Umbral

Este del Delta del Nilo
Sitio 073-SHD de Excavación Clasificado de la Fundación
Nada acerca de la Dra. Laura Cruz gritaba abiertamente "arqueóloga" - su equipo carecía de látigos, pistolas o bolsas para guardar MacGuffins, y en su lugar había artículos más sensatos, como una pequeña piqueta para excavar, un cepillo, una lupa, frascos para recoger muestras y un pequeño tamiz para examinar la tierra. Tenía unos treinta años, la piel siempre bronceada y el pelo negro. Y en ese momento, estaba viendo cómo la magia volvía al mundo.
Había oído rumores de que el Impasse empezaba, de alguna manera, a… no acabar, pero sí a mejorar. Había sido asignada a la zona de excavación en el período más antiguo del fenómeno, cuando un amplio espectro de vida anómala se había extinguido, convirtiéndose en una especie de lodo. Esta era una excavación inútil, todo el mundo lo sabía. Buscaban pruebas de un pueblo que probablemente se había extinguido hacía miles de años, ¿y para qué? Para poder escribir un informe que se pondría junto a la caja de rotuladores negros.
La opinión de la Dra. Cruz sobre la arqueología había ido empeorando con los años. Había sido responsable de dirigir una excavación en un importante asentamiento Daevita en Rusia, pero cuando éste se convirtió literalmente en polvo bajo sus botas, se le asignó un lugar en el que era probable que aún existieran artefactos: El sitio de la Batalla del Delta, un importante conflicto que posiblemente salvó al Antiguo Egipto de los Pueblos del Mar.
Hasta esta noche, había sido algo sin importancia, algunos armamentos de bronce y berilo, una espada de hierro meteórico que había sido forjada para alguien al mando. Cavaron en la oscuridad, bajo la luz de las lámparas solares - de otro modo, hacía demasiado calor para cavar en el pantano, y el suelo era demasiado blando. Y esta noche, todavía estaba blando.
Pero nunca antes había brillado.
—¿Qué demonios es esto? —La Dra. Cruz miró el suelo que tenía delante, quitando temblorosamente una taza de café de un plato caliente. Habían apagado las luces para poder ver mejor el fenómeno; era como si estuvieran de pie sobre el cielo nocturno. El suelo oscuro había sido atravesado por un patrón de luz blanca y azul que nadie de su equipo reconocía, pero que hacía que todos se sintieran inquietos, como si el pasado les estuviera gritando—. ¡Quiero que me traigan esas lecturas, ahora!
—¡No hay nada ahí! ¡Es solo-! —La Dra. Lea Zer, una científica especializada en los suelos que trabaja a las órdenes de la Dra. Cruz, se tiró del pelo rubio manchado de tierra mientras leía el informe—. ¡Es lodo y arcilla del delta! ¡No tiene nada inusual! ¡No debería brillar! ¿Alguna vez ha brillado antes?
—Nada en el registro histórico, nada durante la batalla… ¡Estamos literalmente ubicados en un humedal artificial! —Cruz se sentó en su taburete—. La gente tuvo que construir esto, y nadie ha informado de nada parecido, hasta ahora.
La Dra. Zer tragó saliva.
—Creo que tenemos que evacuar. No me sorprendería que fuéramos visibles desde la órbita, y somos blancos fáciles.
—De acuerdo. —La Dra. Cruz se puso de pie y tomó un micrófono, lo encendió y lo conectó a los sistemas de altavoces alrededor del sitio de excavación—. Atención, todo el personal. Vamos a evacuar el Sitio hasta que podamos asegurar el perímetro. Carguen todas las muestras y suministros y suban a los camiones. ¡Quiero las ruedas fuera en cinco o menos! —Mientras decía esto, metió un último trozo de tierra brillante en un frasco para muestras que llevaba en el cinturón.
El Sitio quedó desprovisto de personal de la Fundación al cabo de cuatro minutos y diez segundos. En el horizonte zumbó un helicóptero con la insignia de la ONU estampada en el lateral. Lo único que impidió al piloto bombardear el sitio de excavación fue su lealtad a su comandante, que superaba su lealtad a la COG.
La Fundación se equivocaba en muchas cosas, pero dos aspectos eran especialmente relevantes: En primer lugar, que hubieran recuperado todos los artefactos que podrían haber servido para deshacer la crisis. En segundo lugar, que sus recientes esfuerzos hubiesen servido para derrotar al linaje Bowe, o a su Coalición para la Eliminación de la Fundación. Y por último, que éste fuera el primer y único Impasse.
Puerto Saíd, Egipto
A bordo del SCPS Phoenix
El comandante Amir Abdul se apartó de la proa de la nave para dirigirse al destacamento que habían creado. Oficialmente se había denominado Destacamento Provisional Sigma-11, sin apodo todavía. Ocho hombres y mujeres de toda la Fundación, enviados a recuperar tres sitios arqueológicos que habían caído bajo el control de la Coalición.
—Ahora, tengo que ser perfectamente claro: Debido a un tratado con la recién reformada Coalición Oculta Global, ya no se nos permite referirnos a este Grupo de Interés como una división de la COG. Estamos reviviendo un apodo de hace un año, la Coalición para la Eliminación de la Fundación. —Abdul se paseó por delante de ellos—. Creemos que, gracias a que Martin Bowe está bajo la custodia de la Fundación, ahora está dirigida por John Yttoric: supuesto sumo sacerdote de los Hijos del Rey Escarlata, ocultista…
—… Alguien que probablemente tenía un póster de Aleister Crowley en su habitación cuando era niño, —intervino el agente Daniel Navarro. Los agentes reunidos soltaron una risa incómoda.
—Gracias, agente. —El comandante puso los ojos en blanco—. Yttoric estaba confabulado con un tal Bowe durante el intento de golpe de estado del año pasado, y ha tomado el mando a favor de otro. Quieren recuperar la magia bajo sus propias condiciones.
—Pero la magia ya ha vuelto. —Otro agente, identificado solo como "Wexley" por su placa, habló con voz ronca—. Con el Códice, el Filo y todo eso. ¿Esperan traer de vuelta… qué, otra forma?
—Pueden estar trabajando con la teoría de que los cuatro artefactos de los Senderos no eran los únicos. —Esta vez habló una voz de mujer, con un suave acento australiano que podía confundirse con el británico si te enfocabas lo suficiente. La Dra. Athenodora Cat (una gata de verdad, del tamaño de una gata) estaba sentada en una mesa, bebiendo de un vaso de leche—. Se propusieron otros, antes de que se descubrieran los cuatro. La Puesta de Sol sobre Varsovia de Isolda Engelhardt, la Madeja de Ariadna, el Atlas de Dante…
Abdul caminó alrededor de un mapa holográfico del Mediterráneo.
—No importa. La CEF sigue pensando que somos débiles. Intentaron devastar el 87 hasta los cimientos, pero los detuvimos. Lo mismo con el 17, el 120 y el 32. Lo lograron con el 19, sí, pero no van a conseguir ni un centímetro más. La CEF trató de salir del suelo - es nuestro trabajo cortarles las cabezas.
»Pryce, liderarás el Equipo Alfa para recuperar el sitio de excavación de los Shirdana en el Delta. Te bajas aquí. Navarro, Equipo Beta, expulsarás a la Coalición de Santorini. Ambos se reunirán en Atenas y eliminarán la base de operaciones allí.
»¿Alguna pregunta?
La agente Seren Pryce, que había llegado a bordo desde el Sitio-87, levantó la mano.
—Yo tengo una. —Su cola de caballo rubia se agitó mientras se giraba para señalar dramáticamente la forma medio dormida de un hombre de cincuenta y tantos años en la cubierta—. ¿Qué demonios está haciendo él aquí?
El Dr. William Wettle se despertó, y el libro que tenía sobre el regazo le produjo un corte en la palma de la mano. Mientras se vendaba la mano con la otra, enarcó una ceja y se encogió de hombros.
—Tengo un doctorado en historia del Mediterráneo.
—¿Qué? —La mandíbula de Pryce cayó—. De acuerdo, ¿es esto… es una especie de cosa del Día de los Inocentes, ya fuera de temporada? ¿Wetttle Manta Húmeda tiene un doctorado en historia? ¿Desde cuándo?
—Trabajo en estudios de replicación. —Wettle sonrió—. Y aquellos-
—Que repiten la historia están condenados a aprenderla. —El resto de los reunidos se quejaron. Wettle hacía exactamente el mismo chiste cada vez que le preguntaban eso.
Navarro encendió un cigarrillo con una gota de su sangre.
—Siempre quise ir a Santorini. Aunque no pensé que tuviéramos una excavación allí.
—O en Atenas. —Wexley frunció el ceño—. ¿Qué demonios encontramos allí?
La Dra. Laura Cruz habló desde donde estaba, junto al Comandante Abdul.
—Un naufragio en Santorini, es una excavación submarina. En cuanto a Atenas… —Arrugó la frente—. He oído que lo describen como un relicario, pero no estoy segura de que eso describa su magnitud.
—Bien, entonces, ¿quién está en el equipo Alfa conmigo? —Pryce se puso de pie—. Supongo que esta es mi parada.
La Dra. Cruz dio un paso al frente.
—Estás conmigo, junto al Agente Wexley y el Dr. Wettle.
Seren Pryce gritó en su interior. Ese grito siguió sonando cuando subió al helicóptero y durante todo el trayecto hasta el Sitio de aterrizaje.
La Costa de Santorini, Grecia
Bajo la Ocupación de la ONU
Daniel Navarro era muchas cosas, pero poca gente lo conocía más allá de que era un anartista que había desertado y entrado en la Fundación para actuar como agente doble. Insistía en que no formaba parte de Are We Cool Yet?, y había calificado repetidamente sus obras como "demasiado normales para ser dadaístas, y demasiado mierdosas para ser otra cosa". Más de uno de sus colegas pensó que debía haber plagiado la frase de algún lado.
Su embarcación había atracado en las costas rocosas de Santorini, evitando un Bloqueo de la ONU gracias a un dispositivo creado por el segundo miembro de su equipo.
—¿Me explicas cómo funciona eso otra vez, Doc?
—Es algo cocinado por Investigación y Desarrollo de Patafísica, bajo mi supervisión. —El Dr. Placeholder McDoctorate acomodó un dispositivo cónico bajo su brazo—. Esencialmente, hace que la gente que lo ve, vea a cualquiera en un radio de unos diez metros como si solo hubiera sido parte del fondo. Esencialmente des-protagoniza a la gente.
—Odio que eso sea una palabra. Odio la patafísica. —La Dra. Lea Zer sacó los trajes de neopreno y otros equipos de buceo del embarcadero—. El sitio de excavación está a un clic al norte, dentro del cráter.
—¡Nunca había estado en una excavación de verdad! —La Dra. Athenodora Cat sonrió mientras se desperezaba en la proa del barco—. No me gusta mucho la arqueología. Me gusta más la parte mitológica e histórica del asunto que la arqueológica.
Navarro asintió.
—Bueno, Doc, usted es la experta aquí. Ahora, ¿qué puede decirnos sobre el sitio de Santorini?
—Oh, esperen. —El Dr. McDoctorate sacó del bote un aparato parecido a un contador Geiger—. Quiero asegurarme de que la malignidad no se incremente demasiado por un exceso de exposición.
La Dra. Cat se aclaró la garganta y se frotó la cara con la pata izquierda.
—El naufragio aquí parece ser anterior a la erupción minoica de Santorini, llamada propiamente Tera. La erupción se llama así porque el tsunami resultante destruyó la civilización minoica en lo que ahora es Creta. Se ha citado como inspiración para la destrucción de la Atlántida, y la geóloga Barbara Silverstein la citó como posible razón de las Plagas Bíblicas del Éxodo - si es que le das importancia a ese tipo de cosas. —Se rio—. La erupción vaporizó una buena cantidad de materiales, pero las ruinas de la ciudad de Acrotiri lograron sobrevivir. También sobrevivió un barco, uno que no coincide con ninguna civilización mediterránea de esa época. Según los hallazgos en el yacimiento del Delta, podría estar relacionado con los Shirdana, uno de los grupos que formaban los infames y poco conocidos "Pueblos del Mar" - ambos comparten el diseño de una corona de laurel alrededor de un cáliz, con una especie de estrella de ocho puntas en el fondo.
El Agente Navarro miró a la doctora mientras seguía hablando, sonriendo más con cada palabra.
—Vale, así que eres tan inteligente como todo el mundo dice que eres. Estoy impresionado.
Mientras el Dr. McDoctorate y Navarro escuchaban atentamente, el ceño de la Dra. Zer se frunció.
—¿Nadie va a discutir el hecho de que el Escuadrón Alfa se queda con Pryce y con Wexley, y nosotros acabamos con una gata parlante?
—Una gata parlante que tiene un número clasificado de doctorados, pero permítame asegurarle que es plural. —La Dra. Cat sonrió—. Me gusta pensar que es una bendición de Atenea.
La Dra. Zer sacudió la cabeza.
—Papá quería que me hiciera chef. ¿Por qué no me hice chef?
—Cabezas en el juego, gente. —Navarro les lanzó un traje de neopreno a Zer y a McDoctorate, antes de volverse hacia la Dra. Cat—. Uh, disculpas, Dra-
—Llámame Dora.
—No creo que fabriquen trajes de neopreno de tu talla.
—Yo soy esencialmente la encargada del control de la misión. Además, —le sonrió a la Dra. Zer—, todos sabemos que los arqueólogos pueden valerse por sí mismos. Aunque me pregunto si los látigos de cuero son impermeables.
—Si el látigo de Indy pudo sobrevivir a su viaje en submarino, todo es posible. —La Dra. Zer sonrió mientras empezaba a intentar meterse en el traje—. Ahora, ¿cuál es el plan?
Sitio 073-SHD de Excavación Clasificado de la Fundación
Los humedales del Delta eran un campo de batalla de pesadilla para Seren Pryce. Había luchado en Irak y Afganistán, principalmente en el desierto y las montañas. Pero en estos humedales, moverse era casi imposible si uno quería ser sigiloso. Wettle seguía atascándose en el barro o rozando lo que estaba convencido de que eran cocodrilos (a pesar de la insistencia de Seren sobre que era poco probable que se alimentaran de humanos) y probablemente atraería una atención no deseada. Había factores potenciales de infección por todas partes, desde los mosquitos hasta el agua. Y lo que era peor, el lugar de la excavación estaba en una colina desde donde se encontraban - unas condiciones pobres para una francotiradora como ella.
Más pobre aún era el comportamiento de sus compañeros. Wexley era bastante profesional, un veterano de la Fundación, y actuaba como su vigilante. Pero Wettle y Cruz hablaban en segundo plano de las diversas blablablá históricas y arqueológicas de las que solían hablar los cerebritos. En cualquier caso, parecía que Wettle estaba perdiendo el debate que estaban manteniendo.
—… Entonces, ¿por qué no hemos oído hablar de ello? —El ceño fruncido de Cruz era evidente en su voz—. ¿Un Impasse anterior? Eso habría estado en todos los registros históricos.
—¿Lo estaría? —Wettle negó con la cabeza—. Piénsalo. Escribí un artículo sobre cómo los Shirdana y otros Pueblos del Mar podrían ser descendientes de-
—No digas la palabra con A, Wettle.
—… De una antigua civilización perdida que no debe ser nombrada.
—Incluso si fuera cierto, sería imposible de comprobar. Los Pueblos del Mar eran una coalición acuática, y el agua destruye la historia peor que cualquier incendio. —Cruz se cruzó de brazos, estremeciéndose—. Al menos el fuego deja atrás la piedra y el metal.
El Agente Wexley se volteó para mirarles con una ceja alzada. Su cuerpo estaba cubierto en gran parte por el equipo táctico, y había un pañuelo sobre la mitad inferior de su cara, dejando solo sus ojos amarillos al descubierto. Esos ojos miraron a Wettle y a Cruz de tal manera que su discusión se detuvo abruptamente.
—Si no les importa, —frunció el ceño—, estoy tratando de localizar enemigos.
—¿Puedes distinguir si el suelo es luminiscente? —Cruz recogió un poco de barro—. Tal vez es algo nocturno solamente.
—No estoy seguro, pero-
Se oyeron tres disparos desde el sitio de la excavación. Todos se paralizaron y el corazón de Seren se detuvo un instante. Tuvo que golpearse el pecho para volver a respirar.
—¿Qué mierda fue eso?
Wexley se bajó el pañuelo y respiró profundamente. Estaban a sotavento de la excavación y él podía olerlo todo.
—Aceite de motor. Pólvora. Sangre, materia gris. —Respiró más hondo y se giró brevemente para mirar a Cruz, antes de volver a mirar hacia el lugar de la excavación—. No son arqueólogos. No apestan a tierra.
Seren levantó una ceja.
—Me preguntaba qué era lo que hacías. ¿Qué Clase?
—Clase 2. No te arrancaré la yugular a mordiscos, pero se pone horripilante. —Wexley gruñó y miró hacia el campamento—. Un nuevo olor.
—¿Qué?
Wexley levantó la nariz por encima de los juncos y tomó aire.
—Huele como la vez que un amigo mío descargó un obús contra un combatiente que se regeneraba en la granja de tilacinos de la Fundación.
—¿La qué de la Fundación? —Cruz se quedó boquiabierta.
—Larga historia, la médula ósea del tilacino es crucial para la contención de al menos tres anomalías en Australia. Los tenemos clonados desde alrededor de 1997, o 1998.
Wettle frunció el ceño, mirando a Cruz.
—¿Tienes alguna muestra del suelo de la excavación?
—Uh… —Cruz rebuscó en sí misma, encontrando la muestra que llevaba encima—. ¿Qué estás haciendo?
—Probando una teoría. —Wettle se quitó la venda de la mano derecha, donde el corte que se había hecho con el papel estaba todavía fresco. Sacó la tierra con un dedo y la untó en el corte. La piel emitió una extraña luz azul y el corte se desvaneció—. Huh. —Frunció el ceño—. Bueno, eso… huh.
Wexley olfateó el aire.
—Los olores de la sangre y la materia gris han desaparecido, pero el de la pólvora permanece.
—¿Qué demonios están haciendo ahí?
La pregunta quedó sin respuesta, ya que el zumbido de los mosquitos fue ahogado por un zumbido mecánico mucho más fuerte, en lo alto.
—Estoy totalmente jodido. —Alan Hannigan, ancho de pecho y de ojos oscuros, se rio mientras veía a sus hombres levantarse, frotándose la cabeza—. Funciona. El Cáliz del Dios Cigarra funciona.
A su lado, una mujer de pelo oscuro y gafas grandes estaba de pie, observando el suelo antes manchado de sangre. Estaba indicando a la gente dónde cavar, razonando que el Cáliz tenía que estar en esta zona.
—Ha infectado el suelo, —observó Sybil Larson—. Eso es sorprendente. Tiene… que ser por la composición del cáliz. El "falso" oriykalkos a veces se filtra en la tierra que lo rodea, y las escrituras dicen que de eso está hecho.
—El poder de revivir a los muertos - no es un fenómeno poco común, considerando todo lo demás, pero… —Observó a sus hombres volver a la tienda de campaña—. Mira eso. No se tambalean ni pierden la coordinación. —Los observó mientras comían—. Tienen la función motora completa, la capacidad de comer. Una revitalización adecuada. Si la Fundación lo tuviera en sus manos…
—Probablemente lo utilizarían para alargar aún más la vida de los O5. —Larson negó con la cabeza—. Precisamente por eso se lo vamos a dar a Yttoric en su lugar. ¿Está listo el ritual?
—Tiene que recoger el sacrificio de Santorini. Los equipos deberían estar moviéndose mientras hablamos. —Una voz habló al oído de Hannigan—. Parece que tenemos prisioneros. El dron sometió a un escuadrón de cuatro personas de la Fundación. Una de ellas es una arqueóloga.
—Podría haber trabajado en la excavación. ¿Debemos exprimirlos?
Hannigan levantó la mano y frunció el ceño.
—¿Tienes algo de plata, Sibyl? Parece que vamos a necesitarla.
Atenas
Bajo la Ocupación de la Coalición
John Yttoric llevaba casi todo el día sopesando sus opciones. La CEF había empezado a marchitarse sin el nombre de un Bowe unido a ella, y de él dependía mantenerla a flote.
El Filo de la Vanguardia, el Códice de Oriykalkos, el Shakujō y el Moelur Foci habían sido utilizados para deshacer este Impasse. Pero la Fundación no rindió cuentas de los anteriores. Eligieron el nombre de "Sexto Sol" como homenaje a los aztecas, sin darse cuenta de lo acertado que era. Había habido cinco Impasses antes de éste, y la Fundación había estado, sin saberlo, a punto de descubrir la evidencia del más antiguo.
Yttoric había leído cómo se había utilizado la Madeja de Ariadna para devolver la magia a la realidad en el año 1600, cómo la Lanza de Fuego Negro había matado al Encadenador Daevita en Gettysburg, y cómo la Campana de la Entropía había sido la base de la Die Glocke cuando los nazis habían intentado devolver la magia a su manera durante la Séptima Guerra Oculta. Pero los artefactos utilizados para deshacer el Primer Impasse se habían perdido en el tiempo.
Hasta ahora.
Estaba en la costa de Atenas, con vistas a una barricada. Los arqueólogos le habían entregado una caja ornamentada, con la imagen de anillos concéntricos rodeados por una estrella de ocho puntas. Esos mismos arqueólogos habían declarado su eterna devoción a Bowe, y a la eliminación de la Fundación.
Abrió la caja, contemplando el bloqueo naval a lo largo de la costa. En su interior había una corona de oro, hecha para que se pareciera a las hojas de un laurel. Aunque tenía el peso del oro, se agitaba como si estuviera viva, y los laureles tenían la textura y el aroma de las hojas frescas. Se la llevó a la boca y aspiró su aroma con avidez.
Miró la costa de Atenas, el bloqueo que habían establecido, y se volvió hacia un hombre joven de pelo negro. Levantó una ceja.
—¿Tienes dudas, Yttoric? Arriesgo mi vida y mi integridad física al venir aquí, ¿y tú dudas de mí?
—La Corona de Sherd puede almacenar y distribuir el conocimiento. Necesito que tú lo almacenes ahí… para que yo pueda distribuirlo. —Yttoric se rio—. Habrá un momento en que esté en desventaja. Tal vez pueda usarlo para romper sus espíritus.
El joven se colocó la corona en la cabeza y se estremeció. Sus ojos se abrieron, y su color natural fue sustituido por un remolino de verde mar y un naranja apagado, parecido al bronce. Pasaron minutos hasta que se la devolvió a Yttoric.
—Ya está hecho.
—¿Aún lo recuerdas?
—Sí. Creo que… crea una copia. —Se rio—. Es como una unidad USB mágica. Una tecnología taumática que habríamos tenido suerte de tener hace cuarenta años.
Yttoric se la colocó en la cabeza, antes de quitársela.
—Son monstruosos. Todos ellos.
—¿Por qué crees que te estoy contando esto? —O5-4 se volvió hacia el mar—. Si el Consejo se empeña tanto en mantener el statu quo… creo que es hora de que la Fundación se quede obsoleta. —Levantó una ceja—. Ten cuidado con la corona, Yttoric. El Paria me dijo que su uso excesivo le hizo ganar su tercer brazo.
—¿De dónde salió su cuarto?
—Al parecer, un día se despertó así. —O5-4 se dirigió a un helicóptero que lo esperaba y partió.
Santorini
Ninguno de ellos estaba preparado para la magnitud del naufragio.
La Dra. Zer lo había visto en fotografías, con buzos al lado. Estaba enterrado en su mayor parte bajo sedimentos volcánicos, cenizas depositadas desde la Erupción Minoica de hace milenios. Solo sobresalía la proa, con un gran hueco que permitía a la Fundación acceder al resto del barco.
La proa no llevaba ningún nombre, solo un símbolo: Un cáliz con una cigarra, adornado con una corona de laurel, con anillos concéntricos detrás. Junto a él, Daniel Navarro se sintió como una mosca… antes de que golpeara el matamoscas.
—Mierda. —El Dr. McDoctorate se paseó por el agua mientras miraba el barco—. Debe ser… ¿cuáles son las dimensiones de esto?
—Nunca se pudo hacer un escaneo completo, es demasiado grande. —La Dra. Zer tenía una tableta a prueba de agua, y miraba las fotografías del lugar—. Creemos que el casco se extiende alrededor de un kilómetro de profundidad. Posiblemente sea de naturaleza no euclidiana.
—Bueno, si ese es el caso, va a ser estable. —Navarro dio unos golpecitos en el casco de la nave—. Está hecho de madera de gofer.
Los dos investigadores lo miraron con cara de pocos amigos. Navarro sacudió la cabeza y explicó.
—La madera de gofer es la madera de un árbol ya extinto originario de Oriente Próximo - piensen en el actual Irak. Cuando se corta de la manera adecuada, las estructuras construidas con ella forman un espacio que es-
—Más grande por dentro. —A través de los comunicadores, la Dra. Cat intervino con una imitación de acento británico—. Se dice que se utilizó para construir el Arca de Noé. La Fundación lleva años intentando clonar el árbol, pero prueba a replicar un organismo con un genoma de cinco dimensiones.
—Y es completamente estable, a diferencia de todo lo que ofrece la tecnología moderna. —Navarro sonrió—. Tengo un baúl hecho de ese material en mi casa. Lo uso para guardar mis materiales artísticos.
—Fascinante, —dijo Placeholder—, pero el tiempo corre. Tenemos que entrar en la nave y esperar que la Coalición no haya ingresado ya.
La Coalición, de hecho, ya había ingresado.
Cuando entraron en la nave, esperaban que toda la estructura estuviera sumergida. Pero en lugar de eso, cayeron fuera de una burbuja de agua en la parte superior, y sobre el suelo inclinado. Place evitó por poco caer en un depósito de armamento de berilio y bronce, mientras que Navarro tuvo que atrapar a la Dra. Zer y alzarla sobre lo que había sido un remo.
—He visto fotografías del interior. —La Dra. Zer frunció el ceño—. Completamente inundado. ¿Ves? —Puso el pie de forma experimental sobre la madera. Crujía y se deformaba por la podredumbre y el moho—. Todavía tiene daños por el agua.
—Esto podría explicarlo. —Placeholder señaló un conjunto de dispositivos alrededor de la abertura. La mejor manera de describirlos era como una serie de giroscopios envueltos en una nube de chispas. Miró alrededor del casco de la nave y vio puntos de luz dispersos—. Excluidores de materia. Parece que están conectados en red para crear un terreno seco. —Señaló las bolsas de agua que parecían colgar en el aire—. Esencialmente están impidiendo que el agua exista en este espacio enviándola a una dimensión de bolsillo.
—Conocí a un tipo que solía hacer fotos locas usando esos aparatos - "Fotos del Vacío", las llamaba. Creo que aún quedan algunas en la Academia Medici. —Navarro sonrió, antes de que su rostro comenzara a decaer—. ¿Pero crear una dimensión de bolsillo dentro de otro espacio no euclidiano? No soy ningún físico, pero-
—No es la mejor idea, pero debería ser estable. —El Dr. McDoctorate golpeó una parte de la madera podrida. Se rompió bajo su contacto—. Ahora, ¿qué busca exactamente la Coalición aquí?
En lo más profundo de la nave, un equipo de arqueólogos de la Coalición escarbaba entre los detritos. Varios de ellos estaban horrorizados ante la posibilidad de destruir reliquias valiosas, pero más lo estaban ante la posibilidad de que la Fundación las encontrara primero. Al frente de ellos había un hombre de apellido inglés y acento alemán.
—¿Esto es una ironía? —Luvi M. Harkness se acercó un pañuelo a la cara para protegerse de la humedad.
—¿Mmh? —A su lado, Albert Van Der Linde levantó la vista de su tableta.
—Estamos buscando un medallón que puede servir como un mapa a cualquier punto de la Tierra, y no podemos encontrarlo. —Se frotó la cara—. No sé cómo esa tonta de Sinclair se las arregló para encontrar todas las piezas del Códice, cuando nosotros somos incapaces de encontrar ni siquiera una sola baratija.
—Consiguió una parte gratis. Y la guió hacia el resto. —Albert dio un golpecito en su tableta—. Solo unas horas más para el atardecer en el Nilo. En la oscuridad, deberían poder encontrar el Cáliz.
—El Mapa del Regreso a Casa… —Harkness sonrió—. Un mapa a cualquier lugar del mundo. Tiene Poder con P mayúscula. Si la Fundación lo obtuvo…
—Lo guardarían y tirarían la llave. —Albert miró a Luvi y luego a su reloj. Sonó una alarma de ruptura del perímetro en la entrada principal del barco hundido—. Podría ser solo un pez con mala suerte. Lo mejor es comprobarlo.
—Bien. —Luvi se agarró al andamio que habían montado y empezó a subir.
Sitio 073-SHD de Excavación Clasificado de la Fundación
La Dra. Laura Cruz había sido retenida a punta de pistola varias veces a lo largo de su vida. Durante una excavación en un yacimiento Daevita en Afganistán, había sido secuestrada y retenida, esperando un intercambio de artefactos. Mientras trataba de conseguir unos artefactos pre-cristianos de Irak, éstos habían sido robados por contrabandistas y habían terminado en manos de un "museo creacionista" en Estados Unidos.
Basta decir que la Dra. Cruz no se impresionó por la forma en que Hannigan la miraba al otro lado de la mesa, con una mano en la empuñadura de su pistola y la otra golpeando la mesa.
—Háblame del sitio de excavación.
Cruz dio su nombre, rango y número de registro.
—No puedes hacer eso. Cuéntame. Sobre. El Sitio.
Cruz lo repitió. Uno de los hombres de Hannigan se acercó y le rompió un dedo; ella se cayó de la silla, gritando, y lo clavó en la tierra. La energía de la tierra subió a su brazo, y sintió que volvía a su sitio con un incómodo pop.
—Es un poco difícil amenazar con la muerte y el dolor cuando estás literalmente en el suelo donde ambas cosas son imposibles.
—Así que sabes algo sobre el Cáliz.
—… ¿Cáliz? —Cruz frunció el ceño—. Los Shirdana tenían un cáliz como parte de su iconografía, pero más allá de eso… no.
—¿Y has estado trabajando en este sitio durante… cuatro años?
—Cinco.
—¿Has encontrado alguna vez algo que se parezca a esto? —Sacó un trozo de metal que parecía de latón, pero que tenía un brillo sobrenatural, el mismo que había en el suelo la noche anterior.
—Una o dos veces. Algún tipo de medio metálico de almacenamiento de energía, una batería mágica. Nunca nada intacto, solo una punta de lanza o algo así. —Inclinó la cabeza—. Este cáliz, entonces. ¿Está hecho de la misma cosa? ¿Infundido con propiedades curativas que han infectado la tierra? Probablemente esté asociado a algún tipo de deidad de la vida o de la curación que tenían los Shirdana.
Hannigan parpadeó.
—Puede que no haya encontrado nada importante, pero he estudiado todo esto durante cinco años. Nunca hemos encontrado nada como lo que estás describiendo.
—Entonces vas a ayudarnos a encontrarlo. Van a haber algunos incentivos. —Tocó un auricular—. Disparen al doctor.
Se oyó un disparo y un grito fuera de la tienda. Luego, un gemido de dolor, y Wettle maldiciendo, alternando entre el inglés y el francés.
—Wettle es un llorón. Se curará.
—Cierto, cierto. —Hannigan sonrió—. Pero no se puede decir lo mismo del Agente Wexley. Verá, Dra. Cruz… tenemos balas de plata.
Cruz se sobresaltó.
—El sitio de excavación está por allá. Nos vas a ayudar a excavar.
El Naufragio de los Shirdana
Santorini
—No estoy recibiendo ninguna información de la Dra. Cat. —Place frunció el ceño—. Lo último que dijo fue que iba a rezar.
—La señal podría no llegar bien aquí abajo. —La Dra. Zer observó—. Estaríamos solos de todos modos.
Daniel Navarro miraba a su alrededor como si estuviera en las fauces de una ballena. Las paredes, aunque muy separadas, parecían dispuestas a cerrarse y hacer crujir sus huesos. No era claustrofóbico, pero algo en el aspecto de este lugar lo desconcertaba.
—Son las proporciones, —dijo la Dra. Zer mientras bajaban por la nave.
—¿Qué? —Navarro parpadeó.
—Eres un anartista. Piénsalo.
Daniel frunció el ceño y echó un vistazo más de cerca al barco.
—… Vale, sí, ya veo lo que quieres decir.
—Si pudieras aclararlo para la única persona que no tiene un título en historia del arte… —Place cayó extrañamente, haciendo una mueca de dolor mientras le temblaban las rodillas.
—La comprensión de las matemáticas por parte de la antigua Grecia incluía Phi, o la Proporción Áurea, un número irracional relacionado con la secuencia de Fibonacci. Se descubrió que esta proporción se conservaba entre varias facetas de la anatomía humana; los griegos utilizaron este conocimiento para construir estatuas mucho más precisas que sus contemporáneos. Cuando los romanos tomaron el poder, intentaron sustituir las estatuas de los griegos por las suyas propias, solo para descubrir que sus estatuas eran mucho más toscas. —Navarro dio unos golpecitos en el casco—. Esto me está molestando porque intenta seguir a Phi, pero está… retorciéndose de una maldita manera extraña que no puedo describir. Como si hubieran añadido un dígito extra o siete.
—Hablando de dígitos… —La Dra. Zer sonrió al ver lo que había unos escalones delante de ellos. Una pequeña estatua estaba cubierta por una tela que olía a moho; de ella sobresalían cuatro manos a las que les faltaba un dedo índice. La Dra. Zer destapó la estatua y su sonrisa se hizo más amplia—. Laura va a querer ver esto.
Navarro frunció el ceño ante la escultura. Era una especie de representación divina, eso estaba claro - estaba elaboradamente decorada y hecha de bronce. Sus manos mostraban signos de haber sujetado objetos en algún momento; la mano superior izquierda parecía tener el pomo de una espada. Le recordaba, vagamente, a las estatuas que representan a las deidades hindúes por el número de brazos y adornos, pero con una postura mucho más estática y estoica, como las que se encontrarían en Egipto o Babilonia. Su rostro, de nuevo, intentaba imitar la Proporción Áurea del estilo griego, pero estaba torcido.
—Esto es el equivalente artístico del valle inquietante. —Navarro miró la estatua fijamente—. Me pregunto por qué los dedos índices están rotos.
—Nuestra mejor conjetura es que sobresalían de alguna manera, y que tenían tendencia a romperse debido a que sobresalían del resto de la estatua - como lo que ocurre con una antena de radio en un lavadero para coches.
—¿Hablas por experiencia? —Preguntó Place.
—Desgraciadamente. —La Dra. Zer envolvió cuidadosamente el ídolo en la tela, y luego en otra capa de ella sacada de una bolsa que llevaba consigo, antes de colocarlo en la propia bolsa—. No dejes que me olvide de esto.
—10-4. —Navarro miró más hacia el interior del barco; la única luz que había era la ocasional antorcha química dejada por la CEF, pero en al fondo podía ver lámparas de trabajo adecuadas—. ¿Qué están buscando?
—Probablemente, un MacGuffin.
—No empieces con tu mierda patafísica con nosotros, Placeholder. —Zer suspiró—. He oído suficiente sobre monomitos como para que me alcance para las próximas diez vidas.
—Eso es lo que suelen ser la mayoría de los "artefactos místicos". —Placeholder asintió—. Me pregunto qué poder creen que tiene para que merezca la pena arriesgar el uso de todo un arsenal de excluidores de materia.
—¿Por qué no te lo enseñamos?
Place se dio la vuelta y le dio un puñetazo en la sien a un hombre que llevaba una Luger en la mano, mientras la Dra. Zer luchaba por tirarlo al suelo. Navarro cogió la pistola y la apuntó a su cara.
—En lugar de anunciarte ante nosotros, —siseó Place—, la próxima vez haz un par de malditos disparos de advertencia.
—¿Qué buscan aquí? —Navarro siseó—. ¿Qué están tratando de encontrar?
—Med- medallón… Mapa…, —Harkness se asfixiaba—. P-por favor…
Luvi M. Harkness tosió cuando Zer aflojó su llave de estrangulamiento. Era la segunda vez que tenía que usar su entrenamiento de defensa personal de la Fundación, y eso le hizo subir la adrenalina.
—¿Qué mapa?
—E-el que los Shirdana hicieron, —tosió—. S-se supone que… que…
—¿Qué?
—Te ayuda a encontrar el camino hacia donde necesites estar.
Place, Navarro y Zer sintieron unas manos en la espalda de sus trajes de neopreno. Hubo una ráfaga de viento y el mundo cambió a su alrededor; Place y Navarro habían pasado por suficientes teletransportes como para reconocer lo que estaba sucediendo. De repente, todos estaban en el fondo de la nave, rodeados de brillantes luces de trabajo. Un hombre estaba ante ellos, sosteniendo un círculo de latón y plata en una mano.
—¿Esta es la parte en la que monologas? —Preguntó Place—, ¿o la parte en la que nos matas?
Albert Van Der Linde puso los ojos en blanco mientras sostenía un pequeño disco hecho de lo que parecía plata, con la imagen de un mapa.
—Ninguna. Ahora. —Ayudó a los tres a ponerse en pie—. Se está haciendo tarde. ¿Qué les parece si cenamos algo?
Los tres parpadearon, mirándose entre sí y luego a Van Der Linde, con incredulidad. Place fue el primero en hablar.
—Estás bromeando.
—No somos bárbaros. —Van Der Linde resopló.
—No, pero… Nosotros somos la Fundación. Y tú eres parte de la Coalición para la Eliminación de la Fundación.
—Las cosas se pueden eliminar de diferentes maneras. —Harkness se encogió de hombros—. Solía ser parte de Psi-7, antes de que Albert me mostrara el error de mis métodos.
—Bricolaje. —Navarro sacudió la cabeza—. Dios, ese destacamento es una mierda.
—¡Independientemente! —Albert dio una palmada—. Consideren esto como… una misión, supongo. En el sentido religioso. Si no cumplen, entonces no hay daño. Pero buena suerte para salir de aquí sin sus equipos de buceo.
Zer se mordió el labio.
—Deberíamos escuchar lo que tiene que decir. ¿Qué hay para cenar?
—Chuletas de cordero.
Sitio 073-SHD de Excavación Clasificado de la Fundación
William Wettle estaba sentado entre los agentes Wexley y Pryce, una pistola en la nuca de cada uno de ellos. El peso de su inutilidad pendía sobre él mientras observaba el lugar de la excavación; Cruz estaba trabajando a punta de pistola, y ellos eran rehenes. Le habían llamado como experto en historia, pero ahora veía lo que realmente era.
—Soy el cordero para el sacrificio. —Wettle suspiró.
—¿Perdón? —Wexley le miró.
—Soy prescindible. Si necesitaban dejar a alguien atrás… ¿por qué no a Willie Wettle? Alguien más puede tropezarse y caer durante el 8 de Septiembre, cada año, por el resto de sus vidas. Está empezando a desgastarme. —Miró a su alrededor—. Quiero decir, ¿qué diablos de ayuda puedo ser? No puedo decirles nada sobre lo que buscan - yo me especializo en Egipto, Grecia y Roma. Escribí sobre los Shirdana una vez y ese trabajo cabía en diez páginas. —Suspiró y miró al cielo, justo cuando un pájaro se cagó en sus gafas.
—Vamos, ¿en serio? —Wettle miró al soldado que lo custodiaba, indicándole que iba a quitarse las gafas. El soldado se encogió de hombros y Wettle se las quitó; era hipermétrope, por lo que no podía ver sus manos delante de la cara, pero el pájaro que le había empeorado un poco el día estaba sobrevolando en círculos.
Reconoció las marcas, en primer lugar, una cabeza blanca con una corona, espalda, antifaz y banda pectoral negros. Un chorlito egipcio, supuestamente uno de los candidatos a ave que Heródoto había identificado como "trochilus", un ave que se sentaba en la boca de un cocodrilo para limpiarlo. No había pruebas de ello, pero al mismo tiempo se había observado que los cocodrilos sí toleraban su presencia. Así que tal vez…
—Hey, eh. —Wettle miró al soldado—. No dejarías que un tipo se meara encima, ¿verdad?
—Maravilloso. —Pryce puso los ojos en blanco—. Realmente me alegro de saber que William Wettle necesita hacer pis.
El soldado lo sujetó con brusquedad y lo llevó al lugar donde habían cavado la letrina, a sotavento del campamento. Parecía servir también de pozo de basura, a juzgar por la cantidad de restos de comida que había allí. En el agua cerca de ella, había un par de chorlitos sentados en un tronco.
Wettle hizo acopio del poco valor que tenía y, cuando el soldado le dio la espalda para tener intimidad, lo agarró y luchó contra él en dirección al tronco. Los pájaros salieron volando, y un cocodrilo salió del agua para intentar darle un mordisco al soldado; éste retrocedió en el último segundo, evitando su boca, pero en cambio se encontró con el puño de Wettle contra su sien.
Wettle arrastró al soldado hasta una distancia segura del agua y empezó a registrarlo. Encontró un teléfono, que de alguna manera tenía servicio, y entonces llamó.
—Mercado South Cairo Products, —dijo una voz amistosa y con un fuerte acento al otro lado—. ¿Qué puedo hacer por usted?
Wettle se esforzó por recordar la frase clave.
—Me gustaría pedir un plato de baba ghanoush de lujo, mombar para diez y un tiramisú pequeño.
—¿Café o refresco?
—Tequila.
—Un momento, mi amigo.
En cuestión de segundos, Wettle estaba conectado a una central telefónica de la Fundación. Desde allí se conectó con el Phoenix.
—¿Dónde diablos está Wettle? —Wexley susurró—. ¿Crees que trató de escapar?
—Oíste ese chapoteo de antes. Podría haber caído junto a un caimán. —Pryce sacudió la cabeza—. Con suerte se llevó consigo a ese bastardo de la Coalición.
Wexley negó con la cabeza.
—Huele a los dos, no hay sangre. Wettle está vivo, pero no sé qué está haciendo.
Se escucharon una serie de maldiciones desde el Sitio, ya que había estallado una discusión sobre la lentitud de la excavación. Acusaban a Cruz de retrasar la excavación a propósito; fue cuando Hannigan levantó la mano que Wexley se puso de pie.
—¡Oye, idiota! —Gritó. Todas las armas del campamento se volvieron hacia él—. En lugar de depender de ella, ¿por qué no usar a la persona que tiene los malditos sentidos aumentados para ayudar?
Hannigan levantó una ceja.
—¿Puedes oler la magia? Una tontería.
—Magia no, pero si tienes una muestra de lo que está hecho, probablemente pueda olerlo hasta encontrarlo.
Hannigan entró en su tienda de campaña y regresó con el trozo de metal parecido al latón. Wexley se bajó la máscara y lo olfateó, para luego dirigirse a la excavación, tomar una paleta y comenzar a excavar en un lugar que nadie había pensado hasta entonces, manteniendo el olor fresco.
—No creí que la Fundación empleara hombres lobo. —Hannigan enarcó una ceja.
—Lo creas o no, yo solía ser de Informática. —Wexley se quitó el guante de la mano derecha, revelando que su dedo índice era más largo que el medio—. Pero después de demasiadas lunas llenas, era difícil trabajar con un teclado. Así que me trasladaron a un destacamento.
—¿Cómo se convierte un empleado de Informática en un hombre lobo?
—Esa es una historia jodidamente larga para la que no tengo tiempo de hablar. —Wexley siguió cavando; sintió que sus uñas rozaban algo metálico. Vio lo que le pareció un mango que sobresalía de la tierra, algo con hojas de metal que colgaban de él. Ajustó el ángulo de su cuerpo para ocultarlo—. ¿Supongo que tienes plata en tu arma?
—Por supuesto. —Hannigan asintió.
—Dato curioso sobre eso: Originalmente, no era la plata la que mataba a los hombres lobo. Era la plata líquida. El mercurio. —Wexley se sentó para estirarse—. Por supuesto, el mercurio elemental mata todo, así que supongo que se puede decir que los hombres lobo no son tan fuertes.
—Pero la plata normal también funciona con los hombres lobo.
—Sí, porque la gente cree que es así. Lo mismo ocurre con la gente que piensa que los tréboles de cuatro hojas dan buena suerte. Creen en ello, y así es. —Del barro, Wexley comenzó a extraer cuidadosamente el objeto.
Estaba hecha de latón y de lo que parecía platino, lo cual era imposible; no se encontraba en ninguna parte del Mediterráneo. Cada una de las asas estaba adornada con lo que parecían las hojas de un olivo, y el frente de la copa tenía la imagen de una cigarra, con el cuerpo principal de bronce y las alas de platino. Wexley la miró y frunció el ceño.
—Increíble. —Hannigan sacudió la cabeza—. ¡Dr. Larson! Venga aquí y prepárelo para el transporte.
—Antes de que haga eso. —Wexley levantó la taza, dejando que la Dra. Cruz la viera—. ¿Puede responder a una pregunta para mí?
—¿Es "por qué hacen esto"? —Preguntó Hannigan.
—No. La pregunta es… "si la plata funciona en los hombres lobo porque la gente cree que lo hace… ¿qué pasa cuando un hombre lobo cree que es inmune a la plata?"
La comprensión cruzó el rostro de Hannigan al tiempo que levantaba su arma. La bala plateada alcanzó a Wexley justo en el hombro, y en lugar de que cayera al suelo, retorciéndose de dolor, pareció desprender una capa de piel y tela, dejando el pelaje expuesto debajo. A partir de ahí, Wexley agarró la piel y la tela que rodeaba la apertura y se la arrancó del cuerpo, dejando la ropa desechada y la carne disuelta alrededor de la forma de algo corpulento, bestial y furioso. Lanzó la copa a Pryce y gruñó algo que sonó como "¡Corre!".
Pryce cogió el cáliz y salió disparada. Los helicópteros de la Fundación empezaron a sobrevolar mientras Wexley reubicaba el brazo izquierdo de Hannigan a unos seis metros de su cuerpo.
El Naufragio de los Shirdana
Había dos cosas que impedían a Daniel Navarro teletransportarse fuera de la nave con el Mapa del Regreso a Casa: En primer lugar, el equipo de soldados que apuntaba con sus armas en la dirección general del Dr. McDoctorate y de la Dra. Zer, y en segundo lugar, no podía descifrar cómo se activaba. Tenía un aspecto extraño: Estaba hecho de plata y bronce y, aunque era perfectamente circular (lo había medido cinco veces), seguía pareciendo oblongo. Estaba tallado con una imagen siempre cambiante de un mapa, que ondeaba cuando él lo tocaba.
—Nunca he visto un Anarte como este, —admitió Navarro—. Es… una joya cartográfica. Conozco a un tipo en BackDoor SoHo que vendería su alma por hacer algo así.
—¿Lo clasificas como arte? —Van Der Linde enarcó una ceja mientras mordía sus chuletas de cordero—. Curioso.
—No se puede escribir "artefacto" sin "arte". —Navarro resopló—. … ¿Chiste malo? Sí. Pero muchos de los hallazgos arqueológicos son de naturaleza artística, aunque no sea lo primero que se te venga a la mente. Piensa en el arte funerario egipcio, o en la arquitectura del Partenón. Todo ello sigue principios artísticos que la cultura refinó. Egipto hizo su arte de manera que representara la mayor parte posible del cuerpo, porque así era el aspecto que uno tendría en la otra vida. —Levantó el mapa—. Nunca he visto nada como esto. —Lo colocó sobre la mesa y lo deslizó hacia Van Der Linde; las armas que apuntaban a sus colegas bajaron.
—El arte de los Shirdana se construyó con una particularidad que llamamos la Proporción de los Shirdana. Si Phi es 1.618, entonces la Proporción de los Shirdana es… aproximadamente 1.638. Es solo unos pocos grados, pero está lo suficientemente desviado como para que alguien con educación clásica lo note. —Miró a los demás—. Dr. McDoctorate, apenas ha tocado su comida. —Van Der Linde cortó una rebanada y se la comió él mismo, haciendo lo mismo con el plato de la Dra. Zer—. No está envenenada, se lo prometo.
—El hecho de que no nos dispares inmediatamente, o monologues, es preocupante. —McDoctorate frunció el ceño—. No sé qué hacer cuando el antagonista es amable.
Van Der Linde miró a Navarro.
—Es un patafísico, ¿no?
—Desafortunadamente.
—¿Sloth's Pit?
—Síp.
Van Der Linde negó con la cabeza.
—Les fascinaría lo que hemos podido investigar sobre la mitología de los Shirdana. Tiene raíces que la vinculan más estrechamente con las creencias vasco-españolas y fenicias que con cualquier cosa griega o egipcia. Pueden haber sido adoradores de Akerbeltz de entre todas las cosas, ¿pueden creerlo?
Se oyó un pitido en el reloj de pulsera de Luvi Harkness. Lo miró y frunció el ceño.
—Otra brecha en el perímetro. El Mapa, por favor.
Otro agente se acercó a Luvi y le entregó el amuleto, antes de que ambos desaparecieran.
—En caso de que uno de ellos no regrese, —explicó Van Der Linde—. Ahora, los Shirdana. —Masticó un poco de brócoli—. Todo en ellos es… esencialmente opuesto a la forma de vida griega. Eran matriarcales, en su mayor parte. Los dioses rara vez eran humanoides, principalmente tomaban formas animales. El libertinaje estaba por todas partes.
—Casi parece que estás tratando de ayudarnos. —Navarro frunció el ceño—. ¿Cuál es tu juego, aquí?
—No me gusta la Fundación. Pero Yttoric es… —Se mordió el labio—. Yo mismo soy un arqueólogo. Y él pretende hacer algo terrorífico en aras de dar a esta organización poder de permanencia. —Sacó un pequeño grimorio de su bolsillo, y se lo deslizó a la Dra. Zer—. Deberías ser capaz de descifrarlo.
La Dra. Zer lo leyó por encima.
—Es la primera vez que leo sobre un rito que profana algo. Es… —Inclinó la cabeza—. Oh. Oh, mierda.
—¿Qué? —Navarro levantó una ceja.
La Dra. Zer se aclaró la garganta y lo leyó en voz alta.
—"Con el cáliz del Dios Cigarra, hago mi imperio inmortal. Con el Mapa del Regreso a Casa, hago que mi reino sea inencontrable. Con la Corona de Sherd, hago mi reino omnisciente. Con la sangre de un seguidor, completo este pacto". —Sus ojos se apartaron de la página—. Los artefactos son parte de un ritual. Requieren la sangre de un "seguidor" para completarse.
—Y hará que la Coalición para la Eliminación de la Fundación sea inmortal. —Se frotó la cara—. El seguidor… díganme, ¿últimamente han tenido noticias de su amiga, la Dra. Cat?
Navarro le miró con horror.
—Ella estará a salvo, por el momento. Todavía tiene que organizar su transporte a Atenas.
—Nosotros… tenemos que salir de aquí. Encontrarla. —Navarro se puso de pie, listo para sacar un arma y luchar para salir. Pero en lugar de eso, encontró la mano de Luvi en su hombro—. Tenemos que irnos. Todos nosotros.
—¿Qué pasó? —Albert se puso de pie.
El barco retumbó. Miraron hacia arriba mientras los excluidores de materia empezaban a apagarse, la oscuridad acuosa consumía la nave.
—La ruptura del perímetro fue un excluidor que se quedó sin energía. Es un efecto cascada, tenemos que salir.
Van Der Linde asintió y se dirigió a Navarro.
—Les extiendo una tregua hasta que estemos en la superficie, y media hora después. Dios sabe que pocas formas de morir son peores que ésta.
Navarro asintió, extendiendo su mano.
—Déjame sostener el Medallón, entonces. Por la cadena.
Van Der Linde la envolvió alrededor de la mano derecha de Navarro. Con la izquierda, Navarro se agarró a Place, y Place se agarró a la Dra. Zer. Luego, observó cómo Van Der Linde manipulaba el Mapa en su mano. Tomó nota de cada pequeño movimiento de su boca, de cada movimiento de sus uñas, de cada desplazamiento del propio Mapa. En él se formó una imagen de Santorini que era inexacta y mostraba la isla como un anillo entero, tal como era en la época de los Shirdana, quizás. En cualquier caso, Van Der Linde se había unido al resto de sus hombres, y le gritó una orden al amuleto en un idioma que Navarro no podía entender.
Entonces, se encontraron en un barco en el puerto de Santorini, a plena luz del día. Las armas apuntaron a Navarro, Zer y Place, antes de que Van Der Linde agitara una mano.
—Retírense, todos ustedes. Tenemos una tregua con ellos, y pienso mantenerla.
Place frunció el ceño ante Van Der Linde.
—Pero… ¿por qué? Podrías habernos… disparado, allí mismo.
—Para ponerlo en términos que un patafísico pueda entender… —Van Der Linde se mordió el labio—. El Universo prefiere un villano interesante a un héroe aburrido.
Navarro, Place y la Dra. Zer desembarcaron y se dirigieron al embarcadero. Tardaron más de media hora y, cuando llegaron, encontraron signos de lucha. Marcas de arañazos y sangre en la arena, unos cuantos dardos tranquilizantes que no habían dado en el blanco y señales de una mano lo suficientemente grande como para levantar a cualquiera de ellos con un solo dedo.
—Se ha ido. —Navarro tragó saliva—. Contacta con el equipo en Egipto, ahora.
Sitio 073-SHD de Excavación Clasificado de la Fundación
La Fundación había caído sobre la excavación como un mazo sobre un huevo, pero aún no era suficiente.
Gracias al poder del Cáliz, nadie moría, ni siquiera resultaba herido. Un disparo en la cabeza se curaba en cuestión de segundos, mientras que un desgarro de tendón provocaba una ligera cojera. En este punto, era una carrera para ver quién se quedaba sin munición primero… y la Fundación estaba perdiendo.
Mientras reinaba el caos, la Dra. Cruz se escondió en la tienda donde había sido interrogada anteriormente. Su teléfono sonó y tuvo que gritar para contestar por encima de las explosiones.
—¡¿Qué?!
—¡La Dra. Cat ha desaparecido! —Zer respondió desde el otro extremo—. ¡Creemos que la Coalición se la llevó a Atenas para hacer algún tipo de sacrificio!
—Por supuesto. —Cruz se asomó por encima de la mesa, evitando a duras penas una bala—. Estoy en una especie de zona de guerra por aquí, ¡tendré que devolverte la llamada!
—¡No puedes dejar que se lleven el Cáliz! —Imploró Zer—. ¡Si lo hacen, entonces el ritual puede seguir como estaba previsto!
—Pryce tiene el cáliz. Solo necesitamos una extracción, pero estamos teniendo un tiempo infernal. La Coalición tiene más municiones que nosotros, ¡y ellos no están muriendo!
Hubo una pausa al otro lado de la línea.
—¿Recuerdas cómo golpeamos accidentalmente esa reserva de gas en ese sitio de Grecia?
—No me digas que estás sugiriendo que destruya mi sitio de excavación.
—¡Solo una pequeña parte! ¿Sabes dónde podrían estar almacenando municiones?
—Uh… —Cruz se asomó por encima de la mesa. Un hombre salió corriendo de una gran tienda de campaña verde que antes había sido su dormitorio, llevando un contenedor de munición—. Sí, está en nuestras antiguas literas.
—¿Y dónde estás tú?
—Tienda de comando. La convirtieron en una estación para interrogatorios.
—Dejamos nuestro calentador ahí dentro. Coge la pata de madera de una de las sillas, envuélvela en un paño y enciéndela con el calentador.
—¿Y luego qué? ¿Llevarla a las literas?
—… ¡Sí! Ponlo en las rondas de mayor calibre, cerca de las granadas si es necesario. Solo vuela esa mierda.
Cruz arrancó una pata de la silla y una pierna de su pantalón, envolviéndola alrededor del extremo roto. Lo dejó sobre el calentador durante lo que parecieron unas cuantas eternidades antes de que se encendiera, y luego echó a correr.
Sentía que las balas la golpeaban cada pocos pasos, haciéndola tropezar. Los músculos y las venas se unían en el instante en que la impactaban, lo cual era una experiencia surrealista. En un momento dado, tuvo que agacharse para que Wexley arrojara al agua a un miembro de la Coalición. Estaba medio segura de haber oído el bramido de un cocodrilo tras el impacto.
La tienda de municiones se había montado de forma impecable; todo estaba organizado por calibre y tipo de arma. La munición de pistola y la de fusil estaban separadas unas de otras, y la munición más pesada, como las granadas y los morteros, estaba empaquetada de tal manera que era poco probable que explotara. Sin embargo, no habían retirado ninguna de las literas del interior, por lo que había mucho combustible.
Encontró la brasa en forma de un número de National Geographic. Arrancó varias páginas y empezó a agruparlas en torno a varias municiones, abriendo cajas y arrojando cartuchos al suelo a medida que avanzaba. Cuando estuvo segura de que era posible causar el máximo daño, empezó por la parte trasera de la tienda, encendiendo las cajas de granadas, y corrió hacia la parte delantera, encendiendo toda la brasa que pudo.
La explosión se produjo cuando Cruz corría hacia las fuerzas de la Fundación, y sintió el eco de la onda expansiva en su cuerpo. Cayó al suelo, sintiendo cómo sus órganos se rompían y sanaban repetidamente por los efectos del Cáliz, antes de que la oscuridad se apoderara de ella.
El Comandante Amir Abdul inspeccionó el Cáliz mientras empezaban a atar a los prisioneros. Wexley estaba en proceso de meterse en un nuevo juego de pantalones mientras se acercaba al comandante.
—Cruz me ha dicho algo… alarmante.
El Comandante ignoró a Wexley y cogió el Cáliz por el fuste.
—¿Realmente hizo crecer el brazo de Hannigan?
—Es jodidamente poderoso, —afirmó Wexley mientras empezaba a ponerse una camisa—. Pero no tenemos tiempo para eso. Tenemos que llegar a Atenas. La Dra. Cat está en problemas. —Explicó lo que le había dicho Zer a Cruz, y lo que le había dicho Navarro en una llamada telefónica—. No tienen el Cáliz, así que no pueden seguir con el ritual.
—Pero tienen un artefacto que les permite teletransportarse. —Pryce se acercó a la mesa con Wettle a cuestas—. Acabamos de hablar por teléfono con Zer. Realmente deberíamos poner esto bajo llave y-
El espacio que ocupaba la tienda de comando fue repentinamente ocupado por un ser alto y pálido con demasiados brazos. Cogió el cáliz de la mesa con un par de dedos y volvió a desaparecer. Pryce ya le había disparado.
—¡¿Qué mierda fue eso?! —Se quedó boquiabierta.
Wettle se había desmayado por el miedo y no podía dar ninguna respuesta. Wexley acababa de terminar de ponerse la camisa cuando miró al Comandante y dijo:
—Atenas. Ahora.
Atenas
El Partenón
Se había establecido un toque de queda en la ciudad desde hacía unas dos horas; nadie había salido en las últimas tres, por mandato de la "Organización de las Naciones Unidas", alegando un inminente ataque terrorista. Pero podrían ver los fuegos artificiales.
La Dra. Athenodora Cat estaba envuelta en unas cuerdas que no serían capaces de sujetar a un humano, pero que para el gato medio eran como el titanio. Se retorcía y siseaba mientras los miembros de la Coalición la sometían, y soltó un gruñido bajo y furioso cuando se dio cuenta de dónde estaba.
—¿Por qué aquí? ¿Por qué yo?
—¿Tienes idea de lo raro que es encontrar a alguien que crea genuinamente en los dioses antiguos? —Habló una voz de tono refinado. Era una especie de refinamiento aprendido… no había nacido en la riqueza y el poder. Y Dora no podía verlo; el Partenón estaba iluminado por la luz de las antorchas, y él estaba en las sombras. Todo lo que vio fue un solo pie blanco del tamaño de una torre de ordenador, con una gran presencia imponente detrás de él—. Pedí específicamente a alguien como usted, Dra. Cat. Todo se alineó perfectamente.
Ella frunció el ceño.
—Así que… esencialmente estás usando mi verdadera creencia como fuente de combustible para el ritual. Asumo que vas a usar los artefactos que recuperaste para… no apoderarte del mundo, seguramente no eres tan cliché. Sino probablemente para conseguir un poder infinito y la capacidad de destruir la Fundación.
Hubo una pausa, antes de que John Yttoric respondiera.
—Ojalá la Fundación tuviera más personas como usted. Gente dispuesta a pensar, en lugar de seguir.
—Acepto el cumplido. —La Dra. Cat se retorció—. A los dioses no les gustará que se derrame sangre humana en uno de sus lugares sagrados.
—Siempre divinizaban las entrañas de los animales. —La forma de Yttoric se acercó más a la luz; la Dra. Cat tuvo que reprimir un gruñido de sorpresa—. Esto es solo una forma más refinada de eso. Ahora. —Levantó una mano—. Duerme.
La Dra. Cat sintió que la invadía un sopor. Cuando sus ojos se cerraron, vio la visión de una mujer, vestida de oro, con un búho sobre su hombro.
—¿Por qué soy la mula de carga? —Se quejó Wettle mientras cargaba varias piezas de equipo en la colina—. Tengo más de cincuenta años, por Dios. Wexley, deberías hacerlo tú.
—Eres el único aquí que puede ser considerado como un no combatiente, Wettle. —Wexley se encogió de hombros—. O llevas tu peso, o esperas en el coche. Así de simple.
Wettle se quejó y reanudó la subida.
—¿Qué es esto, de todos modos?
—Mi rifle. —Pryce miró el que llevaba a la espalda—. Para ser más específico, mi calibre 50. Podría necesitar algo más potente que lo habitual, dadas las imágenes aéreas.
El reconocimiento con drones había mostrado el Partenón iluminado con antorchas, totalmente desprotegido. Antes de ser derribado, el dron había detectado lo que se había descrito como una "forma grande, humanoide (pero no humana)" dentro del templo principal; eso sonaba como lo que había aparecido de repente en el campamento.
Ahora podían ver la luz de las antorchas desde aquí. Pryce se detuvo, arrodillándose, y ordenó a Wettle que le ayudara a ajustar el rifle. Cuando soltó su carga, sintió que algo lo agarraba por la mente y empezaba a arrastrarlo hacia el templo.
—¡Wettle! ¡Vuelve aquí! —Algo parecido se apoderó de Pryce, y el rifle se quedó a medio montar mientras se veía obligada a caminar hacia delante—. ¿Qué…? ¡Hey!
—¡Desprecio las compulsiones! —Gruñó Placeholder mientras trataba de resistirse—. Son unos dispositivos narrativos tan pobres-
—¡Cállate con la patafísica! —Gritaron los otros seis mientras seguían su camino hacia el templo—. ¡Por una vez en tu vida! —Añadió Pryce.
Placeholder caminó en silencio mientras se veían obligados a entrar en el templo. Allí, frente a su adversario, sintieron que sus mentes se liberaban.
John Yttoric estaba ante los siete, cambiado. Había crecido un metro, y su piel se había vuelto de un tono alabastro, con sus cicatrices sustituidas por líneas rojas entrecruzadas que le daban un aspecto de mármol extraño. Sus cuatro manos tenían el tamaño de una mesa para jugar a las cartas. La corona descansaba sobre su cabeza, sus dos brazos inferiores sostenían el cáliz y el medallón. El brazo superior izquierdo sostenía una daga ritual, mientras que el superior derecho llevaba el cuerpo atado e inconsciente de una gata doméstica.
—¡Dora! —Wexley llamó, rugiendo a Yttoric—. Si le haces daño…
—¿Qué demonios eres tú? —Los ojos de Cruz se abrieron de par en par.
—Reconozco la relación con las estatuas dentro del barco naufragado. —Navarro tragó saliva—. El psicópata se rehizo a sí mismo a imagen de una de sus deidades.
—Fui reconstruido en esto. —Yttoric sacudió la cabeza. Agitó a la Dra. Cat frente a él como si fuera un yoyo—. La Corona hizo lo mismo con su miembro número 0 del Consejo. La encontró, y tuvo la audacia de devolverla. Qué tonto. —Yttoric sonrió—. Pero él y yo estamos de acuerdo: La Fundación merece ser destruida, y yo seré quien la desmantele. Todos ustedes lo saben.
—Sé algunas cosas. Sé que no somos perfectos. Sé que la hemos cagado mucho. Y sé que tú estás jodido. —Navarro deslizó su pie por las piedras del Partenón—. El suelo que pisas está construido con mármol pentélico. Un material estupendo, procedente de una de las canteras locales. Este lugar debía tener una acústica increíble cuando estaba intacto… —Navarro negó con la cabeza—. ¿Pero lo que más me gusta de él? —Clavó el pie en el mármol y extendió la mano ante él—. Es muy taumáticamente maleable.
El suelo se levantó y envolvió las piernas y los brazos de Yttoric, inmovilizándolo. Mientras luchaba, los ojos de la Dra. Cat se abrieron de golpe y su pequeña forma felina miró a Navarro como si acabara de cometer un crimen de guerra y se riera de ello.
—Estás usando literalmente uno de los sitios arqueológicos más valiosos del mundo como unas esposas glorificadas.
—Lo arreglaré cuando acabemos con él, —prometió Navarro, antes de mirar a Yttoric—. Solo te lo voy a pedir una vez: Entréganos los artefactos, suelta a la Dra. Cat, y nos aseguraremos de darte una celda agradable y acogedora.
Yttoric no respondió. En su lugar, se deslizó fuera de la trampa, como si no supusiera más esfuerzo que meterse en unos pantalones media talla más pequeños. Navarro intentó llamar otro trozo del Partenón, pero Yttoric simplemente se deslizó a través de él.
—¿Qué demonios está pasando? —Los ojos de la Dra. Zer se abrieron de par en par.
—La Proporción Áurea de los Shirdana es diferente de la griega. No puedo atraparlo aquí. —Navarro se dio una palmada en la frente—. Joder, es incompatible con la arquitectura griega.
—Ojalá fuera la primera vez en mi vida que oigo eso, —suspiró la Dra. Cat, tratando de morder las cuerdas. Fue un esfuerzo inútil.
Hubo una emanación de poder de la corona. Wettle salió corriendo del Partenón. Los demás fueron arrojados al suelo por el poder, mientras Yttoric miraba con curiosidad la forma de Wettle en retirada antes de sacudir la cabeza.
—Cobarde. No esperaba menos, por lo que he oído. —Miró a los reunidos ante él—. Ahora. Se sentarán y se comportarán mientras completo este rito.
La Dra. Cat luchaba contra las cuerdas mientras Yttoric acercaba su espada.
—T-te pido un favor, —jadeó.
—… ¿Que te deje vivir?
—Yo solo… —La Dra. Cat dejó escapar un maullido de disgusto—. Solo quiero decir una última oración a mi señora Atenea. Por favor.
Yttoric frunció el ceño.
—No estoy seguro de qué daño puede hacer una oración dicha por una gata doméstica en este momento. Que sea rápido.
La Dra. Cat inhaló y comenzó a hablar.
—Oh Atenea, Señora de la Sabiduría, Patrona de Atenas, del Árbol del Olivo, por el nombre que prefieras, te invoco… dame la fuerza para arañar a este idiota por no hacer su maldita investigación.
—¿Qué?
Hubo un olor que Wexley reconoció como materia que se formaba de la nada, y las cuerdas que sujetaban a la Dra. Cat estallaron en cintas cuando la forma de una mujer de unos treinta años aterrizó en el suelo, vestida con una bata de laboratorio y pantalones, con garras en la punta de los dedos y un par de orejas de gato en la cabeza. Se abalanzó sobre Yttoric, atravesando su carne de alabastro con sus garras.
—¿Qué demonios? —La Dra. Zer miró a su alrededor, al resto de sus compañeros. Wexley sonrió ferozmente, mientras que Place y la Dra. Cruz tenían miradas que marcaban incredulidad, pero no sorpresa. Pryce se limitó a negar con la cabeza como si hubiera perdido algún tipo de apuesta—. ¿Qué está pasando aquí?
—Sinclair se va a enfadar por haberse perdido esto. —Pryce sonrió—. ¿No lo sabías? La Dra. Cat es una Tipo-Amarillo. Una cambiaformas.
—¡Como yo! —Wexley sonrió—. Pero ella lo controla mejor.
—¿Todos ustedes sabían de esto? —La Dra. Zer se quedó boquiabierta—. ¿Por qué no lo mencionaron antes?
—La garantía del plan secreto, —Place se encogió de hombros—. Si hubiéramos dicho algo al respecto, no habría podido liberarse.
—¿Además? —Navarro sonrió—. Es gracioso ver cómo te preguntabas por qué una gata llegó a ser investigadora de la Fundación.
—… Pensé que era algo parecido a lo del Profesor Crow. Se convirtió en un animal por un experimento y se quedó así. —La Dra. Zer se puso de pie. La concentración de Yttoric se había roto hasta el punto de que podían estar de pie—. Navarro, Laura. La Proporción de los Shirdana, creo que podría decirnos cómo detenerlo. —De su bolsa sacó la estatua divina que había recuperado del naufragio.
La Dra. Cruz miraba entre la estatua y Yttoric, que ahora estaba siendo atacado tanto por un Wexley muy lobo como por una Dra. Cat de aspecto feroz.
—Bien, entonces… deidades de cuatro brazos con proporciones raras. Las proporciones son raras porque la Proporción de los Shirdana y la Proporción Áurea griega son dos cosas completamente diferentes, pero bastante parecidas.
—La Proporción Áurea cumple con la secuencia Fibbonaci- —Navarro tuvo que agacharse ante los disparos de Pryce—. ¡Cuidado!
—¡Si van a tener una conferencia de historia del arte, salgan del campo de batalla! —Pryce recargó su revólver reglamentario y disparó unos cuantos tiros más a Yttoric. Éste rugió, atravesando el Partenón con el Mapa, mientras Pryce se apartaba a un lado e intentaba darle donde no brilla el sol. Los hombros le empezaban a crujir por el retroceso; finalmente, se conformó con una 9 mm que llevaba en el cinturón. Menos potencia, pero sus brazos no saldrían volando.
—La Proporción Áurea está presente en toda la naturaleza. La Proporción de los Shirdana debió de estar presente en su vida cotidiana. —La Dra. Cruz miró las manos de la estatua—. ¿Dónde están sus dedos índices?
—… Todos estaban rotos cuando la encontramos. —Los ojos de la Dra. Zer se abrieron de par en par—. Tal vez las proporciones de las deidades de los Shirdanas eran tales que sus dedos-
—¡Pryce! ¡Dora, Wexley! ¡Ataquen los dedos índices!
Wexley atravesó los tendones de los dedos inferiores derechos de Yttoric, haciendo que soltara el Mapa del Regreso a Casa. Su dedo, que ahora colgaba inútilmente, resultó ser 30 centímetros más largo que el resto de sus dedos. La Dra. Cat recogió el Mapa y se lo lanzó a Pryce, que lo atrapó en el aire y echó a correr.
Cuando Yttoric se lanzó tras ella, Pryce miró hacia las ruinas que rodeaban el Partenón, distraída por algo que ninguno de los demás pudo notar. Cuando él se abalanzó sobre ella, accionó el Mapa del Regreso a Casa y se desvaneció con una ráfaga de viento.
—¡Ahora sí que lo hiciste! —De la corona de Yttoric volvió a emanar magia y rabia. Todos se arrodillaron—. Si no puedo tener mi poder, les mostraré la razón por la que deben renunciar al suyo.
—¿Qué poder? —Navarro gruñó.
—El poder que tiene la Fundación. Van a escucharme muy atentamente. —Se sentó con las piernas cruzadas en el suelo del Partenón—. Deshicieron el Impasse, pero lo deshicieron incorrectamente. —Sostuvo el cáliz en alto—. El Cáliz del Dios Cigarra puede revivir a los muertos. Piensen en cuántos organismos anómalos pueden rehacerse, tras su extinción. —La mano vacía, donde el Mapa había estado antes, colgaba en el aire con un dedo roto—. Y piensen en todos los portales, los nexos muertos, los espacios que podrían haber encontrado si hubieran tenido la previsión de buscar el Mapa del Regreso a Casa. —Miró la corona sobre su cabeza—. Y la Corona de Sherd, lo que pueden aprender con esto…
—Ve al grano, —gruñó Navarro. Estaba escudriñando los alrededores en busca de Pryce. Juró que había visto el brillo de algún tipo de cristal en la distancia, pero podía ser un truco de la luz.
—Lo que quiero decir es que hay una razón por la que estos artefactos pueden deshacer un Impasse. Fueron diseñados para ello. —Yttoric extendió sus brazos lo suficiente como para que las puntas de sus dedos rozaran cada lado del Partenón. ¿Siempre había tenido los brazos tan largos?—. Son medidas de seguridad, después de haber provocado el primero. Los Shirdana, los "pueblos del mar", acapararon todos los artefactos mágicos y el conocimiento oculto que pudieron conseguir, esencialmente sacándolo de nuestra realidad, o al menos, del Mediterráneo. —La cabeza de Yttoric se inclinó hacia abajo para puntualizar algo—. Su reino se llamaba Sherda, por su primer rey, Sherd. Significa "el que lleva", y cuando los griegos se enteraron de ello, lo tradujeron a Atlas, y el reino a…
—La Atlántida. —Los ojos de la Dra. Cruz se abrieron de par en par—. Mierda.
—Ciertamente, ciertamente. —Yttoric juntó dos de sus manos llenas de cicatrices—. Cuando Sherda se desintegró, los refugiados construyeron ciudades flotantes por todo el Mediterráneo y se convirtieron en los Pueblos del Mar, mientras buscaban los artefactos que una vez habían sido suyos. —Señaló hacia la dirección en la que Pryce había estado mirando cuando se desvaneció—. Por eso necesitaban el Mapa del Regreso a Casa. Querían encontrar una nueva Sherda.
Wexley gruñó, su cuerpo se derrumbó bajo el peso psíquico de la Corona. Gruñó cuando su forma humana volvió a dominarlo.
Yttoric devolvió el gruñido y negó con la cabeza.
—¿Sinceramente? Solo quería a la Dra. Cat muerta. Los muertos no pueden decir la verdad, y ustedes lo sabrán. —Con su mano, ahora vacía, tocó la corona—. La Corona de Sherd almacena el conocimiento de la verdad de todos los que la llevan. Y uno de su Consejo la llevaba no hace ni doce horas.
—¿Qué? —Los ojos de la Dra. Zer se abrieron de par en par—. ¿De qué estás habland…?
Sus palabras se detuvieron cuando las imágenes y las emociones inundaron sus mentes. Un largo debate sobre el cambio del mundo. Los sentimientos amargos de un hombre que había ido perdiendo la fe, un odio furioso hacia quien conocía como Trece, el conocimiento de que todo era su culpa. Un intercambio de golpes sobre una mesa, una visita a la celda de un ser con cuatro brazos y con olor a magia. Un intercambio de palabras, una adquisición de conocimientos, el trazado de un mapa. Y un nuevo propósito: Si la Fundación no se desmantelaba, entonces la desmantelarían.
—Su Consejo es corrupto. Siempre lo ha sido. Estrangularía al mundo a favor del statu quo.
Más imágenes: Un incendio en un país llamado mañana, el Sol parpadeando y muriendo, la humanidad enfriándose en una roca desolada, sin haber conocido el calor de las estrellas lejanas. Ególatras aplastando a hombres y mujeres bajo sus botas, estrellas parpadeando fuera de la existencia, la otra vida vaciándose.
—Esto es lo que ocurrirá cuando llegue la Última Guerra Oculta. Este es el destino final de la Humanidad, gracias a la Fundación. Ustedes hicieron esto. Ustedes son cómplices. Ustedes…
Hubo un sonido fuerte y terrible, y las imágenes se desvanecieron de sus mentes. John Yttoric tropezó, sus cuatro manos se tensaron mientras se agarraba al espacio donde solía estar la mitad de su cabeza. Tropezó con un saliente de mármol y cayó al suelo. Mientras la sangre salía de él, se encogió, como un neumático que se desinfla.
Una voz llegó por sus radios.
—Por eso es por lo que no debes monologar, ¡estúpido hijo de puta!
—Agente Pryce, —sonrió aliviada la Dra. Cat—. Nosotros… nosotros vimos…
—Lo sé. Lo vi. También lo hizo Wettle. Ese hombre intentó crear un puto nido de francotiradores aquí para volarle la cabeza a Yttoric cuando la situación se complicaba. —Hubo una pausa—. Es un maldito buen vigilante, por si sirve de algo.
—La corona. —La Dra. Cruz se levantó y miró el cuerpo de Yttoric. Todo lo que quedaba de ella era una docena de hojas de laurel esparcidas. Vio un destello de oro dentro de su cráneo—. Mierda. La has destrozado, Pryce-
—Al menos el Cáliz y el Mapa están intactos. —Placeholder se quedó mirando el Cáliz manchado de sangre, con los ojos abiertos, cuando empezó a caerse hacia el cuerpo de Yttoric.
Navarro lo agarró antes de que se volcara. Clavando el pie en el mármol, murmuró una disculpa a la Dra. Cat, devolviendo el suelo del Partenón a su estado normal. Luego, pidió refuerzos para contener el cuerpo.
Civitavecchia, Rome
A bordo del SCPS Phoenix
El tratamiento médico se consideró innecesario. Se utilizó el Cáliz del Dios Cigarra para curarlos a todos; la primera exposición de Wettle a él parecía haberle otorgado propiedades regenerativas.
—¿Te das cuenta de lo que esto significa? —Dijo el Dr. McDoctorate mientras se levantaba de su camilla—. Te pueden pasar todo tipo de tonterías y nunca salir lastimado.
—Espero no ser inmortal ahora, —suspiró Wettle mientras doblaba el cuello—. No ser inmortal es la única cosa que me distingue del resto del Sitio-43.
Se llamó una reunión en la cubierta del barco. Estaban a punto de salir del Canal de Suez y entrar en el Mediterráneo. El Comandante Abdul estaba presente en la cubierta, con un aspecto sombrío.
—¿Comandante? —La Dra. Cat enarcó una ceja y se acercó a él—. ¿Está usted bien?
—… Ustedes ocho fueron seleccionados específicamente para esta misión por un miembro del comando O5. No sabemos cuál. —Abdul se volvió hacia ellos—. Y… eso me perturba. El hecho de que tengamos un traidor en el más alto nivel, que quiere que nuestra organización fracase. No me cabe duda de que el Comité de Ética lo descubrirá. Mientras tanto… —Abdul se estiró—. Este mismo miembro decretó que esta misión fuera un secreto, que se mantuviera renegada, etc. Normalmente les haríamos firmar a todos órdenes de confidencialidad reforzadas meméticamente, pero… —Señaló a cada uno de ellos por separado—. Las de Pryce y McDoctorate desaparecerían en una semana debido a alguna conveniencia de Sloth's Pit, no estoy seguro de que la fisiología de la Dra. Cat o del Agente Wexley funcionen con efectos meméticos dirigidos a los humanos, Wettle está rodeado de demasiada mierda extraña para que sea seguro que tenga cualquier agente memético a menos de seis metros de su mente, Navarro probablemente codificó su cerebro para resistir todos y cada uno de los agentes meméticos usando su conocimiento del arte anómalo, y Cruz y Zer… probablemente se rebelarían si no pudieran escribir al menos un artículo sobre sus descubrimientos.
—Sobre eso, —la Dra. Cruz dio un paso al frente—. ¿Cuándo podremos ver los artefactos de cerca?
—En aproximadamente un mes. Después de que realicen sus análisis de ellos, serán enviados al "reciclaje relicario", sea lo que sea que eso signifique.
Wettle levantó la mano.
—Significa que los trasladarán a un montón de Sitios Relicarios para estudiarlos y restaurarlos. Aunque no necesiten ser restaurados. Están totalmente intactos.
—Aunque es una pena lo de la corona. —Abdul negó con la cabeza—. Bueno, estaré impaciente por leer todos sus informes. —Se mordió el labio—. ¿Alguno de ustedes tiene proyectos urgentes?
Hubo un murmullo general de "no realmente" entre el grupo.
—Lo han pasado mal. Les voy a dar a todos un día de descanso en Roma. Relájense un poco, ya veremos si vuelan a casa en los próximos días.
Mientras desembarcaban, Pryce se fijó en Wettle. Debería estar quejándose por tener que pasar tiempo lejos de sus preciados programas de televisión canadienses, pero en lugar de eso parecía sombrío y abatido. Lo miró de arriba abajo.
—¿Qué pasa?
—Lo que pasa es que el "reciclaje relicario" es un eufemismo para referirse a un elemento anómalo que va a ser fundido hasta sus componentes más básicos.
Esta noticia hizo que todos los reunidos se volvieran para mirarle. La Dra. Cat parecía atónita, Cruz parecía que iba a vomitar, y Zer tuvo que sujetarse en el Dr. McDoctorate.
—Es uno de los términos más básicos de la reducción acroamática. Se coge un artefacto sagrado, se destruye todo lo que se parezca remotamente a la iconografía religiosa, se quitan las partes valiosas, como las piedras preciosas, se somete a unos cuantos procesos químicos que matan la magia y luego se funde todo o se incinera. —Miró al resto—. Hay un ladrillo expuesto en Reducción Acroamática en el 43 que parece hierro con motas de oro en su interior. Solía ser la Lanza del Destino.
—¿Por qué destruirían los artefactos? —La Dra. Zer negó con la cabeza—. Serían instrumentales para deshacer otro Impasse, si no para evitarlo directamente.
—No quieren. —El Dr. McDoctorate volvió a mirar hacia el barco—. Ellos… ustedes vieron lo que la Corona nos mostró. El Consejo sabía que nosotros causamos esto, que nosotros, al microgestionar y categorizar y catalogar todo, eliminamos la magia del mundo. Y quieren mantenerla fuera, mantenerla bajo su control.
Wexley se rascó la cabeza y sacó una cantimplora de su cinturón, bebiéndose el contenido en tres tragos.
—Pero… algunos de ellos votaron para que la Fundación desapareciera. ¿No sería eso peor?
—… ¿Lo sería? —Pryce cruzó los brazos con fuerza—. Nunca has estado dentro de un Nexo, Wexley. La gente que vive en uno sabe cómo es el mundo anómalo porque nunca ha conocido nada salvo lo anómalo. Nosotros… tuvimos la oportunidad de salvar todo, de romper el Velo, de hacer las cosas bien. Y se tiró por la borda por un voto. —Miró hacia el Mediterráneo.
—¿Salvarán realmente el Cáliz y el Mapa, entonces? La Dra. Zer tragó saliva.
—Probablemente. Hasta el momento en que se puedan estudiar adecuadamente. Estarán intactos durante otros tres o cuatro meses. —Wettle se encogió de hombros—. El Cáliz es probablemente lo suficientemente útil como para quedarse un año o dos, sinceramente.
La Dra. Cat se limitó a mirar hacia el puerto. Sintió que los ojos tormentosos de su diosa la juzgaban, y la presión era demasiado para soportarla. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia Roma. Incapaz de pensar en un plan de acción mejor, los demás la siguieron.
Tres Días Después
Aeropuerto Internacional de Atlanta
Cuatro hombres y cuatro mujeres se sentaron alrededor de una mesa en un pequeño bar del aeropuerto. El ambiente oscuro del mismo se veía algo estropeado por el aroma del Cinnabon de enfrente, y tenían que mantener el oído atento para escuchar qué vuelos eran los siguientes.
La Dra. Cat fue la primera en hablar, dando un largo trago a su crema irlandesa.
—Durante años, pensé que estaba ayudando al mundo. Ayudando a mis dioses. Pero solo… hemos estado trabajando para ayudarnos a nosotros mismos, todo este tiempo.
—Solía ser un farmacólogo. —Wettle se quejó entre un eructo de su refresco—. Podría haber ayudado a descubrir un millón de medicamentos para matar mil millones de enfermedades. En cambio, me tienen recreando el trabajo de otros.
—¿Cuánto tiempo llevamos así de mal? —La Dra. Cruz miró pensativa su trago de whisky—. ¿Desde que nos fundaron?
—Camino al infierno, buenas intenciones, etc. —Wexley tenía los brazos cruzados—. El Consejo… sabía que causamos esto. Y todavía quieren que sigamos por aquí. Va a suceder de nuevo, ¿no es así?
—Es probable que encuentren otras formas de deshacer el próximo. Podrían mantener el Bastón, el Códice, el Filo, el Foci indefinidamente para tratar de evitarlo. —El doctor McDoctorate se pellizcó el puente de la nariz—. ¿Pero esencialmente? Sí. Estamos jodidos.
La Dra. Zer se sentó miserablemente, murmurando que el trabajo de su vida nunca se publicaría, y que todo era en vano. Había sido la que más se había emborrachado de todos ellos hasta el momento.
Daniel Navarro se limitó a sentarse en su silla, estoico.
—Pryce… tu Sinclair, ¿desertó y se unió a la Fundación? ¿De la Mano?
—Sí. —Pryce contempló su whisky—. No sé qué la poseyó para hacer eso.
—La estabilidad, tal vez. —Navarro se encogió de hombros—. Pero no vamos a tener nada de eso. Ya no. La Última Guerra Oculta se acerca, y la humanidad estará jodida cuando suceda. La mayoría de la gente no cree en la magia, las religiones están perdiendo sus fieles a montones, y el daño de este Impasse… no se puede deshacer. —Miró su bebida—. ¿Qué mierda vamos a hacer?
Algo ardía en el fondo de la mente de Pryce, y en su bolsillo.
—Les diré lo que no vamos a hacer. —Se puso de pie—. No vamos a sentarnos aquí y aguantarlo. No vamos a dejar que el mundo arda por el bien de media docena de grotescos inmortales idiotas que creen que el statu quo va a salvar el mundo. El mundo va a arder, pero antes de que lo haga… —Buscó en su bolsillo—. Vamos a asegurarnos de que cada maldito hombre, mujer y niño tenga un extintor.
De su bolsillo sacó un pequeño fragmento de hojas de laurel doradas. Se agitaba en su mano como si estuviera vivo, fluyendo con una brisa invisible. Los ojos de la Dra. Zer se abrieron de par en par.
—La Corona. Creía que había sido destruida.
"La mayor parte lo fue. La bolsa con el cuerpo de Yttoric… se desinfló después de que regresáramos al Phoenix. Esto fue todo lo que quedó".
"¿Crees que se levantó?" McDoctorate levantó una ceja. "Le faltaba media cabeza".
"No sería difícil para él. Los seguidores de Bowe han hecho cosas más raras". Wettle sorbió lo que quedaba de su refresco con una pajita. "Así que tienes… ¿qué, un octavo de la Corona de Sherd? ¿De qué servirá eso?"
"Revisé las notas de Van Der Linde. No hay límite de espacio respecto a la difusión del conocimiento mediante la Corona". La Dra. Cat se frotó la barbilla. "Incluso con un fragmento de ella, podríamos… como mínimo, cubrir este hemisferio". Recogió lo que quedaba de su crema irlandesa, aproximadamente media botella. "Estamos en una encrucijada, aquí. ¿Les importa si…? Maldita sea, mi fíala está en mi equipaje".
"¿Tu qué?" Pryce levantó una ceja.
—Es un tipo de cuenco sagrado. —Navarro cogió una servilleta de papel de la mesa y dibujó una espiral en ella, antes de empezar a doblarla—. Lo utilizaban los antiguos griegos, y los modernos neopaganos helénicos de cierto rango, para verter libaciones. También se conoce como fíale. —Sopló sobre la figura de origami que tenía ante sí y, con un chisporroteo de aire, se convirtió en un cuenco de cerámica sólido, aunque de forma extraña, del mismo tono de marrón que había tenido la servilleta—. ¿Servirá esto?
La Dra. Cat asintió, vertiendo el contenido de la botella en el cuenco.
—Voy a rezar una oración, si les parece bien.
No hubo objeciones, así que la Dra. Cat extendió la mano derecha con la palma hacia arriba y la ahuecó como si estuviera ofreciendo algo.
—Gran Diosa Hécate, Aquella que Ejerce su Voluntad, Aquella de Gran Alcance, Aquella de los Tres que Son Uno, por el nombre que prefieras, te invoco ahora. Te ofrezco una oración para que nuestro esfuerzo sea verdadero. Tu don de la magia se ha desvanecido del mundo una vez, debido a nuestra ignorancia. Y se desvanecerá una vez más si no actuamos. Guíanos, Gran Hékate, muéstranos el camino que debemos tomar en este, el lugar donde se encuentran los tres caminos, el lugar de la ramificación del sendero. —Con eso, ella volcó el plato. Cuando dejó de hablar, ya estaba vacío.
—Jesús convierte el agua en vino, los olímpicos convierten el alcohol en aire. —Wettle resopló, lo que le valió una mirada de decepción por parte de la Dra. Cat y otra de franco asco por parte de la Dra. Cruz y la Dra. Zer—. Entonces… ¿qué hacemos?
Se quedaron pensativos un momento, antes de que algo diese al Agente Wexley una idea. Extendió la mano.
—Déjame ver eso, Agente Pryce.
Seren le dio a Wexley el fragmento de la corona. Él lo sostuvo en su mano y dejó fluir un fragmento de conocimiento, lo más inocuo que se le ocurrió, algo que había aprendido en una operación hace años.
Los ojos de Athenodora se abrieron de par en par cuando se enteró.
—No puedes hablar en serio.
—No rompe el Velo, y será una agradable sorpresa para todos los implicados. —Wexley sonrió mientras el conocimiento se multiplicaba y se extendía como un virus. La gente de fuera miraba sus teléfonos, preguntándose dónde se habían enterado de la noticia.
En Chicago, el Departamento de Desinformación estaba tratando de averiguar quién lo había filtrado. El jefe de Desinformación finalmente se encogió de hombros y dijo que se hiciera público con una historia de tapadera pre-aprobada. En tres horas, todos los medios de comunicación de Australia estarían en una zona remota de Tasmania, observando una población de tilacinos vivos que habían sido criados bajo el cuidado de la Fundación.
Y con ello, los ojos del mundo habían comenzado a abrirse. Wexley devolvió la corona a Pryce, frotándose bajo la nariz. Estaba sangrando.
—Supongo que hace falta la corona completa para que no sea dañina. —Se lamió la sangre—. Entonces… ¿ahora qué?
—… Quizá seamos las únicas personas fuera del Consejo que saben hasta dónde llega la corrupción de la Fundación. —Cruz se mordió el labio—. Pero al mismo tiempo, si trataran de deshacerse de nosotros… no funcionaría. Demasiado esfuerzo para deshacerse de lo que son seis bichos raros y dos arqueólogas acreditadas.
Navarro miró en torno a la mesa.
—No veo a las dos arqueólogas aquí.
Cruz le dio un puñetazo a Navarro en el brazo, mientras que Zer le pegó suavemente en la cabeza. Se rio, sobándose, antes de asentir.
—Pero en serio. Cruz tiene razón, no vale la pena el esfuerzo de eliminarnos. En la Fundación siempre aparecen facciones disidentes, equipos de investigación con grandes ideas que intentan triunfar, o destacamentos demasiado ambiciosos. Por lo general, se extinguen, desaparecen.
—No creo que vayamos a desaparecer. —Wexley sonrió—. Creo que tenemos poder de permanencia.
—Me siento como si formáramos parte de un club secreto, casi. —El Dr. McDoctorate miró en torno a la mesa—. Necesitamos algún tipo de nombre.
—¿Por qué no la Vanguardia? —Preguntó Wettle—. Suena bien.
Navarro sacudió la cabeza.
—Parece un maldito equipo de superhéroes, y la última vez que me involucré en algo relacionado con los superhéroes, Nueva York tuvo una embajada wakandiana durante tres horas.
La Dra. Cat se mordió el labio.
—Hemos pasado la encrucijada, en este punto. Siento que estamos al borde de algo grande. Un precipicio. Un…
—Umbral. —Pryce enarcó una ceja—. ¿Por qué no llamarnos el Umbral?
—Necesitamos más que un nombre y buenas intenciones para salvar el mundo. —La Dra. Zer miró su vaso—. Necesitamos un plan, necesitamos suministros, necesitamos…
—Artefactos. —La Dra. Cruz frunció el ceño—. Tiene que haber… docenas de otros artefactos capaces de deshacer un Impasse. ¿Tal vez haya alguno que pueda usarse para normalizar anomalías, como la Corona?
—Tiene que haber algo en Oriente Próximo que describa eso. —La Dra. Cat hizo una pausa para pensar—. La madera de gofer podría ser un buen lugar para empezar, honestamente, creo que desenterraron un poco en-
—Sloth's Pit tiene que tener al menos uno en sus alrededores. —Placeholder frunció el ceño—. Probablemente también otros Nexos. Lástima que la Palanca haya sido lanzada al sol. Tal vez la Contraseña-
Navarro interrumpió.
—El Anarte está cada vez más loco, y si eso me ha demostrado algo… Los artefactos Nivel Sendero siguen principios similares al Anarte moderno. Podría ponerme en contacto con algunas personas, ver si se está creando algo nuevo-
William Wettle se aclaró la garganta lo suficientemente fuerte como para acabar con toda la conversación, llamando la atención sobre él, antes de sacudir la cabeza.
—Esto es ridículo. Todos ustedes son ridículos. Esto nos va a estallar en la cara, y en el mejor escenario todos seremos asignados al puto Destino Keter. —Pidió una ronda de bebidas, consiguiendo un trago de whisky para él, que bebió como si fuera agua—. Que se joda. Es mejor que caer de bruces cada Septiembre.
Cada uno de ellos tomó un vaso y se miraron entre sí.
—¿En serio vamos a seguir con esto? —Wexley sonrió—. Al carajo. Creía que Psi-7 era una locura. Esto es algo totalmente distinto. —Levantó su vaso—. Por el puto Umbral.
Cada uno de ellos brindó y bebió. En su vuelo de vuelta a Australia, la Dra. Cat vio cómo un tilacino devoraba al primer ministro. El futuro parecía un poco más brillante.
<FIN DEL REGISTRO> |
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