Fragmentos traducidos del Libro de la Vida
Puntuación: +13+x

Lo siguiente es una traducción parcial de las tablas de arcillas halladas junto a SCP-ES-041 en 1938, las cuales contienen una serie de textos en escritura jeroglífica, hierática y griego antiguo. El tamaño de las tablas es variable, pero en promedio es de 22 por 54 centímetros. De las 31 tablas, 15 se hallan en mal estado y 10 están rotas e incompletas. Las más antiguas datan al menos del siglo X a.C., las más recientes, escritas en griego, datan del siglo III d.C.

Su estudio parece indicar que estos fragmentos forman parte de un documento mucho mayor, un texto sagrado del culto al Gran Dios verde, conocido como El Libro de la Vida, del cual al parecer no quedaría copia alguna.

Luego del incidente SA-L65235, todas las tablas fueron robadas por la Sociedad Antares, sin embargo quedó un registro fotográfico de ellas, lo cual ha permitido continuar su traducción.

I

Desconfía de quien considera al pez un dios, el pez es solo alimento, un movimiento de cola y un reflejo plateado en el río. No un dios.

Desconfía de quien considera al cocodrilo un dios, el cocodrilo solo es dientes y miedo, él solo nos ve como alimento, él no aprecia las joyas con que lo cubrimos.

Desconfía de quien considera al chacal un dios, el chacal solo es hambre y un hocico que husmea entre las tumbas. Él no es el guardián del Duat, la Tierra de los muertos, él no da la bienvenida a los difuntos (fragmento perdido).

Desconfía de quien considera al gato un dios, él no es misterio ni gracia, detrás de sus ojos entrecerrados solo hay somnolencia, no secretos.

Desconfía de quien considera al escarabajo un dios, él solo es un juntador de estiércol, el sol no se levanta en el horizonte ni recorre su camino en el cielo porque un escarabajo arrastre consigo una bola de podredumbre.

Desconfía de quien considera al faraón un dios, él es un hombre como todos, con una medida de poder mayor que el resto, pero no un poder absoluto. Él bebe, come, respira y muere como el resto de nosotros (fragmento perdido)

II

Y Amenardis, la sacerdotisa, lloró y suplicó, pero sus lagrimas no conmovieron a los hombres con antorchas, y finalmente se ofreció a si misma a cambio de que dejaran vivir a los árboles sagrados. Pero a los hombres con hachas no les interesó su cuerpo joven. Y talaron y arrancaron de raíz a los vástagos del Dios, y los arrojaron al fuego, donde lloraron y rechinaron los dientes en su agonía, y Amenardis quiso acompañarlos en el fuego, pero los hombres con ojos de antorcha y manos de hacha la retuvieron y la obligaron a mirar.

IV

No hay tal cosa como el juicio de los muertos, no hay pluma de la verdad ni balanza donde tu corazón es pesado. No hay tal cosa como una diosa devoradora de cadáveres a quien temer.

Lo que debes temer después de morir es que tu semilla caiga en mala tierra, en tierra amarga y seca, tierra dura donde moren los escorpiones y donde tus raíces no consigan arraigar, o que los pájaros devoren tu simiente, o que al crecer sea ahogada por las malas hierbas.

V

Y él se despojo de su piel humana, revelando la carne y la sangre que había debajo, y su carne era verde, y su sangre era blanca como la savia, y allí donde caía brotaban las hojas y un pequeño tallo, y después las flores color púrpura.

VII

Y luego vino otro dios, esta vez del este. Era un dios sin rostro, sin nombre y sin cuerpo, y sus seguidores no solo lo consideraban por encima de otros dioses, sino que decían que él era el único y negaban a todos los demás. Decían que todos los dioses eran solo estatuas sin alma detrás, pero ellos también adoraban a un ídolo, este era de sangre y sufrimiento, un hombre clavado a un árbol y cruzado a latigazos. Para sus seguidores, el dolor y la expiación de sus pecados eran lo más importante y no había alegría alguna en su fe (fragmento perdido).

Y su número creció como la mala hierba, mientras que la semilla de los verdaderos creyentes germinaba cada vez en menos corazones, y se volvieron soberbios y agresivos. Y en la antigua ciudad de Alejandro los viejos dioses falsos se enfrentaron al nuevo dios falso sin nombre y sin rostro, y al hombre ensangrentado y cruzado a latigazos. Y sus estatuas cayeron rotas. Y el templo del Apis muerto fue incendiado y derribado de sus cimientos.

IX

Entonces Iuwelot fue despojado de sus sandalias y de sus vestiduras, y él fue cubierto de polvo, y luego del negro limo del río, y se colocaron en sus manos sendas vasijas con agua del estanque sagrado, de la que no debía derramar una sola gota. Y permaneció así durante dos días, arrodillado en actitud de suplica, sin comer ni beber.

El limo se secó, y fue una estatua de barro endurecido. Pero al llegar el tercer día fue bañado con las aguas del estanque sagrado, y el barro cayó y arrastro consigo su piel humana y con ella todos sus pecados, en especial los cometidos contra árboles, hierbas y contra toda indefensa criatura de hojas y flores.

Y su piel seguía siendo oscura, pero por dentro su carne era verde.

X

Y fue vestido con pieles de animales y calzado con sandalias de cuero, pero aun no terminaba su tiempo de expiación. Él antes había sido un orgulloso escriba, y muchas plantas de papiro fueron sacrificadas para que él pudiera escribir en sus restos cosas intrascendentes como el número de cabezas de ganado de una hacienda o los vanos triunfos militares del faraón.

Por ello le fue encargada una misión, y se le dio un hacha de bronce que antes había mordido madera y que también debía ser purificada. Y el amanecer del cuarto día lo encontró escondido en las orillas del Nilo, oculto entre las altas hierbas. Y allí fue cuando los vio, un grupo de sirvientes dedicados a cortar cañas cuya médula era esencial para fabricar las hojas de papiro usadas por los escribas. Él los conocía, incluso recordaba el nombre de dos de ellos. Pero nada de eso importaba, ese día Iuwelot y su hacha, la que antes mordiera madera, fueron purificados por la sangre de quienes agreden a todas las cosas vivas.

XV

Y no había nadie más cercano al corazón de Ahmes que Rajotep, y en sus largas horas de estudio, practicando sobre papiro o madera los símbolos que constituían el arte y el sustento del escriba, su amistad se hacia más y más perdurable, como el granito rosa.

Su amistad comenzó cuando niños, en aquellos tiempos en que añoraban los juegos y las actividades propias de su edad, mientras sus maestros les hablaban de lo difíciles que eran los demás trabajos adultos, exagerando sus riesgos y dificultades para despertar en ellos el interés por los privilegios y la seguridad del oficio de escriba. Y su amistad se habría prolongado hasta la edad madura, pero hubo cambios en Rajotep, y Ahmes empezó a ver a un desconocido en quien antes fue el más cercano a su corazón.

Rajotep se volvió un descreído, y empezó a cuestionar a los dioses. Y palabras venenosas salieron de su boca, tildando a los dioses de simples estatuas de piedra, vacías y huecas, sin un oído detrás que escuchara las suplicas de los fieles, y llamó a la casta sacerdotal garrapatas que se alimentaban de la fe del pueblo y de los tributos que este entregaba al templo.

Todo esto era susurrado al oído de Ahmes, y a nadie más. Pero él temía por el destino de su amigo, casi un hermano. Y le aconsejaba prudencia, y que no volviera la espalda a los antiguos dioses que siempre habían protegido a Egipto. Pero sus palabras fueron en vano, y Rajotep cometió un error, y un gran pecado, y su destino, elegido por él y no por los dioses, fue matar al sagrado toro Apis. Y luego cocinó y devoró su carne, para ahondar más en su herejía.

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License