El Nacer de Nadie

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por Doc slash

—¿Mi casa? No, este no es mi hogar; más bien es un campo de guerra. —Se dijo a sí misma Nadie mientras lanzaba algo de madera a su casa en llamas. El atardecer ayudaba a enrojecer el fuego de la que en algún momento fue una muy fría casa.

El fuego consumía todo a su paso en el hogar, el caos reinaba en el llamado campo de guerra. ¿La razón? Por fin se había desatado, era el día de la batalla. Aun cuando la visión del fuego había distraído un poco a Cinderella, no el iba a quitar la vista de lo que estaba pasando. Por eso mismo ella giró, aunque el espectáculo de ver su casa y los monstruos en ella ardieran le fascinara, no tenía tiempo para prestar atención a ello. Cosa que una chillona voz detrás de ella no tardó en recordarle.

—¿Me trajiste aquí solo para perder tiempo y verte quemar tu casa?

Un hombre alto y de ojos azules veía con algo de desdén a Nadie. Él era el Rey Nadie, la persona que le había dejado tal casa, la que lentamente la estuvo torturando a cada momento mientras viajaba por ese bosque, la que no la dejaba ser libre. La persona que tenía que enfrentar para dar un paso más en su vida.

—No, te traje aquí a morir. —Mientras algunas cenizas caían encima de la joven, ella desenvainó su espada, apuntando hacía el hombre.

La hoja de la espada de Nadie era color negro, y algo curvada en la parte superior. Por otro lado, su mango estaba hecho de madera blanca y contenía varios grabados. Desde coronas, y sombreros hasta las iniciales de su amada Sofía Courvoisier. Sin duda una magnífica e imponente espada. Aunque al hombre parecía no preocuparse. La vista de la gran espada no le había causado gran impresión, incluso riéndose un poco de ella.

—Ja, gracioso. La que más cerca ha estado de morir entre los dos eres tú, pequeña. Aunque si es lo que quieres, ven aquí, da el primer golpe.

Él abrió sus brazos, incitando a Cinderella para que atacará. Esto mientras se sacaba algo de polvo de sus ropajes. Él vestía con un gran sombrero de copa, mientras que más abajo, una larga bata negra con pomposas hombreras cubría su cuerpo, además de un pantalón gris con cintas doradas y unas largas botas azules. El Rey veía a Cinderella como una pequeña niña tratando de escalar una montaña y eso le parecía gracioso.

Cinderella avanzó a gran velocidad, dando rápidos cortes con su espada por todas las direcciones. Sus movimientos estaban llenos de ira y esperaba haber podido atinar al menos uno, pero no, él había esquivado todo. Justamente usando los mismos molestos saltos que ella había visto en El Administrador poco tiempo atrás.

—Tranquila, chica, si solo prefieres devolverte a la inmundicia y no sufrir esta derrota sería lo mejor para ti. Aunque los recuerdos no te permiten hacer un movimiento claro, no vas a poder hacer nada.—Dijo con un tono algo burlesco.

Cinderella soltó una risa pequeña, mientras movía su cabello hacia atrás.

—Moriré o te mataré, idiota. Estoy desesperada realmente, así que no me rendiré tan fácil.

—Ah.. sigo siendo Rey Nadie para ti, y a pesar de que el miedo no te permite decirlo, deberías ser más respetuosa con quién controla tu libertad ¿No?

Ella solo sentía más rabia con cada palabra del Rey, así que de nuevo intentó un ataque frontal con su espada. Está vez consiguió hacer varios cortes en la ropa de su rival y lo hacía retroceder cada vez más hacía un río cercano a su antigua casa. Sin embargo, de un segundo a otro la joven sintió un dolor agudo en su cabeza, él la había golpeado. Usando sus 2 brazos chocó contra los costados de la cabeza de Cinderella con una muy alta intensidad.

La joven Nadie se detuvo un segundo y tocó sus oídos. Estaban sangrando. Aun con eso y algo de mareo, ella podía distinguir la silueta burlona del Rey frente suyo. Él miró a Cinderella que apenas parecía poder mantenerse en pie y se acercó con una risita maliciosa para intentar recalcar su baja resistencia. Lo que el Rey no pudo prever fue el movimiento de Nadie, ella movió su espada con velocidad y la enterró de cachete a cachete del Rey. Rápidamente retrocedió, provocando un corte algo peor en la boca.

—Te dije que estabas aquí para morir —Nadie por fin empezaba realmente a confiar en sí misma. Y ese corte era un buen inicio para su titánica tarea.

El Rey no quiso siquiera responder y solamente se acercó a la chica, dispuesto a pelear, ella se puso en guardia y empezó a luchar de nuevo. El intercambio de golpes era cada vez con más intensidad y fuerza. Cada vez más cortes de Cinderella impactaron en el Rey, cortes tanto a la cara como a las piernas. Pero al mismo tiempo, él la estaba logrando golpear con fuerza en puntos sensibles del cuerpo. El poco equilibrio de Nadie le permitía ser impredecible para el Rey, pero ella sabía que sus pesados golpes la estaban dañando mucho. No podía dejar que las cosas siguieran así o terminaría perdiendo.

Por eso ella en un cambio de estrategia golpearía con el mango de la espada al Rey, haciéndolo tropezar hacía el río. Las feroces mareas del río eran una ventaja, aunque no fuera profundo si estaba lleno de piedras y podría llegar a ser una trampa casi mortal. El problema fue que esa estrategia tuvo un alto precio para la joven, ya que mientras el Rey se deslizó al borde del río, logró tirar a un costado el arma de la chica. Así que la lucha para Nadie pasaría a ser una batalla de puños.

—Movimientos rápidos y esquivar, tal como te enseño papá, tu puedes.—Susurró Cinderella para sí misma antes de lanzar una ráfaga de golpes contra el Rey.

Inicialmente los golpes de Cinderella no llegaban a impactar contra el Rey, pero los movimientos que tuvo que hacer con su cuerpo mezclado con el agua que golpeaba sus pies hizo que uno tras otro pudieran llegar a impactar. Incluso llegando a causar que estuviera apunto de caer en las fauces del rocoso río. Sin embargo, todo se detuvo cuando él la tomó por sorpresa, agarrándola con fuerza de los brazos.

—¡NO MÁS, DEJA DE TRATAR, SIMPLEMENTE NO PUEDES! Da pena cuando sigues tratando de salir del hoyo en el que estás, no puedes, ni siquiera vales la pena para tratar de hacer eso.

—¿Qué?…

La confusión de Cinderella no pudo ser más notoria, por primera vez en la batalla sintió miedo, miedo de no poder hacer nada. Cosa que el Rey le supo remarcar rápidamente. Él la tomó del cabello y pese a los intentos de golpes de la joven por soltarse, no le sirvió de nada. Moviendo su mano hacía abajo, el Rey Nadie golpeó la cara de Cinderella contra el rocoso suelo del río. Una vez, y otra vez, la joven Nadie no era capaz de pedir ayuda o piedad. De ella solo se oía el gorgoteo de su cara impactando contra el agua. Sus intentos de apelar a la piedad fueron apagados por el agua y el tiempo. El azote de su rostro era cada segundo más doloroso y ella no lo podía soportar. Al darse cuenta de eso, el Rey simplemente paró. Él disfrutaba de verla sufrir y no quería acabar con eso, no aún.

—Bueno, pequeña, ya que no pudiste solo descansar ahí, te veré mañana, será otro largo y divertido día. —Dijo el Rey mientras limpiaba parte de sus ropajes y empezaba a irse del lugar.

Cinderella sin fuerzas solo podía pensar en todo ese esfuerzo y ella incluso creía en las palabras del Rey. No valía la pena lo que ella trataba de hacer, ella no valía la pena. Tal vez fue algo estúpido pensar que podía llegar a ser feliz, ya nada la podría hacer sentirse bien ¿Para que dar siquiera un paso más? Ella obviamente no quería seguir con eso, pero no daba más, ella quería ganar, claro, pero no se sentía capaz de hacer algo.

—No, levántate. Vamos, hazlo.

—¿Sofí?— Cinderella vió extrañada a la persona que más amó en su vida. Sin dudar un segundo fue a darle un abrazó a Sofía con lágrimas en los ojos, y una risa nerviosa.

—Te extrañé mucho y jamás pensé en verte de nuevo, te amo, y yo, yo… —Cinderella solo sintió un pequeño beso en su frente antes de escuchar la voz de su querida Sofía.

—Ya no estoy más, ya no estamos más, pero duele que digas eso, hermosa. Mucha gente te ama, te lo aseguro no solo yo lo hice, nuestras amigas, Emily, la gente que te conoce te quiere. Se que duele, pero se que tu puedes, tu puedes cumplir esa promesa que me hiciste, solo no te dañes a ti misma. Te quiero.

Nadie se levantó con las pocas fuerzas que le quedaban, ante un asombrado Rey. Mientras ella escupía sangre, él solo se acercaba con paso firme.

—Uh, tu ojo. —El Rey señaló el rostro de Nadie mientras hacía una pequeña mueca de asco.

Ella solo tocó su rostro y sintió dolor. La joven había pensado que era un simple ojo morado, con algo de sangre, si, pero nada grave. Tristemente para la chica, ella ya no podía ver nada desde ese ojo, que ahora solo era un amasijo de sangre. Cinderella hizo un movimiento para sacar algo de sangre de su rostro. Ella tomó de su bolsillo una cinta para el cabello roja, que le había regalado su amiga Emily. Con la cinta se cubrió el ojo. Y mientras se sacudía volvió su mirada al Rey.

—Esta es mi última oportunidad, veamos si vale la pena.

Ambos empezaron a intercambiar golpes, todo su coraje y orgullo iba en esos ataques. Pese al agotamiento cada golpe era lanzado con una gran fuerza, esperando acabar con su rival de una vez por todas. El traje de la joven estaba roto, su sombrero se le había caído hace un rato sin siquiera darle la oportunidad a notarlo. Ella estaba rota tanto por dentro como por fuera, la sangre brotaba de sus oídos y su ojo, incluso sus nudillos ya no podían más, pero iban a tener que aguantar. Mientras tanto, al Rey el cansancio empezaba a cobrarle factura, tanto moverse había hecho estragos en su físico. Por otro lado, sus ropajes no se libran de ello, un gran par de hoyos en sus botas, le permitían a las rugosas rocas del piso destrozar la carne de sus pies. Mientras que su preciado y elegante traje estaba lleno de sangre, tierra y sudor. Igualmente, ninguno de los 2 parecía pensar en retroceder ni un segundo, pero esta vez era el momento de Cinderella de atacar. Ella tomó la cabeza del Rey y aun mientras recibía pesados golpes en el cuerpo, no se inmutó ni un segundo antes de golpearlo con su cabeza. Uno… nariz rota, dos… sangre salía disparaba sin más de la cara del Rey y tres… unos cuantos dientes abajo. Él logró liberarse y empujarla para atrás, mientras se cubría la boca trataba de no caer con los duros golpes recibidos.

—Perfecto.

Ella fue con toda su energía al suelo, sorprendiendo al Rey, pero haciéndolo verse por primera vez superado durante su vida. Ella había sacado su espada del suelo y mientras el Rey trataba de ponerse en posición para volver a pelear, ella hizo un rápido corte a sus talones, que lo hizo caer de rodillas. Él miraría desde abajo a Nadie, y aun con dolor pudo decirle unas últimas palabras a la joven.

—Ja, así que lo lograste. Bien, incluso llegue a pensar que no lo lograrías.

—Qué tratas de decir ¿Sabías que esto iba a pasar?

—Claro, no soy eterno. Chica, literalmente soy parte de ti ¿Aun no lo entiendes? Tu miedo y culpa están en mi, yo soy tu. Te dejé cicatrices irreparables, pero que el tiempo se encargará de sanar. Luchaste la pelea y ganaste. No tengo idea de cómo, pero lo hiciste… Ponle un camino a tu vida ¿Si? No quiero morir en vano… Ah, una última cosa, suerte.

Nadie dio un pequeño suspiro de relajación antes de abrir la boca.

—Gracias.

Y mientras el amanecer brillaba sobre la espada teñida de líquido carmesí, Nadie con un corte limpio separó la cabeza del Rey de su cuerpo.

—Lo hice, por fin lo… lo logré.

La joven ni siquiera podía creer lo que acababa de lograr, por fin, ese fantasma del pasado la dejaría de perseguir. Ella podría enfrentarse al futuro, con un nuevo rostro, lo había logrado. Pero un triunfo de tal magnitud necesitaba un momento de descanso. Ella fue a un gran prado que se encontraba cerca de su casa, lugar dónde con tembloroso paso, se acostó en el suelo.

—Je, soy un poco tonta. Pensé que todo acabaría aquí, pero esto acaba de comenzar. Auch, me duele todo, bueno, casi. Esa maldita presión se fue, por fin se fue de mi pecho.

Mirando al cielo con toda la satisfacción, se puso un anillo de Onix que había guardado hace mucho tiempo en su bolsillo, y mientras cerraba su ojo dijo:

—Al fin lo logré, Sofí, ya no tengo ese peso sobre mi. Cumplí mi promesa. Ahora a recomponerme, lo haré por ti. Si chica, también un poco por mi.

Cinderella puso una sonrisa en su rostro y por primera vez en mucho, mucho tiempo descansó.

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