Halloween en la Calle 17

un cuento del concurso Halloween2018

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Al caer la noche sobre Daleport, la calle 17 cobró vida. Luces naranjas parpadeaban en las bocas de las calabazas sonrientes. Los zombis animatronicos y las brujas gimoteaban y reían. Las hojas rojas y amarillas crujían por la brisa de Octubre que las hacía bailar entre los pies de los niños que paseaban por la calle en busca de dulces. Y en una casa, cuatro niñas se preparaban para unirse en la búsqueda.


"¡Son tan adorables!" Exclamó Iris, tomando fotografías de las niñas con sus adorables disfraces de Halloween. Sigurrós sonrió. Iris la había ayudado a coser los pequeños murciélagos de papel en su sombrero de pico negro, pero ella misma había hecho el resto de su disfraz de bruja.

"¡No somos adorables!" Exclamó Stella, cruzando los brazos indignada. "¡Se supone que debamos dar miedo!" Stella se había pintado la cara de verde, y llevaba unas grandes gafas de sol negras con lentes inclinadas, lo que la hacía parecer un alíen. Iris se inclino y despeino el cabello de Stella.

"Y eres la pequeña alienígena más aterradora de todo Daleport." Stella se río y se levantó.

"¿Por qué no estás disfrazada?" dijo Fiona, frunciendo el ceño por debajo de los puntos de su cabeza. Estaba disfrazada como una variante del monstruo de Frankenstein.

"Oh," Iris se río, "Ya soy un poco mayor para eso. Recuerden, solo estoy aquí para acompañarlas a las cuatro."

Sigurrós no quería ser demasiado mayor para Halloween. Cindy compartió ese sentimiento.

"¡Nunca voy a crecer! ¡Halloween es de lo mejor!" Ella saltó alegremente con el torso de su disfraz de robot crujiendo. Iris solo sonrió.

"…si, lo se." La mamá de Sigurrós camino desde el vestíbulo, donde las niñas estaban esperando. Termino con su llamada telefónica, y luego hablo con Iris.

"¿Entonces tienes mi número?"

"Si, Sra. Stefánsdóttir."

"¿Y el de su padre?"

"Si."

"Okey. Ahora recuerda, Quiero que todas vuelvan a la casa a las ocho. Y no dejes que se coman todos sus dulces esta noche."

"Mhh," se quejo Fiona.

"Tiene razón," dijo Iris, señalando con un dedo. "Tienes que cuidar bien de tus perlas blancas."

Mamá estuvo complacida. "Gracias otra vez, Iris. trate de decirles que esta noche era un mal momento, pero tu ya sabes como pueden ser." Iris asintió

"No hay problema, Sra. S. ¡Además, acompañarlas me permitirá tomar fotografías de todas las decoraciones geniales!"

"Ese es el espíritu." Mamá le dio una palmadita a Iris en el hombro y luego se arrodilló para hablar con Sigurrós.

"¿Recuerdas las reglas de las que hablamos?"

Sigurrós asintió. "No alejarse del grupo, no recibir caramelos de extraños, y no comer caramelos, porque me ahogaría."

Mamá asintió. "Es correcto. Y ahora, te acuerdas de la última?"

Sigurrós pensó por unos segundos. "Alejarse de la casa del Sr. Clef."

"Exacto. El Sr. Clef es un hombre muy malo." Luego se puso de pie y habló con Iris.

"Y eso también aplica para ti. Ese hombre es peligroso."

"No se preocupe, Sra. S. Lo sé." Ella había escuchado de esas historias que Sigurrós aún no tenía edad para escuchar.

"¿Ya podemos irnos?" Cindy preguntó impacientemente.

Mamá sonrió. "Si, cariño, ya puedes ir." Besó a Sigurrós en la frente, y luego se fueron.


Después de que Mami se fuera, Iris y la manada de niñas de 8 años partieron por la Calle 17. Todas las personas que vivían ahí eran muy amables y repartieron varios dulces. La primera casa que visitaron fue la del Sr. Bright. Llegó a la puerta usando una máscara de mono, y con grandes bolsas de maíz dulce en ambas manos. Luego fueron a la casa de al lado del Sr. Kondraki. Las saludo con un "yeehaw" porque iba disfrazado de vaquero. Después de darle a las niñas sus dulces, se quedaron para que Iris pudiera hablar con el Sr. Kondraki sobre fotografía. No les importaba, por que así podían jugar con Crow (un viejo perro callejero que vive cerca) mientras esperaban.

Iris era la mejor chaperona nunca antes vista. Se detenía en cada casa para tomar fotografías de las decoraciones mientras las chicas iban a la puerta. Incluso ayudó a llevar los dulces de Fiona cuando sus brazos se cansaban. Pero cuando las niñas regresaron de la sala del Sr. Iceberg', Iris no estaba sonriendo. Estaba hablando por teléfono con su novio.

"Mira, Abe…" Fue interrumpida por la voz áspera de Abe, aunque Sigurrós no podía entender lo que estaba diciendo. Ella nunca había conocido a Abe, solo había oído hablar de el, es un gran estudiante de secundaria con muchos tatuajes. Sonaba aterrador.

"¡Estoy cuidando a las niñas! No puedo abandonarlas solo por una estúpida fiesta rave."

La respuesta de Abe fue fuerte y enojada. Iris frunció el ceño. Luego, muy tranquilamente, respondió. "Está bien. Pero si se lastiman la Sra. S va a matarme." Abe solo se río. Luego dijo algo más.

"Sí, yo también te amo." Esa fue la primera vez que Sigurrós vio a alguien fruncir el ceño cuando lo dijo. Luego colgó.

"¿Qué ocurre?" Preguntó Sigurrós.

Iris suspiró. "Abe quiere que vaya a una fiesta con él. Cade las cuidara mientras yo me vaya."

Stella frunció el ceño. "Pero eres nuestra chaperona."

"Si, lo se. Pero Abe es mi novio, así que yo…" ella se calló.

Sigurrós no quería tener un novio, no si eso la entristecía como a Iris justo ahora. Sigurrós la abrazó para que se sintiera mejor, y las otras niñas la abrazaron también. Esto hizo reír a Iris, pero sus ojos aún estaban tristes mientras continuaron calle abajo hacia la casa del Sr. Gears. Gears tenía un disfraz de robot como el de Stella, y cuando ella dijo que le gustaba su sombrero (un gorro de papel de aluminio con largas antenas) se la regalo.

Se detuvieron frente a la casa del viejo Williams porque alguien había lanzado papel higiénico por todas partes y pintó con spray la palabra "KAOZ" en la puerta principal. Iris tomó un montón de fotos, y se reía todo el tiempo, pero sus risas pararon cuando Abe se estacionó junto a ellas en su gran camioneta negra. Se asomo por la ventana y le gritó a Iris.

"¡Hey nena! ¿Vas a algún lado?" Iris puso los ojos en blanco y caminó hacia él. Abe era tan aterrador como lo había oído Sigurrós; su cabeza estaba afeitada, y unos brazos musculosos cubiertos con tatuajes de serpientes y lagartos. Ella se preguntó por qué una persona tan agradable como Iris sería amigo de alguien así.

Cuando Iris llegó a la camioneta, el hermano de Abe, Cade, salió del lado de pasajeros y dio la vuelta para hablar con ella. A diferencia de su hermano, Cade era delgado y escuálido. También era mucho más amigable que Abe. Aunque nunca antes había cuidado de Sigurrós, había ido a visitarla junto con Iris varias veces.

Iris le indico las reglas a Cade, y luego se subió a la camioneta de Abe. Saludo a Sigurrós mientras la camioneta de Abe se alejaba, y Sigurrós la saludo en respuesta.

"Uh, hey," dijo Cade, acercándose a las niñas. No era lo suyo llevarse con los niños, a diferencia de Iris; siempre estaba nervioso cuando hay gente alrededor.

"¡Hola Cade!" dijo Cindy. Luego corrió calle abajo. Las otras niñas la siguieron y Cade las seguía detrás.


Fueron a más casas con Cade. Quien en realidad, no decía mucho, aparte de decirle a las niñas que no fueran tan rápido. Cuando las niñas se acercaban a la puerta de una casa, él siempre se quedaba en la acera. Sigurrós pensó que podría estar avergonzado de pedir "dulce o truco" con un grupo de niñas. Sin embargo, cuando llegaron a la puerta de la casa de la Sra. Rights, una vez que vio su disfraz también llegó a la puerta. La Sra. Rights dijo que era enfermera, pero no se parecía a ninguna enfermera que Sigurrós hubiera conocido. Por alguna razón a Cade le gusto mucho su disfraz, y siguió hablando con ella incluso después de que las niñas recibieran sus dulces.

"¡Vámonos, Cade!" Suplicó Fiona, tirando de sus pantalones. El suspiró, y miró alrededor.

"Uh, puedes ir a la casa del Sr. King."

"Pero Iris dijo…" hablaba Stella, pero Sigurrós le dio un codazo. Cade las estaba frenando, y ella ya era lo suficientemente joven como para tener una actitud rebelde.

"¡Okey!" Sigurrós asintió apresuradamente, cruzando la calle con una Cindy alegre, una Fiona impaciente, y una Stella desconcertada detrás. Una vez que llegaron al otro lado de la calle 17 (y asegurándose de que Cade no las estuviera mirando), Sigurrós fue a la izquierda en dirección opuesta a la casa del Sr. King.

"¡Sigurrós!" Stella protestó.

"No quiero ir a la casa del Sr. King," Sigurrós respondió. "Él solo nos dará manzanas."

"Sí," Cindy la apoyo. "¡Queremos dulces!"

Pero eso no era lo que Sigurrós tenía en mente. Ella pasó de largo por la casa del Viejo y se detuvo en frente de la única casa sin decoraciones. La casa con el número "2317" en su buzón. La casa del Sr. Clef.

La casa del Sr. Clef era oscura y cerrada. Si no fuera por el Buick1 oxidado en la entrada, y no había forma de saber si estaba en casa.

"¡Sigurrós!" Stella llamó, gritando más fuerte esta vez. "¡Tu madre dijo que nos mantuviéramos alejadas del Sr. Clef!"

"¡Si!" Fiona estuvo de acuerdo, "¡Es un mal hombre!"

Sigurrós negó con la cabeza. "No creo que sea un mal hombre. Tal vez está triste y solo por que nadie habla con el." Sigurrós no tenía una razón exacta para asumir eso, pero en general tenía razón en la mayoría de las cosas. Estaba segura de que todo lo que necesitaba el Sr. Clef para dejar de ser tan aterrador era tener un amigo. Es por eso que comenzó a caminar desde la acera agrietada hasta la puerta principal. Caminó varios metros antes de darse cuenta que ninguna de las otras chicas la seguía. Se dio la vuelta con las manos en la cadera.

"¡Vamos!" dijo enfadada

"De ningún modo," dijo Stella, "Nos meteremos en problemas." Ella cruzó los brazos desafiantemente.

"Esa casa da miedo," dijo Fiona. la pintura roja descolorida de las persianas le recordaba a la sangre.

"¿Cindy?" Preguntó Sigurrós. Cindy miró nerviosamente a Stella y a Fiona, luego miró a Sigurrós.

"Fiona tiene razón, este lugar es aterrador."

"¡Bien! Iré yo sola." Sigurrós levantó la mirada y se alejó pisoteando fuerte.

"¡Pero te lo estamos diciendo!" Stella le gritó, pero Sigurrós no hizo caso. Pero cuando estuvo más cerca, comprendió a lo que se refería Fiona; las ventanas cerradas la hacían sentir como si algo se asomara, y mirándola. Pero Siggurós no era una gallina, y no estaba dispuesta a decir que Fiona tenia la razon.

Casi volvió a mirar a sus amigas solo para estar segura de que estuvieran allí, pero Sigurrós fue muy valiente y no lo hizo. En cambio, subió por el corto tramo de escaleras hasta el porche y tocó a la puerta de madera.

Hubo varios segundos de tenso silencio, durante los cuales Sigurrós esperaba que él no estuviera en casa después de todo, pero luego escucho el sonido de una cadena aflojándose. Seguido de otras seis más, y finalmente la perilla de la puerta giró y el Sr. Clef abrió la puerta.

La casa del Sr. Clef era oscura por dentro, tan oscura que Sigurrós se preguntó cómo pudo haber visto el camino hacia la puerta en primer lugar. Clef llevaba un gran sombrero, inclinado hacia adelante para que otro adulto no fuera capaz de ver su cara. Pero Sigurrós tenía la mitad de su altura, a nivel de su vientre ligeramente abultado. Ella miró por debajo de su sombrero y vio que los ojos del Sr. Clef eran como los de Fiona. Sonrió tan dulcemente como pudo, pero el Sr. Clef solo frunció el ceño.

"¿Qué es lo que quieres?" gruñó.

"¡Dulce o Truco!" dijo Sigurrós, tratando de seguir sonriendo.

Los ojos de Clef cambiaron de dirección hacia las otras tres niñas a la distancia, aun juntas en la acera, y luego volvió a mirarla. "Entonces, ¿pensaste que sería divertido molestar al Sr. Clef? ¿Tus amiguitas te retaron a hacer esto?"

"¡N-no!" tartamudeó. "Solo están asustadas por las cosas que dicen de ti."

"¿Y qué dice la gente de mi?" Sigurrós tragó saliva nerviosamente, pero continuó. Ella no era una gallina.

"Que eres un mal hombre. Que le haces cosas malas a la gente."

Clef se rió, pero no fue una sonrisa cálida. Era más bien una sonrisa fría y muerta.

"¿Que tipo de cosas malas?" Se agacho al nivel de sus ojos, y ella pudo oler su aliento. El olor a menta era casi insoportable, pero había algo más debajo. Algo muy mal.

"M-Mami no me lo dijo." Sigurrós tuvo miedo de que su madre tuviera razón, y que Mr. Clef fuera a atacarla. Pero no iba a dejar que el Sr. Clef se enterara. "¡Pero no le creo!"

"¿Es así?" Cuando el Sr. Clef sonrió, mostró demasiados dientes. Como si fuera un tiburón.

"Uh-huh. Yo…no creo que seas un mal hombre."

"¿No lo crees?"

"N-nop. Solo creo que estas solo."

El Sr. Clef se quedó sentado por unos segundos, y luego se rió. Su estómago se bamboleaba como la gelatina verde que la mamá de Sigurrós había puesto en el refrigerador esta mañana. De repente, Sigurrós pensó que no volvería a ver esa gelatina de nuevo.

"Así que aclaremos esto," dijo Clef. "Crees que todo el mundo es bueno de corazón. Y que unas palabras bonitas y unos abrazos son la única diferencia entre tú y yo."

Sigurrós parecía pensar que si, pero la manera en que Clef lo dijo lo hacia sonar estupida.

"Si, puedo verlo en tu cara. Bueno, pues aquí tienes una lección."

Sigurrós jadeo cuando algo afilado apuñaló su estómago. Hacia mucho frio, pero la sangre que ahora manchaba su disfraz estaba demasiado caliente.

"Puedes cambiar muchas cosas, Sigurrós. Eres una niña muy especial. Puedes darte padres, puedes ponernos a todos en disfraces estupidos, probablemente incluso puedas matar a ese maldito lagarto si quisieras. Pero no importa lo que hagas, hay una cosa que nunca puedes cambiar. Siempre habrá maldad en este mundo." Luego se inclinó tanto que su nariz larga y roja tocó la de Sigurrós. Ella finalmente identificó el olor detrás de la menta: era el hedor rancio de los cadáveres.

"Y siempre estare yo."


Luego, se oyó el sonido de miles de cuerdas de ukelele rompiéndose, la realidad volvió a la normalidad. 239 estaba de vuelta en su cama de hospital, inconsciente pero ilesa. El Dr. Clef volvió a guardar el cuchillo en su bolsillo y exhalo un suspiro de alivio. Este es el tercer año consecutivo en el que había revertido con éxito un Escenario de Reestructuración de la Realidad Clase-VK provocado por sueños en estado de coma de 239. No sabia que idiota le había contado en primer lugar sobre el Halloween (probablemente el mismo tonto que inadvertidamente creó a Santa Claus), pero algo se le había quedado grabada. Incluso estando en un coma perpetuo, los sueños infantiles de Sigurrós de pedir dulces eran peligrosos. Más peligroso de lo que nadie hubiera estado seguro, y más de lo que nadie podría creer. Ni el Consejo O5 ni el Comité de Ética recordarán las contorsiones de la realidad que Sigurrós les obligó a atravesar. No, solo el Dr. Clef debía soportar la carga del conocimiento.

"Abrumado" era un término relativo, después de todo; El Dr. Clef sabía lo que 447 le hacía a los cadáveres. Es por eso que se las arregló para el tema de Los Munsters mientras salía de la cámara de contención de 239. Se había perdido la fiesta, pero aún podía ver el amanecer.

Quince minutos después, Clef y Kondraki se sentaron juntos en el techo del Sitio-17, disparando a las calabazas alineadas encima del muro exterior. No hablaron mucho, excepto cuando uno de ellos estaba recargando. Cuando Kondraki terminó de disparar, le preguntó a Alto.

"Entonces, ¿qué estabas haciendo anoches? Te perdiste la fiesta otra vez."

"Oh, ya sabes. Lo de siempre."

Kondraki se río, y no tardó mucho tiempo antes de que Clef se riera también. El sol brillaba sobre el mundo, y el dios que lo gobernaba no era una alegre niña de ocho años que solo queria pedir "dulce o truco".

Ya no más.

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