- Y, em… esto de la Anomalía Hartle parece estar atrayendo atención. ¿Crees que nos mandarán a nosotros?
- Hartle es científica, no paranormal -dijo Bullfrog, mientras sustituía cuidadosamente la cubierta de la batería de una fina pantalla de tres pulgadas.- Lo científico no es lo nuestro.
- Lo "científico" se puede volver "paranormal" en un periquete -señaló Fartboy. Pasó la página de su revista-. La línea entre lo normal y lo extraño ya es borrosa de por sí, y parece que ésta está a punto de caer al lado malo.
- Bueno, pues cuando nos manden podrás decirnos que nos advertiste. Hasta entonces, céntrate en la misión -Bullfrog giró un interruptor en uno de los lados de la pequeña pantalla, asintió satisfecho y volvió a apagar el monitor, deslizándolo de vuelta al estuche de su mochila.
- Sí, señor, jefe de equipo, señor, absoputamente Semper Fi O Se Hace O Se Mata Aéreo del jodido Garry Owen La Suerte Favorece A Los Valientes, jefe de equipo -murmuró Fartboy, pasando de página.
- Atentos -dijo Kitten-. Ahí vienen la víbora y unas estrellas.
Bullfrog le echó un vistazo a la puerta del barracón.
- No veo a…
Dos breves golpes, seguidos de la puerta que se abría, permitieron la entrada de un breve soplo de caliente aire del desierto. Dos hombres entraron en la sala. Uno era un hombre bajo e increíblemente feo con una inquietante sonrisa que recordaba a la del gato de Chesire y llevaba un traje negro caro pero siniestro. El otro era un hombre alto, con un pecho amplio y tenía un porte tan militar que el palo de su culo tendría galones de campaña y una Estrella de Plata.
- ¿Es que no saludáis, mamones? -gruñó el militar.
- Pues en realidad no, General -dijo el hombre sonriente del traje-. Técnicamente somos una organización civil a las ó-
- Civiles. Dios. No me lo recuerde. Un montón de putas ovejas, cicateros y tocinaces. ¿Y es que no va a presentarme?
- A eso iba -dijo el hombre sonriente-. Equipo Sparkplug, el General Bowe. General Bowe, el Equipo Sparkplug es uno de nuestros mejores equipos de infiltración y evaluación. Sus nombres reales están clasificados, claro, pero puede llamarles Bullfrog, Kitten y Fartboy.
El ceño del General Bowe se frunció mientras su propietario miraba al joven rubio sentado con sus pies encima de la mesa, que pasaba las páginas de una entrega de la revista TIME.
- ¿Fartboy? ¿Pedorro? ¿Qué mierda de nombre es Fartboy para un soldado?
- No lo escogí yo, General. Digamos que, mmm… me lo dieron la primera vez que fallé el curso de seguimiento en la escuela de tiradores y rastreadores -admitió Fartboy, avergonzado-. Que conste que tocaban judías rojas y arroz en la cantina la noche anterior.
- Claro. Vaya, pues menos mal, joder -murmuró el General Bowe, con un susurro que goteaba sarcasmo-. Bueno, pues cuénteles las novedades.
La expresión del hombre sonriente no cambió por un momento, fija en aquella mueca sin alegría.
- Se cancela la misión -dijo, secamente-. Órdenes de arriba. Ya no vamos a evaluar el objetivo, vamos a asaltarlo.
- Joder -gruñó Bullfrog-. Lo que nos hacía falta. Un asalto a ciegas en una estructura bien guarecida. La leche de genial.
- Bien, pues estáis de suerte, porque no vais a asaltar. Seréis apoyo. Los elementos de asalto y seguridad de perímetro los aportará la Caja de Pandora -dijo la mueca.
El silencio era un estruendo que llenaba la sala.
- ¿Jefe? -dijo Bullfrog, lenta y comedidamente- ¿Podemos hablar?
- Claro, Bull. ¿Le importa que hable con mi equipo un momento, General?
- Tómese su tiempo, Director. Chicos.
- ¿La Caja de Pandora está activa? -preguntó Bullfrog, una vez el General hubo salido.
- Ésta va a ser su primera misión -dijo el hombre de la sonrisa-. Según tengo entendido por lo que me ha llegado de arriba, el General Bowe ha recibido presiones para que justifique su presupuesto, lo que no es de extrañar tal y como está la economía. Pidió ésta, y se la han dado.
- ¿Y qué nos han dado a cambio de pisotear todo nuestro territorio?
- No te preocupes por eso, Bull. Deja que la Señora Mala y sus Doce Malvados Esbirros se preocupen de eso.
- Pues, uhhh… yo tengo otra preocupación -dijo Fartboy, levantando una mano-. Esto no es del todo nuestro campo de experiencia. Asaltar edificios es trabajo para Ataque, no para Evaluación. No estamos lo que se dice equipados para esto.
- Lo sé. El General Bowe ha sido tan amable de ofrecerse a prestarnos algo de equipo de su armería.
- ¿Kitten? -preguntó Bullfrog.
- Nos harán falta los mismos uniformes que lleven el resto de ellos. Y equipo antibalas. Nos hemos traído nuestras armas, pero nos hará falta munición -dijo Kitten, con brusquedad.
- ¿No habéis traído munición?
- Empaqué algo de munición, pero esto iba a ser una misión encubierta de evaluación. Si empezábamos una balacera, todo se iría a la mierda, así que dediqué nuestra capacidad de carga en otras cosas. Como COLLICULUS -Kitten frunció el ceño-. Chin. Los del equipo de perímetro me harán falta entrenados para poner los nodos. ¿Alguno sabe usar el Colí?
- No que yo sepa, no -dijo el hombre sonriente.
- Les precalibraré los emisores, pues -dijo Kitten-. Así los podrán encender y aplicarlos a la pared del edificio objetivo. No serán unas imágenes tan buenas, pero deberían servir.
- Sólo por curiosidad, ¿cómo ibas a ocultar los nodos, de todas formas? -preguntó Fartboy.
- No iba a hacerlo. En I+D me dieron esta especie de robot-taladro. Iba a clavarlos en los edificios desde el sistema de alcantarillado.
- Oh. Mola.
- ¿Más preguntas? -preguntó el hombre sonriente.
- Quiero un informe completo del plan de asalto y de nuestro papel -dijo Bullfrog.
- El plan de asalto lo tendréis que conseguir o bien del General Bowe o de uno de sus subordinados. En cuanto a vuestro papel… lo que antes. Infiltrar, observar, evaluar e informar. Esta es la fiesta del General Bowe, no la nuestra. Si todo sale a pedir de boca, miraréis cómo tiene lugar la misión y nos informaréis de los detalles.
- ¿Y si no sale? -preguntó Bullfrog.
- ¿Si no sale? Consulta el manual y haz lo que tengas que hacer. Buena suerte, equipo.
- Menuda mierda -suspiró Fartboy una vez el hombre y su sonrisa salieron de la habitación.
- Ya, lo sé -dijo Bullfrog-. Muy bien, hora de abrir las putas maletas. ¿Kitten?
- Estoy en ello. ¿Qué nos hace falta?
- Para ti y para mí, 5,56 y 9 milímetros. ¿Fartboy?
- 7,62 y 0,45 -dijo Fartboy.
- Estoy en ello -Kitten se dio la vuelta y salió rápidamente de la sala. Siempre hacía las cosas rápido si podía permitírselo.
- Sabes -observó Fartboy-, el General Bowe no es lo que se dice un estudiante de la mitología.
Abrió su desastrado maletín y sacó un fusil de francotirador altamente modificado.
- ¿Lo de la Caja de Pandora? Eso era lo de la caja que guardaba la Esperanza, ¿no? -Bullfrog abrió su propio maletín y sacó una M-4, comprobando la recámara en busca de munición real antes de seguir inspeccionando su carabina.
- Sí, la esperanza. Y un buen montón de dolor, miseria y sufrimiento -Fartboy frunció el ceño mientras arrancaba una mota de polvo de la óptica de su fusil con una tela suave-. No sé. Será que para mí no es más que un capullo.
- No, tienes razón. El General Bowe está engañándose hasta el punto en que no es realista. ¿Has oído lo último que nos ha dicho antes de salir? Nos ha llamado "chicos." Hasta a Kitten.
- Seamos justos, es un error fácil de cometer.
- Quizá. O quizá sea un signo de que piensa con rigidez. Suponer sin comprobar -dijo Bullfrog.
- Estamos jodidos, ¿verdad?
- Es muy posible, sí.
- Algún día -suspiró Fartboy-, alguien inventará blindajes corporales que me permitan rascarme donde pica, y me casaré con él. O con ella. O con ello -le echó un vistazo a Kitten, que estaba en mitad de una serie absurdamente larga de dominadas a una velocidad bastante inquietante-. No puede ser bueno. Es decir, ¿y si te agotas? ¿Justo ahora?
- Tensa. Nerviosa. Tengo que quemarlo o me entrará el tembleque -Kitten bajó de la barra de dominadas y empezó a hacer flexiones-. Ya descansaré mientras estemos en camino.
- Como quieras. Qué pasa, Bull.
- Qué hay, Fartboy. Kitten. Tengo nuestras órdenes. Nos quieren poner en el helicóptero y proporcionar apoyo de francotiradores de despliegue aéreo. Puesto que esperan poca o ninguna resistencia civil, deberíamos quedarnos sentados y ver cómo va todo -dijo Bullfrog, con mofa-, y, por cierto, ya nos ha llegado la paga del mes, los bombarderos están al caer y sólo voy a meter la puntita.
- Dios Bendiga A América Hurra Arriba y Molon Labe, Hijo de Puta -farfulló Fartboy.
- Ya lo creo. ¿Todo listo, Fartboy? ¿Y tú, Kitten? ¿Estás lista, o te apuntamos a la maratón primero?
- Lista, jefe. Vamos para allá -Kitten acabó una última flexión, se limpió las manos y agarró su mochila y un voluminoso maletín de equipo.
- Sí. Acabemos con esto -dijo Fartboy. Cogiendo su propia mochila y su fusil.
Caminaban por el asfalto de la pista hacia su helicóptero cuando Kitten paró y se volvió hacia un pequeño grupo de hombres reunidos alrededor de un Black Hawk.
- Machote, Moreno y Matador a las tres en punto.
No era raro que los hombres fueran sin camiseta con aquel calor desértico. Sí era raro que estuviesen cubiertos de tatuajes rojos de bordes serrados como los que recorrían cada centímetro del cuerpo de aquel hombre alto y de piel aceitunada. Un enorme collar de acero le rodeaba el cuello, y grilletes de acero ataban también sus manos. Una docena de hombres embutidos en armaduras corporales y que empuñaban rifles de asalto le apuntaban con sus armas continuamente.
El gigante paró y se giró para mirarlos. Fartboy sintió un escalofrío visceral cuando le miró a los ojos.
Ojos de tiburón, pensó. Ojos de asesino. Nada más que muerte y guerra tras ellos.
Entonces alguien empujó al extraño con el cañón de su fusil y el extraño conjunto siguió recorriendo el asfalto hasta entrar en su helicóptero.
- ¿Era él? -preguntó Kitten.
- Sí -respondió Bullfrog-. El Sujeto Able, alias Pícaro Uno. ¿Habéis visto el vídeo?
- Sí -dijo Kitten-. Impresionante.
- Impresionante, joder, más bien puro acojone. Deberíamos volarle en pedazos, no convertirlo en un arma.
- Lo hicimos. Nueve veces. No hacía más que volver -señaló Bullfrog.
- Cojonudo. Y ahora es de los buenos.
- Y nosotros. Ajo y agua, gente.
- ¡TENIENDO EN CUENTA CÓMO ESTÁN LAS COSAS, NO ESTÁ YENDO TAN MAL! -gritó Bullfrog, imponiéndose a los rotores del helicóptero.
Fartboy le respondió con un asentimiento. Estaba tumbado en el suelo del helicóptero, sobre un colchón de gomaespuma, escaneando la ciudad que les rodeaba a través de su mira. Aparte de unos pocos mirones que observaban a los hombres de los helicópteros cayendo sobre el edificio, todo estaba en calma. Nadie sacudía un rifle o incitaba a las masas a la violencia. No le sorprendía. Aquello no era Bagdad o Kabul, la gente del lugar no veía gente con armas a menudo. No habían aprendido a relacionar a los soldados con la violencia y el caos.
- Tenemos el Colí -dijo Kitten a través del micrófono de sus cascos. Pulsó un botón en su ordenador tablet y observó cómo la barra de progresión se llenaba al cabo de un par de segundos. Una vez la pantalla quedó limpia, apareció una imagen del edificio objetivo y todo el bloque urbano circundante. Los propios edificios eran de un blanco fantasmal y traslúcido, como los objetos inanimados que los acompañaban. La gente figuraba como siluetas negras rodeadas por un aura de llamas multicolores.
Excepto una: una silueta particularmente alta y espigada en el helicóptero de asalto que iba en cabeza, y que se dejó caer veinte metros hasta el techo del edificio objetivo, despreciando las cuerdas de descenso. El aura de aquel era de un violeta profundo y oscuro, tan oscuro que era casi negro. Con una mera flexión de sus muñecas aparecieron un par de hojas crueles y cargadas de ganchos en sus manos, y rielaban con un fuego negro.
- Jum -dijo Kitten-. Interesante.
- ¿El qué?
- Las espadas. Siempre habíamos sospechado que estaban vivas de alguna forma. Y esto lo confirma.
Abajo, en el tejado, el resto del equipo de asalto había desembarcado y corría a través de la azotea. Pícaro uno apartó con sus gestos a dos de ellos, que acarreaban grandes cargas explosivas de derribo con forma de plancha; se limitó a sacar la puerta de su umbral cortando los goznes y empujándola de una patada al interior.
Los minutos siguientes fueron una sinfonía de la masacre. Hombres aterrados a los que el sonido de los helicópteros y el tiroteo habían sacado de su sueño, emergían de sus camas disparando, y eran cercenados sin piedad. Las auras vitales se avivaban con las llamas del pánico y dolor, sólo para extinguirse con la misma rapidez. Un enemigo particularmente valiente intentó saltar sobre el equipo de asalto con un cuchillo. Terminó defenestrado desde la ventana de un tercer piso, cortado en tres pedazos.
- ¿Y que teníamos contra el objetivo, Bull? -preguntó Fartboy.
- Supuesto inmortal "Tipo Blanco." Se sospecha que ha vivido quinientos años. Aparte de eso, nada sobrenatural. Si no fuera por su política, dudo que a nadie le importase una mierda.
- Oh. En ese caso, todo esto parece un pelín excesivo -comentó Fartboy. Más abajo, a un adolescente aterrado con un rifle de asalto le abrían en canal con una gigantesca cimitarra.
- Un pelín -dijo con suavidad Kitten.
- Pandora Uno a todas las unidades. El paquete está asegurado. Repito, el paquete está asegurado -en la pantalla de Kitten aparecían seis hombres agrupados alrededor de un séptimo que yacía en el suelo con sus manos en la cabeza.
Si algo va a salir mal, pensó Bullfrog, va a pasar ahora.
El aura negra de su figura entró en la sala, cortó en pedazos al hombre yaciente y destrozó a los otros seis con metódica diligencia.
Odio tener razón.
- ¡MIERDA! ¡PÍCARO UNO SE HA VUELTO LOCO! ¡PÍCARO UNO- -la voz del aterrado soldado se disolvió en medio de un chillido de dolor y un gorgoteo de sangre.
- ¡EL COLLAR! ¡QUE ALGUIEN ENCIENDA EL COLLAR!
La figura de negro se llevó las manos a su garganta. Un instante después, todas las ventanas de las dos plantas superiores del edificio saltaron por los aires, una cascada de cristal y polvo.
Y un instante después de eso, Pícaro Uno salió del edificio. De su brazo izquierdo sólo quedaba un muñón deshecho a partir del hombro. El lado izquierdo de su cuerpo estaba ensangrentado y reducido a jirones. Algunas partes de éste aún humeaban. Pero su mano derecha aún empuñaba la oscuridad hecha filo.
A partir de ahí, las cosas se desquiciaron un poco.
- ¡CADENA PARTIDA! ¡REPITO, CADENA PARTIDA!
- ¡Ha salido del edificio! ¡Ha salido del edificio!
- ¡Necesitamos evacuación médica, ya!
- ¡Ni se le ocurra aterrizar este helicóptero! -gritó Bullfrog al oír aquel último grito de pánico.
- ¡Que le jodan! ¡Son mi gente! -le gritó el piloto.
Por debajo, el primer helicóptero que intentaba evacuar a las bajas quedó partido limpiamente en dos mitades por una espada arrojadiza. El piloto no discutió más y volvió a alzar el helicóptero.
- Deme su radio -dijo Bullfrog, en un tono siniestro. Enchufó sus cascos y pasó a una frecuencia que no aparecía en el registro de comunicaciones.
El hombre sonriente no sonaba sorprendido cuando Bullfrog le llamó por la frecuencia segura. Quizá decepcionado. Sorprendido, no.
- ¿Lo está viendo, jefe?
- Sí -dijo el hombre que sonreía-. El General Bowe está bastante molesto, como poco. Se están preparando para enviar un ataque aéreo. ¿Su evaluación?
Medió una breve pausa, probablemente para que Bullfrog pudiera gritar alguna obscenidad sin que apareciese en los registros oficiales.
- Jefe, para cuando tengan aviones ahí arriba, Able estará en la ciudad propiamente dicha. Hará falta un bombardeo de saturación para sacarle. Si caen bombas americanas en esta ciudad, irá a peor. Con peor quiero decir desestabilización internacional. Por no mencionar el cabreo que se pillará Ban-Ki.
- Bueno, ¿podéis hacerlo?
Otra pausa, algo más larga.
- Sí, jefe. Usted dígalo y nos las apañaremos.
- Lo digo. Corto.
El hombre sonriente se levantó y soltó una tosecilla que le aclaró la garganta.
- ¡Caballeros! -gritó, sonando por encima del confuso fragor de la sala- Me hago cargo de la situación. De acuerdo con el Artículo 45 de los Estatutos de las Naciones Unidas, el Acuerdo Especial entre el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el gobierno de los Estados Unidos de América y el Artículo 9 de los Estatutos de la Coalición Oculta Global, esta operación la llevará a cabo la COG…
- o te apuntamos
Lo primero que hizo Kitten fue quitarse la armadura antibalas. Por lo que había visto, no serviría de nada contra la hoja negra de Pícaro Uno, y no podía permitirse el lastre extra. También dejó atrás casi toda su munición; si su plan funcionaba, sólo necesitaría un cargador. Si no, uno de más no le sería de ayuda.
Sí se cogió el cuchillo.
Cuando el helicóptero llegó a una altura de diez pies, saltó y rodó al contacto con el suelo. Bullfrog le lanzó su rifle y ella giró y corrió hacia el patio del edificio objetivo.
Su sangre cantaba. Aquella era una parte de su trabajo que no tenía el privilegio de disfrutar a menudo, pero cuando lo recibía, era pura alegría.
Disparó su rifle desde la cadera en el momento en que vio a Pícaro Uno: no le importaba alcanzarle, sólo atraer su atención. Pasó a su pistola sin dejar de correr y también la vació. Y le lanzó la pistola (que él agarró y devolvió), sólo para que ella la esquivara y recorriese los últimos diez metros a la carrera.
Toda su energía, toda la tensión que mantenía contenida y oculta tras su fría discreción y un autocontrol férreo, explotaron como una granada.
"Kitten," había reflexionado Bullfrog a menudo, puesto que era un apodo inadecuado para aquella fornida amazona de metro ochenta. "Cheetah," puede. Quizá "Tigresa." "¿Kitten?" Apestaba a sexismo y a aquella actitud patriarcal que, atrincherada en el pasado, relegaba a las mujeres a ser las niñas de los ojos de algún hombre.
O a lo mejor era todo irónico. Tenía que preguntarle al respecto.
También odiaba la forma en que tendía a preocuparse por las cosas más intrascendentes en los momentos de tensión más desesperada.
El piloto les dejó en el tejado de un edificio cercano. Bullfrog salió primero, acarreando la colcha de gomaespuma y el ordenador de Kitten. Le siguió Fartboy, acunando su fusil como si fuera un niño apoyado en su pecho. Corrió por el borde del tejado y se dispuso en su posición de disparo con rapidez, apuntando a través de la mirilla.
Frunció el ceño casi de inmediato.
- Dios, se mueven rápido.
- ¿Podrás darle?
- Esto… no. Ni les puedo mantener en la mira. Lo siento, Bull.
¿Merecía la pena decirle a Kitten que fuera más despacio? No. Por lo que podía ver, ya tenía bastante con evitar que esparciese sus tripas por el pavimento. No tenía aliento que malgastar en una respuesta, y distraerla en aquel momento la mataría. Y estaba agotándose. No importaba lo rápida, lo dura que fuese, era humana, y Pícaro Uno era casi un dios; incluso demediado como estaba, peleaba tan bien como ella, o mejor.
Lo que significaba que tendría que bajar y ayudarle. Maldita sea.
- Muy bien, pues allá voy -suspiró Bullfrog-. No importa lo que pase, si lo ves claro, pégale un tiro.
- No me lo digas dos veces. Buena suerte, Bull.
- De puta madre.
Bull derribó la puerta a patadas y empezó a bajar por las escaleras, murmurando una breve disculpa a los civiles aterrados que se amontonaban dentro. Si iba a salir ahí fuera, pensó, necesitaría un arma más grande.
Kitten iba a morir.
No es que fuera su culpa. Pícaro Uno era sencillamente más rápido, más fuerte y mejor de lo que era ella. No se cansaba. Ella sí. No sentía dolor. Ella sí.
Encontró algún consuelo en el hecho de que habría durado unos dos minutos más de lo que ninguna otra persona que ella había visto plantarle cara había durado. Ahí quedaba eso.
Pero pasaría pronto. Cometería un error, y entonces la mataría. Una pena, pero no había nada que hacer al respecto.
Dio un paso atrás que resultó un pelín demasiado largo y perdió el equilibrio.
Iba a matarla.
Pero se detuvo cuando hubo una larga ráfaga de una ametralladora automática que cosió el aire entre ellos.
- ¡Eh, capullo! -gritó Bullfrog- ¡Dile a tu madre que tanta polla de cabra no puede ser buena!
Disparó otra ráfaga de la ametralladora, sólo para ver cómo Pícaro Uno las aplastaba en pleno vuelo con su espada. Algo en aquel gesto disparó un recuerdo en la mente de Kitten, y le lanzó su cuchillo.
Pícaro Uno lo agarró de inmediato.
Y su única mano sana quedó ocupada, con lo que no pudo manifestar una espada.
Lo que hizo que la siguiente ráfaga de la ametralladora de Bullfrog le dejase sin piernas.
Que se siguió de una rápida sucesión de diez tiros por parte del fusil de Fartboy, que convirtió la cabeza de Able en mermelada de melón.
Pero sólo para asegurarse, Kitten se dedicó a aplastarle el espinazo hasta que sólo quedó pulpa con un adoquín.
Y sólo entonces se permitió relajarse.
El hombre sonriente tuvo que reconocer que era una cabaña muy agradable junto a un lago muy agradable. Un lugar ideal para pasar una semanita apartado del mundanal ruido… o para exiliarse apartado del escarnio público.
Al General Bowe no le quedaban bien los hábitos del civil. Su ancho torso quedaba triste y vacuo sin sus medallas y condecoraciones. Era un cuadro que sólo remataba aquel cubata de vodka con hielo que descansaba a su lado.
- Me acaba de llamar el Secretario de Defensa -dijo.- Se acabó el Proyecto Pandora. Van a cancelar nuestro presupuesto y a retirar todos nuestros recursos.
Levantó su vaso para brindar un saludo irónico.
- Hjos de puta.
Retirar nuestros recursos. Un término amable y limpio para las ejecuciones en masa. La Base Palmdale se convertiría en un degolladero. El hombre sonriente tembló para sus adentros al formarse aquella imagen.
- Será difícil para algunos de sus recursos -señaló-. Me viene a la mente el propio Able.
- Van a cavar un pozo enorme y pondrán la caja al fondo de diez mil toneladas de hormigón sólido. Un jodido desperdicio -murmuró el General.
- Es para bien -dijo el hombre sonriente-. A algunas cosas no podemos controlarlas o destruirlas… y tampoco es asunto nuestro el almacenarlas.
- Uh -el General Bowe tomó un largo trago de su vodka y contempló con intensidad el atardecer-. Hablando del tema, he estado revisando la operación del otro día.
- ¿Oh? -preguntó el hombre sonriente.
- Sí. ¿Esa zorra enorme? Iba a unos ochenta kilómetros por hora en su último sprint. Sólo por un par de segundos, pero eso es casi el doble de rápido que el puto Usain Bolt.
- Ah -dijo el hombre sonriente.
- ¿Y ese crío rubio del mote ridículo? Le metió el cargador de un M-14 DMR a la cabeza de un hombre que estaba a doscientos setenta y cinco metros. En unos dos segundos.
- Hm -aseveró el hombre sonriente.
- ¿Le importaría explicármelo?
El hombre sonriente también contempló el atardecer durante unos instantes. Sólo habló cuando el sol había caído tras las colinas y tan sólo quedaba una penumbra gris.
- La investigación de armamento suele centrarse en lo exótico. Políticos y generales que quieren avances grandes, llamativos y excitantes. Portaaviones. Cazas. Tanques. Un guerrero inmortal con espadas mágicas. Pero pregúntele a un soldado qué quiere, qué quiere de verdad, y las respuestas se vuelven más prosaicas. Un rifle mejor que nunca se atasca. Un sistema de comunicaciones que no se corta. Pantalones que no se desgarran.
-… ¿francotiradores que nunca fallan un tiro limpio?
- Mmm.
- Creía que esa era la clase de gente a las que vuestro grupo tiene que matar.
- Sí, nuestro trabajo es proteger a la humanidad de lo paranormal. Pero la línea entre lo normal y lo paranormal resulta a menudo… borrosa.
El hombre sonriente miró su reloj y se puso en pie.
- Y ahora, si me disculpa, tengo una reunión con la NASA. Parece que podría haber alguna rareza en cuanto a la Anomalía Hartle. Que tenga una buena noche, General.