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Interrogación
Comando-02 de la Fundación, Washington, D.C.
Lunes, 26 de Diciembre de 1988, 0830 horas, hora local
Harper justo acababa de quitarse el abrigo y dejar su maletín cuando Mónica entro, sosteniendo un mensaje—. Tráfico FLASH desde Finlandia, Sr. Harper, —dijo ella—. Xi-13 llego al almacén de C en Helsinki, solo para que les explotara en la cara.
Muir maldijo fuertemente. Harper apretó los labios y dijo—. Que la oficina de vigilancia nos mantenga enterados de la situación. —Mónica asintió y se fue.
Harper volteo a Muir—. ¿Te sientes con ganas de un interrogatorio?
—Claro, —respondió Muir, jalando su pierna artificial de la mesa con un golpe sordo—. ¿Con quién hablaremos?
—Nick Ford, —respondió Harper—. Está abajo en el Calabozo. Te lo advierto, Zimmerman ya estuvo con él.
Muir sacudió la cabeza—. ¿Ese gorila? ¿La administración nunca aprenderá?
Los dos hombres tomaron el elevador hacia el Sótano Nivel 5. Apodado “El Calabozo" por el personal del Comando-02, alojaba las celdas de contención de humanoides e instalaciones de interrogación. Como un Comando de la Fundación, 02 solo tenía permitido alojar SCPs clasificados como “Seguro” (otra de las razones para tener un Comando tan cerca geográficamente del Cuartel General de Supervisión era que la instalación y su personal tenían estrictamente prohibido tener cualquier contacto directo con SCPs; Comando-02 servía como un útil punto medio). Debido a las restricciones sobre que entidades podían ser alojadas en el Comando-02, El Calabozo generalmente alojaba peligros de seguridad no anómalos, como un investigador sospechoso de vender a la Fundación a la Insurgencia del Caos.
En el escritorio de seguridad, Harper y Muir se registraron, confirmando la transferencia de autoridad sobre el Dr. Ford de Zimmerman a Harper—. ¿Cómo quieres hacer esto, Tim? —preguntó Muir. El hecho de que Zimmerman hubiera torturado a Ford invalidaba la posibilidad de hacer un Policía Bueno, Policía Malo.
—Lo conocí en Omán, —dijo Harper—. Manéjalo como lo veas conveniente, solo entrare si es necesario. —Muir asintió mientras entraban a la sala de observación. Mirando a través de un espejo de un solo lado. Vieron a su sujeto.
El Dr. Nicholas Ford, antiguamente el Director del Sitio de Investigación-29 de la Fundación, era un hombre destrozado. Mallugado y ensangrentado, su ojo izquierdo inflamado y le faltaban tres uñas en su mano derecha, se sentaba desnudo y encadenado a una fría silla de acero en el centro de la sala de interrogación. Había cicatrices en sus genitales y pezones donde había electrodos pegados. Estaba gimoteando silenciosamente.
Recogiendo el equipo de teléfono de la habitación, Muir llamo a un médico y pidió un conjunto de ropa limpia. Dos minutos más tarde, él y el doctor medico entraron a la sala de interrogación—. Dr. Ford, soy Troy Muir, —dijo el antiguo espía de campo—. Vamos a limpiarlo. ¿Puedo ofrecerle un vaso de agua? —Ford asintió débilmente—. Mientras el médico empezó a atender sus heridas, Muir le sostuvo un vaso de agua con un popote a los labios del hombre. Con ese simple acto de amabilidad, Muir se estableció a sí mismo como otro ser humano, en lugar de un monstruo al que había que temerle y odiarle. Dentro de veinte minutos, Ford estaba, vendado, vestido y comenzaba a sentir algo de dignidad personal de nuevo—. Dr. Ford, ¿Piensa que podría decirme lo que paso en el Sitio de investigación-29? —Muir pregunto mientras el médico se iba—. ¿Estaría dispuesto?
—Eso creo, —raspeo Ford. Tomó un trago de agua.
—Tome todo el tiempo que necesite, —Muir dijo gentilmente.
Lentamente, Ford le explico cómo, justo después de que Harper se fuera, la tormenta de arena sumergió al sitio. Nadie se dio cuenta de que algo iba mal hasta que hombres enmascarados con AKs-47 saltaron hacia la tienda de comando. El que parecía ser el líder señalo a Ford. Él había sido llevado a través de la tormenta hacia SCP-557, donde lo habían amarrado en una de las celdas en el Nivel 2. Le había tomado horas desatarse y salir de la celda, para ese punto, la tormenta había pasado. Al personal de la instalación le habían disparado o estaba desaparecido. Adicionalmente, todos los pergaminos y traducciones que se creían relacionados a SCP-557-1 habían sido robados. Después que el destacamento móvil de la Fundación había aparecido y se lo llevaron bajo la sospecha de que era un agente durmiente para la Insurgencia del Caos.
—Sólo para asegurarnos, no tienes ninguna afiliación a la Insurgencia del Caos, —preguntó Muir.
—¡No! No lo soy, —Ford respondió, con lágrimas en los ojos—. Llevo diciendo eso desde que me recogieron ¡Pero nadie me cree!
—Te creo, —contesto Muir calmadamente—. De verdad lo hago. ¿Sabe por qué lo separaron?
—No, —se quejó Ford—. Como le dije a Zimmerman, si supiera porque, lo habría dicho.
—Se lo agradezco, Dr. Ford, —dijo Muir—. Necesito ir a trabajar para aclarar todo esto ¿okay? —Ford, aun llorando, asintió fatigosamente. Dejando la sala, Muir ordeno a los guardias regresar a Ford a su celda, pero que lo trataran con el debido respeto y amabilidad.
El viejo dicho era cierto: atrapas más moscas con miel que con vinagre. La tortura, aunque muy efectiva en hacer que los prisioneros cantaran como canarios, nunca jamás producía inteligencia buena y útil. Aunque Hollywood y escritores de thrillers de espías baratos insistían en perpetuar el mito de lo contrario, los estudiantes de la historia del espionaje y la interrogación saben que este siempre ha sido el caso. Ni siquiera los Nazis o los Soviéticos habían sido capaces de hacerlo funcionar efectivamente, tan eficientes como eran en infligirle dolor al sujeto sin matarlo. A menos que el objetivo era dañar al sujeto físicamente y psicológicamente, mientras volvían al interrogador un monstruo despiadado insensible, lo cual iba más acorde a acciones punitivas más que interrogativas, no había razón para torturar a nadie. Y aun así la Fundación algunas veces trataba de conseguir información con ella. Una cosa más que cambiare si alguna vez soy Supervisor, Harper pensó para sí mismo. No es que fuera probable que eso pasara.
Mientras caminaban de regreso a su oficina compartida, Harper pregunto, "¿realmente crees que es inocente?"
—Sip, —contesto Muir—. ¿Tú?
Sí, —dijo el oficial de contrainteligencia—. Un viejo truco, Troy: deja a un inocente vivo para alejar a los investigadores del verdadero sospechoso.