La pesadilla en un viernes de Halloween
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Carlos Carpincci estaba desayunando en lo que parecía ser una mañana tranquila. Se puso a leer las líneas de los colectivos, pues ya se le había agotado el beneficio de ganarle a Andrey Stidav en una apuesta.

Mientras se daba golpecitos en la frente, alguien llamó a su puerta. El doctor volteó a ver su agenda, pero no tenía nada planeado para el 24 de octubre. Los golpes a la puerta se intensificaron cada vez más, como si la persona detrás de ella quisiera derribarla. Carlos tomó su sombrero y se dirigió a la entrada.

—¡Yendo! —Exclamó, abriendo la puerta. Allí lo esperaban dos guardias y una camioneta negra estacionada. Del vehículo se bajó una doctora de la Fundación bastante desarreglada, con unos papeles y un bolso en sus manos.

—¿Eh? ¿Qué pasó? Si están investigando lo que ocurrió ayer en el baño, les juró que yo no tengo nada que ver.

—Doctor Carlos Carpincci, guárdese esos comentarios para después. Mi nombre es Fernanda Colombatti, soy la jefa de la investigación de la anomalía HALL-31-B.

—Yo no soy parte de ese grupito. Momento, ya que están acá… ¿Me podrían llevar al Sitio-34? No tengo transporte que me deje allá.

—¿Acaso tengo cara de taxi? Eso lo veremos después. Vine hasta aquí para informarle de que usted será transportado a otra realidad dentro de 7 días.

—¡¿Qué?!

—Así es. Por desgracia, la anomalía HALL-31-B lo escogió a usted.

—¿Cómo saben que soy yo y no otro infeliz?

—Aquí tengo la evidencia. —La doctora sacó de su bolso unas fotografías, que mostraban la imagen de una cinta VHS y su caja. En la portada tenía escrito "La Pesadilla en un Viernes de Halloween" con letras estilizadas a la temática con la imagen de un grupo de adolescentes y en el fondo una máscara de hockey. En otra de las fotografías, se alcanzaba ver los créditos y en ellos aparecía el nombre "Carlos Carpincci" como actor protagonista.

—Sigo sin entender nada. ¿Qué es HALL-31-B?

—Mire, tome esto. Le explicará todo lo que tiene que saber. —La doctora le entregó un documento a Carlos y se subió a la camioneta junto con los guardias. —Le deseo mucha suerte doctor, la va a necesitar. —Tras decir eso cerró la ventana del vehículo. La camioneta marchó a toda velocidad dos segundos después.

—¡Eu! ¡Les pedí si me podían llevar! Conchuda hija de puta… —Carlos entró a su hogar y tiró el documento al sofá.

—¿Quizás la línea 343 me deje cerca? Que paja caminar tanto…


UNA SEMANA DESPUÉS

Carlos se encontraba sentado en su sofá tomando cerveza a las 5 y 59 de la mañana. Por algún extraño motivo que no podía recordar, le habían dado una semana de vacaciones. Mientras bebía, se percató de unos documentos tirados a su costado. «¿Y esto?» Pensó.

Ítem de la anomalía#: HALL-31-B

Carlos ni bien leyó la primera parte del documento, lo dejó tirado por allí y prendió la televisión.

—¿A esta hora Casados con Hijos? Estás en la mierda Telefe…

Cuando el reloj marcó las 6 de la mañana, un aura roja cubrió a Carlos. Él intentó expulsarla a patadas sin éxito alguno. En un movimiento desesperado, se aferró al documento y esperó lo peor.

Oscureció de repente; enseguida notó que "avanzar" como tal le era imposible, pero de algo estaba seguro: Seguía con vida. Estuvo allí atrapado durante un rato largo.

—Tuve que haber traído mi lata mientras podía… —Tras decir eso, apareció en una habitación desconocida. Aprovechando de que había escapado de la oscuridad, se puso a leer el documento.

Descripción: HALL-31-B es un evento anómalo espacio-temporal que ocurre cada 24 de octubre. Durante esta fecha, a través de una anomalía probabilística es seleccionado un sujeto humano, que a partir de este momento será designado como HALL-31-B-1.

Luego de haber sido elegido, aparecerá una cinta de video formato VHS en el Sitio-34. Dicha cinta contiene una portada típica de las películas de horror de la época de los años '80. A su costado tiene los créditos de la película, en donde se ubica el nombre de HALL-31-B-1 ocupando el rol de actor protagónico.

7 días después del fenómeno inicial, HALL-31-B-1 será transportado a una dimensión similar a la realidad base pero situada en el año 1986. La zona en que el sujeto se manifiesta siempre será el de una habitación de un hogar estadounidense, en donde lo acompañan…

Un joven vestido con un buzo rojo con una M amarilla estampada en el pecho entró frenéticamente a la habitación, acompañado por una chica rubia.

—¡Hola Carlos, por fin despertaste!

—¿Eh? ¿Quién sos? ¿Cómo sabes mi nombre?

—¡Viejo, somos amigos desde el kindergarten! ¿O acaso no te acuerdas?

—¿Amigos? Pero si ni te conozco.

—No digas eso Carlos, soy yo, Mario. ¿Tu mejor amigo? ¡No me digas que también te olvidaste de Jennifer!

—¿Mario? ¿Jennifer? —Carlos echó la carcajada más larga de su vida. Nada le había causado tanta gracia desde que lo habían ascendido por mérito ajeno. Mario y Jennifer lo miraron bastante extrañados.

—Sí, sí, ponele que los conozco, díganme… ¿Qué hago acá? —Carlos tiró los documentos a la cama. Mario simplemente le hizo un gesto para que lo siguiera. Ambos bajaron por las escaleras hacia el living.

—Carlos, vamos a tener la mejor super fiesta de todos los tiempos. Va a ser increíble viejo, lo vamos a recordar toda nuestra vida.

—Sos medio fantasioso vos. ¿Puede ser? —Un olor bastante familiar entró por la nariz de Carlos. Rápidamente corrió hacia la habitación de nuevo tan rápido como pudo.

Dentro estaba Jennifer, rompiendo el documento para poder fumar marihuana. Carlos la empujó tan fuerte como pudo, pero el daño ya estaba hecho.

—¡Trola culiada! ¡¿Por qué mierda te armas un porro con eso?! —Carlos golpearía el suelo.—¡Drogadicta hija de puta!

—¡Oye Carlos no te pases! ¡Esto no es genial! —Dijo Mario, sujetándole el hombro.

—¡¿Sabes lo que no es genial?! ¡Que esta puta se fumó ese documento sin razón! ¡Mogólica!

Jennifer no dijo ni una palabra y siguió fumando. Carlos cerró los ojos y respiró hondo, levantándose.

—Dios… Bueno, ya pasó, a otra cosa. Decime, ¿Cuántos invitados hay en la fiesta?

—¡Vienen como 10 amigos nuestros! ¡Va a ser muy cool!

—¿Y esta no habla? ¿La droga le reventó las cuerdas vocales? ¿Eh, eh? —Carlos chocó hombros con Mario. El joven le dio una mirada de desaprobación mientras se marchaba junto a Jennifer.

—¿Se van? ¡Llévense esta! —Carlos sujetó su miembro mientras los jóvenes se iban. La idea de tener una fiesta en la época de cuando era joven lo emocionaba bastante.

Pasó toda la tarde leyendo revistas, hasta que se percató del horario en el reloj de la casa. Este marcaba las 11 de la noche, pero el suyo marcaba las 6 y 15 de la mañana. Mario le gritó desde el piso de abajo para que viniera.

Carlos bajó por las escaleras acomodándose la corbata, listo para la fiesta. Pero su entrada épica al baile fue interrumpida por el timbre del hogar. Rápidamente Carlos fue a abrirla, peinándose un poco.

Allí estaban dos niños disfrazados de fantasmas con pequeñas canastas de calabaza llenas de chocolates.

—¡Dulce o Truco! —Dijeron sincronizadamente.

Carlos suspiró y puso su palma en su frente. Los niños agitaron sus canastas con mayor intensidad.

—¡Vamos anciano! ¡Dulce o truco!

—Sí, sí, ya te escuché la primera vez. No te pienso dar nada.

—¡Si no lo haces, te llenaremos la casa de huevos podridos! ¿Verdad Mike?

—¡Exactamente! Ya nos oíste anciano.

Carlos cerró el puño con fuerza, yéndose a buscar algo para los chiquilines diabólicos. Buscó en toda la casa, logrando conseguir solo un par de manzanas. Volvió caminando a la entrada, encontrándose con un pequeño charco rojo en el piso y sin rastro alguno de los chicos.

—Mario, ¿acaso viste algunos nenes por acá? —Preguntó Carlos. Él adolescente meneó la cabeza a ambos lados.

—Pendejos de mierda… Perdóname Mario por lo que se viene, je, je. —Susurró.

El grupo adolescente ya estaba bailando en el living. Carlos se metió a la pista de baile, mostrando sus mejores pasos. El resto solo lo miraba bastante avergonzados. Tras un buen rato de baile, se cortó la luz.

—¡Hey, Johnson! ¿Quieres ir a ver cuál es el problema? —Dijo Mario.

—¡Claro perro! Enseguida vuelvo. —Johnson fue corriendo hacia los fusibles de la casa. El resto siguieron charlando, mientras que Carlos bebía su cerveza a solas. No pasaron ni tres minutos y el cuerpo sin vida de Johnson atravesó una ventana.

Le habían arrancado la lengua y explotado los ojos. Mario enseguida se puso a vomitar, Jennifer y el resto cerraron los ojos. Carlos solo tomó un respiro e intentó investigar un poco lo que había pasado, lanzando su lata vacía bastante lejos.

—Por supuesto, el negro se murió primero… —Todo el grupo allí presente miró a Carlos de mala gana. Carlos se volteó y alzó la voz.

—¿Quién dijo eso? ¡Un poco de respeto por el muerto, por favor! —Carlos se agachó y fingió que estaba inspeccionando las heridas. Jennifer se acercó un poco, apagando su cigarro.

—¿Y si mejor nos separamos para pedir ayuda? —Dijo, con una voz extremadamente ronca y apagada. Carlos nunca había escuchado una voz tan deprimente en su vida.

—¿Pero vos sos idiota, nena? Eso es lo que menos hay que hacer. —Respondió Carlos. El culpable entró al salón rompiendo la puerta de manera violenta.

Era un hombre alto, fornido, con mucho cabello y bastante despeinado. Llevaba una máscara de hockey destrozada, vestido con un jersey navideño cubierto por un traje de mecánico azul y armado con un hacha ensangrentada.

Carlos empujó a Jennifer hacia el asesino, quién la tomó por el cuello y la estampó contra el piso. Jennifer intentó defenderse, pero solo pudo gritar mientras el asesino la apuñalaba con su hacha.

Los gritos cesaron después de un rato. El asesino salió por la entrada principal, destrozando la puerta como si fuera de papel. Mario y Carlos lograron a esconderse en el quincho sin que este los viera.

—¡Carlos! ¡Carlos! ¡Mataste a Jennifer! ¡Oh Dios Carlos! —Gritaba Mario. Carlos rápidamente le pegó un cachetazo.

—¡Cúchame! Jennifer era… Una traidora. ¡Sí! Nos iba a traicionar después.

—Pero yo la amaba viejo… ¡Le iba a confesar mi amor esta noche!

—¡Mala suerte! Al parecer ella no sentía lo mismo por vos.

—Y tú… ¿Tú como sabías eso?

—¡Leí su lenguaje corporal! Ahora, cálmate un segundo. Yo tenía la información para sacarnos de este lugar, pero Jennifer al ser una traidora le prendió fuego.. Ahora me toca improvisar… Carajo.

Jesse, amigo de la infancia de Mario, fue corriendo hacia la casa de enfrente. Para su mala suerte, no parecía haber nadie allí dentro, ingresando por una ventana.

El resto de los invitados de la fiesta se juntaron para intentar detener al asesino entre todos, quien decapitó a uno de ellos de un golpe y al resto los destripó a mano desnuda. Tras esa matanza, se dirigió hacia el escondite de Jesse.

El joven se metió a una de las habitaciones del segundo piso. Ni bien abrió la puerta, dos cadáveres de unos niños disfrazados cayeron del techo. Jesse gritó tan fuerte como pudo y bajó al comedor, encontrándose con los cuerpos de los padres colgados de un cable. Aprovechando la conmoción, el asesino apareció detrás del joven y le atravesó el pecho de un golpe, arrancándole el corazón y aplastándolo.

Mario intentó irse a investigar el origen de los gritos, pero Carlos lo detuvo sosteniéndolo del brazo.

—Mario, no. De seguro ese tipo ya es un fiambre.

—Dios santo… ¿Quién rayos es este sujeto?

—¿A mí me preguntas? Ni puta idea.

—¿Y si intentamos atraparlo para descubrir su identida… —La idea de Mario se vio interrumpida por un segundo cachetazo de Carlos.

—¡No! Tenemos que llamar a la policía. Préstame tu celular, el mío lo perdí.

—¿Celular? ¿Qué es un celular?

—¡La puta que me parió! —Carlos se sentó en el piso y se dio pequeñitos golpes en la cabeza. Mario se agachó a su costado e intentó imitarlo. Carlos se levantó rápidamente y chasqueó los dedos.

—Vení, tengo una idea buenísima.

Ambos se acercaron a una ventana de la casa del vecino. Carlos tomó una piedra y le guiñó a Mario con una sonrisa que contenía cierta picardía criolla.

—Carlos, ¿Qué quieres hacer?

—Lo que me enseñaron en el barrio. ¡Mirá y aprendé! —Carlos rompió la ventana de manera silenciosa.

—¡Voilà! —Exclamó. Los dos pasaron por los cristales rotos, Mario siendo el que más veces se cortó.

—¡Ay, ay! Eso dolió… ¡No es justo!

—¡Cállate maricón! Debe haber un teléfono fijo por algún lugar, una vez que lo consigamos podremos irnos de este lugar y estaremos vivitos y coleando. —Carlos inspeccionó la habitación, sin encontrar algo de utilidad.

—Carlos, ¿acaso te agradecí por salvarnos de Jennifer?

—Na, no fue nada Mario.

—Enserio, si no fuera por ti estaríamos muertos.

—Bueno, suficiente charlita. Me voy a investigar. —Dijo Carlos, marchándose al comedor a los pocos segundos. Mario se quedó revisando el resto de la casa.

Al llegar, estaban los dueños de la casa expresando su amor por el otro. Carlos tomó un cuchillo y el teléfono de la casa marcando 911 tan rápido como pudo, pero solo se escuchó un sonido mortal. Tras un pequeño momento en donde solo pensó en mil maneras para insultar, se dio cuenta que en la mesa descansaba un periódico. La primera plana decía:

"EL PSICÓPATA DE LA CALLE ELM, SAMUEL MORGAN, ESCAPÓ DEL ASILO"

Samuel entró por la ventana de un salto y en un movimiento rápido partió a la mitad a uno de los novios de un hachazo. El otro joven intentó vengar la muerte de su amado, pero el asesino le atravesó el cráneo con un mondadientes y un pequeño chorro de sangre lo cegó.

Carlos no se tomó tiempo ni para pestañar y corriendo fue a apuñalar a Samuel en el cuello, empujándolo al suelo y poniéndose a festejar.

—¡Tomá gil, la tenés adentro! Hijo de…

El asesino se levantó como si nada hubiera pasado, dejando a Carlos boquiabierto. Samuel tomó su hacha e intentó apuñalarlo, pero Carlos bloqueó el ataque de milagro sacrificando su brazo prostético y se puso a correr tan rápido como pudo.

—¡Mierda, mierda, mierda! ¡Era joda, era joda!

En una entrada valiente, Mario le disparó a Samuel en el pecho con la escopeta del hogar que encontró.

—¡Abajo Carlos! ¡Yo me encargo!

—¡No pará Mario! ¡No está muerto! —Carlos intentó avisarle a Mario de lo que se venía, pero ya era demasiado tarde.

Samuel se levantó y tomó a Mario por la cabeza, ejerciendo bastante presión. Apretó y apretó tanto que los ojos salieron de sus cuencas y la cabeza reventó como si fuera un globo de agua.

El cuerpo frío de Mario cayó al suelo. El asesino volteó a ver a Carlos, pero él ya se había ido con la escopeta, dejando un rastro de sudor en el piso.

Carlos corrió por el vecindario, perseguido por el asesino y por un caniche hasta llegar a un establo, bloqueando la entrada con una silla. Se puso a buscar cualquier cosa que lo pudiera ayudar, sin poder encontrar nada.

—A ver, mierda, si Mario pegó un tiro y yo logré a agarrar como 3 cartuchos más… —Carlos buscó en el establo por munición, pero como era de esperarse no había.

Solo encontró un bate de cricket y una caja llena de discos de vinilo con canciones de dudosa calidad. También había una pala, pero era demasiada pesada como para usarla en compañía de la escopeta, ¡y todo con un solo brazo!

—¡Concha, concha, concha! ¡¿Qué hago?! ¡¿Qué hago?! —Carlos se sentó en el suelo. —Ya fue, de algo me tenía que morir… Me tuve que haber llevado una lata. —Un rayo de la luz de la luna entró por la ventana del establo, iluminando algo que estaba tirado en el piso. Carlos se puso a reír de manera maliciosa.

Samuel ya lo había alcanzado. Se puso a patear la puerta hasta que la derribó, explotando la silla en el proceso. Ni bien puso un pie dentro del establo, se fue volando unos metros atrás por culpa de un escopetazo en el estomago. Samuel se levantó suavemente y bastante impactado por lo que sucedía.

RPRPBRRPRPBR

Carlos había encontrado una motosierra, aprovechando el poco tiempo que tenía para atársela su brazo faltante. El asesino intentó embestir a Carlos, pero este le rebanó la mano en un movimiento rápido.

—Listo. —Carlos apuntó su escopeta y disparó. El asesino esquivó el tiro e intentó apuñalarlo con el hacha, pero Carlos le cortó parte del pecho y le pegó un culatazo en la cara.

El impacto fue lo suficientemente fuerte para quebrar la máscara de hockey, revelando el rostro totalmente putrefacto y destruido de un hombre afroamericano. Parecía como si lo hubiera parido un teletubbi deforme.

—Sos un hijo de puta horrible…

Samuel tomó a Carlos por el cuello, pero él fue más rápido y se libró cortando parte del costado del torso. Carlos intentó pegar escopetazo, solo escuchándose un pequeño CLICK cuando jaló el gatillo tres veces.

El asesino soltó otro golpe mortal en un intento de atravesarlo. Carlos lo esquivó con facilidad e intentó patearlo en la entrepierna, sin éxito alguno. Samuel inclinó su cabeza hacia el costado y lo mandó a volar de un solo golpe.

—¡La concha de tu madre! —Carlos rodó en el suelo. Samuel se acercó para dar el golpe final lentamente, dándole el tiempo suficiente a Carlos para partirle el cráneo a la mitad, manchando su gabardina con sangre.

Los sesos del asesino salieron disparados por todo el pasto. Carlos inhaló profundamente y libero un grito primitivo, golpeándose el pecho varias veces mientras pateaba el cuerpo del asesino en el suelo.

—¡No cagás a nadie! ¡Te pasa por puto y cagón!

Carlos rápidamente volvió a la casa en donde falleció Mario, sacándose el sombrero y dejándolo a un costado del cadáver.

—Nada mal, pibe… —Carlos tomó asiento en la entrada del hogar. A lo lejos se escuchaban las sirenas de los policías. Cerró los ojos por un segundo y cuando los volvió a abrir, todo era negro.


Carlos apareció sentado en un sofá, pero no el de su casa. Estaba en lo que parecía ser una sala de vídeo con una estantería repleta de cintas parecidas a las que había visto ya hace una semana. Una doctora lo observaba desde una ventana a su misma altura.

—Me sorprende que siga vivo, Carlos. Sobrevivió allí dentro sin leer los documentos que YO le entregué hace una semana.

—Perdón, es que los perdí.

—Más que perder, se los fumó una pandillera cualquiera… Sin contar que tuvo un período de 7 días para leerlo.

—Bueno, bueno, ya entendí… Tengo algo de sed. ¿Me podrían pasar algo de beber? Quizás una cerveza si se puede.

—No lo creo. Después de que revisemos sus heridas, estará en cuarentena por una semana para asegurarnos de que todo esté bien. Señores, sáquenle la motosierra. —La doctora Colombatti chasqueó los dedos. Los guardias se dirigieron a la sala a paso acelerado.

—Me agradaba mucho la idea de tener una mano sierra, ¿sabe?

—Una lástima, doctor. Eso si, debo admitir que su versión de HALL-31-B me pareció la más entretenida. Quizás le haga un par de preguntas después.

—Supongo que me van a dar otro brazo prostético, creo que me lo he ganado.

—Lo charlaré con mis superiores y veré que puedo hacer. Hasta luego. —Los guardias se abrieron paso a la habitación, confiscando la motosierra y llevándose a Carlos a la sala médica. «¿La versión favorita? ¿Qué querrá decir con eso? Maldita cínica…»

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