El soplido del viento y el crujir de las hojas y las cenizas adornaban con gracia y calidez una reunión entre amigos, cuyas voces resonaban entre el bosque oscuro en una noche estrellada alumbrada únicamente por una fogata de danzantes colores.
Siete jóvenes, reunidos alrededor del fuego, compartían con nostalgia anécdotas de tiempos pasados.
—¡Oigan! ¿Se acuerdan de ese viaje a Untere Mulde que hicimos hace muuuuuuucho tiempo? —dijo el chico de duraznos cabellos.
—¿Fue hace tanto? Todavía lo tenía reciente en mi memoria. El tiempo de verdad que no perdona —respondió Ida ante la pregunta de Meier.
Una risita de parte de Magda, una chica de precioso pelo castaño y rulos largos, se escucha y se siente como una suave gota de agua en la piel.
—Me acuerdo más de su injusticia. Hubieron presentaciones y décimas extras por ir, pero como reprobé esa cosa de Filosofía me tuve que quedar a estudiar y a ayudar al profesor Silke —se quejó amargamente Noah, un chico más bajito que los demás, pero con unos grandes e hipnotizantes ojos que de vez cuando eran cubiertos por un pelo negro azabache.
—Bueno, pero al menos te contaron lo que pasó… ¿no? —Magda ladea la cabeza, recargada en el pasto.
Ida, la pelirroja del grupo, aplaude entre risas y le da un codazo juguetón a Meier.
—¡Oye Meier junior! ¿Aún recuerdas todo? Deberías contarle a Noah, pobrecito se quedó sin historia.
—Claro que lo recuerdo, ¿cómo no hacerlo? —Meier se recargó en la madera de la banca y vio las llamas arder.
La danza hipnótica del fuego cubrió rápido su retina y se revolvió en un espiral de fuego que acabó disipándose para mostrar otro día, otro lugar.

—Odio los exámenes finales —digo agotado saliendo del aula de clases.
—Bueno, pero al menos ya queda poco, Meier —consoló la pequeña Magda a su derrotado amigo— solo una última semana y ya acabara todo esto.
—Para ustedes —refunfuñó el incluso más pequeño Noah al salir del aula— ya me dieron la noticia de que no voy a poder ir al viaje escolar.
—¡Cierto! ¡El viaje! —mi expresión de derrota rápido se convierte en una de victoria— ¡Madame Julie dijo que iríamos al bosque lejos de todo! ¡Siempre quise ir al bosque!
—Voy a tener que quedarme con el profe- —es interrumpido Noah
—Iremos donde un compañero de Madame Julie —se apareció Ida desde atrás de una columna del pasillo— uno que estudió en la mismísima Escuela de la Bauhaus.
—Con el aburrido del profe Silke me voy a tener que quedar acá y- —de nuevo es interrumpido Noah
—¡En la Bauhaus también! —se sobresalta Meier— ¡Debe ser tan increíble como Madame Julie! ¡Ya quiero estar allá y preguntarle mil cosas!
—Si y entonces eso me hace sentir mal porque- —otra vez es interrumpido Noah
—Escuché que estaremos en su casa de hecho, cerca de Untere Mulde —levantó su dedo índice Ida— pero por lo que dijo, es una zona mágica a la que solo se puede acceder con una invitación
—Y me parece demasiado injusto porque yo- —a nadie le importa, Noah
—¿Vamos juntos? —salieron del aula y se preguntaron al unísono el uno al otro Adal y Emma — Si, vamos juntos
Nos quedamos conversando sobre el viaje el resto del día. Noah también creo, no sé, no me acuerdo ya. Pero, ay, ¡quisiera que mañana fuera el día!
¡Mañana es el día!
Ya nos avisaron que el trayecto es largo. Siempre me pone un poco nervioso salir de la escuela, pero la emoción opaca cualquier miedo cuando se trata de Madame Julie organizando una salida.
Es algo muy único. A veces vemos gente nueva, estudiamos con genios de la materia, y hay actividades y comida deliciosa todo el tiempo. Ay, ¡gracias por este viaje! ¡Te quiero mucho Madame Julie!
Aunque no quiero tanto la tarea que nos dejaste.

Dos preguntas. Solo dos preguntas. Las tareas y exámenes así me aterran.
Más todavía porque no entiendo bien que significan. Parecen sacadas de algún libro viejo de filosofía griega o algo así. Y valen la mitad de la calificación… así que debo pensar bien mi respuesta.
Algunos de mis compañeros ya comenzaron a llenar la hoja. No sé si son valientes o tontos. O tal vez yo soy el tonto. ¿Es tan sencillo en realidad? No lo sé. Pero esperaré hasta que regresemos a casa para responder. De todos modos, Madame Julie dijo que lo revisaría en ese momento.
Quisiera seguir pensando, pero dormí tan poco anoche de la emoción que yo…
Hypnos.
—Despierta, despierta, despierta, despierta —me mueve Adal mientras me despierta irritantemente
—¿Ah…? —digo sin despabilar aún
—Roncaste todo el abecedario anoche —dijo molesto Adal— toma tus maletas y corre porque ya llegó el autobús.
—¡Miércoles! —me levanté rápido de la cama.
Me olvidé de hacer la maleta, así que me apresuro a correr entre el armario y mi cama. Tendremos que caminar así que llevo pocas cosas. Ropa y… ropa. Listo.
Corro hasta la parada del autobús con la maleta a medio cerrar. Allí me esperan Madame Julie y mis amigos. Magda deja salir un risita.
Parece que el autobús aún no llega, pero está bien. Son las cuatro de la mañana, nunca estoy despierto a esta hora y es interesante estarlo ahora. Se siente casi como rebeldía, como que estoy haciendo algo malo, pero en realidad no, y es emocionante.
Hace frío, y el silencio apenas se interrumpe con los sonidos de grillos, ranas y otros animalillos que adoro escuchar. Mis compañeros murmuran entre sí sobre dónde van a sentarse en el autobús; que si el pasillo, que si la ventana.
Yo solo los veo feliz. A mis compañeros, a Madame Julie. A los bichos, los animalitos. A mi alrededor. Y de repente, una columna de humo en la lejanía, y poco después un estruendo. Pronto, se convierten en varias columnas, y los estruendos tardan poco en llegar.
Me dirijo rápido hasta Madame Julie.
—¿Qué es todo ese humo? —pregunto, jalando ligeramente su vestido para que me preste atención.
Madame Julie me mira un segundo, luego observa el humo y finalmente me devuelve la mirada.
—Son gente haciendo fogatas y lanzando fuegos artificiales —dijo Madame Julie con una sonrisa— No te preocupes, si te da envidia entonces nosotros también haremos la nuestra cuando lleguemos a la casa de Schlemer.
Sonrío y asiento a lo que dice. Si ella dice que está bien, entonces es verdad.
Por fin, llega el autobús. Es un pequeño camión que se ve viejo y está claramente chocado, pero a pesar de eso parece funcionar perfectamente. Todos nos formamos para abordar con nuestras mochilas y maletas.
Yo me formo detrás de Ida y entro al camión. El olor a diésel es fuerte, pero no es tan desagradable como el olor a aguarrás que queda en la clase de pintura al óleo, ese si que es un olor asqueroso.
—Recuerden que estaremos solo un par de horas en el camión —nos dice Madame Julie con firmeza— Cuando lleguemos al pie de la montaña deberán cargar sus cosas
Madame Julie nos da más instrucciones importantes que ya se me olvidaron mientras el resto sube al camión. Los más rápidos eligen asientos junto a la ventana; el grupo de música se dirige al fondo, como si fueran un coro. Yo me apresuré a sentarme detrás de Madame Julie, y por el lado de la ventana por supuesto. El mejor lado.
Magda se termina sentando a mi lado.
Durante el inicio del trayecto hablamos sobre muchas cosas, como nuestro odio a los exámenes finales, lo bien que lo hizo Magda en su última obra de teatro, y lo duras que son las clases de ballet este semestre.
Pero no sé en qué momento la conversación cambió y de repente Magda me está hablando sobre literatura romántica y cosas sobre el amor en general. No sé mucho de eso la verdad, así que solo le respondo que si a todo para no quedar como un tonto.
En cierto punto me mira un instante a los ojos, y siento cómo mi pulso se acelera un poco cuando de la nada me sonríe y me pregunta:
—Entonces… ¿ahora no te gusta alguna chica?
No sé qué responder. No sé qué significa que te guste alguien. Quiero decir, si sé cuál es su definición, pero no sé qué significa. ¿Significa estar interesado en atar a alguien para que alguien siempre esté a tu lado? ¿Significa andar de la mano y pelear con quien mire a tu chica? ¿O tal vez significa algo más íntimo que parece que todos entienden menos yo?
No lo sé. Al final solo le contesto que no.
—No —dije— no por el momento.
Pero tal vez es mentira.
Tal vez no sé exactamente qué significa, pero si es algo de lo imagino, es Magda. Tal vez me gusta Magda. Me ayuda en ballet y no se ríe de mi cuando me caigo, siempre hablamos de cualquier cosa sin problema, y hasta es la única que no se burla de mi cuando me visto diferente.
Tal vez ella me guste. Pero no lo sé.
Al contestarle que no, noto una sombra de decepción en su rostro. ¿Será que también le gustaba? ¿O solo quería un chisme que no logró obtener? ¿Lo arruiné? ¿Puedo cambiar mi respuesta?
Ya fue.
Soy un tonto, lo sé, pero me cuesta cambiar una respuesta. De todos modos, no dejaré que Magda se sienta mal el resto del viaje. Siento que se lo debo.
El viaje por la carretera continuó de forma nada tranquila. El autobús se estremece entre tantos baches y hoyos. Pero incluso así, no puedo evitar que la fatiga cobre factura.
Cierro mis ojos y me permito descansar un momento.
Hypnos.
Abro los ojos, aún estamos de viaje. Los de música están cantando no sé qué canciones a todo pulmón. Miro a Magda, quien se ve cansada y no parece haberse dado cuenta de que desperté.
Recuerdo lo que me preguntó antes, y comienzo a mirarla. A pesar de verse cansada, sigue viéndose elegante y adorable. Sus labios son rosados como una peonia y sus rizos castaños caen cual cascada sobre sus ojos azules como las lobelias.
A la mitad de mi esquizofrenia, Magda acaba por cerrar los ojos y acurruca su suave mejilla sobre mi cabello.
Pronto, me relajo y…
Hypnos.
Magda me despierta con suavidad.
Finalmente llegamos al pie de la montaña y debemos tomar nuestras maletas para continuar a pie.
Al bajar del autobús, el chófer se despide de nosotros con un ademán, y la vista que se extiende ante mí me deja sin palabras. Aquí está tan alto que podemos ver los árboles desde arriba,. Éstos cubren de verde y rojo todas las montañas.
Me pregunto que clase de árboles son. ¿Con qué colores podría sacar el tono verde de sus hojas? El lago refleja un azul tan saturado y brillante que me dan ganas de saltar y bañarme en él ahora mismo.
El olor es inconfundible. Es fresco, con un toque de frío, y lleva consigo la fragancia de arces y avellanos. El suelo es una cascada de hojas en tonos rojos, amarillos y verdes. Parece un lienzo natural listo para darle una historia, y por fin es momento de adentrarnos en este sueño.
Adal camina a mi lado, muy emocionado mi compadre. Lleva siendo mi segundo mejor amigo desde hace mucho tiempo, pero a veces me cuesta entender un poco cómo funciona su mente. Sin embargo, siempre logra entretenerme. Esta vez, lo hace con un pequeño chisme:
—¿Escuchaste? Dicen que el artista al que visitamos era esposo de Madame Julie.
Arqueo una ceja y lo miro con incredulidad. ¿Ex-esposo? ¿Tuvo esposo? ¿Por qué Madame Julie nos llevaría a visitar a su ex-esposo solo para darnos una lección artística? Además, me intriga saber por qué se separaron. Siempre he visto a Madame Julie como alguien tan independiente… es raro saber esto ahora.
O tal vez no es cierto.
—¿Y tú cómo se supone que te enteraste de esto? —le pregunto, dudando de su información.
Es verdad que Adal siempre está al tanto de los chismes en las escuela, pero de chismes de los alumnos. Esto ya es otro nivel.
—El retrato que Madame Julie tiene en su oficina coincide con la descripción que dio sobre el señor —se estira Adal— Además, me acordé de su obra más conocida. Ya sabes, esa obra de teatro donde la mujer le manda cartas a su esposo, haciéndose pasar por otra persona para saber si le sería fiel. El nombre del personaje era el mismo que hay en la firma del retrato.
Adal parece muy convencido de su teoría y pasa un buen rato explicándome como todo está conectado. El resumen es que, según él, Madame Julie se arrepintió de dejarlo, y ahora intenta reconquistarlo, siendo nosotros la excusa para volver a verlo.
Ajá.
Ida, que escucha nuestra conversación, no puede evitar acercarse amenazadoramente y darle un zape en la cabeza para hacerlo callar. No voy a mentir; yo también tenía ganas de hacerlo.
—No hables así de Madame Julie —dice Ida, indignada— bien sabes que ella es una mujer decente.
—Ni hiblis isi di midim Juli —arremeda a Ida moviendo sus manos al azar.
Ida levanta la mano.
—¡Ay, ya! ¡Bueno ya! —se escuda detrás de mi Adal.
Es tonto, pero aún así, me cuesta descartar lo que dice Adal. Si lo detestara, ¿por qué Madame Julie nos llevaría a visitar a su ex-esposo? ¿Y qué querrá de él? Mis pensamientos se ven interrumpidos por Madame Julie llamándonos a cenar.
No me di cuenta, pero ya llegamos hasta un claro, lugar perfecto para descansar un poco. Fuimos por unos troncos caídos y nos sentamos a descansar. Todos sacan comida y bebida de sus mochilas. A mi se me olvidó eso pero Magda me comparte de su sándwich.
Madame Julie no tarda en prepararnos un ejercicio rápido de dibujo para después de la comida: dibujar lo primero que nos llame la atención.
Así que aquí estoy, con mi lápiz en mano, tratando de concentrarme. Pero me cuesta más de lo que esperaba.
Adal y su chisme me siguen dando vueltas, y no puedo dejar de pensar en ello. Es probable que tenga razón, pero al mismo tiempo Madame Julie no es así, y… agh. Buena teoría, Adal. Te cedo eso.
Mis compañeros parecen más concentrados que yo; algunos están haciendo dibujos de las montañas, los árboles, las rocas… Pero yo no puedo dejar de observar el suelo.
Me di cuenta de que allí, entre la hierba, hay un hongo pequeño de aspecto peculiar, muy distinto a todos los que he visto antes.
Decidí dibujarlo.
Lo imagino como un hombrecito con capa y sombrero, como un pequeño ser que camina y habla con otros hongos. O incluso hace una red con su capa llena de agujeros.
Recuerdo haber oído que los hongos se conectan y se comunican entre sí mediante sus raíces que no se llaman raíces. Micelios, creo. No sé cómo funciona eso pero es genial.
Algo de eso me hace pensar en la escuela y en su gente. En cómo al final todos estamos conectados de alguna manera. Como a todos nos une el arte. Tal vez utilice esta idea para mi proyecto de fin de año.

Te quiero mucho honguito.
Cuando termino mi dibujo, me pongo a curiosear los trabajos de los demás. Adal está haciendo grabados sobre tablas de madera, usando una pluma de hierro que calienta a altas temperaturas con su mano para marcar la madera. Es impresionante verlo trabajar, aunque espero que mantenga el control; los bosques son inflamables.
Ida, por su parte, está completamente concentrada, transcribiendo lo que las plantas y los bichos le dicen. Está tan sumida en sus letras que decido no molestarla.
Magda, como siempre, está sirviendo de modelo para algunos compañeros. Su ligereza parece la de una pluma, y su postura y movimientos tan suaves hacen que no te canses de verla bailar y posar.
Emma está tocando su flauta, haciendo que los gusanos bailen. Es una vista curiosa y divertida. Me pregunto cómo lo hace, ¿funcionaría para animar una fiesta entera? Sería divertido tener un musical y que en algún momento ella que todos se pongan a bailar, como si público se transformara en parte de la obra.
Cuando Madame Julie termina de evaluar a todos, nos levantamos y seguimos caminando.
La noche ya empieza a caer, y algunos de mis compañeros se asustan fácilmente por los ruidos de los animales en el bosque. No creo que sepan que solo son criaturitas pequeñas viviendo simplemente. Los más valientes hacen bromas para molestar a los más miedosos, hasta que finalmente, a lo lejos, vemos una tenue luz que nos guía.
La seguimos, y al llegar, vemos una pequeña cabaña frente a un lago que se decora con árboles a su alrededor.
La arquitectura de la cabaña es exquisita, como la de los chalets suizos que he visto en los libros. El jardín está lleno de flores amarillas, crisantemos y algunas dalias negras, que le dan un toque especial al lugar.
Después de tanto caminar es un alivio poder llegar a descansar los pies en un lugar tan bonito.
Madame Julie toca la puerta. Esta se abre, y un gran hombre nos saluda con una linterna en su mano. No se ve tan viejo pero si se ve que los años ya empezaron a marcar su rostro, así que, calculo unos 50.
—Buenas, jóvenes —nos dice amablemente— pasen, por favor.
Nos guiamos por su luz mientras entramos a su oscura casa, que resulta ser modesta pero preciosa.
Una vez que ya estamos todos dentro y se cierra la puerta, Madame Julie, con una sonrisa de oreja a oreja, nos da unas palabras.
—Chicos, quiero presentarles al señor Walter Schlemer, un antiguo compañero mío de la universidad, de la Bauhaus.
—Es un gusto, jóvenes. Bienvenidos a mi humilde hogar. —sonríe Schlemer— ¡Que de humilde no tiene nada! Al menos no por dentro. Esta casa es más grande de lo que imaginan, y su maestra aquí presente me ayudó a construir este lugar pieza por pieza.
—Solo fue un pequeño favor —Madame Julie mira molesta a Schlemer.
La sonrisa de Schlemer se hace un poco más pequeña y nerviosa.
Adal me mira desde el otro lado de la habitación con ojos triunfantes. Tal vez si tenía razón.
—Bueno, deben estar cansados —Schlemer indica el camino con su linterna— así que por favor pasen detrás de mi. Los guiaré hasta sus habitaciones.
Rápido corrí para ser el primero en ver todo, y wow, qué bien que lo hice.
El lugar está lleno de obras de artistas de la Bauhaus, piezas con elementos cuadrados o en sus formas más básicas que tienen una funcionalidad además de la estética; y otros movimientos artísticos. Reconozco a Man Ray y a Duchamp al instante.
Al principio solo nos iba a llevar a nuestras habitaciones, pero quedamos tan maravillados con todo que quisimos ver más, así que nos hizo un pequeño tour guiado por buena parte del lugar.
A pesar de que la cabaña parece pequeña por fuera, por dentro se extiende tanto como si fuera una mansión. Hay varios cuartos y pisos más que ni siquiera logramos contar. El interior tiene un estilo arquitectónico moderno, práctico y funcional, digno de la Bauhaus, pero también se ven toques personales de Schlemer, como los muebles que están llenos de figuras orgánicas y ornamentadas, lo que sería Art Noveau.
Ambos movimientos artísticos se podría decir que son antagónicos el uno al otro pero siento que en este hogar se logran complementar.
Finalmente Schlemer nos lleva hasta nuestras habitaciones.
—Ahora, por favor, formen grupos y escuchen bien las reglas de la casa —nos ordena Schlemer de manera suave pero firme— No queremos que se terminen perdiendo o lleguen a un lugar que no deben sin querer.
Nos formamos en grupos y escuchamos las reglas. Eran muchas que ya no me acuerdo bien, pero si recuerdo la más importante, que es no salir de los cuartos por la noche.
Todos se dispersan, algunos se quedan solos y otros se van juntos a un piso apartado. Yo me voy con Magda, Emma, Ida y Adal, ya que estamos acostumbrados a dormir todos juntos. Aunque ahora nos damos cuenta de que tenemos camas individuales.
¡Lo increíble que es eso!
Siempre quise tener mi propia cama, y está aunque no es más suave que la nuestra, es tan espaciosa como siempre soñé.
Sacamos nuestras cosas y nos acomodamos. Todos se echan a dormir casi al instante. Madame Julie nos había dicho que descansáramos, ya que el día siguiente sería uno lleno de actividades.
Pero a mi me cuesta dormir.
Todo es genial, pero al mismo tiempo, extraño y ajeno.
Extraño mi habitación con mi colección de marionetas de madera, la calidez de la escuela llena de colores. Además, hay olores fuertes de hierbas medicinales que inundan esta casa y me pican la nariz.
¡Agh! ¡Qué molesto!
¡Debí al menos traer al señor Pierrot para que me hiciera compañía!
Ya no lo soporto y me levanto para ir al baño. Tal vez algo de agua tibia en el rostro me ayude a relajarme y dormir.
En el camino escucho unas voces familiares.
Me da curiosidad y sigo el sonido, dándome cuenta de que se trata de Madame Julie y el señor Schlemer.
—No te pongas a cambiar las cosas ahora, hombre —dice Madame Julie, con voz irritada— el trato fue bastante claro; me ayudas a alejar a mis niños de Dessau y yo te daba el dinero suficiente y una ruta de escape para salir del país. Simple.
¿Por qué se pelean? ¿Por qué quiere irse de Alemania? Y, ¿por qué quieren alejarnos de Dessau? Ese es nuestro hogar.
El señor Schlemer suspira, descontento.
El silencio entre ellos es incómodo. Siento que no debería escuchar más, pero mis pies permanecen clavados al suelo mientras Madame Julie habla de nuevo.
—Jul- —Schlemer es interrumpido.
—No, Walter. No sigas. Eso es todo. Ya no te hagas ideas del porqué me digné a hablarte. Todo esto lo hago por ellos.
El señor Schlemer se cruza de brazos y la mira, como quien no olvida un abrazo perdido, o un amor marchito.
—Si ya terminaste, deberías ir a descansar —responde Schlemer mientras se dirige hacia la puerta de otra habitación, probablemente su cuarto— Mañana seguimos con cómo estás enseñándoles a estos niños sobre el arte, lo anómalo y el mundo. Pero insisto, no puedes esperar encerrarlos en una madriguera y esperar que no quieran cavar hasta la superficie.
Madame Julie suspira, con los ojos rojos y llenos de cansancio. Al final, decide irse a dormir.
Me pregunto porqué habla de la escuela de esa manera. No estamos encerrados, ¡estamos protegidos!
Puedo escuchar los pasos de Madame Julie acercándose a la habitación, así que rápidamente corro a esconderme. El lugar es enorme, pero logro perderme entre los pasillos antes de que me vea.
Cuando la veo entrar a su habitación trato de encontrar mi cuarto, pero llego a una sala grande con varios artefactos. Allí, un sonido extraño me llama la atención. Creo que es de una radio, y de ella salen voces muy difíciles de entender.
A Madame Julie no le gusta mucho que escuchemos la radio, dice que nos hace tontos, pero la curiosidad me mata, así que me acerco para buscarla.
Sigo el sonido hasta que me encuentro con Magda, quien la apaga. Me sonríe, aunque sus preciosos ojos se ven rojos y llenos de angustia. Pobrecita debe estar demasiado cansada. Me acerco, pero antes de que le pregunte, ella habla.
—Te escuché salir. Tampoco podía dormir y me encontré con esta radio —Magda apunta al objeto— pero es muy aburrida a estas horas.
Magda sonríe otra vez y se levanta.
—Mejor volvamos a dormir. Tenemos que hacer muchas cosas mañana y Madame Julie siempre dice que debemos dormir al menos 8 horas, ¿verdad?
La acompaño en silencio para no despertar a los demás y regresamos al cuarto.
No sé como le hace para recordar tan bien el lugar, yo me perdí de inmediato.
La acompañé hasta su cama, pero antes de irme a la mía, le di un abrazo. No sé por qué lo hice, pero sentía que tenía que hacerlo.
—Meier —dice Magda somnolienta— ¿crees que puedas quedarte hasta que me quede dormida?
Acepté. Luego de lo del camión, siento que se lo debo de alguna manera.
Solo me iba a quedar hasta que se durmiera, pero supongo que yo soy más débil.
Hypnos.
Este nuevo día, ambos maestros deciden que un curso pequeño de interdisciplina es necesario para todos. Aunque la verdad, se me hace algo absurdo esta materia, ¡el teatro ya es interdisciplinario! Pero mientras yo opino que es una asignatura de relleno, Madame Julie afirma que es un espacio donde los alumnos de diferentes áreas pueden desarrollarse mejor al trabajar juntos.
El horario queda algo así:
Lunes | Martes | Miércoles | Jueves | Viernes |
---|---|---|---|---|
Estudio de objetos decorativos y su funcionalidad | Kinesiología y el cuerpo humano para entender al pintar | Concierto en el silencio | Desfile de modas ontokinética | Interdisciplina |
Las prácticas empiezan bastante bien. Madame Julie asigna a cada quien una pareja para el día de hoy, basándose en qué tan buen equipo hacemos al trabajar con alguien de un campo que no dominamos. A mí me toca con… Emma.
Bueno, no está mal. Me pudo haber emparejado con alguno de los insoportables de literatura. En fin, comenzamos a trabajar en un pequeño proyecto de diseño. Como estamos en una casa con estilo Bauhaus, donde el diseño y la funcionalidad prevalecen sobre la estética, tenemos que diseñar un objeto que sea arte y utilidad a la vez. No queremos sacrificar estética por funcionalidad, así que Emma escribe el discurso del objeto a diseñar, y yo lo altero en forma para que encaje con su descripción.
Al final, creamos una silla de madera en forma de osito, que "abraza" mientras descansas y se abraza a la mesa cuando no la usas. Básicamente, Emma argumenta que la silla sería un acompañante más, ya que "las sillas siempre están con los artistas".
Calificación: 70/100
—Lograron entender el concepto de utilidad y diseño, pero la idea sigue siendo un poco básica. El discurso de Emma es bueno, pero la silla no parece tan personal para un artista; sigue siendo una idea general —comenta Madame Julie sobre nuestro proyecto.
Bueno, mañana nos irá mejor.
Eso pensé ayer. Ahora que es martes, el equipo es diferente. Esta vez los demás escogen las parejas de otros mediante votación. Mi pareja resulta ser… Magda. No sé por qué no me sorprende.
La actividad consiste en hacer un baile en pareja. Más que un baile, es algo experimental. El señor Schlemer, que asistió a las clases de danza en la Bauhaus, propone un ejercicio donde una persona actúa como maniquí y la otra la posa mientras baila, buscando un ritmo fluido.
Magda y yo decidimos que yo sea el maniquí y ella la bailarina. Algo de esto me emociona; aún estoy preocupado por ella desde la noche anterior, cuando la encontré con la radio. La música comienza. Reconozco la pieza: Waltz Número 2 de Shostakovich. Magda toma mi mano, la posa sobre mi cabeza, desliza mi pie hacia adelante y guía mi torso hacia atrás mientras ella se inclina al frente.
Después, me lleva a hacer un relevé y un plié, bajamos, subimos, separamos los pies y doblamos las rodillas a medias. Toma mis manos, y mis ojos siguen los suyos, se le ve tan concentrada en lo que hace que simplemente dejo que me guíe. Bajamos en un split algo doloroso pero breve, siento como sus manos sostienen las mías de forma que me sería imposible separarme. Nos incorporamos, damos una vuelta y terminamos en una tercera posición arabesque, nuestros pies bien en alto. Ahí mismo veo como todas sus preocupaciones de ayer se disipan, el amor que le tiene a la danza y como sostiene su mundo.
Calificación: 95/100
—Ambos son una pareja excepcional que fluye como el agua. Ansío ver más de ustedes —dice el señor Schlemer, visiblemente satisfecho.
Es miércoles por la noche. Madame Julie y Schlemer nos llevan a un estanque detrás de la casa, un lugar grande y rodeado de flores preciosas, incluso puedo ver algunas luciérnagas volar por ahí. Antes de cruzar el arco de entrada, nos advierten que, dentro, las voces humanas no son perceptibles. Es como si nos quedáramos mudos. Por lo tanto, debemos crear sonidos o música para expresarnos, usando únicamente lo que hay a nuestro alrededor.
El señor Schlemer forma los equipos al azar. Me toca trabajar con Ida. ¡Qué suerte! Como es del área de música, no deberíamos tener problemas. Entramos al estanque, y todo alrededor suena bajito. Las voces de todos se apagan, dejando solo el canto de las cigarras. Es todo tan tranquilo, podría quedarme dormido aquí sentado.
Ida y yo nos acomodamos cerca del agua. Ella toma una varita y me hace gestos. ¡Maldición! Es difícil comunicarnos sin palabras, pero entiendo que quiere que golpee una roca con un tronco en un ritmo de tres cuartos. Así lo hago. Luego, Ida lanza piedras al estanque, creando un sonido de percusión. Toma un trozo de bambú, lo perfora con su navaja y crea una flauta improvisada.
Con su flauta, Ida logra que las cigarras se alineen a mi percusión, mientras las ranas y grillos añaden sus propios ritmos. Es un espectáculo armónico. Ida llama a nuestra obra "Oda al silencio del estanque".
Calificación: 75/100
—Ida participó en la mayoría de la obra; Denis debería involucrarse más. Sin embargo, el resultado es precioso —comenta Madame Julie. Schlemer asiente, concordando con ella.
El último día de actividades planeadas es jueves por la tarde. Madame Julie propone un desfile inspirado en la Bauhaus, usando materiales disponibles. Finalmente, puedo trabajar con mi grupo habitual: Magda, Ida, Emma y Adal, quien se autoproclama capitán del equipo.
Nos divertimos proponiendo ideas, salieron obras de todo tipo como intentar bailar con un disfraz de dos cabezas o una falda hecha con agua del estanque. Al final optamos por un conjunto de ropa hecho con leotardos de danza y zapatillas, realmente no creo que podría haber bailado con todas las cosas que se les ocurrió en el instante. Emma elige colores primarios para la máscara (azul, rojo y amarillo sobre blanco y negro), Magda me presta un tutú hecho de alambre decorado con flores y demás, y Adal crea una coreografía con una sorpresa para el final.
El desfile comienza con varios otros grupitos de amigos donde presentan conjuntos interesantes, siendo el del grupo de los músicos el más interesante. Es un precioso traje hecho de notas musicales, ¡estaban materializando las notas en ropa! El vestido de la chica era blanco pero cambiaba dependiendo de lo que tocaran. Madame Julie no parece muy convencida, parece que le hace falta el toque de la Bauhaus.
Es mi turno de pasar, de verdad amo ser quien da el espectáculo final. ¡Todos pueden verme en el centro del escenario! Camino al centro con seguridad pero en verdad estoy un poco nervioso, después de todo estoy portando el trabajo de mis compañeros, si lo arruino se desploma la calificación de todos. Debo verme perfecto. El leotardo negro me deja moverme con libertad y dar unos pasos largos y ágiles. Al dar vueltas, el alambre decorado con plantas y botones comienzan a moverse y florecer. En unos instantes, se han vuelto cristal, esto las hace mucho más pesado de aguantar, creo que me estoy cansando más de lo que creí.
Trato de olvidar esto ya que solo me esta distrayendo, solo soy yo en el centro y mis compañeros en el publico dándome ánimos. Doy un salto, cayendo en mis rodillas con control, igual me dolió… Auch. Las flores de cristal finalmente toman una forma de burbujas alrededor del vestido, limitando mi movimiento y cambiando de color a los primarios, igual que la máscara.
Finalmente termino en una pose estática donde mi mano se estira al cielo, tratando de tocar el firmamento. Sostengo en mi mano una de las bolas de cristal y estas se rompen en miles de mariposas. Estas las hice yo por cierto. Todos aplauden y hasta se levantan del suelo a brincar, esta siempre es mi parte favorita de los espectáculos.
Calificación: 100/100
—Hacen un equipo increíble. Lograron captar la esencia de la Bauhaus en un diseño sencillo que además hace una transición desde el Art Nouveau que tanto ama Schlemer. Felicidades, chicos —escribe Madame Julie.
Finalmente, tenemos un día libre. Jugamos cartas, comemos y nos reímos como nunca. Al final de la tarde, mientras hablamos los cinco, me surge una pregunta:
—Oigan chicos, cuando salgamos de la escuela… ¿Qué quieren hacer cuando sean grandes? ¿En qué les gustaría trabajar?
Todos se quedan callados un momento, pensando. Emma responde primero:
—Quiero escribir libros y que me pidan autógrafos cuando vaya a presentar mi nuevo proyecto. Incluso escribir guiones para películas y obras de teatro.
Adal se burla como siempre:
—Nadie va a querer tu autógrafo con la letra fea que tienes.
Emma le da un zape y en un tono molesto le pregunta:
—¿Y tu que quieres hacer? Payaso.
Adal, riendo, responde:
—¡Es obvio! Seré director y contrataré a Meier Junior para que sea mi actor estrella.
Todos reímos. Magda interviene:
—No me molestaría hacer una compañía de teatro con ustedes. Emma escribiría el guion, Adal sería el director, Ida se encargaría de la música, y Denis bailaría conmigo.
La idea de una compañía teatral suena bien. Si seguimos juntos… seguro nos contratarían en todos lados.
Después de un rato más charlando, nos vamos a dormir. Pero mi mente intranquila no para de pensar en ese futuro incierto. ¿Será real acaso? ¿Nos terminaremos yendo por caminos distintos y nos veremos de nuevo? Si fuera así… ¿me visitarían? Me aterra pensar en la vida que los demás tendrán lejos de mí. Ser alguien cuyo nombre olviden a los 40.
Estas preguntas y pensamientos no me dejan dormir. Me levanto una vez más para rondar la casa y despejar mi mente, tal vez caminar me aburrirá y caeré dormido. Esta vez ya no me pierdo tan fácilmente y llego de nuevo a la habitación de Madame Julie, donde una vez más está discutiendo con el señor Schlemer. No me sorprende. Casi cada noche que me cuesta dormir los escucho hablando o discutiendo a la misma hora. Sin embargo, algo cambia esta noche.
—No me siento bien haciendo todo este teatro —vocifera el señor Schlemer con un tono firme—. Esos niños se merecen algo mejor, son demasiado brillantes como para dejar su destino en manos del azar.
—Estoy confiando en sus capacidades y su potencial para forjar su propio futuro. —replica Madame Julie con un tono áspero. También confío en un mejor mundo en el futuro.
—¿Futuro? ¿Has escuchado siquiera alguna radio? ¿Has leído algún periódico? Estamos en guerra, Julie, y en una guerra nadie gana—. El señor Schlemer soba su sien con dos dedos —¿Qué pasa si de repente tenemos que refugiarnos aquí para siempre? ¿Qué ocurre si arrasan con Alemania? ¿Y qué será si no hay futuro?
Madame Julie golpea el escritorio con el puño cerrado.
—¡Si este mundo no está listo para darles un futuro entonces esperaremos hasta que uno mejor florezca! ¡Hasta que el país se alce y les dé mejores oportunidades a mis niños! ¡Los cuidaré hasta por 300 años si es necesario!
El señor Schlemer niega con la cabeza y se lleva los dedos a la sien.
—Lo siento, Julie. Debes aceptar que esto no está dentro de tus capacidades. No puedes cuidar a esos niños tú sola en una dimensión de bolsillo que quién sabe siquiera si funcionará como esperas.
Madame Julie luce desesperada.
—¡Tú los viste! Todos estos niños tienen sueños. Si no los protejo, solo Dios sabe qué les depara por ser distintos… Ni siquiera hablo de sus dones, hablo de sus personalidades, de su moral.
El señor Schlemer niega de nuevo.
—Solo les estás dando ilusiones, Julie. ¿Qué te ha pasado? Eras una mujer exitosa en el teatro y ahora das clases gratis a niños que probablemente serán devorados por la sociedad mañana, conformándose con pedazos de sueños rotos.
Suspira con pesadez, y su mirada, llena de duda, se fija en Madame Julie. Finalmente, se da la vuelta, toma el teléfono y marca un número.
—Ni siquiera sabes si tu dimensión de bolsillo en estasis funcionará. No hay ninguna base sólida. No tienes nada. Lo siento, Julie, pero debes aceptar que este es el mundo real, y tarde o temprano, esos niños tendrán que abrir los ojos y convertirse en los hombres y mujeres que reconstruyan, y si es necesario, peleen por el mañana.
Madame Julie se exalta. Por primera vez, veo ira en su rostro. Corre hacia Schlemer e intenta arrebatarle el teléfono de las manos. Ambos forcejean.
—¡No puedes hacerles esto! ¡Ninguno de ellos será tratado como lo merecen! ¡Vendrán los trajeados y te llevarán a ti también!
Los trajeados. Recuerdo que nos habló de ellos. Monstruos con habilidades como las nuestras o que pueden doblegar la mente de niños como nosotros. ¿Por qué el señor Schlemer nos mandaría con ellos? ¡No entiendo nada! ¡Madame Julie nos ama y jamás haría nada para lastimarnos! Nos esta protegiendo… ¿Cierto? ¡Claro que si! Esto esta mal. ¡POR FAVOR NO ME LOS ARREBATES!
¡NO ME ARREBATES A MIS HERMANOS!
Salgo de mi escondite y me abalanzo sobre Schlemer. Tomo su brazo con fuerza, tratando de que suelte el teléfono. Aprieto cada vez más, con más fuerza, hasta que mis manos se hunden en su carne como si fuera arcilla.
—¡Suéltame niño! ¿Qué crees que estas haciendo? — el señor Schlemer me grita.
Sigo apretando su brazo hasta que eventualmente mis dedos se hunden completamente. Mi mente no entiende lo que acaba de suceder.
Cuando me doy cuenta, tengo el brazo del señor Schlemer en mis manos. Está mezclado con el teléfono, deformado, como si metal y barro se hubieran fusionado.
—¡MALDITA SEA, NIÑO! —grita Schlemer, sosteniendo lo que queda de su brazo con desesperación.
De mis dedos gotea una sustancia del color de la sangre, pero parece arcilla mojada y blanda. El olor es repulsivo. El brazo de Schlemer está derritiéndose en un charco pegajoso.
Fui yo. Yo hice esto. Pero, ¡yo no sabía! Yo no sabía que se podía. Sabía que en objetos, p-pero- ¿¡Pero en personas!? Eso no se suponía que pasara. Esto no debería estar pasando. Quiero vomitar. Quiero gritar. Si los demás me vieran así, ellos… yo… no podría. ¿Por qué pasa esto? ¿Qué voy a hacer? Todo se terminó. Quiero desaparecer. ¡Quiero desaparecer! ¡ALGUIEN AYUDEME!
Una mano delicada, temblorosa, se posa en mi hombro.
—Hijo… Respira —me susurra Madame Julie.
Me acaricia el cabello con una calidez que contrasta con el horror de la escena. Luego se acerca a Schlemer y saca un frasco de su bolsillo que luego vierte sobre su cabeza. El líquido desaparece al contacto, y Schlemer cae dormido. Julie regresa conmigo y me abraza.
—Si cometes un error, no importa cómo sea… arréglalo —me dice después de un rato, con voz temblorosa. ¿Cómo puede decirme eso tan calmada?
Me acerco al señor Schlemer. Tomo los restos de su brazo, mezclados con arcilla, y empiezo a modelarlo. Mis manos recuerdan las lecciones de anatomía con el profesor Silke. El brazo vuelve a ser funcional, aunque imperfecto. Ninguna buena escultura hecha con barro queda sin marcas del artista… Por favor señor Schlemer, por favor Dios perdónenme.
Madame Julie asiente y me acaricia el cabello de nuevo. Sus manos son cálidas, tranquilizadoras. Maternales.
Schlemer despierta poco después. Puede usar su brazo, pero el teléfono quedó hecho pedazos. No podrá llamar ni comprar otro por ahora. Cuando regresemos a la escuela, ya habrá perdido nuestra pista.
Al día siguiente, nos marchamos. No les cuento a mis compañeros lo que ocurrió anoche, no podría soportar ver sus miradas juzgándome como alguien peligroso o malvado. Solo les digo que el señor Schlemer no era tan buena persona como parecía, no estoy seguro si es una mentira o no. Entre risas y bromas, mi intranquilidad crece. Al mirarlos, recuerdo las palabras de Schlemer. Lo fácil que sería perderlos. Todos nuestros planes podrían derrumbarse en cualquier momento. Me aterra.
Magda me mira y toma mi mano, sonríe y me dice:
—Tengo algo que contarte mañana. ¿Está bien si nos vemos debajo del árbol en el patio de la escuela?
Asiento y le sonrió de vuelta. Verlos a todos juntos aquí, me hace feliz. Me hace creer. Y creo que mientras estemos juntos, todo estará bien
—Así que en resumen fue eso, jamás les había contado la historia completa. Me daba miedo que me repudiaran—dijo Meier mirando a otro lado lleno de vergüenza.
—No digas tonterías, usas un leotardo para todas las clases y eres más femenino que Emma, en mi opinión tienes cosas más importantes por las cuales preocuparte que no saber controlar tu don como nosotros. Además lo arreglaste, ¿no?— dijo Adal muy seguro de sí mismo.
Emma le dio un zape para variar.
—Lo que quiere decir Adal, es que Madame Julie nos enseñó a no temerle a estás cosas, siempre estaremos contigo para apoyarte —dijo Emma con mucha ternura.
Ida y Noah asintieron juntos.
Magda sonrió, mirando a Meier con una compasión que solo una bailarina como ella podría darle.
—Sin duda, estaremos siempre que nos necesites contar algo. Al menos aprendiste lo que Madame Julie te dijo, siempre debes arreglar tus errores lo mejor que puedas. ¿Verdad?

Los sonidos de las gotas cayendo sobre el suelo despertaron a Denis del trance de su interpretación. De repente, los asientos de madera a su alrededor se encontraban ocupados por estatuas de cera de vela que se habían terminado de derretir, deformándose y cayendo alrededor de él y su fogata
El silencio fue abrumador.
Denis tomó un vaso de agua a su lado, y luego lanzó lo que sobró en el fuego para apagarlo
Denis caminó entre las ruinas del edificio medio derrumbado, medio chamuscado. Aún habían algunas cosas que conservaban algo de su forma.
Llegó hasta una puerta atorada que logró abrir para entrar a uno de los salones de artes plásticas.
Denis pasó sus manos por varias de las obras abandonadas por el tiempo.
Se sentó en el banco donde se supone que debería posar el modelo, entre los ausentes atriles, y miró por la ventana llena de agujeros.
Con la mirada, siguió los últimos rayos de sol que penetraban en la estructura, y estos le llevaron hasta una antigua tarea descansando en el suelo.

DIMV rio entre lágrimas y negó con la cabeza.
—Qué sinsentido.
