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William E. Boeing se vio a sí mismo en el sofá de su estudio, donde unos momentos antes había sido un niño feliz junto a la costa. Se levantó con dificultad y lentamente comenzó a dirigirse hacia la planta baja, desde el primer piso en la mansión principal de la finca en la que se encontraba. A medio camino de la escalera tapizada con alfombra roja se encontró con un sirviente, como ya sabía que sucedería. Alzó la voz, sabiendo exactamente el sonido que haría la misma.
"¿Veintiocho acres de arce y roble? Creo que podremos hacer negocios." dijo.
"Sé que es un purasangre, pero lo que pides vale el rescate de un rey" dijo.
"En esta escala, la primera inauguración lógica sería el desarrollo de un hidroavión comercial," dijo.
También gritó con todas sus fuerzas mientras arañaba una puerta atascada, justo antes de ser quemado en vida al estar atrapado en los restos de un automóvil.
Pero al igual que cualquier otro ser viviente, William E. Boeing en realidad solamente dijo una única — y repetida — cosa. La misma oración sólo sonaba diferente cada vez que la decía en voz alta, de acuerdo al cómo y cuándo estaba siendo pronunciada. Así sonó la frase al ser pronunciada hacia el sirviente: "¿Qué año es?"
El sirviente le dedicó una mirada preocupada. “Es el mismo año que cuando me preguntó esta mañana, señor” dijo el sirviente, y repitió la respuesta que le había dado a William E. Boeing esa misma mañana.
William E. Boeing se acomodó el cuello y asintió como signo de aprecio, ignorando el obvio desconcierto del sirviente acerca de la aparente falta de memoria de su empleador. William E. Boeing se dio la vuelta y regresó a su estudio. Sabía que año era. Sabía que descendería las escaleras para encontrarse al sirviente a medio camino. Sabía que lo que iba a decir sonaría algo así como “¿Qué año es?
"El tiempo," alguien dijo una vez, "es lo que previene que todo ocurra a la vez." En ese sentido, William E. Boeing estaba fuera del tiempo. Ya que donde William E. Boeing se encontraba, todo ocurría siempre al mismo tiempo. Es más, la existencia simplemente repetía los mismos patrones con diferentes parámetros, y lo que se suele llamar “libre albedrío” era para él solamente la habilidad de ser sorprendido por el inevitable resultado de una secuencia fija de acciones.
William E. Boeing se sentó en la amplia silla Naugahyde de su estudio, cerró sus ojos y masajeó sus sienes.
Al abrir los ojos, se encontraba sentado en el cómodo asiento de primera clase de un vuelo navegando a 780 kilómetros por hora, a una altitud de casi once kilómetros. No había nadie en el compartimento de pasajeros salvo William E. Boeing. Tenía miedo. No porque no sabía lo que iba a ocurrir; sabía exactamente lo que estaba a punto de pasar. Estaba asustado porque, dada la situación, era lo único que restaba por hacer.
La voz del comunicador hubiera interrumpido su ansiedad, de no ser porque sabía que la interrupción ocurriría. "Sr. Boeing, señor, cinco minutos más para el comienzo," lo que dijo el piloto sonaba algo parecido a eso.
William E. Boeing se levantó del asiento y esperó pacientemente frente a la puerta de emergencia al centro-izquierda. Miró las filas de cuerpos sentados junto a la salida de emergencia. Todos los cadáveres eran de William E. Boeing, y cada uno de ellos tenía quemaduras de diferentes tipos y grados. El sacrificio que lo había llevado tan lejos fue inmenso. No solo el sacrificio personal que contemplaba en ese instante, sino también el de innumerables otros, en el pasado, presente, y futuro también.
Pero William E. Boeing no era un maníaco homicida; era un empresario. Los homicidas maniáticos eventualmente hubieran sido perseguidos y detenidos, sin importar lo exitoso que parecieran haber sido en un principio. Y la verdad del asunto era que sus aviones tenían mejores records de seguridad que la mayoría de sus competidores, así que estadísticamente él estaba manteniendo gente con vida. Pero siendo inevitables tanto los desperfectos mecánicos como los infortunios, bien pudiera recolectar las vidas perdidas a modo de sacrificio; en un todo, era un buen negocio tanto para la división aérea como para la otra.
En el momento exacto, la puerta de emergencia al centro a la izquierda comenzó a abrirse. En el momento exacto, William E. Boeing comenzó a gritar con terror hacia lo que vio detrás de la puerta. Llamas estallaron hacia el interior, encendiendo la fila de cadáveres más cercana quienes, ahora reanimados y para aquellos con la tráquea intacta, también se encontraban gritando. Sobre el precipicio, William E. Boeing luchaba contra la puerta que ahora comenzaba a cerrarse, intentando evitarlo con todas sus fuerzas.
William E. Boeing recuperó la consciencia en agonía. La parte superior de su cuerpo tenía quemaduras severas. Estaba atrapado en su asiento. Lo que sea que intentaba decir era en vano, ya que su garganta no funcionaba más. De haber tenido una faringe funcional, lo que habría dicho hubiera sonado exactamente como los gritos desesperados de alguien envuelto en llamas. Con su ojo funcional vio a William E. Boeing luchando con todas sus fuerzas en contra de una puerta de emergencia a punto de cerrarse, intentando evitarlo. Su ojo dejó de funcionar.
Normalmente, estar muerto sería el fin del asunto, incluso para aquellos que existen fuera de tiempo, aunque con el beneficio de saber el cómo y dónde morirían, aún si no pudieran hacer nada al respecto más que interpretar la escena de su propia muerte. Pero William E. Boeing era un empresario, y pocas cosas son tan perjudiciales para los negocios como el estar muerto. Así que William E. Boeing se aseguró que — para ponerlo en términos temporales tan apropiados como sea posible — "William E. Boeing, siempre iba a ser, y siempre habría sido, William E. Boeing."
Así habría sonado lo que dijo en el dónde y cuando en particular en el que se encontraba erguido dentro de un sarcófago, en algún lugar de una gigantesca bodega. Había una docena adicional de féretros apilados contra el muro más cercano. Una niebla blanca flotaba en el punto en el que tocaban la plataforma sobre la que reposaban. La tapa transparente de los ataúdes estaba cubierta de flores de hielo al punto de hacerla opaca. Lo cual no importaba mucho, puesto que William E. Boeing sabía quién se encontraba dentro. La descripción dentro del tiempo sería que podía recordar haber entrado en cada uno de ellos en momentos diferentes, pero fuera del tiempo, William E. Boeing se encontraba recostado dentro de cada uno de ellos a la vez, y comenzaba a dejarse llevar por los varios químicos a su alrededor, para comenzar la larga espera hasta que volviera a ser William E. Boeing una vez más. Bueno, no "la espera", él sabía perfectamente bien en qué donde y cuando sería requerido de nuevo, o, en el caso de 3 y 7, nunca en absoluto. Pero siendo William E. Boeing, dichos asuntos eran de poca importancia, y aún de serlo, no se podía hacer nada para alterarlos de cualquier modo. William E. Boeing sintió como flotaba hacia la inconsciencia, mientras un frio reconfortante yacía sobre él.
William E. Boeing recuperó sus facultades patas arriba, con sangre goteando desde su labio partido hacia sus ojos. El interior del auto olía a gasolina. Había estado conduciendo a alta velocidad, y lo había distraído una linda chica de herencia franca sentada junto a él. Su nombre era Ronda. Ronda estaba inconsciente por el momento, y pronto estaría muerta, pese a que William E. Boeing iba a estar bien. Aún así, no tenía más remedio que entrar en pánico.
Llamó su nombre varias veces sin respuesta. Después repitió su nombre completo, esperando que la familiaridad despertara algo, o causara algún tipo de respuesta. Ella permanecería inconsciente durante los próximos minutos hasta el momento en que el fuego la alcance.
Todo el accidente dio lugar a uno de los aspectos más divertidos de ser William E. Boeing. Verás, el nombre completo de la chica era fonéticamente similar al modelo del auto compacto de manufactura japonesa que sería producido varias décadas en el futuro, lo que causó que él produjera alrededor de cien autos compactos similares que también eran William E. Boeing.
William E. Boeing se daría cuenta de su error, por supuesto, entonces, ahora, y siempre. Pero el error había sido cometido, fue cometido, y siempre sería cometido. Se hubiera reído del error de haber tenido oportunidad, pero no la tuvo. Estaba atrapado en la rutina de ser William E. Boeing estando atrapado en el choque de un auto de cabeza, a punto de encenderse en llamas. El auto se encendió en llamas.
William E. Boeing estaba junto a la costa de nuevo. Lo que dijo sonaba similar a "Hmmmmm", puesto que disfrutaba una briza fresca en un día soleado. William E. se vio a si mismo mirando el cielo, y sintió como levantó su mano apuntando hacia arriba. William E. Boeing escuchó la voz de su padre — Su padre verdadero, no William E. Boeing — detrás suyo.
"¿Quieres volar chico?"
Su padre levantó a William por la cintura y lo sostuvo sobre su cabeza, sosteniéndolo hacia abajo como si lo estuviera impulsando por los cielos. William estiró sus brazos hacia afuera, como si fueran alas, y cerró sus ojos.
William E. Boeing estaba de nuevo en su estudio. Había un hombre extraño parado frente a él, hablándole. Lo que dijo aquel hombre sonaba algo así como: "¿William E. Boeing?"
William E. Boeing no sabía cómo interpretar la pregunta.