Lecciones aprendidas

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En un día hace unas décadas, un grupo de mortales mundanos erróneamente creyeron que podían categorizar el concepto del conocimiento. Que ellos podían contener el nexo de mundos, que la Fundación podía encerrar el concepto platónico de una Biblioteca.

Fue una experiencia de aprendizaje, al menos.

En ese día, un Doctor revisaba una y otra vez mapas y notas, mirando por la ventana de la base de operaciones temporal que habían preparado para la incursión.

No una invasión, no un asalto. Una incursión. Así prefería llamarlo el Doctor. Idealmente sería más o menos una misión de exploración, algo para medir la escala relativa de la Biblioteca.

Tres grupos, entrando desde tres puntos distintos. Los triángulos eran formas significativas ¿no? Tampoco estaban completamente seguros de nada de esto.

Por supuesto, sólo la parte más superior de la cadena de mando sabía eso. A todos los demás se les dijo que habían riesgos sopesados incluidos. No era exactamente una mentira. Sólo exagerar la verdad.

Todos estaban en sus estaciones, tres entradas en tres puertas en tres pueblos pequeños. Cada uno en contacto con los demás, todos planeados al minuto.


La Biblioteca era como siempre es. Diría que era un día como cualquier otro, si hubiera días como tal en la Biblioteca. O, al menos, a lo largo de la Biblioteca. Algunas veces la noche es necesaria.

La Biblioteca era bulliciosa como siempre era. Largos y grandes estantes se extendían por millas, llenos con el conocimiento de la eternidad; algunos se levantaban más que el cielo, otros apenas llegaban a la altura de un reposapiés. De vez en cuando uno podría encontrarse con un pequeño claro, lleno con sillones o mesas o lo que sea que los visitantes de la Biblioteca trajeran de otros lados.

Hablando de los cuales, en cualquier momento, seres de a lo largo y ancho del espacio y tiempo estaban esparcidos a lo largo de los estantes, cada uno único pero a la vez pero no. Un desafortunado alquimista, un goblin huidizo, un gato peculiar, un cambiaformas sin alma, un alienígena de verdad, literalmente un ciervo, una bruja vendada… tantas vidas distintas reuniéndose en el nexo del conocimiento.

A través de la Biblioteca habían puertas, cada una única en si misma, y cada una puerta literal a innumerables Senderos. Cada puerta tenía su propio Toque y cada Toque era único en si mismo, Nada se repetía en la Biblioteca, excepto cuando lo hacía.

Había una esquina en la Biblioteca, como muchas otras, un claro con unas pocas mesas y escritorios cuyos orígenes ocupaban el espacio de cientos de años. Éste era uno de los muchos espacios para sentarse y normalmente no sería de algún interés especial en la Biblioteca; eso es, hasta que cierta Puerta se abrió.

Hubo un Toque, rápido y duro, en una alta puerta de madera entre dos estantes. Parecía como si fuera de un granero o una vieja iglesia, de polvorienta y desgastada y pesada madera. Crujió un poco antes de que una bota pesada la abriera de una patada y tres docenas de Agentes del Equipo rojo, vestidos de negro, entraron de golpe, armas en ristre. A setecientos pies, otra puerta se abrió de golpe de manera muy parecida con la entrada del equipo Azul, y a trecientos metros de esa, otra puerta con la entrada del equipo Verde.

Sonó un sólo disparo, y los gritos empezaron a sonar.


Un comandante de campo gritó mientras la puerta se sellaba de golpe. El Doctor llamó por el intercomunicador, demandando que alguien volviera a intentar el Toque, en un momento la Puerta se abrió de nuevo y abría a una sección diferente de estantes. Los agentes se apresuraron a entrar.

Desafortunadamente, este era un Sendero distinto y esta esquina de la Biblioteca era restringida. Una voz humana desconocida comenzó a lamentarse mientras la Puerta se selló de nuevo.


En unos momentos la Biblioteca estaba en caos. El disparo fue hecho por un Agente nuevo, nadie está seguro de quien exactamente, pasó demasiado rápido, quien se espantó y disparó a… algo. El momento en el que disparo alcanzó un estante, la Biblioteca explotó en movimiento.

Hubo un cambio palpable en el aire mientras la Biblioteca cobraba vida. El grupo se acerco entre ellos, tranquilizadores y disparos de verdad empezaron a volar en ráfagas dirigidas. Un pequeño gato negro desapareció en la nada el momento en que la notaron y una mujer que casi parecía maestra de escuela se lanzó detrás de un sillón; un hombre en un largo abrigo desenfundó su propia pistola antes de ser acribillado por lo los Agentes, su cuerpo cayendo flácido pero sin sangre al suelo de mármol.

En la distancia más disparos más gritos sonaron. Los Agentes se gritaron los unos a los otros, dándose cuenta que la Puerta tras ellos ya no estaba. Alguien con autoridad les pidió "encontrar a los otros y reagruparse" y partieron por el laberinto de estantes.

Entonces los Bibliotecarios llegaron.


Los Agentes estaban dispersos, fuego de armas y docenas sobre docenas de voces gritando y llamando entre los estantes. Disparos ocasionales sonaban, y eran rápidamente silenciados.

Uno de los navegadores Rojos estaba en pánico tratando desesperadamente de reabrir la Puerta cerrada. Varios otros agentes se agrupaban juntos, listos para soltar fuego de supresión si algo más se acercaba; no le importaba, sólo necesitaba abrir la maldita Puerta.

Hubo un click y finalmente se abrió de palmo en palmo; los otros miraron hacia atrás mientras él caía a una sala de palabras, su voz callada perfectamente mientras una vieja luz gris se infiltraba en la Biblioteca como humo. Después de varios momentos, un brazo extraño salió de la puerta, cerrándola tras él.


Repetían el Toque una y otra vez, cada vez más abría a un lugar distinto. Un muro de llamas casi sólidas, un desierto imposiblemente frío, un departamento abandonado cubierto de hongos, todo parecía perdido.

El Doctor llamó a sus superiores. No estarían felices pero tampoco sorprendidos.


Los investigadores en cada punto de entrada luchaban para mantenerse al día, cada uno devanándose el cerebro, tratando de buscar una manera de sacar lo mejor de la situación. Las Puertas se rehusaban a trabajar como debían, los Agentes estaban divididos, los comandantes en silencio, los teléfonos ocupados… era una pesadilla.

De vuelta en la base del proyecto el Doctor colgó el teléfono, su expresión tenebrosa y enferma.


A casi una vida de distancia, una Agente de Azul estaba en pánico, agazapada entre un estante de libros y una desquebrajada silla con descansabrazos. Se asomó para ver una figura alta sin boca prácticamente aparecer de la nada entre sus colegas. Hacía girar una pesada linterna de latón con una gracia escalofriante, silenciosa, arrancándole la cabeza a otro agente limpiamente, no le perturbaban los disparos, eliminando silenciosamente la amenaza a la Biblioteca, como células blancas eliminarían un germen.

La Agente escondida cerró sus ojos, los sonidos de la masacre y tiroteo silbando en sus orejas por otros ocho segundos… antes de detenerse por completo. Temblando, abrió sus ojos, la Biblioteca ante ella estaba inmaculada, el DM y todo lo demás que habían traído ido.

Parado a unos pies de ella, estaba la figura sin boca, con una linterna colgando desde su mano. O más bien colgada de un brazo.

Estaba parada silenciosamente frente a ella, con la mano estirada. La Agente la tomo y se habían esfumado.


La Puerta otra vez estaba sellada. Los agentes e investigadores gritaban entre ellos mismos, tratando de descubrir que había pasado. Pasaron minutos antes de que el Sendero se abriera por si sólo, un pequeño grupo de agentes salieron tropezando. Estaban revueltos y gritaron, confusos, harapientos, heridos; parecía que habían estado afuera por días.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, uno gritó, arrastrado de vuelta hacia la puerta antes de que cerrará una vez más, la vieja y sucia manija cayéndose.


En otro lado, el equipo Verde estaba completamente fragmentado. Un grupo hizo el intento de retirarse y encontrar las otras Puertas. Empezó con más o menos veinte agentes. Luego alrededor de dieciséis. Once. Diez. Ocho… cinco. Tres.

Después sólo quedaba un Agente. Había comenzado a correr, los estantes se hacían más altos, el aire más pesado, la luz más tenue. Comenzó a sentirse casi embrujado, pero no, era el tipo de sentimiento que te da cuando conoces un lugar que alguna vez era querido, pero ha estado en silencio por demasiado tiempo.

Dobló una esquina, encontrándose entre altos estantes que se extendían más alto que nada, con libros llenos de historias olvidadas.

Perdido, vio una figura imponente encima de un estante, una bestia regia con la cara de un hombre, mirando hacia abajo con una curiosidad aburrida. La bestia sonrió cuando el Agente la miró, sus ojos llenos de sed y deleite.

El Agente giró para correr y corrió de cabeza hacia una alta criatura coronada con una sonrisa grabada en su cara. Él comenzó a llorar, colapsando contra los libros, aterrorizado y condenado. Alguien le dijo palabras de alivio al Agente perdido, quien se dio cuenta de que cometió un error.

Otras extrañas figuras vieron como un Bibliotecario bajaba escalando, mirando educadamente mientras el Agente trataba de recuperar su compostura. En un momento la cosa coronada levantó al Agente como un bebé y lo inclinó, pasándoselo al Bibliotecario.


Un par de agentes corrió, hermanos perseguidos por formas y movimientos que no se atrevían a ver directamente. Viraron en una esquina, el primer Agente derribando a un niño asustado con ojos iridiscentes, el otro saltando por encima; a donde, nunca lo consideraron. Sólo necesitaban escapar.

Corrieron por un largo tiempo, más largo de lo que pensaron. Eventualmente se dieron cuenta que todos los libros se habían ido… y el mundo a su alrededor había cambiado.

Las luces jugaban sobre ellos y miraron hacia arriba para ver una vasta cosa, como un pilar titánico en piernas cortas, una jaula llena de innumerables linternas plantadas a lo largo de su cabeza. Ramas como astas repletas de luces estiradas desde la jaula, titilando como un árbol lleno de estrellas. Los muchos brazos de la cosa viva, se estiraban por la sala, el raspar de plumas en papel llenaba las orejas de los hermanos.

Volteó a verlos y huyeron.


Al final, nadie sabe que paso.

Como en todo lo demás, cada persona que fue parte de la incursión tenía una historia distinta. Algunas parecían similares hasta que uno se sumergía en las sutilezas, otros tuvieron experiencias completamente únicas que nadie más compartía. La mayoría contradecía a las demás.

Las grabaciones del día sólo ayudaban a enturbiar las aguas más. Algunas mostraban imágenes caóticas de mundos alienígenas, otras involucraban gente que ni había estado en el viaje, si es que estaban en la operación en general. O siquiera habían nacido.

Algunos de aquellos involucrados tuvieron recuerdos vívidos por el resto de sus vidas. Otros no recordaban más que entrar y salir de las Puertas. Como si el tiempo se hubiera pausado cuando atravesaron el Sendero.

La cosa más peculiar paso trece días después. Un grupo salió tambaleándose de la Puerta del equipo Azul, vestidos con los jirones de su equipo, su cabello canoso y sus cuerpos cicatrizados y decrépitos. Dijeron haber estado atrapados en la Biblioteca por décadas y sólo ahora habían logrado salir. Cada uno contaba historias fantásticas propias, de gigantes que avivaban fuegos, de países fantásticos perdidos, de perros negros, de ideas vivas, de cosas que no tenían palabras para describir.

Muchos aún permanecen. Almas perdidas que rompieron las reglas, deben ser castigados por sus transgresiones. Y lo serán, como incontables lo han sido tras ellos, e incontables más después.

Es una experiencia de aprendizaje.

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