Otro Viaje Por Lo Extraño Y Lo Curioso
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Las negociaciones son la mejor forma para llegar a un objetivo por medio del diálogo y el trueque, Marshall Carter & Dark lo sabía más que nadie. Por ello, contactó con uno de sus más acérrimos clientes; La Fundación SCP, tenían una oferta comprensible para éstos últimos. Pactaron el día y zona para realizar dicha negociación. ¿Para qué? MC&D no indicó muchos detalles, solamente los necesarios, entre los cuales destacaban un; "al parecer tenemos algo perteneciente a ustedes". Y; "Aconsejamos preparar salas de contención subterráneas."

La Fundación no hizo más de espera y tras unos leves días, enviaron a uno de sus negociadores, no excepcional pero tampoco malo en su labor precisamente. MC&D también envió uno de sus negociadores; trajeado de negro, con unos botines del mismo color que se hacían oir a cada pisada. El lugar de la reunión, un sitio de avanzada de la Fundación, un lugar no tan neutro para negociar, pero serviría. Al llegar, ambos fueron recibidos por el cantar gorgojoso de algún tipo de pájaro.

Los acuerdos comenzaron a fluir entre los dos, el enviado por MC&D mostraba cierta disposición por las ofertas del negociante de la Fundación, este último buscaba no extender la negociación y acabarla cuanto antes. Así lo fue, pues horas bastaron entre todas las charlas y papeleo para llegar a un punto final. El objeto había sido vendido. Estrecharon manos y se propusieron a abandonar aquel lugar, una última conversación hizo presencia antes de ello.

—Y, señor. Tengan mucha suerte con la investigación de ese Metro, como el contrato dice, no habrá ninguna clase de reembolso o reclamo que puedan hacer.

—Claro, claro… Leí bien esa parte. —Respondió el representante de la Fundación, al mismo tiempo pensando en por qué recalcaba esa parte del acuerdo en específico.

Salieron nuevamente los dos al fin. Mientras de nuevo un pájaro parecía cantar de manera melodiosa y grave, a la vez que dicho cantar se alejaba del escucha de los oídos, dando a entender una despedida.


Los días habían pasado desde esa negociación, la Fundación aún se encontraba planteando todo lo necesario para la contención de su nueva anomalía. Así como identificar de por sí el lugar donde la misma se encontraba; una ya abandonada zona turística de Marshall Carter & Dark, donde ya solo quedaba polvo y la ausencia de visitantes.

Tras todo organizado, se llegó a aquel lugar donde otros de adinerada posición, habían dejado sus ya gastadas fortunas, y en donde no quedaba más remedio que devolver aquellos artefactos a cuyos verdaderos dueños. A su organización original, pero un caballo no vuelve solo al corral; se le debe de buscar y traer de vuelta, por ello alguien fue encargado de la tarea. Eso fue lo que exactamente la Fundación le encargó a Casper. Sin poco o ningún alegato, el Agente se preparó, pues aunque de minúscula dificultad pudiera parecer la misión, Casper más que nadie conocía la importancia del objeto en cuestión.

Entre un área subterránea abandonada dada la inutilidad ya presente del lugar, unas grandes y calidas pero descuidadas instalaciones, aguardaban la entrada de quién quisiese entrar aún. No estaba más que en el ya dicho lugar, retumbando con cada pisada de sus botas militares negras, admirando la riqueza desfilada en cada rincón de la zona, la poca que podía apreciarse. Fue la esperada sorpresa de Casper al ver aquel metro, no era dicho metro en sí mismo lo que despertaba el interés del muchacho; si no el que tuviera el isotipo de la Fundación impregnado en sí. Puro como la nieve, e hipnótico cuan borracho en un burdel.

Tras esta primera impresión, que dejó seco al Agente en cuanto a palabras se refiere, decidió avanzar un poco, no mucho, lo suficiente para poder estar en frente del metro. Cara a cara con algo que no tiene vida o rostro, pero que demuestra más vivencia que muchos de los compañeros con quienes había trabajado. No siendo otra la acción eventual, Casper sacó su radio de mano y la encendió, asegurándose de estar en la frecuencia correcta; siendo así el movimiento lento, pero constante de las ruedecillas exteriores lo único audible en todo el mar de silencio, hasta que pudo encontrar el canal correcto. Posteriormente dijo.

—Lo encontré, el trato no era falso. Envien refuerzos para llevar esto al Sitio más cercano.


Fue así como el caballo llegó al corral, y esta vez con un próximo probable jinete. Pero los arreglos eran cruciales para hacer uso correcto del nuevo objeto, el óxido chirreante que escurria entre los engranajes y motores internos del subterráneo; hacían inevitable una reparación en el. Tras considerables semanas después, una llamada llegó al Doctor Jaime Barrera, investigador jefe del proyecto, con poca disposición a contestar pero verdadera obligación; el doctor tomó el teléfono, poniéndolo en su oído poco a poco mientras terminaba de revisar un documento.

—¿Si, buenas noches? – Dijo Barrera mientras que una estática a la espera de una respuesta se mantenía en su oído, pocos segundos después una voz contestó, rígida y tensa al hablar.

—Aquellos que se pierden en el sendero hacia la montaña no tratan de volver, no tratan. – El individuo sin aparente identidad cuelga la llamada, dejando así anonadado al Doctor.

A la mañana siguiente se trató de rastrear al emisor de la llamada, no tuvo resultado. Pero mientras se dejaba el misterio a un lado, el proceso de reparación hacia el metro ya casi finalizaba, Casper sabía que las primeras pruebas sin el uso de Clases-D le correspondía a él, y a otra persona más, de la cual él no tenía constancia absoluta.

Quedaba poco menos de una semana para terminar de recomponer aquel metro, y Casper debía conocer ya a su compañero de viaje. Así fue, pero no podría esperarse una reunión ejecutiva ni mucho más, todo lo contrario, algo pequeño e interno entre ambos, no porque así lo quisiesen, sino porque no muchas personas podían conocer de la existencia de ese artefacto, por lo cual un perfil bajo sería lo más optimo para los dos.

En el día indicado, en una de los vestuarios cercanos a las zonas de entrenamiento del personal, ahí se encontraba, Casper se dirigió hacia él con pos de estrecharle la mano y tener un primer contacto. Al principio tímido, aquel otro muchacho se levantó de su banquilla, y atisbó unas firmes palabras a Casper.

—¿Es usted mi compañero, no? E-es un placer conocerle, Casper, lamento no haber podido reunirme antes, pero el tiempo no me lo permitió. Mi nombre es Eliot.

—También es profundo mi placer verle, Eliot, ya está enterado de la misión y lo que haremos supongo.

—Por supuesto, claro, claro. A decir verdad tengo un poco de miedo, sé que no debería y que es incluso algo indirectamente no permitido para nosotros, per-

—No tiene de lo que preocuparse, usted y yo lograremos concluir toda la prueba, codo a codo.

—Me alegra estar con alguien como usted, brinda seguridad. Y mucho mejor pues oí que iban a enviar más sujetos de Clase-D.

—Sí… Siempre son un verdadero enigma a la hora de predecir lo que harán con la anomalía, a veces ni siquiera les importa que los amenacen de muerte si desacatan las órdenes.

—Definitivamente. Por cierto, Casper, ¿conoce usted de antes al Doctor Jaime Barrera?

—No del todo, diría yo es la primera vez que me asignan un proyecto junto a él. ¿A qué viene la pregunta?

—Por nada, solo que últimamente lo he notado inquieto, como quien ve una sombra en la noche, aunque sabe que no es nada, probablemente.

—Probablemente, tal vez solo sean supersticiones. La gente en este lugar es peculiarmente rara, van a su manera con las cosas. Menos mal tú no eres de ese tipo por lo que veo. —Dijo Casper, seguido de una pequeña risa, con la cual Eliot respondió con una leve sonrisa denotada en su rostro, a punto de convertirse en una carcajada.

—Perfecto, sí. En unos cuantos minutos empieza mi práctica de tiro así que hasta luego, Casper, fue un placer conocerle. —Dijo Eliot mientras estrechaba enérgicamente en forma de despedida al Agente Casper, mientras que este último solo asintia con la cabeza.

Tras Eliot irse, Casper solo se recostaba en uno de los casilleros cercanos a la banquilla donde habían estado charlando, un poco incomoda por aquel metal, pero que servía para poder encender el cigarrillo que traía consigo. Por buena suerte, o mala; el detector de incendios se encontraba desactivado, dejando a Casper únicamente disfrutando del tabaco y la excelente compañia consigo mismo.


El día había llegado, en la fecha indicada, en el lugar acordado. Tanto Casper como Eliot se encontraban ahí, dentro de una camara reforzada a 40 metros bajo tierra, pues solo así parecía funcionar el ya hablado metro. En dicha camara un ventanal oscuro en la parte más cercana a la puerta de salida, era lo más perceptible en el vacío de la habitación, detrás del cual toda variedad de investigadores y personal se hacian presentes, entre los cuales como no, el Doctor Jaime Barrera. Todos los ya mencionados se encontraban tomando nota a cada instante en sus libretas y portapapeles; los trazos que formaban las letras, y por ende las palabras, provocaban más eco que sus propias respiraciones.

Adentrándose en aquella puerta curva y apenas grande, Casper dió el primer paso al interior del metro, Eliot, por su lado; solo esperaba una confirmación por parte del primero ya mencionado para entrar también. Ahí estaban, todo tenía un aire a clásico, pero al mismo tiempo a moderno, como si fuesen los 2000 imaginados por alguien en los 50'. Un panel ancho aunque de botones estrechos, se apreciaba por encima de todo en la cabina del conductor. Ambos agentes inspeccionando todo con un leve tono de extrañeza, hasta que el Doctor Jaime Barrera habló en la radio que traían consigo.

–Bien, enciendan el botón que se encuentra más a la derecha y titila un poco. Luego, suban la palanca central gradualmente hacia arriba. No se apresuren, tampoco queremos que dañen aún más esa cosa.

–Entendido, Doc, trataremos de ser lo más precavidos con los controles. –Dijo Eliot mientras veía a Casper levantando una ceja para indicarle que lo hiciera él.

Haciendo absoluto caso a las instrucciones del Doctor, Casper tocó los botones adecuados y el metro consecuentemente tomó marcha, antes de lo cual un silbato sonó por sí solo durante unos breves segundos. Tras lo mencionado, el metro avanzó tan rápido como un auto, dejando sordos momentáneamente a ambos tripulantes.

Parecían haber pasado unos pocos segundos desde su partida y aceleración. La radio no parecía funcionar, el metro se había detenido en algunos pasillos bajo tierra, estrechos, oscuros, como si fuese un sótano que ha quedado abandonado, y aparentemente sin fin. Casper y Eliot decidieron caminar un poco más adelante para ubicarse mejor; activando las gafas con visión nocturna que traían consigo. Solo podían encontrarse con pasillos inundados, además de pisadas, no las suyas. Podría decirse era lo de menor preocupación ante ambos, el nauseabundo e impregnado olor en el lugar era algo intrusivo en su estadía por aquella zona.

Poco después, habiendo recorrido un trayecto casi claustrofóbico; una luz de alguna clase de linterna se veía en la distancia mediana. Se escondieron así los dos, a razón del temor de alguien desconocido tanto en identidad como en acciones los descubriese, Eliot se asomó cauteloso, pero accidentalmente perceptible a través de una de las bombas de sumidero en ese momento.

Casper lo tomó del brazo rápidamente, tratando de ocultarlo fuera de la vista de aquel ente ignoto. Pero no fue suficiente para desviar su atención, se aproximó lentamente hacia los Agentes ya ocultos, sus pisadas sobre los charcos resonaban en todo el lugar. Aún así se le notaba cobarde y receloso a acercarse más, Eliot solo pudo agravar más el asunto; pues una pisada accidental creyendo que el peligro se había extinguido, únicamente aumentó su notoriedad ante el anónimo.

Con nervios de acero, Casper hizo señas con sus manos a Eliot, indicándole que lo siguiese. Sus pisadas, aunque no lo pareciesen eran agitadas y constantes, hasta llegar a un hueco recóndito de aquella zona, no tan inundado como el resto. De todos modos, tanto la linterna como su portador se mantenían buscando a lo que para ellos eran: intrusos igual de desconocidos ahora de evidente presencia. La luz pasó al raz de una de las paredes, pocos segundos después el misterioso sujeto caminó frente a ellos pareciendo no verlos, se sentía observado, pero los Agentes también.

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Cámara frontal de Casper.

Siendo esta la última foto tomada en el lugar por, presuntamente, Casper. Los dos agentes trataron de volver a donde yacía su método de transporte y escapando de aquella persona, tratando de poner en marcha de nuevo al metro; cuya presencia había sido muda como quien asiste a una fiesta con desconocidos. Subieron al tren, activando los mecanismos y botones, con mucha cautela aún así. El metro salió de su abandono entre los charcos y muros que recuerdan al tétrico ambiente de una subestación dejada atrás.

Las pruebas no podían terminar con algo tan breve como lo fue ese trayecto. Se decidieron por continuar en las otras pruebas ya preestablecidas, puesto que la primera había sido exitosa por así decirse, sería beneficioso para el Doctor Barrera, pues poco o nada del funcionamiento se había descubierto con los viajes anteriores. Pero sin mostrar o denotar alguna palabra, el ambiente se tornó tan frío como un poco a poco existente ártico. Eliot fue el primero en arrojar palabras y descongelar la situación cual carbón que brasa.

—¿Quién crees que era eso apuntandonos con la linterna?

—No lo sé realmente, podría ser cualquier cosa o ni siquiera humano, anómalo o algo por el estilo. No lo creo verdaderamente, en todo caso ya está hecho, y al parecer esta chatarra aún funciona, ahora enfoquemonos en el siguiente destino.

—Sí, entiendo eso, pero sigue dejándome un poco crudo. En todo caso, si no quieres seguir hablando sobre eso está bien… –Respondió Eliot, para posteriormente reacomodarse en su asiento y apartar la mirada directa de Casper, pero manteniendo contacto visual con él a través del rabillo del ojo.

En el transcurso del viaje, por medio de aquel metro, que viajaba bajo tierra por medio de railes y túneles de alguna forma ya existentes sin siquiera haberse creado con anterioridad, que se mostraban con la tenaz avanzada del metro, entre las infinitas dimensiones incomprendidas por las ciencias comunes, Casper y Eliot solo podían admirar brevemente las posibles historias que se gestaban en cada una de esas dimensiones, un poco maravillados y a su vez frustrados por lo corto del momento. Sacados de su asombro la radio dentro de dicho metro se activó, y el Doctor Jaime Barrera habló.

—Uno, dos, tres, uno, dos, tres. ¿Me copian?

—Sí Doc lo copiamos. –Respondió Casper.

—Cómo ha ido todo, ¿algún percance? Me gustaría saberlo. –Dijo tosiendo levemente el Doctor Barrera.

—Medianamente bien, algo nos estaba buscando, logramos escapar y ahora nos dirigimos hacia donde quiera que nos llevé esta cosa. ¿Hay alguna forma de saber cuál será el próximo destino? –Preguntó Eliot curioso.

—Me temo que no, o al menos no ahora. En teoría antes se podía saber eso, ahora parece que ha quedado tan dañado por la explotación, que sería un milagro si indicase algo más allá del combustible y velocidad. En fin, les deseo suerte a los dos, ya hablaremos de eso que los seguía cuando lleguen a base. Cambio y fuera. – Despidiéndose así los tres casi al unísono, el siguiente destino ya se deparaba a llegar.


Ni la literna más potente hubiese podido desvanecer la oscuridad del lugar al que habían llegado, por lo tanto los muros a su alrededor no eran concretos. Ni siquiera como los de una pared artificial o mucho menos natural, al igual que el suelo, cuya composición parecía tener un líquido viscoso y pegajoso incluso con las más sensibles pisadas.

Al caminar lentamente por los pasillos a su vez angostos, ambos agentes se percataron de voces provenientes de una distancia no muy lejana. Eliot no aguardó a las ordenes de Casper, y enfocó su linterna directamente hacia las voces, inclusive si su linterna apenas fuera de utilidad entre la impenetrable oscuridad. Tras acercarse al lugar, poco a poco las voces tomaban sentido en forma de conversaciones entre diferentes personas.

Se encontraban ahí personas, con sus uniformes manchados a más no poder, a tales que el emblema en su uniforme solo distinguía algún tipo de isotipo con flechas en dirección a alguna parte. Casper hizo señas a Eliot, indicándole que se agachase a nivel de la cadera.

La tranquila intriga culminó cuando los últimos pasos en ambos agentes se hicieron presentes. Las conversaciones entre aquellas personas de más adelante se volvieron risas alborotadas en sonido, resquebrajando la estructura en las paredes, Eliot, quien se encontraba un poco más alejado de Casper, se vió separado del ya mencionado cuando una pila de papas cayó y cerró la conexión entre los dos.

No habiendo más opción, Eliot continuó por sí solo, a unos metros de distancia de los extraños. Aunque tampoco sabía por qué seguía caminando, sus piernas no querían pero su subconsciente se lo ordenaba. Pero al estar a escasa distancia de aquellos hombres, parecieron no percatarse de su presencia, solo seguían riendo y charlando entre sí, y por más que quizo hablarles cara a cara, o tan solo hacer notar su existencia ante ellos, nada funcionaba.

Mientras por su parte, Casper trataba de abrir paso entre aquella muralla casi inamovible de papas, aparentemente tendría que encontrar el punto frágil de la misma para poder reencontrarse con su compañero, y salir ya del singular destino al que habían llegado.

Confundido, en busca de salir, los papeles se doblaron tras varios minutos tratando de comunicarse, cuando Eliot rozó más de lo debido el traje de una de las personas ahí encontradas, todos callaron sus voces irrepentinamente convirtiéndose en alguna clase de arena, posteriormente la misma cayendo al suelo. Eliot quedó impactado e inmovil por culpa de ello, no sabía qué hacer o si había sido él el causante de lo sucedido.

El metro manejado por Casper abrió camino y despejó la pila de papas, Eliot volvió tan poco a poco pero rápidamente como pudo junto con el transporte ferroviario. Posteriormente dijo a Casper lo siguiente.

—Vámonos.

—E-eh… ¿Okey? ¿Qué pasó con las voces y esos hombres?

—No quiero hablar más de ello. Vámonos.

Así fue, el metro tomó marcha, abandonando el lugar con el único ruido producido por sí mismo, y de los pedazos de vidrio quebrandose por el avance y peso de dicho metro.


Mientras que Casper se mostraba concentrado en conducir correcta y constantemente el subterráneo. A su lado, Eliot parecía reflexivo mirando por la ventilla, hacia las paredes vacías y secas de los túneles por los cuales se encontraban viajando. No tomó mucho tiempo llegar hasta el siguiente destino, salvando así a los dos de un lúgubre silencio.

Al llegar, un rasgo sumamente característico en el entorno se hizo presente; todo era negro, pero no en una forma de oscuridad en la cual el entorno aún se puede discernir. No en este caso, tanta fue la densidad, que ambos agentes tuvieron que mantenerse a escasos metros de sí, verificando que los dos siguiesen juntos por medio de un toque a ciegas en el hombro cada tanto.

Al descender del metro, todo seguía manteniéndose negro, el suelo era inconsistente y sin algún material definible, la deriva parecía infinita, sola y abundante como el infinito del universo mismo. La radio que traían consigo parecía emitir extraños sonidos similares a voces, por lo tanto decidieron volver hacia por donde vinieron para tratar de oírlos, intentando subir, y en el proceso Eliot chocando ligeramente con una de las puertas del metro, solo generando un ruido vacío que hizo eco en todo el lugar.

Pero nada aún, lo que quisiese estar comunicandose a traves de esa radio no se distinguía. Con la visibilidad a su disposición, Casper dió marcha atrás con el fin de salir de aquella dimensión, al hacerlo; se logró escuchar la voz del Doctor Jaime Barrera finalmente, diciendo lo siguiente

—¿Se encuentran bien? ¿Ya salieron de ahí?

—S-sí, estamos bien por ahora, y también dimos marcha atrás para salir de esa dimensión. —Respondió Casper.

—Excelente, quiero que me escuchen atentamente. Destruyan parcialmente la palanca de avance, de manera que no pueda volver a alcanzar la velocidad media alta nunca más, ¿entendido? Es una órden, cambio y fuera. –Dijo Barrera mientras efectivamente salía de la frecuencia y apagaba la radio.

—Como orden-, ya colgó el estúpido aquel. Ven, ayúdame a dañar esta cosa un poco para hacer lo que nos dijo el Doc. –Dijo Casper mirando a Eliot a la par que intentaba ubicar algo con lo que dañar la ya mencionada palanca.

—Claro, dejame buscar una llave de emergencia que ví atrás del todo.

Haciendo total caso a las indicaciones del Doctor Barrera, dañaron lo suficiente la palanca para lograr lo requerido. Tras lo cual decidieron tomar marcha a su próximo destino, una nueva charla abrió paso entre los dos.

—¿Por qué crees que nos hayan ordenado destruir la palanca así? –Preguntó Eliot.

—En realidad no lo sé, tal vez al Doctor Barrera se le estén complicando las cosas. Sabes, la gente va y viene, y últimamente es como si cada semana nuevas personas llegarán y antiguas se fueran. Probablemente algo similar esté pasando con el Doc, son asuntos suyos, así tanto el cómo lidia con su permanencia en la Fundación. Enfoquemonos en nuestra misión por el momento.

—Sí, sí… Aún así si a alguien con mayor experiencia le estén pisando los talones, ¿no crees que si nosotros lo hacemos mal nos pasará lo mismo?

—Quizás, son cosas que no podemos saber, pero sí intentar evitar. Al menos has sido un buen compañero en el transcurso de ésta investigación.

Tras Casper decir aquello, ambos se miraron con notable felicidad y orgullo. Siguiendo con sus viajes.


El trayecto fue largo, acompañado entre la nulidad de la espera de arribar a su nuevo destino, adornados con conversaciones superfluas que hicieron más apaciguada la espera. Tras pasar un tiempo del cual ante ellos era incierto cuánto había sido, a causa de la pérdida del tiempo y su noción, las paredes a su alrededor empezaron a ampliarse y extenderse; como si fuese una vía para transportes de gran tamaño.

Al llegar a su destino, fueron recibidos por una estación de metro que recuerda a una Newyorkina en la década de los 50', empapados por un aire de nostalgia y melancolía sin alguna razón previa. A la par de una delicada iluminación amarillenta, similar a la que podría emanar un faro de calle.

De por sí la confusión ya era bastante al encontrarse tal lugar, inclusive cuando ya habían pasado por otros lugares de aún mayor talla para la mente humana y su capacidad de ser impresionada. Pero lo que rebozó el vaso de dicha sorpresa, fue el hecho de salir por las puertas del metro, y ver a muchas otras personas entrando y saliendo de la estación. Anonadados ambos hasta que una mujer de pelo largo y ropas negras se acercó a ellos, para posteriormente hablar.

—Un saludo nomadas multiversales, sean bienvenidos a esta ciudad pérdida entre los confines del universo.

—¿Uh? ¿Quién es usted?–Respondió Casper mientras seguía caminando involuntariamente junto a la mujer y Eliot.

—¿Yo? Una simple guía para los aventureros, mi nombre, irrelevante ante ustedes. Por favor caminen, el festival comenzará dentro de pocas horas. –Dijo aquella mujer sin mirar de vuelta a Casper.

—A mí amigo y yo nos gustaría saber exactamente qué es este lugar más allá de ser solo una ciudad. —Aclaró Casper, descuidado de su entorno, lo cual consecuentemente casi provocaría que tropiece con una de las tiendas de vendedores ambulantes ahí encontradas.

Entrometiéndose a la respuesta de la mujer, Eliot, quiso preguntar algo más.

—Además, usted sabe, ¿por qué este lugar se encuentra un poco más apagado luminicamente de lo normal? A pesar de todas las luces y farolillos a nuestro alrededor.

La mujer solo siguió caminando sin siquiera responder la pregunta de Eliot, inclusive como si nunca la hubiese escuchado en realidad.

—Hemos llegado, recuerden asistir al festival y quedarse aquí abajo hasta ello, de otro modo los poetas en el lugar lamentaran dicho suceso. –Dijo la mujer, posteriormente saliendo de aquella habitación, hecha en piedra, con un único agujero que dejaba pasar una aún luz amarilla exterior proveniente de algún tipo de faro de calle.

—Eh… Okey, esperaremos acá, no se preocupe. –Contestó Casper.

Poco caso iban hacer ante las instrucciones de la mujer, pues ambos también salieron de la habitación en pos de investigar más allá por insistencia del Doctor Barrera. Eliot por su parte habló a Casper. Diciendo en un tono tímido y susurrante lo siguiente.

—¿Crees que deberíamos volver?

—No es como que los poetas verdaderamente se vayan a lamentar.

Eliot solo hizo una mueca a manera de asentir. Pasaron otros cuantos minutos caminando entre los pasadizos repletos de tiendas de mercaderes ofreciendo toda clase de productos, mientras que en el exterior solo podían escucharse cánticos y el crujir de la madera en algún tipo de hoguera.

Casper se acercó a una de estas tiendas, observando los objetos a ofrecer, entre los cuales destacaban; palos de antorcha, libros, al lado de una tinta negra y una pluma. Hasta ser interrumpidos por un mercader, quien les dijo lo siguiente.

—¿Buscan algo jovenes?

—Uh… Solo estabamos viendo, gracias.

—¿Asistirán al gran festival? Es una celebración muy importante, aún recuerdo cuando llegué aquí, jóven al igual que ustedes, todo el mundo, en todos los sectores de la ciudad se reunían para acudir al evento. Aquellos tiempos que no volverán…

—Absolutamente, cuente con nosotros allá, señor. —Replicó Casper mientras Eliot continuaba husmeando los productos.

A pesar de todo ese caminar en dirección contraria, Eliot y Casper habían vuelto a su punto de inicio, con muchas más personas entrando y saliendo por aquella estación, en algún tipo de bucle o rotonda que los había direccionado ahí de vuelta. Sin mucha más opción decidieron entrar al metro aparentemente suyo.

Efectivamente parecía ser el metro con el que habían llegado, algunas cosas aparentaban haber sido movidas unos pocos centímetros, aunque tal vez era alguna falsa impresión. Parecía que iban a dejar ese lugar sin mucha pena o gloria; hasta que aquella mujer presente en toda su instancia en el lugar se hizo presente, esta vez frente a las vías de metro. Recitando unas pocas palabras.

—Y aunque hayan cruzado los límites de su capacidad, se han encontrado en un sitio no correspondido, tan solo pude verlo en su desobediencia a mí. Váyanse ya.

Casper, esta vez acató lo dicho por la mujer, activando y poniendo en marcha al metro para salir de un sitio al cual quizás se había llegado por causales del destino o del propio subterráneo. Sin mucho más que abarcar o investigar, el metro se puso en marcha allá a donde el azar llevé.


Se había llegado al siguiente punto, con algunos peculiares percances internos en el motor del metro. A su llegada, dos tuneles de cristal se veían a sus lados, el piso color amarillo atrajo casi al instante la vista de ambos, Casper se acercó a los túneles para ver con más claridad qué transcurría en susodichos túneles.

—Solo veo un tipo de flujo verde pasar constantemente, con un montón de puntos negros acompañandolo.

—En ése lado hay unas escaleras, tal vez deberíamos ir por allá. —Contestó Eliot.

Casper asintió a Eliot, caminaron hasta las escaleras, paso a paso, mientras la iluminación de focos yacía encima de sus cabezas; la luz parpadeante a causa del descuido hacía más notable aquel hecho. Cuando se llegó al siguiente piso, una sala con mapas, controladores y palancas eran lo primero apreciable a la vista de ambos. Casper investigó un poco más a fondo dichos mapas, mientras Eliot avanzó al final de la sala, pues un gran ventanal ahí se encontraba.

Eliot llegó a ése gran ventanal. Grisáceo y empañado, Eliot limpió un poco una parte del mismo, queriendo ver; tras hacerlo, logró observar una neblina espesa, seca. Al ver a los costados solo pudo postrar su vista en muros rocosos aparentemente naturales. Asímismo, en el aparente techo se veían brazos metálicos robotizados un tanto dañados pero aún funcionales, subiendo y bajando. Segundos después Eliot alcanzó a ver los dos túneles inicialmente vistos, seguían hacia donde la vista alcanzaba, y convergían en cientos, tal vez miles de otros, junto a aquellos brazos metálicos, los cuales rotaban y cambiaban de dirección los túneles convergentes.

La rara preciosidad del momento se vió interrumpida por Casper, desenterrandonde sus pensamientos a Eliot.

—Creo que ya debemos irnos, no hay nada más para investigar.

—¿Y los mapas?

—Solo eran un montón de lineas en muchas direcciones, tal vez sea yo el que no los entienda. Ya se encargará de ello el doc.

—En ese caso, vámonos… —Dijo suspirante Eliot antes de mirar por última vez al ventanal detrás suyo.

Ambos bajaron, subieron al metro y tomaron dirección en la siguiente marcha. A su vez saliendo por uno de los túneles principales anteriormente vistos por Eliot, éste último únicamente veía por la ventanilla con una mirada de mil yardas todos los otros túneles que partían del suyo. Al salir de esa zona, unas gotas de lluvia caían de algún lugar a pesar de estar bajo tierra, parecía ser un tipo de despedida por parte del lugar en el que hacía nada habían estado.


Poco había transcurrido, se podría decir que fue la parte del trayecto más corta, por lo cual ni siquiera hubo tiempo a un silencio incómodo o una conversación interesante. Al llegar ahí, la oscuridad como era de costumbre se había hecho notar por encima de todo lo demás, hasta que Casper y Eliot bajaron de aquel metro, encendiendo las linternas que traían consigo; al enfocarlas en una de las paredes se pudieron distinguir craneos aparentemente humanos, y en general huesos de todo tipo. Decidieron continuar puesto que así lo indicaba el Doctor Barrera.

—Eh… Ésto es un poco raro, ¿dónde crees que estamos ahora? —Se cuestionó Eliot a Casper

—Ya lo veremos, por ahora estos muros de calaveras no parecen ser un gran indicio, continuemos.

—Vale, vale.

Al continuar se dieron cuenta que no solo eran esas paredes las cuales contaban con esqueletos impregnados en sí, casi todo a su alrededor se encontraba en dicha condición. Al igual que agua fluyendo debajo de sus pies por medio de canales, caminando un poco más adelante golpes de campanas en la lejanía desconocida se hacían oír.

–Es un tanto relajante y a la vez aterrador cómo se escucha el agua. —Dijo en voz baja Eliot.

–Pareciera que sí, aunque mejor evitar hacer ruido pisando por donde pasa el agua. Siento un pequeño vacío en el estomago estando acá. —Le contestó Casper.

Tras otros breves minutos goteras empezaron a caer a sus lados, gotas secas y pesadas, impactando contra el suelo tan fuerte como una pisada dada por una persona enojada. Al tratar de volver debido a la aparente inutilidad de continuar más, las canales anteriormente vistas se habían dividido y convergido en docenas más, así como los caminos de los cuales habían aumentado el número de huesos, en algunos casos amontonandose hasta caer, haciendo pilas en el suelo.

Empezaron a caminar pero ahora a un paso un poco más acelerado, a causa de una sensación claustrofóbica latente con el pasar de los segundos. Los caminos se volvían laberintos, en uno de aquellos pasillos una sombra espesa, rapida pero distinguible al ojo humano, y con un sombrero y collar, se hizo notar fuertemente ante Casper y Eliot, al no poder retroceder de ninguna manera tuvieron que seguir por el mismo camino en el cual dicha sombra había pasado.

Sollozos ya no tan lejanos entraban en los oídos de los dos, cuando se aproximaron a ellos. Una entrada les invitaba indirectamente a proceder. Así lo hicieron, una gran camara con paredes de ladrillo antiguo y cruces se encontraban a primera vista, pero cuando Casper enfocó al centro de la camara, un agujero con una guillotina colgante, y algún tipo de miembro de la nobleza se encontraba en ella. Cánticos que atrajeron a Casper a apuntar con su linterna hacía los lados, hicieron denotar personas más altas de lo normal vestidas de verdugos, inclinando sus hachas directamente a la guillotina. Cuando estos se percataron de la presencia de Casper y Eliot, cesaron los cánticos y se aproximaron a ellos, mudos, caminando de una manera en la cual parecían casi levitando.

Casper y Eliot retrocedieron a ciegas, tropezando y rompiendo la linterna. Corrieron sabiendo que aunque no podían verlos, aquellas personas se encontraban siguiendolos; la imposibilidad de verse y el miedo hizo que Casper y Eliot se separasen, en muchos de los caminos. Casper se detuvo, dándose cuenta que Eliot no se encontraba a su lado, pero al hacerlo uno de los verdugos quien tenía una mirada incandescente y constante, se dispuso a acercarse a él. Gritando y recitando todo tipo de cánticos religiosos de algún tipo, pero sin hacer nada más. Por su parte, Eliot continuó corriendo hasta por fin llegar de alguna manera al metro que los había traído ahí, se subió en él de la manera más rápida como su cuerpo se lo permitió, los verdugos también parecían haber dejado de seguirlo. Puso en marcha dicho metro dejando la cautela en último plano, activando la palanca apresuradamente, además dándose cuenta que sus manos estaban manchadas de sangre hasta las muñecas con cristales clavados en ellas.

Eliot avanzó con el metro y salió de aquel lugar, para posteriormente llorar desconsoladamente por varías horas, recostandose y empapando en lágrimas tanto el controlador de velocidad como algunos de los controles centrales del metro hasta volver al sitio inicial de donde había partido.


El Doctor Jaime Barrera se acercó a su computadora días después de lo sucedido, para redactar un mensaje importante para una persona importante.




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