Perdido en el Medio
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terminal

La Estación Central del Medio no se comparaba a las otras doce terminales de transporte en Eurtec — atestada de gente, decrépita, y desgastada con el incansable zumbido de los androides. Sólo la expuesta infraestructura y las memorias holográficas muy por encima de las masas confundidas, daban pistas sobre el pasado de la estación, antes de que el implacable desarrollo de la Coalición la hubiera dejado — junto a los ciudadanos del sector — a la merced de la infame extensión inferior de Eurtec: el Distrito Sangre.

Llamado así por el tráfico ilegal de rubedo, aquellos lo suficientemente desafortunados como para vivir — o, más bien, simplemente sobrevivir — aquí no sienten ni amor ni orgullo por ello. Asolada por taumaturgos criminales y dominada por cárteles alquímicos, ningún aspecto de la vida aquí permanece intacto por la influencia paranormal.

Los residentes privilegiados del Distrito Dorado de Eurtec hicieron todo lo posible para olvidar que este mundo bajo sus pies siquiera existía. La mera sugerencia de anormalidad representaría una amenaza a sus falsas presunciones de normalidad objetiva — según lo dispuesto por los bien llamados Ejecutivos de la Coalición.

Hablando de estos últimos, Adrian Ross tenía que estar al pendiente de ellos mientras arrastraba los pies a través del flujo de viajeros descontentos. Normalmente no dejaba que su oscuro cabello, ahora húmedo, le cubriera los ojos, pero considerando el hecho de que sus manos estaban ocupadas protegiendo varios documentos importantes, tanto de la lluvia torrencial como de los ocasionales intentos de robo, no tenía exactamente alguna otra opción. Sabía demasiado bien que valdría la pena comprometer su visión por los contenidos de esos archivos.

Diablos, es algo bueno que la estación no tenga un techo funcional, pensó. Después de todo, la fuerte lluvia hacía a su sobretodo de cuero oscuro significativamente menos sospechoso. De otro modo, nadie estaría usando tantas capas de ropa en un ambiente tan humedecido biológicamente sin una importante mejora mecánica, o, supuso, sin un gran riesgo de que le de un ataque.

Adrian bajó por una escalera de cemento, pasando una multitud de trabajadores industriales amontonados alrededor de uno de los pocos hologramas de la estación restantes, sintonizado en el único canal que se permitía en la ciudad inferior. El hecho de que los posibles saqueadores solo pudieran ver propaganda de la Coalición hacía poco por disuadir a los locales de desmontar los sistemas holográficos para uso personal.

"Buenas tardes, Eurtec. Interrumpimos su programación regular para brindarles una actualización sobre la situación del colapso de las oficinas de Informáticas MAGE. Las estimaciones actuales sitúan las bajas cerca de las cien — más que todos los ataques de los meses anteriores combinados, todos presuntamente conectados a una organización terrorista para-ambiental conocida como “La Mano de la Serpiente”. En vista de la reciente actividad terrorista, se alienta a los ciudadanos a reportar la actividad sospechosa a su alguacil de Juzgado de Primera Instancia de la COG local inmediatamente. Si tiene alguna información —"

Concéntrate, se espetó a sí mismo.

Ya le había detallado su ruta exacta al vagón del metro, el cual acababa de llegar a la estación en ese momento — algo que, por supuesto, ya había planeado previamente. Partiría de la estación aproximadamente a las 23:50 y llegaría a la próxima estación luego de doce minutos. Aún así, encontraba poco consuelo en sus cálculos, considerando que no tenía idea de dónde era su destino final.

Adrian apuró el paso en dirección a las puertas del vagón más lejanas, haciendo lo mejor para esquivar la marea de eurtecianos bajándose. Consideró que sería menos llamativo al fondo, con el beneficio agregado de estar cerca de una salida en el evento de que fuera descubierto. Hizo una mueca sobre su expresión ya de por sí desagradable.

"¡Ey, la vista arriba!"

Adrian apenas se las arregló para recuperar su balance al chocarse con un rezagado de un solo ojo. El extraño murmuró blasfemias por lo bajo mientras Adrian se registraba a sí mismo frenéticamente, comprobando que no había perdido nada imprescindible, antes de cruzar el espacio más bien grande anterior al vagón del metro. Adrian sintió de repente una pizca de remordimiento, recordando que cualquier agencia que este hombre hubiese tenido, ya no existía, forzándolo a tan solo ir a la deriva, literalmente, en su camino.

Sacudió la cabeza, como si hacerlo resolviese los desordenados pensamientos ocupando su atención. Finalmente abriéndose paso hacia el fondo de la nave llena de gente, ya se había dado cuenta de que no sería capaz de conseguir un asiento. Supongo que tendré que esperar un poco más para descansar las piernas, refunfuñó internamente. Adrian analizó brevemente a la multitud, finalmente permitiéndose echarse el pelo hacia atrás, antes de observar la serie de documentos en sus manos. A pesar de haber memorizado toda la información previamente, revisó rápidamente los archivos, siguiendo su propia meticulosa letra manuscrita antes de llegar a un nombre circulado varias veces por encima.

"Jaiden."

Ni siquiera se dio cuenta cuando dijo su nombre en voz alta, y rápidamente giró su cabeza a ambos lados, rezando porque nadie se hubiera dado cuenta. Entonces se dio cuenta de que los demás ocupantes estaban también demasiado preocupados con sus propios asuntos como para prestarle cualquier atención. Por otro lado, no habría importado si alguien lo escuchaba de todos modos — Adrian era la sombra de un fantasma, un absoluto nadie. Su identidad había sido removida de cualquier registro público, dejando solo una marca de su pasada afiliación con la Coalición. Se permitió relajarse una vez más antes de sacar un irrastreable teléfono plegable de su bolsillo izquierdo.

[RESTRINGIDO]: Calle del Mercado. 5ta puerta a la izquierda. Pide el favorito del tabernero. Hablaremos allí.

Al menos sé hacia donde me dirijo ahora. No era como si su intranquilidad derivara por completo de su incertidumbre; su mente seguía divagando sin sentido mientras la paranoia amenazaba su determinación aparentemente neutral.

Para. Sabes por qué estás haciendo esto. Después de todo, lo menos que podía hacer por Jaiden era soportar un viaje en el metro de Eurtec.


Mientras el metro abandonaba la estación, el Sector del Medio recibiría los últimos rayos de luz de luna disponibles esa noche. El Medio, recitó, está situado a media altura de Eurtec. Significando que los pilares del Distrito Dorado proyectan una sombra permanente sobre los desafortunados residentes del Medio. Limitado por la constante expansión hacia arriba y la presencia de la Ciudad Inferior muy por debajo, El Medio no tenía otro lugar hacia donde expandirse que hacia dentro, continuó. Y así, para disgusto de los auto-proclamados guardianes de la ciudad — los Sirvientes de las Nornas de Silico — una red de túneles fue excavada en la propia infraestructura de la ciudad — una red que se convirtió en el infame Distrito Sangre.

El resultado se asemejaba de alguna manera a una colonia de hormigas a la que algún depravado niño le había tirado una roca encima, la cual desde entonces había sido removida — el céntricamente posicionado Centro del Medio se mantenía algo expuesto, pero los márgenes de la ciudad estaban compuestos al completo por pasajes mecánicos. Bajo millas de urbanización, los pasajeros pasaban velozmente a través de los túneles del Medio respirando aire reciclado y alcanzando a ver la luz ocasional cuando pasaba.

Oxígeno de segunda mano para ciudadanos de segunda, recitó Adrian. Era una frase que había escuchado a menudo, acompañada por quejas sobre el desarrollo insostenible de la Coalición. No era ningún secreto que la COG no sentía amor alguno por la población anómala del Medio, pero los términos del Acuerdo de Administración de la COG de 1984 prohibían la agresión abierta. Porque, después de todo, puede ser que la COG esté oficialmente a cargo, pero no había ninguna duda de que la ciudad en sí era operada por las Nornas de Silicio— tres supercomputadoras conscientes que se extendían desde la Ciudad Inferior, hasta las cumbres del Distrito Dorado.

Por un momento, la memoria de Adrian divagó hasta la primera vez que estuvo en Eurtec. Lo primero que vio de la ciudad fueron las resplandecientes espiras adornando la Terminal de Transporte Urthor, donde cientos de Ways a los destinos más exóticos se reunían en la llamada “capital de la Coalición”. Adrian dejó por un momento que su mente vagara en la relativa seguridad del metro, volviendo a cuando todo estaba bien.


"Oye, ¿Sparks?"

Adrian se volteó apenas para mirar a Jaiden. Ambos estaban sentados en una pequeña multitud que intentaba desesperadamente mantenerse despierta mientras la centenaria y casi senil Directora November mascullaba sobre el “orgullo por la Coalición”.

“¿Qué?”

“El Director Ukelele está dormido,” sonrió burlonamente.

Efectivamente, Adrian avistó a un individuo extremadamente feo emitiendo ronquidos a través de una sonrisa como la del gato de Cheshire cerca de la fila delantera.

“Bueno, nunca fue alguien de formalidades,” remarcó Adrian.

“Claro. Aunque sí que me hace preguntarme si a mí me permitirían dormitar,”

Adrian bufó. “Él es un director. Nosotros ni siquiera hemos sido reclutados,”

“Oh, por favor. Sabes perfectamente que voy a ser reclutada de algún modo u otro,” resopló, cruzándose de brazos.

Sería un punto justo. Ella había prácticamente crecido en la COG como parte de un programa de rehabilitación paranormal discontinuado para niños cuyos padres habían sido asesinados en incidentes anómalos. Por supuesto, la Coalición descartó los programas de rehabilitación en el instante en el que fueron capaces de producir amnésicos en masa, pero eso no era exactamente una opción en aquel entonces. Sí que toma un poco de tiempo diseccionar una deidad anguila de 800 kilómetros de largo, después de todo.

“Quizás. Pero podrían ponerte con 1151."

"¿Yo? ¿Con los Reprobados? Nunca,” se quejó.

Adrian hizo una pequeña mueca, mirando a los miembros del Equipo de Asesoramiento 1151, los tristemente célebres “Reprobados.” Eran conocidos por ser despiadadamente eficientes, pero no era exactamente un honor ser seleccionado para el 1151 — como su nombre implicaba, la unidad fue fundada como un lugar para agrupar al personal de evaluación cualificado que no se alineaba fácilmente. Eran buenos en lo que hacían, y su despiadada dirección de equipo solo servía para “fomentar el buen carácter”, o, más bien, romper la personalidad.

Jaiden se inclinó sobre su hombro para ver lo que estaba mirando y vislumbró al infame Ángel — un ex-convicto al que se le dio una segunda oportunidad por la Coalición gracias a sus agudos sentidos y amplia experiencia como un sicario de cártel. Se decía que su apodo venía de la varias alas tatuadas adornando su espalda, aunque nadie sabía realmente por qué estaba tan fascinado con ellas. Lo que todos sabían, sin embargo, era que Ángel era una abreviatura para Ángel de la Muerte — cuando se trataba de asesinatos de alto perfil, él era la elección por excelencia.

Ángel captó brevemente los ojos del par antes de devolverles una de sus características miradas asesinas, lo que era más que suficiente para disuadir a Adrian y a Jaiden de siquiera mirar en su dirección. Se voltearon una vez más para mirar a la Directora November, quien finalmente estaba terminando su discurso y se estaba preparando para leer la larga lista de iniciados.

“Seh, no hay forma de que yo sobreviviese con Azrael o lo que sea como líder de mi equipo,”

"Entrarás a Overwatch, de seguro,” la tranquilizó Adrian.

"Quizá. Pero ya te dije que no voy a aceptar a Overwatch si tu no estás ahí conmigo."

Adrian se mofó. "Sólo un idiota no aceptaría una designación en Overwatch. Demonios, serías solo el tercer recluta de todos los tiempos en haber sido invitado a unírseles recién salido de la academia."

Jaiden se encogió de hombros y se reclinó en su asiento, cruzando las piernas. “Hay mucho personal cualificado ahí fuera. Pero solo hay un Adrian Elliot Ross."

Adrian sonrió. "Eso es tan cliché,"

Jaiden devolvió el gesto. "Quizá. Ya veremos. Pero donde sea que termines, yo estaré ahí contigo."

Justo en ese momento, la Directora November, quien había estado repasando las designaciones numéricas consecutivamente, llegó al Equipo de Asesoramiento 280.

“Por favor den la bienvenida a Adrian Ross al Equipo de Asesoramiento 280 “Quicksilver.”

Adrian se levantó y comenzó a dirigirse hacia el estrado, donde sería presentado con su nuevo uniforme. Una heráldica blanca y plateada adornaba la manga del uniforme, como se veía en los brazos de los que pronto serían sus camaradas: Medusa, Lynx, 2N y Vesper.

Tres de los cuatro morirían eventualmente en combate. Tres personas, que fueron una vez tres reclutas prometedores en el mismo lugar donde Adrian se paró ese día. Tenían sus sustitutos, por supuesto, y los miembros restantes les darían la bienvenida a todos por igual, pero simplemente no eran los mismos.

Hay mucho personal cualificado ahí fuera. Pero solo hay una Jaiden Sheridan Collins,” pensó Adrian mientras se paraba en el medio de la multitud e iba a buscarla de nuevo.


Para cuando Adrian se había despertado y salió de la estación, la mayor parte del alumbrado público funcional ya había sido desactivado. No pudo evitar lanzar una pequeña mirada hacia el horizonte donde, como era de esperar, el brillante resplandor de neón del Centro del Medio desafiaba el toque de queda general de la Coalición. Desafortunadamente, los distritos periféricos no eran tan atrevidos, a menudo encontrándose sometidos al escrutinio de la Coalición.

Adrian se mantenía cerca de las paredes grafiteadas de los sombríos edificios y las usaba como quía mientras sus ojos se ajustaban. A la distancia, podía escuchar el inconfundible resonar de las sirenas mientras que luces blancas y azules parpadeaban entre los lejanos bordes de la ciudad. Su cuerpo se tensó naturalmente en anticipación antes de que los colores se desvanecieran de vuelta en la noche.

Patrullas nocturnas, se advirtió Adrian a sí mismo, continuando hacia su destino. Se había memorizado los callejones y túneles de antemano con el propósito de evitar a los Ejecutores, pero sabía muy bien que esto no lo hacía inmune a ser aprehendido. Apretando los dientes, se mantenía sumamente cauteloso con su entorno, justo como lo había hecho como un operativo de investigación en la Coalición.

Tras varios minutos de viaje cuidadoso, Adrian comenzó a notar más detalles en los edificios cercanos. Dándose cuenta de que sus ojos se podían enfocar lo suficiente para distinguir individualmente los grados variantes de escombros que se encontraban a lo largo de los toscamente tallados túneles, reunió el coraje para separarse de las paredes y comenzó a caminar más rápidamente, rezando por que no tuviese que aproximarse a ningún otro vehículo de Ejecutores.

Prontamente, Adrian pudo captar unos atisbos de luz a través de los huecos de edificios y ventanas, sugiriendo que la localidad no estaba tan vacía como le hicieron creer en un principio. Doblando a la derecha de la Calle del mercado, pudo apenas distinguir varias siluetas paradas a la distancia, ninguna de las cuales estaba de cara a él.

No importa cuantas reglas pongas, no puedes detener a alguien que vive para desafiarlas, se burló Adrian mientras se abría paso entre hileras de puestos de mercado vacíos y tiendas temporalmente abandonadas. Contando cuidadosamente, trazó su destino hacia un establecimiento abandonado construido contra la base de un gran pilar de metal, sin duda alguna soportando los cientos de pisos superiores.

"¿Podemos ayudarle?"

El cuerpo de Adrian se tensó una vez más en anticipación subconsciente mientras un hombre encapuchado se dejaba ver. Era considerablemente más alto que lo que Adrian había anticipado — y si era bueno en combate, la delgada y ligera complexión de Adrian no tendría ninguna oportunidad contra la corpulenta mole delante suyo. Simplemente deseó que no terminara en eso.

"Depende," respondió Adrian. "Si aún están abiertos, ¿Les importaría darme el favorito del tabernero?"

El hombre hizo una pausa antes de asentir levemente con la cabeza.

"Sígueme al fondo," gruñó.

Adrian cumplió voluntariamente, adentrándose al bar en gran parte abandonado. Como un resultado directo del toque de queda de la Coalición, el negocio en tales establecimientos se desplomó; ahora, solo unas pocas almas emborrachándose hasta el olvido estaban dispersas por el lugar, sin prestar atención a Adrian mientras seguía al hombre encapuchado por una puerta oxidada.

Detrás de la misma, Adrian encontró una pequeña mesa tenuemente iluminada por luces de neón. Cinco personas levantaron la cabeza mientras ambos entraban, sentados en cajones en un círculo.

"Siéntate," le indicó el hombre encapuchado.

Encontrándose su lugar entre los extraños, se tomó un momento para estudiar los ocupantes del cuarto. Estaba el hombre encapuchado a su lado, quien ahora se había quitado su saco revelando una cabeza de piel oscura unida a un torso mecánicamente mejorado. A su lado se encontraba una mujer enmascarada de mediana edad, que estaba sentada casi completamente quieta. A su otro lado había una chica asiática relativamente joven de pelo corto fumando un cigarrillo que producía un espeso humo de color púrpura.

Neblina Púrpura. Altamente ilegal — no por sus propiedades, pero por sus contenidos, entre los que se incluyen cantidades copiosas de rubedo. Apartó la mirada del tenue brillo del cigarrillo para ver a un hombre desaliñado y pálido, con un profundo corte a lo largo de su ojo derecho. Mirando más profundamente en la herida, notó entonces una negra sustancia similar al alquitrán pegada a lo largo de los bordes exteriores de la incisión. El hombre posó su mirada brevemente sobre él, causando que Adrian se estremeciera momentáneamente en una injustificada preparación.

"Ross." Una quinta persona se asomó a través del humo, estudiando a Adrian con una mirada fría como el hielo. Ladeó su cabeza condescendientemente, irritando a Adrian más de lo que le hubiera gustado admitir.

"Gracias por venir. Puedes llamarme Garter."

"¿Y los demás?" Preguntó Adrian, moviéndose levemente en su cajón.

"Cobra te escoltó hasta aquí. La señora a su lado es Viper. A tu derecha está Python, y a su lado está Mamba.”

Adrian asintió, manteniendo su mirada suavemente fija en Garter.

"¿Asumo que estás aquí por nuestras discusiones recientes?”

"No exactamente," admitió Adrian. "Lo que se cuenta en las calles es que han estado protegiendo sus bienes,” Adrian hizo una pausa para señalar con la cabeza hacia unas cajas apiladas en la esquina del cuarto, "de unas personas malas,"

Garter soltó una suave risita. "Todos en este barrio parecemos ‘malas personas’ a los ojos de los cogkers,"

"No obstante, no mencionaron nada sobre dónde consiguieron sus bienes durante nuestras discusiones,” afirmó Adrian. Podía sentir la agitación burbujeando en el fondo de su garganta. Adrian se tragó sus emociones, asegurándose de que su desliz no fuese notado por la audiencia. “Pero eso no es lo que me interesa. Lo que me interesa es lo que saben de sus proveedores, y que hacen ellos,"

Garter hizo una breve pausa, tomándose un momento para largar un profundo suspiro.

"En este ámbito de trabajo, tenemos que interactuar con lo más bajo de la escoria, sí. Ninguno de nosotros encuentra placentero el relacionarnos con ellos, pero nuestros asociados necesitan respuestas. Nuestra gente está siendo secuestrada y vendida, en plena calle. Nuestra ciudad está siendo corrompida por la codicia y la riqueza. Dígame, Ross, que haría usted en nuestros zapatos??"

Adrian no podía responder a eso. Pensó que sería mejor responder con una pregunta propia.

"Si saben lo que está pasando, ¿Por qué no han hecho nada para detenerlo?” Preguntó Adrian, notando la relativa quietud de los espectadores a su alrededor.

"Estamos en una posición muy delicada," continuó Garter, con sus ojos manteniéndose enfocados en Adrian. “Ya estamos teniendo suficientes dificultades manteniéndonos a flote, mientras que la Coalición continúa movilizando más y más destacamentos para eliminarnos. La Mano no tiene recursos ilimitados, e incluso menos para gastar en unos pocos contrabandistas de rubedo de poca monta — simplemente estamos demasiado ocupados, Ross,” pausó, leyendo la expresión de Adrian.

"Por eso nos gustaría pedirte ayuda.”

Adrian se mantuvo en silencio.

Garter continuó. "Queremos la misma cosa. Es bastante simple — tú nos ayudas, y nosotros te ayudamos. Tú tendrías una tarea fácil, todo sea dicho.”

"¿Y que sería eso?"

Garter sonrió. "Te conozco, Adrian. Si estás preguntando eso, solo puedo suponer que has aceptado mi oferta." Le deslizó una pequeña carpeta a Adrian a lo largo de la mesa.

"Eso tiene todo lo que necesitas saber, incluyendo tiempos, lugares, personas, y todo lo demás. Podemos discutir más en una fecha posterior —"

El repentino grito de las sirenas y los disparos interrumpió cualquiera sea la frase que Garter estaba terminando. Ejecutores de la Coalición. Adrian se paró inmediatamente, guardando el archivo, mientras los demás comenzaron a darse cuenta de lo que estaba pasando. La expresión de Garter también había cambiado a ese punto, reflejando lo que Adrian solo podía suponer que era asco y angustia.

Garter miró a Adrian. “Podemos continuar con esto alguna otra vez. Necesitas irte ahora. La puerta trasera está a tu izquierda. Tómala, sigue las instrucciones en el archivo, y te encontraremos. ¡Vete, ahora!"

Adrian asintió antes de correr hacia la salida. En ese momento, nada le importaba más a Adrian que retirarse del conflicto completamente. Bajo ninguna circunstancia podía dejarse ver por los Ejecutores.

Se permitió un momento para ver mientras los cinco individuos se lanzaban a la acción. La mujer enmascarada comenzó a lanzar arcos de relámpagos contra los vehículos de los Ejecutores mientras Cobra se posicionaba en frente de los demás, actuando como escudo con sus apéndices metálicos. Viper saltó a la acción llevando lo que parecía ser una naginata de diez pies, y Garter comenzó a disparar un rifle estándar de la Coalición con una sorprendente precisión. Lucharon al unísono, como si fueran una única entidad, viviendo y respirando.

Justo como solíamos hacerlo, se dio cuenta.

Adrian apuró el paso, abriéndose paso hacia la Calle Angle a través de un callejón cercano. Una fuerte explosión detrás de él lo convenció de correr incluso más rápidamente.

Puedo lograrlo, pensó. Se concentró en ese único pensamiento, usándolo para reforzar su voluntad. El peligro se disipaba detrás suyo mientras veía la intersección de las calles Angle y la del Mercado

Puedo lograrlo.

De pronto, Adrian fue forzado a detenerse en seco cuando una moto levitante de la Coalición se detuvo justo delante de él. Posicionándose a sí misma convenientemente en frente de Adrian, inmediatamente comenzó a buscar una salida mientras que el que montaba la moto, cubierto de pies a cabeza en equipamiento táctico negro se bajaba.

Adrian se devanaba los sesos buscando una excusa. “Escuché disparos, en algún lugar cerca de la Calle del Mercado. Estaba yendo a reportar el incidente. Si necesita mi nombre con propósitos de identificación, es Glen Forrester.” el nombre de 2N — nadie estaría buscándolo.

“Es gracioso. Vesper me dijo que 2N se había ido hacía tiempo,”

El hombre se subió las mangas de la chaqueta, revelando brazos cubiertos con el familiar motivo alado del Ángel de la Muerte.

"Me alegro de verte por aquí, Ross."

Puede… que no lo logre.

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