por Doc slash
Era una hermosa noche, con la luna brillando con un bello esplendor, que chocaba con un pequeño lago creando un espectáculo maravilloso. Frente al lago y saliendo de una vieja, pero bastante bien conservada cabaña estaba la Reina Negra Cinderella Rose. La joven, bastante risueña y un poco juguetona estaba corriendo hacía sus amigas que la estaban esperando dentro del lago. Con un gran salto Cinderella cayó en el agua y salpico todo a su lado, mojando las caras de sus amigas.
Cinderella sacó la cabeza del agua y quedo de espaldas a sus amigas.
Ella tomó su rostro y dio un profundo respiro antes de girarse para ver a a sus compañeras de aventuras, que aun mantenían una cara alegre y despreocupada.
—Pon la música en el casete, divirtámonos un poco mientras nos dices eso de lo que tenías que hablar.—Dijo la Reina Negra Sofía Courvoisier mientras le pasaba el casete a Cinderella.
—No, es algo importante, realmente importante.—Cinderella apenas pudo mirar a sus amigas mientras decía esto. Su mano se paseaba por su pelo tratando de peinarlo, mientras la chica respiraba profundo luego de dejar el casete a un lado.
—Chiquita, te veo un poco preocupada ¿Todo bien, Cinndy?— La Reina Negra Pagana Sunnhild Mévouillevé sonaba con la voz un poco más aguda de lo habitual. Tratando de no mostrar que estaba algo asustada por la mirada de su amiga que no era precisamente de felicidad, cosa poco común en sus reuniones.
—No, no estoy bien. Síganme a la cabaña, por favor—Dijo Cinderella mientras iba a la cabaña, las piernas de la chica temblaban con cada paso que daba y cada vez que se acercaba más a la cabaña.
Las 3 Reinas que la estaban acompañando la siguieron hacía la cabaña. Mientras la veían sentarse en un sofá dentro de la cabaña, Claudia tomó la iniciativa y empezó a hablarle a Cinderella.
—Ya me estas preocupando, cuéntanos ¿Qué pasa? —Claudia Bellucci, la mayor Reina del grupo en edad, pero también una de las más sentimentales. No era muy habladora, pero el momento ameritaba plenamente su máxima preocupación.
—Ayer, un hombre alto y con una gabardina gris llegó a mi puerta, el se la pasó disculpándose por mi, aunque dijo que iba a guíar todo mi proceso de ser Nadie. Decía que el no quería decirme eda noticia, pero alguien tenía que hacerlo. Dijo que esperaba que yo logrará ser buena en el nuevo trabajo que tendría que hacer.—Cinderella levantó un fedora marrón que estaba a su costado en el sofá y se lo mostro a sus amigas.
—Después de eso dijo que le parecía que yo iba a ser una buena Nadie, y que debía ser fuerte. Me tiró de mi cabeza la corona de corazón, esa que me diste de aniversario, Sofí, luego de eso me dejó el fedora. La verdad no supe como tomarlo al instante, pero en este momento, solo me puedo sentir impotente, necesito su ayuda. Por favor.—Cinderella trataba de limpiarse las lágrimas mientras apoyaba suavemente su cabeza sobre Sofía, la cual trataba de consolarla y comprender todo lo que su novia acababa de decirles a todas.
¿C-cuando te vas a ir?—Sunnhild preguntó con la voz quebrada y aun esperanzada de que esto pudiera de alguna forma no ser verdad.
—Mañana mismo. Cuando lo supe me sentí rota, no voy a pasar el tiempo suficiente junto a ustedes. Pero les quería pedir una última cosa ¿Pueden pasar mañana el día junto a mí?—La joven no pudo aguantar y cayó en llanto mientras todas sus amigas la abrazaban intentando no llorar para hacerla sentir mejor.
—Te acompañaremos cualquier día y el tiempo que tú necesites, preciosa.—Sofía le dio un beso en la frente y se acostó junto a ella en el sofá. Viendo como su amada caía en sueño rápidamente y pensando en como lograría prepararse psicológicamente para verla desaparecer en sus manos.
Luego de la agitada noche anterior y habiendo podido descansar bastante poco, las chicas partieron a la Biblioteca de los Errantes. Llegaron bastante más rápido que de costumbre, puede que por que aceleraron el paso en comparación a otros días, o tal vez la Biblioteca los quería en ella. Dentro de los amplios pasillos de la Biblioteca, llenos de raíces y libros, las chicas habían encontrado hace mucho un lugar para moverse atreves del tiempo y llegar a distintos lugares que ellas quisieran.
—Bueno chicas ¿Qué vamos a hacer?—Cinderella se inclinó hacía adelante un poco. Estando expectante acerca de que habían planeado sus amigas para pasar ese último día.
—¡Nos vamos de fiesta!—Dijo Sunnhild mientras metía unas botellas de whisky en su mochila.
—Más o menos eso. Todas te vamos a llevar a un lugar que sea especial para nosotras, ya sabes, para poder despedirnos bien.—Claudia movía unos cuantos cajones hacía un costado mientras incitaba a sus amigas a cruzar la puerta que apareció detrás de los muebles que ella movió.
—Vamos, que yo quiero ser la primera en mostrarte mi lugar especial de fiesta.
Claudia fue la primera en entrar, seguida de las demás chicas. Todas entraron a gran velocidad y sonriendo con emoción, ese iba a ser un último día, pero uno que iban a disfrutar al máximo.
Al pasar la puerta las 4 Reinas se encontraron en una sala de gimnasia llena de colegiales de entre 17 y 20 años, los chicos y chicas del lugar parecían divertirse en lo que era su baile de graduación. Todo estaba oscuro, con unas luces de colores que realmente en lugar de ayudar molestan a la vista, aunque servían como una bonita forma de generar ambiente de celebración. A los costados en ese lugar se encontraban 2 grandes mesas, llenas con ponche, varios tipos de panes, albóndigas y unas cuantas ensaladas. Encima de la tarima (Puesta por el baile dentro del gimnasio), estaba una banda de rock and roll conformada por unos muchachos de preparatoria.
—Ohhh, tú ya me has hablado de este lugar, Clau. Lo recuerdo perfecto. Aquí es dónde te conociste con tu esposo.—Cinderella no pudo evitar ver la alegría y la nostalgia de su amiga en su mirada. Ella no pudo evitar soltar una risita de felicidad, mientras veía a su amiga acercarse a la tarima para ver a los músicos.
Claudia y Cinderella se dispusieron a acercarse a la tarima, para poder escuchar mejor la música y tener un mejor ambiente para bailar. Ambas chicas no eran demasiado expertas en el ámbito del baile, y sus movimientos llegaban a ser erráticos, incluso un poco graciosos, pero aun con esas, las 2 mujeres se divirtieron bailando durante casi 6 horas. Mientras tanto, Sofía y Sunnhild se pasearon por todo el lugar, ambas por caminos separados, buscando algo que hacer. A veces intentaban bailar, otras conversar con la gente del lugar, etc. Hasta que luego de unas horas ambas congeniaron en la misma mesa de comidas y empezaron a conversar.
—Él es su esposo ¿No? Hablo del chico que está tocando la guitarra por ahí.—Sofía le cuestionaba a Sunnhild mientras ambas tomaban un poco de ponche.
—Sep, ellos hacen bonita pareja. Sabes, Claudia me ha contado la historia cientos de veces, pero aún con eso siempre la veo muy emocionada cuando me la va a contar. Él iba saliendo del lugar, pero su auto estaba averiado, así que se tuvo que sentar a esperar y Clau estaba cansada con todo lo de la fiesta, por lo que se fue a sentar. Ellos 2 se encontraron y se pusieron a charlar y bueno, la ahora Sra. Bellucci le dio su número, ya que ella sabía de autos y ellos necesitaban a alguien que los ayudará para otros días. Él al ver que su auto no llegaba la invitó a bailar y pues después de unos años se terminaron casando. Jsjsjsj, suena un poco tonto cuando yo lo digo, pero deberías oírla a ella, lo hace sonar espectacular.
—Je, si, la he visto cuando te lo cuenta. Y mírala, está súper feliz viendo a la banda y bailando con Cinndy.—Sofía puso una pequeña sonrisita en su rostro mientras veía a su novia moverse al ritmo de la música mientras se chorreaba algo de ponche encima.
—Voy a ir a ayudarla que se le acaba de regar todo el ponche encima, ya vuelvo, Sunny.
Ambas Reinas se despidieron y Sofía se dirigió hacía su novia, para ayudarla con su ropa que estaba totalmente mojada.
—¡Amor! Llegas justo a tiempo ¿Me puedes ayudar un poco con esto?—Dijo Cinderella señalando su camiseta mojada.
—Justo a eso venía, te iba a pasar unas ropas para que te cambies. Y de paso te quería avisar que ya nos tenemos que ir de aquí. Ha pasado bastante tiempo y aun falta que vayamos a dónde Sunny nos quiera invitar. Y también al lugar que te quiero invitar,
—Ays, bueno. Me voy a cambiar y luego le aviso a Clau. Bueno, te veo luego, linda.
—Bien, te espero en la puerta. Ah, casi se me olvida decirte. Te ves hermosa con esa camisa mojada. Pero mejor tapate, no creo que todos deban verte así, y empieza a usar sostén si vamos a lugares públicos, rarita jsjsjs.—Sofía le lanzó una camisa a Cinderella mientras se reía y le guiñaba un ojo. Por otro lado la futura Nadie, totalmente sonrojada iba a los baños a cambiarse las prendas.
Sofía se movió hacía la puerta, seguida por Sunnhild. Mientras ellas 2 esperaban, Cinderella se estaba acabando de cambiar y se fue hacía Claudia para decirle que ya se tenían que ir.
—Clau. Ya nos tenemos que ir, hemos pasado mucho tiempo por aquí. Es hora de ver a dónde nos invitó Sunny. También te quería agradecer por llevarme a este lugar tan bonito y pasar un buen rato bailando.—Dijo Cinderella mientras tomaba a su amiga de la camisa para llamar su atención.
—Oh ¿Ya tenemos que irnos?—Respondió Claudia con voz suave y algo pausada.
—Sip, es que ya hemos estado aquí como 6 horas, y pues no vamos a tener tanto tiempo.
—Chiquita, siento decírtelo así, creo que me voy a quedar aquí.—Claudia se tomaba el brazo con su mano, mostrándose un poco apenada por decirle eso a Cinderella.
—¿Qué? ¿Por qué?—Cinderella inclino su cabeza un poco hacía adelante, mientras hacía un movimiento involuntario de moverla a la izquierda.
—Cinndy, quiero conservar como un último recuerdo tuyo el vernos a las 2 bailando como unas locas y disfrutando de esto. La verdad yo sé que no soy capaz de verte desaparecer de la forma en la que lo harás, así que supongo esta sería nuestra despedida ¿Un último abrazo?
Cinderella salto en a abrazar a su amiga con todas sus fuerzas, mientras ambas lagrimeaban un poco.
Luego de esto las 2 chicas se despidieron y Cinderella fue hacía la salida para encontrarse con Sofía y Sunnhild.
—Chicas, Claudia no nos va a poder acompañar más esta noche. Ella quiere recordarme con este momento feliz y no se siente capaz de verme ir.—Aunque un poco cabizbaja, Cinderella avanzaba hacía la puerta con ánimos de verse en el nuevo lugar de celebración.
Sofía y Sunnhild quedaron sorprendidas por aquella noticia. Sunnhild incluso llegó a pensar en ir en búsqueda de Claudia, pero sabiendo lo que iba a pasar y conociendo a su amiga, decidió no ir por ella. Las 3 se fueron hacía el lugar que la Srta. Mévouillevé les había preparado.
Las 3 chicas entraron a lo que parecía ser una habitación circular, de coloración entre rojiza y anaranjada. El lugar no poseía techo, pero eso no causaba frío, todo lo contrario, ese espacio se sentía bastante cálido. Pero no como un calor normal, más bien era un tipo de abrazo, se sentía la calidez de un buen abrazo. Para ser más exacto, ahí dentro ellas se sentían protegidas.
—Woah, este lugar es súpeer raro.—Dijo Cinderella, mientras se acurrucaba en el piso. En un área que daba le daba la sensación de ser una de las mantas más cómodas en la que se hubiera recostado.
—Disfruten, este lugar es solo para las 3.—Sunnhild se recostó al costado de Cinderella, mientras le mostraba un especio a Sofía para que ella también se acostase.
—Ohh, jamás me había sentido tan eh, mmmm, tan tranquila ¿Qué es este lugar exactamente, Sunnhild? Ah, se siente genial. —Dijo Sofía mientras se acostaba y le daba una abrazo a su novia.
—Oh, bueno. Esa historia… Está bien, es una noche especial, así que lo mejor es soltar esto hoy. Bueno, verán. Desde pequeña, casi a mis 6 años fui enviada a una iglesia, dónde todos eran demasiado atentos con las niñas pequeñas, siempre pedía mi padre que me sacará de allí, pero no le importo, luego me puse a rezar con cada esperanza que me daban, pensando que Dios me ayudaría, pero eso jamás pasó.—Dijo la Reina Negra Pagana, que se iba enojando más con cada palabra que salía de su boca.
Estuve allí dentro hasta mis 16 y apenas pude escapar, me sentía mal y abandonada, así que cree este lugar, para sentir lo que sería el calor de la felicidad. El problema es que seguía sintiéndome mal, solo podía sentir a la luna plateada dándome algo de calor y compañía aquí. Eso hasta que llegaron y pude sentirme bien junto a ustedes, mis niñas.—Sunnhild sentía muy pesado el tener que recordar todo eso que la había atormentado por mucho durante su pasado, pero igualmente sonreía por tener frente a ella a sus 2 amigas. Ella las apreciaba bastante a ambas, desde que se conocieron, las 2 habían sido un gran apoyo para cualquier situación suya. La cosa era que en ese momento, cuando se fuera Cinderella, las cosas iban a cambiar mucho y eso la carcomía por dentro.
—Las quiero mucho, chicas.—Dijo casi al instante de terminar su anterior oración.
—Aww, nosotras también te queremos mucho, Sunny. Un abrazo, chicas.—Cinderella, que estaba bastante conmovida por lo que les acababa de contar Sunnhild. Se abalanzó sobre ella y le dió un abrazo, mientras que también jalaba a Sofía para que repitiera su accionar.
Las 3 muchachas se abrazaron en el lugar, mientras caían en los brazos de Morfeo. Todas estaban cansadas por la noche anterior y ese lugar era el mejor para darse una pequeña siesta y disfrutar de la compañía tan cercana de las otras. Por esto mismo, las chicas pudieron descansar plácidamente durante unas cuantas horas. No importó el cómo estuvieran acomodadas ni la posición de su espalda, despertaron perfectamente después de dormir como unas bebés. Bueno, despertaron solo Sofía y Cinderella, las cuales se levantaron y observaron a Sunnhild mientras hablaban.
—Ya nos tenemos que ir, Cinndy.—Dijo Sofía mientras se frotaba un ojo e intentaba acomodarse el cabello.
—Oww, Sunny se ve tan tierna cuando duerme, 5 minutos más y luego nos vamos ¿Siiii?
—Uh, Lindura, creo que deberíamos dejar aquí a Sunny. Ella es un poco impulsiva y tampoco quiero hacerle la noche tan pesada, sé que ella se va a estresar demasiado. Además quiero que ese último momento seamos solo tú y yo ¿Te parece bien?
—Oh, creo que entiendo. Está bien, vámonos.
Cinderella le dio un beso en la frente a Sunnhild, mientras le quitaba el cabello de la cara y le daba un abrazo.
—Bueno, ahora podemos irnos.—Cinderella respiró profundo y cruzó la última puerta que iba a pasar junto a su amada.
Sofía y Cinderella entraron a una gran sala de baile. El lugar poseía 2 amplias ventanas a los costados, las cuales estaban cubiertas por unas bellas cortinas rojas. Las cortinas tenían bordados negros los cuales mostraban coronas y corazones, mientras que a los costados tenía un bordado dorado. La habitación era de color marrón, exceptuando el piso, que aunque probablemente también lo era, estaba cubierto por una gran alfombra de color blanco, que borraba la visibilidad del piso.
Las 2 chicas se posicionaron en el centro de la habitación y empezaron a bailar un vals. Sofía guiaba a Cinderella en la danza, y ambas iban lento, pero con pasos casi perfectos. Luego de un rato y teniendo ya más fluidez en el baile, ambas muchachas se miraron de frente y empezaron a conversar acerca de lo que iba a pasar.
—¿Qué piensas de todo lo que está pasando, Sofí? La verdad estoy muy nerviosa y no sé si ustedes estarán bien. Se que ustedes se pueden cuidar solas, pero no las voy a poder ver, no sabré como están, no las veré nunca más. Y eso me aterra, mucho. Además nunca volveré a tener momentos felices con ustedes y y-yo no quiero eso.—Cinderella sostuvo con más fuerza las manos de Sofía. Mientras ponía su cuerpo aun más junto al de ella.
—Amorcito, no te debes preocupar, por nosotras. El hecho de no volverte a ver me va a quemar todos los días por dentro, y se que tener una vida normal me va a costar en demasía. Pero yo voy a tener la ayuda de Clau y Sunnhild que a mi realmente me asusta es el como vas a estar tu. Lo que pasa es que vas a tu quedar sola y me preocupa como vas a estar tu. Así que quiero que me prometas algo ¿Sí?—Sofía pudo fijarse en como le salía una lagrima a Cinderella, y suavemente con su mano limpió el rostro de la persona que más amaba en el mundo.
—C-claro, solo dime.—Cinderella estaba respirando agitadamente, a causa de que en esos momentos no estaba pudiendo controlar su llanto. Haciéndole más complicado hablar.
—Solo es una cosa. Quiero que me prometas que vas a estar bien aún sin nosotras, por favor. Solo con eso me voy a poder sentir bien.—Sofía detuvo la danza y puso ambas manos de Cinderella sobre su pecho.
Pero… no sé si pueda cumplir eso, no sé si yo sea capaz.—Cinderella no quería mentirle a su novia acerca de eso. Ella era consiente de que su fuerza mental no era la mejor y lo que le venía de frente era demasiado grande.
—Amor, tu sabes que no voy a poder estar tranquila sin saber que tú estás bien.
Hubo unos segundos de silencio que llegaron a preocupar a Sofía. Pero luego de un suspiro, Cinderella tomó valor para hablar.
—Está bien voy a intentarlo, solo por ti y por las chicas. Te juro que voy a intentarlo. Aún sin ti.—Cinderella recostó su cabeza sobre el hombro de Sofía mientras cerraba los ojos.
Sofía dio un respiro de alivio. Ambas chicas sabían lo que se avecinaba, pero lucharían con todo para mantenerse bien, ellas lo iban a dar todo por la otra.
Después de la conversación ambas chicas reanudaron su danza, y así estuvieron por unos minutos. Hasta que Cinderella pudo observar como todo a su alrededor empezaba a cambiar. Los grandiosos bordados de las cortinas empezaban a cambiar y verse como sombreros. Ella pensó que, tal vez, esto era solo una ilusión de su mente, una mala pasada. Pero este no era el caso. Luego de eso, todo en el lugar empezó a desaparecer de la vista de Cinderella. Incluida Sofía.
Sofía le entrego guardó un pequeño anillo en el bolsillo de Cinderella. El anillo tenía una forma de corazón y estaba hecho con una ónix completamente negra.
—Póntelo cuando sientas que ya pasaste por lo peor y sepas vas a estar bien, Hermosa. Y nunca, pero nunca se te olvide que yo te amo, y jamás voy a dejar de estar contigo.—Dijo Sofía con una suave sonrisa, antes de darle un beso en los labios a Cinderella. No, no un beso, más bien su último beso.
Cinderella cayó de rodillas, y aun con lagrimas en sus ojos pudo ver como Sofía desaparecía de su vista, para nunca volver a encontrarse. La joven Nadie se levantó apenas pudiendo respirar y pudo vislumbrar a lo lejos lo que sería su nueva casa.