Esperanzas De Resurreción
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El auge de Al’luzy

Esperanzas de resurrección

En la cordillera más alta del renacido planeta Venus, ahora bautizado como Al’luzy, se encuentra la campeona de Arneb. Alicia Kalafpe, la portadora del arma nacida en la Luna, la exótica lanza vidnepa cuya historia sigue ligada con el corazón de la humanidad. Quién siempre miró alto para perderse en el tenue brillo de los astros. Temiendo por las sombras terrestres alrededor de su vida. Hija, con padre ausente tras una guerra; soldado, peleando una batalla perdida; carcelera, sumergida en una oscuridad oculta. Y ahora, elegida por seres más antiguos que su propia galaxia.

La blanca nieve se asienta en sus caídas orejas leporinas, mientras ella misma está sentada con sus piernas cruzadas. Su miraba se centra en el horizonte, un paisaje predominado por cadenas montañosas y pequeñas manadas de liebres blancas, quienes con sus saltos traían a la vida pequeñas plantas adecuadas a las condiciones heladas. Y así se repetía dicho patrón, los lagomorfos remodelaban y revivían legados ya extintos. Pero ella lo sabía y su mente se encontraba encadenada a dicho pensamiento.

—"¿Cuánto tiempo durará nuestra paz?" —Alicia se puso de pie y miró aquel destello azul, su planeta natal y aquel latido de la madre del universo, sus manos apretaron su lanza con fuerza y suspiró.

Incluso con un mundo, incluso con la capacidad de revivir a los caídos durante eones e incluso con la experiencia de un superviviente de la Gran Penumbra… Ella reconocía el inminente peligro que acecha cada uno de sus días. En cualquier momento, todo lo que ha construido podría llegar a su final.

—Siempre ha sido así, ¿no es así? —alzó su mirada para observar el cementerio estelar.

Sus pies se levantan del suelo, levitando primero algunos metros. Da un suspiro y sigue su vuelo con dirección al segundo objeto más brillante de su cielo: La pequeña luna de Al’luzy, principalmente llena de vida vegetal y seres marinos en sus mares. Podría haber viajado en un instante a sus suelos. Podría haberse materializado desde la punta de la montaña a las playas de dicho satélite. Podría haber elegido tantas maneras de viajar. Y ninguna la habría satisfecho.

Su velocidad se acelera mientras atraviesa las arremolinadas nubes. La fricción entre la atmósfera del planeta y su cuerpo incrementa hasta ser envuelta en llamas; para Alicia, esto no es más que un cálido abrazo. En su ascenso a una anhelada paz, goza de una maravillosa vista. Millones de seres leporinos, despertando un mensaje encriptado en el código de la vida. La fundación de un mundo para recordar una millonésima parte de lo ya perdido con el pasar del cataclismo universal perpetuo.

Pronto, solo puede ver los continentes y océanos recién nacidos. El calor que envolvía su cuerpo desaparece, reemplazado por el saludo del Sol mientras se deja flotar en el espacio por un par de minutos. Tras esto, dio la espalda a su mundo para continuar viajando a su luna. Durante el transcurso, se permite a ella misma analizar los demás planetas que han acompañado al pequeño faro amarillo. Quizás carentes de vida y de sentimientos; pero se siente en deuda con ellos. Su mano se extiende y los saluda. Sus ojos se cierran y piensa:

—Gracias —cerró su mano y regresó la mirada a su objetivo.

A mitad de su camino, se deja maravillar por las estrellas y el característico camino lácteo. Su cuerpo humano deseaba lagrimar. Pronto se dio cuenta que su cuerpo vidnepa representa sus emociones de una manera diferente. Su ser empieza a producir una estela celeste, con millones de partículas de hielo, convirtiéndose en gas al ser iluminadas por el Sol. En estos instantes, Alicia es un cometa velando y lamentando por las memorias de su compañero leporino que yace fusionado en cuerpo, mente y alma.

El lamento se detiene una vez más cuando se centra en la Tierra. Ya lo había sentido antes, una conexión con el árbol de la vida terrestre. Un planeta al borde del colapso, parcialmente. La agonía de la extinción trata de sumergir a la guerrera de Arneb en desesperación. Para su alivio —o lo contrario—, dicha sensación era la norma en el recuento de su vida. Se limita a suspirar, a recordar que si bien el futuro no pinta una imagen favorable, por lo menos en sus manos queda la oportunidad de provocar un cambio. De ganar la más grande de las batallas. Por su propio bien, decide dejar de mirar al planeta azul o…

—Volver, a terminar mi… —apretó sus puños—. No, no es el momento.

Si fuera por su decisión, podría haber elegido viajar de esta manera por meses, años, décadas. Se sentía tan natural, cual instinto forjado por la evolución. Para su mala fortuna, tiempo es algo del cual no disponía. La luna recibía a su creadora con una vista a una playa de arena roja. Alicia aterriza con delicadeza en la costa y se acuesta. El sonido del mar azotando con algunas rocas la relaja. Tras un par de horas, se puso de pie e invocó su lanza, golpeando el suelo, levantando una gran cantidad de arena.

—¿Por qué te has de esconder? Si todos los vidnepas son bienvenidos en mis tierras —Alicia seguía mirando fijamente a su mundo.

El montón de polvo rojo fue envuelto por un aura dorada, tomando la forma de una liebre. Dicho ser poseía atuendos en sus extremidades, parecidos a muñequeras y rodilleras, ambas adornadas con símbolos… Los cuales Kalafpe no reconocía.

—Se me ha dicho que tema a cualquiera de los Tres Grandes Desertores —en este punto, la arena rojiza se perdía entre un brillo dorado, el cual formaba la figura leporina—. ¿Desertores era la palabra? Ha pasado tanto tiempo…

Alicia trató de usar la memoria de su parte vidnepa para encontrar algo sobre este ser. Claramente formaba parte de la historia de los lagomorfos de antaño. Aún así, no hubo ningún recuerdo sobre la estela leporina dorada.

—Conocía sobre vidnepas errantes en el cosmos… —Alicia señaló a las muñequeras de la liebre— Pero, esa aura y tus glifos.

—No son de importancia. No para tu gente —su tono reflejaba un poco de desprecio, aunque demasiado sutil—. Se han esforzado tanto en olvidar quienes somos —miró fijamente la lanza de Alicia—. Y cuál era nuestra misión. Nuestra razón de ser. Nuestro por qué.

—Si has venido a liberar tus frustraciones, no te culparé. Aunque sé que no solo has venido a ello. De hecho, creo haber sentido un aura así hace poco. De ser así —Alicia se rascó las orejas— ¿La… Estela Dorada? Jamás he oído de ella, solo menciones. Una en particular.

El leporino dorado se dejó caer en la playa, aun mirando a Alicia.

—¿Cómo se sintió? —el leporino desvió su mirada a Al'luzy—. El acto de dar nacimiento a un mundo.

Kalafpe quedó en silencio por unos segundos.

—Como si pagara una deuda inconmensurable. ¿A qué viene la pregunta?

—Es un bello mundo… Para convertirlo en la próxima maquina de guerra, ¿no?

Alicia miró a Al'luzy y asintió. A pesar de ser un mundo para preservar el linaje vidnepa, su creación era solo es parte de otro engranaje para una guerra aparentemente eterna.

—Lo dices como si hubiera otra opción —apretó su lanza con fuerza—. Lo dices como si no supieras lo que es necesario hacer.

—Y tú lo dices como si tratarás de convencerte a ti misma y no a mí. ¿Crees que los vidnepas siempre fuimos guerreros? —el vidnepa se levantó y dio un pequeño salto hacia Alicia.

La pregunta tomó por desprevenida a Alicia, poniendo su lanza en la espalda.

—No lo sé. Su historia así lo ha pintado —Kalafpe seguía mirando los símbolos en las vestimentas del ser dorado.

—Quiero que hables con sinceridad, Alicia Kalafpe. ¿Crees que una guerra más solucionará todo?

En esta ocasión, la guerrera no tardó en responder.

—No es una guerra. Sechud debe ser eliminada y porto el arma para llevar a cabo la tarea. Sé que tal vez se pierda la poca vida que queda en el universo —dijo con firmeza—. Será el final para que los sobrevivientes puedan vivir en un futuro que jamás ha sido asegurado.

—¿Crees que la lanza es la respuesta? Porque han dicho lo mismo tantas veces. "La divinidad nos dará el conocimiento y poder para vencer o proteger".¿Y qué pasó? Los seres que juraron salvar invocaron a la Creadora para terminar la disputa. "La armamentización de las redes de materia oscura serán nuestro ataque final" y la Gran Penumbra ocurrió. —la indignación del ser era palpable— Dime, Alicia, en la historia vidnepa, ¿cuándo un arma ha terminado la guerra?

La guerrera mantenía una postura firme, aunque había puesto su lanza en su espalda.

—¿Y qué propones entonces? ¿Ignorar el hecho de que Sechud volverá? Porque lo hará, y si en mi y los demás vidnepas queda la responsabilidad de detenerla, no queda otra opción.

—Si eso es lo que piensas… Temo decirlo, pero no hay opción preferible. El universo no soportará una segunda Gran Penumbra.

Los dos voltearon al cielo nocturno al mismo tiempo. Incluso en está luna, carente de cualquier tipo de contaminación o clima capaz de opacar las luces estelares, su brillo era tenue, reflejando la gran tasa de mortandad estelar y el estado de la galaxia, el cual no era muy diferente a lo largo del universo.

—Y si tan sabio eres, o su grupo entero, que ha decidido mantenerse fuera del conflicto… ¿Por qué no han aportado alguna solución?

—¡Porque no somos guerreros! —el vidnepa golpeó el suelo con sus patas traseras—. Nunca debimos serlo. Y lo sabes, porque tu primer acto como parte de nosotros fue crear un planeta con vida, no asesinarlo. Y no… Me temo que no tengo la respuesta definitiva.

Alicia volvió a cerrar sus ojos, seguido de un largo suspiro mientras le daba la vuelta al ser dorado.

—Pero no has venido desde tan lejos… Ni has hecho contacto con alguien que forma parte de "los Tres Desertores" solo para reprocharme —abrió los ojos, volviendo su mirada serena hacia él.

—No, porque respeto a una creadora. Porque aún no te has convertido en la guerrera que piensan todos. Porque has redimido tu arma. Y si me permites demostrarte la belleza de esculpir en la tela del Todo… Quizás puedas encontrar la respuesta que buscas. Pero si deseas aniquilar a Sechud, será mejor que no me sigas.

La entidad dorada comienza a saltar, cada brinco más grande que el pasado hasta dejar la luna. Alicia pensó que solo estaba perdiendo el tiempo. ¿Acaso un "creador", alguien que solo había gastado su vida en huir del conflicto, podría entender la magnitud del mismo? ¿Cómo se atrevía a juzgarla? ¿A todos los demás vidnepas que han peleado por salvaguardar todo? Examinó su lanza una vez más. Había sacrificado tanto pare llegar a este punto. Afilada y lista para dar la siguiente estocada al corazón de Sechud. Alicia tomó impulso a la dirección contraria y de regreso a su mundo. Y antes de decidir ignorar al ser dorado, giró su curso y lo siguió.

El leporino dorado galopaba en la tela del espacio-tiempo, y con cada brinco dejaba atrás un cometa. Alicia decide analizarlo y parecía ser una especie de biocatalizador; un cerillo para iniciar la chispa de la vida en algún mundo. No necesariamente vida como la que ella conoce, pero definitivamente darían paso a otro árbol de la existencia. Quienes quiera que fuesen estos vidnepas de la Estela Dorada, conocían el arte de la creación. Kalafpe deja de distraerse con los cometas y logra dar con el destino del vidnepa dorado.

Se encuentran en un sistema solar lleno de gigantes de gas y una estrella moribunda.

—Hace eones, existió un mundo dispuesto a pelear junto a su causa —el lagomorfo disparó un láser plateado a un trozo de roca amorfo—. Como muchos otros, perecieron en un último intento de "aportar" a ganar el conflicto y detonaron su propia cuna.

—No necesito ver más cementerios —Alicia desvió la mirada.

—Ni yo tampoco. ¿Por qué no dejamos de verlo entonces?

La entidad vuelve a saltar a la superficie del primer planeta. En un instante, es envuelto por un aura dorada; da otro salto y se repite el mismo suceso hasta llegar a la estrella. Hilos de la misma aura conectan a todos los astros de dicho sistema solar por unos segundos y se cortan. El vidnepa vuelve a lado con Alicia.

—Ahora, solo queda ver.

Alicia lo mira con curiosidad y es testigo de la destrucción de todos los astros. Cada planeta explotó desde su centro y la forma esférica se convirtió en un cumulo de plasma parecido a una ameba. Los restos de los planetas se surmergen en dicho plasma y se comienzan a aglomerar en pequeñas esferas, como si fuesen estrellas enanas. El vidnepa junto sus extremidades delanteras y su aura se extendió a través de la remodelación de este sistema solar. Dicha aura toma la forma de diferentes filamentos, formando complejos estructurales que interactuan con las esferas de luz. El proceso es complicado, con estas auras estructurales apareciendo y desapareciendo. Las interacciones cambiaban la forma, tamaño y tonalidad de las esferas hasta reducirse a millones de asteroides. Todos marcados con glifos diferentes. El leporino dorado controla el movimiento de los asteroides recién formados y con un aplauso, son disparados en todas direcciones.

La guerrera estaba perpleja, y no tardó en preguntar.

—¿Cuál es la finalidad de esto? Teniendo en cuenta el talento suyo para… Aparentemente restaurar la vida de mundos muertos… ¿Por qué no simplemente traerlos de vuelta?

—¿Por qué tropezar dos veces con la misma piedra? —respondió el leporino con cierta alegría—. No culpo a nuestra gente, a tus… Dioses… De sus acciones. Ni a nuestra Madre. Nos perdimos en la superficie de lo que es. Pero espero que tú… No te pierdas en el conflicto que todos parecen aceptar.

Kalafpe seguía escéptica. Tan poco tiempo había conocido a este ser y se sentía como si estuviera viendo lo que siempre debió ser. Ante sus ojos, una enseñanza perdida y sustituida por conocimientos bélicos. Conocía como convertir estrellas en flechas; mundos en artillería; forjar alianzas para la siguiente pelea. Y nada de eso le maravillaba tanto como lo atestiguado en frente de sus ojos. Pero no podía dejarse llevar por el sentimiento.

—No me has respondido. Solo has creado cometas y un espectáculo de luces.

—Es verdad, es un espectáculo y como tal, tardará su tiempo en demostrar la complejidad del mismo. ¿Miles, decenas de miles, millones de años? Son semillas, Alicia. Es nuestro deber darles el suelo que merecen para germinar. La vida de Sechud nació en un parpadeo comparado a esto. Nosotros esperamos hacer un mejor trabajo.

La entidad lagomorfa volvió a galopar hacia el espacio profundo. Kalafpe por fin regresó a su planeta. Su pequeño viaje la dejó con más incógnitas… Y una respuesta.

—Mph. —apuntó su lanza al cielo—. No seré la sepultera de este cielo —tras su lanza, su mirada se alzó a las estrellas y por primera vez, sonrió ante esto—. No caeré en la desesperación que nos ha perseguido desde nuestro comienzo.

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