Una noche amarga es el inicio de nuestra tragedia, rompe la paz de su existencia como un vidrio resquebrajándose por el peso de sus acciones. Las grietas se extienden mientras Sechud intenta recuperar la cordura; mal augurio a la vista, destruye los pedazos, olvida las piezas y termina la escena.
El cuarto oscuro se llena de luces sin vida alguna, la tranquilidad y simpleza es casi perfecta, más no obstante una fuerza exterior contaminó tan bello lienzo en blanco. La pintora dejo caer una gota de tinta negra, al mismo tiempo notó la belleza del caos y decidió seguir con la obra; pincelada tras pincelada, trazo por trazo y pensamiento tras pensamiento.
(Fervorosa)
—Derramo una gota oscura, para trazar la belleza oculta en el caos; ¡Observa existencia mortal! Mi regalo para un mundo crudo sin vida.
¿Podría ser acaso que esto valiera la pena? Nunca se puso a pensar que así sería el comienzo de otro sufrimiento sin fin; gritó a la eternidad buscando una razón para disfrutar su estadía solitaria.
(Orgullosa)
—Porque quiero ver sueños de paz y felicidad, demostrar la alegría de mi existencia y por ende me lanzaré al abismo. Ya sea necesaria cada parte de mi esencia en este acto y así completar un movimiento apoteósico. “Vida” es lo que yo tengo, y esa misma vida será la que daré en orden de un nuevo comienzo. Este es mi último trazo.
Cayendo en el centro del universo, catalizando un proceso sublime y hermoso, delicado y complejo, en vano y trágico. La vida se formó en los mundos vírgenes, dentro de ellos aún estaba el deseo egoísta proveniente de la creadora y por tanto, desde el comienzo, su obra estaba condenada. Los primeros en levantarse fueron tan codiciosos, no tenían solidaridad entre ellos mismo, en sus ojos solo había envidia y decidieron que todo les pertenecía.
Vivían en un planeta casi perfecto, habitaban una estrella roja y casi eterna. Desarrollaron sus ideales y creencias con el paso del tiempo, despojaron a los más débiles de su derecho a vivir. Avanzaron lo suficiente para ser capaces de tocar el cielo oscuro, aventurarse a las profundidades de un universo virgen. Aunque con el avance del conocimiento igual creció su odio entre sí mismos; las ideas que en un principio los ayudaron en su camino a la cima se tornaban contra ellos.
(Prepotente)
—La muerte es el pago que damos por el futuro, solo nosotros seremos dignos de reinar en el horizonte. Incluso si eso significa pelear con nuestros hermanos de sangre, romper todas nuestras promesas y olvidar nuestras tragedias.
Palabras dichas por uno de los mayores líderes de aquella especie conocida como los Vidnepas, por estos tiempos aquel personaje solo era conocido como Nihal. La mayoría lo siguió en su discurso bélico y pretencioso; los pocos en contra decidieron buscar una manera de detener su avance, sin importar el precio de la victoria.
Y así comenzó la primera cruzada, rompieron el alma de la Madre, la forjaron a su conveniencia y la utilizaron para doblegar a una supuesta maldad inexistente. Mientras los fuertes se peleaban y asesinaban entre ellos, los más endebles encontraron el camino para traer de vuelta a la culpable de esto. Aunque ellos eran más débiles, no eran inocentes, no eran dignos, mostraron odio e ingratitud a otros; ocultaron sus planes de renacimiento y se aislaron del cosmos.
Seres nacidos en una porción fallida del universo, carentes de algún calor capaz de iluminar sus almas. Ni siquiera deberían de haber hecho acto de presencia según los planes de la Creadora, pero ellos sabían mejor que otros sobre su historia. Observaron con odio a la guerra de los vidnepas y en un acto de desesperación decidieron que solo había una manera de resolver la situación.
Fueron capaces de forjar una llave única, le dieron una estocada a su cuerpo sin aparente vida y lograron su cometido. Acometido el acto, recitaron sus plegarias:
(Desamparado)
—Madre nuestra, sentimos tener que llamarla e involucrarla en asuntos tan banales para usted. La vida perece y el brillo de la existencia se tiñe con muerte y guerra; termine con el dolor, salve lo poco queda por favor —Mencionaron los seres a Sechud.
(Triste)
—¿En serio mi existencia puede pensar que sus falsas palabras podrían engañarme? Sus deseos no son diferentes a los del enemigo —Respondió Sechud mientras terminaba de reincorporarse.
Pensaban que con la llave podrían controlarla, ignoraron su capacidad y subestimaron su habilidad. Así, fueron los primeros en caer en el comienzo del fin. No solo eso, ella estaba vacía, no era la misma de antes, le habían arrebatado la mayoría de su ser.
(Indignada)
—Me he parado en este páramo para observar y sentir el estado de mi preciada creación… Los campos están muy vacíos en todos mis mundos… Sus cielos totalmente opacados…
(Confundida)
—¿Dónde están todas mis estrellas que servirían como faro para detener amenazas en este universo? ¿Por qué mis mundos llenos de maravillas están destruidos y olvidados? Ahora solo quedan escombros dejados atrás. Ahora solo veo la muerte cernirse por todo mi lienzo.
Sechud viajó a uno de los tantos mundos planeados por ella; uno lleno de seres capaces de crear excelentes piezas sonoras sin necesidad de instrumentos. Eran cuadrúpedos, peludos y poseían 4 trompas con las cuales eran capaces de hacer una infinidad de sonidos diferentes.
Su presencia se cernió sobre el horizonte, viendo así todos los ecosistemas fueron remplazados por un desierto de arena roja.
—Veo que no hay ningún tipo de estructura compleja, pero eso está bien, ese no era su propósito. Pero…
Mientras se preguntaba qué podría haber pasado, uno de estos seres hizo acto de presencia. Apenas podía mantenerse en pie y se dirigió a Sechud. Cuando llegó a ella, el ser intento producir una melodía en forma de bienvenida y por un momento el silencio se rompió para escuchar la tonada lúgubre de aquel animal enfermo. Luego tocio varias veces y se desplomó en el suelo.
Después de varios minutos, observó cómo la arena roja cubría el cadáver, entonces Sechud decidió salir de ese mundo. Así, viajo a varios mundos solo para encontrarse con situaciones similares o incluso peores. Aunque se percató de algo entre tantos mundos muertos, se dio cuenta de una guerra esparcida por gran parte de su creación.
(Enojada)
— Los sobrevivientes se encuentran en guerra, a este ritmo el colapso es inevitable y su extinción se acerca con rapidez. Hay una abertura en el lienzo, llenando y corrompiendo aún más este universo.
Devastada y adolorida, cayó al suelo. Su cuerpo emanaba un aura oscura. No iba solo mirar y ver cómo todo lo que había hecho se desbarataba, ya no poseía la capacidad de cambiar todo tan fácilmente. Puso de rodillas a casi todo el universo, con su llanto extinguió incontables estrellas y su grito silenció las plegarias de perdón. Aun así se enfrascó en una cruzada para terminar con el sufrimiento, hizo lo mejor que pudo pero al final de todo falló y perdió el control de su aura.
Así en su caída marcó una herida profunda en aquellos quienes osaron dañarla, esos mismos que habían intentado matarla. Aunque incapaces de terminar tal tarea, solo pudieron borrar la mayor parte de su nombre. El legado oscuro se mantuvo latente y se extendió a través del tiempo, esperando el momento adecuado para terminar todo. Porque esta es una existencia fallida que no merece ser recordada.