Incidente 784: Parte 7: Conclusión
Puntuación: +3+x

Parte 6: Escape

"¿Alguna Vez Has Bailado con el Diablo a la Luz de la Luna?”

"Delta Uno, en posición."

"Delta Dos, en posición."

"Delta Tres, en posición."

"Delta Seis. Ya."


Beatrix Maddox se sentó en la orilla del lago sin sus zapatos, dejando que el fresco flujo del agua acariciara sus pies desnudos, mientras sonreía y esperaba a que Andrews llegara con la cesta de picnic. Él traía vino, queso y aceitunas, y este delicioso pan de la panadería que se encontraba bajando la calle.

Italia era todo lo que ella había imaginado. La comida, el vino, la música, las noches pasadas con su amante, los días explorando la hermosa campiña. Era todo lo que Andrews… Andrea… había prometido y mucho más.

A ella no podía haberle importado si ellos hubieran pasado el tiempo en una tranquila granja en Kansas, o en un departamento en la ciudad de Nueva York. Para ella, todo lo que importaba era que estaban juntos.

Fue su último pensamiento antes de que esa bala calibre 0,22 la alcanzara entre sus ojos. Ella se desplomó hacia su costado, su sangre acumulándose bajo ella, manchando la madera de color rojo oscuro.


"Delta Uno, objetivo neutralizado.”

"Delta Dos, confirmar."

"Delta Tres, enfrentando a objetivo.”

"Delta Uno, pasando a apoyo.”

"Negativo, Delta Uno, Delta Tres. Delta Seis manejará esto personalmente.”


"Hijo de puta,” susurró Andrews. Él… ella… escupió un diente, suelto donde Delta Seis le había asestado un golpe con el mango de su pistola. “Maldito bastardo. Lo prometiste.”

"¿Lo hice? No recuerdo haber dicho eso. Solo dije que no era mi preocupación en aquel momento.” Delta Seis, también conocido como el Subdirector Clef, sonrió… él siempre sonreía… mientras revisaba el bolso de Maddox, sacando su cartera, tomando el dinero y arrojando el resto al lago. “Ahora sí.”

"¡Hijo de puta! ¡Maldito! ¡No habríamos hablado! ¡Lo único que queríamos… lo único que queríamos es que nos dejaran en paz, por qué no pudiste dejarnos siquiera tener eso!

"Porque, amigos míos, ustedes no pueden estar solos.” Dijo Clef mientras sonreía calmadamente. "Ustedes estuvieron involucrados. Y no pueden desinvolucrarse.” Se echó a reír. “Quiero decir, ¿en qué demonios se volvería nuestro mundo si la gente pudiera… irse? ¿Quién carajos seguiría haciendo este trabajo? Psicópatas e idiotas, sólo ellos.”

"¿Y cuál eres tú? Andrews se burló.

"¿Yo? Estoy perfectamente cuerdo. Así que supongo que eso me hace un idiota.” Desenfundó su arma y puso la boquilla de ésta entre los ojos de Andrews. “Digo, rayos, mírame. Un equipo de francotiradores perfectamente bueno y tengo que bajar aquí y acabar esto de cerca. No puedo estar satisfecho con sólo hacerlo a distancia, ¿verdad? No puedo dejarte morir tranquilamente sin saber lo que te golpea, como lo hice con tu novia. No, tengo que acercarme y mirarte a los ojos primero.”

"Lo sé,” susurró Andrews. “Contaba con eso.”


"Delta Uno, ¡hombre caído, hombre caído!”

"Delta Dos, ¡enfrentando, enfrentando!”

"¡No tengo una línea de visión!”

"¡Mierda!”


"Maldito. Hijo de perra. Puto desgraciado,” Clef jadeó. Sostenía su estómago con la mano. No era buena señal, la forma en que sus tripas se salían.

"Como tú dijiste, Clef. Sólo hay dos tipos de personas que siguen trabajando aquí,” dijo Andrews. Sacó un cuchillo ensangrentado de nanomáquinas que creó a partir de la pistola de Clef, la limpió calmadamente en la chaqueta de él… de ella. “Idiotas y psicópatas. No solía ser ninguno.” Sonrió mientras se arrodillaba al lado de Clef. “Creo, que después de matar suficientes gatos, te conviertes en un poco de ambos.”

"Maldito. Jodida… jodida mentiroso, dijiste que ibas a destruir esas malditas máquinas…”

"Lo sé. Mentí. Deberías saber todo acerca de eso.”

"¡No saldrás de esta! ¡Estarás muerto antes de que des dos pasos!”

"No planeo hacerlo. Porque la verdad es que, Clef, nunca quise. Todo lo que quería hacer es decirte algo… decirte la verdad.” Andrews se agachó cerca y la voz de la Subdirectora Valentine susurró en al oído de Clef.

El rostro de Clef se puso pálido y se estremeció.

El cuerpo de Valentine se levantó y se giró hacia el lago. Extendió sus brazos hacia afuera y dejó caer el cuchillo al suelo. Cerró sus ojos y sonrió mientras caminaba hacia el muelle donde Beatrix Maddox permanecía muerta en la fría y dura madera.

La bala del francotirador perforó su cráneo, y cayó encima de ella, con los brazos extendidos, con sus dos cuerpos, uno encima del otro, como dos amantes abrazando su sueño.


… en otras noticias este día, la policía italiana está investigando el asesinato de dos turistas estadounidenses en la región de la Toscana. Se cree que el motivo del asesinato es por robo. Los residentes de este pacífico pueblo están horrorizados por este reciente evento, los primeros asesinatos en más de un siglo…


Él se echó agua en la cara y se miró al espejo. La cara que no era con la que había nacido le devolvió la mirada.

El hombre ahora conocido como Subdirector Clef había acumulado muchas cicatrices durante su larga carrera… una carrera construida con mentiras y engaños. Se pasó un dedo por la cicatriz más reciente: una amplia y profunda cuchillada a través de su vientre, donde el Agente Andrews le había asestado un golpe final, un último Jódete antes de morir.

Los recuerdos se levantaron espontáneamente, las palabras susurradas con la voz de la Directora Valentine, pero las palabras, la intención, todo provenía de Andrews.

"No eres un soldado. No eres un héroe. No eres ni siquiera un asesino. No eres nada más que un bravucón… y los SCPs son los niños ñoños a los que a ti te gusta golpear para esconder el hecho de que no eres más que un hombre solitario y vacío por dentro.”

Recogió la pistola que estaba junto a su fregadero y le sacó el cargador. Revisó la recámara. Un tiro. Eso sería suficiente. El resto eran salsa.

Puso la boquilla de la pistola en su sien y cerró sus ojos.

Clic.

Abrió sus ojos y sonrió. “Esto funciona mejor,” se dijo a sí mismo, “cuando le quitas el seguro primero.”

Entonces tomó su bote de crema de afeitar y su hoja de afeitar y comenzó a rasurarse. Era extremadamente precavido manejando la hoja filosa. Un hombre podría matarse con eso, si no tuviera cuidado.

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