muerta. Nadie merece experimentar eso, y ya nadie más lo hará.

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