- Espero que esto no os sea molesto. Es lo mejor que he podido montar con tan poco tiempo.
Guardó el mando en el bolsillo de su uniforme y tomó asiento.
- Ya sabéis por qué estamos aquí.
Era la sala favorita de Reach en todo el Área. No porque las vistas fuesen imponentes; lo mejor de aquella sala era que las vistas eran un pozo oscuro en los buenos momentos. Tampoco porque fuese segura… al fin y al cabo, estaba suspendida sobre un pozo oscuro.
Era oscuro por tres motivos. Primero, era profundo. Segundo, no estaba iluminado. Tercero, tomabas amnésticos para no tener que pensar en lo que había al fondo, llenando el pozo… rebosando el pozo. Y sólo lo veías cuando no era un buen momento, porque el resto del tiempo estaba oscuro.
Pero la sala en sí era ideal para ciertas cosas. Nadie bajaba allí. Era discreta. De producirse algún problema realmente grave, dos palabras rápidas y el módulo entero se soltaría del techo, cayendo al vacío. Reach la había convertido en su segundo despacho. El primer despacho estaba en el Archivo y era para despachar asuntos cotidianos, claro está; trabajo memético del día a día. Había un escritorio, estanterías, armarios, un ordenador, plantas de suelo y de pared y un monitor que ocupaba media pared y simulaba un bonito paisaje nevado en aquella época del año. Era un sitio seguro, blindado, con paredes reforzadas y sistemas de seguridad aislados y redundantes que protegían a quienes estaban dentro de lo que estaba fuera… o viceversa. Era un pequeño lujo para un archivista jefe, pero para nada fuera de sus necesidades como memeticista e investigador.
Aquel sitio, su segundo despacho, era una sala cuyas paredes eran cuatro ventanales. Tenía una escalera metálica suspendida sobre cables de acero trenzado que podía retraerse en menos de un segundo, y de hecho sus escalones estaban retraídos en ese momento. El suelo era de un blanco purísimo, al igual que el techo. No habían cámaras. Sólo habían dos sofás con tapicería nueva, un sillón viejo y una mesa baja. En la mesa baja humeaban cinco tazas de té.
Las tazas seguían igual que cuando había empezado la reunión.
- Bueno, en resumen. Quiero que quede claro.
Reach abrió su carpeta, de la que extrajo dos documentos. Uno de ellos estaba censurado, con largas tiras negras ya impresas con la tipografía limpia y discreta de la documentación oficial de Administración. Reach iba a dejarlo sobre la mesa; se lo pensó mejor y lo alzó a la altura de los ojos de cada una de las cuatro personas que se sentaban en los sofás.
- Lo que os estoy enseñando es una orden ejecutiva de O5-7, que tiene instrucciones específicas sobre cómo lidiar con nuestro pequeño problema -Reach observó a sus interlocutores; sus ojos miraban con pánico de un lado a otro, buscando apoyo en sus asociados.- Tengo que asegurarme de que… ah, qué más da. Escuchad.
Carraspeó.
- De acuerdo con lo informado por el doctor Richard Barnard… ah, ese es mi nombre oficial. El ente conocido como… bueno, ese todos sabemos cómo se llama… ha quedado contenido gracias a los esfuerzos combinados de los cinco implicados mencionados sobre estas líneas, el propio Barnard inclusive.
> Sin embargo, y de acuerdo con las directrices de manejo de seres infopeligrosos ajenos, este objeto no recibirá una designación SCP oficial. En su lugar, se mantendrá su existencia en secreto como objeto anómalo sub-seguro, lo que debería disuadir a agentes externos a la Fundación de interferir en su contención. Nuestros adversarios siempre ignoran los objetos anómalos con descripciones poco claras; nuestro propio personal, también -Reach les miró a la cara y añadió brevemente-: en otras palabras, mejor mentir que hablar de un peligro informativo. Sigamos…
> La doctora Jules ha indicado en tres ocasiones separadas a interlocutores distintos que este objeto anómalo es potencialmente peligroso y que no debe permitírsele el acceso a más mentes humanas; ésto sólo lo haría más peligroso. Lo único que le mantiene contenido es una trampa mnemónica tendida por los cinco implicados en torno al doctor Barnard… os agradezco que escogiérais esos recuerdos -sonrió, a su pesar, y la voz le tembló un poco-. Eran muy fuertes. Muy luminosos.
> Bueno… Puesto que no requiere otros procedimientos de contención, este Consejo ha preferido ordenar la purga de toda información relacionada con la anomalía.
> El investigador Iwazaki insiste en que el objeto no es susceptible a tratamientos amnésticos, puesto que no existe en la realidad mundana y posee la voluntad y el conocimiento necesarios para acceder a las mentes que ya conoce. Exceptuando intervenciones neuroquirúrgicas muy extensas que incapacitarían a cualquier humano base, todo individuo implicado en su contención seguirá implicado en su contención hasta su muerte. Este Consejo toma nota de sus indicaciones.
> El especialista Rodríguez se ha ofrecido a ejecutar a los implicados, él mismo incluido, como método de contención. Este Consejo toma nota de su ofrecimiento y agradece su disposición… su sacrificio.
> La especialista Ogma sospecha que Rodríguez podría haberse visto afectado por procesos cognitopeligrosos inducidos por el ente. Este Consejo tomará en consideración sus sospechas.
> El doctor Barnard es, a fecha de hoy, parte indisoluble del personal del Área-08 y un memeticista competente de probada lealtad a la Fundación. Puesto que ya ha contenido en ocasiones previas y con éxito a entes similares, se le considera el integrante más fiable de la contención de, bueno, eso. Ya sabéis.
> Es decisión de este Consejo y de un grupo especial del Comité de Ética que el ente, ya sabemos todos cuál, sea sometido a la contención más estricta posible. No puede estudiarse por sus propiedades infopeligrosas. No puede describirse en ninguna documentación escrita sin favorecer riesgos para el personal indispensa…
Reach se detuvo. Iwazaki intentaba sollozar. Era un ruido lastimero y desagradable, rasposo. Todos los presentes lloraban lágrimas silenciosas. Las de Jules ya le mojaban el cuello de la camisa. Eran profesionales consumados y capaces, jóvenes brillantes que sólo se habían visto involucrados porque él les había escogido.
El memeticista bajó la mirada y el documento que tenía en sus manos; lo dejó en la mesilla y se cogió las manos, inseguro. Tuvo la decencia de sentirse tan mal como quería sentirse.
- Mirad, no… no quiero hacer esto.
Rodríguez ya no lloraba. Estaría paralizado, pero sin duda antes que eso está furioso. Su mirada lo dice todo. Reach se recolocó en su sillón. Estaba incómodo.
- Lo digo en serio. Les ofrecí alternativas. Les ofrecí las mejores alternativas. Mnemoterapia, poneros en cajas negras, amnésticos en masa… les ofrecí todo.
Iwazaki gemía, de algún modo. Reach supuso que era resistente a los factores neurobloqueantes con los que había impregnado los sofás; le lanzó una mirada rabiosa.
- No me vengas con chorradas, Tetsuo. Tú les distes todos los motivos posibles para rechazar mis alternativas. ¿Qué esperabas? ¿Qué ostias esperabas?
Ogma le dedicó una mirada cargada de desprecio. Reach se estremeció y se puso en pie.
- He hecho todo lo que he podido. ¡He estado horas hablando con ellos hasta que me han llamado, en persona, para que os saque de vuestras celdas! ¿Y esto es culpa mí- ¡Siempre ha pasado lo mismo, maldita sea! ¡Siempre, siempre, siempre! Les digo "que no se exponga a nadie más. Ya hemos perdido a esos Clase-D, estoy en el marcado de todos los teléfonos del Sector de Memética para algo." Pero nada, no llaméis. No me llaméis cuando os encontráis un papel que habla del nombre perdido de un monstruo encerrado. No me llaméis aún cuando habéis tenido que matar al Clase-D a tiros porque está empezando a cantar en Algo y no sabéis Qué. ¡No me llaméis, que seguro que podréis echarle un vistazo a lo que leéis! Y si no, ¡pues unos amnésticos! ¡Eso siempre funciona!
> ¿Es que no os enseñé nada? ¿¡Nada!? -le dio un puntapié a la mesilla. El té se derramó sobre las rodillas de Ogma y Rodríguez. Reach se sintió mal de inmediato, y distribuyó las pequeñas servilletas de papel sobre sus pantalones. Era inútil, y lo sabía-. Lo siento. Lo siento, lo siento. Lo siento, yo… -se detuvo. No podían siquiera sentir dolor. El té ni siquiera estaba tan caliente. Cayó al suelo, hincó la rodilla. Se llevó la mano a la frente-. Joder, sé que hablamos de esto. Más de una vez. Muchas veces.
> Para estos seres somos cerraduras. ¡Cada uno de nosotros es una cerradura, nuestros cuerpos puertas y ellos mismos son llave e invasor! Hemos tenido mucha suerte de que se haya quedado atrancado en la mía, como quien dice. En mi mente. Sabemos por qué. Sabemos que mi cerebro no es precisamente normal, ni siquiera mis procesos mentales son normales… y por eso no pasará a través de mi. Y por eso he podido distraerle tanto tiempo. Pero, ¿por vosotros? Por cada uno de vosotros podría entrar Hastur, podría entrar Tophet, podrían entrar sus cortejos celestiales y convertiros en marionetas de carne.
> En mi está atrapado. En vosotros, basta con que digáis su nombre y entraría y se sentiría como en casa. En vosotros, inundaría nuestra realidad como el océano inunda el foso de un castillo de arena.
Jules tenía los ojos cerrados. Suavemente cerrados. Ya apenas lloraba. Reach le puso una mano en el hombro.
- Jules lo entiende.
La neuróloga abrió los ojos. Estaban serenos. Miró arriba, hacia su jefe y amigo. Parpadeó una sola vez.
- Ya está hecho, Miranda. Lo siento. ¿Me podrás perdonar?
Cerró los ojos. Reach esperó unos segundos.
- ¿Miranda? -cambió el peso de un pie al otro-. ¿Mi… Miranda? Miranda, abre los ojos.
Los cerró más fuerte, y aquello desequilibró a Reach, como un empujón. Como un rechazo.
- Miranda.
Los cerraba con tanta fuerza que apenas se distinguían sus pestañas. Tenía el cuello tan rígido por la parálisis que parecía un tronco. Reach dejó caer la mirada otra vez.
- Sí… sí, me lo merezco. Es responsabilidad, responsabilidad mía. Lo siento.
Los demás seguían llorando en silencio. Hasta Iwazaki parecía más tranquilo.
- Pensad… pensad en vuestras familias. Les habéis salvado. En vuestros logros. En vuestras victorias -Reach temblaba, y su voz también-. Pensad en este día como en una victoria. Es lo que es. Es un triunfo contra esta bestia.
Reach se acercó a la pared del fondo de la sala, la que tenía los escalones. Como si hubiera estado previsto, los escalones empezaron a descolgarse del techo con un siseo hidráulico y el sonido de poleas al desmagnetizarse.
Los pasos de Sonia Otero le llegaron desde lo alto de la escalera. Antes de que llegara al piso de la sala, él ya se marchaba.
- Hazlo rápido. No les mires a la cara.
Ella no dijo nada. Reach no miró atrás, pero oyó los cuatro disparos.
NO HAS GANADO -dijo la voz. Venía de los rincones del conocimiento. Era formas vacías y promesas falsas. Era recuerdos putrefactos e ídolos caídos. Era un dios, y sonaba a astillas de hueso en un cráneo abierto.
- Sí. Sí que he ganado. Les convencí de que iban a morir antes de que te dieras cuenta de lo que hacía, y eso significa que he ganado.
SUS SACRIFICIOS NO CAMBIARÁN NADA -dijo la voz. Pedía el mundo, pero quería más. Lo veía todo, pero no sabía nada. Estaba ciego, atrapado, y si quisiera, tan sólo si quisiera, Reach podría…
Pero no.
- Sus sacrificios lo han cambiado todo. Sólo tienes un lugar al que ir ahora, y no tendré que estar preocupándome todo el día porque se te ocurra dejar de pelear conmigo e intentes entrar por ellos -se permitió una mueca de desprecio con tan sólo un poco de alegría-. Has perdido. En tu mundo sólo la fe o la voluntad te alimentan, y de mi no tendrás ni la una ni la otra. Admítelo y podremos empezar a hablar. De igual a igual.
La voz se convirtió en un gruñido. Amenazaba con dientes que no se oían pero rechinaban y millares de ojos que no veían pero por los que le miraba.
DÉJAME SALIR, PEQUEÑA SANGUIJUELA.
- No me llames así.
Se sentó tras su escritorio, la mirada perdida. Se examinó a sí mismo, a sus pensamientos y a los cuatro gritos que no los acompañaban. A los recuerdos que suscitaban. En su lugar, cuatro disparos de pistola hacían las veces de barrotes.
Entrecruzó las manos en su regazo. No hubo alegría en lo que dijo.
- Me llamo Reach. Creo que estaremos juntos mucho tiempo.