
La Última Danza.
Capítulo 1 – Lujuria e Intriga.
Ravenna, Italia. 05 de marzo, 1950.
La oficina del detective Lino Frastagni siempre había sido impecable, no es algo que resaltara demasiado conociendo a Lino. No solo era meticuloso con sus investigaciones, sino también con su vida entera. Cuidaba hasta el más mínimo detalle de las cosas, cualidad que lo despegó hasta la cima de su carrera como investigador privado.
La pequeña oficina tenía sus paredes de un color marrón claro, y eran acompañadas de unos impecables muebles marrones oscuro con detalles dorados. Un pequeño ventilador oscilaba constantemente, llevando el humo de los puros que fumaba el detective hacia todas partes en la habitación, envolviendo el cuarto en una espesa capa de humo. Un humo gris que se volvía amarillento por los rayos del sol que se filtraban entre las rendijas de las ventanas.
Lino se encontraba sentado frente a su escritorio. Sobre este tenía varios periódicos, entre los cuales uno de ellos rezaba lo siguiente:
“¡Lo volvió a hacer! Lino Frastagni, el detective enviado por dios.”
Lino esbozó una sonrisa y apartó el periódico del escritorio, haciendo espacio como si estuviese por colocar algo encima de él. Era satisfactorio leer todos esos títulos que reconocían su grandeza, pero era aún más satisfactoria la recompensa monetaria detrás de cada caso que investigaba. Asesinatos, robos, espionaje, todo lo que cualquiera podría imaginar, él era capaz de resolverlo en un santiamén. Más aún en los últimos años, donde forjó fama de ser implacable y duro de roer. Simplemente estaba viviendo la mejor etapa de su vida, y lo sabía muy bien.
Mientras se regocijaba entre sus pensamientos, la puerta sonó varias veces con un pequeño golpeteo. Lino levantó la voz indicando que la persona del otro lado podía pasar, pero fue interrumpido por la misma puerta siendo ruidosamente abierta de par en par.
Una mujer colorada de ojos verdes, vestida con ajustado vestido de color rojo, ingresó a la habitación cargando un ancho fajo de papeles. Se acercó al escritorio del detective Lino, y soltó todos los papeles sobre este mismo, haciendo un gran estruendo al impactar.
—María, ¿Cuántas veces te he dicho que no entres sin- —Lino fue interrumpido antes de poder terminar la oración.
—Esto es importante. Probablemente mucho más importante que lo que sea que hayas estado haciendo antes de que yo entrara en esta habitación. —contestó la mujer, lanzando una mirada de furia hacia el detective.
—¡No! —respondió Lino.
—Demuéstramelo.
—No, no tengo por qué demostrarte nada. —dijo desafiante el detective.
María miró hacia los costados del escritorio, topándose visualmente con los periódicos que anteriormente Lino había estado leyendo.
—Otra vez regocijándote en tu lujuria, ¿no te das cuenta la mala imagen que eso va a darte a largo plazo? —preguntó María mientras rebuscaba entre el fajo de papeles que trajo consigo a la habitación.
—Primero que nada, no le debo explicaciones de nada a nadie. Segundo, si tengo el prestigio que tengo, entonces es por algún motivo. ¿No lo crees? —dijo Lino mientras observaba intrigado a la mujer hurgar entre el papeleo. —¿Qué…? ¿Qué es todo eso?
—Tu nuevo caso. —respondió firmemente María.
—No estoy interesado en otro trabajo. No ha pasado ni una semana desde el último que resolvimos. Además, tenemos una lista pendiente de-
María sacó una hoja de entre el montón y la puso en frente del detective. La hoja mostraba un prominente logo circular con tres flechas dirigidas hacia el centro en la parte superior, seguida de un cuadro lleno de texto.
—Oh.
—Sí, lo sé.
—Son ellos. ¿No? —preguntó Lino.
—Sí. Y no van a recibir un no como respuesta.
—Mamma Mía. Dame un momento para revisar esto.
El detective empezó a leer toda la documentación sobre el caso que María le presentó. Éste era un caso importante, y si ellos lo llamaban, era porque realmente lo necesitaban. ¿Quiénes son ellos? Bueno. Lo único que Lino sabía era que se denominaban como “La Fundación”. Un grupo que trabajaba por encima de todos los gobiernos y cualquier otra autoridad, y que se dedicaban a encarcelar y atrapar mierda rara.
La Fundación ya se había contactado anteriormente con Frastagni. Un par de casos para dar con los paraderos de varias personas que podían tele-transportarse y hacer magia de fuego, nada demasiado complicado. Al menos no en grandes rasgos. Muchas veces el trabajo se le complicaba, ya que solamente enviaban información a medias, o directamente censurada, dejando poco margen para trabajar basándose en la información que recibía.
El trabajo que tenía ahora era el mismo que los anteriores, investigar el paradero de una persona. Un “anartista” según palabras del informe. Se describía la necesidad urgente de dar con su ubicación, y se anexaron un par de documentos que podrían ser de utilidad para la investigación.
—¿Con que cuento van a venir ahora? —dijo Lino enfurecido.
—Es algo muy sensible. No sé si recuerdas… —María empezó a hurgar entre unos periódicos cercanos— Esto. —puso varias portadas por todo el escritorio— Mira esto.
—No me digas qué-
—Sí. El más reciente. —la mujer apuntó con un dedo a una de las portadas— Bruselas, Belgica. 20 de abril del año pasado. ¿Cierre masivo de salas de exhibición por mantenimiento?, ¿Diez personas desaparecidas el mismo día, y luego reencontradas en el mismo lugar sin idea de lo que sucedió? No, solo un imbécil haciendo estragos y La Fundación dejando migajas por todos lados.
—Que par de inútiles, por dios. A veces son fantásticos, tienen mucho dinero y se nota en la paga, pero… Me cuesta creer que no tienen personal capacitado para investigaciones como estas.
—Bueno, ¿Quién sabe? Tal vez puedan darte un puesto permanente si insistes un poco.
—Voy a pensarlo, tampoco es como si necesitase más de lo que ya tengo.
—Vamos, yo sé que a ti te gusta lo difícil. ¿No te gusta la idea de perseguir monstruos y bichos raros? —la mujer le guiñó el ojo sutilmente—
Lino simplemente se quedó callado, observándola. Tenía un punto interesante, y hasta puede que tenga un poco de razón.
—Ya, ponte a leer. Necesitan que les redacte una carta de respuesta antes de 24 horas de llegada la información, tienes… 4 horas para leer todo el documento y decirme si quieres participar o no de la investigación. —María sonrió mientras decía esto último—.
—¿Perdón?, ¿¡4 horas!? —respondió Lino mientras gritaba—.
—Es que sabía que te lo traía antes, ibas a dejarlo en algún lado sin darle importancia bajo el pretexto de que “acabas de resolver un caso, dame un día o dos para descansar”.
—Mierda, María.
—¡Suerte!
Y estampó la puerta mientras salía.
Capítulo 2 – Interrupciones.
Ravenna, Italia. 09 de marzo, 1950.
Frastagni era rápido y efectivo, pero eso no significaba que todos sus trabajos salieran bien al primer intento. Por lo tanto, uno de los factores que lo volvían implacable a la hora de investigar era su forma de estudiar el caso. A veces le tomaba días para asesorarse bien respecto a cuál sería su siguiente paso, pero siempre es mejor estar seguro antes que dudar.
El día siguiente a la presentación del caso, Lino ya se encontraba haciendo su investigación de lleno. El proceso tedioso había comenzado, y siempre era una sorpresa saber cuánto tiempo iba a tardar.
—Entonces… —el detective le dio una calada a su puro mientras leía una pila de documentos sentado en una cafetería— Tenemos un posible jovencitos haciendo estragos en la ciudad.
Mientras leía, anotaba todo lo que le parecía de relevancia en un pequeño cuadernillo.
—En 1936 alguien decidió dar un concierto abierto en una cafetería de Londres. El concierto duró seis horas y veintiocho minutos. La gente se abultó hasta más no poder en la cafetería, hasta el punto de tener que llamar a la policía reiteradas veces, pero… —Lino dio un sorbo a el café que le acompañaba— nadie dio el concierto. Fueron seis horas de gente abultada frente a un escenario vacío.
El detective frunció el ceño.
—Cerca del final, un grupo de palomas extremadamente coloridas de forma antinatural salieron volando de un lugar en específico del escenario, vomitando pequeños papeles con una pequeña carta:
“De las más sublimes actuaciones, el silencio acompañado con la nada. El desenfreno del alma humana resplandeciendo una vez más ante algo tan efímero como una mentira. D.I.M.V.”
Ese día murió mucha gente a causa de el amontonamiento masivo. Gente aplastada, pisada y sofocada… Nadie supo quién era el responsable del evento, y por lo que veo, nadie lo sabrá.
El detective volvió a beber un sorbo de café mientras pasaba de página al siguiente informe. Mientras leía, perdido en el análisis, recitó en voz alta uno de sus pensamientos, haciendo que varias de las personas que se encontraban a su alrededor lo miren de forma incómoda.
—¿Qué carajos significa D.I.M.V.? Oh- Yo… Lo siento. —respondió disculpándose a los demás clientes del bar.
—Veamos… 1940. México. Se anuncia un recital de baile en una prestigiosa academia en un horario muy particular. Llega el día y, nuevamente, un teatro vacío. Música empieza a sonar de algún lado, las luces se apagan y nadie comprende lo que está sucediendo. La gente intenta escapar, pero las puertas están cerradas. Pánico total. No pasa más de cinco minutos hasta que alguien empieza a bailar en medio del pánico. Primero es uno, luego dos, luego cinco, y luego todo el teatro.
—Pasaron los días y pese a los esfuerzos generalizados de todas las fuerzas de seguridad mexicana, no lograron detener a nadie de sus danzas. Todos murieron por fallas cardiacas, huesos rotos, deshidratación. Dios…
Lino se acercó a leer bien una pequeña parte del documento.
—Y otra vez una carta… “Me tomé el tiempo de recordar una gran manifestación artística de la historia. ¿la fiebre de la danza? ¿Tanto les cuesta aceptar la necesidad patológica del humano de ser… Expresivos? Oh, qué mejor lugar que México para llevar todo esto a cabo. Su cultura tan enriquecedora, los colores, las manifestaciones contemporáneas de arte y los enormes anartistas que conocí con el viaje. Fantástico. D.I.M.V.”
—Bueno, tal parece que D.I.M.V. es su firma. Supongo… Ahora debo averiguar s-
En ese momento, un joven golpeó levemente al agente mientras caminaba por su lado, haciendo que derrame el café que tenía en un costado de su mesa sobre los documentos que se encontraba leyendo. Lino se levantó rápidamente de su asiento para evitar que el café se derrame encima de su atuendo, y confrontó al sujeto que había cometido semejante imprudencia.
—¡Hey! Más cuidado, mierda. Acabas de arruinar papeleo muy importante —dijo Lino mientras levantaba desesperadamente los pocos papeles que no habían sido mojados con el café.
—Oh, lo siento mucho, señor. No fue mi intención, legítimamente fue sin querer —el joven se acercó a la mesa del detective e intentó ayudar con el desastre que causó— Permítame ayudarl-…
—No, no. No toques nada, por favor.
El joven no respondió nada, simplemente se quedó con la mirada fija en una imagen que destacaba de los documentos. La imagen mostraba un joven utilizando un par de mallas ajustadas rodeado de extravagantes telas. Un buen par de máscaras ocupaban cada dirección de su cabeza, incluso la parte superior. Una composición cuanto menos tétrica sin lugar a dudas. Era comprensible que el joven se sorprendiera ante tales vistas.
—Niño. Deja de mirar. Esto no te concierne. —Lino se apresuró a quitar todos los documentos de la vista del joven— Ya, andando.
—¿De dónde sacaste eso?
—Es trabajo. Espera. ¿Qué?
La reacción del desconocido tomó muy por sorpresa a Lino. Todas sus alarmas internas se encendieron automáticamente, algo no estaba bien y él lo tenía en cuenta.
—Oh. Perdón. Es qué trabajo y estudio en una academia de artes, y me pareció una magnifica expresión de un apartado humano que muchas veces la gente suele obviar por ser-
—Ya. No lo sé, la agencia donde trabajo me lo proveyó. No le presté mucha atención a eso.
—Entiendo. —el joven empezó a alejarse lentamente— Hey. ¿Tú no eres Frastagni?, ya sabes. ¿El investigador?…
—Eh… Sí, soy yo. Mira, niño, no tengo tiempo para quedarme a charlar. Tengo qué… Arreglar todo este problema. Lo siento. —Lino se levantó rápidamente, levantando minuciosamente los papeles que tenía sobre la mesa.
Y ahí quedó el joven, mirando fijamente a la puerta por donde el detective se alejaba lentamente.
Capítulo 3 – Revelaciones.
Ravenna, Italia. 02 de abril, 1950.
El contratiempo que sufrió en el bar no tomó mucho tiempo de su agenda. La investigación continuó de forma regular durante una o dos semanas aproximadamente. El plan lentamente había tomado forma, y finalmente tocaba actuar.
Ese día había empezado temprano, Lino se despertó a las 07 AM, se higienizó y vistió una camisa acompañada de un elegante chaleco negro con pintas doradas que adornaban toda la prenda. Acompañado de su fiel revolver corto y sus infaltables zapatos negros pulcros, salió a la puerta de su casa y se subió a su exclusivo auto, el Cisitalia 202.
Luego de subirse al auto, se dirigió a una pequeña galería de arte en donde haría acopio de toda la información que tenía hasta el momento. Un viaje corto, pero refrescante, donde podía presumir de su nuevo auto y disfrutar del viento fresco de la mañana. Todo para prepararse con anticipación de lo que, al menos el esperaba, que fuese la conclusión de una corta pero intensa investigación.
Su investigación había concluido en donde empezó: Ravenna. Su propio hogar. Lino hizo acopio de toda la información que tenía en su poder, y entre conversaciones con algunas personas de interés, llegó a un justo razonamiento. Este tipo… D.I.M.V. Era muy inquieto. Era fanático del arte. Sufría de episodios muy intensos de egocentrismo y auto-idolatría. Era pedante, y sorpresivamente, extremadamente desordenado pero cauteloso a la vez.
Tenía pistas de ingenio que nunca en su vida podría haber imaginado antes. Pero tal parece que, a veces, una obra de teatro era capaz de atraerlo como mosca a la azúcar derramada sobre la mesa. O en este caso… Como mosca a la carne pudriéndose. La ocasión llamaba al sujeto sospechoso: Un talentoso Enrico Acattino se encontraba en Ravenna, con una gran exposición sobre lo abstracto que, seguramente, llamaría la atención de la victima de Lino.
Sin embargo, el detective jugaba con todas las cartas en su contra. Lino no tenía idea de cómo se veía el sujeto en cuestión. No tenía imágenes, o descripciones físicas de él. Bueno, si tenía una, una imagen de un tipo completamente disfrazado con calzas y medias altas usando mascaras. Y no, no le serviría de nada.
La exposición con el artista se llevaría a cabo aproximadamente a las 12 AM. El detective se encontraba en la galería de la exposición desde mucho antes.
Al llegar, pasó un rato organizando papeles, recargando su revólver y merodeando el lugar, anotando cualquier cosa que pueda ser de interés. Como, por ejemplo, un par de puertas por detrás del escenario principal que llevaban a un estrecho pasadizo a lo que parecía ser una habitación llena de aditamentos para las obras de teatro que se realizaban a diario en el salón.
Luego de pasear un poco para hacer reconocimiento por el lugar, se dedicó a charlar con los guardias del sitio.
—Sí, te conozco. Aprecio mucho tu trabajo, realmente eres uno de mis ídolos, y eso que no tengo demasiados. Ya estoy algo viejo para eso. —dijo un joven guardia que cuidaba la entrada principal a la sala de exposiciones.
—Gracias. Realmente es inspirador saber que todavía tengo “la chispa”. —Lino rio levemente y luego en un tono más bajo preguntó— Oye, y… ¿Qué tipo de gente suele concurrir a estos eventos?
—Oh, eh… —el guardia bajó la voz para acompañar el tono del detective— Bueno… Generalmente suele venir gente con mucho dinero. Aunque aun así no es raro ver a algunos que parece que vivieran en la calle, sabes lo que te digo. Vienen con ropas extrañas, a veces traen sus propias obras para que sean catalogadas o evaluadas, no sé mucho sobre esto, siendo honestos.
—Ya veo. Y… —Lino sacó una placa de detective similar a la suya, junto a un par de miles de liras italianas— ¿Te gustaría formar parte de una investigación privada?
—Señor, yo… —el guardia miró a su alrededor, asegurándose de que no haya nadie cerca, para luego tomar la placa y el dinero— Sí. Siempre quise ser un… Detective.
—Fantástico. Te voy a decir que es lo que harás. Irás a esta dirección, y hablarás con una tal “María”, ella te dirá cuál es el siguiente paso en la misión. Por otro lado, me quedaré aquí y cubriré tu guardia. Voy a necesitar tu uniforme. —Lino le acercó una tarjetilla con la dirección de su oficina de forma muy discreta.
—S-Sí. Uh… —el guardia empezó a cambiar de ropa hasta quedar con una camisa blanca, sus pantalones y unos zapatos— Tiene que hacer que cada persona qué entre firme en esta planilla, por favor. —dijo mientras le acercaba una planilla con un bolígrafo negro.
—Excelente, compañero. Ahora, no pierdas tiempo, son casi las 11 de la mañana y ya está empezando a llegar la gente. Rápido. Ve.
—¿Compañero?, digo. Sí, voy. Lo veré aquí cuando termine con los recados.
—Que Dios te bendiga, hijo.
El joven guardia empezó a alejarse trotando, hasta detener a un taxi y alejarse por una de las esquinas. Lino tenía lo que necesitaba. Entrada ilimitada, y aún mejor, la capacidad de registrar a los asistentes de la fiesta.
La hora empezaba a acercarse. Lino estaba firmemente estacionado en la entrada principal, y ya había comenzado a registrarse una buena cantidad de personas asistentes. El detective buscaba una firma en particular, la firma que había visto en mil y unas cartas. D.I.M.V.
El tiempo pasó, y pasó. Ya era hora de cerrar la puerta a los ingresantes, y ningún D.I.M.V. se había registrado. ¿Había visto gente extraña entrar? Sí, pero ninguna se asemejaba a lo que probablemente sería el tipo. O al menos lo que Lino tenía en su mente. Un poco decepcionado, empezó a rondar entre la multitud, con convicción de poder llegar a alguna parte en la investigación y con la esperanza de acabar rápido con todo esto.
La gente se empujaba levemente entre sí para acomodarse en el espectáculo. Luego de pensarlo por un rato, llegó a la conclusión de que no iba a encontrar nada entrometiéndose entre la gente, así que decidió dar una vuelta por los costados de la exposición, dando con un gran cuadro que estaba lleno de anuncios. Entre el empapelado de las paredes se encontraban anuncios sobre los siguientes eventos por venir. Algunos más interesantes que otros.
—Clases de danza contemporánea… Heh, no, gracias. Bandas de música. Castings para obras musicales… Presentaciones en universidades, estudios del arte, un anuncio de La Fundación… Un anuncio de La Fundación.
Lino se clavó en seco. Miró a los costados del pasillo de exhibición, donde se encontraba completamente solo, y al asegurarse de que no había nadie, arrancó con fuerza el papel que tenía el logo de La Fundación.
—¿Qué carajos hace algo como esto aquí? —Lino leyó bien el anuncio, solo para darse cuenta de que no era un anuncio— “Concierto de 1963 deja como resultado…” Esto es… —exaltado, revisó bien el papel, encontrando manchas de café seco sobre la hoja de información— Esto es de mi investigación.
Repentinamente, una aguda voz que provenía del final del pasillo, respondió a las afirmaciones del detective.
—¡Así es, señor! Vaya perspicacia. No hay duda de su enorme capacidad deductiva. No es de sorprenderse que me haya encontrado aquí. Incluso sin tener idea de quién soy, o de cómo me veo. A ver… Bueno. ¿Quién soy? Buena pregunta, ¿no?
Lino apretó el papel con rabia, y lo desechó tirándolo al suelo. Era el, D.I.M.V. estaba ahí. Y no iba a dejar escaparlo. Desenfundó su revólver y se dirigió lentamente a una de las salidas del pasillo.
—Bueno, ya estamos aquí. Ya no tienes como correr, no te lo recomiendo. Así qué, ¿por qué no mejor cooperas y terminamos con esto de una vez por todas?
Un sujeto completamente disfrazado de algo similar a un arlequín, pero con un aspecto mucho más grotesco salió de la esquina a la que Lino se acercaba lentamente.
—No señor, creo que usted no comprende su situación actual.
El arlequín extraño se acercó a Lino, y lo tomó del hombro. Y súbitamente, las luces y el sonido del lugar en donde estaban, desaparecieron repentinamente.
Capítulo 4 – Solo un niño.
¿?
Lino rápidamente se dio cuenta del inminente peligro que significaba estar en contacto con este sujeto. Era anómalo, no tenía idea de cuáles eran sus habilidades, así que todo debía tomarse con mil veces más precaución de lo normal.
—¿¡Donde carajos estamos!? —gritó Lino con todas sus fuerzas—
—Estamos en casa. Bueno, mi casa. Bienveni- ¡Woah! ¿Esos son los modales de un súper agente?
Lino empezó a lanzar golpes al sujeto, ya tenía experiencia golpeando gente anteriormente, pero… El tipo los esquivaba como si nada. Como si estuviese bailando delicadamente al compás de una pieza inaudible.
—Mi trabajo, mis decisiones, mis modales. —y acto seguido, logró enganchar un golpe en la cara del sujeto, rompiendo una de las máscaras que le cubría la cara, revelando su verdadero rostro— Tú… Eres el chico del bar.
El sospechoso dio unas volteretas hacia atrás en lo que parecía ser un interminable pasillo con algunas luces que aparecieron de la nada, para luego hacer una reverencia hacia Lino.
—Aló. Me presento, me llamo D.I.M.V. Un placer estar ante el único e inigualable señor Frastagni. Debo confesar que soy un gran fanático de su trabajo. Nunca pensé que iban a enviarlo tras mí, es un honor.
Lino no esperó mucho tiempo antes de cargar tras él, simplemente se abalanzó en un intento de alcanzarlo rápidamente. Intento que no dio frutos a primeras.
D.I.M.V. solo se alejaba más y más con cada intento de Lino por alcanzarlo. Lino, por su parte, simplemente seguía corriendo tras él, una y otra vez. Más tarde que temprano, el detective se dio cuenta de que seguir intentándolo no valía la pena, así que se detuvo. Sin embargo, ya no había vuelta atrás, D.I.M.V. lo tenía justo donde quería que esté, en su cuarto especial.
Las luces del lugar en donde estaban se encendieron, revelando una habitación enorme, con grandes pilares soportando la estructura general. Lino sabía que esto no era la sala de exposiciones en donde estaban antes, así que empezó a cuestionar infructíferamente a D.I.M.V. El anartista no iba a soltar nada, al menos no por ahora.
—Bueno, para la primera obra de la noche… Tenemos el espectáculo de danza más… Fantástico. Elegante. No lo sé, el más increíble del universo. —D.I.M.V. se acercó a una silla similar a un trono que tenía ubicada en la parte central posterior de la habitación, y aplaudió dos veces, haciendo que las luces se apagaran, y encendiendo reflectores— Espero que sepas bailar, llevo un largo tiempo preparando esto para ti.
De los costados de la habitación, se abrieron cuatro puertas, dos de cada lado, por donde salieron dos pares de parejas vestidas con ropas clásicas que se utilizan para bailar tango. Estas parejas estaban en colores monocromáticos, gris y negro. No tenían caras, solo agujeros vacíos que daban a un fondo inexplicable.
—Directo de Argentina, la elegancia, la seducción, todo encapsulado en una coreografía que irradia talento. No voy a olvidar nunca mi viaje por sudamerica. Argentina, México, mierda, tantas cosas tan preciosas que el mundo tiene que ver.
Las parejas empezaron a moverse erráticamente hacia Lino, el cual se encontraba exhausto en el medio de “la pista de baile”. Parecían moverse a otras frecuencias a las normales, con movimientos mecánicos, como si fuesen máquinas. Lino hizo lo primero que su instinto marcó que debía hacer, tomó su revólver y disparó indiscriminadamente a la cabeza de una de las parejas.
Ambas criaturas cayeron desplomadas al suelo, soltando un agudo chillido y derrochando un líquido negro que manchó todo el suelo. Al ver que funcionó, Lino repitió lo mismo con otra pareja, un tiro en cada cabeza. Venía contando las balas, y ya había gastado cuatro de su tambor de seis balas. Así que cuidadosamente retrocedió e intentó recargar el revolver.
Sin embargo, su idea no llegó muy lejos. Fue rápidamente interceptado por las dos parejas que quedaban en la pista. El hombre de una de las parejas hizo una reverencia, y soltó a su mujer, la cual se acercó seductoramente a Lino y lo tomó por la fuerza, poniéndolo en posición de baile, y sin previo aviso, empezó a mover forzosamente a Lino con una fuerza descomunal.
Lino estaba asustado, pero no se permitía entrar en pánico. Primero pensó en como desligarse de este tango infernal, pero lamentablemente sus movimientos se veían limitados a la fuerza de la monstruosa criatura que suponía ser su pareja de baile. Todo esto era acompañado por una fuerte melodía que invadía el cuerpo del detective.
—El tango, la danza que bailas escuchando el cuerpo del otro. No lo comprenderías… Eres demasiado… Burdo, inculto. Un monstruo de dos cabezas, una bestia de cuatro patas, lánguida o vivaz, que vive lo que dura una canción y muere asesinada por el último compás.
Mientras la intensa danza continuaba, Lino observaba como la otra pareja bailaba al compás de ellos. Un espectáculo grotesco, cuanto menos.
En un momento dado, la pieza musical se detuvo, y la criatura adquirió pose final de la danza. En ese mismo instante, Lino aprovecho para darle un fuerte cabezazo y desligarse de su “pareja”. Al ser soltado, no esperó ni un momento y empezó a darle fuertes golpes en sucesión, hasta dejar inconsciente a la criatura en el suelo. Una vez que terminó con la “mujer”, se acercó a su contraparte y libró nuevamente una intensa pelea de varios minutos hasta asegurarse de que la criatura no respondería más.
Cansado, adolorido y sin aliento, levantó la vista solo para encontrarse con que todavía faltaba una pareja más, la cual rápidamente se acercaba a él.
—Ma… ¡La fottuta madre! —gritó antes de desenvainar nuevamente su revólver y disparar directo al cráneo de las dos criaturas que restaban, las cuales cayeron temblando al suelo, antes de quedar inmóviles.
—Bueno… Yo… Estoy parcialmente disgustado con la brutalidad que demostraste en mi habitación de… Sabes, olvídalo. ¡Ahora!…
—Cállate. Mierda, cállate. ¿Qué carajos era eso? —Lino lo interrogó sumamente enojado mientras intentaba ponerse de pie luego de haber caído durante el baile.
—Esos eran bailarines del mejor calibre que podrías encontrar en Argentina, en Italia, y probablemente en el mundo. Era-
—¿Eran personas reales? Carajo, ¿Quién te crees que eres? No es la primera vez que haces esto, te gusta jugar a ser dios, ¿ah?
—No, sí eran personas reales, pero no juego a ser dios. Solo son representaciones artísticas de una realidad qué-
—¿Y por qué todo el puto mundo tiene que pagar por tus mierdas? ¿Por qué no puedes comportarte y ser un artista como el resto?
Lino se quedó callado. Lo observó durante un momento y volvió a sentarse en su susodicho trono.
—1949. Bélgica. Manipulaste animales. Los hiciste a tu gusto. Carajo, esas cosas no podían respirar o moverse de forma correcta. Era un calvario para criaturas que no merecían sufrir solo por tu antojo de expresionismo anómalo.
—No, no lo entiendes. No comprendes de qué se trata todo esto. Esto es una manifestación contemporánea, un grito desesperado a las nuevas generaciones de-
—¿Un grito desesperado? ¿Acaso no caes en cuenta de las consecuencias que tienen tus acciones en el mundo real? Mierda, eres un idiota. Acabamos de salir de una jodida guerra mundial, la economía está por el suelo. La gente muere por enfermedades, por hambre, por sed. Y todavía hay gente como tú que se dedica a arruinar la vida de los demás solo porque su trayectoria artística lo necesita.
—Y-Yo… —D.I.M.V. arrancó las máscaras de su cabeza y dejó su rostro descubierto, frunciendo el ceño intensamente ante el detective. —¿Y tú quién mierdas crees que eres para cuestionar así mis actos? No necesito tu aprobación para hacer lo que hago, ni la tuya, ni la de nadie. No me vas a engañar con tu falsa moral de detective de película. No soy un espectador más, soy el puto director, y la vida es mi obra. Es más, si quisiera podría haberte matado con solo chasquear mis dedos, y aun así-
—Sigo vivo… ¿No? ¿Por qué sigo vivo, D.I.M.V.? Dímelo. —Lino levantó la vista y lo miró fijamente a los ojos.
—Pues, porqué…
—Porque necesitas atención. ¿Verdad? Es por eso que haces lo que haces. Estás solo. No tienes a nadie. ¿Qué es de una obra sin espectadores, uh?
—Yo…
—Dime… Artista. ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? —Lino se arrodilló y enfundó nuevamente el arma, mostrando sus manos vacías.
—Soy… D.I.M.V. Soy un anartista, sin edad, ni barreras. Y me dedico a… Hacer arte.
—¿Cómo te llamas?
D.I.M.V. miró a Lino extrañado.
—Vamos, ya me tienes aquí, y me puedes matar con el chasquido de tus dedos, ¿no? Dame el lujo de escuchar tu versión de la historia antes de morir, a ver si me puedo llevar algo interesante a la tumba. —respondió Lino, relativamente resignado.
—Me llamo Denis. Crecí en… No recuerdo donde crecí, honestamente. Sé que desde pequeño quise ser alguien. No recuerdo a mis padres, ni recuerdo si tenía hermanos. Sé que estaba tan centrado en las cosas que quería que perdí mucho tiempo de mi vida, tiempo que pensaba que no podía recuperar.
—¿Pero?…
—Crecí. Conocí el arte, la música, el baile, la escritura, la pintura, el modelado. No lo sé. Todas esas cosas mueven fibras sensibles en mí. Estudié en Alemania, en Bauhaus. Me recibí en artesanías y arte, pero no fue suficiente. Quería tener al mundo en la palma de mi mano, y aspiré a llegar más lejos.
—Ahá…
—Conocí el mundo anómalo y mi vida cambió. Recuerdo que un sujeto me introdujo a las anomalías. Pensé que estaba bajo algunas de esas hierbas medicinales que te vuelven loco o algo así. Pero no, era arte, el verdadero arte. Y de repente los animales danzaban al compás irregular de tus piezas. Los humanos cantaban en notas inexistentes, y los dioses componíamos música, escribíamos historias o esculpíamos la realidad.
—No puedo comprenderte del todo, pero… ¿Por qué haces todo lo que haces?
—Porque es lo que amo, y es lo que me impulsa a-
—No, no me comprendes. ¿Por qué haces tanto desastre, por qué lastimas?
—No lo hago con esa intención. Solo que… A veces las personas no están diseñadas para el verdadero arte. Y las cosas a las que yo me dedico son complicadas hasta para alguien con años de experiencia en la materia.
—¿Y a que te dedicas, exactamente? —el detective se paró firmemente, y empezó a acercarse lentamente a Denis.
—Me dedico a… Yo me dedico a… —Denis bajó levemente la mirada— ¿A hacer arte, supongo?
—No tienes idea de a que te dedicas, ¿cierto?… No sabes quién eres, y eso te duele. Te pica en la cabeza como si fueses bichos comiendo tu cerebro, y llamas la atención haciendo destrozos para que alguien sepa de tu existencia y le encuentres un sentido a la vida. —Lino desenfundó el revólver y lentamente le cargó una bala.
Denis retrocedió visiblemente, con el ceño fruncido. Realmente le habían molestado los comentarios del viejo Lino, pero estaba parcialmente en lo cierto, y hasta su duro orgullo aceptaba que realmente era verdad.
—Denis. Voy a hacerte la pregunta más importante de tu vida. Y necesito que me prestes atención por un momento.
El anartista levantó la mirada y observó el arma del agente con cierta cautela.
—Estoy aquí y sigo vivo pese a que, según tú, podrías matarme instantáneamente. Entonces debe haber una razón para eso, ¿no? Tal vez solo estás pidiendo ayuda. Tal vez solo quieres que alguien te enseñe como son las cosas y sientas que tienes una segunda oportunidad en tu vida. Y eso voy a hacer ahora mismo.
Lino le entregó el arma a Denis, y la amartilló, dejándola lista para disparar la única bala que había en el tambor.
—Tú vas a elegir si quieres matarme aquí y ahora, o si vamos a trabajar juntos y vas a escucharme por un rato. Por eso, antes de que me dispares, permíteme contarte una historia. —Lino se sentó en frente de Denis y desabrochó su camisa a la vez que quitaba todas las cosas de sus bolsillos, incluida su placa.
—Veamos… Hace un largo tiempo atrás había un niño que vivía solo. Sus padres estaban ocupados todo el tiempo. Su madre era sometida y abusada por su padre, y su padre… Bueno, ya te puedes imaginar. Un día, el padre de este niño tuvo que acudir al ejército a causa de un gran conflicto mundial. Y así, la escoria de la casa se había ido, y nunca más volvió. Ahora solo eran el pequeño niño y su madre. Solos contra el mundo. Solos contra el hambre, la pobreza, la suciedad, la muerte y la desesperación.
Denis oía atentamente la historia, pero con el arma apuntada al cabizbajo detective.
—Un día, mamá enfermó. Un pequeño resfrío. El joven tuvo que hacerse cargo de su madre por varias semanas, limpiar, conseguir para comer, conseguir dinero para los medicamentos. Todo eso implicó dejar todo lo que hacía antes, Dejar a sus amigos, dejar a su interés romántico, y hasta dejar la escuela de arte a la que asistía. Mamá… Al final la madre de este chico murió. Y el pequeño de tan solo 15 años quedó solo en el mundo.
La voz de Lino empezó a quebrarse a medida que contaba la historia. Por su parte, Denis empezó a soltar algunas lágrimas a la vez que aflojaba el sostén firme del arma.
—Más temprano que tarde llegó la delincuencia. El alcohol y el tabaco predominaban en su vida. Vivió a base de vagar en las calles, robar y rezar para no morir de hipotermia mientras dormía en el callejón más sucio que podías imaginarte. Una noche, el joven también enfermó. Otro pequeño resfrío. Lo único que venía a su mente en ese momento era la cruda realidad por la cual su madre tuvo que pasar, y por eso, el joven se dispuso a su destino, y decidió dormir en el medio de una calle por la cual solía caminar con su madre cuando estaba viva.
Denis bajó el arma completamente, soltando audiblemente un par de lágrimas.
—Esa noche, pensó que la parca lo había despertado, pero era un oficial de policía. Estaba en una comisaría. El oficial de policía que lo despertó era un viejo detective. Este sujeto lo cuidó y lo educó hasta que finalmente fue capaz de lograr salir adelante nuevamente. Una noche, mientras el pequeño ya adulto descansaba en su pequeño departamento, se puso a reflexionar sobre lo cerca que estuvo de sufrir el mismo destino que su persona más amada. Pero que algo tan simple como una simple cobija y una comida caliente por un desconocido cambiaron su vida por siempre. Y créeme…
Lino quedó en silencio durante unos segundos.
—¿C-Creerte qué?…
—Créeme que fue difícil aceptarlo. Y hasta el día de hoy me cuesta aceptar que no voy a estar solo, y que nunca lo estuve.
Denis tiró el arma al suelo, haciendo que se dispare automáticamente, y que la bala rebote en uno de los pilares de la habitación sin dañar a nadie. El joven se encontraba llorando a mares. Lino se acercó y lo abrazó durante un momento, para luego hablarlo frente a frente.
—Denis, eres joven. Eres chico. Tienes muchísimo potencial. Tienes mucho trabajo que hacer. Por favor, permíteme ayudarte, no quiero que caigas en ese horrible agujero del que casi nadie puede salir.
—Y-Yo n-no sé q-qué decir. P-Perdón. Siempre estuve solo, y-y no sé c-cómo-
—Tranquilo, tranquilo… —Lino le dio dos palmadas en la espalda— Mira, sé que esto es muy repentino, pero… Si no quieres que La Fundación nos encuentre, vas a tener que dejarme ir.
—C-Claro… Y-
—Y no puedo irme sin ti. Así que… —Lino observó el cuerpo de una de las criaturas con las que había peleado antes— ¿Podías modificar cuerpos estéticamente, ¿no?
—A-Algo así.
—Bueno, haz una copia de ti mismo.
Denis miró extrañado a Lino, pero sin mediar palabra hizo lo que el detective le pidió. El proceso duró un par de minutos hasta que finalmente estuvo listo. Denis miró la réplica de su cuerpo, pero con un hoyo en el centro de la frente a causa de un balazo. Esa imagen lo incomodó, así que decidió darse la vuelta.
—Denis, voy a necesitar algo de ti para que crean que realmente eres tú. Dame un poco de tu cabello y algún bastón o algo.
Denis accedió rápidamente y en menos de unos minutos, estaba todo listo.
—Lamento haberte hecho pasar por todo esto. Sé que tengo mucho que aprender y…
—Mira. Niño. Me mandaron a buscarte y a matarte en lo posible. Y la verdad que nunca me gustó que un par de viejos amargados me digan que hacer, así que vas a hacer lo siguiente —Lino le extendió una tarjeta de su oficina de trabajo— Vas a ir mañana a esta dirección, sin disfraces, sin anomalías. Nada, solo tú. Y en lo posible, cuadernos que tengan tus piezas de arte.
—Sí señor. Gracias…
—Gracias a ti, por recordarme la razón por la cual hago estas cosas.
Lino cargó el cuerpo que Denis le proveyó, y cerró momentáneamente los ojos para suspirar. Para cuando los abrió nuevamente, se encontraba en una habitación que conocía. Era la sala de aditamentos para las obras. Afuera podía oírse una enorme conmoción. Lino se apresuró a salir de la forma más discreta posible, sorteando los pasillos para salir por las puertas traseras.
Saliendo por el patio exterior, casi llegando a un punto donde podía relajarse, fue interceptado por una voz femenina que lo hizo detenerse en seco.
—¡LINOO! ¿¡EN DONDE TE HABÍAS METÍDO!?
—Ay, no… Esto… María… Puedo explicarlo.
María, su asistencia, venía caminando de forma enrabiada. Al llegar a Lino y observarlo con un cadaver, soltó un chillido y se tapó la boca intentando mitigarlo. Luego le respondió susurrando.
—Por favor, no me digas que mataste al tipo.
—Era un niño, y-
—¡Y ERA UN NIÑO!
—¡MARÍA, CÁLMA! Por favor, déjame que te lo explique cuando lleguemos a la oficina, ¿sí? Ahora quiero entregar esto a La Fundación, necesito comunicarme con ellos, permiso, por favor.
—No hará falta, ya estamos aquí.
Un sujeto alto y barbudo vistiendo un refinado traje salió de una de las puertas del patio, siendo escoltado por un grupo de policías con insignias de La Fundación.
—Señor Medina. Sí, esto… Aquí está lo que solicitaban. —Lino señaló cuidadosamente el cuerpo de Denis— Esto es todo.
—Interesante… Le seguimos la pista hasta aquí, estudiamos la información que tenía para el caso y estamos bastantes sorprendidos con el nivel de investigación. Además de que, por lo que veo, adquirió satisfactoriamente un buen resultado para la investigación.
Mientras Medina le respondía a Lino, un par de agentes metían en una bolsa el cuerpo del joven y se lo llevaban para poder investigarlo.
—Sí. Fue más difícil de lo que esperaba, pero espero que el resultado haya sido el esperado.
—Bueno, eso lo decidirán los del departamento de investigaciones. Por ahora, diría que tenemos un par de cosas para discutir, pero preferiría que se tome su tiempo, lo vamos a estar contactando en la brevedad. ¿Sí? Muchas gracias.
—De nada, señor.
Y así como llegaron los agentes, se fueron.
Capítulo 5 – Satisfacción.
Londres, Inglaterra. 21 de abril, 1950.
María y Lino se encontraban en la habitación de un lujoso hotel. Habían estado compartiendo copas y charlando sobre su reciente éxito. El tiempo de las vacaciones se acababan, pero eso no les impedía disfrutar cada día como si fuese el primero.
En medio de las conversaciones, María se acercó a uno de sus bolsos de viaje y sacó una carta formalmente decorada, sin postales de ningún tipo, y se la entregó a Lino.
—¿Y esto? —preguntó Lino.
—Solo léela.
Al abrir la carta, se encontraba un cheque por una gran suma de dinero, junto a una tarjeta y una invitación. La invitación era a una fiesta que se iba a llevar a cabo en un sitio secreto. Pedía por favor que confirme su asistencia, y felicitaba a el señor “Lino Frastagni” por convertirse en un nuevo agente de la Fundación, un nuevo y destacado agente.
—Bueno, tal vez trabajar para viejos amargados con dinero no está tan mal después de todo.
De las cenizas renací como un Fénix. De la muerte, surgió una vida mucho más longeva y poderosa. Aprendí de los errores del pasado, me volví más fuerte en el presente, y mi objetivo está en el futuro. El tiempo no me va a detener. No soy una persona, soy una idea, y las ideas son a prueba de balas.
Futuro.
Ravenna, Italia. 13 de enero, 2021.
El día estaba frío y lluvioso. Había sido una semana pesada, con fuertes lluvias y clima frío en general.
En una sección de un cementerio perdido en Ravenna, Italia, se encontraban dos sujetos, parados e inmóviles bajo la lluvia, cada uno mirando a una lápida que se encontraban una al lado de la otra. Uno era bastante más alto que el otro, y lo único que compartían era el silencio.
Luego de unos minutos sin dirigirse la palabra, uno de ellos finalmente decidió hablar.
—Vine a ver a mi padre. Hoy me toca conmemorar cinco años desde su fallecimiento. Nadie en mi casa quiso venir.
—Vaya… Lo siento mucho. —respondió el joven con un fuerte acento europeo.
—¿Y tú?, ¿Por qué estás solo? —preguntó con una cautelosa curiosidad.
—Solo vine a ver a alguien que aprecio mucho. Alguien que me enseñó un par de cosas importantes. —el joven se agachó y dejó un paquete de cigarrillos junto a unas flores rojas— Han pasado años desde que falleció y todavía no puedo olvidar lo que hizo por mí. Me crio, educó, y ayudó a mejorar levemente como persona.
—Ya veo… —el sujeto se acercó al epitafio para leer las inscripciones— Oye, pero…. Aquí dice que el señor Frastagni murió en 1973. A menos que aparentes muchos años menos, ¿Cómo es posible qué lo hayas conoci-
El muchacho que lo acompañaba segundos atrás ya no se encontraba en ninguna parte. Solo quedaban las ofrendas, y el ensordecedor sonido de la lluvia que empapaba el paquete de cigarrillos que unos segundos atrás alguien había dejado en honor a el detective Lino Frastagni.