La Fundación no conoce el rencor ni la riña
Puntuación: +12+x

Ambos se hallaban en una habitación estéril pero vieja. Las baldosas estaban tan limpias como el tiempo le permitía mantenerlas. El metal de la mesa central poco reflejaba y más bien sacaba a relucir un sinfín de rayones que combinaban más que bien con las abolladuras.

Dos hombres, sentados en los extremos de la larga mesa, divididos no sólo por la distancia sino también por una buena pila de documentos y carpetas.

—Repasemos, la anomalía se encuentra en un área fronteriza y por tanto, sobre el papel —decía esto golpeando justamente unos papeles que tenía a lado, sin dejar de mira su interlocutor—, los agentes en el área de México deben colaborar con los de Belice para mantener a raya lo que sea que esté haciendo esta cosa.

—Correcto.

—¿Entonces qué hacen todos ustedes aquí?

El otro hombre resopló.

—Belice mantiene fuertes lazos con el Departamento de Seguridad estadounidense y…

—Ah, ahora son el Departamento de Seguridad. Te recuerdo que las jurisdicciones gubernamentales están por debajo de La Fundación y lo único que nos importa es la colaboración de los agentes de las naciones involucradas en caso de anomalías que ocurran en zonas fronterizas. Te lo repito, Hayden ¿Qué hacen aquí?

—¿Los agentes de Belice ya no pueden solicitar ayuda, Vázquez? —sonrió con calma mientras tomaba un puñado de papeles que tenía a la mano y los hojeaba sin mucha atención.

—Mira. —Sacó una pluma de su traje—. Puedes decirle lo que quieres a los agentes, a los investigadores, a quién tú quieras en toda la Fundación —movía la pluma como una varita mágica, en círculos irregulares—, pero somos del área diplomática. Te pido como mínimo que me trates con el debido respeto y como un igual ante está situación. —Ahora le apuntaba vehementemente con la pluma—. Que pienses que me voy a tragar esa mentira, de nuevo, no me parece muy respetuoso. —Acabada la queja, la pluma tomó la voz con unos clics irregulares.

—Muy bien, sigamos tu juego. —Lanzó los papeles de nuevo a la mesa con un dejo de desenfado y subiendo un poco la voz—. Sí, fuimos ahí sin ningún llamado; ni de Belice ni de México. Llevamos treinta años en esto, no sé qué te picó esta vez como para que te pongas tan a la defensiva. Esto es protocolo: nunca estuvimos, todo se controló y nada pasó. Fin del asunto.

Clic.

—Sí. Es protocolo, bajo el papel nada pasó. Como nada pasó en la frontera Chile y Argentina hace dos meses —clic clic—, como nada pasó en la frontera de Surinam y Brasil hace 7 meses —clic clic—, como nada pa-

—¿Y en qué te afecta, Vázquez? for fucks sake; no son tu país. ¿Crees que no pasa nada en las fronteras africanas, europeas o asiáticas? Esté ahí mi país o no siempre puede salir algo mal. ¿Piensas que siempre son las víctimas de América la mayor tragedia humana?—Lo miraba con sorpresa y un poco de enfado.

La pluma respondió con otro par de clics.

—¿No es tu país el que ama restregarle en la cara al mundo la caída de un par de edificios como la mayor tragedia humana en su historia?

El rostro de Hayden se frunció momentáneamente.

—Oh, ¿ahora te pondrás así conmigo, no? ¡USA, el mayor enemigo del mundo libre! Fallamos, por mucho que no me creas. —Se levantó y colocó ambos puños cerrados sobre la mesa, encorvándose. Su voz se volvió más áspera de lo normal—. Hemos fallado tanto como en América como en el resto del globo. No —golpe—. Somos —golpe—. Infalibles —golpe—. Y eso te incluye. De nuevo, treinta años y sigues pensando como uno de esos estúpidos agentes que se imaginan salvando al mundo con balas y matraces.

Vázquez desvió la mirada a su bolígrafo y la tomó con ambas manos, como si la analizara.

—¿No has pensado en algún momento que no somos niños? ¿Que cada nación es capaz de mantener a raya sus propias anomalías con la ayuda nacional y según lo vea más conveniente sin tener que lidiar con ustedes metiendo las narices en todo?

—Heh, ¿En serio? —su cuerpo cayó de lleno sobre su silla y se relajó soltando un gran suspiro.— ¿Qué haría México por su cuenta? ¿Capturar anomalías que solo pasan en día de muertos? ¿O quizás fingir que su población nativa es anómala y rogar por recursos extra para gastarlo en estupideces? —se reincorporó en su silla y lo miró con una sonrisa burlona—, no importa si te duele, pero la Fundación necesita nuestros fondos para continuar existiendo y operar como lo ha venido haciendo desde su creación. Ni tú ni nadie nos dirá qué debemos hacer o cómo hacerlo ¡Si queremos llevar agentes japoneses a lidiar con una anomalía en Dubai lo haremos si lo vemos necesario!

Clic.

Clic.

Clic.

Silencio.

—Entonces… ¿A qué vinieron?

Hayden reclinó su silla y miró al techo; un techo lleno de manchas de humedad y adornado humildemente con bombillas ahorradoras. Se quedó así unos segundos hasta que retomó la palabra sin dejar de mirar la masa oscura que ambos tenían sobre sus cabezas.

—¿En serio vas a seguir con eso? Mis agentes siguen esperando a que les demos órdenes. La anomalía ya estaría contenida de no ser por esta estúpida reunión.

—Bueno eso es cierto. La anomalía estaría contenida, ¿a costa de qué? —clic— ¿Unos cuantos cientos de civiles?

El estadounidense volvió a levantarse de su silla. Caminó pesadamente hasta acercarse a su compañero, sólo para golpear con fuerza la mesa y casi murmurar:— Ni se te ocurra a ti, hijo de puta, seguir hablando sobre las bajas civiles. Tú piensas que la Fundación en Estados Unidos se divierte y baila sobre los civiles pero no es así.

—¿O sea que porque les lloran significa que no podemos velar por los nuestros? —ahora ambos estaban de pie, frente a frente— ¿Piensas que les tenemos tanto recelo simplemente porque son los consentidos del área «internacional»? —marcaba con énfasis las comillas con sus dedos—, un día son unas cuantas personas con mala suerte, mañana puede ser un país entero. —Se acercaba más y lo miraba directo a los ojos, casi a modo de reto—. No es que les tengamos recelo, es que les tenemos miedo del nivel que decidan llevar sus procedimientos de contención.

Hayden rió y se dio la media vuelta mientras negaba exageradamente con la cabeza a medida que se acercaba de nuevo a su silla. —¡Ay por favor! ¿¡Crees que la Fundación sea capaz de volar un país entero porque se escapó alguna alimaña!?

—¡Han reventado cientos de personas por menos! —lanzó su pluma hacia la mesa.

Ni siquiera tuvo tiempo de sentarse antes de responder. No pudo calmarse, ambos ya estaban gritando— ¡Eso no ha sido jurisdicción de la Fundación! Como bien has dicho, no somos el gobierno de Estados Unidos. No confundas las medidas de seguridad nacional con las medidas de contención. ¡No hay secretismo por ese lado!

—¿Y cómo mierda esperas que te crea eso, eh? ¡Esta reunión ni siquiera debería estar ocurriendo en primer lugar! —golpeaba ahora con su puño un montón de documentos—¿¡Cómo puedo saber que volar en mil pedazos a unos cuantos desgraciados no fue orden directa de los O-5!? O peor, ¡de tu gobierno!

What the fuck are you talking about? —llevó lentamente las manos a la cabeza hasta que ambas formaron un puño y dieron de lleno sobre la pobre mesa que sólo coleccionaba más y más cicatrices en su metálica faz— ¡No somos una máquina de guerra que se la pasa matando civiles y terroristas por gusto! Sí, nuestra prioridad es contener la anomalía, ¡pero no al costo de vidas humanas!

—¿¡Quién habla de terroris-!? —se trabó con su propia lengua— ¡No! Es peor porque seguramente el terrorismo es la excusa perfecta para ser perros de su país.

—¿Desde cuándo piensas así? —hizo un ademán con el brazo, haciendo referencia a la papelería que tenían enfrente—. Tienes cientos… No, ¡miles de documentos que dejan claro nuestra independencia de lo que pida o no el gobierno estadounidense! Sí, somos unos perros, ¡pero del planeta entero!

La risa seca y horriblemente burlona de Vázquez llenó la sala en un segundo mientras lanzaba su pluma algún punto indeterminado de la mesa. —Ay por favor no seas victimis-

Hayden tomó el borde de la mesa con ambas manos y tiró de lleno la mesa, tapizando así parte del suelo con papeles y carpetas

It’s really easy for you to speak like that when you only see a bunch of names printed on a paper. —Dio un respingo profundo y largo—. Nosotros también damos nuestras vidas. Ni se te ocurra pisotear nuestro sacrificio.

Ambos tenían la mirada clavada en los papeles desperdigados, clips oxidados, grapas reventadas y su pluma. —Ellos sabían a lo que iban… ¿O es que acaso no les dicen? ¿Vivir en la oscuridad para que vivan en la luz y toda esa mierda sin valor? —Se acercó al desastre blanco y logró tomar con el mayor cuidado su pluma. Ni un rasguño —. Ellos deberían saberlo mejor que nadie. Si hay un sacrificio que vale la pena hacer es el nuestro; no los compares con los civiles.

No hubo respuesta.

Hayden acercó su silla y se sentó lentamente. No aparta la mirada de una pisada que, por mucho cuidado tuvo su compañero de no dejarla, se quedó marcada en uno de los papeles.

Clic.

Imitó a su compañero y se sentó en silencio. Pasaron un par de minutos antes de que pudiera decir algo.

—Esta conversación solo existe para unas decenas de personas…

—«¿Entonces que les impide tener otros documentos iguales sobre sus genocidios?» Sí, sí. Ya. Entiendo ¿Qué mierda quieres de mí? —El tono lastimero era genuino. El área diplomática no conoce mucha acción, y la edad no ayudaba a ninguno de los dos—. No somos los únicos que metemos la pata. Tenemos cientos de reportes de todo el mundo. Si quieres hablar de genocidios mírense primero al espejo.

Clic.

—Dijo el espejo. —Seguía mirando el infinito en los papeles.

Se llevó las manos a la cara completamente harto. —Good lord. ¿No te parece estúpido? Sería contraproducente de nuestra parte tener estos supuestos reportes de como somos una máquina de guerra de mi país. Sería una bomba de tiempo en nuestros archiveros, y ya tenemos más que suficientes con las que guardamos en cajas caras día a día.

Vázquez levantó su cabeza y se limitó a mirarlo con incredulidad.

—Cierto, es contraproducente —tomba un repentino tono cantarín—. Un sinsentido. Después de todo, esta plática es clara prueba de ello. La Fundación trabaja de buena fe en cada país que opera. La Fundación no conoce el rencor ni la riña. No hay nada debajo del agua. Es imposible que un supuesto diplomático estadounidense haya amenazado a uno chileno… ¡y en su primer día! Pobre hombre.

—Oh claro —imitaba el sarcasmo de su compañero—, o el supuesto diplomático mexicano casi llevando a la guerra a Centroamérica entera porque es a lo único que su patético país puede aspirar bajo la excusa de una anomalía.

El mexicano sonreía, con una afabilidad increíble. Guardó su pluma y se levantó sin mucha pompa.

—¿Disfrutas esto, no? Ha ha. Ya me reí. ¿Ya podemos seguir con el tema por el que me convoca-

—Ya me voy a retirar, Hayden. Solo te pido que al menos «Estados Unidos vino como apoyo» esté en grande y brillante en el documento de la anomalía. Quiero tener al menos una miserable victoria en todo esto. —Se acercó a los papeles y empezó a rebuscar entre ellos.

Otro respingo y se estiró lleno de comodidad en su silla. —Bien, creo que puedo hacer eso. Creo que puedo.

—Perfecto, fin de la plática. Ahora ayúdame a acomodar este desastre.

Su compañero obedeció y lleno de calma se acercó a otra pila de papeles; poco a poco empezaron a organizar toda la papelería de nuevo: nombres de agentes, lugares, sitios… y por supuesto la mesa que también merecía una buena jubilación.
Hayden tomó el papel que pisó Vázquez e intentó limpiarlo lo mejor que pudo. Era apenas perceptible, pero se podía ver. De entre los papeles rescató un borrador e intentó pasarlo lentamente por la hoja, pero tamaña fue su sorpresa al ver que dejaba una mancha de grafito todavía más visible. Prefirió dejarla así. Un error lo cometía cualquiera.

Acabada la labor, Vázquez se acercó a Hayden y le dio un apretón de manos, uno fuerte y lleno de amabilidad. O al menos eso fue hasta que su compañero notó que no lo soltaba. Solo sonreía y lo miraba a los ojos.

—Solo un detallito más, amigo mío. Yo nunca amenacé a nadie.

Silencio.

—Y creo que ambos lo sabemos… ¿verdad?

Más silencio. El estadounidense se quedó lívido y lo mejor que pudo hacer fue responder la fuerza del apretón de manos y sonreír de la forma más natural posible.

—Sí, pero bueno… ¿qué es un error entre compañeros? La Fundación no conoce el rencor ni la riña. Disfruta de tu retiro, Vázquez.

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License