SCP-7841-ZA
Puntuación: +2+x

El camión chisporrotea a medida que se queda sin combustible y finalmente se detiene en el camino del bosque. Un segundo después, los faros se apagan.

No pasa nada. Ha cumplido su última misión.

Dos hombres salen de la parte delantera del camión y seis más bajan de la parte trasera — entre todos sostienen una caja metálica alargada como un ataúd. Desde el interior se oyen débiles gemidos que resuenan como un eco, el sonido se pliega como papel estropeado. Ninguno de los soldados — pues son soldados, con uniformes de combate y camuflaje nocturno — le presta atención, ni siquiera cuando el sonido se convierte en arañazos.

Llevan días escuchando estos sonidos. Semanas.

Dejan el cadáver del séptimo soldado dentro del camión, saqueado y abierto y desnudo en todos los sentidos. Antes de iniciar este gran viaje, lo echaron a suertes — y el desafortunado séptimo fue seleccionado para el papel de comida. Él había estado feliz de aceptar la apuesta, pero menos feliz de cumplirla. Así funciona el mundo.

El cielo arde en rojo. El fuego se vierte sobre el horizonte.

Brevemente, los dos hombres — sombríos en estatura y propósito — se vuelven para contemplar la revelación. Ociosamente, el que está al mando, todo pelo rizado y ceño fruncido, se frota el hombro — se frota el espacio en blanco que una vez albergó una bandera. Luego, recordando su propósito, prosiguen su marcha. Si acaso, aumentan la velocidad.

Al fin y al cabo, queda poco tiempo.


Ítem #: SCP-7841-ZA

Clasificación del Objeto: Seguro

Procedimientos Especiales de Contención: SCP-7841-ZA debe ser almacenado en una celda de contención ubicada en el Sitio-29. Se utilizarán correas para evitar que SCP-7841-ZA escape o intente autoinfligirse heridas. Los guardias tienen prohibido herir o infligir dolor a SCP-7841-ZA a menos que así lo solicite específicamente el personal de investigación.

Los preparativos para transportar a SCP-7841-ZA al Sitio Elapse están en marcha. Con este fin, se ha establecido una colaboración con el ejército Zakosiano — una vez que se haya abierto un corredor adecuado a través del territorio Leauaniano, y el Sitio Elapse haya sido despejado de personal de la rama -LEA, SCP-7841-ZA será escoltado directamente hasta allí.

De este modo, un nuevo mundo será creado.


Este hombre de cabello rizado mantiene una mano en su funda mientras se abre paso a través de la maleza del bosque, con unos ojos verdes desconfiados que se mueven de un lado a otro. Con la situación actual, no se imagina que los arqueólogos leauanianos estén dispuestos a morir por su excavación, pero siempre existe el riesgo de los animales salvajes. Lobos, jabalíes y grifos, en busca de comida. En estos días, todo busca comida.

Este hombre se llama Bayel. De su bolsillo saca una barra de hierba tejida y arranca un trozo con los dientes. Mastica con dureza, pero su estómago está saciado.

Bayel es era un soldado de la nación de Zakos, que trabajaba para la rama nacional de la Fundación SCP. Nunca ha sentido lealtad a una nación u organización, pero hoy siente algo que quizá sea su primo: la obligación de la supervivencia humana. La continuación humana no requiere humanidad, per se, pero él siente, sin embargo, que ése es su altruismo.

Antes, cuando todo esto empezó, tenía equipos y equipos de investigadores a los que recurrir — ahora no tiene nada más que a estos siete y su carga. Bayel no tiene problemas con eso. Sólo estos siete permanecen porque sólo estos siete pueden ser predecidos. Sus mezquinos deseos y ambiciones pueden redirigirse fácilmente por los caminos que él necesita. Cualquiera más inteligente que eso ha sido purgado.

"¿Señor?" su acompañante, una mujer de pelo rubio como la paja, mira temerosa a su alrededor en la oscuridad. "¿Realmente está aquí? ¿No debería haber señales o — o vehículos, o algo?".

Brevemente, Bayel considera la posibilidad de matarla, pero el momento para tales medidas ya ha pasado. Hacerlo ahora sería contraproducente. Lo único que conseguiría sería crear miedo y dudas en los corazones de los demás, y entonces Bayel tendría que matarlos a ellos también, y entonces tendría que cargar con la caja él solo.

Una caja con el futuro dentro debe manejarse con cuidado.


Descripción: SCP-7841-ZA es un varón humano con una psicología singularmente defectuosa.

SCP-7841-ZA posee la capacidad de "reflejar emocionalmente" a aquellos que le rodean. Aunque los traumas sufridos durante su juventud le han hecho reticente a hablar sobre este tema, SCP-7841-ZA — cuando se le ha preguntado con dureza — ha descrito esta capacidad como algo que le permite imaginarse a sí mismo en el lugar de otro organismo. Si esta descripción es exacta, esto le proporciona una comprensión de las emociones de los que le rodean, junto con imitaciones superficiales de las mismas.

Como resultado de este reflejo emocional, SCP-7841-ZA posee una fuerte aversión a infligir dolor, ejercer violencia y la mayoría de las demás actividades necesarias para la supervivencia.

En el momento de escribir estas líneas, SCP-7841-ZA tiene treinta y tres años y se encuentra en una condición física estable, salvo por lesiones preexistentes resultantes de palizas durante su juventud. Tras la identificación de sus rasgos únicos en una granja infantil, SCP-7841-ZA pasó por las manos de muchos coleccionistas privados hasta 1982 AC, cuando fue adquirido oficialmente en subasta por la rama Zakosiana de la Fundación SCP.


El grupo tarda casi dos horas en llegar a su destino. Por lo que Bayel ha leído sobre este lugar, normalmente sería imposible encontrarlo, pero la infestación de tiendas y equipos de excavación de sus antiguos huéspedes leauanianos facilita las cosas. La infraestructura está abandonada — no hay duda de que los arqueólogos ya han huido al refugio antiaéreo.

En la distancia, otra columna de luz atraviesa el cielo. Está más cerca que la anterior. Se les acaba el tiempo, pero eso no es nada nuevo.

Los soldados están cansados, empiezan a ponerse de mal humor. Hay muchas posibilidades de que esta molestia acabe en un derramamiento de sangre, y entonces todo acabaría de verdad. Bayel se ha dado cuenta hace poco de que se ha pasado todo el tiempo caminando sobre cristal, temeroso de que cada paso en falso acabara en masacre. No se equivoca.

La boca negra del túnel les invita a entrar, la oscuridad sonríe como un vórtice. Los ojos se esfuerzan por enfocarla, moviéndose de un lado a otro, como si no quisiera llamar la atención. El vacío se mofa.


Anexo 7841-1 (Nota del Director Bayel)

Este mundo está muriendo. ¿Quién lo negaría?

Las tormentas de plagas lanzadas por Antusia. Los duques carniceros de Sezeleone abriéndose paso por el continente. El Bailarín de Ojos Grises gritando por la radio. Mira a cualquier dirección y verás un horror, y todos lucen como nosotros.

Has oído las historias, como yo. Sobre la gran máquina que los Leauanianos han encontrado. Dicen que es el huevo de un nuevo mundo, pero su gobierno no les cree. Nuestro gobierno no les cree. Yo les creo. ¿Y qué?

Quizás este no sea nuestra primera vez, dicen. Quizás podamos hacerlo mejor la próxima vez. Quizás, quizás, quizás. Pero no lo haremos mejor la próxima vez. Somos incapaces de hacerlo. Cada uno de nosotros es una isla, libre de toda debilidad, pero esa misma es nuestra debilidad.

Somos incapaces de eso… como somos ahora. Pero, ¿y si no tuviera que ser así?

Después de todo, tenemos la yema del nuevo mundo justo aquí.


La marcha a través del túnel es más larga que la marcha hacia él. Durante horas y horas marchan, cansados, mientras la tierra tiembla y tiembla. Los bombardeos se han intensificado, pueblos y ciudades son borradas del mapa en masa. Pero aunque el fuego arrasa la tierra, los mares hierven y el suelo se desmorona, el túnel no se mueve. Fue hecho por manos extrañas.

Un sinfín de ventanas se alinean en las paredes del túnel, y a través de ellas ven maravillas. Máquinas para las que no tienen nombre, imposibilidades científicas, cosas que escaldarían las páginas en las que fueron grabadas. La mayoría de las cosas son contempladas con asombro, otras son rechazadas con la mirada.

Y siempre, el caminar.

Uno de los soldados cae, exhausto, y lo dejan. Es más que posible llevar el ataúd con cinco. Pasan largos minutos y no les alcanza. Se olvidan de él.

Finalmente, finalmente, el túnel se abre en un espacio parecido a un atrio — o quizá a un centro de control. Las paredes están recubiertas de ordenadores, enroscados como raíces o serpientes apareándose, que se extienden hasta el techo y, en algunas partes, lo atraviesan. Todo el lugar era como un lío de cosas que crecían unas a través de otras.

Y apestaba. Apestaba a nacimiento.

Bayel miró a su alrededor, y una rara sonrisa se dibujó lentamente en su rostro vacío. Todo es como sugerían las fotografías de espionaje. Esto podría funcionar. Esto funcionará.


Anexo 7841-2 (“Operación Nyx”)

La siguiente es una notificación automática. El Destacamento Móvil Adri-91 ha partido del Sitio-29 para iniciar la operación final. Todo el personal que no participe en la operación debe presentarse en los refugios designados. El personal al que aún no se le hayan proporcionado refugios debe permanecer en sus puestos hasta que se les comunique lo contrario.


La cámara de molde es como la pecera de un pez dorado, llena de líquido viscoso que se arremolina en simpatía con los movimientos de sus ocupantes. SCP-7841-ZA es introducido desde arriba, su diminuta forma resulta aún más patética cuando está mojada.

Su rostro ha sido aplastado muchas veces, cada rasgo desalineado. Tiene los brazos y las piernas torcidos por el mismo abuso y todo el cuerpo retorcido. Está casi ciego. Ya no tiene dientes. Es dudoso que su nariz funcione. Todo lo demás es indescriptible.

Uno de los soldados le cuenta un chiste a otro, señalando con la cabeza al cadáver viviente. Sus risas son crueles. Bayel decide que las horas han sido demasiado largas.

Primero, les informa del riesgo de que queden infiltrados en las instalaciones. Entonces, hace que se separen para realizar un barrido de seguridad. Después, los acecha individualmente y los mata - con las manos, para no hacer demasiado ruido. Bayel ha vivido mucho tiempo. Sabe bien cómo acabar con la vida de los demás.

Para cuando regresa, SCP-7841-ZA se ha despertado. Sus ojos están pintados de cataratas, pero Bayel sabe que le ven. El joven, envejecido por el sufrimiento, abre la boca para hablar, pero sólo salen burbujas. No volverá a hablar en esta vida.

Bayel se plantea saltarse esta formalidad final, pero siente que fallaría en algo vital si lo hiciera. Necesita hablar aquí, antes de que todo comience.

"Hola", dice. Por primera vez en su vida, suena inseguro.

El hombre flotante le mira a través del agua.

"El mundo se ha acabado", explica, como si fuera un conferenciante. "Esta vez no habrá supervivientes. El fuego arrasará las ciudades, los pueblos y las aldeas, así como los refugios. Todas nuestras vidas serán abono para los bosques. Y entonces…"

Agita una mano, señalando el espacio.

"…volveremos a nacer desde aquí. Esta instalación nos ha recreado, una y otra vez, desde tiempos inmemoriales. Esta vez hemos tenido mucha suerte. No creo que duremos tanto en la próxima. No somos una especie hecha para durar, ya lo sabes".

Lentamente, el cadáver viviente cierra los ojos. Ya parecía desesperado, pero de algún modo eso se ha intensificado.

"Creo que eres una especie hecha para durar", declara Bayel, su repentina confianza atravesando la oscuridad. "Un simbionte, no un parásito. Un pueblo con la capacidad de conocerse, de verdad conocerse, sin mezquindades… sin egoísmos y hambres mezquinas que los separen. O, al menos, tal vez no tanto. Estas no son las palabras correctas, sonaban… más grandes en mi cabeza, pero esto es lo más cercano que puedo conseguir. No sé si incluso me las creo, de verdad, pero…".

El joven anciano asiente.

Bayel parpadea. "¿Lo harás?", pregunta con la boca seca. "¿Serás el molde?

El joven anciano asiente.

"No vivirás para ver el nuevo mundo, sabes" advierte Bayel. "Pasarán muchos cientos, si no miles de años, antes de que —"

El joven anciano asiente.

Bayel no pierde más tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, está ante la maquinaria, tocando botones y deslizando diales como si hubiera nacido para ello. El sudor le corre por la frente debido al largo camino recorrido hasta aquí, pero el cansancio ni siquiera le hace temblar las manos. Después de todo, esto es lo último que tiene que hacer. Lo último.

Le lleva varias horas más, pero para cuando termina la noche y empieza a caer la ceniza, Bayel ya ha terminado.

Yace en el suelo, con una pistola en la mano, humeando.

El motor del mundo se pone en marcha
y el huevo eclosiona.
























Por el momento no se aceptarán propuestas adicionales de modificación conductual o cultural. Los intentos previos de mejorar las tendencias violentas y sociopáticas de la humanidad en su conjunto ya se han llevado a cabo y se han considerado exitosos.

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License