Casualidad
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[ Estación Marshall & Coleman, Interestatal 801, EE. UU ]

[ 12 de Febrero de 20██, 21:56 ]


La camioneta negra que venía viajando por más de 5 horas desde Sitio-159, una central de desembarque y punto de control para varios aviones que trasladaban personal y recursos de la Fundación desde todo el mundo, llegaba finalmente a descansar del otro lado de una gasolinera la cual brillaba en medio de la carretera con sus suaves luces blancas y verdes.

Dos de sus tres pasajeros, Víctor Penz y Rex Turner bajaron del vehículo para estirar sus entumecidas piernas y elongar un poco sus cuerpos. El tercer pasajero, Txumari Campillay, pasajero que trasladaron desde el Sitio-159, debía quedarse en el auto ya que por órdenes superiores se les había encargado a los dos agentes que no podía estar en presencia del ojo público.

Oi, rulos, ¿no quieres nada en particular? ¿Galletas, agua? —dijo Rex con su fuerte acento británico, tras dar un par de toques a la ventana de atrás.


Una voz tenue respondió:

— Con que me traigan un café caliente me parece bien…

— Copiado. —Dijo Rex tras dar un par de toques a la ventana y despidiéndose haciendo una seña llevando dos dedos a su sien de forma afirmativa.


Rex fue a paso acelerado donde estaba Víctor y ambos comenzaron a caminar hacia el minimarket del otro lado de la carretera

— ¿No tienes frío? —preguntó el argentino cuando notó que el británico no llevaba más que su camiseta negra de torso para arriba.

— Dejé la chaqueta en el auto. Y tampoco vamos a estar afuera toda la noche. —Respondió Rex tirando aliento en sus manos—. Oye y… ¿Qué te parece el paquete que llevamos? —preguntó tras apuntar a la lejana camioneta con sus labios.

— ¿Eh?… Ah, pues no es exactamente lo que esperaba. —Victor se encorva y hace una leve mueca con su boca

— Y qué esperabas… ¿alguien gordo con espalda encorvada, lentes gruesos…?

— Y que sea una máquina en el Tetris, seguro… Aunque no está muy lejos tampoco. —Víctor se detuvo un momento para agacharse y amarrar los cordones de sus zapatillas que notó sueltas de reojo mirando al suelo.

— Heh, heh. Supongo. Aún me tiene sorprendido todo el tema de su… ¿Condición?. —Rex se dió vuelta para mirar la camioneta del otro lado—. No me imagino cómo es lidiar con toda esa mierda a diario.


Rex observó a Víctor quién seguía amarrándose las agujetas en silencio, sin saber si es que realmente estaba interesado en lo que decía.

— Y… ¿Sabes en qué va a estar metido el chico? Digo, uh… Ya sabes, en qué área va a trabajar… —Siguió tratando de mantener la conversación.

— Se va a instalar en la división de I.T. y se alojará en el Sitio, ¿haciendo qué exactamente? No tengo idea. —Penz se levantó, limpió sus manos en su pantalón y continuó caminando—. Y, como tiene el trabajo al lado de la cama, basta con que Steffano llamé a su puerta y ya estaría en la sala de conferencias para el próximo operativo.

— Ya veo. —Rex frunce el ceño un momento—. Espera, él… ¿Va a trabajar con nosotros? ¿Desde cuándo?

— Hace unos días se abrió una vacante para operador técnico, especialista en software. Se consideraron varios postulantes, investigadores e ingenieros de todo el mundo, y de toda esa pila él salió premiado.

— ¿Eh? —Rex mira confundido a Víctor, echándose un poco para atrás—. ¿Tú cómo sabes todo eso?

— Leí su informe.

— No. —Rex se detuvo en secó, dejando a Víctor caminando solo un momento—. ¿Cómo te enteraste de todo esto? Porque yo- yo solo sabía que teníamos que traerlo sano al sitio, y ahora no solo sé que va a trabajar con nosotros, sino que también estamos reclutando más gente para este asunto. Así que, de nuevo, ¿cómo te enteraste?

— Yo… fui informado antes.


Rex se quedó mirando a Víctor, visiblemente molesto, con él y con la situación. La falta de información ya era algo que le fastidiaba al militar, pero esta ocasión le tocaba una cicatriz que aún sanaba. El miedo de volver a vivir una situación como aquella nuevamente, era lo suficiente molesto como para no pasar del tema.

— ¿Y cómo es que yo no sabía…?

Víctor se dio vuelta y siguió caminando hasta entrar al local, dejando atrás a Rex por unos instantes.



Rex entró inmediatamente luego de Víctor, y fue recibido por el fuerte olor café y la música country reproducida por un par de parlantes que apuntaban desde la parte superior del establecimiento. El lugar era relativamente pequeño, unos cinco estantes presentaban comida y herramientas para autos, junto a un par de mesas al fondo en las cuales se encontraban un par de hombres conversando, seguidos de otro más cerca del último pasillo al fondo.

A la par que los muchachos eligen sus provisiones de las estanterías, la conversación continuó.

— Mira, yo… no sé, pero esto- ¿No es gracioso? Porque es esto lo que estamos buscando evitar ¿no? Debemos ser mejores que los de arriba. Pero ahora qué hacemos trabajos pequeños como este nos ocultan información también, ¿Qué nos diferencia de ellos entonces? Yo no sé qué es lo que se traen tú y González, pero deben dejar-

— ¿Quieres hablar de esto ahora? ¿Aquí? —le replicó Víctor en un tono notablemente enojado.


Rex lo miró con mala gana, meneó la cabeza y avanzó por el pasillo eligiendo el resto de su comida.

Al llegar a la caja los atendió una joven que rondaba aproximadamente sus edades, la cual se mantuvo visiblemente distraída por la presencia del británico. Luego de un rato el precio apareció en pantalla: $9,58. Rex era el que invitaba esta vez, pero antes recordó el pequeño mandado que Txumari le había hecho previamente. Rezongando, tomó un pequeño vaso de cartón y se lo enseñó a Víctor.

— ¿Puedes ir a llenarle la copa de café mientras pago? La máquina está por ahí atrás. Gracias. —dijo Rex mientras le daba un par de palmadas a Víctor para que se apresurara.


Víctor tomó el vaso, puso los ojos en blanco y partió hasta la cafetera de al fondo junto a las mesas. Mientras que Rex parecía pasar un buen rato con la cajera, Víctor simplemente veía a través de la ventana las lúgubres luces de carretera por el camino, y tal vez, si forzaba la vista, veía la camioneta. Su cabeza se llenaba de sus pensamientos, y lentamente empezó a perderse en su mente. Tanto fue así, que no notó una ronca voz llamándolo detrás de él.

¡Chico!


Víctor se dió vuelta de inmediato, y observó al dueño de la voz. Era un sujeto alto, bastante más alto que Víctor. Canoso y de anchos brazos, se encontraba bastante desaliñado. Entre sus prendas, lo más notable era una característica chaqueta negra de bombero, fuertemente desgastada por el sector de las mangas.

— Se te va a enfriar.


Víctor tardó en entender a lo que se refería, hasta que por fin tomó su vaso de la cafetera y se apartó, disculpándose con el sujeto. Sin embargo, en sus rápidos movimientos, chocó descuidadamente con el hombre haciendo que desde su chaqueta volara un objeto metálico y pequeño.

El objeto rebotó contra el suelo liberando un agudo tintineo lo que llamó la atención del agente, quien observó fugazmente el objeto que cayó, haciendo que soltará una fuerte reacción fuera de lugar.

Al notar la reacción del joven en su pertenencia, el hombre lo apartó con una fuerza inesperada, dejándolo tendido en el suelo, mientras se abalanzaba para recuperar su pertenencia. Victor soltó un grito de dolor y entró en pánico, jadeando y tapando su ojo derecho con ambas manos.

Al escuchar el estruendo de la conmoción, Rex dió un salto e inmediatamente fue al lugar para ver a Víctor en el suelo y el misterioso hombre recogiendo aquel objeto.

— Vic, ¡Victor! ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —Rex se abalanzó sobre el agente, tratando de dar alguna atención a su compañero.

¡Mi ojo! M-mi ojo, … ¡T-tengo algo…!

— ¿¡Qué!? ¿¡Qué te sucedió!?

— Él lo vio. —Respondió el misterioso sujeto con su desganada voz.

— ¿Qué?…

— Tu amigo vio algo que no debía. Y ahora sufre las consecuencias.

— ¿Qué mierda?…


Mientras el militar trataba de brindar ayuda a su compañero, el sujeto metió una de sus manos en su bolsillo, y lentamente empezó a extraer un objeto cortopunzante, sin revelar completamente de qué se trataba. Rex, confundido, desenfundó y apuntó con su arma al hombre que le respondió

— ¡No te muevas! ¿¡Tú le hiciste-

— ¡Hey! —El sujeto hizo gestos con ambas manos para que el agente se tranquilizara, dejando caer el objeto cortopunzante en su bolsillo—. No te extralimites. No quieres hacer una escena aquí, oficial.


Rex se detuvo para observar a los civiles, quienes se encontraban asustados y confundidos por la escena. Lleno de rabia, Turner se devolvió al viejo, quien lo miraba inexpresivamente.

— ¿Qué era eso? Lo que acabas de recoger del suelo. ¡¿Qué era?! ¿Eso fue lo que le dio en el ojo? –Le preguntó el agente, refiriéndose al objeto que cayó al suelo un momento atrás.

— Eso no te incumbe.

— ¡Si que lo hace! ¿Quién eres?


El agente no recibió respuesta.

— ¡Responde! Y ni te atrevas a-

— Mira, estás perdiendo mi tiempo. Si no quieres que esta situación escale, apártate…


Turner miró con recelo al viejo. Cada fibra de su cuerpo le indicaba que ese hombre no tenía más que malas intenciones, estaba claro, pero dispararle a la única fuente de respuestas que tenía al alcance ahora no era una opción, ni una reacción medida.

El viejo se dio una palmada en la cabeza y soltó un quejumbroso bufido.

— No lo voy a repetir. —Lentamente comenzó a girar su cuello dejando escapar cada crujido de su gruesa cervical—. Necesito ese ojo, así que… O me dejas arrancarle el ojo a tu amigo. O a los dos les romperé el cráneo.


Un pinchazo directo al abdomen fue lo que sintió Rex al escuchar esas palabras. Había algo en el hombre, tal vez el tono, que lo mantuvo helado por un buen momento, recordando una sensación que casi había olvidado. Pero no tardó en volver a la realidad, y vio que el hombre ya había dado un paso. Instintivamente soltó tres balazos directo al pecho del sujeto deteniendo su trayectoria.

Los clientes y los empleados corrieron asustados del lugar. Rex levantó a su compañero y comenzó a guiarlo hasta la puerta de salida, pero el mismo Víctor lo apartó.

— Hey, hey, estoy bien, tranquilo —dijo Penz, haciéndole señas con las manos para que se tranquilice —. Creo que… con taparme este ojo dejo de verlos.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Rex mientras empujaba al agente insistentemente para hacerlo evacuar.

— Veo… imágenes, símbolos, no lo sé, lo que sea. Los veo cada vez que miro con este ojo. Pero no me duele, para nada. –Penz se detuvo un momento para observar a Turner. Este respiraba fuertemente y el sudor frío corría por su frente—. Tú… ¿estás bien?

— ¿Yo? ¿Y eso que mierda importa?, solo-


Por encima del hombro de Penz, Turner notó como una silueta aparecía por el último estante del fondo. El misterioso hombre caminaba con dificultad, con tres claros agujeros en el pecho mientras se limpiaba la boca con la manga de su chaqueta.

— Solo lo diré una vez, sin armas. No hagan esto más difícil. —El hombre gesticulaba exageradamente mientras levantaba jocosamente ambos brazos al aire, como si estuviera siendo arrestado, pero en señal de burla.



Acto seguido, el canoso hombre extendió su brazo derecho, dejando ver su palma para revelar una cicatriz que se abría a lo largo de su mano. De esta se esparció una fuerte y agresiva llamarada propagándose rápidamente por el área.

Sin pensarlo, Rex agarró fuertemente del abdomen a Víctor y se lanzó contra el suelo, arrastrándose hasta cubrirse detrás del estante más cercano a la caja. Las llamas cesaron y el anciano soltó ruidos entre dientes y afirmó con fuerza su brazo, parecía que aquel movimiento lo cansó, sin embargo, no les había perdido rastro.

Él viejo se acercó con paso acelerado a sus posiciones. Penz trató de desenfundar su arma aún estando un poco desorientado, pero Turner lo detuvo, indicando que no se mueva. El británico se levantó y disparó contra el sujeto, para luego volverse hacia su compañero.

— ¡Víctor, vete de aquí! —gritó Rex mientras lo empujaba. En ese pequeño instante le brindó tiempo al viejo de forcejear y quitarle el arma al agente, para deshacerse de ella arrojándola lejos.


Turner observó unos segundos al viejo, antes de embestir fuertemente y tratar de lanzar un jab con su brazo derecho directo a su mentón. Su oponente simplemente se limitó a frenar el golpe y enganchar su brazo en respuesta, presionando hasta cortar la circulación.

Con cierto pavor, Rex forcejeo una vez más, buscando zafar su brazo, mientras que con su otra extremidad se encargó de propinar golpes directo al rostro del sujeto, quien los recibía plenamente, mientras se jactaba con una sonrisa.

— ¡Hijo de puta! —vociferó Turner antes de ser golpeado directo al abdomen, empujándolo una distancia considerable hasta dar contra un par de estanterías que exhibían herramientas para vehículos.


En medio de la conmoción, Víctor desenfundó su arma de combate y apuntó firmemente con una de sus manos mientras cubría su ojo con la otra.

Antes siquiera pensar en reaccionar, el hostil recibió dos impactos de bala en su cabeza, mientras uno más se perdía volando cerca de su hombro. Aprovechando la desorientación, éste se acercó e intentó patearle ambas piernas, pero nuevamente, no pareció afectarle.

Penz guardó su arma y adquirió posición de combate cuerpo a cuerpo, pero algo lo inquietó lo suficiente como para desorientarlo una vez más. Allí, los agujeros de bala que una vez yacían en su cabeza empezaron a regenerarse y reconstruirse grotescamente.

Víctor retrocedió levemente, pero no fue suficiente como para evitar la reacción del sujeto, quien se abalanzó sobre él y lo presionó fuertemente, tomándolo de sus hombros.

— ¿Sabes? No tiendo a usar mis manos, recurrir a esos métodos sólo se vuelve todo un desorden. Pero están poniendo las cosas difíciles. —Le dijo el hombre en una voz monótona.

— ¡Suéltame, imbécil!


Tras un intenso forcejeo, Víctor acabó de rodillas, gimoteando y adolorido. El hostil lo observó un momento antes de plantar su zapato contra su pecho y patearlo hasta dejarlo contra el suelo.

— No te muevas demasiado, y será rápido… —Dijo el sujeto mientras se abalanzaba sobre el joven agente, presionando su cuello con su antebrazo izquierdo.


Víctor trató de engancharlo con sus piernas, pero sus esfuerzos fueron en vano. La desesperación lo consumía, y especialmente al ver como su oponente tomaba un cortador de uno de sus bolsillos y lo mostraba ante el inquieto agente.

— Y todo porque puse aquella mierdita en mi chaqueta. Solo por esa estupidez tendré que despedazarte la cara, es una pena. —El viejo extendió el objeto cortopunzante, exhibiéndolo orgullosamente contra el agente—. Ahora, quédate quieto…


La desesperación crecía más y más al ver que se acercaba el cortador directo a su cara, y en un movimiento poco pensado, Penz usó todas sus fuerzas para acertarle un cabezazo directo en la boca del sujeto, arriesgándose ser cortado.

El anciano cambió su estoico rostro a uno más enojado, y tomó con una mano la cara del joven, estrujándola y presionándola contra el suelo, dejando solo visible solo su ojo derecho. Firmemente sostuvo su herramienta, acercandola cada vez más hacia la cuenca del agente, para finalmente cort-


¡CLANK!



Un golpe estruendoso y metálico que dió directo a la nuca del anciano hizo que soltara al agente, dándole ventaja. Penz aprovechó el momento y le acertó un rodillazo en el abdomen apartando a su agresor. En medio de la confusión, el anciano se volteó para ver como Rex estaba preparando otro golpe con una llave inglesa y sin mucho tiempo de reacción el anciano lo recibió directo en la cabeza, dejándolo en el suelo.

Tras levantar a su compañero, Turner picoteó con la llave al hombre tirado en el suelo solo para verificar que estuviera inconsciente o en el mejor caso, muerto.

— Dios. —Dijo Turner, tras liberar un suspiro de alivio, para luego soltar la llave y empujar con rabia a Penz—. ¿¡Cual es tu maldito problema!?

— ¿Qué? —Le respondió confundido Penz.

— ¿No te dije que te fueras? Mierda, tenías la maldita puerta al lado, hubieses salido a correr ¿Eres estúpido o qué?

— ¿Yo-? ¿¡Qué te pasa a ti!? Te lanzaste como un loco contra él, casi te parten el brazo. Yo estoy bien, te lo dije.

— No estás en condiciones para combatir, te hirieron en el ojo, lo que hace que tu puntería sea mediocre. No estás bien.

— ¿Y entonces qué? ¿eh? ¿lo ibas a enfrentar tú solo?

Rex sueltó un suspiro, levantó ambos brazos y apretó ambos puños.

— Hubiese preferido ir con alguien que no fuera tú.

Víctor miró indignado al británico, mientras que él empieza a buscar su arma por el suelo.

— ¡¿Y eso que mierda significa?!

— ¡Significa que pudiste haber muerto! ¡No tienes idea lo que es estar aquí en el campo, y tengo que estar viendo tu maldito pellejo! ¿Cómo puedo confiar en ti?


Turner da unos pasos atrás mientras se frotaba con dos dedos la sien, para luego mirar de reojo a Penz.

— ¿Cómo puedo confiar en ti en absoluto?


Penz se quedó observándole por un rato mientras empezaba a pasear por en medio del pasillo. El argentino no respondió, limitándose a ver el suelo. Rex por su parte tomó la radio y trató de hacer contacto.

— Aquí Turner, responde.

“¿Agente Turner? ¿Qué pasó? Todo el mundo aquí afuera parece concertado por lo que sea que está pasando ahí ¿Qué hicieron?”

— Escucha. No tenemos tiempo, alerta al Sitio más cercano de inmediato. Tenemos una anomalía humanoide, hostil, regenerativa. Piromántica… Que sigan el protocolo "Extracción Discreta" Alfa-2.

“Alfa-2… Okay. ¿Los dos están bien?”

— Sí… No. Penz está herido, pero no tenemos idea con qué. Sospecho que un cognitopeligro de algún tipo.

“¿Un cognito-? Cómo… De dónde…”

— Sí, mira solo apúrate antes de que- ¡Mierda!


Otra súbita ráfaga de fuego hizo correr al Agente Turner por el reducido espacio del local. En un intento de detenerlo, el agente Penz reaccionó rápidamente, estrangulando al sujeto con ambos brazos y arrastrándolo hacia atrás, pero este no tardó en zafarse antes de propiciar un codazo directo en el pecho del agente.

Antes de siquiera poder continuar, en un momento de lucidez, los tres hombres se detuvieron a observar cómo las llamas habían crecido lo suficiente como para que empezara a desmoronarse el local.

— ¡Penz, hay que salir! ¡YA!


El Agente Penz logró salir primero, y cuando el Agente Turner le intentó seguir el paso, el maníaco logró interceptarlo antes, tirándolo de un pie para que se estampe contra el suelo, rompiéndole el mentón. El hombre comenzó a arrastrar al agente por la tienda. Una vez se detuvo, tomó el pie con que arrastraba a Turner y desde su empeine izquierdo lo giró brutalmente en cien grados.

Un desgarrador grito salió desde el interior del Agente Turner. El dolor le pegó hasta la espina, solo se retorcía y apretaba con fuerza su pierna izquierda, y entonces, como si no fuera suficiente, el anciano tomó al agente Turner de su camiseta y le propinó un golpe final en su nariz, cesando sus quejidos.

Entre jadeos, el viejo se limpió sus manos en su chaqueta, y se dirigió a la salida del local para volver a buscar su objetivo. Sin embargo, una ahogada risa lo detuvo una vez más. Al voltearse solo pudo observar al Agente intentando incorporarse, mostrándole una roja y brillante sonrisa.

—Como joden ustedes. —Dijo desganado el viejo

Turner solo sonrió.

— ¿Qué pretendes?

— Probarte que eres una mierda en tu trabajo.


El viejo avanzó con dificultad hacia el agente, estirando el brazo para sujetarlo nuevamente de la camiseta. Al examinarlo notó su semblante exhausto, pero desafiante, que acompañaba con una amplia sonrisa; y por primera vez el anciano sintió curiosidad.

— Aunque pusieron buena pelea antes, si quisiera ahora podría partirte el jodido cuello. Así que, dime, ¿Cómo soy una mierda en mi trabajo exactamente?


No hubo respuesta. Frustrado, el anciano pone su mano en el cuello del agente, aparentando solo lo necesario solo como para que pueda apenas hablar.

— ¿Como… no te das cuenta de algo tan simple como una distracción…? Dejaste escapar a tu objetivo… —Turner tosió un poco—. Eres una mierda en tu trabajo.


La garganta del agente se iba cerrando poco a poco, dejando pasar cada vez menos oxígeno a su cerebro. Sus ojos se iban nublando, no tenía fuerzas para luchar, marcando una vez más el final de la pelea.

— ¡Ehhhhh! ¡Viejo de mierda!


Un carrasposo y lejano grito lo interrumpió. Atrás suyo, el Agente Penz se encontraba de pie, con un vendaje improvisado en su ojo, sujetando su arma y haciendo señas hacia su dirección.

El hombre se queda quieto por un momento, asimilando el dolor, y haciendo caso omiso a Rex quien cayó pesadamente contra el asfalto. Tras frotar ambos nudillos, el anciano empezó a avanzar ansiosamente en dirección al rubio.



El escenario solo se iluminaba con un ferviente anaranjado, resplandeciendo aún más a medida que las llamas consumían lentamente la gasolinera. Ya no quedaba nadie, solo dos hombres parados a unos metros uno del otro, conscientes del inminente choque.

El anciano tomó la iniciativa, y se aproximó hacia el agente Penz, lanzando golpe tras golpe, apuntando bajo, lento, pero potente. El agente estaba muy consciente de su fuerza, y tomó cada ventaja de las ventanas que brindaba para poder contraatacar.

El viejo sentía como cada golpe era más pesado, pero el cansancio era superado por la confusión de porqué el joven aún no estaba muerto. Su silencio se convirtió en frustración, e instintivamente intentó estrangular a su oponente una vez más, pero el muchacho fue más inteligente y aprovechó para acertar varios tiros a quemarropa en órganos importantes, que hizo que lo soltara de inmediato.

Bufidos y quejidos eran lo único que salía de la boca del viejo, quien comenzó a propinar golpes y patadas sin pensarlo, fallando todos y cada uno de ellos. En un momento, consumido por su ira, abrió su cicatriz en la mano y desplegó una llamarada, la cual alcanzó a quemar brevemente la mano del agente, pero eso lo debilitó rápidamente, lo que le dio una oportunidad al agente para soltar un poderoso golpe contra el sujeto.

En su desesperación, el hombre sacó su cortador y soltando un último grito, se abalanzó a clavarlo en el pecho del muchacho, pero, en un rápido movimiento, el agente le tomó el brazo, quitándole el arma, para luego empuñarla contra él, insertándolo directamente en su tráquea.

Penz lo miró directo a los ojos mientras las últimas chispas de vida abandonaban su cuerpo. Aun con la mano en el cortador, la giró en su eje anclando la hoja, para luego tirarla, dejándola incrustada en su garganta.



El anciano estaba acabado. Sus pulmones se ahogaban con su propia sangre y su regeneración ya no le ayudaba. Y aunque el dolor que inundaba su cuerpo era grande, su enojo lo era aún más. Se levantó tambaleando y al estar de pie se quitó la hoja con extremo cuidado de la garganta con sus gruesos dedos. Viendo esto, el agente Penz tomó su radio y dijo en voz baja.

— Ahora, Campillay…


Y antes de que pudiera hacer algo, el viejo sintió un retumbar en el suelo que lo puso en alerta inmediatamente. Tras reconocer de dónde venía el ruido, lo vio…

Una camioneta negra a toda velocidad golpeó directamente con el viejo, lanzándolo por el aire hasta que su cabeza dio con un poste. Produciendo un vibrante sonido por el golpe, el anciano quedó tendido en el suelo.

Desde dentro del auto, una figura se aferraba fuertemente al volante. Con miedo, lentamente soltó la presión que hacía con sus manos, para luego apagar el motor y bajar del vehículo.

— Dios… ¡A-agente Penz!


Un delgado hombre acudió de inmediato al agente. Este destacaba por su tez grisácea y de apariencia seca.

— Estoy bien… ¿Llamaste al cuartel? —Le respondió Víctor mientras lo apartaba con cuidado.

— S-sí, se suponía que venían en 5 minutos, pero no ha llegado nadie aún… La distancia al Sitio más cercano de por sí es bastante lejos.

— ¿Dónde está…?


Desde lejos se podía observar como Rex apenas se sostenía y avanzaba dando pequeños brincos. Víctor y Txumari corrieron hacia donde se encontraba, ayudándolo a caminar afirmándose de los dos brazos.

— Eres un idiota, Víctor… Ough.


Llegados al auto, Victor se detuvo a contemplar el escenario. Como las llamas llevaban tiempo consumiendo el lugar, los escombros caían encima de donde anteriormente había un establecimiento, así mismo el cadáver del maniático se iba incorporando poco a poco al panorama.

— Buen trabajo, hiciste mierda a ese pedazo de escoria. –Dijo Rex dándole palmadas en la espalda a Txumari.

— Fue idea del Agente Penz, en todo caso.


Sorprendido, Rex le dirigió la mirada a su compañero el cual respondió con una pequeña pero orgullosa sonrisa.

Todos ingresaron al auto una vez más, abandonando la escena. Una vez dentro, Txumari condujo hasta devolverlo a su posición de origen, dejando a los pasajeros con una clara vista a lo que una vez fue una posada para aquellos viajeros que venían de muy lejos. Todos dentro se tomaron unos buenos treinta segundos para poder respirar y procesar lo que había pasado. El técnico, aunque preocupado por sus compañeros, aun sentía curiosidad por lo que sea que haya pasado ahí afuera.

— Oigan… ¿Quién era exactamente… el humanoide?

— Ni idea —respondió Rex mientras intentaba acomodarse bien en su asiento—, no nos dijo quién era, o sus intenciones, o si trabajaba para alguien, solo le importaba tener lo que sea que se haya metido en el ojo de Víctor.


Rex reclina su asiento de forma repentina haciendo que Víctor se mueva se mueva al lado del conductor.

— Pese a eso, era muy… poco profesional. No tenía ninguna técnica de combate, no traía alguna arma, solo se dedicaba a dar golpes casi al aire y agarraba para estrangular a sus víctimas, como un maldito simio.

— Y eso era suficiente. —Le reprochó Víctor.

— Quizás. Pero se le notaban los años, se cansaba rápido. No podía ni mantenerse en una pelea.

— Pudo matarnos. —Esta vez Víctor dirigió su mirada a Rex—. Pudo matarte.


Turner no parecía hacer mucho caso, solo observaba el moribundo edificio a lo lejos mientras era envuelto completamente por las llamas.

— Yo tal vez no conozca mucho el campo como tú, pero entiendo perfectamente que esta no fue una tarea de un solo hombre. Y aun así tuviste el coraje de intentar hacer esto por tu cuenta ¿Por qué?


El silencio gobernó el vehículo, dejando al técnico y al agente atentos a una respuesta de su compañero.

— No tengo idea. —Rex miró a su compañero por el retrovisor del parabrisas—. Creo que… tuve miedo.


Rex observó a su lado, a través de las ventanillas. Un montón de luces blancas, rojas y azules se aproximaban a su posición a altas velocidades. El crujido de las llamas era rápidamente superpuesto por el ruido de las aspas de los helicópteros y fuertes sirenas de las camionetas.

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