Remitente: William T. Falcone
Destinatario: Frederick Forbes
No estaba seguro si referirme a usted como agente o como investigador. Fue entonces cuando supe que debía referirme a usted como persona.
Conozco algunas cosas sobre usted. No se preocupe, no es nada de lo que deba preocuparse y fue únicamente con el propósito de escribir esta carta. Sé que hemos tenido ocasiones en las que hemos podido charlar en presencial; lo cual ha sido sin dudas una de las experiencias más reconfortantes que he tenido en más tiempo del que puede parecer.
No mentiré, noté claramente esos leves destellos de asertividad siempre que tocábamos temas filosóficos. Pero honestamente, viendo atrás, es agradable conversar de vez en cuando no como investigadores de “X” cargo, sino como simples personas, y estas conversaciones, si bien no llamaría para nada “mundanas”, han sido el respiro que creo ambos necesitábamos.
Por los buenos momentos y las buenas memorias es que le escribo esta carta, pues he notado un patrón de conducta en usted que me trae recuerdos que no son relevantes para este mensaje, pero sirven para lo que quiero decir.
Si bien desconozco en un todo sus experiencias como agente, o su visión de la vida. Mis deseos para usted no solo por este día, sino por todos los que estén por venir, es que reflexione acerca de esta apatía que he oído por parte de usted; más que nada en situaciones hipotéticas o anécdotas suyas que aún recuerdo.
El camino que está tomando no es erróneo, pero no por eso me gustaría que se descuide en los baches. Si recuerda lo que conversamos la última vez, entenderá que las segundas oportunidades son una aguja en un pajar; no todos podemos tener esa suerte.
Dejándome de preocupaciones, sea la decisión que usted decida tomar, confío plenamente que será aquella que lo llene como persona y le brinde tranquilidad.
Adicionalmente, aprovechando el clima, la cafetería tendrá ciertos añadidos extra dentro de su menú. Si se encuentra libre me encantaría volver a conversar con usted, estoy seguro que no podrá decirle que no a una buena taza de chocolate caliente. ¿Verdad?
