He recogido Su espada junto a la orilla del mar,
La cual me susurró palabras suaves.
Primero hablóme de dos grandes dragones,
Luego me habló del hombre y la guerra.
Uno estaba allí para iluminar en el Edén, decía,
El otro, un dios temerario.
Uno nos enseñó a pensar y sentir, decía,
El otro nos crió desde la tierra.
Los dragones una vez descansaron en el abismo, decía,
Luego llegaron sus hijos e hijas.
Uno había hecho una jaula de su esqueleto de bronce,
El otro, atrapado, y sufrido.
Uno llevaba una corona de truenos y relámpagos, decía,
El otro estaba sentado sobre un trono de huesos.
Pero la corona ahora en pedazos y el trono oculto,
Sus descendientes en la tierra viven, inconscientes.
Le construiré un templo y un altar, dije,
Para que los dragones sean recordados.
Encenderé la luz de velas y oraré, dije,
Y haré sacrificios de sangre y acero.
He tomado su espada de la orilla del mar,
Hecho a mano un altar de hierro y plata.
He erigido los pilares y pavimentado el suelo,
Encendido las velas al caer la noche.
He puesto Su espada sobre el altar,
Donde se enroscó como una serpiente.
Cantó en un idioma que no es de este mundo,
Entonces habló de hombres y guerras.
Fue cuando los sacerdotes encendieron el fuego de bronce, decía,
Que las bestias de sangre se habían reunido.
Grandes colosos de metal se levantaron, con martillos,
Mientras horribles ángeles eran llamados.
Fue entonces cuando el cielo sangró un rojo carmesí, decía,
Que las estrellas parpadearon y temblaron todas.
Dientes y espinas mordiendo juntas,
Rugidos y claqueos por mucho tiempo oídos.
Allí estaban los descendientes de los dragones,
Cada uno luchaba por su único dios.
Hombres se implantaron con invenciones de dios;
Hombres renacieron para ser dragones y serpientes.
Un dragón llorará con sus lágrimas de mercurio,
El otro reirá mientras las cadenas traquetean.
Allí estaban los orgullosos descendientes de los dragones,
Refiriéndose a los otros como plagas y cáncer.
Mordieron y cortaron y convocaron a los rayos,
Hasta que uno fue destrozado y el otro se perdió.
Lucharon en la tierra así como sus progenitores en el cielo,
En tiempos antiguos y en vacío informe.
Los hombres no son mejores que sus creadores, decía,
Así los dragones no son mejores que nosotros.
Pero lo roto está roto y lo perdido, perdido, decía,
Y yo no soy más que una mera espada.
Una espada forjada por Su fuego sagrado, decía,
Afilada para empalar el corazón de otro.
Pero como tal arma, nunca fui usada, decía,
Ahora yazco oxidada y avergonzada.