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La Pugilista del Centro Justine Everwood patrullaba el área. Era Semana de Tiburones, y sus superiores le habían encargado el defender la palaya de la amenaza Selacimorfa.
La luna asomaba sobre la orilla escalonada. Donde el mar bullía y se derramaba sobre la orilla, la noche sacaba a jugar a sus propios monstruos. La aterradora mirada de una abominación mitad tiburón, mitad calamar, y mitad humana, surgió de las profundidades, desafiando las leyes de las fracciones en su despertar.
Justine se encontró con el Divergente en la orilla del mar.
—¿Por qué estás aquí? —Preguntó.
Con una voz de vidrio triturado, eso contestó.
—Estoy aquí para impresionarla, milady.
—¿Cómo harías eso?
—Para ser honesto, no pensé que llegaría tan lejos. —El hombre tiburón-pulpo se encogió de hombros—. ¿Qué podría cortejarla en esta espantosa noche?
Ella se tocó la barbilla, sumida en sus pensamientos.
—¿Por qué no me cuentas una historia?
—¿Una historia?
Ella asintió.
—Déjeme ver. Era una noche oscura y tormentosa…
CLANK. El Divergente se tambaleó en el muelle y bañó con saliva a Justine.
—¿Qué te pasa? —El tiburón-pulpo jadeó—. ¿Eres una Boxeadora?
Ella soltó una risita detrás de dos puños levantados, uno de carne, uno mecánico.
—¡Así es! Y ya había escuchado esa historia antes. Puedes volverlo a intentar, pero será mejor que sea buena, o habrá más de donde ese vino.
El tiburón-pulpo, demasiado temeroso de los puños, medio se tambaleó y medio cayó de vuelta a las olas. Incluso la espuma del mar abierto era mejor que esos puños. Algunas burbujas estallaron en la superficie y él se había ido.
Ella miró hacia el océano.
…
El océano la miró de vuelta.
—… ¿Ehh?
Más allá del muelle, apareció un barco que no estaba allí antes.
Los puntos de luz se convirtieron en una estructura esquelética compuesta de metal; dos grandes mástiles dividían verticalmente un casco irregular, pareciéndose más a unas aletas que a una estructura de soporte funcional. El barco entero flotó unos precarios tres metros en el aire, apenas superando las fuertes olas de abajo. A estribor, una pintura blanca descascarada indicaba un nombre:
LA PRINCESA DE PAPI
Un tablón de metal se conectó al muelle. Tres humanoides decrépitos caminaron hacia la orilla.
—Oigan, esto es una playa privada. ¡No pueden estar aquí! —Justine saltó y se acercó a las misteriosas figuras.
El del frente habló primero.
—Reconozco que estamos en el lugar correcto. —Su papada zombificada exponía una mandíbula huesuda debajo de ella.
Justine pudo ver mejor a los intrusos. La carne y el tejido gangrenoso y necrotizado colgaba en pliegues podridos de cada uno de sus cuerpos.
—¡Identifíquense!
—Soy el Capitán Shirley, y estos de aquí son mi tripulación, Nessie y Billie…
Justine se lanzó. Shirley se agachó. 3.000 newtons de un puño cibernético puro acribillaron a Billie justo a través del estómago. La carne explotó. Justine se echó hacia atrás pero se quedó atascada: Su muñeca estaba atrapada en la flora intestinal.
—¡Déjame ir! —Ella tiró hacia atrás, moviendo la cabeza. Partes de Billie se derramaron sobre el muelle. Nessie agarró a Billie y al brazo de metal, tratando de separarlos. Justine liberó su muñeca y le dio un codazo a Nessie en el cuello—. ¡¿Quiénes en las profundidades son ustedes?!
—Madame, si me pudiera dejar terminar… —Justine rugió y Shirley retrocedió—. Somos los Piratas Sexuales y Crujientes. Venimos en paz.
—¿Piratas sexuales?
—Sí. Es simbólico, verá, de la diferencia entre el marinero de agua dulce y el marinero de agua salada; los encadenados y los libres; los sumisos y los–
—¿Esto es una broma?
—Escucha, chiquilla…
Ella frunció el ceño.
—Es sólo Everwood para ti, Divergente.
—Sí, Sólo Everwood, nos beneficiaría a los dos si tuviera un golpeador de tiburones en mi tripulación. ¿Recuerdas a alguien que conozcas que quiera unirse?
—En este momento necesitamos a todos los golpeadores que podamos. Si tú y tu tripulación no quieren unirse a nosotros, entonces estás perdiendo el tiempo.
El Capitán Shiley se rio. Una pequeña risa al principio, que se convirtió en una carcajada seca de tajos y jadeos. Justine observó cómo trozos de carne se arrastraban de vuelta al agujero del estómago de Billie. Se dio la vuelta e hizo sus propios jadeos con disgusto.
Shirley se aclaró la garganta.
—Tal vez podamos ayudarles. —Miró la mano mecánica—. Esa es una de las unidades Mark-III Tipo-Mastín de asalto, ¿no es así?
Ella se secó la boca.
—¿Qué te importa?
—¿Qué dices de una actualización?
—Y así fue como obtuve una mano mágica. —Justine explicó.
—¿En serio? ¿Qué es lo que hace?
Las Pugilistas Justine Everwood y Haruki Nakahara se sentaron en el comedor de la Arena-19. El especial de hoy de la cafetería era la Langosta Jumbo Viva. Ninguna tocó su comida; ambos platos luchaban a la mitad de la mesa.
—Bueno, Haruki, ¡no estoy completamente segura! La empaparon con algún tipo de magia Divergente. Debería dar un gran puñetazo, como dijeron, pero no he tenido oportunidad de usarla.
Los ojos de Haruki se encendieron.
—De ninguna manera. ¿Realmente ocurrió así?
Justine movió sus dedos metálicos, brillando a la luz.
—Sí, fue la cosa más perversa.
—¿Crees que prefieres a los piratas no muertos sobre los Escualistas?
—Cualquier cosa es mejor que juegos de palabras sobre peces.
Las dos mujeres se rieron, golpeando la mesa con histeria. Una de las langostas se salió del plato, temerosa. Haruki ensartó al crustáceo en la mesa con su tenedor.
—Entonces, ¿Qué más hay de nuevo?
—Bueno, ¡estaba esperando saber que habías llegado a casa de una pieza!
—Oh, no lo sé. ¡Es una historia un poco larga! Y además, es clasificado. —Haruki le guiñó el ojo.
—Oh, vamos Haruki, ¿realmente me vas a dejar enganchada de esa manera?
—Justine, me conoces. Además, ¡siempre estoy emocionada por escuchar tus historias! ¿No me puedes contar una más antes de que regresemos al deber?
—Está bien… ¡Oh! ¿Alguna vez escuchaste la historia de Marshall, Carter & Shark?