Mariposa de Obsidiana

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Cofradía de los Caballeros de San Jorge.
Ese es el nombre de la sociedad atada a la Santa Iglesia Católica que, como ella, se expande en todos los lugares iluminados por la buena voluntad del Señor.
Desde los territorios de la Corona española hasta las tierras alemanas, los miembros de esta sociedad operan, con la misión de limpiar los reinos cristianos de cualquier demonio o herejía en ellos.
Como usted ya sabe, he sido parte de ella durante años.
Mis "prácticas" por la cofradía comenzaron en la Oficina de Roma, después de ella me mandaron con los otros hermanos en la Colonia de Nueva España para practicar nuestro deber como sacerdotes y como miembros de la Cofradía.

Sucedió un verano del año de Nuestro Señor de 1522.
En ese momento, residía en los suburbios de la ciudad de Panamá Viejo.
En la noche del 23 de agosto, unos aldeanos llamaron a mi puerta pidiendo un exorcismo.
Mi acompañante me habló del evento.
Sabe, desgraciadamente no es raro morir antes de llegar a una edad madura.
Especialmente en una colonia en expansión como esa, muchas veces las almas jóvenes llegan al Señor prematuramente.
Me dijeron que, desde el año anterior, fue manchada una enorme figura en los lugares de esas desgracias.
Aunque no hacía más que aparecer en el lugar, casi con una actitud sagrada, la superstición de los habitantes de la zona les había llevado a pensar que la propia figura provocaba la muerte de dicho niño.
Normalmente habría realizado un exorcismo en el lugar, para confortar un padre en busca de un motivo, aunque de otro mundo, por la muerte de su hijo.
Me dijeron que habían capturado la figura.
En la confusión por el fatal incidente del joven, mi acompañante vio la figura y, junto a un pequeño grupo de personas lograron impedir su huida.
Decidieron recluirla en un cortijo a las afueras de la ciudad y luego notificarme.
Ya había realizado exorcismos para ellos, aunque ninguno de ellos era contra demonios reales, como el que había encontrado durante mis prácticas en Roma.
Pensé que sería como la última vez.
Un pobre animal desconocido que, por la superstición de los locales, había sido etiquetado como el Demonio.

Una vez llegado, entendí que aquello no fue así.
En el interior de aquel modesto cortijo estaba un enorme ser de al menos 3 metros de altura, acurrucado en un rincón junto a la sala principal.
Aunque tenía forma humanoide, se parecía poco a un hombre de verdad.
El cuerpo era aquello de un esqueleto humano que, paranormalmente, se retuerce ruidosamente.
Una cabellera negra y suelta partía de su cabeza y llegaba hasta el suelo.
Las patas y las manos parecían las de un jaguar, un gran depredador local, y estaban atadas de dos en dos con cuerdas, como es habitual con la caza capturada.
Para rematar, en completo contraste con el ya grotesco aspecto, unas colosales alas de mariposa, cada una del tamaño de un hombre, estaban en la espalda de la criatura.
Me acerqué con cautela y su reacción me sorprendió.
No como una criatura sino un hombre, juzgado en lo que parecía ser un alegato.
Llegó el primer problema: no pude entender ni una sola de sus palabras..
Su idioma no era español, ni siquiera latino.
Intenté entender lo que me preguntaba, pero sólo me quedaban hipótesis, que resultaron ser ciertas.

Quería ser liberada.
Debería haber pensado en ello, era tan obvio.
De todas formas, dejé el cortijo y dije a ellos que la habían capturada que volvería al día siguiente, con la excusa que no tenía las herramientas adecuadas para un exorcismo improvisado.
Regreso a casa, envié una misiva sobre la criatura al Padre Anton, el Padre Superior de un convento acerca de allí, y un miembro de mayor rango que yo en la Cofradía.
El día después fui a buscar un intérprete para mi causa.
Después de pensarlo, llegué a la conclusión de que el idioma era nativo.
El problema era de todas formas encontrar un correcto intérprete, ya que no todos los nativos hablan el mismo idioma.
Después de consultar con varios escuderos locales, pude pedir prestados, por una tarifa, varios nativos esclavizados.
Definitivamente no estoy a favor de la esclavitud, pero no tenía muchas opciones en aquel momento.

Mi intuición era correcta.
Tras varios intentos, un esclavo muy joven, tal vez 16 años, fue capaz de interpretar para mí.
Por lo que me había dicho su amo, procedía del último reino nativo conquistado en el norte.
Fortuitamente se le había enseñado el español básico, entonces fue una actuación más que decente.
Evidentemente, tenía miedo del enorme ser, pero después de "algunos ánimos" comenzó a traducir.
Hablando de la criatura, las cuerdas que detuvieron las manos y las patas fueren sustituidas por cadenas.
Parece que había logrado liberarse de las cuerdas en las manos y había herido a dos hombres al intentar escapar.
Cuando llegué, parecía tan feliz como un perro contento de ver a su amo llegar a casa después de una larga sesión de trabajo.
Probablemente he sido la única persona que había expresado una actitud ampliamente neutral hacia ella.
Comenzó así nuestra primera conversación.
Como dije antes, inicialmente pidió ser liberada.
Le dije que estaba haciendo todo lo posible para conseguirlo, desgraciadamente dándole falsas esperanzas.
Le pregunté quién o qué era y el esclavo respondió con un nombre nativo, cercanamente traducible como "Mariposa de Obsidiana".
Luego le pregunté porque estaba en lugares donde los jóvenes murieron.
Ha ocurrido algo inesperado.
El intérprete se quedó como petrificado después de escuchar lo que la criatura había dicho y, después de eso, se volvió violentamente contra ella.
No pocos hombres me ayudaron a detenerlo, pero al final logramos confinarle en una casa cercana.
Mira, he visto cosas… horribles en mi vida.
La maldad del hombre casi puede compararse con el diablo en algunos casos.
y la mayor consecuencia de la maldad es el dolor.
Nunca había escuchado un grito tan doloroso.
El lamentar del intérprete esclavo duró hasta la mañana.

Así, a la puesta del sol, lo abordé.
Estaba en un estado de enorme desesperación.
Hice lo que podría llamarse una "confesión" poco ortodoxa.
Me fui pensando que la criatura era un demonio convocado con ira.
No podría estar más equivocado.
Pregunté a el esclavo qué le había dicho para que se enfadara tanto.
La respuesta fue breve y asombrosa: ella era una deidad nativa, en particular ella que protegía las almas de los niños muertos.
Mi reacción inicial fue de incredulidad, pero luego empecé a pensar.
La supuesta divinidad era todavía poderosa. Para reducirla al estado en que se encontraba en eso momento se habían necesitado de varios hombres, incluso armados con trabucos, y un año de avistamientos.
Esto no explicaba todavía su reacción.
Un dato esencial que se me escapó fue que el esclavo era del Imperio Azteca, hecho capitular el año anterior por el Condotiero Cortés.
Hasta hoy recuerdo sus palabras.
"Cuando los españoles nos conquistaron esperaba que los dioses vinieran a vengarnos pero, después de mucho tiempo, me di cuenta de que simplemente no existían.
En cambio, existían.
Lo había.
Todavía hay.
Todavía hay, y no hicieron nada.
No hicieron nada."
Entendí que tentar de confortarlo habría sido inútil, y lo llevé de vuelta poco después a su amo, sin informar de nada de lo que había sucedido.
No tenía sentido castigarlo.

Como el día antes, volví a mi casa con poco progreso.
Para empeorar las cosas, el Padre Antón, el hombre al que había recurrido, había sido enviado recientemente en una expedición misionera a las Indias Occidentales.
De todos modos, los otros miembros de la Cofradía que se encontraban en la zona estaban demasiado lejos para poder ayudarme de inmediato.
Sin otra opción, volví a la búsqueda de un intérprete.
Aunque sabía exactamente lo que tenía que buscar, no fue fácil encontrar al intérprete adecuado para mí.
A lo largo de cuatro largos días, obstaculizado no sólo por las características específicas del intérprete ideal, sino también por mis sacrosantos deberes como sacerdote, busqué arduamente mi objetivo.
Al quinto día, lo encontré.
Un joven nativo de edad ambigua, capaz de hablar el español y, a lo que el maestro, instruido en la Manera Católica.

Así, después de casi una semana de espera, regresé con la criatura.
Una vez más había intentado escapar, sin éxito.
Los aldeanos se estaban poniendo poco a poco nerviosos por mi fracaso en exorcizarla.
Además, la falta de ayuda del resto de la Cofradía no me dio la confianza para iniciarlo por mi cuenta.
Lo que podía hacer era investigarla para encontrar potencialmente algunos de sus puntos débiles.
Como la última vez, la criatura parecía deleitarse con mi aspecto.
Rápidamente me salté las galanterías e hice las preguntas obvias.
Primero le pregunté qué quería decir con "ser una deidad".
Ella respondió que "la gente de la tierra la adoraba".
No como se adora a un rey o a un hombre poderoso, sino como a un dios.
Mientras analizaba la situación, recordé las historias que circulaban en la Cofradía.
Cuentos de miembros legendarios y arcaicos que se deshacen de los dioses paganos.
Siempre los había visto como pequeñas historias divertidas.
Es decir, no podrías derrotar a un dios, como mucho a uno de sus subordinados.
La figura que tenía ante mis ojos, a la que a partir de ahora podríamos llamar Mariposa, me demostró que estaba equivocado.
Le pregunté, intrigado, por su origen.
La respuesta fue: "Yo y los demás habitábamos estas tierras mucho antes de que los humanos llegaran del Norte. Estamos dotados de habilidades superiores a las suyas. Al no poder dominarnos, se convirtieron en nuestros adoradores".
Como había sucedido antes, las respuestas sólo me llevaron a más preguntas.
Otra cosa que me dejó desconcertado fue mi intérprete que, a pesar de las desconcertantes palabras que tenía que traducir, permaneció impasible.
Como si algo dentro de él se hubiera roto.
Quién sabe lo que el maestro le había hecho.
De todos modos, esa era la menor de mis preocupaciones en este momento.
Rápidamente obtuve una respuesta sobre "los otros".
La Mariposa tenía su propia clase, también superior a la de los humanos y diferente a la de los demás.
Tras el colapso del Imperio Azteca, habían huido y él no había podido encontrarlos.
Pensé en las palabras del último intérprete.

En parte por escepticismo y en parte por curiosidad, le pregunté por qué, siendo ella una deidad, no había defendido al imperio nativo y se había dejado capturar.
No había defendido a los nativos porque habría sido inútil.
Me dijo que a menudo el pueblo conquistador recibía parte de la cultura del conquistado, y a veces heredaba sus deidades.
La Mariposa pretendía convertirse en una deidad de los conquistadores.
En resumen, tenía un plan.
No es honorable, ciertamente, pero sigue siendo un plan que un animal no podría haber hecho.
Mientras mi pensamiento sobre la naturaleza humana de la Mariposa se afirmaba, mi pensamiento sobre su naturaleza divina se desvanecía.
Volví a preguntar por qué se había dejado capturar.
Una vez más, la respuesta era muy sencilla: había fracasado.
Lo que era una deidad había sido vencido por la superioridad tecnológica de los europeos.
Todas mis dudas se habían resuelto.
Podría haber salido de esa habitación y realizar el tan necesario "exorcismo" poco después.
En cambio, decidí continuar, para satisfacer aún más mi curiosidad.
Qué gran error.
Durante tres días continuaron mis preguntas, hasta que al cuarto se invirtieron los papeles.
La Mariposa me hizo una petición.
Para encontrarse con Dios.
Me quedé petrificado por un momento, luego recuperé la compostura.
A esto le siguió un simple razonamiento: si Dios había hecho a los hombres tan poderosos, eso significaba que Dios mismo era inmensamente poderoso.
Es justo, pero eso no negaba un problema mucho mayor: la Mariposa quería conocer a Dios en persona.
Después de explicarle que eso no era posible, ella hizo algo que aún hoy me perturba.
Imagino que conoces la historia de Santo Tomás.
El apóstol que había requerido ver las heridas del Señor para creer en la resurrección de Cristo.
La Mariposa me golpeó con un idéntico "Si no veo, no creo".
No era culpa de ninguna deidad pagana malvada que influyera en ella, simplemente conociendo su concepto de la divinidad como una criatura física, no podía creer en un ser etéreo.
Pero en ese momento no lo entendí.
Después de intentar razonar con ella, salí de la Cámara frustrado.
Recé la noche siguiente, temeroso como estaba de que me inculcaran la semilla de la duda.
Una semilla que, afortunadamente, pereció como una planta mal cultivada.
El caso es que, con el alma en paz, al día siguiente volví.

Ahora, no voy a contar todos los argumentos tratados en aquella habitación.
Sería inútil e innecesariamente largo.
En cambio, voy a contar mi ultimo error.
Me encariñé con la Mariposa.
No un afecto de tipo amoroso, por el amor de Dios, sino un afecto que un hombre sólo puede sentir con otro hombre y no con, por ejemplo, un fiel perro sabueso
Finalmente, debido a las repetidas quejas de los aldeanos y, sobre todo, del pobre padre que había perdido a su hijo, el día en que tendría que realizar el exorcismo era inevitable
El destino, o quizás Dios proprio, decidió hacerme un último favor.

Me quitó el dolor de tener que hacerlo yo mismo.
La noche antes del exorcismo la Mariposa trató de escapar.
Probablemente había aprendido un poquito de español por nuestras conversaciones y había entendido lo que sucedería a la mañana siguiente.
Pero los aldeanos estaban preparados para la eventualidad.
La Mariposa murió esa noche.
Un golpe directo de un arcabuz en la cabeza había decretado su fin.
Asustado por la posibilidad de que la Hermandad se enterara de mis acciones, utilicé la mejor arma del hombre para conseguir que los aldeanos dijeran lo que yo deseaba.
Hablo obviamente del trivial dinero.
Sabe, al servicio de la Cofradía he hecho muchas obras de caridad. Además de eso, he hecho acciones que bien podrían ponerme a la derecha del Maligno.
Pero pocas cosas han quedado en mi conciencia como la muerte de la Mariposa.
La cosa peor es que todas mis acciones serían en vano.
Recuerda al Padre Anton, ¿el hombre de la tela del que te hablé antes?
Después che la Cofradía descubrió mi "exorcismo" ascendí en el escalafón y me enteré de lo que hacía en las Indias Occidentales.
Aparentemente, pereció tratando de matar a un compañero Mariposa.
Las han estado echando durante meses.
Si no hubiera encontrado la Mariposa en menos de un mes, la Cofradía la habría encontrado igualmente.
Muy triste como destino.
Tomé una decisión precipitada.
En las cajas que te he traído están sus alas.
Las he estado escondiendo todo este tiempo.
No quería dejarlas en las manos de la Cofradía.
Las habrían destruido, las habrían ocultado a los hombres o, peor aún, las habrían colgado en algún lugar como trofeo de una victoria que no es la suya.
Es para esto que estoy con usted.
Sé que le encanta el arte.
Y, aunque no es obra de hombres, creo que a usted le va a encantar esta "donación" mía.
Después de todos estos años siguen intactas, y luego tienen cualidades no ordinarias.

Me alegro por su donación, Padre Cristoforo. ¿Esto es todo o quiere hablarme de algo más?

No, Curador, gracias por escucharme. Necesitaba deshacerme de esta carga.

Mucho gusto, créeme. ¿Ahora, qué va a hacer?

He sido convocado para ir a la Sede de Roma, por el propio Pío IV, probablemente para responder a… otras acciones mías.
No creo que nos volvamos a ver.
Gracias por todo y adiós.

Adiós, Padre.

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