Ítem #: SCP-ES-251
Clasificación del Objeto: Seguro
Procedimientos Especiales de Contención: Se ha destinado un equipo de limpieza de actuación semanal sobre la habitación de SCP-ES-251. Los procesos de limpieza deben desarrollarse con materiales estériles y evitando dañar los tejidos de SCP-ES-251-1. Los textos liberados anualmente por SCP-ES-251-1 serán enviados al Dr. Santiago Vicario para su análisis e interpretación.
Descripción: SCP-ES-251 es ███████ G█████ ████, sujeto de nacionalidad española de 1.73 m de estatura, oficialmente fallecido por suicidio entre octubre y noviembre de 1947, a la edad de 43 años. Según los registros, fue un licenciado en Medicina que jamás ejerció y un escritor de narrativa cuya obra fue censurada a inicios de la dictadura y de la cual no se conserva registro. Aparentemente se encuentra en estado vegetativo donde sus únicos sistemas funcionales son el circulatorio y el nervioso.
SCP-ES-251 está ubicado en el centro de una habitación de 40 m2 en un edificio abandonado en el barrio ██████, Madrid. SCP-ES-251 está desnudo, totalmente despellejado, con múltiples músculos completamente desgarrados y presenta diversos traumatismos óseos de diferente magnitud. La totalidad de sus órganos internos (a excepción del encéfalo, corazón y los vasos sanguíneos) se encuentran atrofiados en un estado avanzado de putrefacción. Posee múltiples masas tumorales pequeñas distribuidas en diferentes zonas de su tejido muscular y sus ojos, orejas, nariz, cabello y dientes han sido removidos. No obstante, se ha determinado actividad cerebral continua en el sujeto por medio de electroencefalogramas, la cual no parece diferir demasiado con aquella regular en la población durante los ciclos de sueño REM. De igual manera, SCP-ES-251 tiene un ritmo cardíaco casi constante de 40-45 bpm Según los análisis médicos que se le han podido realizar no posee ningún tipo de patología cardiovascular y aspectos como los niveles de glucemia y oxígeno, a pesar de la carencia de un sistema hepático y respiratorio funcional, son regulares en todo momento.
El individuo se encuentra alzado a 50 cm de altura por extensiones significativas de sus arterias radiales a través de sus muñecas y por extensiones de las venas femorales sobresalientes de sus rodillas Todos ellos se unen en un sistema de vasos sanguíneos complejo originado en las paredes de la habitación en la que se encuentra, a partir de ahora denominado SCP-ES-251-1. Aparentemente, las arterias y venas que lo sostienen están sujetas a una serie de fibras musculares que permiten la tensión suficiente como para mantener el cuerpo elevado. SCP-ES-251-1 ocupa una gran parte de las paredes de la habitación, el techo y el suelo; todos los cuales además están recubiertos de capas de sangre seca, residuos fecales y estructuras musculares lisas inservibles. Se han identificado además un total de 14 estructuras de miocardio de cavidad única similares en estructura a los corazones branquiales de los cefalópodos, que parecen colaborar con el bombeo de sangre y están coordinados con un error ~2 segundos.
Todos los vasos finalizan en capilares con capacidad linfática. A 2 metros al frente de SCP-ES-251 se organiza desde el suelo verticalmente una estructura de anastomosis arterial y venosa con forma de red tridimensional de 1 x 0.3 x 0.3 m aproximadamente, sostenida de una forma similar a SCP-ES-251; y en su centro se localiza una máquina de escribir no anómala funcional.
SCP-ES-251-1 realiza pequeños movimientos muy gradualmente que comienzan en SCP-ES-251 y se expanden por todo el sistema. Estas acciones consisten en movimientos de contracción externa y rotación de los vasos, pudiendo desplazarse algunos centímetros como máximo por dicha acción. Esta secuencia de movimientos finaliza en la estructura frente a SCP-ES-251, donde la energía acumulada para realizar dicho procedimiento se usa presionar uno de los botones de escritura de manera aparentemente deliberada. En un suceso paralelo, algunos capilares y vasos menores se organizan, de nuevo paulatinamente, en el interior de la platina de la máquina, desnaturalizando sistemáticamente el colágeno de sus paredes para sintetizar un objeto similar en forma a una lámina de papel a partir de sus tejidos epiteliales y musculares En este proceso, queda plasmada la impresión de dicha tecla por medio de una sustancia rica en hemoglobina que imita a la tinta.1. En consecuencia, al cabo de periodos de tiempo variables se logran sintetizar frases coherentes en lengua castellana, y entre el 25 y el 30 de octubre se libera el objeto similar a un folio conteniendo lo que parecen ser microrrelatos, los cuales se dejan caer al suelo y no poseen mayor efecto, ni contienen ningún tipo de agente memético o infopeligroso.
En el momento del descubrimiento de SCP-ES-251 en 2015 no se encontró ninguna de estas estructuras en la habitación, por lo que se teoriza que o comenzaron a sintetizarse a partir de su descubrimiento o bien habían sido recogidas previamente por individuos no identificados.
Bruja enmascarada
Escena I
Salón con mobiliario antiguo, una mecedora y un televisor. La abuela está sentada con la mirada perdida. Se escuchan 5 golpes en la puerta. La abuela se levanta y abre la puerta. Emilio entra a escena.
Emilio: Buenas tardes. ¿Es usted María del Carmen Pérez?
Abuela: Sí, sí. Esa soy yo.
Emilio: Verá, vengo a visitar a Ignacio.
Abuela: Ignacio está arriba, encerrado en su habitación como siempre. Parece una caverna eso, oye, no sé como el niño es capaz de aguantar ese olor.
Emilio: ¿Podría decirle que baje? Necesito hablar con él.
Abuela: (se lleva la mano a la cabeza.) Uf, pues eso no a va poder ser, creo yo. El niño está muy rebelde. A pasado por mucho el pobrecillo, sabe usted, y está en una edad donde hay muchos cambios en su cuerpo. ¿Quiere una taza de té?
Emilio: (le entrega una tarjeta.) No, señora. Mi nombre es Emilio González, y trabajo en los Servicios Sociales. Hemos recibido un reporte de que Ignacio lleva 4 meses sin presentarse en clase. Es un problema muy serio.
Abuela: Ya se lo he dicho, está pasando por muchos cambios y le da algo de vergüenza que lo vean. Ha crecido, le está saliendo mucho pelo y ha engordado unos quilitos, claro que eso es porque en esta casa no se pasa hambre y no se deja comida en el plato. Además, que al chiquillo no le hace falta ir al colegio, que es muy listo. Ya ve, que se sabe el nombre de un porrón de animales.
Emilio: Creo que no llega a entender la magnitud de la situación. Hemos investigado su caso, y usted no se encuentra en condiciones de ejercer como tutora legal del menor. Traigo una orden judicial conmigo que le suprime la Patria Potestad.
Abuela: Jovencito, no use tanta palabreja rara conmigo, no soy abogada o médico o algo así.
Emilio: Me tengo que llevar a Ignacio conmigo. ¿Entiende eso?
Abuela: Oh, claro. A mi niño le sentaría bien salir de paseo y tomar el aire. Ya ve usted, que ha estado muy triste por lo de mi hija y mi yerno.
Emilio: Le doy mi pésame por ello.
Abuela: Ya hubo duelo. Además, mi Flores siempre había sido una niña muy despreocupada. Fíjese que de pequeña, teníamos un olmo que mi marido había plantado con sus propias manos y la chiquilla se pasaba el día trepando y trepando, era muy energética. Ay, mi Flores. Y ay, mi Manolo, que solita me has dejado. Por lo menos ahora tengo a Ignacio que me hace compañía, aunque no sale de su cuarto. Por no verlo, ni le veo salir al baño. Solo le traigo la comida, y se la come siempre toda todita toda.
Emilio: (ceño fruncido y resopla.) Se está yendo usted por las ramas. ¿Podría indicarme cuál es la habitación de Ignacio?
Abuela: Está arriba.
Se escuchan golpes encima de la habitación.
Emilio: ¿Qué es eso?
Abuela: Debe de haberse despertado de mal humor otra vez. Creo que sería mejor que viniera otro día.
Emilio: Si vengo otro día, será con tres policías a mis espaldas.
Abuela: Vaya, ¿tiene amigos policías? Mi Manolito también trabajaba en la policía. Era un hombre muy alto y corpulento de joven, y se pasaba todo el día trabajando, hasta que se jubiló y me dedicó el resto de sus años a mí. Claro que, por aquel entonces, yo estaba enfadada con mi Flores porque no traía a mi único nieto de visita, por más que se lo pidiera. Pues mire usted que gracia, que ahora soy yo la que se encarga de él.
Emilio: No tengo tiempo para estas tonterías.
Emilio sube corriendo las escaleras y sale de la escena. La abuela sonríe y sale de escena.
Escena II
Habitación infantil. Iluminación disminuida. Hay pósters en la pared, la cortina está corrida y hay un armario ropero al fondo de la habitación. En el centro, hay una cama cubierta por una sábana roja, la cual está abultada. Emilio abre la puerta con fuerza e ingresa en la habitación.
Emilio: (mira hacia la cama.) Ignacio, ¿estás ahí? (pausa, se tapa la nariz.) Por favor, que mal huele aquí dentro. Ignacio, ¿puedes oírme? (pausa.) Mira, mi nombre es Emilio y solo quiero hablar un rato contigo. (pausa.) ¿Ignacio?
Emilio se aproxima lentamente a la cama y quita la sábana. Debajo hay largas tiras de piel humana amontonada, cabello y heces. Emilio se aparta de la cama y comienza a caminar hacia atrás, horrorizado. Choca contra el armario y se estremece. El armario comienza a sacudirse, las puertas se abren y una entidad humanoide muy alta con rasgos semejantes a una mantis se abalanza sobre Emilio. Con sus patas raptoriales, decapita a Emilio y le abre el abdomen. La abuela entra en escena.
Abuela: ¡Vaya, mi Ignacio! ¿Pero cuánto has crecido? Estas guapísimo, eres la viva imagen de tu abuelo. Se nota que mi comida es lo que te ha hecho crecer grande y fuerte. Ahora sí, te has quedado en los huesos. Come entero el plato anda, que no me comes nada niño.
Nota del Dr. Vicario: El 16 de febrero de 2016, surgió un polémico caso en la prensa en Villa de Vallecas, Madrid, sobre una anciana con Alzheimer a cargo de sus dos nietos de 6 y 9 años, quienes fueron requisados y dispuestos en una casa de acogida por el estado de demencia de la tutora.
¿Me concedes este baile?
Los dos jóvenes corrían bajo la lluvia tratándose de cubrir la cabeza con los brazos. No era del todo culpa suya, para cuando decidieron individualmente salir horas antes de marcha, no podían saber que el tiempo se iba a torcer de esa manera. También era gracioso pensar que ninguno de los había venido con su coche, tal vez pensando que no estarían en disposición de conducir para el alba. Sea como fuere, era una escena bastante romántica y, en cierta forma, patética también, para dos personas que apenas se acababan de conocer.
Ya empapados tras casi un cuarto de hora chapoteando, llegaron a los muros de un casoplón enorme. Él le dio un impulso para que pasase por encima y después la siguió, para luego entrar por una ventana rota.
-No me esperaba esto cuando me decías de venir a tu casa.
-Muy graciosa. Podemos esperar aquí hasta que acabe de llover. Está un poco sucia, sí, pero aquí estaremos a salvo.
-Fíjate, todos los relojes están rotos y parados a la misma hora, ¡qué coincidencia!. ¿Habías entrado en esta casa en ruinas antes?
-Sí, varias veces. Digamos que mis amigos y yo hemos celebrado aquí alguna que otra fiesta.
-Vaya, ¡qué sofisticado!
-No lo sabes tú bien.
Un relámpago los deslumbra y, 3 segundos después, se escucha tronar. La chica se estremece.
-Parece que vamos a estar aquí un buen rato, será mejor que nos pongamos cómodos- comentó el chico.
-Por mí encantada. Bueno, ya que estamos, cuéntame algo de ti. ¿A qué te dedicas?
-No, no, no. No rompamos la magia todavía, ya tendremos tiempo para esas… Digamos, banalidades en otro momento. Pero si te apetece, puedo contarte una leyenda, una que transcurre en una mansión como esta.
-¿Es una historia de terror?
-Es una historia de amor. ¿Te da miedo?
-¿No?
-Entonces no sabes de lo que estás hablando. Verás, hace muchas, muchas décadas, la mansión de la que te hablo fue propiedad de un prestigioso aristócrata, cuyo nombre ha sido borrado de los anales de la historia.
-Jajaja, anales- interrumpió la chica.
-Bien visto, creo que voy a dejar de usar esa palabra. El caso es que el pobre desdichado cayó profundamente enamorado de una joven, que meses más tarde sería acusada de brujería. Para aquel entonces, ellos ya llevaban una relación bastante seria entre manos, eran uno, o casi. Una medianoche, los amantes danzaban pegados en el salón, iluminados a través de un ventanal por la luna llena. Él, como fanático de las mascaradas, llevaba puesto un antifaz, algo que a ella le resultaba tan gracioso como atractivo. Sin embargo, algunos caballeros de la Santa Inquisición acudieron al domicilio. Aporreando la puerta con intención de echarla abajo, querían llevarse a la supuesta bruja para juzgarla.
-Esto se pone interesante.
-Veo que he logrado captar tu atención. Ella le miró a los ojos y le dijo "Si realmente lo deseas, ni la muerte podrá separarnos, pero el precio podría ser fatal". Él asintió sin dudar y luego la abrazó mientras seguían bailando. Así, ella sacó una daga de su vestido y no se detuvo hasta alcanzarle el corazón. La mansión se tiñó de rojo, así como la luna, y entonces le besó. Con ese beso se llevó más que su vida: se llevó su alma. Para cuando los caballeros lograron entrar, solo encontraron el cuerpo sin vida del aristócrata. Una brisa procedente de una ventana rota apagó todas las velas.
-¿Y qué pasó con ella?
-He aquí la parte más legendaria quizás. Se dice que guardó el corazón del joven en su seno, y así logró trascender los límites de la mera humanidad. Era alguien con dos almas, con dos corazones, sencillamente completo, perfecto. Podía ser quién quisiera ser, quien quisiera aparentar, porque ya no tendría que enamorar a nadie más. Y, por supuesto, no hay nada que pueda matar al amor real. "Hasta que la muerte los separe", en su caso, no se cumplió. Sin embargo, una pequeña parte del aristócrata quedó para toda la eternidad anclada en esa mansión, en ese mismo instante.
-Bueno, se ha torcido un poco al final quizás. ¿De veras pretendías camelarme con esa historia?
-No, pero sí que tengo una pequeña sorpresa, dame un segundo.
El chico salió del salón donde se encontraba y, cuando regresó, llevaba puesto un antifaz rojo.
-Hace mucho tiempo que no celebro otra fiesta en su honor. Dime, ¿me concedes este baile?
El debut del matasanos
Dr. Reyes: Hola. Eh… ¿Se puede?
Entrevistador: ¿Dr. Reyes? Claro, pase, pase. Siéntese y deje su currículum en la mesa.
Dr. Reyes: Sí. Debo decir que este lugar más… Digamos bonito de lo que me imaginaba.
Entrevistador: Me alegra oír eso. Deme un segundo… Vaya, 11 años en el servicio de cirugía de urgencia. Eso es bastante experiencia, de seguro. Y fue usted pionero en el trasplante de corazón en el hospital de su condado. Eso sí que es muy interesante, ¿podría hablarme más al respecto?
Dr. Reyes: Faltaría más, aunque espero que esto quede entre nosotros.
Entrevistador: Aquí somos un equipo, y nos llevaremos nuestras confidencias a la tumba. Es una de las claves de la colaboración laboral: la confianza.
Dr. Reyes: Eso suena genial. Bien, resulta que teníamos un problema, y la solución solo implicaba disociarse un poquito de la legalidad. La operación resultó más sencilla de lo que esperaba, y no hubo complicaciones mayores. Parecía que ese corazón no quería dejar de latir. Y en lo que respecta al paciente, la recuperación fue bastante rápida y le perdimos la pista al darle el alta.
Entrevistador: Nos hace falta personal capaz de realizar ese tipo de técnicas novedosas. Nos permitiría ampliar nuestra cartera de servicios. Por cierto, esto no es el ámbito público, aquí no hablamos de pacientes. Hablamos de clientes. Hablamos de dinero. Lo que nos importa es lo que nos paguen, y no tanto las complicaciones que pueda haber por los procedimientos. Espero que esta mentalidad no entre en conflicto con su ética laboral, es uno de los pilares de este empleo.
Dr. Reyes: Bueno, un cazador no apunta al ciervo si no quiere disparar.
Entrevistador: Bonita frase. Ahora, ¿podría explicarme porque desea este trabajo?
Dr. Reyes: Estoy pasando por algunas dificultades económicas, y la verdad, si sigo haciendo horas extra en mi hospital, el estrés y la falta de sueño me acabarán consumiendo. Necesito algo nuevo a la par que rentable, y esta oportunidad es perfecta para mí.
Entrevistador: Ya veo. ¿Pero como descubrió este empleo?
Dr. Reyes: ¿El de cirujano?
Entrevistador: No, el puesto en esta empresa.
Dr. Reyes: Ah, por supuesto, lo siento. Estoy algo nervioso. Me lo comentó un buen amigo mío, un compañero de oficio en el hospital. Se ve que trabaja aquí por las tardes, y cuando vio una vacante, pensó que yo podría estar interesado. Y estaba en lo cierto.
Entrevistador: Tengo toda una batería de preguntas más, ¿pero sabes qué le digo? Me ha caído usted bien. Si lo desea, el puesto es suyo. De hecho, puede comenzar a trabajar ahora mismo. Tenemos a una chica al fondo del pasillo lista para una extracción de riñón. Han estado hablando mucho de ella en las redes sociales últimamente, seguro que la reconoce. Todo el material y personal que puedas necesitar está preparado.
Dr. Reyes: ¡Fantástico, muchas gracias! No se arrepentirá.
Entrevistador: Eso espero.
Dr. Reyes: Y dígame, ¿la paciente ya esta anestesiada?
Entrevistador: Como le comentaba antes, aquí no tenemos pacientes, tenemos clientes. Y el cliente ha pagado un extra para que la chica esté consciente durante la totalidad de la operación. Está amordazada, así que eso no debería suponerle ningún problema. Por cierto, no hace falta que lleve esa mascarilla, su confidencialidad está más que garantizada en todo momento. Recuerde, somos un equipo.
Nota del Dr. Vicario: En abril de 2018 se descubrió una vasta red de tráfico de órganos en la Comunidad de Madrid, y los dos meses siguientes se dispuso una campaña de investigación que finalizó con 18 detenidos. Hasta la fecha, no hay noticia de que la red siga activa.
Baila descalza sobre la nieve
Baja Tábata de su extravagante carruaje y se estremece por el frío. Logra apreciar, oculto tras un manto níveo, el palacio bajo el que viviría hasta el aciago día de su muerte. Y detrás del inmenso portón la recibe un personaje peculiar: un enano, encorvado, con la cara maquillada y un antifaz. Es el arlequín de la corte del duque, y a su vez su más cercano confidente. Será el sirviente de Tábata durante esa noche, víspera del día de su matrimonio.
El anfitrión no dice palabra alguna. Muestra sus respetos a su nueva ama con una reverencia y, por medio de brincos, insta a que le siga. Desea enseñarle su nuevo hogar, o, tal vez, su nueva prisión. Viajan entre los tortuosos pasillos, él la observa temblar de frío y ríe. Los candelabros de las paredes son inútiles, nada volvería a calentar el corazón de la chica.
Todos los habitáculos, todos los salones, todo el castillo parece estar muerto. Bajo la luz de la luna podía contemplar muebles escondidos tras sábanas blancas y una fina capa de polvo. No hay nadie más en ese gélido lugar además de la extraña pareja. Ni el mismísimo duque se encuentra allí, a quien Tábata no ha conocido siquiera. Esa decisión jamás fue suya, al igual que su propia existencia.
Al finalizar la pequeña excursión, el bufón la conduce a la cámara más grande, al corazón del palacio. Un lugar solitario, tapizado por cuadros de personas sin rostro, quizá por el deterioro; y por el escudo de la familia del duque. En el centro, había preparado un banquete con motivo de la llegada de la novia. Su acompañante le prepara el asiento y permanece de pie a su vera. La comida es deliciosa, pero está fría.
-Bueno, cuéntame, ¿cómo es el duque?
-Mi señor es una persona reservada, y, por su título, demasiado ocupada. Pasa mucho fuera de palacio, dejando a un servidor solo y abandonado.
-¿Nadie más vive aquí?
-Ni una sola alma. Pero descuidad, cuidaré de vos en ausencia de mi señor.
Tras esas palabras, se le escapa una carcajada. Tábata suelta los cubiertos y una lágrima abandona su rostro, y como un copo de nieve cae al suelo.
-Si lo deseáis, puedo mostraros vuestros aposentos.
Y de nuevo, ambos escapan de la escena para adentrarse de nuevo en el tétrico laberinto de corredores. Cuando llegan, le pide que deje sus zapatos fuera y la abandona. Ahora estaba sola en una habitación cuya belleza estética no era capaz de apreciar. Solo piensa en cómo se convertirá en otro de los muebles cubiertos por una sábana que nadie llegará a apreciar en ese frígido palacio.
Antes de que se acostarse, el bufón se acerca a la puerta y le ofrece una copa de vino blanco con un sabor muy dulce.
-Tomad, esto ayudará a que tenga un sueño placentero.
La mañana siguiente resulta ser más fría si cabe. Una serie de criadas la despiertan y la preparan con todo lo que puede necesitar para la gran ceremonia. Todas ellas van vestidas de negro con velos que cubren sus caras, y no hablan. A continuación, la acompañan al gran salón donde ha cenado la noche anterior, repleto de gente enmascarada que no se digna a mirarla. Al final de una larga alfombra blanca se hallaba una figura imponente que le daba la espalda.
El arlequín se manifiesta y le sirve otra copa de vino, la cual se escurre entre sus dedos y se quiebra en el suelo, pero a nadie parece importarle. Le agarra del brazo para iniciar la marcha, sin embargo, Tábata sigue descalza. No siente ningún dolor, pues ya no siente sus helados pies. Antes de alcanzar el altar para sellar su destino, tropieza y cae de rodillas, rasgando su vestido con la copa de vino.
Así, Tábata mira tras de sí y ve un sendero de sangre, pero no sobre una alfombra albina, sino sobre la nieve. Ya no siente frío y ha dejado de temblar. Mira a su alrededor y se encuentra en el patio del palacio, iluminada por la luna y sola, o eso cree. Nota un sabor muy dulce en la boca y alcanza a oír risas frenéticas procedentes del castillo. Tábata también ríe en señal de agradecimiento, mientras su rostro torna pálido y su cuerpo de funde con la nieve.
Tejiendo un destino
Ella era la más virtuosa donde las haya, y su nombre bien lo reflejaba: Agatha. Vivía por y para la costura, para sus agujas y para su arte; y yo me desvivía por ella. Inspirada por su madre, y la madre de su madre, usaba sus alfileres como dedos, más diestra aún con incluso con ellos. Las colchas, los tapices e incluso las bufandas que tejía iban más allá de lo material: contaban historias fascinantes sobre otras vidas, o sobre la suya propia. Y en una de esas historias, para mi fortuna, aparecí yo. Aparecí para juntos tejer un futuro brillante.
Ella pocas veces llegaba a salir de su estudio, pero yo no lo necesitaba: era capaz de percibir la belleza de su ser con cada una de sus creaciones, que tapizaban nuestro hogar. Creo que llegó un punto que ya no sentía sus dedos de tantos pinchazos, creo que llegó un punto en que sus dedos fueron agujas.
Más versada que Aracne en su labor, pero ella jamás pecó de soberbia, tan solo de honestidad, deseo e inocencia. No, Agatha no luchó contra Minerva, sino contra las mismísimas moiras. Ella deseaba concebir una niña, un hermoso fragmento de su alma que pudiese heredar su legado y donde poder desembocar todo el amor de sus creaciones. La ilusión de sus ojos cuando ese pequeño ser crecía en su interior era inigualable. Mi querida Agatha tapizó durante meses toda una habitación en su honor, tratando de contar la historia de su vida, de la niña. Tapiz sobre tapiz se podían leer más que palabras.
Él día llegó más pronto de lo que esperaba. No la pude ver en todo el día, esperando en la fría y húmeda sala del hospital. Oí gritos, oí llantos, pero puede que no fueran los llantos que esperaba. Finalmente el doctor salió del quirófano, y con cara afligida no fue capaz de transmitirme la noticia. No supo como explicarme que tantas historias no llegarían a tener lugar.
Ella estaba destrozada, y permaneció toda la noche inmóvil, mirando todos los tapices que había tejido para la pobre criatura, todas las agujas con las que había dibujado su carita, todas las cicatrices en sus dedos. Quise dejarla sola, y al amanecer descubrí un gran charco de sangre saliendo de esa habitación. Se había cosido los ojos, incapaz de ver de nuevo esas absurdas historias de una vida que ya no es vida.
Y ahora que ella ya se ha ido, con este alfiler en mano me pregunto si debo tejer esta historia en un tapiz, o debo escribirla en mis venas.
Personajes planos
No es extraño padecer de trastornos del sueño cuando la única luz procede de algunos fluorescentes que apenas permiten leer un libro. A cientos de metros de cualquier forma de vida que pueda dar los buenos días, o quizá tardes o incluso noches. Después de haber pasado días en un tubo de acero presurizado para adaptarse a las altas presiones abisales sin mayor compañía que la propia locura, el tiempo se vuelve algo insignificante.
Pero al fin, el periodo necesario para la aclimatación había cesado. Ahora solo debía preparar el equipo en la campana de inmersión y esperar pacientemente hasta tocar fondo. Su labor era sencilla: se había reportado una pérdida de suministro eléctrico en uno de los sectores de la plataforma, por lo que se suponía que los cables sumergidos habían sido dañados, así que él debería realizar una mera labor diagnóstica de los daños.
Por supuesto surgen preguntas. ¿Cómo es que se le autorice a un buzo de aguas profundas a realizar una inmersión de más de 2 kilómetros solo? Bueno, la plataforma no poseía un capital suficiente como para poder contratar a un número de buzos suficiente para realizar múltiples tareas simultáneamente, y el equipo restante se encontraba reparando una de las columnas de la plataforma, cuya estabilidad se había visto comprometida por un impacto importante. Claro que la legalidad de enviar a un solo operativo seguía siendo cuestionable, pero él tenía ya una gran experiencia, así que no pondría objeción. Ahora, ¿cómo es posible que unos cables diseñados para soportar más de 15 atmósferas e impactos de casi un kilotón pudieran resultar dañados? Eso es lo que él pensaba averiguar.
Mientras descendía, no podía dejar de pensar en que, al regresar, de nuevo debería esperar varios días en soledad para poder volver a ver el sol. Ni décadas de experiencia pueden acostumbrar a un ser social como el humano a estar solo. Pensaba en esas cosas en voz alta, como si estuviera dialogando con alguien, aunque nadie debía contestarle. Y durante las largas horas que duraría la inmersión, sus ojos se iban cerrando a cada rato. Al principio intentaba morderse el pulgar o seguir hablando, pero la modorra le podía, y cada vez su consciencia era incapaz de actuar.
Y en algún momento, un fuerte golpe es audible. Él estremeció del susto, pero poco tiempo duró su vigilia y su cabeza siguió zarandeándose con los ojos entreabiertos. Ahora, otra vez algo golpea el casco, y otra vez, y una vez más. Es difícil saber de donde vienen los golpes, y menos aún si no estás prestando atención. Él siente como si estuviese en su hogar, y alguien llamase insistentemente a la puerta.
¡Qué demonios! Lárgate, no quiero propaganda.
Pero ahora los golpes aumentan su frecuencia, y su fuerza. Las campanas de buceo no están diseñadas para romperse, sino para deformarse, y una importante abolladura se va formando enfrente suya. Es consciente en cierta forma de que algo está yendo terriblemente mal, y que su vida corre riesgo, pero es incapaz de actuar. Como una parálisis del sueño. Pero aún así es capaz de articular palabras
No, basta. ¿Qué- qué quieres de mí?
Aplastarte
Intenta responder pero solo consigue respiraciones forzadas y murmullos sinsentido. Cada vez hay más abolladuras por todo, y cada vez son más profundas. Lo que antes fue un recinto donde apenas podría caber una persona sentada, se va estrechando dejando apenas el espacio de un armario. Él empezaba a temer a morir, de forma paradójica, aplastado por la propia campana que le protegía de ser aplastado por el océano.
El espacio sigue reduciéndose, y con otro gran impacto, su torso es empujado hacia adelante. Se golpea intensamente la cabeza contra la pared y, gracias a ello, logra unos segundos de lucidez que usa para encender las luces de la campana. Arañándose los muslos para intentar despertarse, mira a través del ojo de buey a sus pies. Gracias a la luz logra ver multitud de colores, que en su mente lentamente van cobrando forma. ¿Gambas? No, aún peor. Cangrejos. Langostas. Estomatópodos. Docenas de crustáceos golpeando la campana con la fuerza de balas del calibre 22.
Está siendo consumido lentamente y es incapaz de actuar, como si estuvieran apretando una lata de refresco. El tiempo se siente más lento a cada segundo, mientras lucha por recobrar su consciencia y salir de esa trituradora. Logra hablar, sonámbulo.
¿Qué es esto? ¿Estoy soñando?
No, te estoy aplastando. Aplasto tu cuerpo, aplasto tu mente, aplasto tu vida. Todo será plano.
Y así, todos los crustáceos que lograba ver rápidamente se despegaron. Se podía ver el suelo con los cables como láminas de papel, y algo deslizándose junto a ellos. Ya no sabía si lo que estaba viendo era real. Era enorme. Veía tentáculos por todo, constriñendo los cables y las rocas, saliendo de un cuerpo serpenteando. Y al final de todo, dos cabezas o dos valvas monumentales de las que no dejan de salir crustáceos. Estas dos se alzan a la altura de la campana, y lentamente se van cerrando.
Ahora serás plano.
Nota del Dr. Vicario: En 21 de enero de 2021 se declaró el cierre de la estación ███ ██ ██████, una plataforma petrolífera a apenas 700 km de San Francisco, Estados Unidos, por motivo de deterioro de infraestructuras. Públicamente se dio a conocer que habían ocurrido una serie de incidentes con explosivos sin ningún herido que causaron daños de un coste demasiado elevado que no estaban dispuestos a abordar. No hay registro de la muerte de ninguno de los trabajadores de la plataforma.
Me duele el corazón
Se agarró el brazo izquierdo y perdió la consciencia. Un infarto de miocardio por una insuficiencia cardíaca de largo desarrollo. Lo reanimaron una vez, y luego otra, y se plantearon si hacerlo una tercera vez de ser necesario, pero había buenas noticias, y malas también. Un vecino de la comunidad acababa de entrar en muerte cerebral tras una situación de asfixia, por lo que lo hacía el candidato perfecto para un trasplante. Es cierto que estaba muy lejos en la lista de trasplantes, pero siendo un pueblo pequeño, se saltaron los protocolos y ya tratarían de ocultarlo.
Sorprendentemente, la operación fue exitosa. La única secuela importante fue el surgimiento de una apnea del sueño. Se despertaba con la boca seca sintiendo que alguien lo asfixiaba, que por más que quisiera no podría inspirar. Ese era el menor precio a pagar, sabiendo que le habían quitado el corazón.
Tan pronto como recuperó la razón, preguntó por su mujer, Anna. Las enfermeras se miraron, extrañadas, y comentaron que nadie le había venido a visitar todavía. Entonces solicitó hacer una llamada:
-Hola, corazón, ¿dónde estás? Ven a visitarme cuando puedas, tengo ganas de verte.
-¿Cómo? ¿Quién es?
-¿Quién va a ser, tonta? Yo, Josh.
-¿Josh?
-Tu marido.
-Si esto es una broma, no tiene gracia. No vuelvas a llamar.
Los recuerdos previos a la operación aún eran difusos. Trató de indagar en su memoria, buscando una razón para que su mujer no quisiera hablar con él. Recordó el sonido frenético de los muelles de un colchón y un sabor muy seco en la lengua, como si se estuviera chupando tela; y gritos ahogados, pero no era su voz, ni la de Anna. Con suerte, con el tiempo se le aclararía la memoria.
Dada su situación, los médicos decidieron darle el alta a los pocos días con el debido tratamiento para evitar el rechazo. Era ya de noche cuando llegó a su casa, y la encontró cerrada. No quería llamar al timbre para poder darle una sorpresa a Anna, así que acudió a la llave que guardaban oportunamente bajo el felpudo en caso de emergencia. Entró sigilosamente y puso el código de la alarma.
Subió a su habitación y vio a su mujer durmiendo plácidamente, ocupando todo el colchón. Trató de acurrucarse a su lado, pero tan pronto como se posó sobre la cama, ella se estremeció y gritó. Bajo la poca luz que entraba por la ventana, ella cogió y blandió la lámpara sobre la mesa de noche.
-¿Quién demonios eres tú?
-Primero, baja eso, ¿quieres? Me costó un ojo de la cara. Segundo, soy yo, Josh. Llevamos 13 años casados, ¿pero qué es lo que te ocurre?
-Mi marido está muerto, bastardo.
-¿Muerto? Ah, creo que te entiendo. No, solo fue un susto, pero al final pudieron operarme. ¿Es que no me reconoces?
-Puedo garantizarte que mi marido está muerto. Murió ante mis ojos en esta misma cama. El muy cerdo quería el divorcio… Pero ahora eso da igual, ¡largo de mi casa!
Y con esas palabras, el corazón de Josh despertó y pudo recordarlo todo. Sí, estaba en otro cuerpo, pero eso no afectaba a ese sentimiento de decepción y traición. Comenzaron a forcejear, hasta que Josh la inmovilizó, y con la ayuda de una almohada, la intentaba ahogar, igual que ella lo había hecho tiempo atrás.
-Esto podría haber acabado de otra forma Anna, pero esto es lo que tú querías. Te espero en el infierno.
Banquete solidario
Era una familia muy afortunada, o quizá muy desdichada, por sobrevivir a las calamidades de la guerra nuclear. Pero el mundo había cambiado, había sido "mutilado", y la situación de pobreza, miseria y muerte de la posguerra de prolongaría de forma indefinida. Subsistir en un entorno hostil donde la comida y agua escasean o están contaminadas, y la solidaridad de la humanidad ha quedado reemplazada por un justificado comportamiento egoísta en pos de la supervivencia.
La antaño ejemplar familia Torres había sido confinada a su propio sótano, que actuaba a modo de búnker. El padre, la madre y dos pequeñas criaturas indefensas. Pasados dos meses del fin de la guerra, los recursos en su nuevo hogar comenzaban escasear, por lo que el padre decidió partir en una expedición de la cual todos sabían que no sería capaz de regresar. Ahora la unidad familiar, lo único en que podían confiar, había resultado fragmentada. La madre, con sus dos hijos, estaban abandonados aguardando el fin.
Pero la esperanza regresó con una serie de golpes frenéticos contra la puerta del búnker. Esperaban encontrarse a su padre, y así fue, pero no en la forma que esperaban. Descansaba moribundo sobre sus rodillas, demacrado y famélico, con una carta en su regazo. Se la entregó a la madre y cayó al suelo, de donde no volvería a levantarse. Aun así, no era la situación más cruel que habían presenciado los pequeños.
En el reverso de la carta, había escrita una frase con presuntamente la sangre y la letra de su marido.
Tenéis que ir. Es lo único que he podido encontrar, y es también vuestra única opción. No han podido hacer nada por mí, pero aún os pueden salvar.
La carta, escrita a máquina sobre un fondo dorado, era una invitación a un banquete esa misma noche en una mansión a apenas algunos kilómetros de su posición. El riesgo de salir por la radiación en ese momento era lo de menos. No obstante, la madre jamás supo de la existencia de ese recinto, por lo que no sabía si podía confiar en lo que parecía ser un rico altruista, pero como bien había escrito el padre de familia, no había alternativa.
Esa noche los tres recogieron sus pertenencias y partieron hacia la mansión, con la lejana esperanza de que pudieran proporcionarle cobijo. Curiosamente, era más seguro salir de noche que de día. Al llegar a la mansión, fueron recibidos por un hombre alto y corpulento con una máscara de lo que parecía ser una cabra. Al mostrarle la invitación, y sin mediar palabra, les dejó entrar. Se trataba de un recinto enorme, con largos y laberínticos pasillos por donde les guío el portero. En las diferentes habitaciones de la mansión, pudieron observar a muchos otros portando máscaras de animales.
Finalmente, llegaron al salón principal: una cámara enorme con una larga mesa donde fácilmente cabrían 40 personas. Se sentaron, y con el paso del tiempo, fueron llegando 3 familias más. Al llegar la cuarta, también entró un hombre muy anciano quien decía ser el anfitrión de la cena.
-Damas, caballeros, y niños también; sean bienvenidos a mi humilde morada. En estos tiempos de crisis y miseria, la cooperación es clave para mantener nuestra humanidad. Esta noche, podrán comer hasta la saciedad, es todo cuanto yo puedo ofrecerles.
-¿Y qué esperas que te ofrezcamos nosotros?- interrumpió la madre.
-No espero nada más que su compañía. Y ahora, sin más dilación, ¡que dé comienzo el banquete!
Dicho esto, una docena de trabajadores enmascarados fueron cubriendo la mesa de diferentes alimentos: sopas y cocidos, quesos y embutidos, carnes a la brasa… Y de postre, gelatina. Sin embargo, ninguno de los trabajadores se sentó con ellos a la mesa. Durante el encuentro, las familias compartieron sus pérdidas y penurias, y el anciano les explicó cómo había logrado amasar su fortuna previo a la guerra. Había sido propietario de múltiples granjas e incluso zoológicos alrededor del mundo, pues era un gran fanático de los animales. Era una persona amable y serena, pero podía notarse como miraba mucho el reloj de pie de oro macizo en una de las paredes del salón. Cuando quedaron todos saciados, el anfitrión se levantó.
-Les agradezco enormemente que hayan aceptado mi invitación y hayan escuchado las batallitas de un viejo como yo. Antes de que se marchen, me gustaría obsequiarles con una visita a mi zoo particular, donde residen algunos de mis animales favoritos que pude salvar en su momento. Son mi única compañía real.
-Perdón, sí, aquí. ¿Hay alguna forma dé que nos de cobijo? Esta mansión es enorme, y seguro que apreciará nuestra compañía.- comentó la madre.
-¿De modo que quieren vivir aquí conmigo? ¿Todos los demás también lo desean?
Todos los invitados asintieron.
-Bueno, supongo que no me puedo negar. Sean bienvenidos a su nuevo hogar. Y antes de enseñarles sus aposentos, síganme, muero de ganas de enseñarles mi ganado.
El anciano, acompañado de algunos de sus trabajadores, escoltó a todos al ático de la mansión. Conforme más se acercaban al último piso, más se podían escuchar los golpes encima, así que no era descabellado pensar que verdaderamente tenía animales allí. Los pasillos parecían interminables, y daba la sensación de que hubieran estado caminando en círculo mucho tiempo. Muchos empezaron a tambalearse, y uno por uno fueron cayendo al suelo. Para cuando se dieron cuenta, no tenían fuerzas y todos cedieron.
La madre se despertó junto a sus 3 hijos en una jaula diminuta, en lo que parecía ser un ático, rodeados por decenas de jaulas para animales con otras familias. Allí los estaba observando el viejo.
-Lo lamento, quizá la comida que les sirvieron no estaba en el mejor de los estados, así que le pedí a mis subordinados que los llevasen a sus habitaciones. Ojalá sean de su agrado. Espero que resulten una compañía tan agradable como la de la pasada noche y, si me llegase a cansar de ustedes, bueno… Ya se lo imaginan, podré organizar un nuevo banquete.
Prisión de carne y hueso
Hay destinos peores que la muerte. Al final del día, la muerte llega a todas las almas, pero el camino labrado puede ser muy doloroso. Por muy justa que sea la muerte, la vida siempre es arbitraria, y en ello radica el equilibrio de la existencia.
La policía la encontró, abandonada, en la cuneta de una de las carreteras de las inmediaciones de la ciudad. Tras tres meses de arduas búsquedas y campañas tratando de recuperar a la joven, ya se había abandonado toda esperanza, con el anhelo de, al menos, poder encontrar su cuerpo inerte. En el fondo, todo el mundo deseaba volver a verla una vez más, y poder apaciguar todo el daño que el secuestro había causado en sus corazones. Y ese deseo se hizo realidad, pero a qué precio.
Envuelta en una sábana blanca, que rozaba el límite para considerarse sudario, yacía inmóvil esperando que alguien la ayudara. El oficial que la destapó abandonó la escena en el acto para vaciar sus entrañas, y a él le siguieron todos los oficiales de patrulla. Ella se sentía observada, juzgada, avergonzada. Confirmaron que aún respiraba y el escándalo fue aún mayor, pero no se daba cuenta de nada. Solo sabía que había gente con ella, y no podía entender nada más.
En el hospital no pudieron hacer demasiado, pero consiguieron mantenerla estable mientras intentaban averiguar cómo contar a todos aquello que habían encontrado en la cuneta. Eso ya no era humano, pues ningún humano tiene derecho a acabar así. Sus piernas y sus brazos habían sido amputados, pero no conservaba el recuerdo de un corte limpio, sino que los fueron despedazando poco a poco, tomando medidas para que conservase la consciencia en todo momento. Sus ojos no estaban en sus órbitas. Sus orejas, al igual que su nariz y su lengua, habían sido cercenadas. Sus tímpanos no volverían a funcionar. Los labios habían sido sellados de forma irreversible, y dependía de una sonda parenteral para alimentarse. Lo que restaba de lo que alguna vez fue la bella cara de una joven sufría quemaduras por ácido. Como último detalle, pero no por ello insignificante, su torso estaba recubierto de cicatrices y suturas de operaciones tratando de extraer órganos. Los suficientes como para que pudiera seguir viviendo.
Y claro está, quién sabe cuántas veces pudieron aprovecharse de ella. Jamás podría saberlo nadie porque no podía hablar, ni gesticular, ni parpadear siquiera. No tenía forma humana de comunicación, ni tampoco había forma de comunicarse con ella. Centenares de personas pasaron llorando a los pies de su cama. Fue portada en revistas, periódicos y telediarios más veces que se puedan contar con los dedos. Y la tragedia de su historia incentivó una investigación implacable contra la red de criminales causantes de su desgracia. Pero ella no podía saber eso.
Ahora había sido forzada a vivir en su propio mundo. Un lugar sórdido, sin color, sin sonido; tan solo con un profundo dolor que jamás desaparecerá. No podría escapar de ninguna manera, y nadie podría ir a visitarla. Estaba encerrada en su propia mente, y había perdido noción del tiempo y de la realidad. Sus recuerdos cada vez se volvían más difusos, y la claridad de su mente se nublaba. Su único deseo en ese momento era acabar de una vez con su miseria. No podía tolerar seguir como un árbol viviente. Pero lamentablemente, nadie nunca podría ayudarla porque nadie sabía qué es lo que pensaba.
Nota del Dr. Vicario: No hay registro de ningún caso tan extremo hasta la fecha.
SCP-ES-251-1 cesó de generar movimientos sobre la máquina de escritura tras la liberación del documento del Anexo 9. Meses más tarde, un miembro del equipo de limpieza accidentalmente presionó el botón correspondiente a la letra "Y" de dicha máquina, lo cual supuso una reactivación de la actividad de SCP-ES-251, redactando al cabo de 10 días la frase "Y aún queda una historia más por contar", y de nuevo, los movimientos cesaron. En base a esta información, el Dr. Vicario teorizó que podría existir una comunicación directa con SCP-ES-251 por medio de la redacción en esa máquina de escribir, lo cual se corroboró tras presionar las teclas correspondientes a la palabra "hola.", lo cual se redactó y debajo se escribió "Un placer.".
El siguiente documento es la transcripción de la interacción entre el Dr. Vicario y SCP-ES-251 por el procedimiento anteriormente descrito, proceso que cursó a lo largo de un periodo de 150 días.
Dr. Vicario: Hola.
SCP-ES-251: Un placer
Dr. Vicario: ¿Eres un ser humano?
SCP-ES-251: Solía serlo.
Dr. Vicario: Me llamo Santiago, ¿cuál es tu nombre?SCP-ES-251: Quedó censurado.
Dr. Vicario: ¿Cómo has acabado así?SCP-ES-251: Cuando me prohibieron escribir con tinta, aprendí a escribir con sangre.
Dr. Vicario: ¿Para quién escribes?SCP-ES-251: Para los que quieran leer, como tú.
Dr. Vicario: ¿Pretendes contarme algo con tus cuentos?
SCP-ES-251: La literatura siempre oculta un mensaje detrás.
Dr. Vicario: ¿Cuál?
SCP-ES-251: Me temo que solo soy un mero escritor, no soy aquél que debe interpretar.
Dr. Vicario: ¿Tus cuentos se refieren a acontecimientos reales?
SCP-ES-251: Toda forma de literatura tiene su base en la realidad.
Dr. Vicario: ¿Lo que escribes sucede en la vida real?
SCP-ES-251: El destino ya está escrito.
Dr. Vicario: ¿Por qué has dejado de escribir?
SCP-ES-251: Tengo una historia más que contarte, pero te será difícil leerla.
Dr. Vicario: Intentaré interpretarla, ese es mi trabajo. ¿Puedes contarme esa historia?
SCP-ES-251: Ese último cuento, eres tú, Santiago. Tú eres la Décima historia.
Dr. Vicario: ¿Qué significa eso?
SCP-ES-251: Mis cuentos han contado la vida de todos los hombres y todas las mujeres. Desde que dejan de ser niños, conocen el amor, logran su primer empleo y aportación a la sociedad, sellan el vínculo con la persona con la que pretenden compartir el resto de sus vidas y tienen descendencia en la que plasmar sus vidas. Sin embargo, la rutina crece en sus adentros y aborrecen su labor e incluso a la persona a la que cedieron su corazón, y así acaban solos a merced de los elementos, esperando a que el deterioro y la vejez les consuman.
Dr. Vicario: ¿Qué tiene eso que ver conmigo?
SCP-ES-251: Todos los seres humanos nos adaptamos a este patrón, a esta estructura de novela, y aunque a veces una vida particular pueda resultar una historia más original, siempre todas pueden leerse semejante a mis cuentos. Pero tu historia es un cuento totalmente distinto, Santiago. Tu destino no está escrito, pero mi Décima historia será el cuento de tu vida.
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