Regreso a la vida (después de una cuasi muerte) parte I
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En algún lugar de Egipto…

Oscuridad.

Durante mucho tiempo, solo oscuridad.

Luego luz.

Débil, temblorosa, vacilante.

Después más fuerte, permitiendo distinguir figuras humanas.

Eran cuatro, vestían ajustados trajes de protección color naranja, sus rostros borrosos tras un visor de plástico ultrarresistente, tres de ellos fuertemente armados, la cuarta figura, una mujer, llevaba una pistola en la cintura, pero estaba más dedicada a filmarlo todo y ocasionalmente recogía algo del polvoriento suelo y lo guardaba en una bolsa de muestras.

Las linternas que llevaban en el pecho ahuyentaban la oscuridad y permitían ver el túnel por el cual caminaban, casi perfectamente circular, el piso cubierto de polvo y escombros, la superficie de muros y techo de un ocre rojizo. Ocasionalmente alguna nueva galería se abría a los lados y antes de explorarla marcaban con pintura fosforescente flechas para evitar extraviarse.

Llegaron así a un área más grande, una pequeña caverna, allí habían seis extrañas estructuras surgiendo de los muros, onduladas, fluidas, extendiéndose por el suelo cuales serpientes. Y dentro de cada extraña formación, emergiendo parte de sus huesos blanqueados, habían esqueletos humanos, uno de ellos con los huecos de sus ojos mirando hacia arriba, mientras las esqueléticas manos asomaban unidas, como en un gesto de ruego o de oración. Y en un muro, dibujado toscamente como hecho por un torpe artesano del antiguo Egipto, estaba la imagen de una momia tendida y un tallo escapándose de su boca, con seis hojas y terminando en una flor como de nenúfar.

La mujer se inclinó y con un bisturí raspó la superficie de una de esas cosas, y se volvió un tenue polvo que flotaba como una nubecilla. Finalmente obtuvo suficiente de esa sustancia y la depositó en un pequeño frasco con un líquido transparente, el cual después agitó. El líquido se volvió oscuro por unos segundos y posteriormente adquirió un tono rosa.

—Celulosa —declaró— Orgánico, vegetal…

Se irguió, sus compañeros no podían verlo, pero en sus ojos brillaba el entusiasmo.

—Esto es… sin duda… un templo dedicado al Gran Dios Verde.

—¿En serio? —preguntó Borges— ¿Justo debajo de un templo mekhanita?

—Sí, es extraño, aunque no sabemos qué tipo de relación había entre el antiguo culto a Mekhane y el culto al Dios Verde, los propios mekhanitas fueron expulsados finalmente de Egipto alrededor del 1000. A.C… apostaría que este templo es anterior a esa fecha.

Se rió, su risa era fresca, casi infantil.

—¡Es tan poco lo que sabemos sobre ellos! Casi nada sobre sus verdaderas prácticas religiosas y menos sobre sus costumbres y si su cultura era muy diferente a la de los demás egipcios, fíjense que aun no tenemos claro si rechazaban todo tipo de productos animales y por lo tanto no comían carne ni se vestían con pieles o lana, por ser impuros, o bien por el contrario consideraban toda material vegetal como demasiado sagrada y no se vestían con lino ni encendían fuego usando madera, entre otras cosas. Esto podría ni siquiera ser un templo, no como los interpretamos nosotros, el papiro 12 de Oxirrinco nos cuenta que…

—Sí, todo eso es muy interesante —la interrumpió el agente Kane, la doctora El Saadawi era joven, recién salida de la universidad y muy entusiasta con la para-arqueología— Pero todavía nos queda por explorar, no sabemos cuánto se extienden estos túneles.

—Es verdad, es que esto es increíble, abre camino a muchas posibilidades… tiene razón, hay que seguir, ojala encontremos pergaminos ¡O tablas de arcilla!, podríamos terminar trabajando durante años aquí.

—¡Años! Usted será quien trabaje años aquí —dijo Boffa, tan grosero como siempre— Tendrá suerte si dedicamos un par de semanas aquí.

La doctora lo miro con asombro.

—Tiene razón, tendrá que actuar rápido —intervino Kane— Los de M/C y D siempre dan vueltas por este territorio buscando objetos, sin contar la ORAI, que busca extender su influencia por el norte de África… No digo un par de semanas, pero pese a los sobornos pagados y los amnésicos distribuidos, no podemos garantizar que este sitio no sea descubierto por una organización rival.

—A mí lo que me intriga es cómo diablos se metieron dentro de esas raíces ¿crecieron dentro de sus cuerpos o…?

—Es una buena pregunta, agente Borges, es claramente algo ritual, simbólico, la muerte no es el fin sino que hay un renacimiento, hay una semilla imperecedera que brotara y…

Seis meses más tarde, en el Sitio-34

Era una habitación sencilla, una mesa, dos sillas, un espejo enorme en la pared, y dos tipos. Uno de ellos era de estatura mediana, moreno, rasgos toscos en una cara simple, que revelaban al campesino que alguna vez fue y que seguía siendo. El otro era pálido y rubio, tan pálido y rubio que sus cejas y pestañas eran casi invisibles.

—Soy el agente Vodanovich ¿leyó todos los documentos?

—Sí, lo hice —respondió el ex-campesino.

—¿Los entiende? ¿Entiende todas sus responsabilidades?

—Pues si… obvio.

—¿Entiende que no podrá hablar de su trabajo, de la ubicación de su trabajo y de ningún detalle relacionado con su familia?

—Sí, lo entiendo, igual, yo no hablo mucho con mi familia, o sea, tengo a mi señora, ex señora mejor, porque nos separamos hace tiempo, y tengo a mis hijos, y yo espero que con este trabajo ella me deje verlos porque no me deja, ella me puso una demanda porque nunca le doy dinero para ellos y yo creo que con este trabajo…

Al otro lado del espejo falso dos personas observaban la escena, uno era negro, alto, fornido y serio, muy parecido a Idris Elba en Pacific Rim. Plantado firmemente sobre sus pies, casi parecía que iba a dar un discurso sobre como cancelarían el apocalipsis esa noche.

El otro era bajo, pálido, de rostro delgado y ratonil, sus ojos eran bizcos y los anteojos que llevaba le daban un notable aspecto de bibliotecario, literalmente parecía un ratón de biblioteca.

—¿Qué opinas? A mí me da pena ver a lo que se ha reducido la Fundación —preguntó el ratón de biblioteca, es decir el doctor Dávalos, a su amigo el agente Kane.

—¿De dónde vienen?

—Son ex guerrilleros de las FARC de Colombia, abandonaron la guerrilla pero no se han integrado bien a la sociedad civil, la Fundación los contrata como guardias ya que tienen experiencia con armas y en combate.

Resopló con desaliento, estaba claro que no le gustaban.

—¿Qué opinas?

—Servirán por el momento, sabemos cuánto necesita la Fundación nuevos recursos.

—Si claro, para ti está bien, no tendrás que trabajar con ellos, porque cuando haya una brecha de contención, pongamos de SCP-ES-060, gritaran como niñas y saldrán corriendo.

—Pero no me llamaste para oír tus quejas ¿verdad?

—Sí, no es por esto… Es para hacerte una pregunta, muy sencilla —lo miró fijamente —¿Estás listo para volver?

—¿No tienes allí mis informes sicológicos? ¿No he sido analizado y re-analizado por tres de tus colegas?… ¿Lo harás tu también?

—Sé lo que dicen mis colegas sobre ti —hizo un gesto en el aire como si apartara algo inútil— Te lo pregunto yo directamente, como amigo preocupado por tu seguridad y como tu superior preocupado por la seguridad de todos ¿Estás listo?

Egipto, seis meses antes.

—¿Qué crees que hay allí? —le preguntó Omar a Hassan, señalando a un centenar de metros de distancia, donde se alzaban varias tiendas enormes y faros halógenos iluminaban la noche. Hassan se encogió de hombros con desinterés.

—Una excavación como tantas otras.

—Sí, pero esto es diferente, no están los militares custodiando esto, no hay ningún periodista y ellos tienen su propia seguridad.

—Tal vez no sea del todo legal lo que hacen…

Omar y Hassan llevaban dos años trabajando juntos como parte de una empresa de seguridad privada, no eran amigos, no se hablaban fuera del trabajo, ni siquiera se caían bien. Pero las noches eran largas y si no había más opción conversaban entre ellos para espantar el sueño, mientras compartían un cigarrillo.

Si, era raro, ellos solo vigilaban el perímetro exterior, la parte de las excavaciones tenía su propia seguridad –y al parecer solo europeos, ningún egipcio- y ellos tenían prohibido acercarse a esa zona, además de que el contrato que firmaron incluía una clausula que prohibía hablar de su trabajo y de cualquier cosa que vieran en el, bajo el riesgo de ser despedidos y pagar una altísima multa. Todo muy inusual.

La conversación derivo a lo que le había sucedido a un conocido de ambos, un militar que aceptó un soborno para permitir que un equipo de europeos –italianos creía Omar, aunque al final no importaba, para ellos todos los europeos se veían iguales- filmara una película pornográfica en las pirámides de Keops y Kefren. Le pagaron muy bien por eso, y más vale que fuera así, porque sus superiores lo descubrieron y lo expulsaron del ejército deshonrosamente, y tuvo suerte de no terminar en la cárcel.

—Lo que más le duele a él —dijo Omar— es que sus superiores son igualmente corruptos, ellos ganan un buen sueldo con el contrabando ¿Y es castigado por tratar de mejorar su situación un poco?

—Ya sabes cómo son las cosas aquí —respondió resignadamente Hassan, dándole un chupada a su cigarrillo.

Omar miro su reloj.

—Las dos de la madrugada —Hassan volvió a encogerse de hombros, aun faltaba mucho para terminar su turno ¿Para qué recordarlo a cada momento?

—¿Quieres? —y Omar le mostró una petaca.

—¿Qué es eso?

—Coñac, y del bueno, marca europea.

—¡Por Allah!… Claro que sí.

Ambos eran musulmanes, pero no había nadie cerca, ni en su mezquita ni en su barrio se enterarían, así que no era pecado.

Pero cuando Hassan alargo la mano para coger la petaca que se le ofrecía, Omar la dejó caer y antes de que tocara el suelo le agarró la muñeca y lo tiró hacia él. Hassan desprevenido perdió el equilibrio y antes que pudiera decir algo un cuchillo se clavó en su garganta, justo entre la manzana de Adán y la barbilla.

No pudo gritar, solo emitir un sonido ahogado, y el cuchillo volvió a clavarse, golpes secos, potentes. Terminó en el suelo mientras de su boca salían sonidos guturales y una espuma sanguinolenta.

—Lastima de coñac —dijo Omar con tristeza mientras miraba la petaca rota en el suelo.

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