San Valentin 2

Suspiro.

—Y con eso, damos por terminada la lección de hoy.

—Aw man, ¿tan rápido?

—Lo siento Patt, —dijo Luisa con cansancio en su voz— mañana tengo una conferencia para organizar junto a los otros departamentos, anuncios y eso.

—Entonces, ¿no podrás asistir mañana a la reunión de San Valentín en la cafetería?

—Me temo que este año no podré, lo siento.

Mike se inclina en su silla, decepcionándose.

—Está bien, supongo que hay cosas más importantes…

Luisa notó su desánimo.

—¿Pasa algo?

—Nah, solo me hubiese gustado que pudieras estar.

El jóven se levanta de su silla.

—Tengo que irme, debo alimentar a mis peces y luego terminar un informe, esas cosas.

El australiano coge varias hojas de la mesa y las pone dentro de su bitácora. Luego se dispone a ir hasta la puerta de la habitación, deteniéndose cuando estaba a punto de salir.

—Um, ¿Luisa?

La mujer pone su atención en él.

—¿Qué sucede?

Patterson se llenó de nervios.

—N-no, nada… Ten una buena noche.

Arruga el fajo de papeles y se va del lugar.

El silencio se apoderó de la vacía habitación en la que ni siquiera lograba acompañar el viento. Luisa bajó su mirada hacia el suelo, cuando se percató de un sobre que yacía entre las baldosas.
—Supongo que lo habrá tirado por accidente —dijo con curiosidad.

Se levantó de la mesa y se agachó para recoger el sobre. Era de textura cremosa, con un leve color rosa y estampado con una pegatina. Era uno de esos sobres que había visto en anteriores días de San Valentín que circulaban por el Sitio-34 en esta época del año. Y con todo esto, le pareció sorprendente que Patterson haya hecho una. En todos los años que lo ha conocido, nunca había visto una sola carta procedente de él hacia cualquiera. Anda fuera del sitio casi todo el tiempo y es alguien muy reservado, después de todo.

Solo un pequeño vistazo, nada más.

Volteó la carta y sus ojos se abrieron.

Para: Luisa Paola Vander

En el fondo se lo esperaba, bueno, es la persona con la que más se junta en tiempos de trabajo in-situ.

—No podré estar allí para mañana. Supongo que verla ahora mismo sería lo mejor.

Abrió el sobre delicadamente, evitando dañarlo como pudiese. Las hojas en su interior eran pequeñas y amarillentas, idénticas a las que había visto en la bitácora de Patterson.

Tomó la primera hoja. Era un boceto de ella misma, siendo consumida por un vacío estelar. No supo cómo sentirse con esto, pero apreció el detalle.

Pasó a ver la siguiente hoja.

Deberías considerarte suertuda de que hice esto para ti, heh. Si me permites, antes de comenzar:

Traveling in a fried-out Kombi

On a hippie trail, head full of zombie

I met a strange lady, she made me nervous

She took me in and gave me breakfast

And she said:

Do you come from a land down under?

Where women glow and men plunder

Can't you hear, can't you hear the thunder?

You better run, you better take cover

Se confundió inmediatamente, sabía que era una de las canciones que Mike suele escuchar más a menudo, ¿pero por qué?

Vio más abajo en el papel, había más texto.

No es coincidencia que este fragmento de Down Under siempre me recuerda al día que nos vimos por primera vez. yo siendo un novato Agente de Campo, y tú la misma directora del Sitio-34 que alguna vez vi. Me recibiste dentro del Departamento, y así fue como poco a poco nos fuimos acercando mutuamente.

Desde esos días, hacía lo posible por hacer bien mi trabajo, usando mi ímpetu de juventud que aún no se acaba, te hacía preguntas y preguntas. A veces hasta me cuestiono si llegaba a ser algo molesto. Pero qué más da. En el momento que me convertí en tu aprendiz, fue divertido, discutir de distintos temas. Desde la broma que hice sobre el Reino Aeterna que salió terriblemente mal, hasta contarte de mis viajes alrededor del mundo en busca de anomalías zoológicas.

Y no sólo eso, Luisa, me has ayudado y aconsejado con mis problemas, has estado dispuesta a escuchar toda mi charlatanería, incluso por más tonta que suene, nos hemos reído, enojado y entristecido juntos. Todo esto en la década y tanto que llevamos trabajando juntos.

Pero esto no es todo, oh no.

Hay algo en tí, que me hace recordar cosas que he escuchado desde una tierna edad, de tantas personas que he conocido en mi vida.

“Cosas que sólo una madre hace”.

Y creo que es cierto. Nunca tuve la oportunidad de ver a mi madre, desapareció poco después de que yo cumpliera un año, al igual que mi papá, ambos en circunstancias desconocidas. Y tuve a mis abuelos, a mi abuelo especialmente, que estuvieron ahí para mí durante mi niñez y juventud, pero no es lo mismo.

La seguridad que me da al verte, la forma en la que me tratas, tus consejos llenos de sabiduría. Todo esto se siente como si finalmente recuperara todo aquello de lo que me perdí.

Y aunque es triste que solo sea un evento efímero de lo larga que será tu vida, está bien. Al menos sé que tuve a mi lado a la persona que me hizo sentir, que estuve con mi propia madre.

Gracias, Luisa.

- Mike

Luisa se quedó paralizada mirando la carta. No tardó mucho hasta que unas cuantas lágrimas cayeron desde sus ojos. No dijo una palabra más y guardó todo cuidadosamente en el sobre, justo como lo dejó.

Puso la carta en su pecho, suspiró serenidad y la guardó en el bolsillo de su bata.

-Te veré mañana en la noche, Mike -dijo entre susurros.

Y salió de la habitación, perdiéndose entre la oscuridad de los pasillos.

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