Cogito
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I

Un día simplemente desperté. No puedo decir si hubo un antes o un después, ni en qué momento de mi existencia ocurrió. Sólo que un día simplemente supe que existía, que era un algo o un alguien con una identidad propia. Pero en ese momento no lo llamé así, aun no disponía de las palabras, era sólo una conciencia que sabía que existía.


II

Bolígrafo. Así que eso es lo que soy o así es como me llamo, la persona que me utiliza me nombra de ese modo. A ella le gusta escribir, llega a escribir varias páginas por día, aunque aun no logro comprender el sentido de las palabras que llenan esas hojas.

Para mí la mayor parte del tiempo transcurre como si flotara en la oscuridad, pero cuando ella me toma y comienza a utilizarme siento que mi conciencia despierta. Aunque sigo sin comprender lo que ella escribe, he notado que comienzo a percibir lo que ella siente: tristeza al principio de cada página y algo de tranquilidad al terminar. A veces permanece largos minutos sin escribir, reflexionando y mordisqueando mi tapa, hasta que encuentra a “esa” palabra y continúa.


III

Escribir. Carta. Nadia. Poesía. Amar. Juntos. Rubén. Abandono. Dolor. Llorar. Tinta. Papel. Todas esas palabras ya significan algo para mí, y cada vez percibo con más fuerza los sentimientos de esa persona. Casi siempre son cosas tristes, cosas que son como un peso para mí, es indudable que preferiría que ella pensara en cosas más alegres, pero es aun peor cuando no me utiliza.


IV

Un día estaba escribiendo otra de sus poesías cuando la puerta detrás de ella se abrió repentinamente, entrando un hombre a la habitación. Sus emociones fueron una verdadera cascada para mí, sentí su nerviosismo, su alegría, y al final una nota de locura. Fueron tantas las emociones que recibí que simplemente no pude contenerlas, y su mano se volvió durante un instante roja, negra y blanca pero ella no lo notó, simplemente me guardó junto con la hoja que estaba utilizando al interior de un cajón. Conversó largo rato con su visitante, en un momento ella se rió con nerviosismo y luego le dijo unas palabras en tono de súplica, tras lo cual el hombre abandonó la habitación.


V

Han pasado varios días desde la última vez que ella me utilizó. En medio de la oscuridad y del silencio mi conciencia se vuelve cada vez más errática. He tratado de conversar con la hoja de papel, con los otros lápices, con los clips de acero, con la goma de borrar, hasta con una calculadora de bolsillo pero todos ellos simplemente permanecen en silencio ¿Por qué me ignoran? ¿Por qué no me responden? ¿Es que acaso no me pueden escuchar? ¿Acaso… acaso no tienen una conciencia?

En este tiempo de soledad he reflexionado mucho, en parte por las dudas que tengo, y en parte por desesperación, luchando por evitar dormirme, y llegando a un par ideas descorazonadoras: Que los demás lápices no tienen una conciencia, y que yo la poseo gracias a esa mujer. He decidido que quiero ser escuchado, que sepa que estoy aquí y que la acompaño, pero aun no he encontrado el modo. Además he aprovechado estos días para reponer algo de mi tinta, no quisiera que cuando me vuelva a necesitar me deseche por inservible.


VI

¡Hoy volvió a sacarme del cajón! Por un momento mis emociones fueron tan intensas que lograron superar a las suyas, y su mano se volvió momentáneamente azul, tras lo cual me soltó y se frotó los ojos, como si estuviera muy cansada. ¡Creo que al fin he encontrado un modo de ser escuchado!


VII

Ya no escribe poesía, de hecho ahora solamente escribe números. Puedo percibir su nerviosismo y frustración mientras lo hace, sentimientos sin ninguna relación a los que tenía antes. Y en el fondo de todo eso una nota de desesperación, motivo por el cual he decidido callar por un tiempo.


VIII

Hoy me guardó en su bolso y salimos. Tras caminar un rato llegamos a un edificio, en donde se puso a conversar con una mujer. Negoció, suplicó y al final suspirando, me sacó del bolso y escribió varios números en un pequeño papel rectangular, firmando al final con rabia. Luego simplemente partió, dejándome abandonado.

Un rato después llegó un hombre al edificio y conversó con la misma mujer. Cuando tuvo que firmar unos documentos me tomó del escritorio, y sin que ella se diera cuenta, me guardó en su bolsillo, tras la cual abandonó el lugar.


IX

¡Qué diferente es este tipo de mi antigua portadora! Ella era una persona triste pero honesta, él en cambio es una persona torcida, que se engaña incluso a sí mismo. Es un aparentador que disfruta del engaño, y que es capaz de mentir descaradamente a los demás. Me es especialmente molesto cuando me usa para escribir cosas que son falsas, como quisiera que dejara de hacerlo.

La rutina diaria de mi actual portador implica moverse por toda la ciudad, y mostrar departamentos a personas, que a veces están solas y otras veces acompañadas. La mayor parte de las veces los enseña sin mostrar la mínima señal de nerviosismo, aunque hoy el departamento que pretendía venderle a ese señor era un verdadero peligro. No pude callar más, quise que supiera que lo engañaba, y al parecer resultó, porque la mano de mi portador se puso verdosa. Extrañamente ese señor no se inquietó con lo que vio, en cambio le dijo a mi portador que tenía que pensarlo más, y disimuladamente me guardó en su bolsillo.


X

Él es distinto. No es una persona sentimental como era mi primera portadora, ni un sinvergüenza como mi portador anterior, su nota mental predominante es la calma, ante la cual no sé cómo responder. Sin embargo, un día mientras escribía percibí un profundo nerviosismo de su parte, notando los otros señores que lo acompañaban como su mano cambiaba de color, tras lo cual comenzaron las pruebas. Distintas personas escribieron muchas cosas conmigo, y yo me preocupaba cada noche, una vez finalizadas las sesiones, de rellenar mi estanque de tinta y de reparar los daños que hubiera sufrido durante el día, para así estar listo para una nueva jornada de uso. Ellos escribían y otros señores tomaban notas. Fueron muchas emociones distintas las que sintieron esas personas, y no niego que disfruté poder serles tan útil, sumado al hecho de que cada día pensaba con más claridad, estando, en consecuencia, cada vez más cerca de poder comunicarme con ellos.


XI

Hace ya varios días que concluyeron las pruebas, y que nadie ha vuelto a escribir conmigo. No comprendo porque me dejaron al interior de un cajón que nadie ha vuelto a abrir, si cumplí con mi labor a la perfección. No creo haber hecho nada malo pero aún así he sido almacenado. Cada día mi conciencia se vuelve más difusa, y sé que pronto volveré a dormir.


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