Insulto A La Obra Del Señor
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“Y dijo Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar,
Y llamó Dios a la reunión de las aguas Mares: y vio Dios que era bueno.”

Pero aquellas aguas nunca han sido tocadas por la mano de Dios. Pero aquellas aguas nunca han saciado la sed de un pueblo. Aquellas aguas, que tan divinas se autoproclaman, son un grave insulto hacia la creación del todopoderoso.


Somnoliento me he levantado de la cama, pues ayer fue un ajetreado día; pero doy gracias al señor por poder haber terminado toda la faena que tenía pendiente en la Fundación hasta ahora.

Revisé brevemente mi reloj de muñeca —Las 6 de la mañana — Murmuré.
Estuve preparándome adecuadamente para volver al trabajo, por suerte el sitio en el que estoy asignado actualmente está relativamente cerca de mi casa; a menos de 30 minutos en carretera. Finalmente me vestí con mi guardapolvo negro, guantes y mi colgante de cruz y me dirigí hacia mi coche.

La carretera era oscura, iluminada únicamente por los focos de los vehículos, mientras que el cielo estaba nublado. Tras un corto tiempo de viaje, me encontré otra vez en la entrada del sitio.

Al ingresar fui a mi despacho, pasando por los limpios pasillos por los cuales había un flujo constante de personal mostrando una clara urgencia por llegar a sus destinos. Una vez en mi puesto, me dispuse a revisar si tenía algún trabajo que realizar, y así era. Al parecer tenía que investigar la aparición de un culto de personas que veneran a un simple charco de agua como si fuera la única madre y creadora de la vida; estaba profundamente indignado de que actualmente la humanidad siga llevando a cabo casos tan severos de ignorancia, aunque esto ya es demasiado patético. Incluso tras los treinta años que he estado trabajando como teólogo y antropólogo en este lugar, siempre hay algo que me acaba sorprendiendo como si fuera el primer día.

Al parecer, dentro de media hora debían recogerme en un helicóptero hacia la zona de culto de la anomalía para estudiar un par de cosas; la cual se encuentra en un acuífero bajo el lago Titicaca, por lo que me dirigí al helipuerto. Tras unos minutos andando por los ajetreados pasillos, logré llegar a mi destino.

—Hola, ¿Tú también vas a lo del agua? — Me dijo Francis, que estaba sentado mientras esperaba al vehículo. Además de investigador, es un especialista en negociaciones e interrogaciones con anomalías inteligentes. Hemos trabajado juntos más de una vez, por lo que ya nos conocemos desde hace tiempo.

—Hola Francis. Sí, estoy aquí para lo del culto, este trabajo no para de sorprender, ¿Eh? — Respondí mientras me sentaba junto a él.

—Je, eso parece…

Un repentino silencio se hizo presente, ambos pusimos nuestras miradas en el azulado horizonte. Lo único que podía hacer era deleitarme con la belleza del paisaje; el sol presidía el brillante cielo, pues ninguna nube ni montaña se atrevía a obstruir el camino de su luz. Pero entonces, una figura se hizo presente y comenzó a descender del paisaje; atreviéndose a tapar aquella gloriosa estrella.

—Ahí está nuestro transporte — Mencionó Francis, mientras se levantaba de su asiento.

Fui hacia el helicóptero junto a él, y una vez nos subimos, el piloto giró su cabeza momentáneamente.

—¿Ustedes son Quiroga Romero y González Naranjo, verdad?

Ambos afirmamos al momento, por lo que se dispuso a alzar el vuelo. Poder observar la tierra desde las alturas me transmite una sensación de euforia grandiosa, pareciera que Dios extiende su mano hacia mí desde su reino de los cielos para darme la bienvenida a este.

La hélice del vehículo era el único sonido del que podía percatarme, aunque este se hacía más distante por cada segundo que pasaba observando las maravillosas vistas. El viento rozaba suavemente mi rostro, la luz me rodeaba formando un aro celestial. Pero tras un largo pero relajado tiempo de viaje, una estructura familiar se hizo presente en el paisaje; ya habíamos llegado.

—Bien, ya vamos a aterrizar. Habéis estado muy callados durante el trayecto, ¿Pasa algo? — Mencionó el piloto.

—Me temo que no, hijo. Solo estábamos disfrutando del viaje — Respondí.

—Ya veo. Buena suerte con sea lo que sea la cosa por la que estáis aquí.

Descendimos hacia la superficie, y ambos fuimos hacia el puesto de investigación provisional que la Fundación había desplegado en la zona. El piloto volvió a despegar el vehículo para desaparecer entre las nubes que ahora se hacían presentes, mostrando un cielo mucho más apagado que hace unos solos minutos. Había un hombre esperándonos en el helipuerto vestido de un traje hermético de color amarillo que cubría todo su cuerpo, únicamente mostrando su rostro a través de un visor; al parecer las cosas se habían complicado.

—Hola, señores. Me disculpo de antemano por ciertas complicaciones que han surgido a la hora de la contención de esta anomalía, de las cuales no se les han advertido con anterioridad. — Era el supervisor de la investigación, quien tenía un aspecto cansado pero formal.

—¿Qué ha ocurrido, supervisor? — Pregunté.

—Resulta que esta “agua” es contagiosa en el caso de que mantengáis contacto físico directo con ella, por lo que tendréis que llevar estos trajes en todo momento. También os deberéis someter a una corta cuarentena una vez finalizada la jornada de hoy, como es de esperar.

—D-Disculpe, pero, ¿Cómo que esto es contagioso? — Preguntó Francis con cierto temor en sus palabras.

—Descubrir eso es una de las razones del porqué tenemos a todo un equipo trabajando sin descanso por aquí. Lo único que tienes que hacer tú es conversar con la anomalía, y mientras sigas la única regla que hay, todo estará bien. No es muy difícil, ¿No le parece? — El supervisor se mostraba molesto, pareciera que se sentía decepcionado por la poca profesionalidad que él demostró con esa pregunta; mientras que Francis estaba nervioso, y se podría decir que algo asustado.

—Vale… No veo problema, señor. Entonces, ¿Dónde están los trajes? — Añadió Francis.

—Los trajes… Oh, disculpen. Se me han olvidado, ahora voy a por ellos, perdón por el despiste. Están siendo unos días ajetreados.

Entró en las instalaciones durante un momento y salió de estas con la equipación, con la cual nos vestimos antes de ingresar. La estructura estaba impregnada de un intenso blanco en su totalidad, pero este no era acogedor. No era blanco como la nieve, no era blanco como las nubes. Era demasiado opresivo, era demasiado artificial.

La instalación en cuestión fue montada en medio del lago, justo arriba de la anomalía. Tenía una forma circular, estando conformada por diversas cúpulas de investigación separadas por pasillos y puertas de seguridad. El supervisor me acompañó a la zona que se me había asignado, y donde debería analizar algunas cosas que se encontraban en el lugar de la anomalía antes del primer contacto, las cuales nos podrían brindar más información respecto a su origen e inclusive su naturaleza.

Debía revisar unas tablillas de piedra con lo que parecía ser la silueta de una mujer con las manos cruzadas y el pelo largo tallada en ellas. Su creación databa aproximadamente del Siglo XV. Aparentaban pertenecer a un antiguo templo de culto Inca, pero no representaban a ninguna deidad que conozca. Entonces, una de las tablillas comenzó a brillar con una tonalidad azulada.

—Hola, hijo — Una voz femenina rompió bruscamente el silencio del momento; esta era lejana, pero clara a la vez.

—¿Quién eres? — Me alejé rápidamente hacia el otro extremo de la pequeña habitación.

—Aunque no lo crea, soy tu madre, vuestra madre…

—Me temo que ese orgullo pertenece a María Naranjo, que en paz descanse, y no a una simple voz sin cuerpo como tú.

—No me malentienda, no soy la progenitora que te dio a luz, no soy aquella que te enseñó la realidad de la vida; yo soy la madre de vuestra raza, de vuestros genes, de vuestra naturaleza.

—Haré caso omiso a sus declaraciones si no se digna a mostrarse ante mí en un principio. — Recompuse mi posición, tratando de afrontar con la mirada a lo intangible.

—Me temo que mi voz, al igual que mi amor hacia vosotros, será lo único que podrá ver sobre mí.

—Con eso no me es suficiente, y menos de parte de una anomalía como usted. ¿Cómo sabré que no dice más que manipuladoras mentiras?

—Con fe, hijo. Fe sobre tu creadora que en la soledad decidió formar a sus hijos para que aprendieran a amar, al igual que su madre.

—Mi fe y esperanza está puesta en el Señor, quien nos creó a su imagen y semejanza; mientras que tú siquiera decides mostrar ante mí tu cuerpo; ya sea por cobardía o hipocresía.

—Habéis olvidado mi nombre, por lo que decidisteis buscar una falsa respuesta para vuestras ansias de conocimiento. Pero ahora, no solo la verdad está postrándose ante vosotros, también aquella que desde el barro moldeo vuestros rostros; brindando vuestra personalidad. Aquella que moldeo vuestro cuerpo; brindando vuestras capacidades.

La tensión fue interrumpida por una estruendosa alarma que resonaba por la habitación y parecía extenderse por toda la zona, la he escuchado en tan repetidas ocasiones que la tensión que debería causar en mi resulta ser nula. Estamos en cuarentena, y por tanto, en peligro.

—Si tanto nos ama, ¿Por qué suenan con furia las sirenas que presagian la tragedia?

—Hijo… No sé quiénes sois vosotros, no sé cuánto tiempo he estado sin ver vuestras preciosas caras, pero habéis cambiado. Aquel amor que con anterioridad se encontraba en vuestro ser ahora se ha desvanecido, al igual que la sangre original de aquellos primigenios prójimos.

—Si sus hechos, que con tal anhelo trata de hacer pasar por ciertos, hubieran realmente ocurrido; todos sus hijos recordarían con cariño su nombre. En cambio, sin importar a cuantos hombres les pregunte cuál creen es su creador, nunca responderán con alegría tu nombre.

—Nunca pensé que podría sentir odio por alguna de mis creaciones. Cuanto más sé de vosotros, más ansío remodelar vuestro ser. Constantemente siento un punzante dolor por no brindar mi más mayor bendición a mis primigenios hijos, pero las lágrimas derramadas por el pasado no tendrán importancia en el presente. Ahora debo actuar.

La molesta voz, la cual se superponía con firmeza ante el ruido de las alarmas, cesó. No toda voz que proviene del cielo es santa, algunas solo tratan de opacar la voz del Señor con sus gritos y declaraciones sin sentido alguno. Esta anomalía es una de ellas, una de tantas que juegan con su poder que creen insuperable. El poder ciega y corrompe, y no solo al hombre.

Ambas puertas de la habitación estaban completamente selladas, mientras que lograba distinguir el ruido de un tiroteo, siendo silenciado por las sirenas. Estuve esperando pacientemente al rescate, cuando una de las puertas comenzó a abrirse, y pude distinguir a varios hombres tras esta.

—Mira tú por donde, más gente. — Mencionó un guardia de seguridad armado, quien entró a la habitación acompañado de dos personas más. Estos eran el supervisor y otra investigadora.

—Supongo que no sois el equipo de rescate, ¿Qué hacéis aquí? — Dije mientras me acercaba a ellos lentamente.

—No te acerques. — interrumpió el supervisor —No podemos confiar en él, recuerde que esta anomalía es contagiosa.

—Lo entiendo, ¿Puedo mostrarles de alguna forma que no estoy infectado? — Mencione.

—Todos los que hemos encontrado hasta ahora son agresivos, además de que él aún lleva puesto el traje hermético, yo diría que nos podemos fiar de él — Añadió la investigadora.

—Estoy de acuerdo. — Mencionó el guardia.

El supervisor se mantuvo en un silencio reflexivo un corto momento — Por favor, Rubén, acércate a él para asegurarse de que no es peligroso.

—¿Y cómo se supone que voy a hacerlo? — Contestó el guardia.

—Acércate a él, y no quiero quejas.

—Vale…

Se acercó hacia mí empuñando firmemente su arma, y tras chequearme con cierto nerviosismo, hizo un gesto para indicar que era seguro.

—Ahora que podemos contar con usted, querría que nos acompañara hasta que llegue el equipo de rescate. Ninguna zona es segura llegado este punto. — Me dijo el supervisor mientras se dirigía hacia mí.

—No veo problema, pero ustedes son investigadores, ¿No deberían resguardarse en una sala segura?

—Tampoco es que estemos indefensos, además, cuantos más seamos mejor. — Contestó la investigadora. Pecado sería protegerme cobardemente en un refugio mientras haya supervivientes que rescatar.

—Perfecto, les ayudaré en lo que pueda. — Contesté, estrechando la mano del investigador.

—Puede llamarme Ludwig, ellos son Rubén y Samantha. —

—Encantado, me llamo Jose.

—¡Mierda, otro de estos! — Exclamó sobresaltado Rubén a la vez que alzaba su arma, apuntando a una figura que se encontraba en la otra habitación.

Comenzó a disparar hacia él, vaciando completamente el cargador de su subfusil, pero el ser no detuvo su avance hacia nosotros. Todos nos movimos a la otra esquina de la habitación, y la criatura se acercó lo suficiente para que pudiera apreciarla claramente.

Estaba formado de un líquido de un azul intenso que se asemejaba al agua de mar. Esta se mantenía en una forma humanoide que aparentaba ser el último rastro de humanidad que a duras penas conservaba. Huesos y órganos se encontraban flotando en él, dejando un grotesco panorama de un cadáver descompuesto que se podía observar por la transparencia de su ser.

—¡Pero apunta bien, coño! — Protestó Samantha.

Ella y Ludwig procedieron a desenfundar sus armas, disparando al unísono a la anomalía. Cuando lograron impactar en el cráneo de la criatura, el cual aún se encontraba flotando en esta, el ser se desplomó violentamente contra el suelo; y el agua volvió a la normalidad, generando un gran charco alrededor de los restos humanos de su interior.

—Mucho quejarse, pero si no lo hubiera visto ahora mismo estaríamos hechos mierda todos nosotros — Mencionó Rubén mientras aún recuperaba el aliento.

—Ya, ya… Claro que sí — Contestó con sarcasmo Samantha.

Ludwig observaba con cierta decepción la discusión, sin intervenir en esta.

—Rubén, dame tu pistola. — Le dijo Ludwig.

—Y una mier-… — La adrenalina le había hecho olvidar que estaba hablando con su superior por un corto momento. Entregó su arma secundaria sin decir nada más, mientras que el supervisor se mantuvo mirándolo con desprecio antes de voltearse hacia mí.

—¿Usted sabe disparar? — Preguntó Ludwig mientras me ofrecía la pistola.

—Pobre de aquel que trabaje aquí y no conozca cómo emplear un arma. — Contesté mientras la agarraba.

Jure a Dios, que mis manos no volverían a matar a un hombre, que mis manos no volverían a mancharse de sangre y pecado. Pero estas cosas no merecen siquiera ser referidas como humanos, y lo más piadoso que podría hacer de mi parte es acabar con sus seres.

—Apunta a sus órganos, disparar a cualquier otra parte solo es un malgasto de munición. — Añadió Rubén.

—Ya hemos estado aquí suficiente tiempo, vamos a avanzar. — Dijo Ludwig mientras se dirigía a la otra puerta para abrirla, a lo que todos fuimos tras él.

En la siguiente sala se encontraba un cadáver completamente esquelético, pero que aún mantenía su piel intacta.

—Que Dios se apiade de su alma, y que el sufrimiento que ha tenido que vivir sea recompensado en la otra vida.

Samantha puso su mano en mi hombro indicando respeto por el fallecido, mientras que Ludwig y Rubén continuaron avanzando, a lo que después de unos segundos nos sumamos.

—¿Sabéis dónde está Francis? — Dijo la investigadora.

—Según recuerdo estaba en una entrevista con la anomalía, que Dios se apiade de su alma. — Contesté con pesar en mis palabras, un hombre tan joven no merecía tal destino.

Todos se voltearon hacia mí, fijándose en mis ojos en silencio sepulcral durante un corto momento antes de volver a continuar andando por las blancas instalaciones sin decir nada. No había mancha de sangre que ensuciara la zona, pero llegamos a encontrar más cuerpos de guardias e investigadores en las mismas horribles condiciones.

Ni un solo ser ha decidido volver a postrarse contra nosotros hasta el momento, pero no dejamos de estar en alerta constante.

Tras un largo tiempo de estar caminando sin aparente rumbo por las estrechas instalaciones con la continua alarma resonando y desorientando nuestro oído, llegamos a una amplia sala la cual pude identificar rápidamente como un aula de investigación. Ludwig y Samantha comenzaron a registrar la zona, mientras Rubén y yo estuvimos protegiendo la entrada de cualquier amenaza.

La zona estaba repleta de material de investigación, además de lo que parecían ser muestras de la anomalía y otras misteriosas sustancias de las cuales estoy convencido de que inclusive nuestra tecnología es incapaz de comprender en su totalidad, y que empleamos únicamente gracias a las pruebas y errores que no llegan a proporcionarnos el máximo conocimiento de sus características.

A veces, dudo porque Dios en su infinita sabiduría, decidió crear tales anomalías cuya única finalidad aparenta ser confundir hasta la misma naturaleza con su incomprensión.

—A-Ayud-… — La radio del guardia comenzó a sonar, emitiendo una leve voz cansada que con sus últimos alientos pedía desesperadamente auxilio. Por instinto agarre la radio, y logre escuchar unos susurros afónicos tratando de decir su ubicación.

—Está en el acuífero, con la anomalía. — Dije al grupo.

—Jose, no vamos a arriesgarnos tanto, no vamos a rescatarle cuando nuestras vidas peligran tanto. — Contestó Ludwig.

—Mas caeremos en la busca de una justa causa, y no viviremos en la culpa de la cobardía.

—Me niego a perder a más personal, le ordeno que se mantenga con nosotros.

—Pues no parece que la vida de sus hombres le importe más allá de los informes de sus trabajos encomendados.

Fijó su mirada en mí con un agresivo desprecio silencioso.

—¿Conocéis a Francis, no? Si aún hay supervivientes en la zona de la anomalía, él podría haber permanecido con vida hasta ahora. ¿Acaso pensáis superar el remordimiento de no haber decidido tratar de salvarlo? — Añadí con furia.

—No somos el equipo de rescate, si usted quiere caer en la más obvia trampa que he llegado a contemplar en toda mi carrera, adelante. Mi conciencia está limpia, al igual que mis manos; haga lo que le parezca, pero lo hará en solitario.

—El poder pierde toda función si recae en un hombre de débil voluntad y nula esperanza, supervisor.

Antes de irme, Rubén se dirigió hacia mí.

—Lo siento Jose, pero no tengo otra opción que quedarme. Toma esta tarjeta de acceso que encontré en uno de los cuerpos para que puedas ir sin problema, buena suerte.

—Gracias, Rubén. — Agradecí su apoyo, pero aun así no se arriesgó a acompañarme.

Con firmeza agarré mi arma, dispuesto a salvar a aquellas víctimas sin mirar atrás. Todos se mantuvieron en silencio, sin tratar de detener mi misión. La alarma no cesó, siendo mi única compañía sumada a los cadáveres y charcos de agua.

Mi travesía fue interrumpida cuando alcancé a escuchar un disparo en la otra sala, por lo que pasé por la puerta con precaución. En esta se encontraba un guardia de seguridad de espaldas sin su traje hermético, junto a un investigador agonizante con heridas de bala. Antes de que pudiera desenfundar mi arma, el guardia se giró hacia mí, mostrando su cuerpo semi-diluido en el agua flotante dejando un grotesco panorama.

—Supongo que está en nuestra contra, ¿No es así, investigador? — Dijo mientras apuntaba su arma contra mí.

—Solo estaba encargado de estudiar unas tablillas, no sé qué está pasando, ¿Qué le pasa? — Trate de responder serenamente.

—¿Madre aún no se ha postrado ante usted? — Respondía con confusión mientras bajaba su arma y se acercaba —Déjeme, entonces, que le muestre su palabra.

Rápidamente saqué mi pistola, mientras que la abominación intentó hacer esto mismo aún sobresaltado por la agria sorpresa. Trate de disparar a su cabeza, y al ver que fallé el tiro, dispare a su mano; tirando el arma a la otra esquina de la habitación junto al moribundo investigador.

El ser se abalanzó hacia mi desarmado, por lo que me vi obligado a tirar mi arma y hacerle frente físicamente. Ambos caímos al suelo tras que este impactara con fuerza contra mí, seguido por un intenso forcejeo. Estaba tratando de rajar mi traje, pero antes de que lograra hacerlo, pude quitármelo de encima apartándolo a mi lado.

—Te doy la opción de escucharme, y a lo mejor te perdonare. — Dijo él, mientras ambos lentamente nos alzábamos del suelo.

—Te doy la opción de escucharme, para que no caigas en la manipulación de una de tantas anomalías tan semejante a otras con las que habrás trabajado anteriormente. — Contesté aún recuperando el aliento.

—Esto no es una anomalía, esta es nuestra madre. — Respondió con furia, recomponiendo su posición defensiva.

—Entonces tu destino ya ha sido marcado. — Dije mientras respondía a su amenazante pose enfrentándole con la mirada.

Sin previo aviso, un disparo cercano rompió bruscamente la tensión, el cual impactó en la cabeza del ser, que comenzó a retorcerse de dolor tras desplomarse contra el suelo. Este disparo fue efectuado por el investigador, quien cogió la pistola que había acabado a su lado.

El agua que brotaba de él comenzó a formar un charco alrededor del ser, estaba muriendo. Intenté tranquilizarme, pensando que había sido vencido, pero esto me hizo ignorar a la anomalía la cual empezó a arrastrarse hacia el ahora difunto investigador.

Este empezó a abrazar al cuerpo, aumentando su tamaño al hacer esto. El charco de sangre a su alrededor fue absorbido por el ser, sumándose a su masa de “agua”. Disparé frenéticamente contra el ser, pero no logré acertar ningún tiro a ninguna de sus partes débiles.

—Gracias, madre, por brindarme tal bendición y fuerzas. Por tu gloria acabaré con aquellos que tratan de manchar tu nombre. — Dijo mientras se giraba hacia mí con ira.

Pasó a medir casi dos metros, sus vestimentas y protección flotaban alrededor del agua junto a sus restos humanos, y el cadáver del investigador quedó esquelético.

Mi arma se quedó sin munición, y el ser se estaba acercando lentamente. Solo podía intentar una cosa, y que Dios se apiade de mi alma en caso de que no tenga buen resultado.

Rápidamente embestí a la anomalía, agarrando lo que quedaba de su cráneo expuesto. El ser trató de detenerme, pero antes de que pudiera hacer algo, estrellé con fuerza aquellos restos contra el suelo, comenzando a pisotearlo con furia, causando que éste se deshiciera completamente debido a su pésimo estado; mostrando partes de su cerebro.

La anomalía pasó a ser un gran charco de agua, la cual perdió toda tonalidad inusual. Agarré su pistola y munición, y coloqué en una posición más respetuosa al investigador que salvó mi vida.

Esta anomalía no solo se ha atrevido a causar dolor, no solo se ha atrevido a declararnos la guerra. Se ha dignado a insultar sin respeto alguno a mis progenitores, y con un total desprecio, trató de engañar a los pobres ingenuos haciéndose pasar por su creadora.

Sé que es pecado guardar tal odio y remordimiento por actos que no son tan severos, pero que culpa tendré yo de que sus dolorosas palabras se mantengan en mi recuerdo hasta la muerte.

Y tras atravesar lo que aparentaban ser centenares de salas idénticas sin fin, tras ver a decenas de cuerpos cuyas caras habré visto sonrientes alguna vez; tras pasar toda la desgracia, había llegado. Una gran puerta anteriormente hermética, abierta en su totalidad.

Me dispuse a pasarla, encontrándome con un largo túnel excavado que parecía no tener fin. Este hacía un severo contraste con las instalaciones, pues en vez que las molestas y deslumbradoras paredes blancas, este descenso no había sido alterado; dejando al descubierto la roca y tierra en la cual fue excavado. Por cada paso, el ambiente se volvía más sombrío y la humedad hacía una mayor presencia. Algunos cadáveres yacían tirados sin respeto alguno, los cuales me vi obligado a ignorar debido al corto tiempo del que posiblemente disponía para rescatar a aquellos supervivientes.

Tras lo que aparento ser una larga caminata, por fin logré divisar el fin del pasadizo. Una gran cueva se abrió ante mis ojos, donde pude escuchar una voz que rápidamente distinguí como la de Francis, quien parecía hablar a un pequeño lago que estaba delante de él. Este era brillante, más brillante y azulado que el cielo. Parecía que trataba de imitar su aspecto y grandeza, pero solo lograba transmitir una innatural y desagradable aura, eliminando toda sensación de libertad al encontrarse enterrado donde la mano de Dios no alcanza.

—¡J-Jose, eres tú! ¿¡Qué haces aquí?! — Al percatarse de mi presencia, Francis volteó frenéticamente hacía mí. Su actitud denotaba una gran angustia y desesperación.

—Hijo, ¿No has tenido suficiente con la tragedia que has presenciado, por qué decide postrarse cara a cara ante mí ahora? — Dijo la incorpórea voz.

—No veo su rostro por ninguna parte, y hasta que no sea así, no me dignare siquiera a responder sus palabras — Respondí.

El charco comenzó a evaporarse, emitiendo inusuales cantidades de vapor, la cual poco a poco fue formando la silueta de una mujer que flotaba por encima de la superficie del agua.

—He aquí, mi avatar en lo tangible, mi rostro si así prefiere llamarlo. Usted me ha pedido que muestre mi aspecto, y he cedido a su propuesta. Ahora, si quiere conversar, muestre usted su cuerpo sin ningún traje que le oculte. — Dijo la mujer.

He pasado treinta años trabajando para la Fundación. He tratado con centenas de anomalías con un poder inigualable a lo máximo que un hombre puede aspirar, más allá del poder que toda la humanidad ha podido alcanzar en toda su existencia; pero que por el notorio favoritismo del Señor del que gozamos logramos mantener a raya con cierto éxito. Pero aún así, la impotencia duele en el alma, y ya he tenido suficiente.

Comencé a quitarme mi traje hermético, mostrando mis oscuras vestiduras para hacer frente a la criatura. Si mi muerte es debido a esto, que así sea, pero me niego a quedarme en silencio, por la gloria de mis padres, por la gloria del Señor.

—He aquí, mis ropajes de negro luto, que con orgullo visto en respeto de aquellos progenitores que mi vida me brindaron, y que con tus mentiras insultaste. — Grité acercándome al borde del agua y apuntando con ira a la silueta.

Madre

Pude observar como en el lago flotaban diversos restos humanos, que lentamente se disolvían en este, perdiendo todo remanente de sus anteriores identidades.

—Ahora que nuestras vistas están fijas en los ojos del otro, y que nuestros cuerpos pueden conocerse en la materia; dígame hijo, porque habéis cambiado, porque me odiáis.

—¿Y acaso alguna vez te llegamos a adorar? — Respondí.

—Alguna vez sentisteis mi amor maternal, alguna vez me queríais como creadora y madre que os cuidaba; pero ya mucho hace de eso. Ahora, sólo habéis hecho preguntas para conocer la realidad que ante vuestros ojos esta, pero os negáis a creer.

—Usted tampoco demostró un mínimo amor hacia nosotros, solo mire a todos los hombres que por sus caprichos y anhelo de cariño ha asesinado. — Contesté.

—Solo trataba de buscar inútilmente el amor en todos vosotros, pero me temo que no compartís más que vuestro aspecto con mis verdaderos hijos. Pocos son los que aún me aman, y esta vez no los perderé por culpa de su corta vida.

—¿Y cómo piensa hacerlo? — Pregunté.

—Vosotros tenéis largos linajes en los que vuestros descendientes llegan a tener poco o nulo parecido con los progenitores originales, vuestra sangre y esencia es diluida por cada generación hasta quedar irreconocible. Pensé que esto sería mejor, pero ha resultado no serlo; aunque aún puedo enmendarlo, aunque sea tarde. Estoy sumando a mis queridos hijos al lago, para que tengan un cuerpo inmortal y perfecto que no pueda sucumbir a la que erróneamente catalogáis como la inevitable muerte.

—Me vi cara a cara con una de esas abominaciones que con ternura llamas hijo, al igual que le vi morir ante mis ojos, y por mis propias manos. No solo propone una locura digna de la mente más desquiciada, además es una vil farsa como todas sus palabras.

—El proceso no es instantáneo, los restos de humanidad aún están presentes en sus antiguos cuerpos antes de que se complete, y aún ceden a la muerte; y no vuelva a insultar a mis hijos. — Su voz se volvió progresivamente más agresiva.

—Los insulto al igual que usted insultó a todo lo que amo, sinvergüenza. Está tratando de privarnos la más primitiva obligación del hombre como especie, reproducirse. Reproducirse para criar a tus hijos, enseñarles cómo no caer en tus errores, como ser mejor persona que su mentor, como pueden hacer del mundo un lugar mejor. En cambio, cuanto más vive el hombre, más pútrida se vuelve su mente, y mayor es la corrupción en sus pensamientos y actos.

—Hijo… ¿No entiendes el amor de una madre?

—¿Insinúa usted que nunca he sentido el amor maternal? He amado a mi madre, acompañándola hasta el final como un buen hijo. ¿Una buena madre dejaría matar a su descendencia por mucho que esta le odiara?

—Por favor, hijo, yo no…

—No se vuelva a dirigir a mi como hijo.

—¿Acaso tu Dios te ha mostrado alguna vez su aprecio? — Su voz se volvía cada vez más apenada y quebrada.

—Guerras se han librado en su nombre, hombres libres de pecado fallecieron por culpa de aquellos que su santo nombre alababan. Pero qué sería del hombre sin sus imperfecciones, pues no todos son los que malinterpretan las palabras del buen camino. El daño causado ha sido enmendado por la esperanza y amor que ahora trae mi religión. Solo piense, mientras que tú debes recurrir a la inmortalidad para que tus engañados seguidores recuerden tu nombre. En cambio, el Señor no ha necesitado nada más que la fé de sus discípulos para permanecer en el corazón de toda la humanidad.

—Me he cansado de escuchar sus sucias declaraciones. — Dijo mientras otra de esas abominaciones emergía del agua delante de mí, a lo que rápidamente respondí con un firme y certero disparo a lo que quedaba de su cabeza, haciendo que se deshiciera. Antes de que pudiera girarme, escuché un disparo tras de mí.

—Hijo de puta, ¿Qué haces sin el traje? Un momento, ¿Qué es eso de ahí…? — Me dijo Rubén, el cual se encontraba recién entrando en la cueva. El fue aquel que efectuó ese tiro, eliminando a uno de esos seres que se disponía a atacarme por la espalda.

Volví a girarme hacia la mujer, dirigiéndole unas últimas palabras.

—¿Cuántos más de sus hijos está dispuesta a sacrificar?

—Espero que su Dios esté contento, asesino.

Tras decir esto, la silueta se disolvió completamente, seguida del agua perdiendo sus propiedades; transformándose en un sucio lago lleno de cadáveres en descomposición.

—Muchas gracias, Rubén. — Le dije con respeto mientras me volteaba.

—Mejor me explicas esto después, vamos a subir los tres a la sala segura en la que he dejado al resto. Por cierto, me alegro de que sigas con vida; Francis. — Respondió

—He tenido que conversar con ella hasta que Jose ha llegado, muchísimas gracias, si no fuera por vosotros estaría muerto. — Nos dijo Francis, quien estaba en la otra esquina de la cueva.

—Tranquilo, no es nada… — Respondí cansado y cabizbajo mientras revisaba mi guante.

—Ah, y discúlpame por no haberte acompañado antes, Jose. — Añadió.

—No es nada, comprendo que pudiera haber perdido su trabajo, lo importante es que ahora está aquí. — Respondí.

Todos nos dirigimos sin problema hacia la sala segura, donde todos los supervivientes, incluidos Ludwig y Samantha; esperaban al equipo de rescate. Algunos estaban aterrados por las recientes vivencias, mientras que otros se veían acostumbrados a este tipo de accidentes y otros celebraban su supervivencia.

Me senté pensativo en el suelo, escuchando las conversaciones y lamentos de los allí presentes, necesitaba descansar. De repente, la puerta comenzó a abrirse, el equipo de rescate había llegado. Nos desinfectaron y nos pusieron nuevos trajes protectores antes de volver a las instalaciones en helicópteros.

El cielo había anochecido, la luna preside la noche con su grandeza cual tirana de la oscuridad. El ambiente es frío, la superficie no se alcanza a observar desde las alturas, siendo la tierra consumida por las sombras. Y acompañando mi soledad, a mi lado estaba Francis, quien aún no había alzado la voz para decir nada.

—Oye, Jose, querría volver a agradecerte por salvarme. — Dijo, rompiendo bruscamente el silencio.

—Ya le he dicho que no debe agradecérmelo, es mi deber como buen cristiano ayudar al prójimo.

—Oh… Bueno, no creo que cualquier creyente se hubiera dignado a eso como tu.

—Gracias… — Respondí. —Permítame preguntarle, Francis, ¿Usted es ateo?

Mantuvo un corto silencio pensativo mientras se mantenía cabizbajo, para segundos después levantar la mirada hacia mí.

—Sí, lo soy — Respondió casi sin alzar la voz.

—Yo alguna vez lo fui, pero comprendí que en esta vida debemos aferrarnos a una creencia para poder vivir tranquilos. Todos esos cultos, supuestos dioses infinitamente superiores que ni sus supuestos discípulos pueden llegar a entender, todas esas anomalías incomprensibles que por algún milagro logramos contener con éxito hasta ahora… Tengo fe, tengo fe de que todas esas cosas están debajo de un ser superior, de un ser bondadoso. Tengo fe de que aunque esos seres de inmenso poder existan, un simple humano tenga la misma importancia a los ojos del Señor que todos ellos. Hay quien dice que todas estas religiones son un simple intento de la humanidad para convencerse de que hay vida después de la muerte, para dejar de temerla, pero yo dejé de temer a la muerte hace mucho, y no veo a Dios como una salvación tras el repentino mas dulce final; lo veo como un amigo, una compañía, un padre al que querer. No es solo nuestro salvador, él es nuestro incentivo para seguir haciendo buenas acciones, para seguir en el buen camino, para ser el salvador de aquellos a los que la luz del cielo no alcanza, él es mi razón de vivir. —

Se mantuvo pensativo, antes de responder con una única frase.

—Lo pensaré…

Tras un largo tiempo surcando la oscuridad de la noche, el helicóptero descendió a lo que aparentaba ser un abismo sin fondo. Habíamos llegado a las instalaciones.

Nos llevaron a todos los supervivientes del incidente hacía habitaciones de cuarentena por precaución, no sé cuánto tiempo estaremos aquí, pero son pequeños precios que hay que pagar por este trabajo.

Mientras estaba descansando en una pequeña cama en esta, una figura de lo que parecía ser un hombre comenzó a hacerse presente en la sala, formándose lentamente junto a destellos azulados. Era una figura alta, más de dos metros; sus ojos desprendían una intensa luz azul, mientras que unas alas brotaban de su espalda, ocupando toda la habitación con su gran tamaño.

—Hola, Jose — Dijo aquel divino ser, con una firme pero suave voz.

—Hola, hacía meses que no te veía — Contesté

—Te lo volveré a decir, este trabajo… No hace nada más que corromperte poco a poco, Jose. Todas estas cosas solo degradan tu mente lenta pero constantemente.

—Perdóneme, pero no importa cuantas veces me lo implore, no cederé. — Respondí.

—Jose, ¿Que te ha dado este trabajo, además de dolor y sufrimiento? Se que estas comenzando a odiar a la Fundación por sus impurezas, ¿Por qué no abandonar? — Contestó.

—Tan divino, pero tan cegado ante mis intenciones. ¿Acaso Dios no ha sido quien me ha guiado hasta llegar aquí? Usted sabe de lo que estoy hablando, padre.

—Ya no soy aquel hombre, Jose, ya no. Y aquel incidente, aquella masacre, no estuvo orquestada por Dios; no fue obra del Señor. No deberías estar aquí.

—Las cosas no ocurren por casualidad, todo está monitoreado por él de alguna forma. — Respondí con molestia.

—Si ese fuera el caso, ¿Acaso supones que el libre albedrío no es nada más que una mentira piadosa?

—En este punto, no sería de sorprender.

—Tu fe cada día se vuelve más tenue, al igual que tu pureza y bondad. Quieres convencerte de que las cosas que has asesinado horas atrás ya no eran humanos, pero lo único que tenían era un gran aprecio por aquella “madre”. Usas guantes para olvidar tu más severo pecado, el cuál inútilmente tratas de enmendar con buenos actos, pero de qué sirve esto si aún tienes conflicto con tus pesares. Aquellos recuerdos nunca se irán, al igual que esa marca. Tenga esto claro. — Tras esto, el ángel desapareció una vez más.

Traté de revisar mi guante, pero solo logré recordar con dolor mis pecados que aún perduran en mi recuerdo y culpa en forma de cicatriz

Y las lágrimas cayeron en ella, una vez más.

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