NOTA: Esta es la Parte 22 de la serie de 23 partes, La Guerra Cool. Leer esta parte primero es una muy mala idea y vas a spoilearte un montón de la historia.
"Ruiz Duchamp".
Ruiz se agitó, frotando sus ojos y bostezando mientras se despertaba. Quiso estirar sus brazos, pero fue detenido por las cadenas de metal que claqueteaban, atándolo a la mesa. Levantó la vista, mirando hacia el abrupto rostro del Agente Green.
"Mierda".
El Agente Green había tomado todas las precauciones posibles. El remanente del DM Upsilon-18 estaba apostado fuera de la cámara de contención; en retrospectiva, la última brecha sólo fue posible porque Green estuvo solo. La habitación estaba herméticamente cerrada, y no había métodos para abrirla desde dentro. Había cámaras observando cada rincón de la habitación, incluso más allá del espectro visible. Green abrió un pequeño archivador, y repartió fotografías e informes de incidentes por toda la mesa.
"Ha captado nuestra atención, Señor Duchamp. Setenta y tres anomalías recuperadas en los últimos seis meses. Todas y cada una de ellas llevaba su nombre".
Ruiz se inclinó cuanto pudo sobre la mesa mientras sus ataduras se lo permitían, mirando las fotos antes de caer de nuevo en una posición sentada, sonriendo.
"Pues les faltaron algunas".
Green dirigió su puño derecho hacia la mandíbula de Duchamp; Ruiz se sacudió más o menos en sus cadenas, y luego se frotó la barbilla con cautela, disolviendo su mueca. Green se acercó, mirando a los ojos de Duchamp de forma tan amenazadora como le era posible.
"No hablará a menos que le haga una pregunta. ¿Entendido?"
Duchamp permaneció en silencio. Green volvió a su asiento, ajustándose la corbata.
"Me agrada ver que podemos hacer esto de la manera fácil, Señor Duchamp".
Green miró las fotografías, escogiendo una al azar.
"Vamos a echar un vistazo a este, ¿eh? 'Campanas y Silbidos'. Una matraca. Un fastidio público. ¿Quiere saber qué hicimos con ella, Señor Duchamp?"
"No".
"La destruimos. La metimos en un compactador de basura y la estrujamos hasta que se quedó en silencio".
Green deslizó dos fotografías sobre la mesa; una mostraba a un intrincado cuadrúpedo modelado en oro, disparando vapor desde sus fosas nasales hacia atrás. La otra, mostraba un ladrillo cúbico brillante.
"Antes y después. Señor Duchamp, esto no es arte. No es inteligente. No estimula el pensamiento. No es 'cool'. Tan solo es molesto. Vamos a ver esta. Ah, la recuerdo. 'Sé Que Van A Venir A Joder Todo, Cabrones, Por Qué No Aprenden A Dejar Las Cosas Tranquilas De Una Vez'… y así. Y, de hecho, realmente la 'jodimos'. Ahora es solo una pila de vidrio molido. Guardé un fragmento en mi escritorio, solo para recordar como la destrozamos en mil pedazos. ¿Cuál era el propósito de esta obra, Señor Duchamp?"
"Que ustedes la rompieran".
"Bueno, me alegra haber caído en sus manos. ¡Qué afirmación tan espectacular ha hecho! Qué obra maestra más revolucionaria. Esto es sarcasmo, Señor Duchamp, si es que no es capaz de reconocerlo. Usted claramente no piensa mucho con sutilezas".
Ruiz golpeó sus dedos uno contra otro. No eran las cadenas lo que lo intranquilizaban, ni era las críticas de Green hacia su obra; era la falta de estímulos. Comenzó a girar los lados de un cubo Rubik imaginario, pensando en el chasquido de plástico contra plástico. Green miró al inquieto artista.
"Preste atención, Señor Duchamp. Vamos a llegar a la parte más importante. 'La Tragedia del Rey Ahorcado'".
Ruiz levantó la vista de forma repentina.
"Ese no fui y-"
Green dirigió su puño izquierdo contra la mejilla de Ruiz, gritándole como un perro rabioso.
"ESA NO ERA UNA PREGUNTA, SEÑOR DUCHAMP".
Ruiz se frotó la mejilla, que ya comenzaba a tornarse morada, mirando con enojo al Agente Green.
"'La Tragedia del Rey Ahorcado'… SCP-701, lo llamamos. Verá, lo que ha hecho ha sido romper nuestros procedimientos de contención, Señor Duchamp, y no nos lo vamos a tomar bien. Es cierto, son restos estúpidos de anarte, los conseguimos todo el tiempo. Limpiamos sus desastres, no nos importa. ¿Pero esto? Esta actuación constituye una violación de contención. Eso cambia un poco nuestro procedimiento".
Green se sentó, rascándose la barbilla mientras Duchamp se removía en su asiento.
"Señor Duchamp, vamos a eliminarlo".
Ruiz sintió que su corazón se saltaba un latido. La conversación se había vuelto tan… real. Levantó sus manos tanto como sus cadenas se lo permitía.
"¿Si?"
"No fuí yo".
"Tenemos fuentes verificadas que dicen lo contrario. ¿Tiene pruebas?"
"Sandra Paulson es inmune a los hipnóticos… al igual que yo, por cierto. Esta porquería solo me está dando sueño".
El Agente Green miró a Duchamp, observando mientras se rascaba donde la aguja lo había llenado de un cóctel de escopolamina. Pensó por un momento, y luego continuó.
"¿Sabe quién le proporcionó ese documento a Sandra Paulson?"
"Oh, claro. El Escultor".
El Agente Green levantó las cejas.
"¿Sabe dónde se encuentra El Escultor en este momento?"
"No he podido seguir al verdadero por días. Estúpidos clones".
"Es consciente del incidente que involucraba a El Escultor esta mañana?"
"Oh, claro. Ustedes estuvieron disparándome un poco".
Green frunció el ceño, y se acercó.
"¿Estaba dentro del 16 de la calle Hartford?"
"Sep. Por un rato antes que llegaran".
"¿Por qué?"
"Un asunto privado. Cosas de familia".
"No me haga golpearlo de nuevo, Señor Duchamp. Se hace más difícil entender a alguien con la mandíbula rota".
"Estaba recuperando a mi hermano".
"¿Su hermano?"
"Pico Wilson. El Chaqueador".
Green frunció el ceño, intentando esconder su confusión.
"¿Diferentes apellidos?"
"Cambié el mío hace cinco años. Aunque nunca lo hice formal; no aparezco como Duchamp en ningún registro en papel".
"Ya veo. ¿Está consciente que su hermano ha actuado de forma similar contra nuestra organización?"
"De forma no específica".
"Al igual que usted, está involucrado en una brecha de contención. Una substancialmente mucho más seria."
"Pero yo no f-"
Green dio un puñetazo; Duchamp cortó la mitad de la frase antes de recibir un golpe.
"Solo cuando haga una pregunta. Señor Duchamp, si lo que dice es verdad, y la Señorita Paulson y usted son inmunes a los hipnóticos, entonces nada de lo que me ha contado tiene peso alguno. Sus palabras y las de ella no significan nada ahora. Será su versión de la historia contra la de usted, y ninguna puede ser verificada. Dicho esto, y dada su franqueza en dar respuestas, no tengo ninguna razón para dudar de usted".
Green se acercó a la puerta, presionando un botón del intercomunicador.
"Alcorn, ¿puedes buscar los registros de un tal 'Pico Wilson'?… busca 'Ruiz Wilson', mientras tanto".
"Entendido".
Green se dio la vuelta, y se sentó en la mesa.
"Señor… Wilson".
Ruiz se revolvió, inquieto por el uso de su nombre de nacimiento.
"No tengo pruebas de su relación con la brecha de SCP-701. Usted no tiene pruebas contra ella. Tendería a errar por el lado de la clemencia, pero dado su registro de expediente, no me siento particularmente generoso. Verá, Señor Wilson, en esta habitación, yo soy el juez. Yo soy el jurado. Y en caso que le encuentre culpable, yo seré el verdugo".
Green desenfundó su pistola, apuntando de lleno hacia la cabeza de Ruiz.
"Si el Agente Alcorn regresa a esta habitación, y compruebo que algo de lo que me ha dicho ha sido mentira, voy a tirar de este gatillo".
Ruiz observó detenidamente el cañón del arma, sintiendo gotas de sudor formarse alrededor de su cabello, bajando lentamente por su rostro. Green cerró su ojo izquierdo, posicionado el derecho a lo largo de la mira.
"¿Se siente asustado, Señor Wilson? Si ha sido honesto, no habrá nada que temer".
Ambos permanecieron sentados por un minuto, luego dos. El sellado al vacío de la cámara resistía todo el sonido; Ruiz pudo oír su pulso palpitar en sus oídos. El intercomunicador zumbó.
"Encontré los archivos, Green".
Green se levantó, dirigiéndose al pequeño cubo de metal y presionando el botón de hablar. Ruiz exhaló un suspiro que ni él se había dado cuenta que tenía guardado.
"¿Parentesco?"
"Hermanos".
"Gracias, Alcorn. Creo que ya casi hemos terminado aquí".
Green regresó a la mesa, tomando asiento otra vez. Ruiz estaba sonriendo ligeramente, aliviado ante su inminente liberación.
"No celebre todavía, Señor Wilson. Aún no tengo ninguna razón de peso para mantenerlo vivo".
Ruiz pasó de la euforia al miedo en un instante.
"No obstante, necesitamos traer a su hermano para interrogarlo. Y, desafortunadamente, usted es el mejor guía que tenemos para él".
Green se rascó la barbilla, contemplando el mejor curso de acción. Idealmente, Ruiz se pondría por defecto a su lado, actuando como cebo voluntario para su hermano… pero, por supuesto, su resistencia a los hipnóticos le hacía poco confiable en el mejor de los casos. Tenían que mantenerlo bajo control, dentro de su vigilancia, sin ningún riesgo de que huyera. Necesitaban mantenerlo inconsciente. Necesitaban mantenerlo aburrido.
Y luego, a través de una chispa de genio, Green tuvo una idea.
"Señor Wilson, me dijo que tenía resistencia a los hipnóticos. ¿Cómo responde ante los amnésticos?"
Ruiz sintió la sangre drenarse de su rostro.
"Mal. Muy, muy mal".
Green se rió.
"Bueno, yo no veo lo malo aquí".
el resto quedó en el olvido
COMO LO ESTABA EL MUNDO
Ruiz se frotó los ojos para deshacerse del sueño hasta donde pudo. Había vuelto a quedarse dormido en mitad de la galería. A plena luz del día. Varias horas. De pie. Otra vez.
Ruiz miró la hora en el reloj digital de su muñeca derecha. Eran las 3:45, PM.
Ruiz miró la hora en el reloj analógico de su muñeca izquierda. Eran las 3:45, PM.
Ruiz miró al reloj de bolsillo del cuadro que tenía ante él. Se estaba fundiendo sobre una rama de árbol, y probablemente no le habían dado cuerda durante algún tiempo. Ruiz sabía que no podía fiarse de mediciones de obras temporales surrealistas, y le dedicó un mohín a la pieza. Pero, aún así, seguían siendo las 3:45, PM.
Ruiz recorrió la recepción y salió por la puerta a la calle, tres portales más abajo, entró a su cafetería favorita y pidió un espresso.
Tomó el vaso y se giró para irse. La barista habló a su espalda, mientras caminaba.
“¿Te sientes bien, Ruiz?”
Se volvió hacia la preocupada chica detrás del mostrador.
"Sí, estoy bien, gracias."
Salió, sorbeteando su café. Debía aprenderse el nombre de esa chica algún día.
confusión luego aceptación
ROBADA DE UNO MISMO
Ruiz regresó a su estudio, encontrándolo lleno de variadas trampas mortales. Masajeó su sien, intentando ahogar su penetrante jaqueca. ¿Cómo iba a juntar estas cosas? Miró las placas en la instalación, confuso ante la determinada mal pronunciación de varias palabras. Parecía completa, pensó; quizá podía abrirla también al público.
así llegó el principio
EL RESTO ERA CONTEXTO
“Por culpa de tu exhibición han muerto tres personas.”
“Firmaron exenciones.”
“Tengo gente atosigándome ahora mismo.”
“Todos firmaron exenciones. Ellos saben a lo que venían aquí, son adultos responsables.”
La última exhibición de Ruiz Duchamp era, en su opinión, su obra maestra. Una instalación que le había llevado cinco meses en total construir, ‘wowwee veh i matate’ era su homenaje a la estupidez. Había bailado al son del Hombre para liberarse de responsabilidades, y aún así éste le estaba machacando. Era ridículo.
“Están exigiendo que te deshagas de la viruela.”
Una de las partes más populares de ‘wowwee’ era ‘apunialat kon eztaz agujaz’. Era simplemente una caja abierta que contenía jeringas con muestras de las enfermedades más virulentas y los venenos más tóxicos en la historia de la humanidad. Así fue como una de las personas murió, luego de inyectarse una dosis letal de todo. Cuando alguien le preguntó cómo fue que obtuvo este tipo de cosas, él simplemente se encogió de hombros y dijo que tenía sus maneras.
“No voy a comprometer la integridad de la pieza para acomodarla a imbéciles.”
“Tendrás que hacerlo. Y las sierras tendrán que irse también.”
Las piezas más ruidosas del salón, ‘korta tuz d2 n sierraz no. 1-5’, eran simplemente sierras circulares de acero al carbono de alta rotación. Habían sido pintadas en colores primarios brillantes, pero más allá de eso, eran perfectamente normales, y podían cortar una mano con facilidad. Los críticos las habían empleado a sabiendas para cortar dos manos. Ruiz odiaba a Los Críticos. No podría recordar por qué.
“Hay advertencias por todas partes. El sentido mismo de la obra es poner a la gente ante peligros que puedan evitar con facilidad, pero que sean muy reales. Si recontextualizas cualquiera de sus partes, pierde todo su valor.”
“No me basta.”
“Estás marchando al redoblar de tambores de El Hombre.”
“Estoy intentando salvar las vidas de la gente.”
“Estás intentando salvar a idiotas que se cortan los dedos en sierras.”
“¡EL NOMBRE DE LA PIEZA LES DICE QUE LO HAGAN!”
“¡Diablos!, al menos no llamé a nada ‘arrójate de un puente’. Qué catástrofe habría podido ser eso.”
Cada pieza en la exhibición estaba diseñada para matar o, al menos, herir gravemente. El único miedo que tenía Ruiz era que alguien particularmente idiota las usara para matar o, al menos, herir gravemente a otra persona. Afortunadamente, esto aún no había ocurrido. El solo pensamiento de matar a otro ser humano le causaba repulsión.
“Ya hemos quitado el C4 por ti.”
“¡¿Qué?! ¡Pero si nadie ha usado siquiera el ‘preziona l boton pa fuegoz hartifcialez’, esto es del todo puritano!”
“La seguridad es lo primero. No puedes tener mierdas como estas en mi galería.”
“Estás arruinando la perspectiva. Lo has visto antes.”
“El trabajo será recontextualizado, y la policía ya no me estará respirando en la nuca. Necesitarás hacer todo más seguro o deberás largarte de aquí. Lo lamento, y sabes que me encanta la pieza, pero la gente es demasiado estúpida para ella.”
“ESE. ES. EL PROPÓSITO. DE LA OBRA. Si eres demasiado estúpido como para saber que no debes sentarte en una silla eléctrica y tirar de la palanca, es tu puta culpa. Su sangre es mi lienzo.”
“Lo sé, Lo entiendo. Pero llévatela a otra parte. Lo siento.”
Ruiz estaba decepcionado. Caminó hacia su habitación favorita, pasando por la caja de píldoras de cianuro que decía ‘Obligatoria, Tome Una, Por Favor’. Pasó por las guillotinas accionadas por cuenta atrás. Observó pasivamente el ‘akí jguea c/eztoz kuchilloz’. Había una pieza que había estado guardando para un evento de decepción en particular. Cerró la esclusa, y respiró lentamente.
Todos eran unos putos idiotas.
Nadie lo pillaba.
Nadie lo pillaba REALMENTE.
¿Nadie?
Nadie.
nadie
Nadie.
Nadie
NADIE
Nadie en absoluto.
esto no está bien
Mientras giraba la llave, el nitrógeno líquido se roció a través de su cuero cabelludo y su carne.
Sus últimos pensamientos eran que eso no importaba.
¿NO IMPORTABA?
no importa
Sus Últimos Pensamientos Eran Que Aquello Nunca Importó
Al menos él lo pillaba.
Realmente lo pillaba.
¿Él Lo Pillaba?
¿ÉL
LO
PILLABA?
lo pillaba
Lo pillaba.
Lo Pillaba
LO PILLABA
Y era todo lo que él necesitaba.
‘toma 1 dchua para cr cul’
que nombre más estúpido
A veces, Ruiz, las cosas solo… no sé cómo decirlo. Quizás deba llamarlo… 'reversión'. A veces las cosas se revierten, ¿no te has dado cuenta? Es como si estuviéramos viviendo en el borde de una moneda. Un cuchillo, incluso. A veces, las cosas se revierten y el mundo se siente horriblemente diferente. ¿Puedes sentirlo? Lo sientes, ¿no es así?
Pero con mi cerebro pasa algo.
Lo han retorcido, sabes, retorcido por un hombre que pensó que podría ser divertido.
O quizá no.
Quizá me mantuvo como soy y retorció el mundo.
¿Cómo pudiste decirlo?
siguió la muerte
Has sido cordialmente invitado al funeral de
RUIZ EDWARD DAVID DUCHAMP
Un Artista
el sexto del primero es paz y alegría
El sexto del segundo, nada más que censura.
El Sexto Del Tercero Comienza A Revelarse
LAS ALAS DE UN PÁJARO CHAQUEADAS CON DESMESURA
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