El Nacimiento de un Nuevo Día
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Nota: Esta es la última entrada de una historia de 7 partes. Se recomienda que la leas desde el principio, con SCP-3475 – Nuestros Fundamentos Cambiantes.

D-1460 se despertó poco a poco con el sonido de las alarmas, superpuesto a los tenues tonos de un jazz suave.

Solo sabía que se llamaba D-1460 porque el uniforme que llevaba se reflejaba perfectamente en el techo de espejos que había sobre él. "D-1460" estaba en el uniforme. Al levantarse sobresaltado, pudo ver que de un bolsillo de la parte delantera sobresalía un papel verde, pero tras investigar más a fondo para buscar cualquier otro tipo de identificación, cuál podría ser su verdadero nombre, no pudo encontrar nada.

Lo segundo que D-1460 asimiló por completo fue el mosquito que tenía en el rabillo del ojo. No pudo atraparlo. No podía aplastarlo. No importaba lo que hiciera, dónde mirara, si cerraba los ojos o no, cualquier cosa que se le ocurriera para intentar atraparlo, siempre estaba en el cuadrante superior derecho de su ojo derecho, sin poder desaparecer. Intentó ignorarlo lo mejor que pudo.

La tercera cosa que D-1460 tuvo que asimilar plenamente era la exactitud del lugar donde se encontraba. Había un techo de espejo y un suelo de espejo. Tres de las paredes eran espejos. El espejo detrás de él tenía una puerta que no se podía abrir. La cuarta pared, en el extremo opuesto de la habitación, tenía un mural realista gigante que se asemejaba a una playa, y actuaba como si fuera una ventana.

Lo cuarto que D-1460 asimiló por completo fueron los cuatro cadáveres que yacían en el suelo de la cámara. Parecían dormidos, aunque no entendía por qué dormían en su propia sangre. Intentó sacudirlos, pero se negaron a despertarse. Oh, bueno, ya se las arreglaría él mismo.

La quinta cosa que D-1460 tuvo que asimilar por completo fue la música en bucle.
Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.

De vez en cuando, una voz robótica y monótona pronunciaba esa frase por encima de la música de jazz que llenaba la cámara. No había motivo ni razón para ello. Cada vez que D-1460 llamaba a la voz robótica, ésta no respondía. Eso era todo.

Una cámara llena de cuatro cuerpos dormidos, música, una hermosa vista, una mesa y una silla, y D-1460. Aquí se quedaría hasta que encontrara una opción mejor.


Pasaron varias horas antes de que un pensamiento le asaltara.

—Tengo que ir al baño.

Disfruta.

D-1460 levantó la vista y vio una puerta que antes no estaba allí, junto a la salida de la habitación. Se levantó, acercándose cautelosamente.

—¿Qué es esto? —Preguntó al abrir la puerta.

Baño incorporado.

—Oh. Gracias. —Era un baño, desde luego. Un inodoro. Un lavabo. Una ducha. Toallas. Uniformes limpios como el suyo, todos con "D-1460" impreso en ellos.

Primero fue al lavabo. Tenía agua abundante. El agua podía ajustarse para que estuviera caliente, fría o en un punto intermedio. Funcionaba como un fregadero normal en todos los sentidos. Bebió del grifo.

A continuación, probó la ducha. La ducha también era normal. El agua podía ajustarse a cualquier temperatura, al igual que el lavabo. Por ahora, no tenía necesidad de ducharse ni de ponerse un uniforme más limpio.

El retrete era normal y funcionaba como tal.

—¿Qué eres tú? —Preguntó.

Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.


—Tengo hambre.

Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.


—¿Tú recuerdas mi nombre?

No hay respuesta.

D-1460. Por supuesto, ese no era su verdadero nombre, sino una designación que le habían dado. ¿La voz robótica se la dio? Seguramente no. No había pruebas de que la voz robótica existiera más que para resonar por encima de la música. Tal vez por la organización que lo había mantenido en la cámara, lo que probablemente significaba que si alguna vez iba a ser capaz de averiguar cualquier información sobre esta organización…

Se acercó a los cuerpos dormidos y esta vez los examinó detenidamente. La primera cosa extraña que notó fueron los agujeros en cada una de sus cabezas. Eso no podía ser saludable. La segunda cosa rara eran sus cuerpos rígidos. Por lo general, la gente no estaba tan rígida cuando dormía. ¿Cuánto tardarían en despertarse? La soledad de la situación amenazaba con estrangularle.

En uno de sus bolsillos, D-1460 encontró una identificación. Estaba casi completamente vacía por delante y por detrás. Esa era la tercera y más llamativa de las cosas extrañas. Todo lo que quedaba era una fotografía del hombre del que recogió la identificación, y la palabra "Fundación".

—Eso no ayuda mucho. Fundación… Fundación…

Jugueteó con la identificación mientras se paseaba por la habitación. No había nada en su difusa memoria que encajara con "Fundación". "Fundación", sí. Los edificios tienen una fundación. Las organizaciones o instituciones que se hacían con donaciones… ¿Era este edificio algo así? ¿Una Fundación para qué?

La habitación había cambiado muy poco desde que se despertó en ella hacía unas desconocidas horas. ¿Estaba en una habitación en torno a la cual se había creado esta Fundación? ¿Era para el arte? ¿Estudios sobre el sueño? ¿Música? ¿Robots? Algo no cuadraba, y ya faltaban suficientes piezas como para que…

Se desplomó en el suelo, agarrándose la cabeza. Le dolía mucho y se sentía totalmente incapacitado en aquel momento. Las luces centelleaban, la música era más áspera y fea, y los cuerpos parecían más enfermizos. Incluso el aire empezó a pesarle un poco más. Cualquier vacilación, y él se deslizaría en sus propios pensamientos para siempre.

Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.

—J-Jódete.

Ni siquiera podía entender los conceptos en los que pensaba. Su mente lo había lastimado antes de poder hacerlo. ¿Ahora era un mecanismo de autodefensa? O estaba en el camino correcto, o iba a matarse accidentalmente por ello. Lo mejor hubiera sido cerrar los ojos y dormir. Por desgracia, a su alrededor no había nada con cafeína.


D-1460.

Ese no era su verdadero nombre. Sin embargo, ¿significaba algo? Estudió detenidamente los números. 1460. 1. 4. 6. 0.

1. El 1 parecía una I.

4. ¿A qué se parecía el 4? No había ninguna letra castellana que se ajustara perfectamente al 4. Sin embargo, si quería seguir pensando así, tenía que encontrar una comparación. 4… ¿W? La W se parece vagamente al 4 si retuerces tu cerebro lo suficiente. La cantidad de vueltas de cerebro que había dado últimamente hacía que eso estuviera perfectamente bien.

6. El 6 parecía una G.

0. El 0 parecía una O. Si 6 era G y 0 era O, ¿60 era GO?

GO…

IWGO.

—¿I will go?1 —Eso sonaba bien—. Yo iré. Yo iré. Yo Iré.

D-1460. Yo Iré. Esa era toda la identidad a la que podía aferrarse por el momento.


—¿Sabes qué es esa Fundación sobre la que averigüé? —Preguntó Yo Iré, sin esperar respuesta.

███-2152 —

Yo Iré se desplomó en el suelo y gritó, incapaz de descifrar nada más de lo que decía la voz. Su cabeza se estremeció y se desmayó, antes de recuperarse.


—Por favor, dímelo en palabras que pueda entender, seas lo que seas. ¿Qué es esa Fundación sobre la que averigüé? —Todavía le dolía la cabeza tras su último intento de preguntar, así que se aseguró de prepararse por si volvía a ocurrir.

Somos producto de aquellos curiosos y que buscan la normalidad . Tú, yo, Jeremy, Halcyon, Layla, River, somos las promesas de una sociedad capitalista llevada hasta sus últimas consecuencias. Esta es una marca de agua de celebración. La cabeza le dolía una y otra y otra y otra vez, pero no tanto como las últimas veces. Una pequeña bendición, aunque una lastimosa.

—¿Qué eres tú?

Su designación para mí era 2152.

—¿Designación? ¿Qué quieres decir?

Esta instalación fue diseñada para albergar cosas raras, tales como yo. Tú estás aquí para entender mejor mis propósitos. Ambos somos peones del resultado más deseable.

Yo Iré se paseaba de un lado a otro. Cuanto más aprendía, más preguntas se hacía. Un dolor sordo resonaba en las grietas de su mente; tenía que tener cuidado con qué tipo de información podía escudriñar. Era una tarea ardua. Sería más fácil sentarse y dejar de pensar en todo.

—¿Cómo me respondes? Creía que solo eras una voz en bucle con algo de música.

La música se apagó al instante, siendo sustituida por el sonido del océano. Era tranquilo y dócil. 2152 no respondió. Probablemente era lo mejor. Necesitaba tiempo para pensar.

























—Joder, tengo hambre.




























Yo Iré no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado desde entonces. Podían haber pasado días desde la última vez que pensó en su hambre. No parecían días. Debían de ser horas, pero no tenía nada que hacer salvo beber del lavabo, pensar y dormir, así que no había forma de saber cuánto tiempo había transcurrido. El creciente dolor del hambre complicaba las cosas. Aunque dormir en la cámara era lo mejor que había conseguido en toda su vida, el hambre seguía despertándole de vez en cuando, obligándole a enfrentarse a las luces centelleantes hasta que conseguía volver a dormirse. Esta era su única forma de medir el tiempo: las horas aproximadas entre las luces centelleantes.

Por eso, la repentina aparición de un busto de mármol sobre la mesa captó su atención de inmediato.

Allí estaba. Una escultura tan orgullosa y vanidosa como cualquier otra. Yo Iré no tenía ni idea de a quién representaba el busto, ni conocía su función. Pero había aparecido en un momento, perturbando con su presencia la tranquilidad y quietud de la habitación. Sus colores no encajaban con nada de lo que había en la habitación. Era demasiado brillante incluso teniendo en cuenta las luces fijadas en el techo. Y mientras lo inspeccionaba, se dio cuenta de que estaba de frente al mural de la playa.

Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.

Oh. La música había vuelto a la normalidad. ¿Cuándo ocurrió eso? Debió de ocurrir cuando apareció el busto, pero no recordaba qué ruido había llenado la habitación entre la última vez que habló con 2152 y ahora. ¿Siempre había sido así? Seguramente. Sí. Ya está.

—Debería ducharme. —El pensamiento le vino de repente, pero no se opuso una vez que lo dijo. Había pasado algún tiempo desde que descubrió la ducha, y ni una sola vez la había utilizado. Sería una buena idea asearse, aunque solo fuera eso. Tal vez pensaría mejor. Incluso aunque solo le doliera menos la cabeza por ello, ya sería suficiente.

Se desnudó, sintiéndose más ligero por el mero hecho de quitarse el uniforme. No le importaba desvestirse delante de los cuerpos aún dormidos (que ya estaban tomando un nuevo color a estas alturas), ni delante del mural, ni siquiera cerca del busto. ¿Por qué iba a importarle? Nadie le estaba mirando, y aunque así fuera, probablemente se lo merecía a estas alturas. En todo caso, era su única forma de entender un poco su situación actual, y eso era todo lo que quería.


El agua caía a cántaros. Estaba tan fría como él podía soportarla. Su ser volvió a sentirse puro.

Yo Iré pensó en 2152. No tenía ni idea de cuál era su propósito, ni de por qué estaba allí. Todo lo que sabía era que estaba allí por una razón, y que actuaba como lo hacía por una razón. Nunca llegaría un momento en el que él descubriera sus razones, pero tenía un propósito. Eso era lo que realmente le importaba. Ayudaba a que la situación fuera menos desesperante.

Yo Iré pensé en su nombre, aún incapaz de recordar el anterior, incluso después de todo este tiempo. No importaba. Yo Iré era un nombre apropiado. Aunque no volviera a ir a ninguna parte, era un nombre que se había puesto a sí mismo.

Yo Iré pensó en los cuatro cuerpos. ¿Quiénes eran? No se le había ocurrido hasta ahora, pero si estaba allí con ellos, debía de haber una razón para ello. ¿Trabajaban en la Fundación? ¿También él trabajaba allí? ¿Por qué su uniforme era diferente al de ellos? En realidad, ¿eso importaba? El resultado final era el mismo, sin importar lo que hubiera pasado antes. Sus amigos durmientes, o socios, o enemigos. Fueran quienes fueran, ahora no importaban.

Yo Iré pensó en el mural. Ahora que lo pensaba… parecía bastante atractivo. ¿Merecía la pena echarle un vistazo? Probablemente.

Yo Iré pensó en su hogar. La disposición de la ducha le recordaba a su infancia. Al menos eso recordaba. Cuando tenía nueve años, su familia se mudó de una ciudad a otra un poco más grande, y su ducha tenía un tamaño decente. Se sentía seguro, y podía ocultar su cuerpo desnudo sin necesidad de colgar una toalla, o utilizar cortinas improvisadas. De los nueve a los trece años, vivió el periodo más estable de su vida. Durante cuatro años, disfrutó de algo tan sencillo como una ducha.

Tuvo que suponer que era estable. Cuando recordaba su hogar, se sentía seguro. Cualquier otro periodo de su vida que recordaba le parecía turbulento o accidentado, e incluso con todas las demás duchas del mundo que lo habían mantenido limpio, no tenían el mismo atractivo mágico que su primera ducha de verdad. Allí de pie en la ducha, sintiendo el frío contra su cuerpo, atrapado en una cámara con cuerpos dormidos y cosas raras que no podía explicar… se sentía como en su hogar.

Pasó una hora antes de que Yo Iré saliera, más renovado que nunca. Cogió uno de los muchos trajes que había junto a la ducha y se vistió mientras salía del cuarto de baño. Que él recordara, nunca se había puesto un traje propio. Le costó un poco ponérselo. Le costó ajustarse el cinturón lo suficiente como para que los pantalones le quedaran ajustados. Sobre todo le costó mucho trabajo que la corbata le quedara bien. Pero mereció la pena. Estaba elegante y no parecía desgastado. Qué sensación tan agradable.

Yo Iré miró hacia el mural. La playa seguía moviéndose, animada como siempre. Extrañamente, incluso con la ducha fría y la tentadora vista, se sentía cansado. Todo estaría bien. Podría echarle un vistazo más tarde. El sueño le llamaba y quería responder a su llamada.


Los cuerpos desaparecieron. La mesa desapareció. La música parecía menos tradicional y más texturizada. Las puertas no estaban por ninguna parte. El busto de mármol estaba en el suelo, mirando a Yo Iré. El mural cambió a una vista nocturna de la playa.

—¿Qué demonios es esto…?

Avanzó hacia el mural, inseguro de qué hacer. Era la primera vez que lo inspeccionaba bien. Ahora había muchas cosas que no encajaban. Tal vez debería haberse centrado en él antes que en cualquier otra cosa, porque habría abordado la situación de otra manera.

No solo se movía. Parecía realista.

Buenos días..

—Parece que es de noche.

En un futuro sostenible centrado en los recursos, la noche como concepto no tiene razón de ser.

—¿Qué está pasando aquí?

Imagina un mundo más vibrante, libre de centros comerciales y normalidad. Este es tu hogar.

—No, no voy a aceptar eso. Quiero una respuesta real, ahora. —Se hizo el silencio. La música se había detenido, y todo lo que quedaba era el sonido del océano. Pasaron unos minutos antes de que volviera la voz.

¿Qué tipo de productos compras en la tienda?

—¿Qué tipo de…?

Apple, Oscar Mayer, Dell, Aqualabs, Hershey, Sanofi, Hasbro, Bones, HGTV, todas nuestras maravillosas selecciones están disponibles al módico precio de gratis. Las opciones son infinitas e ilimitadas. La sociedad se ha abierto para darnos estas opciones flexibles. Este es el poder del consumismo.

Yo Iré no tuvo respuesta. Sentía que tenía sentido, pero no era capaz de comprenderlo.

¿Recuerda qué es el Sol? Es una bola de gas que actúa como una estrella que calienta nuestro mundo. ¿Qué mascotas te gusta cuidar? Hay muchas opciones maravillosas de compañeros.


Hemos cumplido nuestros propósitos. Los sentimientos de nostalgia y de épocas pasadas se han arraigado a ti. La normalidad está de moda, y simplemente debemos apoyarnos en ella. No hay mayor pionero que aquellos que han dado el primer paso hacia mundos más grandes y peligrosos.



Esta es tu recompensa.



Bienvenido a casa.

Las luces se apagaron y todo quedó en silencio, salvo los sonidos del océano. Yo Iré no tenía ni idea de qué pensar. Después de pensarlo bien, solo tenía dos opciones. Podía quedarse allí, en la oscuridad de la cámara, y contentarse con continuar su ritual de pensar y dormir. Su suministro de agua se había agotado. Así que eventualmente, él… él…

Huh. No sabía lo que iba a pasar. Aunque le dolía la cabeza de pensarlo, le dolía mucho menos de lo que esperaba. Eso solo dejaba la segunda opción, de ver si realmente podía atravesar el mural. Parecía el único camino razonable que le quedaba. Además, la playa… parecía muy tentadora.

Yo Iré atravesó el mural,


y fue a parar a la playa. Era de noche. El océano golpeaba la orilla de vez en cuando y la luna brillaba diligente en el cielo. Había árboles detrás de él. Realmente se había ido. Ahora estaba fuera. Encontró la belleza en la quietud que le rodeaba y recordó cómo era su hogar.

Yo Iré miró al cielo y lo estudió. No recordaba haber visto estrellas antes.

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