La Piedra Y La Diosa
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Freyja entró a la Biblioteca caminando con seguridad y alegría por pasar un nuevo día allí. La diosa entró en uno de los grandes pasillos de la Biblioteca, mientras buscaba a algunos amigos, pero lo que vio la dejó desconcertada. Gente corriendo de un lado a otro en pánico, sus compañeros y amigos llevando a algunos bibliotecarios hacía el mismo lugar al que ella se dirigía. Todo el ambiente la tenía perpleja, jamás había pasado algo similar, pero lo que vería después la sorprendería aún más.

Cuando llegó a la zona se encontró con varios miembros de la Mano y Bibliotecarios rodeando a una figura pequeña y robusta con varias piedras orbitando a su alrededor, como si él las estuviera controlando. Un hombre blanco de barba marrón, sus ojos eran de un verde oscuro, con el centro cambiando al amarillo. Llevaba un chaleco justamente del mismo amarillo con el símbolo de los Carceleros marcado en la parte trasera de este, que cubría una camisa de rayas verdes y blancas.

“¿Que hacía un Carcelero allí?” era la pregunta que todos se hacían mientras observaban al extraño que acababa de llegar. El había entrado por un punto en el que anteriormente no había existido un camino hacía la Biblioteca, eso era imposible, o al menos nadie lo había conseguido antes de ese instante, el miedo y la duda se sembraban en el lugar. Aunque lo que realmente más preocupaba a los espectadores de esta escena no era el extraño en sí, sino los Bibliotecarios, ellos parecían incapaces de decidir si era o no una amenaza.

Él extraño percibió la figura de Freyja entre la multitud y dijo con una leve sonrisa en el rostro, mientras levantaba las manos en símbolo de paz —Demat Freyja, hace tiempo que no nos hemos visto.

—No puede… Ser. Tenemos mucho que hablar.


Después de haber calmado un poco la situación, Freyja llevó a Karreg a un lugar más tranquilo dónde podían hablar. No fue hasta llegar a una pequeña mesa de roble que se encontraba en una bifurcación que se detuvo. Debido a lo estrecho que eran los pasillos que llevaba a esa parte de la biblioteca que Freyja decidió que sería un lugar que podrían hablar tranquilamente.

Uno de los lugares favoritos de la diosa. La mesa, hecha a mano con diversos signos decorativos en sus bordes, tenía un aspecto rústico. Mientras que las estanterías parecían no tener fin de lo altas que eran, también hechas de roble, cuando por fin las estanterías acababan de subir, formaban una pequeña bóveda que las unía entre ellas.

—Aquí estaremos tranquilos. —Comentó Freyja.

—Bien Freyja, ¿cómo estás?, hace cuanto tiempo que no nos hemos visto, ¿siglos o milenios?

—Karreg…

—Si, recuerdo, la última vez que nos hemos encontrado, estabas discutiendo con El Señor de la Guerra Try, por una trastada que hizo Baël.

—Karreg…

—Es verdad, ¿Cómo van todos tus hermanos?

Freyja miró a Karreg mientras trataba de negar con la cabeza.

Karreg se quedó extrañado, pasmado por la reacción de la diosa.

—Tomemos un respiro, creo que tu eres el que debe empezar con algunas respuestas, Mael. Acabas de llegar aquí vestido como los carceleros y con un cuerpo humano. La última vez que te vi eras solo una roca, ¿Qué pasó? — Ella estaba realmente extrañada de la nueva apariencia de su amigo y le parecía aún más improbable verlo vestido de carcelero. — Comprendo que yo también deba verme extraña, y bueno hace mucho no nos vemos, pero creo que las visitas son las que empiezan a responder y más por tu… entrada.

La mirada del carcelero bajó al suelo y se endureció recordando parte de su pasado. Quedó varios minutos en silencio para luego responder.

—Es una historia bastante larga, y tu sabes como soy, no tiendo a explicar muchas cosas. Pero haré un esfuerzo. — Karreg se volvió a quedarse en silencio para mirar su reloj y respondió. —Es una larga historia el cómo acabe así, sé que nos veremos luego para contarte, por ahora no me siento listo para hablar. Ademas quiero saber lo que pasó con tus hermanos.

—Está bien. —Respondió Freyja mientras tomaba un aire. — ¿Que es lo último que sabes?

— Había una guerra y no mucho más, yo estaba bastante sumido en mis propios conflictos como para informarme de ello.

— Wow, te quedaste bastante atrás. —Respondió la voz áspera y dolida de Freyja — No dudaron en dejarme de lado y venderme a su enemigo, no son los mismos que conociste. O bueno, no recuerdo que hayan hablado mucho contigo, son bastante buenos con eso de las apariencias. Me abandonaron y dejaron a la suerte, forzándome a casarme con ese monstruo. —Freyja suspiró un segundo y continuó hablándole a Karreg— Hablándote de manera más específica, Nyx es un amor, aunque no la veo desde hace tiempo, de Baël he oído bastante por la Biblioteca, tu sabes hechizos y eso. Los otros espero no volver a verlos en mi existencia.—La diosa acabó esa frase de forma apurada, para no ponerse sentimental, fallando en el intento.

—¡Te abandonaron! —Exclamó Karreg sorprendido. — Me sorprende esta noticia. No me imaginaba a tus hermanos capaces de eso. La relación parecía bastante fuerte entre ustedes.

Freyja tomó una pausa para beber un trago en su copa de té para intentar esconder sus lágrimas, después se levantó con algo de fuerza — ¡No!, como ya te dije eran buenos para esconder las cosas, me iban a obligar a casarme con Ashlek, el realmente era un maldito monstruo, aunque no sé si tanto como Orión.

Freyja en lágrimas de ira dejó con fuerza su té en la mesa y se derrumbó en su silla. Apretó ligeramente sus puños, con impotencia.

—Cada uno buscaba su bien, realmente nunca fuimos familia. No sé como lo hizo, pero Tyr les convenció en abandonarme cuando estábamos ganando, supongo que le favorecía en algo al "Todopoderoso Dios de la Guerra". — dijo Freyja con voz áspera.

Karreg miró a Freyja con algo de tristeza, sabía lo que era sentir eso. El barbudo se acercó a Freyja y tomó sus manos mientras le decía. —Tranquila, yo también pase por ese dolor. ¿Recuerdas a Birvidigezh?

—Si. —Respondió Freyja sorprendida por hablar justamente de Birvidigezh. —¿Qué le pasó?

—Tuvo un inicio similar, una guerra. Hace tiempo tuvimos que participar en una de las guerras de los dos mundos, Glav nos había convencido de unirnos a la causa. Él ideó un plan el cual nos iba a asegurar la victoria. Pero no salió como lo planeado, Birvidigezh se fue y nos abandonó.

—Oh, mierda. Birvidigezh siempre me cayó bien ¿Quieres hablar de eso Karreg? —Pregunto la diosa.

—No, aún no. Pero cuando se fue si le eche de menos, en ese momento no pude creer que nos había dejado a mi y Glav, incluso si poco a poco empecé a entender el porqué. Creo que deberías hablar con tus hermanos, seguramente a muchos de ellos están preocupándose por ti.

Freyja cambió su tono, le molestaba el hecho de que Karreg hablara de sus hermanos como si los conociera — Querido, ellos no se preocupan por ningun ser. Puede sonar raro para ti, pero no creo que les importe mucho su moneda de intercambio.

Ella tomó un descanso corto y nuevamente tranquilizó su tono. — Lo siento, es que hablar de mis hermanos me altera un poco. Pero no, Karreg, no volveré a ellos. Estoy perfectamente aquí con la Mano.

Karreg movió la cabeza algo intrigado—Eh, lo siento, es un tema en el que tal vez no debí meterme. Entonces pasando a lo otro, ¿Por qué la Biblioteca?

—¿A qué te refieres? —Preguntó Freyja sorprendida.

—Pues digo, ¿Por qué con la Mano, decidiste unirte a un grupo de idealistas entre todos los distintos grupos anómalos de este mundo?

—Se me hizo la mejor opción, sabes. —Respondió con intriga. —Vivir juntos, entre los humanos y mágicos, no lo sé, realmente suena al sueño que quiero buscar. Podríamos ser por fin libres en este mundo tan pesado.

—Justamente por eso lo digo, mi querida amiga, es un sueño, pero como todos ellos, no son parte de la realidad. Un sueño de universitarios, nada que ver con la realidad de este mundo.

Freyja quedó en shock. — ¿Para que crees que hacemos todo esto entonces? Estoy bastante segura de que siempre se puede buscar ese mejor camino, Karreg.

—Por desgracia el mundo no es así, la mano es un sueño idealista, que me gustaría creer en ellos pero no puedo. Por algo el mundo acabó así, los humanos nos tienen miedo y eso no cambiará.

—¡Pero muchos aquí son humanos! Incluso con eso están aquí ayudándonos e intentando apoyarnos. ¿Es tan complicado para ti creer que las personas pueden confiar en nosotros?

— Son individuos, como sociedad, la verdad lo veo imposible. Y las organizaciones grandes pues son mucho más grandes y poderosas que ustedes, más bien parecen una convencion de ideas, bonitas, pero sin rumbo. Además es un ciclo, Freyja, alguien más de la mano tomará el control de la represión, justo como con los dioses ¿No?

Freyja se sintió dolida por una de las pocas criaturas que podía haberla entendido, ese toque a su pasado no le había gustado. — Entonces, ¿realmente piensas eso de mí? ¿Me ves así? Soy solo alguien con delirios de grandeza que se va moviendo para ser adorada ¿Verdad?— Freyja se sentía decepcionada y algo triste. — Ya no quiero ser una Diosa. Hice cosas increíbles siendo una y también horribles, pero ya hace tiempo que deje de ver esa posición como una bendición y más como una maldición. Desde aquí abajo puede parecer que eres el ser más poderoso del mundo, pero la verdad es muy distinta. —Declaro Freyja con amargor. —Si crees eso de mí, supongo que deberías volver con los Carceleros, Karreg.

—Tal vez me pronuncié mal. —Respondió Karreg escuchando pacientemente a Freyja. — Sé que ya no eres una diosa o que al menos no quieres serlo. Se te nota de lejos. Pero ese no era mi punto, te considero una amiga y pensaba que recordarte un poco nuestro pasado, te haría ver mi punto de vista. Los dos cometimos errores, el tuyo fue creer que no ibas a perder nada en la guerra, y el mío fue no haber seguido a Birvidigezh. Eso es lo que nos llevó aquí. Yo no soy solo un "Carcelero" ¿Si lo fuera, crees que la Biblioteca me dejaría estar aquí?

—Pero… Los Bibliotecarios se están comportando de una manera muy agresiva desde que llegaste —Recordó Freyja, escéptica con la respuesta de Karreg. —¿Quieres que crea que no estás relacionado con nada de eso?

–Claro que estoy relacionado, solo están molestos por haber traído uno de los hombres de la Coalición conmigo.

Freyja miró a Karreg sorprendida —¿Qué?

—Si, el cuerpo que tengo no es el mío como ya te dije. Es el de un “Quemalibro” como tú los llamas.

–¿Y aún lo mantienes con vida? –Pregunto sorprendida, nunca habría imaginado que Karreg era capaz de cuidar a un ser vivo durante tanto tiempo. — Puede sonar extraño, pero bueno, como ya te he visto antes haciendo algo parecido no puedo quedarme con la duda ¿No es más seguro de usar un muerto? Si no estoy mal evita el riesgo que retome el control.

–Puede ser. —Respondió con calma. —Pero no es lo mismo, tener el control total del cuerpo no significa nada si luego se descompone, de ahí la importancia de un alma que lo mantenga.

–Okay, okay, pero hay algo que no puedo entender, ¿Cuál es la diferencia entre tú y ese humano? Tu eres un Carcelero y él un Quemalibros. ¿Cuál es la diferencia entre ustedes dos para que los Bibliotecarios no te ataquen?

–¡¿Aún no te has dado cuenta?! –Exclamó Karreg sorprendido. –He estado poco aquí, pero creo que entendí mejor algo bastante básico. Como te dije somos quienes decidamos ser, no quienes parecemos ser.

Entonces, con esas palabras, Freyja entendió. Karreg no era un Carcelero, incluso si llevaba el uniforme. La Biblioteca no lo consideraba una amenaza, ellos entendían que su alma no le temía los secretos de esta. Sabían que no era una amenaza. — ¿Pero si conseguiste venir sin temor a la Biblioteca y hasta lograste que te considerara su invitado? ¿Por qué te uniste a los carceleros? ¿Por qué esconderse entre las ratas?

–Hay muchas respuestas para esa pregunta, pero ya hace tiempo que me canse de luchar, toda esa violencia de humanos, hadas, dioses y el resto de los seres, ya me canso. No quiero morir, por un deseo falso que nunca se cumplirá. No es mi guerra, desde que vivo entre los humanos, ya no puedo ver todo esto como antes. Yo solo quiero estar bien, entre los que vivirán.

Al terminar su explicación, Freyja vio como Karreg parecía muy pequeño en su sillón, se estaba hundiendo poco a poco en él como si soportara todo el peso de todas sus emociones. —¿Cómo que no quieres luchar? —Dijo Freyja de manera sorprendida. —¿Qué te pasó? El antiguo Karreg no dudaba en luchar para los otros, eras importante y respetado, eras Maen Mael. El jodido Príncipe de Piedra, y acabaste… pues así, en la peor de las contradicciones, buscando libertad de los carceleros.

— Todo eso ya hace tiempo que pasó, tanto que incluso, que hasta las piedras cambian. —Respondió Karreg, reincorporándose en su sillón. —Ya no quiero luchar por los ideales de otros, antes nunca había buscado elegir. Ahora al menos tengo una oportunidad, puedo decidir que hacer. Claramente, me adapto al mundo, yo no soy quién para controlarlo todo, pero me siento libre con mi forma de vivir —Al finalizar estas palabras, el reloj de Karreg empezó a sonar. Él se levantó de su sillón y dijo —Ya es hora que me vaya, me alegra haberte visto Gran Guerrera de Űşhtría, espero que en algún momento nos volveremos a ver.

Karreg empezó a moverse hacía la salida, pero Freyja se apuró en seguirlo.

—Pero, Karreg, existen otras opciones, puede que nos tengan miedo porque desconocen la verdad, puede que sí nos entendieran de verdad, podríamos vivir en armonía. Mira la Biblioteca, es una prueba de que podemos vivir en paz.

–Si, la biblioteca, tienes razón, parece ser el lugar en el que todas las esperanzas se reúnen, todos los miembros de la mano parecen creer que todo puede cambiar. Pero yo ya dejé de tener esperanza. Ya me hice a la idea de que nada cambiará.

En ese momento llegaron a la zona dónde estaba el Camino que había tomado Karreg para llegar a la Biblioteca. —Bueno, aquí es dónde me voy, espero que nos volvamos a ver alguna otra vez Freyja.

–Espera, antes de irte, ¿Hablabas en serio cuando dijiste de qué ya no tenías esperanza? –Preguntó Freyja a Karreg antes que pasara por el camino.

Karreg se volteó sorprendido por la pregunta, sin saber realmente que decirle de parte de lo ya había explicado.

—Tienes razón Karreg, estás más libre, más vivo, no me había fijado antes. Veo esperanza en ti, se que tu no, pero me alegra poder sentir que la tienes…Esa esperanza de libertad y de disfrutar tu vida, esa no la has perdido. — Freyja sonrió y le dió un pequeño abrazo a Karreg. — No te vayas aún, seguro Hildisvini se alegrará de verte. Te ofrezco un Smoothie y vuelves a eso que tu decidiste.


En el Sitio 34, Karreg estaba sentado delante de su ordenador pensando en la conversación que había tenido con Freyja. Él tenía una foto y el vaso del Smoothie en la mano— ¿En serio piensa que sigo teniendo esperanza?

—¿Con quién estás hablando? —Dijo una voz detrás de él.

Entonces Karreg se dio la vuelta para encontrarse con Azazel.

—Azazel, has vuelto, ¿cómo te fue el descanso?

—Bien, en todo caso, gracias por encargarte de la maquinaria el tiempo que estuve fuera. —Dijo de una voz cordial. —¿Encontraste algo mientras estaba fuera?

—No, principalmente realidades que estaban en la zona gris, algunas demasiado peligrosas y otras demasiado extrañas para poder entrar minimizando el riesgo.

–Ya veo, en todo caso, gracias por tomarte el tiempo de encargarte de esto mientras no estaba.

–No hay de que.

–No puedo creer que aún no hemos encontrado una realidad segura para investigaciones.

–Sólo estamos empezado, no te preocupes, tengo esperanza en que pronto encontraremos algo.—Dijo Karreg mientras esbozaba una sonrisa y escondía en su bolsillo su foto con Freyja.

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