En el Bosque
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He cerrado una puerta que ya no existe. El concepto de puerta ya ha desaparecido. Cualquiera que pase por delante verá… Bueno, no sé, pero no será mi puerta. Sin embargo, mi puerta es especial para mí; hace años puse una plantilla en mi mente, una versión memética de buscar y reemplazar. Lo que veo es el dibujo de un niño de lo que alguna vez fue. El tacto es indescriptible, pero se cierra. Había otra puerta en mi oficina, creo, pero ya no está.

Lo que está escrito en mis paredes fue una vez un gráfico del conjunto de memes, aunque al ritmo de mutación actual dudo que siga siendo una representación exacta. Conozco cada flecha y cada nombre en clave. Puedo trazar las relaciones casi sin pensar, cada una es un camino bien marcado en mi mente donde nada puede crecer.

El dispositivo del sitio ha sido activado. Todas las salidas han sido selladas.

Refunfuño. Es la tercera vez esta semana que alguien intenta llevarse el sitio. Pasarán otros nueve segundos de agentes meméticos ultrasónicos para generar calma y obediencia, y luego el O5 del sitio se encargará de anularlos una vez más.

Siete.

Suspiro y me escondo debajo de mi escritorio, tratando de disponer mi chaqueta como una cortina. Las luces fluorescentes nunca se apagan. No sé qué hora es, ni cuándo debo dormir. Lo mejor es intentarlo ahora, ya que probablemente habrá unas pocas horas hasta el próximo intento.

Tres.

Se escucha gente corriendo y llorando en el pasillo. Probablemente no tenga relación.

Activación del dispositivo cancelada.

Un grupo entero pasa corriendo, seguido por lo que parece ser botas militares. ¿Tal vez necesitan reponer su suministro de Clases-D? Hay algún proyecto en desarrollo, en lo profundo del sitio. El apocalipsis continuo indica que han fracasado.

Alguien llama a mi puerta. Es un sonido hueco, cuatro veces, como si golpearan la puerta con la parte posterior de su mano.

No debería ser posible. Las puertas ya no existen. No debería ser posible. La manija se agita sin éxito, una vez, y luego se rompe repentinamente, atravesando el delgado metal alrededor de la cerradura.

Entro en pánico. Hay un arma en mi oficina. Tenía una pistola. Está en mi escritorio, sobre la nota de suicidio. A un centímetro de metal sólido de distancia.

Salgo de mi escritorio, me golpeo la cabeza con el borde y caigo sobre mi silla. Cuando me levanto, la pistola está desmontada en pequeñas piezas ordenadas por tamaño y función, y Annette está de pie frente a mí, mirándome fijamente con ojos que no ven.

Abro la boca para hablar, pero el pequeño aparato negro de su muñeca no vibra. Me imagino que enviarían a Annette a ocuparse de mí; no ve, no oye y no habla, y si el pequeño transductor de su muñeca no está encendido, está en un total aislamiento. Estoy jadeando. Todo este entrenamiento y me he quedado sin aliento.

Nos quedamos en silencio, Annette no se mueve, yo no me muevo. Sus ojos son un azul cristal muerto. De repente, tengo la boca insoportablemente seca y recuerdo que no he bebido nada más que orina durante varios días. Lo único que deseo es arrancarle los ojos de la cara y metérmelos en la boca, para chuparlos como si fueran de hielo. Me relamo los labios.

Annette mete la mano en su chaqueta, saca un pequeño estuche y lo hurga casi demasiado rápido como para que yo pueda verlo. Saca una pequeña tarjeta blanca y me la muestra. Parece nueva, nítida y de color blanco crema. El texto está mal escrito y es demasiado grande para la tarjeta:

SIN TRUCOS
TE HAR
É DAÑO

—Entendido —digo. Hay una pausa en la que ninguno de los dos hace nada. Camino lentamente alrededor del escritorio y la vuelvo a colocar en la mano de Annette con un pequeño chasquido. Se relaja, solo un poco, y golpea el dispositivo negro en su muñeca. Comienza a vibrar de nuevo. Me doy cuenta de que puede que no me muera.

Annette se acerca a mi pared y repasa el diagrama de flujo con un dedo, desprendiendo escamas de moho negro de las líneas. Se detiene en el centro, se desliza sobre el moho y da unos golpecitos.

NIÑOS.

—Nunca recibió un nombre en clave —murmuro.

Annette retrocede y se sienta frente a mi escritorio. Coge el cartucho y empieza a juguetear distraídamente con él, metiendo y sacando balas. Después de un segundo, toma una bala y comienza a dar golpecitos con ella. Código Morse.

NECESITO AYUDA.

Parpadeo.

—Me cuesta imaginar algo que yo pueda hacer.

Hace una pausa y ladea la cabeza. Me siento, y sus ojos de cristal me siguen. Recuerdo un informe cualquiera de la lista de correos del departamento de memética, hace años. Incluso bajo anestesia, los músculos oculares se movían para seguir una fuente de movimiento. Nunca pudieron entenderlo.

NO CONOZCO EL TÉRMINO DESFASE DE LA PERCEPCIÓN EN FASE TERMINAL.

Me encojo de hombros.

—Eso describe muchas cosas. ¿Cuáles son los síntomas?

AGONÍA NECESIDAD DE SEDANTES VARIOS HUESOS ROTOS COLAPSO PSÍQUICO.

No es ninguna sorpresa. El condicionamiento de la Fundación es el mejor del mundo, pero nadie puede tacharlo de ser precisamente sutil.

Los memes son ideas. Las ideas son la forma en que vemos el mundo. La memoria es algo voluble: Cuando las estrellas desaparecieron no bastó con amnesteciar a toda la población y borrar todos los registros, incluso si eso hubiera sido factible. Quedan pequeños destellos, pequeños atisbos, las pequeñas cosas. En un momento dado consideramos poner un gran proyector, recuerdo, en la Luna. Era demasiado caro. Es mucho más fácil hacer que la gente piense que las estrellas están ahí, incrustarlas en sus mentes. Ahora ven que las estrellas se mueven con ellos, en cualquier lugar alto y oscuro.

Me froto la frente.

—Quieres un descondicionante, ¿no? —Un antimemético (no necesariamente un antimeme). Un antídoto. Un deshacedor.

SÍ.

Ya veo a dónde va esto.

—¿Para qué?

TODO.

—No tengo eso. Nadie tiene eso. Por obvias razones.

PERO PUEDES HACERLO.

Me encojo de hombros.

—Soy el mejor —miento—. Pero necesito una mente limpia.

Annette se inclina hacia delante. Tardo un momento en darme cuenta de que quiere escuchar más.

—Como una incubadora.

Annette se inclina hacia delante y coge la nota, los ojos de cristal no se apartan de los míos. Desvío la mirada hacia el organigrama durante un minuto. Es solo un trozo de papel, no hay forma de que ella sepa lo que es. Ni siquiera había escrito mi nombre aún. El papel cae silenciosamente en el escritorio.

CÓMO.

—Un Clase-D. Luego media hora para la incubación. Luego puedes seguir tu camino.

Se mueve de un lado a otro.

SÍ.

La puerta se abre de golpe. Un único agente de DM entra a trompicones y cae de bruces. Afuera, un agente se apoya en la pared más lejana del pasillo y llora, y otro está tumbado en el suelo, mirando al techo. El que está en mi piso solloza para sí mismo, intentando levantarse. Miro a Annette. Ni siquiera se han movido.

—Deberíamos irnos —digo en voz baja.

Annette se incorpora.

SÍ.

Todo el mundo muere. Fácil de decir, difícil de ver. A primera vista, no hay razón para preocuparse cuando todos estaremos muertos en un mes. Pero….

A Annette parecía importarle. Es difícil leer las emociones del código Morse y de alguien que nunca ha visto una cara, pero parecía importarle. ¿Qué tan doloroso sería? ¿Que tu mente se desgarre, que se superpongan veinte cosas diferentes que no están ahí sobre algo que nunca existió? Puedo justificarlo si entrecierro los ojos y lo llamo paliativo. Puedo convencerme de que eso es todo lo que queda. Una última buena acción.

¿Cómo olvidar lo que he hecho? Al salir de mi oficina, cierro la puerta por lo que sé en mi corazón que es la última vez, la puerta que nadie verá ni abrirá de nuevo. Intento trazar el diagrama de flujo en mi mente y descubro que las ramas más lejanas se han vuelto borrosas e indistintas, de nuevo con mucha maleza.

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