—Mmm, en realidad no puedo creer lo tanto que pasaste con nosotros —dijo mientras sacaba la fotografía de la ex-directora del Departamento de Anarte y Restauración—, por un tiempo jamás comprendí porque dejaste tu trabajo, aunque en ese entonces yo aún no era directora y ahora lo entiendo un poco más supongo.
En la foto se encontraba Amalia Mondragón en una de las instalaciones que logró construir con su equipo de colegas en el año 2033, poco sabría ella que ese sería solo el comienzo de la creación de lugares dedicados solo para analizar obras de anarte, siendo ya un lugar muy reconocido en la época actual.
—De verdad me hubiera gustado ayudarte, si tan solo pudiera haber sabido que tu enfermedad iba ser el inicio de una serie de eventos los cuales al final te llevaron a desertar —mencionó con cierta tristeza—. Aunque por lo que sé, viviste como nunca antes en las últimas décadas de tu vida, incluso si eso te costó la vida.
Así, Amalia pasó por grandes complicaciones debido a padecer esclerosis múltiple, esto provocó su retiro de la Fundación. Un tiempo después logró recuperarse parcialmente, para ese entonces ella ya había entrado en contacto con personas de AWCY?, desenvolviéndose como siempre quiso hasta que en una obra de sus propios compañeros terminó con su arduo camino. Mientras Luisa tenía estas memorias, seguía sacando algunas pertenencias relacionadas con ella, como playeras de cuello alto y mangas largas.
—Recuerdo cuando platicamos alguna vez de nuestras metas e intereses, varias veces demostraste tu gran dedicación. Quizás más de la necesaria en algunas ocasiones, ¿pero quién era yo para guiarte? De igual forma, siempre estuve de acuerdo con tu decisión de seguir tus aspiraciones, a pesar de nunca tener la oportunidad de mencionártelo.
La directora revivió un momento en particular, una de las últimas veces que vio a Amalia en vida, donde le explicó la razón de sus trabajos tan impecables y seguidos; ella era impulsada por un sentimiento de inseguridad, ella siempre quiso tener el poder de recrear las obras que tanto estudiaba y restauraba, llenar esa pasión fervorosa. Aun así, ninguna cantidad de dedicación ni preparación le permitió cumplir sus deseos, mientras la carga del trabajo junto con su enfermedad la convencieron de cambiar su camino, navegando en su propia corriente.
Aquel día, Luisa le dijo que no importaba cuanto se esforzara uno en cualquier tipo de actividad, si realmente uno no se siente bien al realizarla lo mejor sería dejarlo y retomarlo en el futuro de ser posible; desde esos momentos Luisa ya se daba una idea del futuro de Amalia, siendo esta su manera de despedirse. Le agradeció por todos sus trabajos en la Fundación y hacerle saber que nada fue en vano.
Puso las fotografías de Amalia en la parte derecha del mueble, dejando enfrente algunos alimentos cálidos como tamales y consomé, más algunos pétalos de cempasúchitl, con flores del mismo color que los ojos de Amalia. Tras terminar con ese grupo de pertenencias, la siguiente era un cuaderno lleno de anotaciones y dibujos de diferentes lugares, pertenecientes al agente de campo, Víctor Penz, una sonrisa se pintó en la cara de Luisa, mientras ojeaba el cuaderno.
—Recuerdo esto, la vez que no irónicamente fue enviado a Brasil. Quién diría que entre tantas bromas acerca de eso, realmente ocurrió —mencionó mientras soltó una pequeña carcajada—. Ante todo, ha sido uno de los agentes más duros que he conocido en vida.
Tras terminar de revisar el cuaderno, sacó un par de vendas y guantes junto con algunos bolígrafos. De alguna u otra forma, Luisa logró saber sobre las misiones más sobresalientes del agente, principalmente en estructuras anartísticas, lugares donde la frase "la imaginación humana es el límite" no eran una simple metáfora. Desde los castillos retorcidos en algunas partes de Europa hasta algunos templos mesoamericanos, y todas estas maravillosas estructuras fueron guardadas en cada uno de sus cuadernos, con lujo de detalle.
—Si algo siempre me sorprendió fue su capacidad de obtener información detallada de cada zona a la que era enviado. Como aquella vez que me trajo la información sobre un florecimiento anómalo y cada flor me sirvió para clasificar las plantas. Y no solo conmigo, sino su reputación fue aumentando con los años hasta su merecido retiro… Es una pena que los agentes de campo tengan un periodo tan corto en este trabajo.
Pues ese era el destino más común para esa clase de personal, si no es que caían en acción por las anomalías a las que eran enviadas. Sin embargo, Penz no sobrevivió solo por suerte o casualidad, sino su entrenamiento. Logró sacarlo de varios apuros, tantos fueron sus viajes que llenó un gran estante en el archivo con sus cuadernos. Otra parte maravillosa de él, eran sus conversaciones fluidas, siempre gesticulando para darle más fluidez a sus explicaciones.
—Aunque tu mal humor también era uno de tus rasgos más característicos y me tocó experimentarlo de primera mano, al menos las primeras veces que nos encontramos. Pero en serio, me alegra saber que tu final no fue cruento.
Así, ella puso la fotografía de Penz encima del mueble junto sus pertenencias, mientras en un plato puso algunos panqueques y dulces, acompañados de un mate. Luego, sacó otro elemento de la caja, miró sus manos y allí estaba su fotografía, helada, insensible, capaz de llevar a la guillotina hasta a sus propios parientes, y aún así, Vander le tuvo alguna vez un gran respeto y cariño.
—Algunas personas no tienen por qué ser trascendentales para importar. Dowell, Dowell, esa idea tuya de querer regir todo como tu pequeña dictadura, pronto te diste cuenta que eso era imposible y que Ética no te dejaría hacer eso, suerte también que me detuviste de hacer algunos experimentos… Poco éticos.
Vander sonrió un poco, pensando en lo tonta que fue en el pasado. «Uno nunca deja de aprender», pensó, y de sus labios emanaron palabras de un viejo conocido.
—Reír para no llorar, Dowell. Fuiste el mejor consejero de ética que jamás tuvimos, gracias por enseñarme a ser recta. Es una lástima que la verdad se deba pagar con la muerte, ¿no es así, Dowell?
Recordó Vander, aquella trágica noche luego del enjuiciamiento del ex-director de cognitopeligros que sirvió durante 2039. Dowell había alistado todo para el siguiente día, tan pulcro y constante que fue, entró a su dormitorio y no se le volvió a ver pasados 3 días.
Fue encontrado en el refrigerador industrial del sitio, se hallaba muerto, y al menos diez años más viejo. El ex-director de cognitopeligros enjuiciado se las había arreglado para llevar a cabo una eliminación retroactiva. Nadie sabe cómo cognitopeligros y una paradoja temporal pudieron entremezclarse, y de alguna forma Dowell, en su rectitud y fe ciega en lo correcto, logró eliminar a tal parásito, no sin perder su propia vida.
—Eres de admirar.
Suspiró para luego dejar sus respetos. Dejó su foto al costado de Amalia, ofreciéndole una gelatina, un libro antiguo, un abrigo de lana azul, algunos videojuegos antiguos, de Atari y SEGA.
Sin darse cuenta, una piedra con runas furthoc había llegado a sus manos, y esta comenzó a brillar en una tonalidad azul topacio. La foto de Richard Dunwich estaba siendo iluminada a lo lejos.
—Incluso en la muerte no dejas de ser un misterio, Dunwich. Fue increíble tenerte alguna vez como instructor para mis investigaciones de taumatobiología, y más aún como un increíble consejero. El día que te fuiste pensé que jamás llegaría, ese día la mitad del sitio estuvo de luto, ¿cuán importante hay que ser para eso? Aunque…
Como era de esperarse, la muerte de un taumaturgo debía ser, como mínimo, extraña. La de Dunwich fue extraña, extravagante y totalmente inesperada.
Aquel día de 2043, Dunwich había despertado con los mejores ánimos del mundo, nunca nadie lo había visto así. ¿El motivo? Luego de tantas incursiones para desestabilizar cultos satánicos, al fin la radiación facetaria residual había hecho de las suyas. Una invocación demoníaca por algún cultista aburrido había captado tales residuos y le sugirió a su nigromante actuar en contra, y así fue.
Por azares del destino, tal demonio basaba su poder en el buen humor, y reflejado sobre el mismo Dunwich, no paró de sentirse bien hasta llegado el atardecer, cuando había extraído hasta la mínima gota de EVE de su cuerpo. Esa misma tarde, Dunwich solo era una carcasa de piel, moviéndose por inercia, había muerto ya hace horas por un paro cardíaco y la totalidad de sus órganos se habían licuado y desaparecido
—… No creo que así lo fueras, como todos nosotros, y sin embargo, lograste reclamar un pedazo de nuestros corazones. Nunca dejaré de estar agradecida por darme algo de humanidad… Y por el gusto a tang de naranja.
Vander colocó su foto a la izquierda, junto a la piedra, una rebanada de pizza y un puñado de avellanas.
—Me pregunto, ¿al final habrá logrado ser una entidad onírica y vivir para siempre en su mundo de sueños…? Creo que nunca lo sabré… Uh.
La caja a su derecha mostraba otra pequeña caja con forma de corazón asomándose. Vander se agachó para tomar esta caja, y en ella pudo encontrar una foto suya tomada junto a Andrés Mondragón en un bote de madera en una laguna desconocida. Dio un suspiro y sonrió levemente.
—Si hubiera sabido que ibas a terminar de esa forma… Tan terco, ¿por qué no quisiste mi ayuda?
En realidad, si había obtenido su ayuda, sin embargo, años después, Mondragón había desarrollado una inteligencia construida quien ahora vivía a poco metros de él. Con la forma de un cuervo e incapaz de irse sin la muerte del propio Mondragón, mantenía los recuerdos del propio Mondragón archivados en este. Ya no necesitaba más de aquel cóctel carcinógeno nunca más, pero…
—En realidad no puedo culparte… Creo que ni tú sabías cómo ibas a morir, ¿no es así?
En realidad, nunca lo sabría.
Era 2061, Mondragón ya tenía más de 80, aún al servicio de la Fundación. Cada día era más fuerte el graznido del cuervo: se había quedado sin almacenamiento. A esa edad, el cuerpo de Mondragón ya no podía soportar el cóctel para olvidar que él mismo había desarrollado, sin embargo, en tantos años, nuevas tecnologías y medicamentos en base a sus investigaciones habían sido inventadas, y en muchas de ellas él había ayudado.
Y sin embargo, él pensó que había vivido lo suficiente.
—¿Demasiado egoísta de tu parte, no crees? Irte así como si nada, dejándome sola de nuevo…
Aquella noche de febrero, Mondragón decidió sobrecargar su propia memoria con casi 40 años de datos guardados, haciendo un paro total en las señales de su cerebro, colapsándolo de información por procesar. Primero, fue un vegetal por al menos dos horas, luego de ello, perdió la consciencia y murió pacíficamente.
—Y, supongo que es parte de crecer, ¿no es así? Dejar que aquello que más quiero se vaya, para volverme más fuerte, para aprender a ser humana. Te doy las gracias, por hacerme ver algo de esperanza en las personas y por sacar lo mejor de mí, dejar de ser un cascaron vacío. Y, finalmente, por todos esos bellos momentos a tu lado, cariño.
Vander colocó la imagen de Mondragón a la derecha de Dunwich, dejando a su lado un flan, un sandwich de helado y panqueques con queso. En sus manos habían quedado una sortija con un pequeño diamante rosa y un collar de liga negro. Vander sonrió por aquellos maravillosos recuerdos, y dejó los objetos en la fotografía de Mondragón.
La caja de Vander estaba casi vacía, y entre tanto apareció una pequeña fedora.
—No es la original, pero funciona. Me gustaría saber cómo fue que murió su constructo.
Marw, para algunos una inteligencia construida, para otros un detective noir y, para algunos más, un pequeño gato cambiaformas en adopción, ¿por qué todos se llamaban igual? Un día todos ellos murieron al mismo tiempo, y a día de hoy no se sabe a ciencia cierta su correlación. Entre las hipótesis más aceptadas están la del constructo Marw, abarcando desde un Dios de la muerte felino, un cúmulo de nubes en forma de gato, hasta el maullido de alguna especie animal acuático o un investigador obsesionado con los mininos o con sus rasgos.
Eso era Marw, según la mayoría. Todos con el mismo nombre, no nombres dados por alguien, nombres incrustados en su propia existencia. Nombres acompañados por una fedora. Y, ¿cómo matas a un constructo? Es otro gran misterio.
—Y pensar que esta fedora fuera el inicio de todo… Ojalá haber estado durante tus primeros días.
Dispuso la foto de un gato calicó en uno de los agujeros del mueble, y a su lado dejó algo de yerba para gato, algunas galletas y leche. Ya casi no quedaban objetos dentro de la primera caja, resaltando un sombrero de balde de color amarillo. Se quedó mirándolo durante un largo tiempo, hasta dejarlo en el centro del mueble.
—No han pasado más de 5 décadas y para mi pareciera ser una eternidad todo lo que discutimos en el Departamento de Biología. El origen de las especies anómalas, la implicación y reconocimiento de fósiles pertenecientes a críptidos, tus propuestas de reinos, las cuales jamás me agradaron —dijo mientras miraba fijamente la prenda.
Dicho sombrero perteneció al agente e investigador Mike Patterson, uno de los primeros miembros del personal que trató como un alumno. Luisa siempre tuvo el deseo de impartir alguna clase de docencia, si bien daba conferencias de manera anual, realmente disfrutaba enseñar más a fondo y de manera personal. La primera oportunidad que tuvo de aplicarse a enseñar, fue con él, mientras charlaban de qué tanto realmente se sabía de la vida y las increíbles y aparentemente infinitas formas de vidas en una pequeña gota de agua y roca llamada Tierra.
—Y todas las anécdotas que me contabas sobre Australia y sus anomalías que surgían al por mayor. Ese espíritu aventurero tuyo, siempre te ayudándote a mirar de fondo y de primera mano la fauna anómala. El mismo causante de tu muerte no tan prematura… Me hubiera encantado que vieras el impacto de tus investigaciones en nuestra área, incluso tu deseo de mostrarle un poco al mundo de la existencia de toda esta diversidad oculta se cumplió parcialmente… —dio un suspiro—. Al final, todo valió la pena, ¿no?
Para la Fundación había valido toda la pena del mundo, pero no para Luisa, sabía los peligros que implicaban su última operación en Australia, también los riesgos de fallar en la misma. Ese día, ella estaba tan preocupada de enfrentar una amenaza capaz de alterar la vida como se conoce y lo mejor que pudo hacer fue dirigirse con la Coalición para desplegar una de sus armas diseñadas, en el fondo quería sentir que la Fundación lograría contener la anomalía, o eso quería creer ella, debía ser de esa forma o… Ya no importaba tampoco, sus decisiones fueran las correctas hasta ese entonces y Patterson hubiera estado de acuerdo con su decisión, ambos compartían el mismo sueño de algún modo, la protección y entendimiento de cada ser viviente.
De esta forma, puso la última fotografía en el centro del mueble, junto algunas barras de chocolate y copias de los papeles de sus investigaciones.
Luisa vio que aún quedaban muchas más cajas, pero a este ritmo se la iba pasar reviviendo memorias todo el día, así que decidió finalizar la ofrenda al poner varias plantas bioluminiscentes a manera de velas. Recordó que ella podría dedicarle el siguiente año otra ofrenda a sus demás compañeros, después de todo, tenía una eternidad para ello.