Samuel vuelve... Para siempre.
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El investigador Kira estaba sentado frente a un televisor antiguo conectado a un reproductor VHS de la época de los '80. A su costado había decenas de video-casetes con el título de "La Pesadilla del Viernes de Halloween". Similares en trama, pero cada uno con un protagonista diferente. En todas ellas, destacaba la presencia del asesino en serie "Samuel Morgan"

El investigador Kira estaba realizando una pequeña maratón de todas estas cintas para estudiar a la anomalía HALL-31-B. Sus superiores lo habían mandado a hacer un nuevo conteo de debilidades del villano principal por si se les había escapado enumerar alguna en el registro.

Muy pocos tenían acceso al documento de la anomalía, pues solo se los entregaban al grupo de investigación correspondiente y a la víctima de turno. Lo que le parecía insensato al investigador Kira, pero tampoco es como si fuera a ocurrir algo terrible si esta lista no la tenía hasta la tía Jepeta.

La jornada ya casi terminaba, al investigador solo le quedaba por ver la versión más reciente de la película. Un compañero del pequeño grupo de investigadores le había dicho que esté atento a los giros de guion porque eran geniales según su criterio.

Para su suerte esta labor era de todo menos tediosa, ya que la historia siempre cambiaba en base al protagonista. Algunas veces todos vivían, a veces ninguno. Era como una caja de bombones, nunca sabías que te podía tocar.

Ya había llegado el tan ansiado clímax de esta última cinta. El héroe de turno se había armado de valor para enfrentar a Samuel. De repente, la pantalla se tornó gris por unos segundos. Un primer plano de la cara de Samuel desfigurada y llena de cicatrices había aparecido.

El investigador tomó su radio tan rápido como pudo e intentó comunicarse con sus compañeros del trabajo ante esta irregularidad, pero solo había estática.

—¿Hola? ¿Hola? —Exclamaba Kira, sin respuesta alguna. Del televisor salió la mano ensangrentada de Samuel, que estaba ascendiendo a este plano existencial por primera vez.

El investigador Kira se levantó del asiento y tomó la silla, golpeando a la mano saliente repetidamente con ella. Esto no hizo nada salvo apurar el proceso, pues Samuel Morgan se iba asomando cada vez más y más por la pantalla hasta salir por completo y finalmente llegar a experimentar lo que era respirar en el mundo real.

Sus prendas estaban completamente destrozadas y manchadas sangre de Samuel. Su máscara de hockey estaba dañada y quemada, pero de alguna manera aún cubría buena parte de su rostro. Su cabello estaba chamuscado.

Kira se percató de que el monstruo de la pesadilla tenía incrustado un cuchillo de cocina en la sien, como si hubiera sido un pequeño regalo de despedida desde el mundo de Samuel. El investigador corrió hacia la puerta y la golpeó, exigiendo que la abrieran desde el otro lado.

Los guardias intentaban hacerse paso, pero la manifestación de Samuel había averiado la gran parte de los aparatos electrónicos en un radio de 20 metros. Samuel se quitó el cuchillo y tomó a Kira por el cuello. El investigador solo pudo responder con pequeñas patadas en el pecho del asesino.

Samuel no dudó un segundo e hizo un corte limpio en el estómago del investigador. Sus intestinos se escapaban por la herida y caían al suelo. El doctor hizo un quejido de dolor antes de que Samuel le estrellara la cabeza contra el televisor, electrocutándolo.

El silencio de la muerte misma entró a la habitación, como la cereza del pastel a la obra sangrienta de Samuel. Desde afuera, se escuchaban como las próximas víctimas de Morgan seguían insistiendo en entrar.

El asesino le echó un vistazo a su alrededor, en búsqueda de una ruta de escape. Pero sus planes se vieron interrumpidos por la inminente llegada de recuerdos del pasado, más que preparados para atormentarlo.


Samuel falleció tantas veces que con cada muerte él perdía una parte de su ser. A este punto de su "vida", ya se olvidó de todo lo que alguna vez lo hizo humano. ¿De dónde venía este sentimiento repentino?

¡Por supuesto! Lo recuerda todo ahora, la razón de por qué tanta violencia incrustada en su psique.

Samuel Morgan era un chico nacido en un barrio pobre. Su madre lo golpeaba hasta por respirar y su papá había desaparecido un día por arte de magia. Hasta que tuvo el desafortunado destino de enamorarse de una bella muchacha de su aula. Ella era… ¿Cómo era ella?

Él solo lograba acordarse de que un día lo asesinaron a los dos juntos, arrebatándole el mundo y todo lo que él quería. Por eso desde ese momento, Samuel no hizo nada pero pagarle a la vida con la misma moneda. Pero… ¿por qué recordar ahora?

Entonces, un rostro rojizo hizo acto de presencia en la mente de Samuel. Se trataba del responsable de la voluntad inquebrantable del asesino. Esta vez no le ofrecía poder, sino refrescarle la memoria. Escapar del laberinto era simplemente el paso 1.

Ninguno de los dos eran de muchas palabras, pero se entendían perfectamente entre ellos sin necesidad de hablar, como si los guiaran a ambos la misma sed de sangre.

La cosecha de tantas almas de cada 31 de octubre tuvo un sencillo motivo: Incrementar la voluntad de Samuel, su poder, mejor dicho. Para así una vez llegado este momento, tuviera la resistencia necesaria para aguantar cualquier tipo de golpe.

El rostro le reveló las identidades de 3 personas que contenían en su alma pequeñas pizcas de la esencia de la chica que Samuel una vez amó. Su cabello, sus ojos, sus labios y su nombre respectivamente.

La identidad de la persona que contenía la última pieza sería revelada una vez que diera con las otras pizcas fundamentales. Para volver a recordar, Samuel debía arrebatarles la vida.

Ya asignada su nueva misión, Samuel trató de sonreír de la emoción. Sus labios putrefactos pegados a su máscara se lo impedían, así que tuvo que quedarse con las ganas.


Amaro Mondragón trabajaba en su oficina tranquilamente, haciendo papeleo tras un arduo día de grabación para un video de orientación. Antes se solía enviar a un miembro veterano a hacer la explicación básica a los nuevos, pero la escasez de personal experimentado volvió esta costumbre cada vez más complicada.

El joven sintió como una pequeña brisa helada acariciaba su piel. «¿De dónde viene?» Pensó, sin darse cuenta que se trataba de su aire acondicionado. Ese día hacía un calor pesado, pero parece que finalmente el clima se había vuelto más agradable. Amaro se río solo un poco y no dudó en apagarlo en un santiamén.

A la respiración de Amaro, se le sumó otra bastante más pesada. La puerta que daba con la oficina se abrió cuidadosamente, dando lugar para que entrara Samuel Morgan. Por cada paso que daba goteaba sangre de sus pantalones.

El monstruo tenía en mano la cabeza decapitada de uno de los guardias, cual lanzó hacia el escritorio. Amaro pensó de que se trataba de una broma, pero se horrorizó al notar restos de intestinos colgando del hombro izquierdo de Samuel.

—Supongo que no vienes a hacer amigos… —La alarma de brecha de contención empezó a sonar, lo que confirmó en un instante las sospechas del joven.

éL tIeNe lOs OjOs…

Le indicaba el rostro rojizo a Samuel. El asesino podía sentirlo, como si tuviera un pequeño radar en su mente. Listo para recobrar lo que le pertenecía por derecho, Samuel marchó hacia el joven.

Amaro quería huir, pero su única salida estaba bloqueada por una masa de carne muerta y rostizada de dos metros. Sin otra alternativa, decidió emplear uno de sus inventos.

—Me voy a meter en muchos problemas. —Dijo el joven. Samuel oyó como una pequeña maquina voladora se desprendió de un cable del techo, la cual lo atacó con un poderoso electrochoque directo. El asesino cayó al suelo completamente tieso y después de él también se estrelló el dron. El pequeño aparato no estaba preparado para un segundo uso aún, igual no es como si Amaro necesitara más.

El joven suspiró aliviado, lo peor ya había pasado. Se dirigió a la salida, pasando por encima del cadáver. Pero de repente, sintió como una mano lo tomaba del pie con bastante fuerza.

—¡¿Qué?! ¡Imposible, nadie sobreviviría a eso! —Gritó Amaro. Era verdad, ningún humano podría aguantar tal descarga sin quedar por lo menos en estado vegetal. Pero Samuel ya no era humano.

Morgan quebró el tobillo de Amaro, arrastrándolo al suelo. El asesino de la pesadilla se levantó, posicionándose cerca de la cabeza de su víctima.

—¡N-No, espera, espera! ¡Ayuda! —Suplicó Amaro. La ayuda iba en camino, pero ya era muy tarde. El asesino aplastó la parte superior del cráneo de Amaro, esparciendo sus sesos por todo el piso.

Samuel decidió hacer una salida silenciosa, desvaneciéndose entre las sombras como si fuera un fantasma.


El asesino ahora se acordaba de los ojos de la muchacha. Era un tono avellana magnifico, irresistibles para el muchacho. De esas miradas llenas de convicción, amor y por sobre todas las cosas que se sentían como el infinito una vez que hacían contacto visual.

Que hermosos que eran… Lástima que la última memoria de Samuel que tenía respecto a ellos eran como sus párpados se tensaban mientras él caía al suelo tras recibir un golpe duro en la parte de atrás de su cabeza.

Sediento y ansioso por poder recordar más, Samuel se puso en marcha para buscar a su nueva víctima. No podía esperar finalmente descubrir quien era la persona que contenía el nombre de su amada, pues le parecía lo más importante.


Andrey Stidav corría por los pasillos tan rápido como podía, con dirección hacia el refugio más cercano. Un estruendo sonó detrás suya, mientras pedacitos de concreto volaban por todas partes.

—¡Pero mirá quién es! —Exclamó Stidav, volteándose. —Es el famoso enmascarado…

Morgan no dijo ni una sola palabra, tomando un hacha de emergencia.

—Si te soy sincero te recomiendo que parés. Digo, no creo que lo valga.

Esas palabras hicieron enfurecer al enmascarado. Samuel consideraba este el más noble de los motivos para una carnicería. La sonrisa del militar se esfumaría por la clara falta de intercambio de palabras. Andrey desenfundó su pistola en un parpadeo, acertando tres tiros en el pecho del asesino.

Samuel, harto de tanta espera, se lanzó contra Stidav con un hachazo que esquivó fácilmente, contraatacando con un disparo a la frente del asesino. Morgan retrocedió un par de pasos, sacándose la bala del cráneo con sus dedos.

—Que asco… —Susurró Stidav, estando alerta para el próximo ataque. Samuel embistió a Andrey con su hombro masivo y putrefacto, enviándolo a volar con una fuerza sobrehumana.

éL tiEnE loS laBioS…

Stidav rodó por el suelo y se puso de pie con un salto. El militar disparó tres veces más tan rápido como pudo. El asesino se protegió de los tiros con su mano derecha, resistiendo sin problema los balazos.

—Pero por qué no te vas a… —Andrey se sacó los anteojos, librando así al ángel que se ocultaba en su interior. El pasillo se iluminó de un segundo a otro, Samuel sentía como si la mera presencia del ángel lo estuviera aplastando.

El asesino no tenía planeado detenerse ahora, pero no podía ganar esta batalla con solo voluntad. El rostro rojizo le estaba echando una mano desde otro plano, concediéndole breve inmunidad a Samuel. Este ser de matanza era muchísimo más poderoso que el lacayo de Dios.

Stidav no podía creer lo que veía, Samuel avanzaba con toda la furia del mundo. Para empeorar las cosas, el militar no tenía munición ni tiempo para recargar. Morgan soltó el hacha y colocó sus pulgares sobre las cuencas del militar, aplastándole los globos oculares.

Luego, el asesino tomó su arma y apuñaló a Andrey en la cabeza, tirando para arriba y desprendiéndola de su cuerpo. Para no dejar cabo suelto, el asesino la estrelló contra una pared y así ahorrarse una posible venganza del ángel.

Los guardias ni siquiera intentaron llegar a pelear contra Samuel y ayudar a Stidav. Quizás no se enteraron de lo sucedido, estaban evacuando personal o quizás… Tenían miedo de ser los siguientes en la lista.


Samuel logró acordarse de esos hermosos labios que no paraba de mirar en todas las clases de Química. Lástima que la última vez que los vio estaban completamente machucados por tantos golpes de parte de… ¿Hombres con túnicas?

Ansioso por más, decidió dirigirse al próximo en su lista. Samuel estaba preocupado de que el siguiente escapara de las instalaciones, pues alargaría innecesariamente el proceso y el enmascarado no estaba para jugar al gato y al ratón.


Excepto que la siguiente victima estaba haciendo cualquier cosa menos huir. Ernesto Navarro estaba sentado en su muy pequeña oficina en frente de un computador portátil, escribiendo furiosamente un comentario para responder las ofensas de un gran pensador de esta época: Xx_CryptidGod_Xx.

El internauta tuvo la descares de ofender a la figura de Pie Grande, afirmando de que se trataba de un concepto aburrido. Navarro no podía permitir eso ni en un millón de años, así que de inmediato pensó en como destruir públicamente la figura del agresor.

—Escúchame bien, desgraciado. No es culpa de Pie Grande que estés acostumbrado a ver criaturas peludas como lo es la gorda de tu madre. No es el más aburrido, tú eres un idiota. —Navarro se reía con tal solo leer el mensaje en voz alta, era perfecto para defender al monstruo del bosque.

Navarro tenía puesto unos auriculares aislantes para poder escuchar tranquilo su música al máximo volumen, sin importarle la posibilidad de quedarse sordo a largo plazo. Esto le impidió escuchar la alarma de la brecha de contención y mucho menos esperarse lo que estaba a punto de suceder.

éL tIeNe sU cAbElLO…

La puerta de su muy pequeña oficina se abrió con extrema cautela, dejando entrar a la muerte en persona. Al lado de la entrada había un bidón de agua de unos 10 litros que Navarro no pudo colocar en el dispensador que tenía debido a su pobre estado físico. Tampoco es como si tuviera las ganas de pedirle ayuda al sodero.

Samuel tomó el bidón de agua con una mano y con la otra jaló la cabeza de Navarro hacia atrás, quedando boca arriba.

—¡Oye, oye, oye! ¡No, espera! —El joven tomó un lápiz de su escritorio y apuñaló la mano del asesino, sin hacer la gran cosa. Samuel colocó el bidón sobre la boca de Navarro, vertiéndolo todo.

Agua brotó de los ojos de Ernesto, su cabeza se parecía cada vez más como un globo hinchado. El admirador de las criaturas había muerto ahogado a mitad de camino, como si el destino lo quisiera así.


Samuel ahora recordaba el cabello de la muchacha. Era de color oscuro, parecido a lo que una vez fue el cabello de Samuel antes de quedar así. Ya estaba casi completa la búsqueda, solo le quedaba una víctima más, el maldito que tenía el nombre de la chica.

El asesino ya se imaginaba las mil y una formas de matar a esa persona, planeaba hacerlo despacio y extremadamente doloroso, para compensar el día arduo de matanza. Según sus cálculos, él había cobrado la vida de por lo menos 20 personas hoy, quebrando su récord.

Morgan salió de la oficina, rompiendo la entrada de una patada. Nadie lo iba a detener, ni siquiera la ira de Dios. Pero no contaba que allí afuera lo esperaban un pelotón entero de soldados equipados con armas de todo tipo, ya sean ametralladoras pesadas o granadas de impacto.

El arsenal era tecnología de punta, digna de la Fundación. No existía la intención de "contener" a la anomalía, el director del sitio había ordenado su ejecución inmediata en un ataque de frustración.

Ni bien el asesino decidió mover un músculo, fue enviado a volar con el poder de todo el pelotón concentrado en un único objetivo. Atravesó varias paredes, cayendo en otro pasillo.

El sargento envió a 3 soldados a localizar a Samuel. Los tres valientes llegaron a donde había supuestamente caído Morgan, pero solo había un gran charco de sangre sin señal alguna del asesino.

—Octubre-12, parece que el objetivo escapó. —Comunicó un soldado, utilizando su radio.

—¡Carajo! Sigan buscando. —Respondió el sargento. Uno de los soldados notó como gotas de sangre caían desde el techo. Confundido, volteó su cabeza a ver.

De un segundo para otro, el soldado fue aplastado completamente. Los otros dos fueron atravesados por los puños del asesino, que no desperdició ni un segundo en escapar.

Morgan jadeaba mientras se dirigía a un pequeño baño, más que obligado a esconderse para poder recuperarse completamente de tal paliza y pensar en una emboscada.

—Sam, mi muchacho. —Susurró el rostro. Samuel decidió mejor esconderse en la cafetería más cercana, ignorando al rostro. Solo necesitaba saber quien era el infeliz que tenía el nombre de la chica.

—No me estás escuchando, Sam. —Replicó el rostro. Samuel no decidió responder.

—La última pieza… Eres tú. Para que pudieras vengarla, tuve que sacrificar esa parte de ti. —Dijo el rostro, con una sonrisa diabólica. Se manifestó al lado de la cabeza de Samuel, siendo este el único que lo podía ver.

Samuel estaba confundido. ¿Él? ¿Cómo se supone que Samuel debía recuperar el nombre si él ya lo tenía? Reflexionó unos segundos, hasta que finalmente había entendido todo. Él no tiene que recordar.

Si el se suicidara, todo recuerdo de la chica moriría con él. Pero mientras Samuel siga "respirando", el nunca estaría completo. No se puede amar algo sin saber como se llama.

Eso significa que, haga lo que haga, toda esta masacre había sido para nada. Samuel intentó golpear al rostro rojizo en un ataque de ira, pero su puño lo traspasó. El asesino se quedó de pie, tratando de procesar la noticia.

—Aw… No te deprimas, Sam. ¡Eres el más poderoso de la Tierra, no, del universo! Con la suficiente paciencia, podrías tener todo lo que quisieras. —Dijo el rostro. Pero Samuel seguía sin moverse, como si fuera una estatua.

El rostro rojizo frunció el ceño y desapareció, planeando volver después de que se le pasara el berrinche a su campeón. Samuel dejó de ser el único en la cafetería, pues el pelotón había seguido su rastro de sangre.

El sargento dio la orden y repitieron lo que habían hecho en el primer asalto. Esta vez, Samuel no presentó resistencia alguna. Se quedó parado, recibiendo un balazo tras otro. Así pasaron las horas, con miles de intentos inútiles de reducir al asesino a un charco de sangre.

Al transcurso de las semanas, la instalación decidió unánimemente pasar página ya que la petición del director no se podía sostener en un debate serio. En la búsqueda de comprender a la anomalía, se construyó una cámara de contención alrededor de Samuel para evitar un escape.

La tormenta había finalmente acabado, ni una gota más de sangre se derramaría por culpa de Samuel Morgan. Ahora tocaba reconstruir, entender lo que hacía inmortal al enmascarado.

Psicólogos, investigadores y doctores intentaron sacarle una palabra a Morgan, de comprender sus razones. Pero no obtuvieron respuesta, Samuel no había movido ni un solo músculo desde el día que había perdido la esperanza una segunda vez.

El rostro no era más que un mero espectador increíblemente molesto con este resultado. No solo molesto sino también muy decepcionado. Tanta cosecha de almas y potencial para poder desatarse en este mundo había culminado en esta desgracia.

Se veía en la obligación de enviar a sus mas fieles seguidores a asesinar a otra pareja de jóvenes, pero en lo más profundo de su mente resonaba la preocupación de que quizás nunca más habría otro chico con el potencial de Samuel Morgan.

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