Exploración Urbana al Metro de mi Ciudad

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Diver-from-Depths 31/10/15 (Sá.) 23:42:18 #35241784


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Las frías gotas de lluvia de diciembre comenzaban a caer ligeramente. Podía sentir como golpeaban mi cuerpo, produciendo un hormigueo, pero nada iba a perturbar mis reflexiones. Una escotilla al ras del suelo me iba a dirigir a un lugar que es considerado un mito, el Metro-2. ¿Cómo lo logré encontrar con tanta facilidad? La incertidumbre comenzaba a hacerme vacilar. Estoy solo en un descampado. Podría resbalar y morir en el viejo túnel. No sé qué me espere, pero lo que sea, deberé estar listo. Aclaré mi mente, pensé en los mejores escenarios. “Hombre local encuentra el Metro-2 de Moscú”. Era a lo que podía aspirar.

Usé toda mi fuerza para abrir la vieja y oxidada lámina de metal. El chirrido parecía un anuncio de muerte; recorrió mis huesos, produciendo un escalofrío en todo mi cuerpo. Ya estaba en el lugar, regresar sería de cobardes. Me mentalizaba que no había nada de qué temer, que con mis habilidades podría arreglármelas para salir en caso de que algo ocurriese. Tomé una bocanada de aire, inflé mis pulmones y relajé mi cuerpo.

Los oxidados peldaños de la escalera empotrada en la pared me indicaban que unos guantes hubieran sido una excelente adición a mi equipo de exploración, pero ahora debía avanzar sin titubear. Hacía frío, el agua no me dejaba de acosar y la humedad en el angosto espacio me producían nauseas. Deseaba haber sido más inteligente y no haber llegado con lo que tenía puesto en la mañana. Mis manos sentían unos ligeros cortes, pero no había sangre. Estaba aliviado cuanto menos.

Cuando descendí por aquel claustrofóbico lugar, me recibió otra escalera, pero esta vez, eran eléctricas. Pese a que el tiempo haya hecho sus estragos superficiales en el sitio, el mecanismo que movía los peldaños seguía operativo. ¿Cuánto tiempo habrá pasado? Tal vez poco menos de 100 años desde que alguien puso un pie en este lugar. Volviendo a respirar, esta vez en periodos cortos por el olor a humedad, logré calmarme, pero no avancé. Estaba, hasta cierto punto, petrificado por la idea de que esto siguiese activo. No había palabras de aliento.

Mi cuerpo avanzó por sí solo, mientras estaba ensimismado con mis pensamientos, con mi pánico, con mi instinto de supervivencia disparado. ¿Tal vez el gobierno quiera reactivarlo? Poco probable, arreglar todo llevaría demasiado tiempo, esfuerzo y dinero. ¿Tal vez hay alguien que lo quiere operativo? En cuyo caso, ¿por qué? Podía sentir como la fiebre se apoderaba de mi cabeza por el asalto de ideas que inundaban mi cerebro. Aunque también podía ser que el moho tuviese algo que ver. Cuando mente y cuerpo fueron uno mismo otra vez, me encontraba parado en un andén de concreto con sus paredes adornada de azulejos azul aguamarina y un blanco pastel. Estaba iluminado.

Si hubo propaganda comunista, horarios de tren o mapas de las líneas del metro, ya no estaban. El lugar estaba hecho un desastre. Pocas eran las áreas que no estuviesen invadidas por hongos o sarro. Recorrí con mi vista toda la zona y no había mucho más que ver. Algo me decía que me acercara a las vías. Me asomé y vi por ambos lados. En la izquierda, una pesada oscuridad que mi linterna no podía atravesar. A la derecha, un vagón abandonado en lo que parecía ser el fin del metro. Armándome de valor, bajé y me encaminé a la derecha, tan solo con la meta de encontrar un recuerdo que acreditara mi visita para largarme de inmediato.

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Busqué alrededor del viejo vagón, pero no había nada interesante o que pudiera llevar conmigo. Chatarra y poco más. Acepté la invitación de la puerta abierta de ese pedazo de transporte solo por una razón: parecía detenido en el tiempo. Si lo comparamos con su entorno, está bien conservado. Aluzando el pasillo, encontré algunos carteles interesantes.

Avancé a la cabina del conductor, solo por curiosidad. Los mandos estaban bien conservados y, al presionar el botón que decía “Iluminación”, se hizo la luz. El sonido de las lámparas encendiéndose hizo que me sobresaltara, tapara los oídos y cerrara los ojos por instinto. Tardé un poco en recuperarme del impacto. Cansado por las emociones (y de tener que calmarme) que había tenido hace no mucho, decidí sentarme en el lugar del conductor. Cerré los ojos y caí dormido.

Un estruendoso chirrido me despertó. Solo había una cosa en ese lugar que podía producir ese sonido, o al menos eso es lo que me parecía. Tampoco es que, después de haber despertado, sea la persona más avispada mentalmente. A pesar de esto, mis ideas no eran erradas. El chirrido era producido por la fricción de los oxidados rieles con las ruedas del vagón. Pude ver como pasaba el andén del que vine, después me adentré en la completa penumbra del túnel. Las leyes de la física no parecían afectarme. Sentía la velocidad creciente del coche, pero no la presión que le sigue.

Presa del miedo, toqueteé botones, palanca y perillas. Nada funcionó. Resignado, decidí ver si había algo extraño en la parte trasera. Mis movimientos eran torpes, pero logré componerme. La puerta que me invitó estaba cerrada. Un escalofrío similar a cuando abrí la trampilla había hecho su entrada. Podía no ser tan extraño que un andén de los 40’s siguiese operativo; muchas estaciones abandonadas siguen conectadas a la línea eléctrica. ¿Pero qué explicaba que un vagón se condujese solo?

Tome lugar en un asiento. Estuve en silencio, no pensaba en nada; el chirrido no me lo permitía. Sentí que el metro paró totalmente de un momento a otro. No salí disparado. Había llegado a una bifurcación. La puerta se abrió, esta vez invitándome a bajar. Debía elegir a donde ir, tal vez la salida esté más cerca que regresar por donde vine. En una tabla, tracé una tacha. Uno nunca sabe lo que puede haber en un lugar olvidado por Dios. Fui a la izquierda.

Volví a la bifurcación, pero la tacha no estaba ni tampoco el coche. Todo lo demás era igual, no había cambiado nada. Confundido, tome otra vez el camino de la izquierda. Pasó lo mismo. Otra vez lo intenté. Nada diferente. Un intento más. Esta ocasión pude ver que los rieles tenían menos óxido y que las paredes tenían un color grisáceo característico del concreto. La oscuridad profunda había desaparecido en gran parte. ¿En gran parte? La falta de luz no funciona así.

Repetí el proceso de tomar la izquierda dos veces más. En el último intento, el túnel estaba totalmente iluminado por lámparas en el techo. El óxido había desaparecido. Un par de luces se aproximaban a mí por las vías, las cuales pararon al iluminarme de lleno. Pude escuchar una voz por un altavoz hablándome con un acento extraño.

Lil-Moskva 01/11/15 (Do.) 05:15:23 #27491053


Interesante historia. ¿Y cuántos años tienes? ¿115? Estaría bien corregir esos errores cronológicos para que sea creíble.

Diver-from-Depths 01/11/15 (Do.) 06:04:54 #35241784


Hola, Moskva (lindo nombre). En realidad, es un escrito de mi bisabuelo, el cual me mostró mi abuela hace unos días mientras visitábamos la tumba de sus padres. Nos sentamos en unas bancas enfrente de las lápidas y comenzó a platicarme de cómo era vivir con ellos, hasta que llegó a esa historia. Entonces sacó una hoja de papel y el cartel. Me insistió en que la anotase en mi teléfono para que así no la olvidara, además, le tomé fotos a la propaganda.

«Mis papás se conocieron poco después de eso. Mamá era una enfermera que iba en un vagón. El maquinista detuvo el metro por alguien que estaba en las vías. Era papá, estaba en shock. Mamá le ayudó y de ahí en adelante se fueron enamorando hasta que se casaron».

Apenas ayer recordé que tenía la historia en un Word y quise ponerla aquí por diversión. Yo solo agregué una imagen de internet para representar el vagón de la historia. Tampoco creas que tengo alguna idea de lo que pasó, estoy tan confundido como cualquier otro de aquí.

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