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Arkady sabía que este era el final. Estaba cansado de correr y podía reconocer un callejón sin salida metafórico cuando golpeaba su cabeza metafórica en él. Minutos a partir de ahora, lo alcanzarían. Al principio, serían amables y le pedirían que abriera la puerta. Se negaría y harían demandas. Eventualmente ellos derribarían la puerta y luego…entonces todo esto terminaría.
Se sentó en el único sillón de cuero negro provisto por esta antigua oficina. Sintió que se acomodaba en la alfombra roja, antes exuberante pero ahora raída, mientras se recostaba. Esta habitación había escuchado su parte de oscuros secretos, pactos innombrables y vacías promesas de lealtad. Era lógico que todos fueran eliminados pronto, una purificación final de una historia inmunda.
Con dedos temblorosos sacó un cigarrillo maltratado de su bolsillo trasero y lo encendió. Sus pensamientos se remontan a la primavera de 1981, cuando era solo un estudiante indigente mas en el Instituto de Física y Tecnología de Moscú. Como muchos en su generación, había sido educado para creer en los males de la decadencia occidental y en la superioridad de su patria soviética. Cuando se acercaron a él, quedó impresionado por el hecho de que incluso lo habían notado.
"¿Y dices que los estadounidenses tienen estas…cosas extrañas encerradas?" preguntó.
"Lo están intentando. Pero los estadounidenses no son…eficientes. Nosotros somos", respondió su misteriosa cita.
"¿Y necesitas mi ayuda? ¿Qué puedo hacer?"
"Tienes un don, Arkady", dijo.
Solto una risa, "¡Ja! Me pregunto qué será eso. Definitivamente no es el don para completar mi proyecto de investigación."
"Oh, tienes uno, Arkady Potyomkin, lo sabemos. Además, tenemos lo justo para inspirarte a terminar esa tesis tuya."
Ella se inclinó más cerca, respirando contra su oreja.
"¿Cómo le gustaría trabajar con un generador de agujeros negros completamente operativo?" susurró, enviando escalofríos por su espina dorsal.
Cuando sacudió los carámbanos de su cerebro, él respondió.
"Imposible. Las leyes de la física no lo permiten."
Cuando sonrió en respuesta, Arkady no pudo entender si ella era amable o condescendiente.
"No creo que hayamos consultado con ellas cuando accidentalmente lo creamos, Arkady. De todos modos, necesita algo de trabajo. Necesitamos que sea portátil, necesitamos que sea controlable. Necesitamos su investigación y su mente brillante."
Arkady cerró los ojos. Una mujer hermosa estaba haciendo promesas que involucraban cosas que no podían ser, y todo se sentía como algo directo de una novela de Yulian Semyonov.
"¿Y cómo terminaste vigilandome a mi? No soy nadie."
"Vamos vamos, debes comprender que nuestra misión es conocer todo sobre talentos excepcionales como tu."
Se le ocurrió que si de verdad representaba a quién decía que representaba, sabrían el color de su ropa interior y qué helado de sabor prefería. Solo los había escuchado mencionar en conversaciones susurradas en el campus. Eso en sí mismo hizo que fuera aún más impresionante que estuvieran aquí, tratando de hacer que trabajara para ellos.
"¿Y si acepto trabajar para usted, nunca volveré a ver a mi familia?"
"No, estarás muerto para tu madre y tu padre. Nos aseguraremos de eso."
Arkady sonrió. Su padre, un hombre tan profundamente enterrado en la botella que bien podría vivir en ella, y su madre, una mujer desprovista de personalidad o agallas. No, él no los extrañaría. Estaba su hermano, Alexei, pero se había ido tan pronto como había podido, eligiendo la armada en lugar de una vida de palizas y abuso verbal. No había visto ni escuchado nada de Alexei en siete años.
"Creo que acepto tu proposición. ¿Qué hago ahora?"
Ella sonrió y le miró con sus ojos verde esmeralda.
"No haces nada. Te contactaremos nuevamente cuando te necesitemos."
Luego se volvió bruscamente y se alejó, dejando a Arkady sentado solo en el banco del parque Khlebnekovskiy. Sus sándwiches no habían sido tocados, y la emoción de llegar a desarrollar una tecnología que desafiaba a la naturaleza para la División "GRU" P lo había dejado sin hambre. Se los arrojó a las palomas y se levantó para caminar de vuelta al campus.
Mientras tomaba el último trago de su cigarrillo, Arkady se dio cuenta de que nunca había aprendido el nombre de su reclutador, a pesar de que había pasado años al servicio de la División. Un arrastre de pies fuera de la puerta lo sacó de su humor pensativo.
"Arkady Potyemkin, este es el Agente Fiorecci. Me han encargado tu recuperación y sé que estás allí. Podemos hacerlo de dos maneras: o sales con las manos detrás de la cabeza, o voy a contar a diez y luego entraré", sonó una voz femenina.
Entonces, sin cortesía. Je, estadounidenses. Se permitió una pequeña sonrisa. De todos modos, fue apropiado. Traído a este juego por una mujer, y sacado por uno; la simetría le trajo una sonrisa a la cara.
"10."
Arkady metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó un pequeño dispositivo cilíndrico, la culminación de su investigación para la GRU División "P". Un viejo prototipo que había conservado sin autorización, por supuesto, el real nunca se desarrolló después del incidente del 86. Lo último que escuchó fue que llenaron las bodegas del Lubyanka con cemento.
"9."
En cierto modo, fue un anticlímax total. Un simple tubo de metal, no más que una botella de Coca Cola. Él jaló su parte superior y puso su dedo en el pequeño botón negro debajo. Le pareció irreal finalmente hacerlo.
"8."
Cerró los ojos y pensó en la forma en que él y Alexei solían pelear. Sintió el zumbido creciendo.
"7."
El cinturón de su padre se sacudió en el aire, silbando misteriosamente antes de golpear su joven piel.
"6."
Los raros momentos de atención amorosa de su madre.
"5."
Su último beso y la mirada en los ojos de Anna cuando la abandonó, para siempre. Sus oídos comenzaban a doler.
"4."
Las cosas que había visto…cosas que no deberían haber existido, pero que sí. Abominaciones. Demasiada carne, muy poca vida. Demasiada sangre. Demasiada.
"3."
Sesenta hombres muertos cuando funciona mal. Las extremidades se estiran, se estiran y se extienden en direcciones infinitas, las cabezas se doblan sobre sí mismas. Podía sentir un pequeño chorro de sangre corriendo por un lado de su cabeza.
"2"
Cerró los ojos y suspiró. Habría paz.
"1."
Les fue difícil explicarlo. Sí, una parte del centro histórico de Bucarest había sido destruido. Sí, vidas se habían perdido. Obviamente, fue un acto terrorista. La culpa voló, y se hicieron reclamos. Después de todo, ¿qué fue una gran implosión silenciosa si no una buena excusa para enviar cartas enloquecidas y desquiciadas proclamándote a ti mismo la próxima gran cosa en el terrorismo?
En el Sitio-193, San Petersburgo, Distrito Federal Noroccidental, Rusia, el Director del sitio Valentin Gavrilenkov se enfrentó a una pantalla de video que mostraba a un hombre pequeño y calvo. Parecía preocupado, y con razón.
"Dime otra vez cómo es este el resultado de una simple misión de detención para un humilde ex-agente de la división GRU "P ", Dušan".
Dušan Bogoescu, coordinador regional de la División de Inteligencia Secreta de la Fundación para Rumania, se aclaró la garganta.
"Bueno, señor…parece que el DM estadounidense que voló no recibió información sobre la historia de Potyomkin. Además, no sabíamos que había liberado un prototipo de uno de sus proyectos fallidos."
"Supongo que no, no. ¿Y de quién fue el trabajo para informar a nuestros colegas estadounidenses? Recuérdenma, Dušan."
La respuesta llegó vacilante.
"Ese sería yo, señor."
"Claro que sí. Bueno, lo tengo de buena fe, puede que esperes un viaje al exterior pronto, Dušan. El Consejo O5 quisiera hablar con usted."
Valentin presionó el botón de desconexión de su teléfono y cruzó las manos detrás de la cabeza. Todavía no estaban trabajando juntos, incluso cuando estaban en el mismo equipo.