Memoria No Volátil
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Cuando Vincent Anderson recuperó el control de sus funciones motoras, se encontró en un sillón acolchado en un rincón apartado de la Biblioteca de los Errantes. Altas estanterías se alzaban sobre el, cada una repleta de todo tipo de libros, pergaminos, CDs, cintas y tomos. Las sombras de la manifestación física del conocimiento proveía de un aire de secretismo al lugar. Una niebla acre de polvo y papel se suspendía en el ambiente.

Mientras investigaba sus alrededores, Anderson se dio cuenta de que DHUSP #34 y varios otras unidades Peregrine esperaban cerca suya, con sus ojos de plástico fijos en el ciborg a medida que este se levantaba cuidadosamente y se acercaba a sus creaciones. Mientras acortaba la distancia entre ellos se dio cuenta de que en la solapa de cada uno de los droides había un pin Maxwellista.

"¿Desde cuando La Mano acepta Maxwellistas?" preguntó Anderson.

"No necesitas ser un miembro de la Mano para ayudarles con una incursión," le respondió una voz rasposa.

Anderson se giró. Un hombre en un traje oscuro le miraba desde las sombras. Su cabello castaño estaba pulcramente recortado, mientras que el lado izquierdo de su cuerpo estaba entretejido con zarcillos de blanca fibra de aramida. Del mismo modo que los droides, él también llevaba un pin Maxwellista.

"¿Me reconoces?" preguntó el hombre, señalándose a sí mismo.

Anderson pausó. Imágenes pasaron antes sus ojos mecánicos a medida que repasaba su memoria, llegando finalmente a la imagen de un chico joven que había perdido una mano, una pierna, un ojo y a su madre en un accidente de coche.

"Aaron Howell…"

El hombre sonrió y asintió.

"Tus demonios han vuelto para atormentarte, Sr. Anderson," rió Aaron. "Y necesitamos su ayuda."

Anderson sacudió la cabeza.

"Sea lo que sea que queráis que haga, o repare, o mejore solo os traerá tragedia. Tú entre todos deberías saber eso, Aaron."

Anderson pausó.

"Siento mucho lo que te ha pasado, por cierto. Nosotros-"

"No soy yo con quien debería disculparse," interrumpió Aaron. "Hágame un favor y mire a esas almas tras de usted."

Anderson se dio la vuelta para encarar a los droides. Cuando lo hizo, más emergieron, saliendo de detrás de estanterías, alcobas y desde las mismas sobras. Su numero aumentó hasta que no pudo contarlos; obstruían los estrechos pasillos, apelotonados en una mar de aramida negra y plástico blanco.

"Estoy seguro de que sabe lo popular que su serie Gyrfalcon fue entre los Maxwellistas. Bueno, pues resulta que el Maxwellismo era popular entre los Sakers y los Peregrines. La paz que usted fue incapaz de darles la encontraron aquí, y en la Iglesia."

"Y estoy absolutamente encantado por ello," Anderson respondió, incapaz de apartar la mirada de la multitud tras de sí. "Pero ¿A dónde quieres llegar exactamente?"

"Sabe lo que le pasará a esas almas cuando sus recipientes corpóreos se hagan pedazos," Aaron susurró con su voz rasposa en su oreja. "Me niego a permitir que devotos seguidores de WAN sean condenados a un purgatorio monocromático. Quiero que desarrolle un dispositivo que podamos colocar en el Bosque que permita a estas almas convertirse en datos, para que puedan regresar a WAN."

"¿Como demonios esperas que hagas eso?" preguntó Anderson. "Lo que dices sería una proeza de transmutación de datos de inmensa-"

"Entonces supongo que es una buena idea que usted sea un genio en la colección de conocimiento más grande del multiverso, ¿no?.”

Anderson frunció el ceño.

"¿Y si me niego?"

"Entonces solo estará escogiendo una celda sobre otra. No podrá abandonar la Biblioteca, Sr. Anderson," Aaron esbozó una sonrisa mordaz. "La UdII lo capturará si intenta huir a los Portlands. Y si intenta regresar al mundo mundano los Carceleros lo atraparán, suponiendo que sus representativos MC&D no lo maten antes. He oído que no se toman muy bien que alguien les venda."

Anderson se mofó.

"La Biblioteca de los Errantes es una celda bastante cómoda, imbécil. Y no me queda mucho tiempo que esperar, de todos modos."

"Entonces quizás necesite otra motivación." Aaron se encogió de hombros. "¿Qué cree que le pasará cuando su cuerpo le falle? Acabará en el Bosque justo como ellos. ¿No estaría bien tener una forma de escapar o al menos una forma de calmar la rabia de los varios miliares de almas que ha condenado.”?

La mofa de Anderson se desvaneció. Se volteó a los droides una vez más, y luego cerró los ojos.

"¿Si te ayudo me ayudaras?"

Aaron Howell le tendió la mano.

"Tiene mi palabra."


La Agente Jessie Merlo estaba sentada en su oficina, cubriéndose la boca mientras se reía aún con comida en la boca. Frente a ella a un lado de un desorganizado escritorio enterrado en archivos, notas, y un ordenador estándar de la Fundación, se encontraba sentado un hombre bajo y risueño en una bata blanca, con un estetoscopio colgando del cuello, parcialmente oculto por su largo pelo negro. El parche en su hombro izquierdo indicaba que era un doctor de la División Médica de la Fundación.

"No hace falta decir que," el Dr. Desmond Rhodes pausó, luchando contra su propia risa, "Necesitaremos muchos más algodoncillos tras eso."

La joven pareja continuó riendo durante varios segundos, saboreando el breve tiempo que tenían en sus apretados horarios para disfrutar de una comida en la compañía del otro. Fue solo cuando alguien tocó a la puerta que la risa paró.

"Está abierto," dijo Jessie, recuperando la compostura.

Entró una mujer mayor, vestida en un traje con unas gafas de patillas marrones. Su pelo estaba recogido en un moño con trazos de gris recorriendo el castaño.

La sonrisa de Jessie se desvaneció.

Desmond se levantó de su silla.

"Directora," dijo, su voz adoptando un tono profesional.

"Dr. Rhodes," dijo Sasha Merlo con una sonrisa burlona en sus labios. "¿Podría dejarme un momento con su esposa?"

El médico asintió y después se marchó sin decir otra palabra. Cuando ambas se quedaron a solas, Sasha tornó su atención hacía la habitación. En la pared trasera, oculto levemente por el mobiliario, estaba el familiar pero ahora descolorido emblema del DM Gamma-13.

"Me gusta lo que has hecho con este sitio," continuó Sasha, cogiendo una foto enmarcada de su hija y su suegro en un viaje de mochileros. Ambos sonreían a la cámara mientras que el último tenía su brazo sobre los hombros de la primera. Sasha sonrió, poniendo la foto de vuelta en su lugar y apuntó al reloj eléctrico azul cercano. "Incluso habéis mantenido mi viejo reloj de pared."

"Shaw dijo que me matarías si lo tiraba." Jessie sonrió. "Personalmente, creo que es feo como pegarle a un padre."

Sasha acercó una mano a su boca en un asombro fingido, entonces sacudió su cabeza y rió.

"En fin, ¿qué tienes para mí' ¿Dónde está nuestro hombre?"

"Todas mis fuentes apuntan a que está en la Biblioteca." Jessie suspiró. "Probablemente podemos mantenerlo atrapado allí indefinidamente, pero hasta que sepamos cual es su siguiente movimiento tiene la oportunidad de conseguir la ventaja. De nuevo. No creo que podamos capturar-"

"Ejecución."

Jessie pausó.

"¿Cómo?"

"El Consejo O5 ha ordenado la ejecución de SCP-3860," respondió Sasha. "Dado que Vince tiene a lo máximo seis meses de vida, los que mandan han decidido que ya es hora de que nos libremos de él. Seguramente no tardarán en llegarte oficialmente las órdenes."

Jessie asintió. "Ya veo. ¿Pareces arrepentida?"

"Si hubiese sabido que este sería el camino que acabaríamos tomando simplemente lo habría hecho antes. Muchos agentes dieron sus vidas para capturar a Anderson. Esto le quita valor a eso."

Ambas callaron, Jessie vio a su madre perderse en sus pensamiento brevemente. Finalmente, la joven agente rompió el trance.

"Tienes más experiencia con Anderson que nadie. ¿Alguna idea de cuál podría ser su próximo movimiento?"

"¿Si tengo que adivinar? Irá a por Phineas. A Vincent no le gusta dejar cabos sueltos. Se está quedando sin tiempo."

"Eso haría que tuviese que ir desde la Biblioteca al Sitio-64. ¿Podría hacerlo sin pasar por los Tres Portlands?"

"Que me aspen si lo sé." suspiró Sasha, pensando para si misma. Tras un breve momento, sonrió. "Pero puede que conozca a alguien…"


Anderson frotó sus ojos artificiales por el cansancio mientras repasaba notas técnicas y libros sobre la Teoría de Transmutación de Datos. Una pila de bocetos esquemáticos y papeles arrugados se había acumulado a su alrededor, formando una pequeña fortaleza que lo encajonaba en su escritorio. Al final, suspiró y dio la vuelta a su silla.

"Debería matarme ahora mismo," murmuró.

"No deberías decir esas cosas, Vince."

Anderson alzó la mirada y vio a un hombre musculoso en un traje hecho a medida ahí plantando. Llevaba su pelo canoso bien peinado hacía atrás y olía fuertemente a colonia. El hombre sonrió y se acercó al escritorio, dejando un maletín encima del trabajo de Anderson.

"Isaac Dillard." Anderson hizo un gesto seco con la cabeza. "¿Qué demonios te trae aquí?"

"El Sr. Howell contactó con Medea para ver que podría hacer para ayudarte ya que te has retrasado tanto," respondió Isaac. Le entregó a Anderson un manuscrito envejecido marcado con un emblema de una llama que se le era familiar. "Ella se cobró un favor que le debía. Fuimos capaces de recuperar esto."

Los labios de Anderson se curvaron en una sonrisa melancólica.

"¿Medea también está aquí?"

Isaac negó con la cabeza.

"Hiciste que mataran a Jason, campeón. Digamos que ha optado en mantener una 'distancia respetable'. Pero le está yendo bien. Ella y-" Isaac chasqueó los dedos varias veces mientras intentaba recordar un nombre. "Myra algo- ahora tiene su propia empresa. Phoenix Cybernetics."

"Bueno es saber que alguien ha seguido el legado." Anderson suspiró otra vez. ¿Qué pasa con-"

"¿Disculpen?"

Anderson e Isaac se giraron hacía la interrupción. Un hombre viejo y harapiento con una gabardina y gafas de sol se asomó a la alcoba. Tenía la cara cubierta par una barba desaliñada. "Los bibliotecarios dijeron que estabais en posesión del Manual Niebauer de Taumatología Analítica, me preguntaba si-"

El hombre se detuvo. Isaac y Anderson le miraron fijamente en un silencio sepulcral.

El viejo alzó ambas manos en forma de rendición.

"Yo simplemente volveré más tarde," dijo, y se marchó rápidamente desapareciendo tras una fila de estanterías.

Anderson regresó su atención hacía Isaac para ver al hombre de negocios recogiendo su maletín.

"¿Crees que podrías pasarles un mensaje a Medea y a cualquiera de los Sakers que siga en contacto con ella?"

Isaac sacudió la cabeza.

"Howell fue muy especifico en que debías mantenerte incomunicado, y no voy a pelearme con militantes Maxwellistas. Son clientes demasiado valiosos para mis jefes."

"Eres un bastardo codicioso, ¿lo sabías?" Anderson frunció el ceño.

"¿Sí? Bueno, me ayuda hacer a hacer que la gente gane mucho dinero." Isaac se encogió de hombros. "Por eso fue por lo que tú y Phineas me contratasteis, ¿Recuerdas? Buena suerte, Vince."

Anderson cerró los ojos a medida que Isaac se iba. Cuando los abrió bajó la vista hacía el nuevo manuscrito.

"¿Cree que podría recoger mi libro ahora?" preguntó el viejo, volviendo a asomarse.


"Debo decir que estoy impresionada," dijo Jessie Merlo. "No esperaba oír de ti por al menos un par de semanas. Meses, incluso."

Frente a ella se encontraba un hombre viejo y harapiento. Su barba había sido aliñada recientemente. Se encogió de hombros y le entregó a Jessie un pen drive.

"Lo creas o no, encontrar a alguien en la Biblioteca no es la cosa más difícil del mundo si sabes donde mirar. Además, incluso en la Biblioteca, Anderson no es exactamente lo que llamarías discreto."

"Tiene sentido." Jessie sonrió. "Así que ¿Qué está planeando?"

"Sinceramente no sabría decirte. Sea lo que sea, es bastante esotérico. Un Maxwellista le está obligando a trabajar en algo. Algo sobre convertir robots fantasmas en datos para WAN. No es mi especialidad. Aún así, tienes audio y video de cinco días en este pen drive. Más que suficiente para que tu equipo de cracks lo resuelva, estoy seguro."

El viejo se abrió camino hacía la puerta.

"Me voy. Dile a tu madre que se ha cobrado oficialmente el último favor que le debía por el rollo de Jericho." Abrió la puerta y pausó, mirando hacia atrás con una sonrisa mordaz. "Oh, y prometo que como alguien más aparezca para sacarme de mi retiro otra vez, les prenderé fuego literalmente. Literalmente."

El hombre desapareció por el pasillo, dejando atrás a un confundido Desmond. El médico miró sobre su hombro mientras entraba en la oficina, dejando dos táperes encima del escritorio.

"Era ese-" preguntó Desmond a su esposa, con la boca ligeramente entreabierta.

"¿Navarro? Sí," respondió Jessie, con sus ojos en su monitor mientras introducía el recién adquirido pendrive en su ordenador. "Me temo que esta va a tener que ser una comida corta, cielo. Tenemos una pista."

El médico suspiró y asintió. "Por supuesto." Le deslizó uno de los táperes.

"Sin embargo, no puedes enfrentarte a robots con el estomago vacío. Créeme, soy médico."


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